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Cielito de un Correntino



ArribaAbajo    Voy a cantar este cielo
por una tonada extraña,
para que lo baile un cierto
diretor de media caña.

    Allá va cielo y más cielo,  5
cielo por la Residencia110;
háganme favor de hacerle
cancha para el Vuecelencia.
—92→

    No hay duda: don Juan Manuel
mostró que tenía tino  10
al ponerle LOCO al ñato,
pues le acertó a lo divino.

    Allá va cielo: ¡Rascate!
vaya mi cielo: ¡Mordete!
muchas memorias te manda  15
de cualquier parte Alderete111.

    Diz que ajuera el Diretor
le anda temiendo a la vela,
y otros dicen de que el mate
le anda jediendo a pajuela.  20

    ¡Ay, cielo! y dicen también,
no sé si será verdá,
de que ya no sabe el ñato
aónde queda el Paraná.

    En Corrientes andan todos  25
con un susto, háganse cargo:
no los vaya a lastimar
como hizo en el Pago Largo.

    Allá va cielo, mi cielo,
cielito, cielo, en la vida  30
no vas a crer, Diretor,
que Correntino te olvida.

    ¡Ah, Cristo! ¡quién lo topara
por ahí, por la Recoleta,
para atracarle una mora112  35
a la raíz de la paleta!
—93→

    Cielito, cielo, mi cielo.
¡ay, cielo del alma mía!
la Correntinada dice:
¡Cuándo llegará ese día!  40

    A pesar que, si se ofrece
la ocasión, estamos viendo
que se le duerme al Rosin
y a dos laos sale muriendo.

    Cielo mío, pero entonces  45
de balde ha de hacer cabriolas;
se escapará de mi corvo:
pero... ¡cuándo de mis bolas!

    Al fin para el Diretor
echaré la despedida,  50
y hasta que yo me le afirme
Dios le conserve la vida.

    Allá va el último cielo,
cielito de la esperanza:
¡ojalá para ese día  55
le pase mucho la panza!



  —94→  
Tapones por todos laos

Se suena de que, como el Diretor anda hoy por Palermo, olfatiando para los barcos de Guerra Uropeos, la Comendancia General de Marina está atariada haciéndole poner, con los mesmos barcos que fueron de Vuecelencia, tapones por todos laos, desde Patagónica hasta San Nicolás y más allasito, y que los barcos van carpaos de choclos para los empleaos de las duanas del Diretor, y llevándoles MEMORIAS DEL BOGLEO.





  —[95]→  

ArribaAbajoNº 6

Buenos Aires.- Julio 2 de 1853



Sí, señor: mucho me ha de hacer con su alesna

Así mesmo, me acuerdo de que, una ocasión, le decía empacao y medio encogiéndose un Porteñito achurador a un viejo Entrerriano, muy quebrallón y desollador de los corrales aonde lo amenazaba al criollito, como queriendo destriparlo con un cuchillo envenao113 y de hoja enteramente muy gastada...

Entonces, ya les digo: el Porteñito lo aguardaba empacao y como echando mano al alfajor, y cuando el viejo le quería prender hasta la virola, el muchacho no hacía más que medio sacarle   —96→   el cuerpo y decirle: -Sí, señor: ¡mucho me ha de hacer con su alesna!

Con que, así le diré yo al señor Diretor, ahora que he sabido con siguranza de que está fieramente enojao conmigo, pues diz que en San José de Flores, días pasaos, Vuecelencia muy caliente le dijo a una moza de que, si me agarra (¡y que me agarraba!) me ha de hacer sacar una lonja cuando menos. ¡Cristo, qué riguridá! De modo...


   Que si el Diretor me hostiga
en lonjiarme se encapricha,
encogerá la barriga
y le diré a lo Bachicha114;
¡ma!... ¿qué quiere que te diga?

