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Rogelio Buendía
Rogelio Buendía
(Huelva, 1891-Madrid, 1969)
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Rogelio Buendía, que fue médico en su vida profesional, se inició como poeta en la estela, ya algo manida, del modernismo, como acreditan sus tres libros iniciales. En 1923, La rueda de color, la más aplaudida de sus obras, le permite entrar en contacto con Fernando Pessoa, de quien será el primer traductor al español. «El arte de Rogelio Buendía
-escribió el poeta portugués-, medio moderna, medio japonesa, huella en versos contemporáneos, del espíritu miniaturista de los haikais, embriagó un momento lo que sueña en mí. Sin duda, que el alma de lo fútil, de lo transitorio -que siente que lo es- llena de sueño la realidad de su inspiración impresionista. Hay una razón para esto como la había para lo contrario [...]. Guardo de La rueda de color una absurda impresión de Oriente, probablemente verdadera. Soy un occidental extremo, para quien el Oriente comienza en España. Soy también lo contrario de esto: un occidental extremo para
quien, súbdito del mar y del cielo, no hay frontera ninguna»
(citado por Sáez Delgado, págs. 361-362, traducción de Adriano del Valle).
Con un libro próximo al surrealismo, Naufragio en tres cuerdas de guitarra, termina Rogelio Buendía su obra literaria de preguerra. Seguirá escribiendo hasta su muerte, pero ya sin apenas publicar, apartado del mundo literario. Poemas suyos aparecen en las revistas Garcilaso, Poesía Española, Fantasía... Tras la aventura de las vanguardias, escribirá una poesía neopopular, que no desdeña incurrir en el costumbrismo ni en el sentimentalismo.
Obra poética
El poema de mis sueños, Madrid, Pueyo, 1912.
Del bien y del mal, Madrid, Suc. de Hernando, 1913.
Nácares, Sevilla, Talleres gráficos Joaquín López Arévalo, 1916.
La rueda de color, Huelva, Imprenta Muñoz, 1923.
Guía de jardines, Huelva, Papel de Aleluyas, 1928.
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Naufragio en tres cuerdas de guitarra, Sevilla, Imprenta de Manuel Carmona, 1928.
Obra poética de vanguardia (ed. José María Barrera), Huelva, Diputación, 1995.
Poemas, coplillas y elegías (ed. Ana Ávila y José María Barrera), Málaga, Unicaja, 1996.
Poesía inédita y dispersa (ed. Ana Ávila y José María Barrera), Huelva, Diputación Provincial, 1999.
El espejo irisado (antología poética), Huelva, La Voz de Huelva, 1999.
Bibliografía
BARRERA, José María, El ultraísmo de Sevilla (Historia y textos), Sevilla, Alfar, 1987, págs. 92-117.
_____. «Introducción», en Obra poética de vanguardia, págs. 7-127.
DÍEZ UREÑA, Martín Armando, Vida y obra de Rogelio Buendía, Córdoba, 1978.
GARCÍA DE LA CONCHA, Víctor, «Obra poética de vanguardia de Rogelio Buendía», en Abc Cultural, núm. 218, 5-I-1996, pág. 8.
SÁEZ DELGADO, Antonio, Órficos y ultraístas. Portugal y España en el diálogo de las primeras vanguardias literarias (1915-1925), Mérida, Editora Regional de Extremadura, 2000, págs. 339-408.
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La poesía de lo desconocido |
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¡Oh, la dulce delicia de lo incógnito | | | | que se esfuma en las calles y en los campos! | | |
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| ¡Oh, el anhelar saber quién es la dama | | | | que cerca de nosotros ha pasado, | | | | oliendo a violetas o a caléndulas | | | | o al perfume fragante de los nardos! | | |
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| Delicia del anónimo inocente | | | | que sin querer firmarse está firmado, | | | | al hablar de unos celos y un amor, | | | | por una temblorosa y blanca mano. | | |
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| Curiosidad ingenua que tenemos | | | | por unos ojos y un perfil románticos... | | |
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| Pensamiento infantil de nuestra mente | | | | al escuchar de noche ciertos pasos, | | | | que nos hacen rezar estremecidos, | | | | creyéndolos de brujas o de trasgos. | | |
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| Música que se queda en la memoria, | | | | sin que se sepa quién la habrá engendrado... | | |
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| Versos que yerran por nuestro cerebro | | | | y que locos acuden a los labios, | | | | sin que jamás se sepa quién los hizo | | | | sonar a río y trascender a prado... | | |
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Carreta que se oculta en la vereda | | | | de rosas y de lirios del ocaso, | | | | sin dejar más que surcos paralelos | | | | que acabarán no se sabe dónde y cuándo. | | |
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| ¡Poesía sagrada de lo incógnito, | | | | tienes tú para mí todo el encanto | | | | de lo que se ha tenido y que se va, | | | | y de lo que se espera y no ha llegado! | | |
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[Del bien y del mal]
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Soledad
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Uno. | | |
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Por todas partes que miro sólo veo | | |
| el número uno. | | |
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El número uno fatídico: | | |
| I árbol | | |
| I pájaro | | |
| I hombre | | |
| El sol, solo en su soledad, | | |
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la luna, una en su unidad, | | |
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y yo, como un miembro amputado | | |
