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ArribaAbajo La correspondencia de Benito Pérez Galdós con Teodosia Gandarias

Phoebe Porter


La correspondencia de un escritor puede revelar aspectos íntimos de su vida, reflejar matices de su pensamiento y de su personalidad, mostrar el carácter de su proceso creativo y proporcionar pistas para la interpretación de su obra literaria. Tal es el caso del epistolario apasionado que Benito Pérez Galdós dirige a Teodosia Gandarias, el último gran amor de su vida. Las 239 cartas escritas a esta mujer entre 1907 y 1915 ofrecen un testimonio valioso de la vida diaria del novelista y brindan no sólo juicios literarios sobre su propia obra sino también datos acerca de su pensamiento político y moral.

La reticencia de Galdós a hablar sobre su vida personal es consabida. Leopoldo Alas, en su estudio biográfico-crítico de Galdós, señala: «él, tan amigo de contar historias, no quiere contar la suya» (5). Su buen amigo, Navarro Ledesma, reconoce su recato al referir detalles de su vida amorosa: «Le gustan las mujeres lo que nadie puede imaginarse, pero todo se lo calla y de estas cosas ni Dios le saca una palabra» (Zulueta 324). El Bachiller Corchuelo le llama «un reservón impenetrable» que «tiene más conchas que un galápago» (793, 795).

Sin embargo, en años recientes, se ha iluminado la vida íntima del autor de Fortunata y Jacinta. Con la publicación de las cartas amorosas de Emilia Pardo Bazán por Carmen Bravo-Villasante en 1975, de la Biografía santanderina de Benito Madariaga y de los estudios de Sebastián de la Nuez, Walter Pattison, A. F. Lambert, y Gilbert Smith, se va escribiendo en el grado de lo posible el capítulo que falta sobre los amores en la vida de Galdós69.

La obra de Berkowitz, que continúa siendo la más completa biografía galdosiana, contiene información dispersa sobre la vida erótica del novelista. Este biógrafo aduce que Galdós, pese a ser un corresponsal algo perezoso, siempre contestaba una carta interesante, sobre todo si procedía de una mujer que criticaba su obra. Explica: «Those who were critical of his works intrigued and challenged him. It was in this way that he met the cultivated woman who became his one great love» (111). Berkowitz no especifica quién era este gran amor, pero Shoemaker supone que el biógrafo se refiere aquí a Juanita Lund, la mujer que sirve de modelo para la protagonista de Gloria (78-86). No obstante, creemos que este comentario ambiguo de Berkowitz alude a Teodosia Gandarias, objeto del presente estudio. Berkowitz sugiere que muchos de los problemas económicos que sufrió Galdós se originaron en su vida amorosa (242, 419-21). Aunque el biógrafo relata en detalle la historia de sus amores juveniles frustrados con su prima Sisita (94-96), no menciona su relación amorosa con Emilia Pardo Bazán, Concha-Ruth Morell y Lorenza Cobián, la madre de su hija, María. Berkowitz narra una anécdota curiosa de los años crepusculares de Galdós en la cual el novelista insistía en pasar la noche con una dama refinada y culta, Teodosia Gandarias. Para evitar el escándalo, su sobrino José le amenazó con llamar a la policía si no renunciaba a su capricho. ¡En 45 años, su tío Benito no había dormido en casa ajena! Según se cuenta, el tiránico sobrino convenció a su viejo tío para que desistiera de la   —58→   idea, al menos durante esa noche (437-38). Berkowitz enfatiza que el tema sexual, que aparece con frecuencia en la obra galdosiana, procede de la vida y personalidad del autor:

No one has to be reminded that unconventional sex relations is a recurrent element in his works and that Don Juanism appears very frequently, although at times only ironically. These interests go deeper than the desire to portray a Spanish social phenomenon or to indulge in a venerable literary convention. For Galdós the problem of sex was woven into the fabric of his personality.


(330)                


Estamos de acuerdo con Lambert que señala que la actitud puritana de Berkowitz desfigura el retrato de la vida amorosa del novelista70. El biógrafo alude al interés galdosiano en las mujeres y en la vida erótica como si fuera anormal o patológico (419-21). Estos remilgos y el hecho de que oculte sus fuentes de información menguan el valor y utilidad de esta biografía.

Bravo-Villasante deduce de la obra de Galdós que el novelista disfrutó de una vida amorosa muy activa:

Qué duda cabe que tiene gran experiencia amorosa. No se podría escribir así, si no se hubiera sentido antes. Los amores de sus novelas no sólo están aprendidos en otras novelas, no son amores librescos, hay una verdad y una vida que nos presentan la veta escondida de un Galdós pasional, aunque enamoradizo y mudable.


(Galdós 70)                


Bravo-Villasante describe los amores de Galdós con Emilia Pardo Bazán, Concha-Ruth Morell, Lorenza Cobián, y publica en su biografía trozos de tres cartas de Galdós a Teodosia Gandarias, a quien pinta del modo siguiente: «como maestra, era mujer culta y de criterio propio, hasta el punto que a veces, Galdós la consulta como colaboradora y consejera» (Galdós 182).

El libro de Madariaga sobre los años de Galdós en Santander aporta datos frescos al estudio de la vida del novelista. Dedica un capítulo entero a los amores galdosianos, en el cual se enumeran sus flirteos juveniles (Dolores Macías, Sisita Galdós y Juanita Lund), y se describen las relaciones amorosas de su madurez (Emilia Pardo Bazán, Concha-Ruth Morell, Lorenza Cobián y Teodosia Gandarias) (Pérez Galdós 71-97). Madariaga acentúa la importancia de su relación con ésta última y advierte el valor de su correspondencia con ella:

Su estudio proporciona una serie de datos del mayor interés sobre los años de esta época del escritor, no del todo bien conocida en algunos aspectos. Su valor radica en que don Benito manifiesta a la corresponsal, día a día, sus estados de ánimo y de salud, las impresiones sobre la política del momento y, lo que es más importante, los proyectos y avances de su obra.


(89)                


Es posible que las 239 cartas de Galdós a esta maestra titulada de origen vizcaíno comprenda de 1907 a 1915. Nuestra lectura de este extenso epistolario archivado en la Casa-Museo Pérez Galdós aporta noticias sobre la vida íntima, las preocupaciones y el proceso creativo del novelista durante estos ocho años. Se presenta Galdós en estas cartas como hombre apasionado por la vida que se enfrenta con los primeros achaques de la vejez; como amante caballero devoto a su dama; como político inquieto por el estado de su patria; y como escritor ocupadísimo con sus tareas literarias.

Galdós escribió gran parte de esta correspondencia durante sus vacaciones estivales en su palacete santanderino «San Quintín» mientras Teodosia se quedaba en Madrid entre julio y septiembre. Las pocas epístolas dirigidas a Teodosia durante su estancia   —59→   invernal madrileña son breves mensajes que explican por qué no podía ir a visitarla por la tarde como era su costumbre. Las primeras cartas con fecha segura datan de principios de julio de 1907. Ese verano, cuando pasó casi tres meses en Santander (desde el 3 de julio hasta el 30 de septiembre), escribió veintiocho cartas a Teodosia. En enero y febrero de 1908, mientras Galdós padecía de una gripe muy grave, le mandó a su amada una serie de recados cortos, garabateados de prisa y con malísima letra, en los cuales le refiere el estado de su salud. Durante su veraneo de ese año en Santander, entre el 31 de julio y el 24 de septiembre, redactó otras dieciocho cartas. En el verano de 1909, le envió dieciséis más (entre el 19 de julio y el 6 de septiembre), y durante el verano siguiente le dirigió unas trece (entre el 31 de julio y el 16 de septiembre). A partir de una operación de cataratas en el ojo izquierdo en mayo de 1911, Galdós comenzó a escribir con una letra enorme. Su vista deteriorada no le impidió corresponderse con su «adorada Teo», como la llama muchas veces. Durante ese verano, entre el 31 de julio y el 29 de septiembre, le remitió unas dieciséis cartas. En el verano de 1912, Galdós se comunicó con «Teo» casi todos los días, mandándole unas cincuenta y cinco cartas entre el 22 de julio y el 15 de septiembre; de esta temporada sólo faltan la del 24 de julio y la del 24 de agosto. Mantuvo su fidelidad epistolaria en el verano de 1913 escribiéndole otras cuarenta y cuatro. La correspondencia fechada entre Galdós y Teodosia Gandarias concluye a finales de septiembre de 1913. Sin embargo, creemos que su correspondencia se prolongó después de 1913 puesto que en seis cartas sin año Galdós relata la llegada de Alfonso XIII al puerto cantábrico y expresa su deseo de visitarle en el Palacio de la Magdalena, incidente que, según Madariaga, sucedió el 11 de agosto de 191571. Además, en varias cartas sin año, Galdós menciona la gestación de Alceste y Sor Simona, obras de teatro que no se estrenan hasta 1914 y 1915, respectivamente.