A pesar de que pudiera agarrarme, cuando Vuecelencia entre a Buenos Aires (y que entraba), porque yo no pienso juirle de la trinchera o de más ajuerita, y por allí no más tanto a mí como a todos los defensores de la ciudá, cuando el Diretor la atropelle (y que atropellaba), nos ha de encontrar ¡firmes como palo a pique!

Vaya, vaya: ¡eh! ¿con que, solamente apenas quiere desollarme? Pero, señor: ¿por qué está tan enojao conmigo? ¿Porque suelto al Gallo? ¿No decía Vuecelencia que en esta vida nada se le importaba de ningún gacetero del mundo? Ya se ve: como Vuecelencia es hombre tan acreditao (para el cuchillo)115 desde PAGO LARGO116 hasta VENCES,   —97→   como desde la INDIA MUERTA hasta PALERMO, ¿qué mella le han de hacer con gacetas? aunque yo desconfío que el Gallo le hace muchas cosquillas, porque Aniceto les dice a los paisanos la verdá sin terminachos, y no se casa con naides: sin embargo de que los apreceo a todos siguramente más que Vuecelencia, que ha venido a embrollarnos con su Custitución ñata, haciéndonos matar unos con otros. Si a lo menos y por último se volviera, señor, para su tierra a gobernar allá como le dé la gana, en ese caso, hasta yo me empeñaría para que lo largaran...

Y para este empeño no le parezca que al Gallo le faltan amigos de todas layas allá ajuera y acá adentro.

De veras: pues aunque Vuecelencia presume de guapetón y ricacho, y de tener mucho partido, con todo, yo que sólo soy un triste gaucho, en cualquier parte le corro a más bien querido. Por eso le aconsejo que se largue de una vez a su cueva y nos deje a los Porteños arañarnos o acomodarnos: no sea porfiao. ¿A qué diablos está queriendo engañar todavía a los gauchos, después de lo atribulao que se encuentra con la raliada117 de la Escuadra?

Ya sabemos que Vuecelencia les está haciendo decir a los paisanos, el que de acá los puebleros le andan mandando empeños para que les haga la paz, para dejarlo de Diretor custitucionudo de todas la Provincias, a fin de que en cuatro manotiadas nos haga cueriar todas las vacas de la nuestra   —98→   y algunos gauchos de yapa. ¡Oh! no embrome, patrón.

¿Diaónde se ha creído que los gauchos porteños son mulitas, ni que Vuecelencia los ha de seguir engatusando con proclamas, y diciéndoles que no es nada el rempujón de la Escuadra, y que se aguanten como buenos federales, sin comer, sin medio y en pelota, hasta que Vuecelencia haga la entrada? Págueles, señor Diretor, mire que los mozos de ajuera bien saben ya de que el Gobierno de la ciudá y todos los soldaos que la defienden, tanto los gauchos como los cajetillas, también son federales de ley; y que así como pelean parejito, lo mesmo comen bien todos los días, y andan abrigaditos con cacharpas lindas, en ancas de que, CADA SÁBADO, ¿oye Vuecelencia? cada sábado, al salir el sol, desde el primerito hasta el último de los soldaos de la ciudá reciben en su cuartel ochenta y siete pesitos para los vicios. ¡Ve, señor! Así se trata a los soldaos federales; y no con proclamas y promesas de para la entrada. ¡Qué apunte!

Ya presumo de que Vuecelencia me ha de hacer retrucar esta verdá, diciendo que este gobierno roba mucho, y por eso larga plata. Puede ser que así sea, aunque está en duda; pero, lo cierto es que si roba, roba para todos por parejo, lo que allá Vuecelencia se está trajinando para su buche solamente todos los cuerambres y haciendas de la campaña, sin darle un rial a Cristo, como es su maña vieja: pues todavía me acuerdo de que a los soldaos porteños y federales de doce años de campañas, que trujo Vuecelencia de la Banda Oriental a Entre Ríos, les dio apenas tres patacones   —99→   a cada uno, y que Vuecelencia se tragó todos los cargamentos de pesos fuertes que le aflojó el Emperador para los soldaos federales.

