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Adriano del Valle
Adriano del Valle
(Sevilla, 1895-Madrid, 1958)
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Adriano del Valle, redactor jefe de Grecia (1918-1920), muy activo colaborador de todas las publicaciones ligadas al ultraísmo, sería el poeta que, tras la guerra civil, más extremara la reacción hacia el lado contrario: la poesía patriótica, religiosa, andalucista, muy ligada a la retórica tópica de los juegos florales. Algunos críticos han subrayado esa contradicción, entre ellos Juan de Dios Ruiz-Copete: «No deja de ser extraño que, clásico por temperamento y modernista por arranque, aunque se enganchara al modernismo ya en instantes crepusculares, se afiliara y con tanto entusiasmo a la nueva estética, que es la que primero se le enfrenta histórica y polémicamente. La razón a nuestro entender es obvia: Adriano del Valle no fue en momento alguno lo que se dice un vanguardista integral, si bien tan activas como plurales manifestaciones suyas han quedado en el inventario del fenómeno [...]. Su incorporación a la excitadora subversión literaria no se explica sino deportivamente, como un juego para el que estaba dotado con la facilidad del mejor»
.
La producción vanguardista de Adriano del Valle sólo tardíamente fue recogida en el libro: Primavera portátil es de 1934 y Los gozos del río de 1940, cuando ya su autor se había convertido en una de las voces más encendidas del nuevo régimen, como acreditan sus obras Lyra sacra (1939) y Arpa fiel (1941), esta última uno de los grandes éxitos de la posguerra.
Heredero de la tradición barroca, ingenioso, colorista, Adriano del Valle ha pasado de ser considerado un émulo de Quevedo y Lope a caer en un olvido no del todo justo, en gran parte favorecido por su empeño en ser considerado como el
poeta oficial del franquismo.
Obra poética
Primavera portátil, París, Amigos del Libro de Arte, 1934.
Lyra sacra, Sevilla, edición para bibliófilos, 1930.
Los gozos del río, Barcelona, Apolo (col. Azor), 1940. Prólogo de Eugenio Montes.
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Arpa fiel, Barcelona, Santo y Seña, 1941.
La innombrable. Poema, Málaga, Imprenta de Antonio Gutiérrez, 1954.
Misa de alba en Fátima y gozos de San Isidro, Madrid, Aleto, 1955.
Sus mejores poesías (ed. Fernando Gutiérrez), Barcelona, Bruguera, 1955.
Égloga de Gabriel Miró y Fábula del Peñón de Ifach, Madrid, Ágora, 1957.
Oda náutica a Cádiz, Cádiz, Imprenta de Salvador Repeto, 1957.
Obras póstumas (ed. Guillermo Díaz-Plaja), Barcelona, Plaza & Janés, 1971.
Obra poética (ed. Adriano del Valle, hijo), Madrid, Editora Nacional, 1977.
Antología necesaria (ed. Mercedes García Ramírez), Sevilla, Alfar, 1992.
Antología, Madrid, Consejería de Educación y Cultura, 1995.
Bibliografía
ALONSO, Dámaso, «Barroquismo de hoy en la poesía de Adriano del Valle», en Del Siglo de Oro a este siglo de siglas, Madrid, Gredos, 1962, págs. 168-178.
BONET, Juan Manuel, «Adriano del Valle y el espíritu de las vanguardias», en Antología, págs. 392-399.
ENTRAMBASAGUAS, Joaquín de, «Hispanidad en la poesía de Adriano del Valle», en Cuadernos de Literatura Contemporánea, núm. 2, 1942, págs. 84-90.
GARCÍA RAMÍREZ, Mercedes, «Estudio preliminar», en Adriano del Valle, Antología necesaria, Sevilla, Alfar, 1992.
LÓPEZ ANCLADA, Luis, «Los gozos del río», en Antología, págs. 407-410.
RAIDA, Pedro, Semblanza del poeta Adriano del Valle, Madrid, Aguilar, 1957.
RUIZ-COPETE, Juan de Dios, «Adriano del Valle o la idolatría de los modos»,
en Poetas de Sevilla, Sevilla, Publicaciones de la Caja de Ahorros Provincial de San Fernando, 1971, págs. 101-107.
SÁEZ DELGADO, Antonio, Órficos y ultraístas. Portugal y España en el diálogo de las primeras vanguardias literarias (1915-1925), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2000, págs. 409-458.