La lectura de estas cartas provoca varias preguntas. ¿Por qué se suspendió la correspondencia entre los dos amantes? ¿Le habría devuelto sus cartas Teodosia? ¿Se rompieron las relaciones entre ellos? ¿Adónde fueron a parar las que Teodosia le dirigió a su caballero? Indudablemente, algunas de estas preguntas nunca podrán ser contestadas con certeza, ya que sabemos muy poco sobre los detalles concretos de esta relación. Según el doctor Zapatero Ballesteros, en 1907 Galdós tuvo un hijo varón con Teodosia que murió de muy corta edad, lo cual no se menciona en las cartas de Galdós a su amante de este año72. Sin embargo, en dos cartas de julio de 1907 observamos a Galdós reaccionar a las noticias de un posible embarazo de Teodosia. En la primera, le aconseja prudencia a su amada:

[...] creo que debemos esperar algún tiempo antes de dar franca entrada en nuestros corazones a la alegría del suceso [...] ¿Será o no será? Estaremos con nuestros corazones a la expectativa. ¡Oh secreto de la naturaleza, oh milagro del tiempo, oh felicidad no por tardía menos soberana!73


Más tarde en la misma carta, le advierte: «¿Con que tendremos canario de alcoba? Así sea. Pero contengamos nuestro fervoroso anhelo hasta que el tiempo confirme la esperanza». Cuatro días después, responde a lo que parece haber sido una falsa alarma por parte de Teodosia:

La tuya última me cuenta como se ha disipado la dulce ilusión. ¡Vaya por Dios! No sé si te diga que es bueno ó es malo. Diré tan solo que ahora como siempre se cumpla la voluntad del incógnito é incognoscible ser que gobierna el mundo. Lo que venía o parecía venir era motivo de alegría, y motivo de temores, un cúmulo de emociones y de alegrías y sobresaltos que habrían de resultar de modos varios, quizás   —60→   venturosos, quizás lo contrario. A pesar de esto, tus noticias esperanzadas me llenaron de contento. No debe afligirte el desvanecimiento de la ilusión.


(25 de julio de 1907)                


El hecho de que Teodosia pudiera haber estado embarazada en 1907 contradice lo que Berkowitz escribe sobre ella cuando la llama «a cultured and refined old lady of moderate wealth» (467; el énfasis es nuestro). Teodosia debería haber sido bastante más joven que Galdós, quien en 1907 tenía sesenta y cuatro años.

Otra pregunta que podemos plantearnos es, ¿por qué nunca se casaron don Benito y Teodosia? El epistolario evidencia que Galdós la amaba profundamente y que el amor que sentía no decayó con los años. No obstante, en un momento Galdós confesó: «Nunca sentí la necesidad de casarme, ni yo puse empeño en ello»74. Bravo-Villasante sugiere: «es posible que considerase el matrimonio como una cadena o como un estorbo, e incluso como un peligro para el hombre atareado» (Galdós 71). En sus cartas a Teodosia, Galdós nunca alude al matrimonio. Lo más probable es que a los sesenta y cuatro años, con la salud delicada y dos hermanas atentas que le cuidaban con esmero, no sintiera la necesidad de casarse. Como solterón, Galdós tenía costumbres arraigadas que le hubieran resultado difíciles de cambiar. En sus cartas, refiere a menudo su hábito diario de acostarse a las nueve y de levantarse siempre a las cinco. Describe, además, su manera metódica de trabajar por la mañana y de pasar las tardes o cavando en su huerto de «San Quintín» o recibiendo visitas. Preveía que el matrimonio le hubiera impedido disfrutar de su rutina cotidiana, le hubiera añadido nuevas obligaciones familiares, y le hubiera quitado un tiempo precioso y necesario para su labor literaria.

Entonces, ¿por qué no llevaba a Teodosia consigo a Santander durante los veranos? En algunas cartas hace referencias vagas a la posibilidad de algún arreglo en el futuro para evitar la desagradable separación estival75. Se queja de las convenciones sociales que los separan durante el verano:

Lo que me aflije [sic] que tú estés pasando esos calores, mientras yo vivo al fresco, no puedes figurártelo. Maldigo mi suerte, maldigo las mismas preocupaciones y tonterías sociales que consienten tamaña iniquidad y desigualdad tan injusta. Esto no debe ser, y hay que ponerle para el año próximo, un remedio cualquiera, siquiera por paliativo.


(17 de agosto de 1909)                


Que sepamos, nunca se arregló una residencia veraniega para Teodosia en Santander o en sus alrededores.

Con todo, el epistolario demuestra que Galdós necesitaba el amor apasionado de esta mujer en su vida aunque ella viviera a cierta distancia de él durante los meses del verano. En una carta, expresa bella y sencillamente su amor por ella: «Alma mía, todo mi ser es tuyo. Corazón y cerebro te pertenecen. Te quiero con pasión sosegada y segura, con inconmovible asiento» (16 de agosto de 1908). En otra, continúa ahondando en sus sentimientos:

Adorada Teo, vaporosa y preciosa: he recibido ayer tu bella carta. A lo que dices añado yo que si no existiera el amor, el mundo sería una sosería insoportable. Por él vivimos, y de las bestias nos diferenciamos por la espiritualidad del amor.


(16 de julio de 1907)                


Manifiesta la veta romántica de su alma, cuando expresa con gran lirismo el valor que concede al amor en su vida:

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El amor es la vida, el amor ennoblece, el amor alegra. Sustrayendo de la vida el amor, podemos comprender el infierno. Con él, la gloria es comprensible. Tú y yo tenemos nuestra gloria en este mundo.


(6 de agosto de 1907)                


Desde luego, la Teodosia que conocemos de este epistolario, la vemos desde la perspectiva del hombre enamorado de ella. En sus cartas Galdós utiliza un lenguaje de amor tan sugestivo e imaginativo como el rico vocabulario de los amantes de sus novelas, el cual ha sido estudiado por Gonzalo Sobejano. En los apodos que Galdós elige para nombrar a su amada y para referirse a sí mismo, vemos cómo idealiza este amor. Alude a la mitología clásica para describir la naturaleza de su relación: «Si yo tengo algo de Ulises, tú eres la tierna Penélope de los tiempos modernos» (10 de agosto de 1907). Otros nombres e imágenes que utiliza para referirse a su amada incluyen: «hija predilecta de Minerva y Júpiter», «mujer inteligentísima y guapísima», «Adorada Fémina», «Teo sin par», «Mi alter ego», «ma femme très aimée», «décima Musa», «mi oráculo», «mi grande maestra y colaboradora», entre otros. La conclusión de una carta ilumina este lenguaje del galán que elogia a su dama:

Adiós, mi cielito, mi encanto, mi paz, mi alegría, mi ensueño, mi realidad, mi quita-penas, mi zozobra cuando no recibo la carta a tiempo, mi consuelo, mi norma, mi consultora, mi guía, mi maestra, mi compañía, mi goce, mi estudio, mi bien muy amado y mi centro magnético.


(31 de julio de 1908)                


Cuando se despide de ella en otra carta, define el carácter de su enlace amoroso:

Debo al cielo el favor inefable de la compañía y el amor de mi Teo, apoyo hermosísimo de mis años cansados, y sostén inapreciable de mi vida, consagrada al arte, y al cumplimiento de los deberes que la propia posición artística impone a tu fervoroso y siempre amante B.


(25 de agosto de 1912)                


Repite ciertos adjetivos predilectos para describir a su amada: «preciosa, vaporosa, incomparable, esplendorosa, divina, saludísima, inteligentísima, santísima y suficientísima». Se califica a sí mismo con estos superlativos: «amantísimo, fidelísimo, devotísimo». Varias veces se llama «tu Mascle», expresión catalana que significa «tu macho». Firma una carta «tu sedentario caballero»; en otro momento se denomina «el primer Teófilo del mundo». Durante el verano de 1913 recurre a menudo a las frases vascas, Asco [sic] gurutzut y Sembat gurutzut («Te deseo mucho» y «Cuánto te deseo»), expresiones que Teodosia posiblemente le enseñó. Termina una carta confesando que platica con las golondrinas en euskera: «Mis pensamientos van hacia ti y hablo con las golondrinas diciéndoles gurutzut para que lo repitan si van hacia allí»76.