Pues, así mesmo en el día, Vuecelencia y tres o cuatro de sus ahijaos se están tragando todas las haciendas y demás bienes de nuestra provincia, y en lugar de largarles algunos medios a sus soldaos, les arrima estaca cuando se ladean del campamento a calentarse por ahí, y les suelta proclamas y promesas de para cuando la entrada.

¿Qué entrada? ¿cuándo, y quién vendrá haciendo punta? ¿Vuecelencia? ¡Ja! ¡ja! ¡ja! ¡Ah, malhaya! dicen los Italianos lambiéndose por conocer al Diretor yesquerudo. Luego, si Vuecelencia no puntea en la entrada, ¿quién vendrá adelante? ¿Los paisanos? Vaya, señor Diretudo, por Jesucristo le pido otra vez que no se haga el sarnoso, y que piense del mismo modo que piensan muchos de los Porteños que le andan al redor. Velay cómo:

En Buenos Aires hay ocho mil Guardias Nacionales, porteños cuasi todos y platudos en ancas de buenos mozos. Cada Guardia Nacional tiene tres o cuatro hermanas o primas, muchachas ¡cosa linda! y de yapa cada criollo de estos tiene allá ajuera algún pariente o pión de su completa amistá, y hasta de gauchiar juntos. Luego, cada muchacha tiene algún Urupeo y algunas tienen hasta cuatro o cinco, que a un tiempo les andan arrastrando la ala118.

Muy bien: pues sí, señor; Vuecelencia quiere por fuerza entrarse a[] nillar a los Porteños y manosiar   —100→   a las muchachas, y entonces ¿qué resultará? Claro está, los Nacionales peliarán por su cuenta y harán peliar a sus parientes de ajuera y de adentro; y luego las muchachas, las hermanas, y las parientas de los Nacionales les dicen a los Urupeos: ¡chúmbale a Urquiza!... y de lo demás hágase cargo, don Justo.

Cierto es que también Vuecelencia presume sujetar la reserción del paisanaje, diciéndoles que ya a entrar a la ciudá y a darles a todos por los atrasaos, en cuanto le lleguen los cotigentes119 de soldaos que le van a mandar de las provincias, y que con ellos entonces a la fija nos apretará a todos los Porteños.

¡Pues no, mi alma! Eso de los cotigentes, endeveras mete miedo.

Pero a propósito: escuche, le contaré lo que me pasó el otro día en una comilona que tuvimos con unos cuantos de los pasaos, que esa mañana se le raliaron de Palermo; porque no fallan a lo menos de a veinticinco diarios; y, si no lo cré, pregúnteselo al coronel don LAUREANO DÍAZ.

Pues, como le iba diciendo: como unos quince soldaos de los del pueblo, entreveraditos con algunos pasaos que también ya son soldaos de la ciudá y mozos platudos, nos largamos de humorada a voraciar en la fonda; pues por acá los soldaos, cuando nos da la gana, comemos de fonda; porque para eso nos paga bien el Gobierno Federal de Buenos Aires, sin echarnos tantas proclamas.

En fin, en la fonda nos tiramos de pasteles,   —101→   gallina con arroz, chicholos, y échele cuhetes120, y vino superiorazo al gusto de cada cual. El caso fue, que, en medio de la jarana, no sé quién de la rueda dijo de que a Vuecelencia le estaban ya por llegar doscientos Mendocinos del cotigente, como Vuecelencia mesmito lo asiguraba. Al oír esto, saltó un corneta que estaba a mi lao medio pesadón121, y después de bostezar largo, preguntó: ¿cuántos son los Mendocinos? ¿cuántos son los Mendocinos? ¿doscientos? Si no son más que esos (prosiguió), no le alcanzan al Diretor para el gasto diario de ocho días de pasaos. ¡Ahi-juna, el corneta vivaracho! y yo creíba que estaba mamao: y vean cómo le sacó la cuenta en la punta de las uñas.

