Escena II
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HASSAN: MAHOMAD apresurado.
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MAHOMAD | Hassan, todo se pierde: derrotado | | el campo
de Ali-Bek, sus tropas huyen; | | las nuestras al momento le
cercaron; | | la multitud le acosa, y mal herido | | al fin
le precipitan del caballo, | 20 | que espira bajo el peso que
le oprime. | | Furioso se levanta: y desnudando | | el alfanje
terrible, cada golpe | | señala con la muerte de un
contrario. | | Semejante a un león, que en la caverna
| 25 | que se formó la astucia, encadenado | | ruge, y en
cada giro de sus garras, | | destroza al que se acerca temerario:
| | así desesperado se defiende; | | su muerte era
segura: pero en tanto | 30 | llega Morad, y manda se retiren | | las tropas que le cercan; olvidando | | el trance peligroso,
quiere altivo | | obtener la victoria por su brazo | | en
singular combate. Yo lo he visto, | 35 | conteniendo el furor
de los soldados, | | perseguir su enemigo hacia esta tienda.
| | (Mirando adentro: ruido de espadas.) | Pero atiende; ya llegan.
Hassan, vamos: | | y si lo libertare la fortuna | | del valor
de Morad, aprisionado | 40 | no lo podrá salvar de la ponzoña,
| | que pienso que reciba por tu mano. | |
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(Se retiran. Vase HASSAN,
y MAHOMAD se queda en el foro.)
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Escena IV
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(AMALIA, y los dichos. Aquella arrojándose
entre los dos, y poniéndose delante de ALI-BEK.)
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AMALIA | Bárbaro,
hiere: | | hiere este pecho fiel; este es el paso | | para
su corazón: penetra el mío, | 55 | si has de lograr
su muerte. Temerario, | | ¡tiemblas, y te horrorizas! ¿Qué
te espanta? | | Colma con esta acción tus atentados.
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MORAD | Amalia... Tú desarmas mis furores: | | la
vida de tu esposo está en mi mano; | 60 | (Arrojando el sable.) | pero tú la defiendes... ¡Ah! Yo cedo: | | respeto la
virtud, y avergonzado | | de causar los tormentos que te afligen,
| | procuraré a lo menos no aumentarlos. | | (Desfallecido.) |
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ALI-BEK | Es tarde ya... Las sombras de la muerte... | 65 | me privan
de la luz... Si tú has formado | | esta infame sorpresa...
Si has vendido | | mi cabeza al Diván... ya has consumado
| | (Llevándose la mano a la frente.) | tu abominable crimen...
Esta herida... | | la sangre que he perdido... todo... En
vano | 70 | esfuerzo mi valor... ¡Oh esposa mía! | |
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AMALIA | (se acerca.) | acércate... que espire yo en tus brazos.
| | (Se apoya en sus brazos.) |
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AMALIA | ¡Desventurado esposo! ¡triste
Amalia! | | ¡Dios supremo, piedad! |
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Escena VI
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MAHOMAD y MORAD. MORAD queda suspenso a la esquina del teatro.
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MAHOMAD |
¡Ah! Morad, ¿estos eran los furores, | | que excitaban tu
amor? ¿así humillado | 90 | una mirada sola, una palabra
| | de una mujer desarma de tu brazo | | (Volviéndole el
sable a MORAD.) | la furia vengadora? Di,¿qué esperas
| | si viviese Ali-Bek? ¿Es este el pago | | debido a mi alianza
y mis favores? | 95 | ¿Por qué no has permitido que en
el campo, | | donde lidiaba fiero, lo matasen? | | Su orgullo
quedaría sepultado, | | libre tu amor, el Gran Señor
servido, | | el Egipto triunfante, y yo vengado. | 100 |
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MORAD |
No atormentes, Mahomad, con tus furores | | mi triste corazón,
cuando me abraso | | en celosas angustias: ¿es posible | | que
Amalia, mis amores olvidado, | | sólo adora a Ali-Bek?
Sí, yo la he visto, | 105 | insultando las iras de mi brazo,
| | presentarme aquel pecho, donde un tiempo | | creyó
Morad vivir idolatrado. | | ¡Mudable! Su ternura, su constancia,
| | sus inocentes gracias, sus encantos, | 110 | sus tiernos juramentos
¿qué se hicieron? | | Todo, menos su rostro, se ha mudado.
| | ¿Ah! Más bella, que nunca, su hermosura | | desarmó
mi furor. Yo vi su llanto | | por mi causa correr, y confundido
| 115 | quedé de mi victoria avergonzado. | |
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MAHOMAD | Desprecia
su memoria; no una esclava | | humille tu valor; no un amor
vano | | pueda abatir el alma generosa | | del vencedor Morad;
goza bizarro | 120 | el triunfo a que te eleva la fortuna, | | y
piensa que el deleite... |
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MORAD | ¡Ah!