A través de este epistolario nos enteramos de las características personales que Galdós buscaba y estimaba en una mujer. Las cualidades de Teodosia que el novelista admira más son su inteligencia, su exquisita sensibilidad, su certero juicio en la crítica literaria, su sentido de caridad y la sencillez de su estilo de vida. Lee con gusto sus cartas y aprecia su observación exacta de la realidad circundante:

Admirable Teo: tu carta recibida con la dichosa puntualidad no alterada en lo que va de verano, me trae nuevas muestras de tu ingenio delicado y de tu observación sagaz. Bello y exactísimo es el cuadro de la vida de ese vecindario en las noches caniculares. Mil veces ví ese cuadro en los tiempos en que he tenido que pasar en Madrid los ardores del estío; pero nunca lo ví expresado con tan hermosa concisión.


(14 de julio de 1907)                


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En otra carta, Galdós elogia la sutileza de su expresión: «Tu imaginación sabe expresar concisamente conceptos delicados y finezas del espíritu»77. Se divierte mucho leyendo los bellos cuadros de costumbres que Teodosia incorpora en sus cartas78. Tanto es así que declara que insertaría algunos en sus propias novelas:

... tu carta de ayer es un precioso articulito de costumbres rurales y provincianas, bosquejo del natural, trazada con verdadera maestría. Cogería yo ese trozo de bella literatura y lo incluiría sin el menor escrúpulo en cualquiera de mis obras, seguro de que lo alabarían cuantos lo leyeran. Es cosa linda, graciosa, con toda la frescura de las escenas vividas.


(1º de septiembre de 1912)                


Ciertamente, además de admirar la cultura de Teodosia, alaba la bondad de esta maestra dedicada a impartir lecciones al hijo de la portera sin esperar recompensa. Alaba la manera en que organiza su tiempo:

La relación que me haces de la distribución de tu tiempo en cada día, me conmueve, me entusiasma. [ilegible]... eres mujer buena si no excelsa. Practicas noblemente la caridad con ese Miguelín que sin ti andaría vagabundeando por las calles, y el resto de tus horas lo dedicas a pensar en tu caballero amante, y a leer tus obritas y en coser tus ropitas. Bendígate Dios, que a mí ya me ha bendecido, concediéndome tu cariño y adhesión.


(4 de agosto de 1908)                


Si por un lado Galdós aprecia el carácter doméstico de su amada y le agrada imaginarla quitando el polvo a los muebles y colocando todo en su lugar, por otro lado le maravilla su dedicación profesional a la pedagogía79. Expresa su entusiasmo y su orgullo de ser amante de mujer tan singular:

La lección que das al chiquillo ese tiene un mérito extraordinario. ¡Qué mujer eres! Otra andaría de callejeo, compuesta y emperejilada, sin pensar más que en sí misma. Pero, lo que yo digo: en el mundo no hay más que una Teo, una sola, y lo mejor, lo más portentoso del caso es que esa Teo única y sin par la tengo yo.


(20 de agosto de 1908)                


Encarece el altruismo de Teodosia y la encomia con efusión: «tu vida solitaria consagrada á la educación de ese chiquillo extraño ya toca en los linderos de la santidad. Eres la mujer única, el portento de la bondad y de la rectitud» (1º de septiembre de 1908).

Se añade a la celebración de su bondad como mujer y maestra, el hecho de que admire su agudo sentido crítico para la literatura. Es por esta razón por la que acude a ella en busca de consejos sobre su propia obra literaria. Después de describirle la emoción que siente al trabajar sobre El caballero encantado confiesa:

Estas franquezas del auto-bombo no las tengo yo más que con mi Teo, que sabe más que yo de cosas literarias, y tiene un gusto muy fino, y un paladar exquisito para juzgar el fondo y la forma.


(26 de agosto de 1909)                


Durante esa época de creación literaria Galdós dependía de los juicios críticos de Teodosia, primera lectora de sus manuscritos. En una carta sin fecha le declara: «Tú eres mi público». En otra la describe como «espejo en que la obra se refleja» (20 de agosto de 1908). Al comentar una comedia que escribe, le informa que cuenta con su crítica sincera sobre la obra: «Tú la leerás antes que nadie, y me dirás tu parecer. No te anticipo ningún juicio, para que puedas dar el tuyo con entera independencia» (8 de agosto de 1908). En una imagen inspirada por una metáfora de ella, explica su colaboración artística:

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Tú me ayudarás, ya lo creo. No soy yo la encina, como dices, y tú una planta humilde. Somos tan sólo un árbol o dos árboles que tiene su injerto en las raíces. Las flores del árbol eres tú, y yo el fruto. Me parece que este símil es más exacto que el tuyo.


(11 de septiembre de 1907)                


En ese período de actividad creativa Galdós escribía obras de teatro en colaboración con Teodosia durante sus inviernos madrileños. Solía llevar en septiembre el plan de la comedia trazado en algunas cuartillas a Madrid, y luego, entre los dos, componían la obra en tres o cuatro semanas. Es posible que Galdós se refiera a Celia en los infiernos cuando afirma:

La obrita teatral cómica, que haremos los dos, la llevaré planeada. Todo el asunto sintetizado en dos o tres cuartillas. [ilegible]... pasará de las musas al teatro no en horas veinticuatro, como decía Lope de Vega, pero sí en veinticuatro días.


(10 de agosto de 1912)                


En otra carta del mismo verano, imagina el proceso creativo de una comedia que elaborarán juntos: «¡Bonita comedia hemos de tramar! Yo llevaré hecho el cáñamo y un esquema del diálogo y en tu placentera mansión bordaremos con finas lanas de colores el gracioso asunto» (26 de agosto de 1912). Galdós anticipa cómo se divertirán al reunirse para escribir Los bandidos:

Entre los dos, trataremos las escenas y a medida que vaya saliendo del telar iremos viendo los efectos que podría causar en el público. En cuanto yo llegue allá (y ha de ser pronto) nos pondremos a la faena. ¡Oh qué dulce ocupación, escribir dictando y dialogando, y riendo y bromeando! ¡Qué ratos tan deliciosos y tan útiles! Insensiblemente se hará una obra, y después en el teatro se verá si acertamos o no.


(18 de agosto de 1907)                


Teodosia ayudaba a Galdós escribiendo al dictado, leyendo y corrigiendo pruebas. Por ejemplo, el novelista contaba con su habilidad editorial para pulir el manuscrito, sobre todo para quitarle las repeticiones machaconas de Pedro Minio:

[...] yo procuraré que en esta obrita no haya machaquería. Esto es fácil de corregir, haciéndolo leer á una persona de buen gusto literario como tú, y todo aquello que te suene a machaquismo ó pesado se quitará de una plumada. La obra como está pienso que es un poquito machacona, pero a eso no le doy importancia; el machaqueo se tacha y queda lo bueno.


(12 de agosto de 1908)                


Por lo que escribe Galdós en otra carta, Teodosia le había amonestado varias veces debido a su tendencia hacia la repetición pesada: «No se aparta de mi mente el consejo tuyo de que no sea machacón. [...] Huyo de las amplificaciones y de las repeticiones» (4 de agosto de 1909).

Bien es cierto que Galdós siempre se documentaba concienzudamente para conferir exactitud realista a su obra. En una ocasión Galdós le pide a Teodosia datos sobre la vida y las costumbres del país vasco que luego inserta en un episodio de Amadeo I:

De andanza en andanza, he llevado a mi protagonista a Durango [...]. Pues, has de contarme tú mil pormenores de la vida vasca, cosas de comidas, de costumbres, y cuanto se te ocurra para dar a mi relato toda la verdad posible.


(16 de septiembre de 1910)                


Cuando Galdós se siente inseguro de lo que escribe, se tranquiliza reclamando consejos a Teodosia. Le confiesa sus dudas sobre Amadeo I: «Siento comezón de saber lo que opinas de esta obra que es un poco extravagante y rara. Cuanto más viejo soy y mayor extensión alcanza mi saber literario, más miedo siento» (12 de septiembre de   —64→   1910). Cuando se encuentra perdido o atascado en su trabajo literario, no vacila en buscar inspiración en su amada: «Te invoco como deidad tutelar que me ilumina y me guía por estos laberintos de la amena y vaga literatura» (9 de agosto de 1910).

Teodosia no sólo ayudaba al novelista a pulir su obra creativa, sino que también le escribía al dictado sus cartas de obligación social. Galdós se lamenta mucho de las responsabilidades que le imponía la fama. Por ejemplo, en junio de 1908, se había comprometido con unos amigos malagueños a mandarles una carta para los juegos Florales de aquella ciudad. Al tener que cumplir con su promesa en agosto, expresa cómo necesita a Teodosia para socorrerle en este aprieto:

¡Qué enfadoso es, en este descanso, ponerse a escribir cosas tan extemporáneas y de puro convencionalismo!