Mesmamente: el mozo dijo una verdá sin retruque, desde que se nos vienen tantos teruteros, que yo, señor Diretor, como sé que ya anda tan atrasao (de salú, se entiende), hasta maliceo que para de aquí a ocho días pudiera suceder que todos los congresudos y Vuecelencia en la punta se nos vengan pasaos: cosa que me alegraría muchísimo, y a pesar de que Vuecelencia anda desiando sacarme el cuero, ya le prometo largarle un abrazo en el momento que se nos venga mansito, dejándose de la embrolla de los cotigentes y echando a los infiernos esa su Direturía de los pantanos de Miserere122, y haciendo con su Costitución reculada lo mesmo que hizo el moreno ladino de mi amigo el imprentero.

Aguárdese: se me olvidaba, que le manda decir   —102→   el coronel MUSIU DUTIL, que le dé Vuecelencia muchas memorias a la batería de la Convalescencia; a la cual, luego que la concluyan, dice Musiu Dutil que no le ha de hacer nada con los trucos que piensa atracarle por la media luna al vuelo. Y allá van coplas.




Cielito de la Vigía de Buenos Aires



ArribaAbajo   Como se ve hasta SAN PEDRO
subiéndose a la CHISMOSA123,
la otra mañana trepé
y vide allá... cierta cosa!

    Mi cielo y de San Miguel,  5
de lo alto de la Vigía,
—103→
medio cerquita se me hace
que a FLORES viché124 ese día.

    Si el ojo no me engañó,
asiguro de que vi  10
otra cosa atrás de Flores
parecida a CAMUATÍ125.

    Cielito y del Paraná
debe ser por precisión
lechiguana, o cosa igual  15
para la Custitución.

    Eché luego una visual
al rumbo del Baradero,
y vide patentemente
coloriando un avispero.  20

    Cielito y la paisanada,
de esos laos, no tengo duda,
que al Diretor ya le han puesto
la custión126 fiera y peluda.

    Tendí la vista más lejos,  25
¡ah, ojo claro! y alcancé
a ver una disparada
en el mesmo Santa Fe.

    Mi cielo, y no fue ilusión,
corrían como baguales  30
una punta de morcillos127
con traza de congresales.
—104→

    Después extendí la vista
más allá de Tucumán,
y allí vi a los Urquizanos  35
en los apuros que están.

    ¡Ay, cielo! y de aquel ladito
vide claro a los Salteños
que lo aprietan a Gutiérrez,
de acá los Santiagueños.  40

    Entonces bajé los ojos
hasta San José de Flores,
y como está tan cerquita,
¡ahí sí que vide primores!

    Cielito, y creo excusao  45
el que le diga más nada,
sino que vi a Vuecelencia
con dos tercias de quijada.

    Por fin, en Montevideo,
miré al clavar bien la vista...  50
patas arriba a un ministro
muy diablo y más Urquicista.

    ¡Ay, cielo! últimamente
vi al colmo de mi deseo
puesto en lugar de ese maula  55
a un Oriental que apreceo.



  —105→  
Diálogo

Que tuvieron hacen pocos días dos lanceros de los del valeroso comendante Otamendi, Zenón Núñez y Jacinto Roca




ZENÓN

ArribaAbajo   Con que, amigo, ¡voto alante!
¿cómo le ha ido esta mañana?
ya lo vide allá en sus glorias
floriándose... ¡la pujanza!
mire que es arrejador.  5
Ya se ve, con esos maulas
¡quién no retoza!