No volvamos | | al bárbaro discurso, que le niega | |
sus más puras delicias; no me es dado | | olvidar
la belleza, que constante | 125 | desde mis tiernos años
idolatro. | | Si yo pudiese hablarla; si a lo menos | | mi sentencia
escuchase de su labio, | | yo muriera a sus pies, y con mi
muerte | | fuera feliz su corazón ingrato. | 130 |
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MAHOMAD |
En breve la verás a ti humillada | | implorar tu piedad;
en breve espacio | | de Ali-Bek el poder, y la grandeza | | fugaces
volarán: este contrario, | | ni a mi fortuna, ni
a tu amante llama | 135 | oponerse podrá. Sabe... | (Viendo
venir a HASSAN, se detiene.) |
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Escena VII
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Dichos y
HASSAN.
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HASSAN | Aliviado
| | queda Ali-Bek de su profunda herida. | |
(MORAD observa con
sorpresa a HASSAN desde el momento que empieza a hablar.)
| Las benéficas plantas, por mi mano | | aplicadas, calmaron
sus dolores. | | Para animar su espíritu ha tomado
| 140 | un licor saludable, que le vuelva | | sus fuerzas abatidas.
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MORAD | No
me engaño: | | (Aparte.) | Es su voz, su semblante. Di:
¿no eres | | (A él.) | el padre de mi Amalia? ¿Cómo,
cuando | | perdido ella te llora, en este traje | 145 | y en este
sitio estás? |
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HASSAN | Morad,
en vano | | es ya ocultar mi suerte. Soy tu padre, | | sí;
yo soy ese padre desgraciado: | | ella, cuando mis manos oficiosas
| | curaban a su esposo, examinando | 150 | estuvo mi semblante;
de sus dudas | | se quiso asegurar. Yo la he dejado | | en la
tierna inquietud, conque sus ojos | | buscaban en mi rostro
el desengaño. | | Aún no ha llegado el tiempo,
en que sin susto | 155 | pueda estrechar mi hija entre mis brazos.
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MAHOMAD | ¿Sabes que ella me ultraja? |
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HASSAN | Generoso
| | perdona sus flaquezas; no irritado | | con tu presencia aumentes
sus pesares. | | Bastante su desgracia la ha humillado.
| 160 | Yo temo su virtud, temo su vista, | | temo su voz, y los
terribles cargos | | que agravarán mis bárbaros
delitos. | | ¡Ah! Por piedad, Mahomad, al punto huyamos. | | (En ademán de irse, queriendo llevarse a MAHOMAD.) |
Ella vendrá a este sitio: Morad puede | 165 | hablarla de
su amor; pero ocultando | | que sabe de su padre: ella se acerca;
| | (Mirando adentro.) | consuela su dolor... | (A MORAD.) |
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(Se van MAHOMAD y HASSAN.)
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Escena VIII
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MORAD y AMALIA. AMALIA sin ver a MORAD.
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AMALIA | ¡Cielos! ¿será mi padre el que piadoso, | | con el nombre de Hassan, sobresaltado | 170 | a mi esposo socorre?
Si pudiese | | hablarle un solo instante... Pero al paso | | (Viéndole.) | Está Morad: ¡gran Dios! ¿cómo te atreves | | (A MORAD.) | a exponerte a mis ojos? ¿Qué, inhumano,
| | pretendes, que renueve con tu vista | 175 | la dolorosa causa
de mi llanto? | |
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MORAD | No, Amalia; si pensara que mudable | | mi amor, y mis finezas olvidando, | | detestabas la mano que
pretende | | arrancarte al dominio de un tirano, | 180 | jamás
mi nombre y mi valor se unieran | | al rencor de Mahomad: pero,
¿insensato! | | no es por aquella Amalia que me amaba | | por
quien he combatido; ella ha mudado | | en odio el tierno
amor, y ha preferido | 185 | la riqueza y la gloria de un esclavo.