¡Cuánto te echo de menos, oh mentora y colaboradora mía! Porque tú me ayudabas en estas tareas, tú me has sacado de muchos apuros, escribiéndome al dictado lo que se me ocurría para salir de estos compromisos. Y ello es que salía bastante bien. Pero ahora solo yo y sin tu beneficioso amparo, no doy pie con bola. Veremos como me desenvuelvo, y cumplo la palabra que dí a los malditos malagueños.


(16 de agosto de 1908)                


Indudablemente, uno de los aspectos más interesantes de este extenso epistolario es la luz que arroja sobre el proceso creativo galdosiano. En sus cartas a Teodosia Galdós refiere la gestación de seis obras de teatro, Los bandidos (1907), Pedro Minio (1908), Casandra (1910), Celia en los infiernos (1913), Alceste (1914) y Sor Simona (1915); la novela fantástica, El caballero encantado (1909); y tres episodios de la quinta serie, Amadeo I (1910), De Cartago a Sagunto (1911) y Cánovas (1912).

Naturalmente, Galdós destinaba la temporada que pasaba en Santander al descanso de su frenético horario durante nueve meses en Madrid. Le preocupaba su salud menguante y dedicaba ciertos días de cada verano a tomar las aguas del balneario de Puente Viesgo (Cantabria). Procuraba hacer ejercicio todos los días, comer bien y dormir ocho horas. Sin embargo, como «Viejo Obrero de las Letras», como él se nombra a sí mismo, nunca permite que sus vacaciones interfieran con su labor literaria.

Mientras no trabaja sobre una obra específica, aprovecha sus ratos libres para planear una nueva comedia o novela. En el verano de 1907 relata su tentativa fracasada de bosquejar una obra de teatro:

Algunos ratos, pocos, consagro a enredar en el cultivo literario. He tratado de planear comedias; pero después de modelar un rato la masa entre mis dedos, acabo en desechar la obra, dando por frustrada la tentativa. Nada muy positivo aún. Los planes son desechados y en verdad no me importa. Si alguno cuaja, ya te lo diré.


(10 de agosto de 1907)                


Ocho días después advierte que la idea para Los bandidos se le ocurrió mientras padecía de un flemón:

Aunque en estos días del flemón, no he podido trabajar nada, de pluma, el pensamiento no ha estado ocioso, y sin proponerlo he visto claro el plan de una obra de teatro, que hoy está trazada en algunas cuartillas. En mi breve dolencia he visto lo que no pude ver antes, y puedo decir que hay obra. Es comedia dramática y se titula Los bandidos80.


En seguida, se pone a trabajar con ahínco en el drama que Teodosia «con sagaz criterio ha[s] apreciado como bueno». Le explica la importancia del ambiente en la obra: «La idea está en el ambiente. El arte muy sutil es el que se aspira en el ambiente que respiramos» (23 de agosto de 1907).

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Tal vez la característica galdosiana que se destaca más en estas cartas es su extraordinaria capacidad para el trabajo intensivo. En su carta del 11 de septiembre de 1907 expresa satisfacción al contemplar su cosecha literaria de este año: una novela, dos obras de teatro, un prólogo y un artículo político81. La felicidad y el bienestar que experimenta cuando está ocupado en sus faenas literarias se perciben claramente en sus cartas. Lo expresa de manera concisa cuando dice: «Prácticamente veo que el trabajo me da la vida» (14 de septiembre de 1907).

En el verano de 1908 Galdós se dedica a la elaboración de su comedia Pedro Minio, la cual refleja su preocupación personal por la problemática de la vejez. A principios de ese año, entre enero y junio, Galdós padeció una serie de achaques que documentó en las breves cartas que dirigió a Teodosia. Es de notar también que el protagonista de esta comedia, igual que Galdós, tiene sesenta y cinco años. Galdós pinta al protagonista como «un viejo romántico recogido en un asilo de ancianos». Su identificación con este personaje se demuestra al firmar su carta del 20 de septiembre de 1908 con el sobrenombre «Pedro Minio».

Para Galdós, la gracia de una obra de teatro yacía en la viveza y frescura de su diálogo, salpicado de giros populares y expresiones coloquiales. En Pedro Minio capta la sal del habla popular madrileña para hacer reír al público. Le expone a Teodosia su necesidad de documentarse en las fuentes:

En esta obra de teatro que estoy haciendo, hay algunos tipos de viejas charlatanas, desvergonzadas y cínicas (ya sabes que la acción se desarrolla en un asilo de viejos), y me veo y me deseo para encontrar el lenguaje propio y castizo de esas mujeres madrileñas, habladoras y llenas de donaire. Pues en cuanto llegue a Madrid, he de celebrar varias interview [sic] con tu portera, a ver si le cojo alguna de esas frases bárbaramente graciosas que hacen destornillar de risa a la gente en el teatro.

Hoy mismo he estado bregando con el lenguaje de mis viejas sin hallar nada que tenga ese picor especial del habla popular madrileña.


(16 de agosto de 1908)                


Alude al realismo transcendental de Pedro Minio: «El asunto es, como tú dices, de la vida real contemporánea, y aunque una fase del asunto está presentada en forma utópica, no por eso deja de tener una especial realidad» (1º de septiembre de 1908). Anticipa el juicio de Teodosia sobre la comedia; por igual ofrece el suyo: «Me parece que ha de gustarte. O me equivoco mucho ó es de gran novedad» (5 de septiembre de 1908). La misma idea se presenta en su próxima carta: «Veremos si te gusta la obra. Yo he hecho en ella cuanto he podido» (24 de septiembre de 1908). Vislumbramos de tales comentarios dispersos en su correspondencia el afán renovador de Galdós, su voluntad perfeccionista de documentarse con exactitud, su enorme capacidad para el trabajo arduo, y el placer que experimenta al contemplar su obra bien hecha.

Encontramos a Galdós en julio de 1909 planeando su novela fantástica El caballero encantado: «Pienso en la obra nueva, y en los extraños elementos que han de componerla [...]; pero no escribo nada todavía» (22 de julio de 1909). Durante las primeras semanas de agosto aprovecha un temporal que le mantiene encerrado en casa para progresar en la elaboración de su novela:

Naturalmente, privado del aire libre, me he tenido que refugiar en la literatura, y he trabajado de lo lindo avanzando considerablemente. Es una obra que se las trae. Ya la verás. Pronto estaremos tú y yo corrigiendo las pruebas de ella. Para irla confeccionando, he tenido que leer cosas interesantísimas de pasados tiempos, entre ellas las Cantigas del Rey sabio D. Alfonso X, que son una riquísima colección de [ilegible] milagros de la Virgen. Entre ellos los hay graciosísimos, extravagantes y hasta desvergonzados. Se ve en todo ello la cándida inocencia de aquellas edades.


(9 de agosto de 1909)                


  —66→  

Como ya hemos visto, Galdós expresa a menudo juicios sobre la obra que está realizando en el momento. Del Caballero encantado profiere: «¡Qué obra tan bonita! [...] ¡Es de una novedad grandísima!; es fantástica y de una actualidad transparente» (13 de agosto de 1909). Cuatro días más tarde comenta su investigación para la composición de la novela y aclara su propósito de denuncia político-social:

Es obra en que he puesto mucho de erudición clásica, cosa que aquí me es fácil por los muchos libros de literatura castiza que aquí tengo, y luego he metido unas escenas fantásticas que me sirven como artificio para introducir sátira social y política que en otra forma sería muy difícil de hacer pasar.


(17 de agosto de 1909)82                


Mientras trabaja en El caballero encantado, Galdós se siente rejuvenecer. La facilidad con que la compone le recuerda los años fecundos de su juventud:

Querida mía y mentora y musa y dueña y sabia mujer: continúo trabajando en mi obra con un ardor, que me recuerda los años floridos de mi oficio literario. La obra me domina; es un vértigo que me arrastra, una hoguera que me caldea. Ya voy por cerca de la mitad. Va saliendo con chorro afluente como el de un manantial de roca viva, que no desmaya. No sé si me equivocaré; pero creo que me va saliendo muy bien, y con extraordinario interés. Es fantástica, porque en ella pasan cosas que no son de la vida real, cosas disparatadas y del orden sobrenatural; pero en el fondo hay realidad o realismo y una pintura que yo creo justa de la vida social, tal como la estamos viendo y tocando.


