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Santa Teresa de Jesús

Biografía de Santa Teresa de Jesús

Por Guillermo Serés

Creación literaria

Además de su obra en prosa, cultivó Santa Teresa la poesía lírico-religiosa, ya para describir el trance místico, ya para dar cuenta del ambiente ascético que debía presidir el Carmelo femenino descalzo. Esta facilidad lírica, asociada al tercer grado de oración, surge, según ella, de forma espontánea:

¡Oh, válame Dios, cuál está un alma está ansí! Toda ella querría fuese lenguas para alabar al Señor, dice mil desatinos santos, atinando siempre a contentar a quien la tiene así. Yo sé persona que, con non ser poeta, que la acaecía hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena bien, no hechas de su entendimiento, sino que, para más gozar la gloria que tan sabrosa pena le daba, se quejaba de ella a Dios (Vida, V, 16)

Ella también compone "coplas muy sentidas", repentinamente, "no hechas de su entendimiento"; le salen como contrapartida a las eventuales angustias diarias. Llevada de su entusiasmo, se sujetó menos que cuantos cultivaron dicho género a la imitación de los libros sagrados, lo que incrementó la originalidad de sus creaciones, todas ellas compuestas según el molde cancioneril. Consecuentemente, sus versos son fáciles, de estilo ardiente y apasionado, como nacido del amor ideal en que se abrasaba Teresa, amor que era en ella fuente inagotable de mística poesía. Con todo, de la treintena de composiciones que nos han llegado, siete son de segura atribución y sólo dos, quizá tres, nacieron vinculadas al trance místico, o sea, a la necesidad de expresar el amor extático, como la celebérrima glosa de la copla tradicional "Vivo sin vivir en mí", composición "a lo divino" cuya mudanza, de santa Teresa, fue también utilizado por San Juan de la Cruz. Aparte la ya citada, podríamos destacar las quintillas que empiezan "¡Oh hermosura, que excedéis!", en que la poesía cancioneril queda trascendida por la emoción que las inspira; o bien los villancicos de raíz popular que empiezan con los versos "Este niño viene llorando" y "Vertiendo está sangre"9.

Las obras místicas de carácter didáctico más importantes de cuantas escribió la santa se titulan: Camino de perfección (1562-1564); Conceptos del amor de Dios y Castillo interior o Las moradas. Además de estas tres, pertenecen a dicho género las tituladas: Vida de Santa Teresa de Jesús (1562-1565) escrita por ella misma y cuyos originales se encuentran en la biblioteca del Monasterio de El Escorial; Libro de las relaciones; Libro de las fundaciones (1573-1582); Libro de las constituciones (1563); Avisos de Santa Teresa; Modo de visitar los conventos de religiosas; Exclamaciones del alma a su Dios; Meditaciones sobre los cantares; Visita de descalzas; Avisos; Ordenanzas de una cofradía; Apuntaciones; Desafío espiritual y Vejamen. También escribió santa Teresa escritos breves y escritos sueltos y otras muchas obras atribuidas; también 409 Cartas, publicadas en distintos epistolarios. Muchas de estas obras han sido traducidas a casi todos los idiomas.

Entre 1552 y 1565 compuso Santa Teresa el primero de sus libros, al que tituló Libro de su vida, Libro grande y Libro de las misericordias de Dios. Allí explica su itinerario de ascensión a la cumbre del misticismo, donde las más altas doctrinas místicas se exponen con una total sencillez y naturalidad, a pesar del supuesto sentido críptico de la palabra mística (de mystikón, 'secreto'10) y de su acepción estrictamente etimológica11. Son doctrinas encarnadas en símiles e imágenes que se toman casi siempre de la realidad circunstante, aunque inspiradas inicialmente en las Confesiones de San Agustín, que la Santa leyó y admiró profundamente12. Complemento de este libro es el de las Fundaciones, en el que refiere la historia de la instauración de los dieciocho primeros conventos de la Reforma. Junto con la Vida y las Fundaciones, en el Libro de las Relaciones continúa la exposición de sus fenómenos místicos. En cuanto a sus Cartas, de las que conservamos unas cuatrocientas, son un monumento único de psicología, idealismo, fervor y manifestación sincera de un alma; escrita con un estilo improvisado y aparentemente coloquial, son además un testimonio único del lenguaje del siglo XVI.