| me desangro sobre la mesa del café | | |
| como en un kirófano. | | |
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Y mis ojos llenos de luz lejana, | | |
| y mis manos extendidas | | |
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miran instintivamente hacia el Sur. | | |
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-¡Oh, aquella canción!, | | |
| I árbol | | |
| I pájaro, | | |
| I flor | | |
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Pero entre los ojos vivos de los | | |
| dos
dos. | | |
[Grecia, núm. 48, 1920]
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Serenata |
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Árbol de sol colgando en la noche, | | | | tu pelo caía, | | | | escala de oro | | | | por la ventana abierta. | | |
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| La luna helaba, fría, | | | | con su gumía | | | | el cielo plafonado. | | |
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| Nieve azul en la estrella | | | | mayor, ojo de oro | | | | sobre el negro absoluto. | | |
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| La escala caía | | | | de la ventana honda. | | |
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| Decoración de noche, | | | | de campanario y de estrellas. | | |
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| Y la canción decía: | | | | Sobre tus ojos se ha caído mi alma; | | | | en el fondo, en el fondo | | | | la veo, guija perdida en la laguna. | | |
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| ¿Qué vas a hacer de mí | | | | si dentro | | | | no tengo más que la penumbra, | | | | como esta noche | | | | metida está en la tierra? | | |
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| | ¿Qué vas a hacer de mí, que vivo loco, | | | | vacío de mí mismo? | | |
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| Bosque de oro | | | | que cuelgas en la noche, | | | | luna aturdida en árboles de otoño, | | | | mía sin serlo, sol de la noche. | | |
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| Mi alma se cayó | | | | en el fondo sombrío | | | | de tus ojos de espejo. | | |
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| Déjame que suba, | | | | déjame que suba | | | | por la rampa de oro | | | | de tu pelo. | | |
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| En el jardín, la risa de una estrella. | | |
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[La rueda de color]
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Vuelo |
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El árbol, la mañana, el pensamiento, | | | | todo en azul volcado y construido; | | | | todo en azul desde el primer momento: | | | | la tierra, el corazón, el blando nido. | | |
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| La sombra de la casa es amplia y queda | | | | dentro de la caricia de su ambiente | | | | un aroma de arroyo y de arboleda | | | | que se entró con el aire y el relente. | | |
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| El árbol, la mañana y este anhelo | | | | de volar con los pájaros en vuelo | | | | que no termine nunca. Con el nido | | |
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| debajo de las alas, y en la rama | | | | de un árbol y otro árbol, que la llama | | | | de la canción revele su sentido. | | |
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Tapiz marroquí |
| El oro y el moro, y el fuego | | | | que, detrás, pone el viento que quema. | | | | El oro y el moro que teje | | | | tapices de lanas y sedas. | | |
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| Con aires de fuego están hechos | | | | los rojos, los verdes y azules; | | | | la lana trenzada y tejida | | | | con brasas, de abril hasta octubre. | | |
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| La brisa del Sur en invierno, | | | | y el oro fraguado en la roca, | | | | telares de ensueño refrescan, | | | | y el dátil, surcando la boca. | | |
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| El oro y el moro y el fuego | | | | -la vieja y vivaz fantasía- | | | | y como en las mil y una noches, | | | | volando en la alfombra la vida. | | |
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Intermedio
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Por el cristal, la vida. Bajo mis pies, la tierra. | | |
| No hay nadie en la planicie erizada de lenguas | | |
| que forman las ardientes llamas de fuego. | | |
| Los árboles tundidos por los vendavales, | | |
| por los solazos y por las orugas serradoras. | | |
| La casa abierta a los planos verdes | | |
| y a los volúmenes de las casas y de las yerbas, | | |
| es un prisma irisado. | | |
| En cada muro blanco, toda clase de aves | | |
| y todas las flores del campo y del jardín, | | |
| que se entran por la puerta abierta, | | |
| por los limpios cristales que avanzan | | |
| como lentes para estudiar belleza. | | |
| Detrás de los cristales, abiertos ojos de cristal, | | |
| abiertas lentes, | | |
| penetradas por la primavera, | | |
| y cerradas, a medio abrir la persiana, | | |
| en estío, gritan los colores: | | |
| el azul del cielo que parece que se va a romper | | |
| como un búcaro gigante y frágil, | | |
| búcaro de cristal y de cansancio. | | |
| Flores a miles. Y en verde acuático, la estancia. | | |
| Y yo, siempre yo en soledad, solo. | | |
| El pie sale, el corazón se queda, | | |
| como el caracol de goma, | | |
| no se separa de su estancia. | | |
| ¡Buenos días, mañana! | | |
[Poesía inédita y dispersa]