(26 de agosto de 1909)                


Sus cartas destilan la emoción de su fiebre creativa. A pesar de su intensa labor, su entusiasmo no ha disminuido en absoluto cuando escribe cuatro días después:

Estoy muy metido en este trabajo de El caballero encantado, sin que hasta ahora note la menor fatiga. Algún esfuerzo me costó empezar; pero luego se van presentando los accidentes, figuras y sueños de la composición, con tal espontaneidad que ello parece marchar por sí solo sin que el arte ponga más que el manejo adquirido con una larga práctica.


(30 de agosto de 1909)                


Durante este período de su creación literaria Galdós se alejaba de su antiguo realismo, y buscaba nuevos derroteros para su arte narrativo. Es evidente que, al redactar El caballero encantado, tenía muy presente el Quijote, ya que por toda la novela sobresalen ecos cervantinos. Especifica en una carta cómo se vale del nuevo estilo humorístico para hacer una crítica de tipo político-social:

[...] esta obra que estoy escribiendo me ha embriagado de tal modo, que no puedo dejarla de la mano. Paréceme que he encontrado un filón nuevo. Es un método de humorismo encerrado dentro de una forma fantástica, extravagante, algo por el estilo de los libros de caballerías, que desterró Cervantes, y que a mí, en guasa, se me ha ocurrido rematar para poder decir con la envoltura de una ficción lo que de otra manera sería imposible. En lo que llevo escrito, me he despachado a mi gusto suponiendo encantamientos, apariciones, [...] y ahora voy a sacar gigantes, enanos y, toda clase de monstruos de la tierra v del aire.


(2 de septiembre de 1909)                


Coincidimos con Rodríguez-Puértolas, quien ha señalado que en El caballero encantado Galdós critica el tradicional caciquismo español («Introducción», 42-70). Frente a la oligarquía de caciques, se retrata en esta novela fantástica la España del campesino pobre y explotado. El novelista manifiesta a Teodosia su deseo de condenar la injusticia social de la vida actual:

Volviendo a mi Caballero encantado, que es ahora mi idea fija en el terreno literario, te diré que en esta obra presento algunos cuadros de la vida española en aspectos muy poco conocidos, la vida de los   —67→   labradores más humildes, la de los pastores, la de los que trabajan en las canterías en obras de carretera y en otras duras faenas. Son cuadros de verdadera esclavitud que en la vida hay en estos tiempos, aunque no lo parezca.


(2 de septiembre de 1909)                


Si por un lado Galdós está inspirado por las innovaciones estilísticas que va descubriendo y emocionado por la denuncia social que encubre su narrativa fantástica, por otro lado experimenta la ansiedad y vacilaciones inherentes a la gestación de toda obra de arte. Confiesa sus dudas e inseguridades sobre El caballero encantado:

A veces me digo: ¿estaré yo tonto y se me habrá metido en la cabeza una chochez de viejo? ¿Me equivocaré creyendo que esta obra que escribo es en verdad casi buena? Estaré en babia. Por esto deseo ardientemente que lo leas y me des tu parecer. He llegado a pensar que en efecto me he vuelto tonto y que ya no sé por dónde ando. Otras veces me da por pensar lo contrario. Pero en estas dudas, sigo adelante, cada vez con más entusiasmo y poniendo, como suele decirse, toda la carne en el asador.


(6 de septiembre de 1909)                


Galdós acude a su amada colaboradora y confidente para desahogarse en el delirante proceso creativo. En sus ratos de depresión, la necesita para consejo e inspiración.

Sin lugar a dudas, Teodosia inspiró uno de los personajes principales de El caballero encantado, Cintia-Pascuala, la enamorada del héroe de la novela que es, igual que Teodosia, maestra83. Incluso, algunas descripciones de «una esbelta matrona» presentan lo que parece ser un retrato de Teodosia:

Tarsis quedó embelesado, y no se hartaba de mirar y admirar la excelsa figura, que por su andar majestuoso, su nobilísimo ademán, su luengo y severo traje oscuro, sin ningún arrequive, más parecía diosa que mujer. Era su rostro hermoso y grave, pasado ya de la juventud a una madurez lozana; los cabellos blancos, la boca bien rasgueada y risueña.


(114-15)                


Ciertamente, el motivo pedagógico está omnipresente en el mundo novelesco galdosiano. La crítica ya ha insistido en la recurrencia del krausismo en el pensamiento del novelista. También en sus cartas Galdós trata el tema de la educación. Repetidas veces elogia los talentos pedagógicos de Teodosia, a quien considera máximo exponente del espíritu krausista: «Si el que tan cerca de ti vive, D. Francisco Giner de los Ríos, director de la Institución Libre de Enseñanza, te conociera, daríate sin duda el diploma de honor, o alguna distinción extraordinaria» (3 de septiembre de 1910). En su próxima carta expone la misma idea:

No te achiques. D. Francisco Giner, el padre de la pedagogía, el maestro de los maestros, se vería muy honrado si te conociera; en ti vería cosa sin igual, domadora de pueblo, con más mérito que nadie, porque tú haces lo que haces desinteresadamente, pues no necesitas trabajar.


(7 de septiembre de 1910)                


Aprueba los principios pedagógicos de Teodosia al confesarle: «Tu última carta me trae un plan pedagógico que me ha maravillado por su hermosura y filosofía. [...] Si hubiera en Madrid quinientas escuelas organizadas de ese modo, dentro de veinte años no habría clericalismo, ni monarquía, ni esclavitud económica» (12 de septiembre de 1910). En El caballero encantado, el hijo del protagonista y su amada maestra, el cual se llama Héspero y quien será «maestro de los maestros», encarna la única esperanza para la futura transformación del país. Indudablemente, Galdós conceptuaba la educación de las masas como la solución más adecuada para la regeneración de su patria.

En el verano de 1910 Galdós elabora el tercer episodio de la quinta serie. Benito Madariaga («Amadeo I») ha reconstruido la cronología de la creación de esta obra, que   —68→   llama «episodio de ruptura» por las nuevas técnicas narrativas que en él se emplean. Por igual reconoce la abundancia de elementos autobiográficos en Amadeo I, cuyo héroe picaresco reparte sus ocupaciones entre el periodismo y las conquistas amorosas («Amadeo I» 378). También advierte que Galdós se inspira nuevamente en Teodosia Gandarias para la creación de la Tía Clío, versión galdosiana de la musa de la historia («Amadeo I» 379).

En este episodio Galdós emplea las técnicas de la novela picaresca para evitar la monotonía. Explica su deliberado propósito de renovar su técnica narrativa para no aburrir a su lector:

Como necesito variar los asuntos, los personajes y hasta el método descriptivo para que la obra total no se haga pesada (el tomo actual es el 43 de la serie) en Amadeo I, me propongo hacer una obra parecida a las del género picaresco que es la más interesante tradición de la novela española. En este tomo predomina pues el elemento cómico.


(21 de agosto de 1910)                


Al buscar nuevos procedimientos narrativos, Galdós recurre al género picaresco que más tarde evalúa como «el más castizo de la novela española» (12 de septiembre de 1910). Por la estructura episódica de Amadeo I, retrata la mediocridad de la sociedad española durante el breve reinado del saboyano, a quien juzga en una carta a Teodosia como «una excelente persona, muy caballero y muy honrado, pero como Rey fue una calabaza» (7 de septiembre de 1910).

A principios de agosto de 1911, Galdós le cuenta a Teodosia que está dictando a su secretario Pablo Nougués el penúltimo de sus episodios de la quinta serie, De Cartago a Sagunto (4 de agosto de 1911). En este episodio examina las causas del fracaso de la República y puntualiza la falta de unidad entre los republicanos. Al mismo tiempo, advierte la corrupción política y la influencia peligrosa del clero en la vida pública española.

Mientras dicta esta obra a su fiel amanuense, Galdós está atravesando una crisis personal que conducirá a su ceguera definitiva. Todas sus cartas del verano de 1911, escritas en su propia letra, aluden al estado de sus ojos, ya que se repone de una operación de cataratas. Por su correspondencia con Teodosia trazamos la cronología de la pérdida de su visión entre 1907 y 1913.

Desde julio de 1907, Galdós se venía inquietando por la vista deteriorada: «Leo poco, porque la vista no permite este recreo sino con grandes restricciones» (16 de julio de 1907). Dos años más tarde, le relata a Teodosia, «me pongo a coger guisantes y tengo que dejarlo porque no veo el fruto entre las verdes hojas». Promete que en el próximo invierno se operará del ojo izquierdo, según le aconseja el doctor Madrazo (22 de julio de 1909). Poco después, al mes siguiente, expresa su optimismo:

Estoy bien de salud, menos de la vista que cada día se oscurece más, poniéndome de mal temple. Pero como el remedio es fácil y seguro, en el próximo otoño o principios de invierno pienso quitarme estas telarañas.


