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Amigos del libro

Año XVI, núm. 40, abril-junio 1998

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ArribaAbajoPaisaje de la Literatura Infantil y Juvenil en España


ArribaAbajo Ana M.ª Romero Yebra

José Quintanal Díaz1


Cuando el sentimiento se hace poesía, el corazón se nos abre descubriendo la expresión de toda su nobleza. Por eso, pese a que muchos contemos, o cuenten, con un sentimiento así, noble, de poeta, muy pocos pueden hacerlo realidad plasmándolo con el arte de la imaginación. Yo siempre digo que Ana María es una de esas privilegiadas, capaz de detener el tiempo en una mirada y con el poder suficiente como para hacer visibles los sentimientos a los ojos del corazón.

Escribir es eso, un arte, y un arte noble, exquisito, circunstancial. Poner palabras al corazón resulta cuanto menos, curioso, divertido, propio de quien ama cuanto vive, y vive todo cuanto ama:


Le crecen las flores
por entre los dedos
y anidan las alondras
bajo su sombrero


(Hormiguita Negra)                


Así es, vive con una intensidad de vértigo una vida de renuncia; sí, por extraño que pueda parecer (no en vano, admira en silencio a José Luis Hidalgo, el poeta de mi tierra). Darse a los demás, y el poeta participa de esa oblación, implica una renuncia grande a lo propio, a veces hasta intranscendente. Cuando me confiesa «me falta tiempo para mis cosas», sus palabras no suenan a desahogo, sino a entrega sincera, inaudita, y sobre manera, sorprendente; tanto que remata con un «no me preguntes cómo lo hago».

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«Es un caso», y un caso sanamente peligroso. Todo poeta en realidad lo es. Y en su caso, la peligrosidad se entiende premeditada y alevosamente construida, porque nació ante todo y por encima de todo, poeta, nació para la poesía, y todo en ella emana poesía. Cuenta con la virtud de saber despertar la sensibilidad en los niños. Por eso su poesía es creada especialmente, para ellos.

Desde la crítica de la reflexión, he de confesar que me estimula, su poder toca con facilidad mi corazón y sus versos me llegan. Pero las obras que ha escrito a los niños, cuando su sentimiento exulta imaginación, consigue despertar mi admiración. Parece nacida para hablar, para hacerlo con palabras de cuento, de encanto, en verso y rima.

Ante todo, encuentro que es una persona afable, simpática y cordial, con un gran sentido del humor, que sabe disfrutar de cuanto le rodea. Alguien capaz de decir lo mismo de una vaca que tiene


ojos dulzones
de charol negro
y el hociquillo suave
de terciopelo.


(La vaca de Dosinda)                


que de una hormiga que


está morena
de tomar el sol


(Hormiguita negra)                


Demuestra sentir una gran pasión por la naturaleza (no hay más que ver el glosario de sus obras), lo cual supo imprimir tempranamente en ella su padre. Nacida en Madrid en 1945, recuerda una infancia especialmente marcada por la relación familiar, y rodeada de imaginación, la que se encargó de alimentar también su madre cuando la narraba cuentos y fábulas. Ahora es ella quien lo practica:

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«Me gusta ver la lluvia que moja el campo y la nieve que pinta todo de blanco. Me gusta el aire limpio, la hierba fresca y la dulce sonrisa de mi maestra».


(Me gusta... 7×7=49)                


Con diez años ya comenzó a hacer sus primeros pinitos literarios. Numerosos poemas y relatos que muy celosamente fue guardando en carpetas. ¿Por qué? Ahora, recuperado en la memoria, yo no lo comprendo, pero ella me lo explica con su peculiar sencillez: «No quería que la gente lo supiera; me avergonzaba, era como si me desnudase delante de la gente».

Durante su juventud hizo que esta pasión literaria compartiera con la pintura el espacio de su vida de estudiante, lo que la llevó indefectiblemente al convencimiento de que su vida estaba ya encadenada al mundo de la infancia, puesto que cursó Magisterio. Y aún no se ha librado de él, afortunadamente.

imagen

Il. de Arcadio Lobato para Hormiguita negra, de Ana M.ª Romero Yebra (Zaragoza: Luis Vives, 1996, p. 5).