JACINTO

Es así:
porque está muy desganada
de tirarse con nosotros
toda esa Teruterada,  10
desde que la tiene Urquiza
enteramente aperriada:
y aunque hay algunos pintores128,
todo eso no vale nada.
—106→

ZENÓN

    Por eso será que a mí  15
me parece tan holgada
aonde quiera que se ofrece
pegarles una tantiada;
y como anda nuestra gente
tan lindamente montada,  20
y además andamos todos
rivalizando en la fama
del que atropella primero,
siempre me encuentro con ganas;
y en cuanto medio se ofrece,  25
ya lo ha visto, como gala
se me hace el cortarme solo,
y pegarle una sentada129
al pingo entre todos ellos:
velay mi gloria.

JACINTO

¡Bien haiga!
 30
Pues yo también la otra tarde,
estando en una avanzada
se ofreció un lance, y, ¡qué Cristo!
hablé al oficial de guardia
y le pedí su permiso,  35
porque me sentí con ganas
de hacerles una pregunta.
Me soltó a la disparada,
y ya también largué el poncho,
salté al tiro, y cargué la arma:  40
—107→
y enderecé al galopito
rumbiando a lo de Balcarza,
por aonde topé a mi alférez
que venía en retirada
con unos catorce mozos  45
de devisa colorada:
¿no los vido?

JACINTO

Sí los vide:
fueron los de una avanzada
que enterita se pasó:
pero, ¡ah, gente desaviada!  50
tan completa es la miseria
que sufre la paisanada
sumida en esos barriales;
y luego, tan atrasada
como está de mancarrones,  55
porque ya la reyunada130
ha espichao toda enterita,
con la flacura y la helada,
sigún cuentan ellos mesmos;
y luego la caballada  60
que le dicen de reserva,
de flaca y de maltratada
no puede con la osamenta:
¡barbaridá!

ZENÓN

Y eso es nada;
—108→
ayer yo entré a platicar  65
con un sargento pasao,
mozo gente y racional,
y vea lo que contaba
con toda formalidá:
dice, que desde el Azul131  70
lo mandaron para acá
junto con los veteranos
que vinieron desde allá,
de los que hoy en estos pagos
no han quedao ni la mitá,  75
y que no se han ido todos
a la fecha, porque está
muy oprimida esa gente,
pues no dejan apartar
a naides del campamento  80
una cuadra más acá;
y luego que en el servicio
no los dejan resollar.
    ¿Y de miserias? ¡Ah, Cristo!
Pena me dio oírle contar  85
las hambrunas que padecen
y lo desnudos que están.
    Y en ancas, diz que los tratan
con tanta riguridá132,
que por la falta más chica  90
les arriman sin piedá
más estaca y más azotes
que flores tiene un cardal.
—109→

JACINTO

    ¡La pujanza! de ese modo
¿quién diablos puede aguantar?  95
¡infelices! ya se ve,
sólo a fuerza de crueldá
pueden medio sujetarlos.

ZENÓN

    Pues ansí mesmo se van
en tropillas de a sesenta,  100
sin que los pueda atajar
temor de ninguna laya,
cuando a los campos se van;
pero este mozo me dijo,
que la gran dirficultá  105
es hacer el arrejón
de venirse a la ciudá,
porque a todos los que pillan
viniéndose para acá,
al momento el Diretor  110
los manda beneficiar133,
yéndoseles al pescuezo
como en los tiempos de atrás
pero usté sabe, aparcero,
que empezándose a raliar  115
la gauchería, es de balde
el quererla sujetar.
En vano Urquiza se apura,
los criollos se han de escapar,
y por más que los oprima  120
—110→
se le han de venir no más,
como lo hacen:

JACINTO

Es verdá:
cada rato están cayendo
a presentarse en tropillas.
Hoy tempranito vinieron  125
como unos veinte hechos tiras134,
de rotos y de mugrientos,
los que ya están remediaos:
porque como acá el Gobierno
apenas se le apresentan,  130
aunque algunos le haigan hecho
diabluras de cualquier laya
falsiándole en otro tiempo,
en el día no les hace
cargo ninguno por eso.  135
Al contrario, los auxilia
y los atiende lo mesmo
que a los que desde el principio
se han aguantao en el pueblo.