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AMALIA | Si fue esclavo Ali-Bek, ya solo es héroe | | su bondad, sus victorias y sus lauros | | le hicieron digno
de mandar el pueblo, | | que de un infame yugo ha libertado.
| 190 | Si él me nombra su esposa; si en mi obsequio | | las
tiránicas leyes del serrallo | | para siempre rompió;
si compasivo | | concede libertad a los Cristianos, | | contra
tantas virtudes mal pudiera | 195 | negarle un corazón,
que ha conquistado | | amante y generoso. Tú no ignoras,
| | que de mi religión los ritos santos | | el nombre
y los deberes de una esposa | | justamente en la tierra
consagraron: | 200 | que la dulce esperanza de que fuera | | por
esta religión menos tirano | | el gobierno feroz de
estas regiones, | | hizo que yo te amase, como hermano, | | desde mi edad primera. |
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MORAD | ¿Tú
te acuerdas | 205 | del venturoso tiempo, en que a tu lado | | creció
mi inclinación con tu hermosura? | | ¡Ingrata! ¿Cómo
puedes recordarlo, | | sin que el rubor te oprima? Di:¿te acuerdas
| | cuando tu madre, uniendo por su mano | 210 | las nuestras
inocentes, de tus votos | | hizo testigo al cielo? ¿Has olvidado,
| | que en el día feliz de esta promesa, | | de dos jóvenes
palmas enlazando | | las amarillas hojas, y en su sombra
| 215 | ceñida tú de mis amantes brazos, | | ella misma
grabó en los verdes troncos | | el nombre de los dos,
y así exclamando: | | creced, árboles, dijo,
tan unidos, | | como Amalia y Morad en dulce lazo | 220 | felices
vivirán... ¡Oh árboles fieles! | | Jamás
dividida el espantoso rayo | | las ramas, que cubrieron mis
delicias; | | y que en vuestra corteza el nombre ingrato | | de una mujer perjura, me recuerde, | 225 | que vosotros amáis,
y ella ha olvidado. | |
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AMALIA | Basta, cruel Morad, que tus pesares
| | mi corazón sensible destrozando | | con tu inocente
amor, y la memoria | | de mi infelice madre, han inventado
| 230 | el tormento más bárbaro, que puede | | sufrir
la triste Amalia. Di: ¿qué amparo | | quedó a
mi juventud, cuando la muerte | | la arrancó de mi seno?
Demasiado | | lloré y sentí. La fuga de mi
padre, | 235 | de que ignoro el motivo; el atentado | | de ofrecerme
Ibrahim a nuevo dueño; | | no saber más de ti;
vivir dos años | | en poder de un guerrero, cuya gloria,
| | cuya terneza al fin combatí en vano; | 240 | sin otro
apoyo en todo el universo | | que el valor invencible de su
brazo, | | ¿qué puede hacer? |
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AMALIA | Nunca
la muerte | | extiende su guadaña al desgraciado. | |
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MORAD | Pero tú amas, ingrata, a quien te priva | 245 | de
tu primer amante: tú has librado | | a Ali-Bek de mis
iras. |
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AMALIA | ¡Ay,
Morad! No pretendas satisfaga | | las quejas de tu amor; quizá
mis labios | | te han dicho más que deben. |
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MORAD | Pero
al menos, | | pudiera yo esperar, que libre acaso, | 250 | si
muriese Ali-Bek... |
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AMALIA | ¡Vana
esperanza! | | Delito fuera sólo imaginarlo. | | Olvida
para siempre una infelice, | | que oprime la fortuna; solo
aguardo, | | por última fineza, que me digas | 255 | lo
que saber anhelo. Yo he observado, | | Morad, todas las señas
de mi padre | | en el rostro de Hassan; su sobresalto, | | su
voz interrumpida, sus miradas | | confirman mis sospechas;
mas no alcanzo, | 260 | por qué ha mudado el traje, y se
me oculta. | | Desengáñate tú: ¿sabes
acaso?... | |
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MORAD | Sé, Amalia, que es tu padre; pero
ignoro | | cual puede ser su suerte. |
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AMALIA | ¡Cielo
santo! | | ¿Si ha olvidado su Dios? ¿si me aborrece? | 265 | Corre,
Morad, te ruego; ve a buscarlo. | | Hazle venir aquí;
solo un momento | | basta a satisfacerme. Si ha quedado | | en
ti alguna piedad de mis desdichas, | | proporciona este
alivio a mi quebranto. | 270 |
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MORAD | Sí, adorable mujer,
serás servida: | | que aunque ingrata me olvides, puede
tanto | | la hermosura y virtud, que a mi despecho, | | cuanto
más me desprecias, más te amo. | | (Vase.) |
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AMALIA |
¡Generoso mortal! ¡oh! premie el cielo | 275 | la heroicidad de
un pecho tan bizarro. | | (Vase.) |
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