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En toda su obra, tanto literaria como pictórica, siempre han aparecido estas dos constantes: una mirada intensa a su interior «para ver las cosas de un modo especial», y el niño, con todo el mundo que el uso de este término conlleva. Ambos colmaron de intensidad su juventud.

Y una peculiar evasión, que define su vida: cualquier circunstancia ha servido de disculpa para convertirse en viajera incansable. Primero tras una plaza docente (por Madrid, Toledo, Andorra o Galicia) luego siguiendo la trayectoria profesional de su marido, y ahora impartiendo cursos, montando exposiciones o como ponente en Jornadas Culturales y Congresos. De sus correrías, y no es casualidad, sino confirmación de cuanto venimos diciendo, los mejores momentos se los ha proporcionado la experiencia de Animación Lectora con los niños, por colegios, escuelas y bibliotecas de toda nuestra geografía. En ellos da muestras de una desbordante imaginación. Un corazón abierto y muchos ojitos expectantes resultan su mejor estímulo.

Desde 1981, año en que se establece, y parece que definitivamente, en Almería, tampoco para, pues lleva una intensísima vida docente, cultural y emocionalmente muy creativa. Aquí es donde decidió su primera publicación, cuando contaba treinta y ocho años, y aquí han vivido y crecido sus dos hijas, ahora convertidas en apuestas universitarias. Y también desde aquí se entrega a esa pasión en pequeñas dosis de sentimiento y emotividad, pues es en esa bonita ciudad mediterránea donde escribe, crea, vive... y trabaja, como maestra y donde desarrolla una intensa actividad cultural como presidenta del Ateneo. ¿Qué más se puede dar? Quien no la conoce será incapaz de asimilar tanta intensidad, pero quienes gozamos de su amistad, no la imaginaríamos de otro modo. Es más, diríamos que necesita vivir así, proyectándose en los demás, y sobre todo creando, y creando, poesía, porque también escribe narrativa; ella misma reconoce que es «mejor en la poesía». Conoce el lenguaje, posee un sentimiento y provoca la necesaria emoción como para hacernos vibrar ante la recreación de las cosas. Cualquier situación la motiva, como ir de escaparates:


La suavidad del raso y los encajes
me lleva a contemplarlos.


(Mirando escaparates)                


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O quedarse en casa:


La lluvia suavemente cae en invierno.
Riega campos de trigo, chopos y almendros
y no salgo de casa... ¡Qué aburrimiento!


(«Tarde de lluvia». Hormiguita negra)                


Recluirse en el fondo de su corazón:


He roto mis canciones
y las he echado al mar.
Si llegan a tus ojos
dulces los tornarán.
¿Do te encuentras, amigo
que olvidado me has?


(Sobre pergamino)                


extasiada ante lo cotidiano,


En la página virgen de la agenda me apunto
que he de comprar lechugas, tomates,
zanahorias y filetes de lomo,
preparar unas fichas de la clase de Lengua,
escribir a tía Rosa,
recoger el aviso que tengo de correos,
terminar el artículo para que salga el jueves,
llamar a Luzmaría, a Carlos y a mi madre,
ir a la alfarería de Juan, para traerme
los platos que me ha hecho
y volver a las ocho, porque expone Visconti
y estamos invitados a ir a la Galería.


(Horario de la hondura)                


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lo mismo que con lo más sencillo,


En la terraza de casa
está parado un gorrión
calentándose las alas
con un rayito de sol.


(«El gorrión». Hormiguita negra)                


Siempre la encuentro con un poema en los labios para ilustrar su emoción con gracia y sensibilidad.


En la oficina
papá trabaja.
Mamá se queda
conmigo en casa.
Cuando estoy triste
papá me alegra.
Mamá me cuida
si estoy enferma.
Es muy difícil
adivinar
cuál de los dos
me quiere más.
Ni cuando crezca
voy a saber
a cuál de ellos
preferiré.