ZENÓN

    Mesmamente, ansí los trata,  140
y yo soy testigo de eso:
porque antiyer me mandaron
a la casa del Gobierno
de orden de mi comendante
para llevar unos pliegos,  145
y al entrar, el corredor
—111→
reparé que estaba lleno
de los pasaos de ese día;
que allí estaban recibiendo
nada más que por lo pronto  150
cada uno trescientos pesos
y lueguito les rodearon
una porción de puebleros,
que entraron a platicarles,
hasta que salió uno de ellos  155
para la calle y volvió...
¡ah, mozo lindo! trayendo
una porción de moneda,
que en papelitos de a ciento
a cada mozo pasao  160
le largó uno, y por supuesto,
últimamente, esa tarde
me encontré con todos ellos
alegres: pero, paisano,
¡diaónde poder conocerlos!  165
Ya se ve, todos andaban
tan lucidos y compuestos,
de chaquetas y calzones
y botas y ponchos nuevos,
con plata y muy divertidos,  170
pasiándose por el pueblo.

JACINTO

   ¡Lindamente! así me gusta
que traten a los paisanos;
y luego verá que todos
tocan a su desengaño,  175
y el que no se venga al pueblo
se larga para su pago,
golpiándosele en la boca
—112→
al Diretor entrerriano:
¿no le parece?

ZENÓN

Cabal.
 180
En fin, me voy retirando
al cuartel, porque ya es tarde
y medio me va picando
un sueñito rigular:
¿si gusta mandarme en algo?  185

JACINTO

    Cosa ninguna. Hasta luego.

ZENÓN

    Hasta la vista, cuñao.




Enfermedá incurable del Diretor de la docena del flaire

Desdichadamente para la organizadura de la Confederación, con las humedades de pajuera135,   —113→   Vuecelencia, de quince días a esta parte, se encuentra tan apurao y enfermo de la barriga, que nada le para en el BUCHE: y lo han puesto en pior estado la descarga de purgas, vomitivos y lavativas que le han echao varios de sus jefes que fueron; y los cuales al fin le han sacao el cuerpo, porque ya Vuecelencia jiede a muerto. Velay los nombres de los que más lo han atrasao al organicista.

El coronel Pinedo, no sé qué le hizo desde Barracas, con lo cual el Diretor, de un solo pujo, largó toda la escuadrilla del Riachuelo.

El almirante Coe: éste le atracó con barbaridá a Musiú Larruá; y luego el Diretor, aunque medio atorándose, de golpe desembuchó toda la escuadra.

Luego de acá, el general PAZ, de lástima, y sin embargo de que en su vida nunca le dio una ración de afrecho al Diretor, no sé qué le recetó en esta ocasión, que don Justo José vomitó enterita la Isla de Martín García con todos los cañones y soldaos que allí estaban, y más tardecito una boleta grande que de Montevideo lo manda le mandaban a Vuecelencia, cargada de pólvora y balas, que tan escasas andan por San José de Flores: ¡infeliz!

¿Y el coronel don Laureano Díaz? éste sí que anoche lo ha tullido, atracándole a Vuecelencia una sangría que le hizo soltar lueguito toda la división Chivilcoy136 y trescientos caballos: y debe ser cierto, porque yo anoche estuve platicando con el coronel Díaz y le solté un abrazo;   —114→   y esta mañana ya vide a los muchachos que andaban muy lucidos pasiando entre los suyos.

Por último, se sabe positivamente, que por atrás del Diretor ya le andan con la jeringa cargada, para soplarle la última lavativa con ortigas de los campos del Norte, y en ésa... el organicista largará sin duda hasta las entrañas.