(17 de agosto de 1909)                


Con todo, tan problemática era su condición durante el siguiente verano que confiesa lo difícil que se le hacía escribir: «estoy tan mal de la vista, que apenas veo lo que escribo y tengo que hacer letras un poco grandes para poder enterarme de lo que escribo» (9 de agosto de 1910). Ya para finales del verano de 1910, Galdós se da cuenta de su impotencia visual: «Y en cuanto acabe la corrección del libro, me operaré del ojo izquierdo, porque tengo mi vista en un estado tal, que de esto a la ceguera hay   —69→   muy poca distancia» (16 de septiembre, sin año, creemos que es de 1910). Con todo, el novelista aplaza la prometida operación hasta mayo de 1911. Ya operado, no puede disfrutar las bellezas del mundo visual, así que enfatiza en sus cartas los sonidos de su alrededor. Por ejemplo, cuenta que no puede ver, pero sólo puede escuchar a sus amadas golondrinas: «Las golondrinas tienen ya la segunda tanda de crías. Yo no las veo, pero me divierto por las tardes oyendo la algazara y bullicio que arman dándoles de comer a los polluelos» (8 de agosto de 1911). En sus cartas del verano de 1912 Galdós responsabiliza de sus problemas visuales a los nuevos cristales que no le sirven y a la lluvia: «Hoy tenemos otra vez tiempo lluvioso y cielo muy oscuro, accidente atmosférico que turba y disminuye mi visión, la cual no será lo que debe ser hasta que varíe de cristales» (2 de septiembre de 1912). Notamos que cuando cree ver mejor, se siente muy optimista:

Cuido ahora la vista como un tesoro que no se puede ni se debe perder. Te participo con verdadera alegría, que voy notando mejoría efectiva en mis ojos. Hago frecuentes observaciones y he podido apreciar mejor visión cada día.


(4 de agosto, sin año)                


Sin embargo, para mediados de agosto de 1913, se percibe que ha perdido casi por completo la vista, tanto así que su letra es en ocasiones ilegible.

En Cánovas, su último episodio nacional, terminado de redactar en el verano de 1912, Galdós describe, por medio de la narración de Tito Liviano, la triste sensación de volverse ciego:

Después de Semana Santa, empecé a notar que mi vista se nublaba; sentía como arenillas en los ojos, sin que de ello me aliviasen los cuidados de Casiana, que dos o tres veces al día bañaba con agua de rosas mis pupilas enfermas. [...] Al propio tiempo crecía la fotofobia, y ni aun amparando mis ojos con gafas negras érame posible resistir la viveza de la luz en plena calle. Fue menester reducir los paseos a la hora crepuscular, motivo mayor de tristeza y abatimiento. Siguieron a esto dolores en las sienes, vascularización en la córnea, que perdía su brillo, tomando, según me dijeron, un aspecto mate, sanguíneo.


(Cánovas 95)                


El personaje describe cómo la ceguera ha transformado su vida:

En aquel lúgubre rodar de mi existencia notaba yo menos constancia en las visitas de los amigos. [...] Sólo la fiel Casiana permanecía junto a mí superándome en paciencia y llevando a los límites de lo sublime la humanidad, el amor y la misericordia.


(Cánovas 96)                


Las descripciones narrativas de la atención de Casiana inducen a preguntarnos si éste era el papel de Teodosia durante la ceguera de nuestro novelista.

En agosto de 1912 encontramos a Galdós algo deprimido y ansioso de concluir su último episodio. Las cartas diarias que recibe de Teodosia le hacen «llevaderas las tristes horas de soledad y desabrimiento» (1º de agosto de 1912). Relata en esta misma carta que falta poco para finalizar Cánovas, obra comenzada en febrero: «Cuando lo acabe y me quite de encima esta tarea que me agobia, es fácil que vaya un día a la Vega de Pas [Cantabria] a entretenerme». Unos días después declara: «Estoy acelerando el trabajo para terminar este maldito Cánovas, que ya me enfada» (4 de agosto de 1912). Cinco días más tarde informa que piensa «poner el remate a Cánovas, que está ya casi impreso» (9 de agosto de 1912). Es evidente que Galdós estaba agotado por el enorme trabajo de su último episodio. Se sentía aliviado de concluirlo, pero insatisfecho con el resultado de sus esfuerzos: «Se acabó Cánovas. Como Dios en el último día de su labor   —70→   constructiva del mundo, pudo decir: acabó su obra y vió que era buena. Yo sólo diré que es mediana y pasable» (14 de agosto de 1912).

Pese a su cansancio al concluir Cánovas, anuncia su próximo episodio que nunca escribirá: «El tomo que seguirá se titulará..., y en él retrataré de cuerpo entero al sutil, agudísimo y maravilloso D. Práxedes» (9 de agosto de 1912). En otra carta describe el período que abarca este episodio: «Abraza desde la subida de Sagasta al poder el 81, hasta la muerte de Alfonso XII, en noviembre de 1885, y el nacimiento de este Alfonso XIII, en marzo del 86» (25 de agosto de 1912). Le confiesa a Teodosia lo espinoso que es hallar innovaciones narrativas para su próximo episodio: «El nuevo tomo lo empezaré bajo tus auspicios, y en él tendré que introducir nuevos elementos sociales para dar novedad a la narración. Es obra de romanos buscar y encontrar novedad en un tomo que es el 47 de la serie» (25 de agosto de 1912).

Según Brian Dendle (182), los episodios sirven de vehículo a Galdós para comentar las cuestiones nacionales de la actualidad. La quinta serie de los episodios recoge su visión pesimista de la España post-revolucionaria. Para Galdós, el caciquismo, el compadrazgo y la influencia del clero en la vida pública se han combinado para degradar el sistema político español. Esboza soluciones para los problemas nacionales: el desarrollo de la agricultura, el comercio, la industria y la educación de las masas obreras.

Siempre preocupado por el estado de su país, en 1907 Galdós inicia sus actividades políticas como diputado republicano a las Cortes por Madrid. Con el tiempo su compromiso político aumenta y, en 1909, con el cargo de presidente de la nueva Conjunción Republicano-Socialista, desempeña el papel de moderador de facciones contrarias. En sus cartas del verano de 1909, Galdós se muestra consternado a causa de la crisis política y se queja a Teodoila de las «latas» que «son imprescindible secuela de la vida política». Hasta confiesa que «si la vida política es muy fastidiosa en Madrid, en los pueblos suele ser mucho más cargante» (19 de julio de 1909). Se opone a la intervención española en Melilla y pronostica los eventos de la Semana Trágica: «La cuestión de la guerra se va poniendo muy fea, y las complicaciones políticas, que ha de traer pueden ser muy graves» (22 de julio de 1909). Su comentario sobre la insurrección catalana manifiesta su anticlericalismo:

La grande ansiedad que en los días pasados sufríamos por lo de Melilla y Barcelona se ha calmado. Ya se ha visto la verdad de lo de Barcelona. Total, varios tumultos y 40 conventos quemados. En buena hora sea. Ya les reedificarán las casas a las monjitas y frailecitos y todo volverá a lo que fué. Pero ha sido una lección, un primer aviso.


(4 de agosto de 1909)                


El 13 de agosto le anticipa a Teodosia que regresará a Madrid para una reunión de republicanos del día 20. Galdós desea estar allí un día antes «para dar ejemplo y tener tiempo de enterar[se] bien de las cosas». Enfatiza que es una reunión secreta y le avisa a Teodosia: «De esta ida mía á Madrid no des conocimiento á nadie, ni a la portera, que todo lo publica, ni al lucero del alba. Queremos reservar escrupulosamente el hecho de nuestra reunión» (13 de agosto de 1909). Ahora Galdós considera su papel político como escritor didáctico:

La política se va poniendo de tal modo encrespada que no tendré más remedio que consagrarle algunos ratitos y escribir algunas soflamas y alocuciones para amaestrar a la gente. Sabiendo lo que podrá ocurrir de aquí al verano próximo, ¿quién puede asegurar que no haya un cambio radical?».


