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Autobiografías [Selección]

Roberto Arlt






ArribaAbajoAutobiografías humorísticas de Roberto Arlt1

Me llamo Roberto Godofredo Christophersen Arlt, y he nacido en la noche del 26 de abril de 1900, bajo la conjunción de los planetas Mercurio y Saturno. Esto de haber nacido bajo dicha conjunción es una tremenda suerte, según me dice mi astrólogo, porque ganaré mucho dinero. Mas yo creo que mi astrólogo es un solemne badulaque, dado que hasta la fecha no tan sólo no he ganado nada, sino que me he perdido la bonita suma de diez mil pesos.

Además, por la influencia de Saturno -aquí habla mi astrólogo- tengo que ser melancólico y huraño, y no sé cómo hacer para estar de acuerdo con dicho señor y mi planeta, ya que colaboro en una revista que es humorística y no melancólica.

Ahora bien: Como el señor Director de Don Goyo me ha asegurado que hasta que Kublatrán y la Nigricia recibe cartas pidiéndole detalles de mi maravillosa existencia, no tengo inconveniente en complacer a tantas lectoras lejanas.

He sido un enfant terrible.

A los nueve años me habían expulsado de tres escuelas, y ya tenía en mi haber estupendas aventuras que no ocultaré. Estas cuatro aventuras pintan mi personalidad política, criminal, donjuanesca y poética de los nueve años, de los preciosos nueve años que no volverán.


Yo y Ferrer

Aunque parezca mentira, ya tenía un concepto profundo de lo que era política internacional y derecho privado y social.

En esa época fue cuando en Montjuich (España) fusilaron a Ferrer, el fundador de la Escuela Moderna. Este hecho, comentado por mis padres, me indignó de tal forma que, fabricando con papel barrilete una bandera española, resolví vengarlo a Ferrer. Al efecto, colocándole un asta a la bandera, seguido de todos los vagos del barrio, me coloqué frente al almacén de un asturiano bruto, y en medio de la gritería de los muchachos incendié el símbolo español. Luego, de una pedrada, le rompí al comerciante un vidrio del escaparate, y hui contento, seguro de que Ferrer, desde el cielo, aplaudía mi desagravio.




Jefe de la Mano Negra

En aquellos días se hablaba mucho de los procedimientos de la Mano Negra para extorsionar a los que amenazaba. El asunto me interesó de tal forma que resolví hacer la prueba, y escogiendo como víctima a una señora vecina que sufría terribles ataques de epilepsia, le escribí una carta en la cual la informaba que si no ponía mil pesos en un árbol de su jardín, una noche de esas la degollarían. Al final de la esquela había impreso con betún una descomunal mano negra, y eso ya no parecía una carta, sino el mensaje de un carbonero con oficial residencia en el infierno.

Cuando la pobre señora leyó el brulote, fue tal el susto que recibió, que le sobrevino un ataque del que casi se muere. Su esposo, que averiguó que yo era el autor del desaguisado, me hizo dar por mi padre una formidable paliza, y desde aquel día las comadres del barrio murmuraron que yo moriría en la cárcel porque tenía madera de futuro ladrón.




Mi primer amor

Era pecosa y bizca, pero yo la creía más hermosa que la luna, y por eso le escribí esta carta:

Señorita: Escapémonos al mar. Vestido de terciopelo negro la voy a llevar a mi barco pirata. Juro por el cadáver de mi padre ahorcado que la amo. Suyo hasta la muerte: Roberto Godofredo, caballero de Ventimiglia, señor de Rocabruna, capitán del ballenero «El Taciturno».



Todos estos nombres los había tomado de una novela de Salgari. Pues, ¿creerán ustedes?, la madre de esta pelandusquita, habiendo secuestrado la carta, casi me hace procesar por corruptor de menores.




Mi personalidad literaria

Yo soy el primer escritor argentino que a los ocho años de edad ha vendido los cuentos que escribió.

En aquella época visitaba la librería de los hermanos Pellerano. Allí conocí, entre otros, a don Joaquín Costa, distinguido vecino de Flores. El señor Costa, que conocía mis aficiones estrambóticas, me dijo cierto día:

-Si traes un cuento te lo pago.

Al siguiente domingo fui a verlo a don Joaquín, ¡y con un cuento!

Recuerdo que en una parte de dicho esperpento, un protagonista, el alcalde de Berlín, le decía a un ladrón que, escondido debajo de un ropero, no podía moverse:

-¡Infame, levanta los brazos al aire o te fusilo!

