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      • Quién pidió reyes, y por qué; quién y cómo se los concedió; qué derecho dejaron, y cuál admitieron
      • Ni los ministros han de acriminar los delitos de los otros, queriendo en los castigos mostrar el amor que tienen al señor; ni el señor ha de enojarse con extremo rigor por cualquier desacato. (Luc., cap. 9.)
      • Cuán diferentes son las proposiciones que hace Cristo Jesús, rey de gloria, a los suyos, que las que hacen algunos reyes de la tierra; y cuánto les importa imitarle en ellas. (Joann., 6.)
      • Las señas ciertas del verdadero rey. (Luc., 7; Matth., 11.)
      • Las costumbres de los palacios y de los malos ministros; y lo que padece el rey en ellos, y con ellos. (Matth., cap. 26; Luc., 22.)
      • Muchos preguntan por mentir: «¿Qué es la verdad?». Las coronas y cetros son como quien los pone. La materia de Estado fue el mayor enemigo de Cristo. Dícese quién la inventó, y para qué. Ladrones hay que se precian de limpios de manos
      • De los acusadores, de las acusaciones y de los traidores (Joann., 8.)
      • Si los reyes han de pedir, a quién, cómo, para qué.- Si les dan, de quién han de recibir, qué y para qué.- Si les piden, quién los ha de pedir, qué y cuándo; qué han de negar; qué han de conceder. (Marc., 12; Luc., 21.)
      • Con el rey ha de nacer la paz; ésta ha de ser su primer bando. Con quién habla la paz; por qué se publica por los ángeles a pastores. Que nace obedeciendo quien nace a ser obedecido. (Luc., 2.)
      • Cómo fue el precursor de Cristo, rey de gloria, antes de nacer y viviendo; cómo y por qué murió; cómo preparó sus caminos, y le sirvió y dio a conocer, y cómo han de ser a su imitación los que hacen este oficio con los reyes de la tierra. (Marc., 1.)
      • Enséñase, en la anunciación del ángel a nuestra señora la Virgen María, cuáles deben ser las propuestas, de los reyes, y con cuál reverencia han de recibirse los mayores beneficios. Cómo es decente y santa la turbación y en qué no se ha de temer. (Luc., cap. 1.)
      • Cuál ha de ser el descanso de los reyes en la fatiga penosa del reinar; qué han de hacer con sus enemigos, y cómo han de tratar a sus ministros, y cuál respeto han de tener ellos a sus acciones. (Joann., 4.)
      • Ningún vasallo ha de pedir parte en el reino al rey, ni que se baje de su cargo, ni aconsejarle que descanse de su cruz, ni descienda de ella, ni pedirle su voluntad y su entendimiento: sólo es lícito su memoria. Quien lo hace quién es, y en qué para. (Luc., 23.)
      • De los consejos y juntas en que se temen los méritos y las maravillas, y por asegurar el propio temor y la malicia envidiosa, se condena la justicia. (Joann., 11.)
      • Cómo nace y para quién el verdadero Rey, y cómo es niño; cuáles son los reyes que le buscan, y cuáles los reyes que le persiguen
      • El verdadero Rey niño puede tener poca edad, no poca atención: ha de empezar por el templo, y atender al oficio, no a padre ni madre. (Luc., 2.)
      • A quién han de acudir las gentes. De quién ha de recibirse. El crecer y el disminuir, cómo se entiende entre el criado y el señor. (Joann., 3.)
      • De qué manera entre el rey y el valido en su gracia se cumplirá toda justicia; y de qué manera es lícito humillarse el rey al criado. (Matth., cap. 3.)
      • La paciencia es virtud vencedora, y hace a los reyes poderosos y justos. La impaciencia es vicio del demonio, seminario de los más horribles, y artífice de los tiranos. (Joann., 20.)
      • En que se inquiere (siendo cierto que todas las acciones de Cristo nuestro Señor fueron para nuestra enseñanza) cuál doctrina nos dio con los grandes negocios que en las apariciones despachó después de muerto y resucitado, no pudiendo nosotros resucitar en nuestra propia virtud, y en elegir en apóstol a San Pablo después de su gloriosa ascensión a los cielos.- Es texto las apariciones y el lugar de los actos de los apóstoles.
      • Cómo ha de ser la elección de capitán general y de los soldados, para el ministerio de la guerra: contrarios eventos o sucesos de la justa o injusta; y el conocimiento cierto de estas calidades
      • La milicia de Dios, de Cristo nuestro Señor, Dios y hombre; y la enseñanza superior de ambas para reyes y príncipes en sus acciones militares