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Está en prensa en esta revista una colaboración de Geoffrey Stagg, en la cual repasa el debate sobre la autenticidad y fecha del «Entremés de los romances». (N. del E.)
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Esta relación ha sido señalada por Carroll B. Johnson: «The question is always
the relationship of that time to our time. Clearly they are not the same.
The specifically early modern dialectic of feudalism and capitalism has been superseded
by a new dialectic founded on the uneasy relationship between sovereign
nation-states and transnational corporations... And yet there are analogies that outweigh the theoretical consideration of possible anachronism»
(199). (N. del A.)
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José Antonio Maravall, en Poder, honor y élites en el siglo XVII, estudia el
gran papel que se le atribuyó a la riqueza «en la constitución del estamento superior»
y señala que «en fin de cuentas ahora va a ser, cada vez más desnudamente,
la riqueza la que determine el puesto -o la posesión de muy principales
empleos públicos (por ejemplo, puestos en los altos Consejos o en el mando de
los ejércitos)- que proporcionan posesión de bienes o disposición sobre ellos»
(256); y cita la siguiente frase de López Pinciano: «nobleza no es más que antigua
riqueza»
(256). Esta nueva clase -los ricos- va a entrar en pugna con los
antiguos poderosos (260). (N. del A.)
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Respecto a la manera en que los grupos presentan una imagen de sí mismo,
Pierre Bourdieu señala: «one only has to bear in mind that goods are converted
into distinctive signs, which may be signs of distinction but also of vulgarity,
as soon as they are perceived relationally, to see that the representation
which individuals and groups inevitably project through their practices and
properties is an integral part of social reality. A class is defined as much by its
being-perceived as by its being, by its consumption -which need not to be conspicuous
in order to be symbolic- as much as by its position in the relations of production
(even if it is true that the latter governs the former)»
(483). Respecto a la
presentación del rey véase también el capítulo cuarto «Poderes y límites de la
representación: Louis Marin», del libro de Roger Chartier (73-87). (N. del A.)
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Para John Sinnigen «the theme of the 'Bodas de Camacho' is love»
(157) y
la industria de Basilio, junto a los duelos y los bailes le permiten mostrar «how
Cervantes' narrative technique helps to resolve the romantic love-interés dichotomy»
(159); más adelante consideraba que «the occurrence of the ceremony in a
teatro implies that the wedding is but one more artificio»
(165). (N. del A.)
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La actuación de Camacho está en relación con las prácticas de la sociedad
cortesana de su tiempo que «identifica el ser social del individuo con la representación
que de él se produce y recibe. Este reconocimiento de la posición de
cada uno a partir de los signos visibles que lo exhiben tiene varias consecuencias:
funda una economía de la ostentación que ajusta los gastos a las exigencias
del rango que hay que mantener, constituye las jerarquías sutiles de la etiqueta
como patrón de las diferencias sociales y hace de los lugares y los papeles en el
ritual curial la apuesta fundamental de la competencia social. En la configuración
social de la corte, la construcción de la identidad de cada individuo siempre
se ubica en el cruce de la representación que propone de sí mismo y el crédito
concedido o rehusado a esa representación»
en palabras de Chartier (165). Esta
actualización de la presentación de Camacho se clarifica si tenemos en cuenta
las bodas de Daranio y Silveria en La Galatea y consideramos las diferencias. J. B.
Avalle-Arce señala que el núcleo del episodio de las bodas de Camacho está en
La Galatea, «pero lo que antes había sido visto desde el ángulo intemporal del
mito, ahora cae de lleno bajo el foco de actualización realista»
(257). John J.
Allen, al comparar las dos bodas, observa que «the difference is nothing less that
one of the essential differences between romance and novel, between the old
and the new, between as Cervantes put it, those stories in which the interest lies
in what is told, and those in which it lies in the way in which the story is told»
(135). (N. del A.)
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Véanse el capítulo segundo del libro de Elliott y Brown, «El rey en escena» (33-57), y en el libro de Emilio Orozco «La vida pública y de la Corte y la fiesta teatral» (89-107). (N. del A.)
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Francisco Márquez Villanueva observa que en las bodas de Camacho,
«Cervantes situó allí a don Quijote y Sancho como espectadores pasivos de las
fiestas de una campesina boda de rumbo»
(285). Por otra parte, Augustin Redondo
señala que «resulta muy significativo que la fase decisiva del episodio de
Basilio se verifique en una enramada, fuera de la aldea, es decir, fuera del espacio
del pueblo. Se trata de un espacio de libertad en el seno de la naturaleza, en
que se pueden modificar, durante un período de margen, las normas impuestas
por la sociedad»
(400). (N. del A.)
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Actitud semejante a la que apreciamos en el presente donde «la clase que
acumula mercancías y capital, modifica continuamente la naturaleza al modificar
el trabajo mismo, desencadenando así su productividad»
(129), y más adelante
«el urbanismo es la conquista del entorno natural y humano por parte de
un capitalismo que, al desarrollarse según la lógica de la dominación absoluta,
puede y debe ahora reconstruir la totalidad del espacio como su propio decorado»
(144-45), según Débord. (N. del A.)
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Recordemos otra descripción de la noche para apreciar el contraste. Es el
comienzo de la aventura de los batanes: «Era la noche, como se ha dicho, escura,
y ellos acertaron a entrar entre unos árboles altos, cuyas hojas movidas del blando
viento, hacían un temeroso y manso ruido, de manera que la soledad, el sitio,
la escuridad, el ruido del agua con el susurro de las hojas, todo causaba horror y
espanto»
(I, 20; 208). (N. del A.)