(17 de agosto de 1909)                


  —71→  

Vuelve a predecir la caída del gobierno de Maura: «La cosa política esta muy enredada. Imposible que este gobierno pueda sostenerse más. La expiación de faltas tan garrafales está próxima» (3 de septiembre de 1909). Para octubre de 1909, Galdós se muestra tan inquieto por la situación política que apenas puede comer y dormir:

Pero, como te he dicho mil y mil veces, la política no tiene entrañas, y en Madrid me esperan algunos días de gran fatiga, días de prueba. Estoy bastante preocupado con las cosas políticas, pero al propio tiempo no dudo que iremos pronto á algo mejor que lo existente, que es malísimo. Pensando en estas cosas, aquí no he dormido tan bien como esperaba, y he sido muy parco en el comer, por falta de apetito.


(11 de octubre de 1909)                


Con la dimisión de Maura a finales de octubre y la instalación del gobierno más liberal de Moret, se puede suponer que Galdós volvió a dormir tranquilo. No obstante, sus responsabilidades políticas continuaron exigiéndole mucho esfuerzo.

Sus cartas de agosto de 1910 comentan los disturbios sociales y las huelgas de Bilbao. Le complace la persecución de los jesuitas, a quienes Galdós concibe como la fuente de todos los males sociales:

¿Has visto el varapalo que se han llevado los jesuitas y bizcaitarras [sic] y clerizontes de tu provincia? Lo he gozado de esto lo indecible, y me he bañado en agua de rosas. Ya era tiempo, ¡vive Dios!, de meter en un puño a esa ruin canalla.


(9 de agosto de 1910)                


Para Galdós, la regeneración de España sería imposible sin la destrucción del clericalismo. Se preocupa porque la huelga no se arregla y vuelve a echar la culpa del desorden social al poder de los jesuitas cuando explica a Teodosia:

[...] los patronos y los bizcaitarras levantiscos son unas mismas personas. Sobre ellos están los jesuitas, á los cuales, y a la plutocracia bilbaína ha mimado el gobierno conservador, concediéndoles cuantos privilegios y monopolios han querido. Ahora se tocan las consecuencias de aquella deplorable política.


(9 de agosto de 1910)                


Durante una manifestación de republicanos de Bilbao, Galdós se impresiona por el gran número de mujeres vascas activas en la política revolucionaria. Describe la llegada de los bilbaínos que viajan a Santander para una reunión de republicanos:

Vinieron 150 mujeres, algunas bien [ilegible], jóvenes y bien vestiditas. La entrada del mujerío en la población con los estandartes fue un cuadro hermoso. Yo las vi cuando entraron en el lugar del mitin con las damas viejas de aquí. [...] Dijeron tus paisanos que Bilbao es liberal y revolucionario, que los jesuitas han perdido mucho terreno, y que si andan en bromas, irán todos de cabeza a las aguas del Nervión.


(16 de agosto de 1910)                


Prosigue relatando cómo los bilbaínos pasaron por San Quintín y homenajearon a su líder republicano:

El domingo tarde pasaron por estos barrios en imponente manifestación con banderas, y largo rato estuvieron delante de esta casa, dando voces, gritando y cantando la Marsellesa. Fué una tarde espléndida, de gran regocijo para toda la población.


(16 de agosto de 1910)                


Esta descripción ilumina la impresionante talla política de Galdós entre los republicanos y socialistas, para quienes el gran novelista era mucho más que una figura decorativa. Se había convertido en adalid por excelencia de los derechos del obrero.

  —72→  

El compromiso político de Galdós le quitó tiempo valioso de su labor creativa, tanto que en momentos se lamenta: «porque el tiempo es oro, y dejar de trabajar unos días me retrasa semanas porque se escapan las ideas, y cuesta trabajo volver a traerlas al aposento cerebral» (21 de agosto de 1910). Se percibe que por momentos el novelista está atormentado por las obligaciones políticas que le apartan de sus tareas literarias. En sus cartas de 1911 notamos menos entusiasmo por el republicanismo y más moderación en el nivel de su actividad política. En un momento determinado le ruega a Teodosia que deje de preocuparse por la política y que vuelva a ocuparse por cuestiones del arte que le convienen más:

Adoradísima Teo: hazme el favor de no tener más dolores de cabeza, ni pensar en política, que es arte inferior que no debe ocupar nuestras excelsas cabezas. Nuestra religión es la alegría, la confianza, el arte, pues para esto nacimos. Todo lo demás es aire vacío.


(29 de septiembre de 1911)                


Su fe menguante en la política se nota en sus comentarios sobre Timoteo, el hermano de Teodosia:

Me hace gracia, y me causa risa lo que dices de que debo tener presente, para favorecer á Timoteo, que éste no es republicano. No lo es, ni para nada le hace falta serlo, pues sus deberes como funcionario del Estado, le ligan al régimen monárquico que desdichadamente nos gobierna. Bien se está Timoteo en ser monárquico, que esto no será [ilegible] para trasladado a Madrid; al contrario, mejor está en el Alfonsismo que en otra parte. Por lo demás, los republicanos somos más atendidos que los del montón dinástico en nuestras pretensiones.

Puedes estar tranquila en esto, y viva mi Teo, que es lo que principalmente interesa á mi corazón, antes que todas las Monarquías y Repúblicas del mundo.


(15 de agosto, sin año)                


Las últimas cartas que Galdós escribió a Teodosia evidencian su alejamiento de la actividad política y su acercamiento a la monarquía de Alfonso XIII. Según Berkowitz, el novelista se sintió muy halagado cuando el Rey le invitó al palco real del Teatro Español durante el estreno de Celia en los infiernos (404-05). Desde aquella entrevista Galdós anhelaba obtener de nuevo una audiencia con Alfonso XIII, con quien simpatizaba sinceramente. En una serie de cartas cuenta con emoción los incidentes que le hacen creer que tendrá otra oportunidad de conversar con el Rey, esta vez en su palacio veraniego de Santander. En la primera, refiere que el cortejo real acababa de llegar a Santander y cómo pasó por «San Quintín»:

Salí a la puerta de mi casa cuando pasaba la gran procesión que en realidad no vi más que figuras que rápidamente pasaban en los fugaces automóviles. Los amigos que estaban a mi lado me dijeron, que el Rey me había mirado obstinadamente al pasar.84


Relata que a las tres de la tarde el conde de Romanones llegó a su casa, después de almorzar en palacio, y le dijo que Alfonso XIII celebraba mucho el haber visto a Galdós desde su coche. Continúa contando cómo el General Aznar, jefe del cuarto militar del Rey, vino a visitarle por la tarde con un recado de salutación de éste, y se quedó largo rato conversando con él. Hablaron de la política y del estado de la vista del novelista (6 de agosto). En su próxima carta, anuncia que Tomás Romero llegará pronto para fijar día y hora para acompañarle a visitar el palacio (7 de agosto). Se percibe la anticipación emocionada de Galdós, que está seguro de obtener una audiencia con el Rey cuando describe como se vestirá al presentarse en palacio: «Pronto a poner la odiosa levita y el pantaloncito nuevo...» (9 de agosto). Su desilusión se   —73→   patentiza en su próxima carta cuando refiere que en esta ocasión no llegó la invitación real (10 de agosto)85.

Aunque la política de Galdós sufre varias transformaciones durante estos años, su labor literaria prosigue tan asidua como siempre y su devoción al arte dramático se profundiza. En julio de 1912 el doctor Madrazo, su amigo santanderino y empresario teatral, presenta a Galdós como director del Teatro Español. En este nuevo papel Galdós se ve obligado a seleccionar obras del teatro clásico nacional para el actual público consumidor, tarea que encuentra bastante enrevesada. Expresa su frustración al buscar una obra del gusto del moderno aficionado al teatro:

En la soledad he leído dos obras dramáticas antiguas, desechándolas por no ser de segura eficacia ante el público en los tiempos que ocurren. ¡Qué difícil es contentar al público, y qué pocos son los que logran plenamente este objeto! Obras que enloquecieron a la gente hace 30 ó 40 años, hoy producirían, antes que aplausos, bostezos o quizás manifestaciones menos inocentes. Las obras de indiscutible eternidad son pocas, muy pocas.


(27 de agosto de 1912)                


Por fin, se decide por A secreto agravio, secreta venganza como obra inaugural de esa temporada del Teatro Español. Planea su estrategia para organizar la compañía teatral: «Yo me preparo para caer como un rayo en el campo de Talía y meter en cintura a toda aquella familia, o caterva, nombre que daban los griegos a la gente de teatro» (2 de septiembre de 1912). Como director artístico, se le encarga la revisión de un número excesivo de obras dramáticas. Compara las muchas piezas de teatro que piensa llevar a Teodosia a una recolección de vegetales:

Si estás dispuesta a leer comedias y dramas, ya puedes prepararte, pues yo tengo ese género por arrobas o por fanegas. La producción teatral es este año colorada en el ramo de calabazas, cebollas y pimientas. ¿Se encuentra en la enorme cosecha alguna fruta sabrosa y delicada?


