Richards Professor Emerita
Grinnell College
Lo primero que debe decirse de esta edición de las
Novelas ejemplares es que se trata de un
trabajo ejemplar a la altura del sujeto. Está hecha con el minucioso y
desapasionado cuidado de una investigadora incansable, atenta al dato y al
detalle de la edición príncipe impresa por Juan de la Cuesta en
Madrid en 1613. Como explica la autora en su «Criterio de esta
edición», preciso y escueto (xx-xxiv), existen diferencias de
texto entre los varios ejemplares de la edición de Cuesta conservados en
bibliotecas de Madrid, Barcelona, Nueva York, Londres, Berlín. Esto es
debido a que a medida que se componían las hojas, «proceso que
se hacía a mano»
-y por más de un compositor,
añade la reseñadora- se iban corrigiendo las erratas detectadas
sin proceder consistentemente. Así, por ejemplo, entre el texto del
ejemplar que se guarda en la Biblioteca Nacional de Madrid, modelo del
facsímil realizado por la Real Academia Española en 1917 y el
conservado en la Biblioteca Bonsoms de Barcelona utilizado por la autora, se
encuentran «una veintena de variantes (consistentes en su mayor parte
en correcciones de erratas)»
. Luttikhuizen ha escogido el ejemplar de
la Bonsoms «por estimarse que se trata de un texto más
depurado»
(xxi).
El repaso verdaderamente detectivesco de la historia editorial de
las
Novelas ejemplares llevado a cabo por Frances
Luttikhuizen pone de manifiesto el desorden de criterios seguidos por los
editores desde Cuesta, según el modelo o modelos de que derivan y el
tipo de enmiendas y cambios efectuados, lo cual también va por los
textos impresos por algunas editoriales prestigiosas. Esto ha dado origen a
errores y enmiendas equivocadas en traducciones extranjeras. Toda esta confusa
historia editorial de las
Novelas ejemplares proviene no sólo de
la utilización arbitraria de las fuentes sino también del hecho
que «los editores de finales del siglo XIX no habían visto
todavía un ejemplar de la
editio princeps (xxvii) ya que la
primera facsímil se editó en 1917»
. Así y todo,
la edición
—97→
«facsímil no tuvo toda la
trascendencia que hubiera podido esperarse»
y sólo en
«estudios recientes de las
Novelas ejemplares, se observa ya una
creciente preocupación por la recuperación del genuino texto
cervantino»
(xxviii).
Esta recuperación nos la ofrece Frances Luttikhuizen en la
presente edición. Se trata de un trabajo impresionante llevado a cabo
durante más de diez años de intenso estudio. La autora hace un
minucioso cotejo entre las ediciones de las
Novelas ejemplares desde la de Cuesta de 1613
hasta la de Castalia de 1982 (la de Avalle-Arce), 43 en total, ilustrando en
forma de árbol genealógico (xxx) la paternidad, maternidad o
incesto -discúlpeseme la imagen- de las varias ediciones consideradas
fidedignas. Tras cuidadosa consulta de todas las ediciones que han precedido a
la suya (véanse «Bibliografía selecta»,
«Ediciones modernas principales», «Obras completas»,
«Obras sueltas», xxiv-xxxi) pero siempre en función de la
Bonsoms, la autora nos ofrece abundantes y certeras anotaciones cuyo intento es
«resolver problemas de edición, de significado, de alusiones y
de referencias históricas»
(xxi). Se apoya,
además, en la literatura crítica y léxica (véanse
«Estudios», «Diccionarios y glosarios», xxxi-xxxvi) de
manera que esta edición nos ensancha el horizonte del pensar cervantino.
Por lo que a mayúsculas, acentos ortografía y puntuación
se refiere, Frances Luttikhuizen sigue el criterio habitual en las modernas
ediciones de los textos clásicos. Pero muy acertadamente ha respetado
«las peculiaridades lingüísticas y los vocablos
típicos de la época: vacilaciones vocálicas (recebir,
escuro, sotil)
fusión de preposición y pronombre (dello,
dél, dese) y otras variantes de formas habituales, (ponellas,
obedecellos, ahora / agora / aora, ansí / así, felice, la color,
letura, efeto, priesa, trujo, lición, grita, etc.; xxi), además
de formas rústicas (güerta), malapropismos de habla inculta
(facinoroso, malino, envesado, gancia, repolido), algunos maliciosos
(«dares y tomares» por 'dimes y diretes'», 428 n. 113); -todo
lo cual contribuye a sumergir al lector moderno en una época de mayor
riqueza en matices lingüísticos que la nuestra y a dejarle oir
voces y tonos que pudieran pasar desapercibidos al modernizar el
léxico.
Dado que la lengua del Siglo de Oro no ha evolucionado tanto como la anglosajona (leer un texto de Shakespeare requiere estudiarlo), al lector de habla hispana le es posible navegar con facilidad por el lenguaje original de las Novelas ejemplares en esta nueva edición y saborearlo plenamente. Pero las dudas que le queden sobre el sentido de una frase o de una palabra, se las disipan al momento las excelentes notas al pie de página.
En las notas, la autora llama la atención sobre equívocos («de tan poco momento» importancia, corto tiempo) y juegos de palabras («estribo / estribillo», 409 n. 25); aporta explicaciones de nombres que tienen más de un sentido ('filipo', 360 n. 14); anota barbarismos («permafoy» = 'par ma foi', por mi fe, 325 n. 186), alusiones cultas, literarias, bíblicas, y a personajes de la época; indica imágenes alusivas al refranero; descuidos de Cervantes o del compositor (un nombre propio por otro), juegos de palabras («virote», galán ocioso por 'birrete', gorro de magistrado, 327 n. 196); da numerosas explicaciones cultas de pasajes ambiguos o comenta sobre correcciones injustificadas (como «no conviene» en vez de «me conviene», según dice el texto original, 519 n. 80). Al mantener intactas las supuestas erratas del texto príncipe (alguna como «acababa» por alababa, 243 —98→ n. 56, no deja lugar a dudas ni es controversial) da ocasión a que el lector se enfrente directamente con el texto original de modo que si en lugar de error se trata de un doble sentido, malicia o gracia significativos le sea dado captarlos sin menoscabo del sentido anotado. Estas notas tienen, por tanto, la virtud educativa de invitar al lector a dialogar con la anotadora, aprobar o divergir de ella y así contribuir a ampliar y enriquecer el texto.
Por todo ello, la presente edición de Frances Luttikhuizen es la que más se aproxima hasta hoy al auténtico texto cervantino. Aunque la autor dice modestamente que su trabajo tiene «en cuenta las necesidades del lector medio», nos da una edición que será de consulta obligada para el cervantista que quiera ahondar en el mundo de las Novelas ejemplares.