Santa Teresa dedica dos libros exclusivamente a los conceptos centrales de la ascética y la mística: el Camino de perfección y las Moradas. El primero, redactado entre 1565 y 1570, es obra fundamentalmente ascética, pues lo redactó como guía espiritual de sus monjas y programa de acción contra la Reforma protestante. A tal fin, insiste en la necesidad de la oración y la acción, el ejemplo, la pobreza, la obediencia, la humildad y la mortificación, incluso la enfermedad13. Las Moradas del castillo interior (1577), por otra parte, constituyen la construcción más sistemática del misticismo teresiano, expresada mediante el símil del castillo medieval, que simboliza el alma y el camino hacia la unión mística se configura a la manera de dicho castillo dividido en las siete moradas que ha de atravesar el alma hasta llegar a Dios. Las tres primeras pertenecen a la vía purgativa; las tres siguientes a la iluminativa; la última, situada en el centro del Castillo, a la unitiva: aquí se produce la unión inefable, la fusión del "espíritu del alma" con la esencia divina.

Lengua, estilo y conceptos

Para la expresión en lengua vulgar de este caudal de sentimientos y doctrinas, santa Teresa creó todo un vocabulario espiritual, que se estructura en una prosa de sorprendente calidad literaria, aunque carente de todo alarde retórico. Esa sencillez esencial que resplandece en los anacoretas, su falta de afectación en el vestir, en el adorno, incluso esa tosquedad que desprecia todo lo que es formalismo artificioso, quiere la Santa trasponerlo al habla de sus religiosas, usando al escribir lo que Menéndez Pidal ha llamado, con certera designación, "estilo ermitaño"14. Fray Luis de León caracterizó certeramente la prosa teresiana, de la que

quiso el Espíritu Santo que la madre Teresa fuese un ejemplo rarísimo. Porque en la alteza de las cosas que trata, y en la delicadeza y claridad con que las trata, excede a muchos ingenios, y en la forma del decir y en la pureza y facilidad del estilo, y en la gracia y buena compostura de las palabras, y en una elegancia desafeitada que deleita en extremo, dudo yo que haya en nuestra lengua escritura que con ella se iguale15.

La obra de la carmelita tiene una palabra y concepto clave: "merced", entendida como don de Dios16. Por lo mismo, se decide a escribir para "dar a entender cómo son" las mercedes místicas, de modo que la entiendan sus confesores y aprovechen a sus monjas (Vida, 17). Y Santa Teresa alberga como pocos la "merced" de saber declarar y explanar las mercedes místicas y el afán de hacerlo. Preciso sería saber cómo lo lleva a cabo y cuán originales son la doctrina y los recursos literarios pertinentes, porque cuando en 1562 publica su primer libro, la Vida, su bagaje cultural era bastante escueto: los libros de caballerías leídos en su primera juventud, algunos autores de la devotio moderna, Osuna, Laredo, fray Luis de Granada… y poco más. Pero, siguiendo con la noción de merced, que anima su vida y su obra, en principio no le hacían falta más lecturas17. El "libro vivo" recibido graciosamente le impele a leer vidas de santos, "que como todos los libros que leía que tratan de oración me parecía los entendía todos y que ya me había dado aquello el Señor, que no los había menester; y ansí no los leía, sino vidas de santos, que... esto parece me aprovecha y anima" (Vida, 30).

Santa Teresa, por humildad (o por conveniencia de hacerse pasar por más iletrada de lo que en realidad era, para que los censores no considerasen sus posibles errores doctrinales), va tanteando el terreno, al margen de los cauces teóricos y con extrema prudencia18, excusándose muchas veces en su ignorancia, porque "en la mística teología se declara, que yo los vocablos no sabré nombrarlos" (Vida, 18). No se cansa de repetir a lo largo de todas sus obras que escribe por obediencia y no por parecer sabia y erudita, principalmente porque sabe que las religiosas la van a entender mejor a ella que a los libros escritos por graves teólogos, "que mejor se entienden el lenguaje unas mujeres de otras, y con el amor que me tienen les haría más al caso lo que yo les dijere" (Las moradas, prólogo).