(«Papá y mamá». La vaca de Dosinda)                


Después de esto, no puede sorprendernos la colección de premios que ha recibido, o la docena de antologías que recogen alguno de sus trabajos. El reconocimiento le ha llegado del público infantil. Con qué sencillez describe, con qué precisión expresa, con qué facilidad ella pone en la palma de la mano al niño todo aquello que de otro modo fácilmente les pasaría desapercibido, y lo eleva a la categoría de importante. Ante ella, lo propio se convierte, con locuacidad, en cotidiano e interesante.

No en vano, ya describiría la poesía como «el lenguaje de los sentimientos, expresado de la manera más hermosa». Ésta es una manera natural de concebir el mundo, y el mundo infantil. Describe al niño como «la mejor sonrisa de la vida». ¡Casi nada! Y un libro como «una ventana abierta a todo». Me deja boquiabierto. ¡Qué bonito! Cómo se nota que tiene «duende». A propósito,   —13→   acabé preguntándola, ¿qué es para ti el duende? «Una fuerza creadora interior, ser fantástico y travieso». Mi corazón se rinde ante tu sentimiento.

Sus versos nos lo confirman: emoción y espontaneidad. Seguro, seguro, que cualquiera de nosotros evocaremos nuestra vivencia infantil con su lectura. Y no sólo eso, sino que cualquiera de sus poemas, compartido con el hijo, el alumno o declamado para la encantadora niña de mis ojos, resultaría una experiencia de lo más agradable e intensa. Son palabras gráciles las que ella expresa con ternura. Me saben a poco. Por eso espero ya con ansiedad su próxima obra.

imagen

Il. de Arcadio Lobato para Hormiguita negra, de Ana M.ª Romero Yebra (Zaragoza: Luis Vives, 1996, p. 25).

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PREMIOS RECIBIDOS

Pablo Iglesias, 1983.

Ayuntamiento de Almería, 1983.

Villa de Huércal Overa, 1983.

Feria de Albox, 1983.

Luis Chaizo de Zaragoza, 1984.

Villa de las Rozas (Madrid), 1984.

Molino de la Bella Quiteria, de Albacete, 1984.

Juan Ortiz del Barco, de San Fernando (Cádiz), 1986.

Villa Roquetas del Mar, de Almería, 1988.

Searus de Los Palacios (Sevilla), 1988.

Provincia de Guadalajara, José Antonio Ochaíta, 1994.

BIBLIOGRAFÍA

Poemarios

Entero para mí. Almería, 1984.

Isla de Brétema. Madrid: Torremozas, 1985.

Arrabal de pájaros. Almería, 1988.

Cantos de Arcilla. Sevilla: Angaro, 1981.

Horario de la hondura. Madrid: Torremozas, 1991.

Sobre pergamino. Málaga: Vizlant & Palmart, 1994.

Mirando escaparates. Guadalajara: Diputación Provincial, 1995.

Navidad transparente. Almería: Cuadernos mínimos del Ateneo de Almería, 1997.

Fuego transparente. Almería: Cuadernos mínimos del Ateneo de Almería, 1998.

El llanto de Penélope. Madrid: Torremozas, 1998.

Didáctica

La poesía como un juego en el Área de Lenguaje. Zaragoza: I. C. E. de la Universidad de Zaragoza, 1985.

«Poesía desde la Cuna». En Homenaje a Carmen Bravo Villasante. Madrid: Asociación Española de Amigos del Libro 1997, págs. 157 a 182.

Obras Infantiles

Hormiguita negra. Madrid: Escuela Española, 1989.

La vaca de Dosinda. Madrid: Bruño, 1993.

Verdes Amigos. Madrid: Hiperión, 1995.

Colás el fantasma. Madrid: SM, 1996.

El hada del Arco Iris. Madrid: Bruño, 1997.

El sapito vegetariano. Madrid: SM, 1998.



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