Pues, sin embargo de estos atrasos, Vuecelencia todavía hasta esta mañana contaba con los auxilios que podía darle un amigo muy ricachón que tiene en Montevideo, llamado don Samuel Lampalagua: el mesmo que, cuando Vuecelencia andaba en el peral, lo acariciaba mucho, pero hoy, apenas ha sabido los atrasos del Diretor, por todo auxilio dicen que sólo le ha mandao para cada gaucho un libro de la Biblia, y eso, a cambalache de Biblia por Vaca. Y por todo alimento le aconseja que COMA GALLO.





  —[115]→  

ArribaAbajoNº 7

Buenos Aires.- Julio 12 de 1853




ArribaAbajo   Al ruido de tanto cuhete
y salva y musiquería,
y noticias y alegría,
y funciones que han habido...

    El Gallo número SIETE  5
(con perdón del auditorio)
le soltaré al Diretorio,
hoy que está medio aturdido:

    Y que bien puede a esa jaca137
entrerriana, tan sonada,  10
con una púa tapada
salirle el Gallo a reñir;

    Sin que sea una balaca
decir que en este revuelo
—116→
lo voy a dar contra el suelo,  15
y acabarlo de aturdir.

    Con esta siguridá,
allá va el Gallo, señores,
para san José de Flores
aonde hay cierta confusión...  20

    Por no sé que novedá,
de que se ven polvaderas
por atrás... otras frioleras
para la Custitutión...

Antes de ayer domingo a las nueve de la noche, después que tocaron a silencio en mi cuartel, me puse a componer este Gallo junto al fogón, cuando sentí que las campanas de Santo Domingo tocaban agonía o rogativa, que es remedio emplumático o diplumático; y lueguito se me puso de que a esa mesma hora algunos caballeros estarían rogando quizás por que salga de cuidao la Direturía: ¡Dios quiera! y para eso le he compuesto el siguiente argumento ensilgao, trinao y aterminachao:

  —117→  
Atención

Para que se diviertan los diputaos congresudos menos uno -el Sr. Dr. Zuviria (¡y que no subía y que no entendía!)


Amarguísima, apretadísima y tristísima debe serles esta gaceta, tanto al titulao, empantanao y atribulao Diretor, organizador y manotiador, como a la pandilla de polilla que acaudilla sin concencia Vuecelencia... y tenga pacencia; porque yo en la ocasión presente, lo único que puedo hacer en alivio de su amargura, tristura y apretura, es largarle con suavidá, velay el número SIETE DEL GALLO, sin más intención que la de, atracarle a Vuecelencia, por el mesmo número, siete palabras las más tuperolíticas (¿entiende?) de una sentencia inicutible (¿oye?) y macacuna, que dice en siete voces por la estamborlonga esta trupefática verdá... que a la vuelta va:



  —118→  
¡Justo José, el último mono se ahuga!

¡La pujanza en la letra que dice poco y fiero! Y yo en ancas dígole, que la tal sentencia le cai al señor Diretudo, tanto al lomo como al pelo, y que se me hace muy razonable la comparancia entre un mono y don Justo, que anda presentemente arrepresentando el último gauchi-macaco, altanero, fullero y balaquero, que en estos tiempos todavía pretende embozalar, estaquiar, y tiranizar a la paisanada, tan baquetiada, arruinada y desengañada, y particularmente a los Porteños; a quienes se nos ha dejao cair el Diretor Bambolla de Mogolla o de Nogoyá138, echándola de autoridá costitucionuda, colmilluda y peluda, y, al fin, saliéndonos con todas esas gollorías antiguallas a la cola de todos los diablos gauchi-albitrarios, que nos han aniquilao a guerras y pendencias al ñudo; desde el malevo su paisano Ramírez el mentao hasta el gran veterano Restaurador reculao.

Pues, sí, señor: sin la menor duda, el tal Director de Mogolla es el último mono melitar de la   —119→   recua, que ha salido a la cola de todos los de sus mañas, y como tal, por el destino que reza la sentencia de las siete palabras, velay que ya está Vuecelencia acorralao, trajinao y apichonao entre las chacras de la orilla, hasta que, si quiere juir, se ahugue ahí no más por la cañada de las Conchas, si antes no forcejea y se entra a Buenos Aires atrás de la yeguada que piensa largarnos de vanguardia.