Esta imprecisión terminológica tiene como contrapartida su gran originalidad estilística y la mayor variedad de imágenes e ideas. Porque, a diferencia de San Juan de la Cruz, con una sólida formación escolástica que fundamenta su intuición mística, Santa Teresa tiene que recurrir a ideas e imágenes cambiantes que reflejen los diferentes momentos de los estados místicos y todos los grados están en función de la unión transformante, culminación del símbolo genérico del castillo19. Este mismo símbolo del castillo abarca el proceso místico en su conjunto, tal como lo entiende Santa Teresa: "entendió (dice Diego de Yepes, su biógrafo) por aquellas siete moradas del castillo siete grados de oración por los cuales entramos en nosotros mismos. En las Moradas también encontramos expuestos los grados de oración en que se basa la concepción mística de la carmelita.

Con todo, esa doctrina de la meditación coge nuevo vuelo intelectual en las tres primeras Moradas, donde, apoyándose en el simbolismo del castillo, ilustra adecuada y metodológicamente todas sus etapas: "la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración" mental o vocal (Moradas, I, 2), pues "la fuente y aquel sol resplandeciente que está en el centro del alma no pierde su resplandor y hermosura" (Ibidem). Esta luz atrae constantemente los ojos al "centro" del castillo, donde deben fijar la mirada: "no habéis de entender estas moradas una en pos de otra como cosa en hilada, sino poned los ojos en el centro, que es la pieza u palacio adonde está el rey, y considerad como un palmito, que para llegar a lo que es de comer tiene muchas coberturas" (Ibidem). Este centro "es donde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma" (Moradas, I, 1), es decir, la unión, con todas sus consecuencias. Que sea secreto ya va, como dije al principio, con la esencia del fenómeno, no en balde mystikón significa 'secreto'. Y el afán y objetivo últimos de la meditación no son otros que "llegar a la morada principal" (Moradas, I, 2), pero empezando por el principio20.

De modo que las moradas son modos o estados espirituales convencionalmente jerarquizados, figurados bajo la imagen de "aposentos" y clasificados en función de su cercanía del estado de unión, o sea, al centro del castillo, que es el símbolo orgánico en el que se agrupan los conceptos de los diferentes estados espirituales expresados por las moradas. Y con imágenes tan expresivamente cotidianas como la siguiente:

Estaba pensando ahora si sería que en este fuego del brasero encendido, que es mi Dios, saltaba alguna centella y daba en el alma, de manera que se dejaba sentir aquel encendido fuego, y como no era bastante para quemarla, y él es tan deleitoso, queda con aquella pena, y al tocar hace aquella operación, y paréceme es la mejor comparación que he acertado a decir… [porque] muérese la centella y queda con deseo de tornar a padecer aquel dolor amoroso que le causa (Las moradas, VI, 2).

En su función de alegoría unitaria y abarcadora de otros símbolos, el castillo teresiano es análogo al símbolo de la noche de San Juan de la Cruz; no en balde Santa Teresa lo concibió hermenéuticamente cuando aquél fue su director espiritual en la Encarnación (1572-1577). A su grandeza y capacidad significativa, únase el mérito no menor de haber sido elaborado a partir de evocaciones extraídas de sus lecturas de novelas caballerescas, sentimentales y cancioneriles.

Menos sistemática es La vida para explicar esta etapa de la meditación, y menos trabada intelectualmente. Basta con recordar sus símbolos centrales para darse cuenta: el alma es un huerto, cuyas flores son las virtudes y las "malas hierbas" que crecen espontáneamente, los vicios e imperfecciones que hay que limpiar. Tan sencilla alegoría la aplica Santa Teresa a la meditación complementándola con otros tantos símiles simbólicos asociados a las labores cotidianas del huerto21.

Unión mística

Santa Teresa y San Juan de la Cruz no sólo fundaron conventos, sino que diseñaron un nuevo sistema místico, porque si "Santa Teresa enseña el cómo de la más alta vida mística, San Juan de la Cruz el qué y el porqué de ella; nadie ha llegado tan lejos como Santa Teresa en la descripción del fenómeno místico, y nadie ha penetrado tanto como San Juan de la Cruz en su esclarecimiento"22.