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Luces de la ciudad bajo la noche
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A Rafael Consinos-Assens, gran Maestre del «Ultra» |
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Luces. | | | | Rosas de luces que se encienden | | | | en explosiones silenciosas | | | | hasta irrumpir en las retinas | | | | en mil fracasos, | | | | multiplicados por los horizontes | | | | y por el inmenso estuario | | | | azul | | | | del mar. | | |
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| Luces. | | | | Luces que surgen, | | | | suavemente, | | | | o bien con el ímpetu estelar | | | | con que fluiría la sangre | | | | a los miembros que hubiesen sido cercenados | | | | sobre un tajo de estrellas. | | |
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| Luces que se sumergen en el río, | | | | y tiemblan, | | | | como flores de légamo, | | | | o como rojas pupilas de borrachos | | | | que vomitasen vinos hediondos | | | | desde los pretiles de los puentes. | | |
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| Luces que brotan a la vida nocturna, | | | | en los cristales y en las torres, | | | | como rescoldos de la hoguera | | |
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| | purpúrea del crepúsculo | | | | en que murió la tarde, | | | | voluptuosamente | | | | [...] | | | | por los rayos del sol | | | | herida por las jabalinas temblorosas | | | | de los relámpagos del estío. | | |
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| Luces de la ciudad | | | | que irrumpen en la noche | | | | ya poblada por el zumbido | | | | de las mil abejas del silencio. | | |
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| Luces que surgen en la sombra | | | | como rosas de sangre | | | | que fuesen extravasadas por las lunas | | | | de las ánforas plenas | | | | puestas en los intercolumnios de las vírgenes. | | |
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| Luces de las constelaciones | | | | que son como las mamas prodigiosas | | | | del torso azul de Urania | | | | que rezuman estrellas encendidas | | | | sobre los vastos finares y los ríos. | | |
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| Luces misteriosas de San Telmo | | | | ebrias sobre los mástiles, | | | | que están como empavesados con estrellas. | | |
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| Luces que en las cúpulas son pájaros | | | | de rotas alas temblorosas, | | | | nostálgicos de sol bajo la luna | | |
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| | y ansiosos de partir en un gran vuelo, | | | | sobre los naranjos y sobre las salinas, | | | | en la fresca mañana ribereña, | | | | que traerá más luces aún | | | | en las blancas banderas de la aurora... | | |
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[Grecia, 8 (1-II-1919), pág. 4]
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De la radio
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A Isaac del Vando-Villar, piloto de la Serenísima del Ultra |
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Signo celeste
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[Obra poética]
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A Nápoles |
| Nápoles apareja sus jardines | | | | y ofrece al pez, virgíneas, sus corolas, | | | | sus anclas de azahar, sus amapolas, | | | | su pulso en flor, su anzuelo, a los delfines. | | |
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| Toman baños de sol los bergantines. | | | | La lava baja al mar en rompeolas. | | | | Pompeyas de coral cuajan las olas. | | | | La sal sabe a limón, sabe a jazmines. | | |
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| Y en náutico cristal, la alegoría | | | | del foque y el jardín... Mesa revuelta | | | | que congrega al balandro y al tranvía | | |
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| con el Vesubio, allí, casi en la puerta... | | | | Y Capri en la azulada lejanía | | | | de un sueño organizado a pierna suelta. | | |
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Al Lago Mayor |
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El reino mineral, vítreo, derrama | | | | su doblado país, cúbico apenas, | | | | y eslabonando peces y, azucenas | | | | boga el reloj, el pétalo y la escama. | | |
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| La luna, deshojándose, embalsama | | | | raíces de balizas y cadenas. | | | | Calafatean lagartos y sirenas. | | | | Zarpa el trino al socaire de la rama. | | |
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| Se abre de par en par al embeleso | | | | el agua sosegada entre las flores, | | | | con goznes de suspiros y amapolas. | | |
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| Dulce molusco, al aire se abre el beso | | | | y derrumban los peces voladores | | | | sus castillos de escamas en las olas. | | |
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A Zi'Teresa |
(Ristorante napolitano)
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| Rehoga el mar con sal napolitana | | | | sus algas, a la luz de las farolas. | | | | Flores de plato a plato, barcarolas, | | | | tenores entre el queso y la manzana. | | |
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| La lumbre, en los peroles, vesubiana... | | | | Blanco mantel, blanquísimas las yolas, | | | | y el pinche, doctorado en cacerolas, | | | | grumete de la noche a la mañana. | | |
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| Marinos tripulando freidurías, | | | | marmitones, violines, bacanales, | | | | cocheros ya dormidos en sus coches... | | |
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| Limones, aguaduchos y tranvías... | | | | Su digestión de lunas y corales | | | | Nápoles hace así todas las noches. | | |
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A Fiésole |
| Esparce su dorada agrimensura, | | | | riego templado en sol, la luz celeste, | | | | a Fiésole, al jardín, al soto agreste, | | | | al ave, al ruiseñor de la espesura. | | |
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| El gótico ciprés, y en su verdura | | | | los céfiros y arpegios del Oeste | | | | que Florencia le envía. Su entorno es éste | | | | y el Arno es longitud y el Domo altura. | | |
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| Aquí tiene el silencio voz de hormiga | | | | y soledad el agua restaurada | | | | y el arco tiene en Dios su excelsa clave. | | |
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| Su ¡Ave, César! entona ya la espiga, | | | | gladiando con la hoz su rubia espada, | | | | y reza en el ciprés, cantando, el ave. | | |
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[Arpa fiel]