¡Ahi-juna el salvaje unitario entrerriano! ¡Si será táutico139 y escuadronicista, y maniobrista, y cabulista! Véanlo cómo se nos quiere venir por atrás de las yeguas140. -¡Valiente! hacerse el bagual un general tan gamonal y custitucional. ¡Qué barbaridá! y tanto como se reíba el Diretor de las cábulas de su amigo Alderete.

Vaya, vaya. Eso es broma, pues con todo su plan de atacamiento y atropellamiento, es el cuento que el general Yeguarizo se está frunciendo seguido, después del grandísimo guascazo y atraso o chaguarazo que ha sufrido su organizadura, y la capadura y la jura de su Custitución, y sus cotigentes; por los cotigentes que de atrás le está trajinando y desenvainando el señor general Flores.

¡Ah, Porteño superiorazo, como todos sus compañeros! Vaya unos mozos... lerdos; como los señores menestriles del Gobierno de Buenos Aires:

  —120→  
   ¡Mirá qué gloria!
echarle al Diretor
un pial por noria.

¿No es verdá, señor don Justo? Pero... ¡qué Cristo! Vuecelencia es un duro en cualquier apuro, y de siguro:


   Por atrás de la yeguada
se nos viene cola alzada,
y acá... no lo hacemos nada!

Pero, escúcheme, señor: no quisiera verlo apeligrar, y por eso le aconsejo que se acuerde de su finao hermano el señor don Juan José. ¡Ah, hombre cristiano aquél! siempre tengo presente cómo le decía, apenas Vuecelencia llegó a Palermo, y comenzó a manotiar y relinchar, y bellaquiar.

¿Se acuerda? El hombre le decía; -«Justo, hermanito, volvete a tu tierra; no te metás a organicista de los Porteños, porque sos muy tupido141, y acá en Buenos Aires no te han de aguantar tus barbaridades.

Volvete, Justo a tu tierra, porque, sino, te van a trajinar los Porteños. Mesmamente, lo aconsejaba lindo: y yo siento no poderlo aconsejar lo mesmo, porque ya es tarde, y ahora la cosa de volverse a Entre Ríos está peliaguda; por eso sólo le aconsejaré que se deje de pensar en las yeguas, ni en andar haciéndose el murciégalo para tirar cañonazos a oscuras de allá de entre los cercos; porque ¿a quién piensa matar de ese modo? ¿a   —121→   las viejas o las criaturas? ¡Infelices! ¿A las Porteñas? ¡Diaónde! siendo Vuecelencia tan aficionao a las buenas mozas. ¿A los Guardias Nacionales gauchos y cajetillas? ¡Uh! para eso véngase clarito, al amanecer, si quiere morder, aunque lo hagan per...der el rumbo; sin embargo que lo mejor que puede hacer es venirse pasao y mansito, como le dije en el Gallo número sexto. ¿No le gusta lo del sexto? ¿A que sí? ¡Cómo no! pues si le agradó y quiere entrar suelto a la ciudad, haga lo siguiente...

Como en aquel memorable 19 de febrero... (¿se acuerda?) Muente en un pingo escarciador y que haga sonar mucho el coscojo. Pero antes, póngase las botas con borlas: luego la casaca chapiada, y encima acomódese aquel VERICÚ142 de raso colorao, que tenía un plato de metal amarillo en las puntas y que le venía golpiándole en los cuadriles, ¡ah, cosa! y luego el sombrero gachón; y atufao, sin saludar a naides, se cuela por la calle del Perú, que, si no le echa flores alguna moza, le echará otra cosa más olorosa: pero, como es hombre indiferente a todo, no haga caso, aunque los criollos le griten por la estamborlonga:

¡Justo José, el último mono se ahuga!