En este estadio místico inefable, Dios se enseñorea totalmente del alma, o, si se quiere, el alma ama a Dios plenamente convertida en Él. Se reduce a un estado de pasividad en que se pueden discernir tres fases: unión simple, desposorio o unión plena y matrimonio o unión transformante. En la primera, breve en duración, pues "nunca llega a media hora" (Moradas, V, 12; Vida, 18), Dios esta unido a "la esencia del alma" (Moradas, V, 1). Es por lo tanto, la unión de las tres potencias más el sentido interior imaginación, previa y temporalmente aniquilados o suspendidos (Vida, 18). Es "el no entender entendiendo", pues convierte al alma en "boba del todo para imprimir mejor en ella la verdadera sabiduría" (Moradas, V, 1); supone la purificación del alma de todas las operaciones corporales, aprehensiones, afectos y pasiones, de modo que es como una "muerte sabrosa" al mundo. Retomando la imagen por excelencia del castillo, diremos que en este estadio el alma se dirige al castillo para encontrarse con el futuro esposo, una vez el alma está profundamente enamorada y dispuesta a soportar las pruebas prematrimoniales.

La unión plena implica que Dios desciende y toma al alma "a manera que las nubes cogen los vapores de la tierra... y levántala toda de ella y llévala consigo, y comiénzala a mostrar cosas del reino que le tiene preparado" (Vida, 20). En este punto, las potencias y sentidos interiores están totalmente embebecidos en y por Dios; muertos simbólicamente para sí (Vida, 20; Moradas, VI, 2); vivos en y para Dios. El desposorio es el equivalente de la unión extática, que implica ascenso del alma y descenso de Dios. Es una salida de sí, rapto o "arrobamiento" del alma que se alcanza cuando, movido Dios "a piedad de haberla visto padecer tanto tiempo por su deseo..., abrasada toda ella como un ave Fénix..., la junta consigo, sin entender aún aquí naide, sino ellos dos" (Moradas, VI, 2). El alma no entiende, pero está viva y "despierta" a todo lo divino.

El matrimonio espiritual, en fin, es unión permanente del alma con la Trinidad, que tiene lugar "en lo muy muy interior del alma". Pero apenas trae imágenes para que el lector pueda aprehender, siquiera remotamente, la experiencia. Únase a ello, la dificultad de combinarlo con el misterio de la Trinidad, porque, precisamente en el matrimonio espiritual al alma23. Se permite Santa Teresa utilizar la imagen de las llamas de dos velas, el alma y Dios, unidas: "el pábilo y la luz y la cera es todo uno"(Moradas, VII, 2). Obviamente, unión desigual, pues la criatura se ha unido a su Creador, por lo que el alma se entrega al servicio de Dios. El efecto teológico inmediato es que la vida activa y la contemplativa van de la mano:

Marta [la vida activa] y María [la vida contemplativa] han de andar juntas para hospedar al Señor y tenerle siempre consigo, y no le hacer mal hospedaje, no le dando de comer. ¿Cómo se lo diera María, sentada siempre a los pies, si su hermana no le ayudara? (Moradas, VII, 4).

Porque si el alma, en su más profundo centro, mantiene su imperturbabilidad o "sosiego" de la contemplación, "bebiendo del vino de esta bodega adonde la ha traído su Esposo y no la deja salir" (Moradas, VII, 4), no por ello se ha de descuidar la acción. Pero en ningún caso, nunca se ha de actuar por "puntos de honra", determinante, por desgracia, de la conducta de muchos religiosos:

¡Válame Dios, qué desatino tan grande, que ponen los religiosos su honra en unas cositas que yo me espanto. Esto no lo sabéis, hermanas, mas quiérooslo decir porque os guardéis dello. Sabé que en las religiones tienen sus leyes también de honra: van subiendo en dinidades como los del mundo. Los letrados deben de ir por sus letras (que esto no lo sé) y el que ha llegado a leer Teulogía no ha de bajar a leer Filosofía, que es un punto de honra que ha de subir y no bajar. Y aun en su seso, si se lo mandase la obediencia, lo ternía por agravio, y habría muchos que tornasen por él: es afrenta, y luego el demonio descubre razones que aun en ley de Dios parece que tiene razón. (Camino de perfección, LXIV).

