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11

Seguimos a Eliseo Verón, quien define el poder como «determinadas formas de estructuración institucional ligadas a situaciones de dominación y conflicto, en sociedades determinadas y en coyunturas determinadas» (Verón, 1980: 86).

 

12

Consideramos que la caracterización que Mónica Bueno realizara de El vuelo del tigre: «la metaforización de un referente social -la represión militarista- se amplía y universaliza sin perder sus claras alusiones históricas, hasta abarcar el complejo tema de las relaciones entre los hombres y el poder»El vuelo del tigre: la palabra como espacio de resistencia», Tucumán, Actas del VII Congreso Nacional de Literatura Argentina, 1993, p. 153), puede extenderse a todas las novelas posteriores a Una luz muy lejana.

 

13

Según Adolfo Prieto, en su análisis de El vuelo del tigre, la primera lección «consiste en demostrar que la lengua es un atributo de poder. El poderoso habla, y las inflexiones de su voz estrujan una palabra hasta asfixiarla, o la ensucian hasta volverla revulsiva, o la afilan hasta convertirla en arrojadiza arma mortal. Dice "guerra", y el otro bando aparecerá de golpe, creado por su palabra; "Cucaracha", y será aplastada la cabeza de un enemigo. El poderoso habla, y la sintaxis de la lengua, su organización interior, se pliega a sus dictados; habla, y la sintaxis del interlocutor desposeído se embarulla, se deslía, se transforma en caricatura, en deshecho» («Daniel Moyano: Una literatura de la expatriación», Cuadernos Hispanoamericanos, n.º 416, febrero 1985, p. 191).

 

14

Deleuze, en Foucault, 1995: 190.

 

15

En la conferencia ya citada, afirma el autor: en los países hispanoamericanos «Sus ejércitos, en defensa de su ignorancia y aislamiento, vigilan permanentemente esperando enemigos imaginarios, [...]. Al no tener enemigos reales vuelven las armas contra sus propios pueblos, derrocan sus gobiernos, imponen dictaduras y frenan así los impulsos de la historia. Contra esa ficción que suplanta a la historia sumergida los novelistas oponen su propia ficción, para rescatar para sus pueblos la otra realidad oprimida por el orgullo, el interés y la ignorancia» (p. 10).

 

16

«Encuesta a la literatura argentina contemporánea», en Capítulo, «La historia de la literatura argentina», n.º 135, Buenos Aires, CEAL, 1982, p. 174.

 

17

Marc Angenot define el contra-discurso: «Por otra parte se instituyen, en una periferia antagónica, discursos expresamente concebidos para desafiar a la hegemonía» (Angenot, 1984: 9).

 

18

Sosnowski, 1988: 11.

 

19

Entre otros, Noé Jitrik en «Miradas desde el borde: el exilio y la literatura argentina», quien sostiene la existencia de «cambios que la dictadura introdujo en la imaginación y el lenguaje de nuestro país» (Sosnowski, 1988: 139).

 

20

Juan Carlos Martini ratifica esta postura, ya explicitada en el texto citado de Daniel Moyano: «Sólo una escritura capaz de resistir mandatos extraliterarios dará cuenta cabal del mundo en que fue escrita. Y sólo ese acto garantizará que ni los dictadores ni el terror, ni el vandalismo puedan aniquilar nunca la literatura de un pueblo», en «Especificidad, alusiones y saber de una escritura» (Sosnowski, 1988: 128).