A don Joaquín lo impresionó de tal forma mi cuento que, emocionado, me lo arrebató de las manos, y prometiéndome leerlo después me regaló cinco pesos.

Y ese fue el primer dinero que gané con la literatura.

Señor Director de Don Goyo.

Lo que he hecho después de los diez años de edad ocuparía, sin exagerar, diez volúmenes. Y mejor es terminar aquí.






ArribaAbajoAutobiografía2

Me llamo Roberto Christophersen Arlt, y nací en una noche del año 1900, bajo la conjunción de los planetas Saturno y Mercurio. Me he hecho solo. Mis valores intelectuales son relativos, porque no tuve tiempo para formarme. Tuve siempre que trabajar y en consecuencia soy un improvisado o advenedizo de la literatura. Esta improvisación es la que hace tan interesante la figura de todos los ambiciosos que de una forma u otra tienen la necesidad instintiva de afirmar su yo.

Creo que la vida es hermosa. Solo hay que afrontarla con sinceridad, desentendiéndose en absoluto de todo lo que no nos hace mejores, pero no por amor a la virtud, sino por egoísmo, por orgullo y porque los mejores son los que mejores cosas dan.

Actualmente trabajo una novela que se titulará Los siete locos, un índice psicológico de caracteres fuertes, crueles y torcidos por el desequilibrio del siglo.

Mis ideas políticas son sencillas. Creo que los hombres necesitan tiranos. Lo lamentable es que no existan tiranos geniales. Quizá se deba a que para ser tirano hay que ser político y para ser político, un solemne burro o un estupendo cínico.

En literatura leo solo a Flaubert y a Dostoyevski, y socialmente me interesa más el trato de los canallas y los charlatanes que el de las personas decentes.




ArribaAbajoAutobiografía3

He nacido el 7 de abril del año 1900.

He cursado las escuelas primarias hasta el tercer grado. Luego me echaron por inútil.

Fui alumno de la Escuela de Mecánicos de la Armada. Me echaron por inútil.

De los 15 a los 20 años practiqué todos los oficios. Me echaron por inútil de todas partes.

A los 22 años escribí El juguete rabioso, novela. Durante cuatro años fue rechazada por todas las editoriales. Luego encontré un editor inexperto.

Actualmente tengo casi terminada la novela Los siete locos. Me sobran editores.

Lecturas actuales: Quevedo, Dickens, Dostoyevski y Proust.

Curiosidades cínicas: Me interesan entre las mujeres deshonestas, las vírgenes, y entre el gremio de los canallas, los charlatanes, los hipócritas y los hombres honrados.

Certidumbres dolorosas: Creo que jamás será superado el feroz servilismo y la inexorable crueldad de los hombres de este siglo.

Creo que a nosotros nos ha tocado la horrible misión de asistir al crepúsculo de la piedad, y que no nos queda otro remedio que escribir deshechos de pena, para no salir a la calle a tirar bombas o a instalar prostíbulos. Pero la gente nos agradecería más esto último. El hombre en general me da asco, y tengo como única virtud el no creer en mi posible valor literario sino cinco minutos por día.




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Filiación: Edad, 31 años, estatura 1,73 m. Cabello castaño. Ojos negros. Sabe leer y escribir. Signos particulares: algunas faltas de ortografía.

Obra realizada: 3 novelas, 20 volúmenes de impresiones porteñas en el diario El Mundo. Premio Municipal.

Instrucción: Tercer grado de las escuelas primarias.

Oficios: varios.

Filiación psíquica: Humor cambiante.

Necesidades: reducidísimas.

Ideales: ninguno.

Convicciones: ninguna.

Cosas que le interesan: los hombres cuando tienen historia, las mujeres cuando se dejan leer, los libros cuando están bien escritos.

Defectos: Vanidoso como todos los autores. Susceptible, desconfiado, a veces injusto. Egoísta.

Virtudes: Sinceridad absoluta. Fe en sí mismo. Aceptación tranquila de todo fracaso y desilusión. Voluntad desarrollada.

Posibilidades: Si trabaja con asiduidad y no se deja marear por el éxito fácil, será un escritor de alcances sociales estimables.

Juicios externos: Según algunos, un cínico, para otros un amargado: y para mí mismo, un individuo en camino a la serenidad interior definitiva.





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