¡Qué lejos la santa abulense de estos "puntos de honra", máxime cuando fue objeto de controversias, desprecios, calumnias, injurias y difamaciones, incluso por miembros de su propia regla.

Reliquias, traslados y fama póstuma

Fue tanta la admiración que despertó la figura de la santa abulense en sus días, que Felipe II se preocupó de poner a buen recaudo sus manuscritos, depositándolos en la biblioteca de El Escorial. Por su parte, la ex-emperatriz María de Austria, hermana del rey, lee la Vida e inmediatamente quiere verla impresa; el inquisidor general Quiroga no se opone y la más alta autoridad de España, el Consejo Real, le encarga a fray Luis de León que se encargue de la edición del libro, junto con el Camino de perfección y las Moradas del alma. También por encargo de la emperatriz, el Agustino empieza a redactar una Vida, muerte, virtudes y milagros de la santa madre Teresa de Jesús; una obra que no se terminó y no vio la luz impresa hasta 1883, aunque sí circuló manuscrita. Muy pronto aparecerán biografías; las dos primeras, de 1590, con el mismo título, Vida de la madre Teresa de Jesús, de dos jesuitas: Pedro de Ribadeneyra y Francisco de Ribera; a las que siguieron la del jerónimo Diego de Yepes, en 1606; en 1609, en Roma, aparece en latín un Compendium vitae B. Theresiae Virginis a Jesu, de un tal Juan de Jesús María; el padre Jerónimo Gracián, amigo de la santa, publica en Bruselas, 1611, una Declamación en que se trata de la perfecta vida y virtudes heroicas de la B. Madre Theresa de Jesús y de las fundaciones de sus monasterios. Por no citar más que las biografías inmediatamente posteriores a su muerte.

Nueve meses después de su muerte, abrieron el ataúd y comprobaron que el cuerpo estaba entero y los vestidos podridos. Antes de devolver el cuerpo al cofre de enterramiento le diseccionaron una mano que envolvieron en una toquilla y la llevaron a Ávila. De esa mano cortó el padre Gracián el dedo meñique y, según su propio relato, lo mantuvo con él hasta que fue hecho prisionero por los turcos. Lo rescató a cambio de unas sortijas y 20 reales de la época. Reunido el capítulo de los descalzos, acordó que el cuerpo de Teresa debía volver a Ávila y ser custodiado en el convento de san José. Se hizo el traslado un sábado de noviembre de 1585, casi en secreto. Las monjas del convento de Alba de Tormes pidieron quedarse con un brazo como reliquia. Cuando el duque de Alba se enteró del traslado, envió sus quejas a Roma e hizo negociaciones para recuperarlo. El cuerpo volvió de nuevo a Alba de Tormes; su cuerpo fue enterrado en el convento de la Anunciación de esta ciudad salmantina. Exhumado el 25 de noviembre de 1585, quedó allí un brazo y se llevó el resto del cuerpo a Ávila; pero el cadáver, por mandato del Papa, fue devuelto al pueblo de Alba, donde fue hallado incorrupto (1586). Se elevó su sepulcro en 1598; se colocó su cuerpo en la capilla Nueva en 1616, y en 1670, todavía incorrupto, en una caja de plata. Fue beatificada en 1614 por Paulo V, e incluida entre las santas por Gregorio XV el 12 de marzo de 1622; fue nombrada, en 1627, patrona de España por Urbano VIII. En 1626, en fin, las Cortes Españolas la nombraron Capitana de los Reinos de España y copatrona de España, pero los partidarios de Santiago Apóstol lograron revocar el acuerdo. También fue nombrada doctora honoris causa por la Universidad de Salamanca y posteriormente fue designada patrona de los escritores. Se le concedió el título honorífico alcaldesa de Alba de Tormes (desde el año 1963). En 1970 se convirtió (junto con Santa Catalina de Siena) en la primera mujer elevada por la Iglesia Católica a la condición de Doctora de la Iglesia, bajo el pontificado de Pablo VI.

9.- Estas tres composiciones "podemos calificarlas de poesía mística, atendiendo al trance en que nacieron y a la vivencia que traducen. Pero, críticamente, no cabe catalogarlas como 'poesía-mística-en-estado-puro', al modo de la de san Juan en sus tres poemas mayores. Su discursividad se acerca, en ocasiones, a formas prosísticas" (Víctor García de la Concha, El arte literario de Santa Teresa, Ariel, Barcelona, 1978, p. 329).