(10 de septiembre de 1912)                


Además de llevarle piezas de aspirantes a dramaturgos, Galdós le abastece a su amada de numerosos libros de su propia biblioteca. En su selección de obras para Teodosia, quien era una lectora voraz, nos enteramos de los gustos literarios del novelista. La larga lista de obras que elige para ella contiene alguna novela de Daudet, las memorias de Rousseau, la Ilíada de Homero, I Promesi Sposi de Manzoni, The Vicar of Wakefield de Golsmith (en inglés), varios tomos del Lord Macaulay (traducidos al castellano), El Príncipe de Maquiavelo, la poesía de Ovidio y Mis prisiones de Silvio Pellico que llama «una de las joyas de la literatura italiana». En una ocasión Galdós bosqueja su plan pedagógico para ella:

Los estudios literarios y políticos del gran escritor Macaulay te han de gustar extraordinariamente y completar tu [ilegible] erudición de las grandes figuras históricas. Después de leer estos estudios, conocerás a Dante, Maquiavelo, Milton, Bacon, etc. como si los hubieras tratado familiarmente.


(2 de agosto, sin año)                


Cuando Teodosia le pide un libro de Concepción Arenal, Galdós confiesa que no tiene ninguno en su biblioteca. En otro momento, reconoce que no ha leído a Maquiavelo, pero esto no le importa, ya que ella puede leerlo por él:

Y volviendo al amigo Maquiavelo, te digo que este escritor prodigioso le adelanta a su época anticipando las ideas del momento presente. Yo no le he leído; pero leyéndolo tú, es lo mismo porque de tu pensamiento al mío hay no menos espacio que el grueso de un cabello.


(2 de agosto, sin año)                


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Si los libros que Galdós escoge para Teodosia revelan algo de sus aficiones literarias, los consejos que le ofrece descubren sus valores éticos. Por ejemplo, cuando Teodosia se encuentra aturdida por la informalidad de su portera o por el qué dirán de sus vecinos, Galdós le aconseja que se muestre superior a la bajeza de la gente y que no haga caso de la intolerancia general. A guisa de director espiritual, Galdós le amonesta a Teodosia:

Otra cosa: no apruebo que dejes de salir y de visitar á Dª Filomena. ¿Qué puede decir la vecindad? Nada. Estaría bueno que una señora como tú no pudiera salir a la calle por el que dirán. [...] Tu personalidad está demasiado alta para que puedan denigrarla esos vecinos idiotas y bajunos, No hagas caso. Sal si te acomoda. En cualquier otra casa te pasaría lo mismo. No hay que hacer a la vecindad más caso del que merece, ni concederles beligerancia en materia de opinión.


(29 de julio de 1907)                


Concluye su larga arenga con advertencias que podrían servir de moraleja a cualquiera de sus obras: «En fin, que seas muy dueña de ti misma, y tengas conciencia plena de lo que eres y de lo que vales» (29 de julio de 1907). Le exhorta repetidas veces a que sea generosa y paciente con la portera que la «saquea» constantemente, que no se aburra ni se deprima a solas, que se dedique a la lectura y a la enseñanza, y que trate de alegrarse con las cosas sencillas de la vida (las flores, los animales, etc.)86.

Galdós no sólo recomienda la nobleza y la generosidad, sino que predica con el ejemplo de su propia magnanimidad. Con frecuencia explica que tiene mucho más dinero de lo que necesita e incluye un billete de cincuenta pesetas en su carta para su amada y le envía otro para su hermano Timoteo. Es más, sugiere que estos sean generosos también con la portera:

Mañana le mando cuartos a Don Timoteo. A propósito de cuartos: anúnciame con tiempo cuándo se te acabará la cuerda, para mandarte billetitos. A mí me sobran y no es razonable que a ti te falten. Y cuando yo te los mande, dale algo a la portera, para que ella vea que no eres rencorosa, para que vea la inmensa distancia sideral que hay de ti a ella.


(20 de agosto de 1908)                


En tanto Galdós desprecia el vil metal, estima en mucho el mundo natural que le rodea en su retiro veraniego. Elogia los efectos saludables del mar: «El mar con su música constante, con su cantar grave que todo lo dice sin decir nada, ayuda a nuestra reparación orgánica. Grande amigo de melancólicos es el mar» (16 de julio de 1907). Aprecia la abundancia de su huerto en «San Quintín» que pinta como un gran «teatro de la naturaleza, cuyos actores y actrices son los acreditados y siempre aplaudidos calabacines, guisantes, melones y las graciosas judías, zanahorias y lechugas» (6 de agosto de 1907). Galdós conocía bien el mapa del cielo nocturno y, en varias cartas, delinea la configuración de las estrellas87. En su finca santanderina guardaba una pequeña colección de animales -dos cabras, patos y gallinas, palomas, un gato y varios perros- cuyas gracias celebra en su epistolario. Le encantan sobre todo las travesuras de su «niño perruno» Titi, con quien comparte su café con leche por la mañana88. No obstante, el aspecto de la naturaleza que ensalza y que parece amar más que nada son los pájaros, especialmente las golondrinas y los gorriones, a los que dedica unas descripciones preciosas89.

Por último, aunque se queja en momentos de las frecuentes visitas molestas que le ocasiona su fama de escritor, Galdós se da a conocer en su correspondencia como una persona profundamente comprometida con el prójimo. Se preocupa por el futuro éxito de los jóvenes que conoce. Le inquieta que Timoteo, hermano de Teodosia, no salga bien en sus oposiciones y desea que se vaya forjando una carrera burocrática. Sufre por   —75→   su sobrino Pepe, profesor en la Moncloa, que se convierte en «víctima de combinaciones caciquiles» al perder su puesto universitario, y le escribe a Maura para que éste le obtenga una nueva colocación. Agradece sinceramente la compañía que disfruta de sus amigos íntimos y se interesa por el bienestar de algunas figuras pintorescas como don Policarpo, el viejo marinero que le visita diariamente en Santander; la portera de Teodosia, a la que considera salida de «una página de D. Ramón de la Cruz»; y las graciosas costureras madrileñas, a quienes invita a su casa en agosto de 1912 y cuya experiencia compara a la de Segismundo de La vida es sueño. Enfatiza en varias ocasiones la importancia de la familia en la vida del individuo. Por ejemplo, celebra mucho que Carmencita, la sobrina de Teodosia, vaya a vivir con su tía y que se mude Timoteo a Madrid para estar más cerca de su hermana «para que viva cada uno en la casa, con la natural comunicación entre personas de una misma familia» (7 de agosto de 1912). Galdós reconoce el valor de la presencia de los niños, que alegran la vida, cuando señala a Teodosia: «tendrás cerca de ti á la angelical Carmencita y a la otra criatura, que también parece adornadita de atractivos. Faltaba en tu existencia ese encanto de las gracias infantiles, y ya lo tienes» (12 de agosto).

En fin, la imagen de Galdós que descubre este epistolario es la de un hombre generoso de espíritu, cariñoso con sus amistades y con su familia, y comprensivo sobre las debilidades del prójimo. Al mismo tiempo, es un dedicado «obrero de las Letras» que siempre se exige lo mejor de sí mismo. Estas cartas demuestran la jerarquía de valores del novelista, que coloca en su escala moral al arte y la belleza natural por encima de la política y el triunfo social. En su correspondencia la famosa figura literaria se humaniza durante su proceso creativo, al tiempo que se esfuerza por hallar nuevas técnicas para renovar su obra artística. Además, se nos revela la faceta inédita del carácter apasionado de Galdós como amante devoto de su dama90. Finalmente, hemos podido apreciar el valor que concede Galdós a las excelencias de una mujer superior como Teodosia Gandarias, que merece nuestro reconocimiento como apoyo moral y colaboradora artística del escritor español más ilustre de los últimos tres siglos.

Universidad de New Hampshire


Agradecimiento

Quisiera dar las gracias a doña Rosa María Quintana, Conservadora de la Casa-Museo Pérez Galdós y al personal de la Casa-Museo, quienes facilitaron mi investigación del epistolario objeto de este estudio. También agradezco las valiosas indicaciones y sugerencias que me ofrecieron el doctor Benito Madariaga de la Institución Cultural de Cantabria, y el profesor Geoffrey Ribbans de Brown University, y las correcciones de mi castellano, del profesor William Mejías-López de la Universidad de New Hampshire, y de la profesora Reyes Lázaro de Smith College.





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