10.- Aunque, como muy bien apunta don Sáinz Rodríguez (Introducción a la Historia de la Literatura mística en España, p. 18), hay que remontarse a la raíz mn, del verbo mneisqai o mnein, que significa cerrar… este vago sentido de oculto, secreto, nos definiría lo místico como una vida espiritual secreta y distinta de la ordinaria de los cristianos".

11.- Que designa "un tipo de vida espiritual inefable y oculta, en la que la naturaleza de los fenómenos que tienen lugar en el alma excede de tal manera su capacidad de comprensión y análisis, que ni el mismo que los experimenta los puede entender a fondo ni menos hacerlos comprender a los demás. Intentando precisar más cuidadosamente el alcance de este término, podríamos decir, todavía en un sentido lato, que Mística es toda doctrina filosófica o religiosa que intenta llegar a la comunicación directa con el Ser Supremo, a través de una visión unitiva lograda antes de la muerte" (Cuevas, Ascética y mística, p. 4).

12.- Véase simplemente Llamas, "San Agustín y la 'conversión' de Santa Teresa".

13.- Como interpreta y documenta Egido, "La enfermedad como camino de perfección en la Vida de Santa Teresa".

14.- Véanse Lapesa, "Estilo y lenguaje de santa Teresa en las Exclamaciones del alma a su Dios"; los estudios de García de la Concha, El arte literario de Santa Teresa; "Sermo humilis, coloquialismo y rusticidad en el lenguaje literario teresiano"; así como los de Egido, "Los prólogos teresianos y la 'santa ignorancia'; "Santa Teresa contra los letrados. Los interlocutores de su obra".

15.- "Carta Dedicatoria a las Madres Prioras, Ana de Jesús y Religiosas Carmelitas Descalzas del monasterio de Madrid, en Obras completas castellanas de fray Luis de León, ed. P. Félix García, BAC, Madrid, 1944, pp. 1349-1358.

16.- Vida, 17. Tiene muy presente el texto de Francisco de Osuna: "un don es dar Dios alguna gracia y otro don es dar el conoscimiento della; y a muchos da lo primero, que es hacer las mercedes, y no les da lo segundo, que es el conoscimiento dellas" (Tercer Abecedario).

17.- Porque "me dijo el Señor: 'No tengas pena, que yo te daré libro vivo'. Yo no podía entender por qué se me había dicho esto, porque aún no tenía visiones; después desde a bien pocos días lo entendí muy bien, porque he tenido tanto en qué pensar y recogerme en lo que vía presente y ha tenido tanto amor el Señor conmigo para enseñarme de muchas maneras, que muy poca o casi ninguna necesidad he tenido de libros. Su Majestad ha sido el libro verdadero donde he visto las verdades. (Ibidem)

18.- "Siempre en las cosas dificultosas, aunque me parece que lo entiendo y que digo verdad, voy con este lenguaje de que 'me parece', porque si me engañare, estoy muy aparejada a creer lo que dijeren los que tienen letras muchas" (Moradas, I).

19.- Véanse simplemente Etchegoyen, L'amour divin. Essai sur les sources de Sainte Thérèse; Egido, "La configuración alegórica de El castillo interior"; de la misma, "El águila y la tela. Concordancias entre Santa Teresa y San Juan"; Márquez Villanueva, "El símil del castillo interior: sentido y génesis"; Howe, Mistical Imagery: Santa Teresa de Jesús and San Juan de la Cruz; Efrén de la Madre de Dios & Otger Steggink, Tiempo y vida de Santa Teresa.

20.- Véase simplemente Chiappini, Figure e simboli nel linguaggio mistico di Teresa de Ávila. Le "Moradas" del castillo interior.

21.- ... con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor, para dar recreación a este Señor nuestro, y ansí se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estar virtudes. (Vida 11)

22.- Cilveti, Introducción a la mística española, p. 202.

23.- ... por visión intelectual se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres Personas, con una inflamación... a manera de una nube de grandísima claridad... y entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe allí lo entiende... por vista... se le comunican las tres Personas y la hablan (Moradas, VII, 1)

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