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Se suena de que, como el Diretor anda hoy por Palermo, olfatiando para los barcos de Guerra Uropeos, la Comendancia General de Marina está atariada haciéndole poner, con los mesmos barcos que fueron de Vuecelencia, tapones por todos laos, desde Patagónica hasta San Nicolás y más allasito, y que los barcos van carpaos de choclos para los empleaos de las duanas del Diretor, y llevándoles MEMORIAS DEL BOGLEO.
—[95]→
Así mesmo, me acuerdo de que, una ocasión, le decía empacao y medio encogiéndose un Porteñito achurador a un viejo Entrerriano, muy quebrallón y desollador de los corrales aonde lo amenazaba al criollito, como queriendo destriparlo con un cuchillo envenao113 y de hoja enteramente muy gastada...
Entonces, ya les digo: el Porteñito lo aguardaba empacao y como echando mano al alfajor, y cuando el viejo le quería prender hasta la virola, el muchacho no hacía más que medio sacarle —96→ el cuerpo y decirle: -Sí, señor: ¡mucho me ha de hacer con su alesna!
Con que, así le diré yo al señor Diretor, ahora que he sabido con siguranza de que está fieramente enojao conmigo, pues diz que en San José de Flores, días pasaos, Vuecelencia muy caliente le dijo a una moza de que, si me agarra (¡y que me agarraba!) me ha de hacer sacar una lonja cuando menos. ¡Cristo, qué riguridá! De modo...
Que si el Diretor me hostiga | |||
en lonjiarme se encapricha, | |||
encogerá la barriga | |||
y le diré a lo Bachicha114; | |||
¡ma!... ¿qué quiere que te diga? |
A pesar de que pudiera agarrarme, cuando Vuecelencia entre a Buenos Aires (y que entraba), porque yo no pienso juirle de la trinchera o de más ajuerita, y por allí no más tanto a mí como a todos los defensores de la ciudá, cuando el Diretor la atropelle (y que atropellaba), nos ha de encontrar ¡firmes como palo a pique!
Vaya, vaya: ¡eh! ¿con que, solamente apenas quiere desollarme? Pero, señor: ¿por qué está tan enojao conmigo? ¿Porque suelto al Gallo? ¿No decía Vuecelencia que en esta vida nada se le importaba de ningún gacetero del mundo? Ya se ve: como Vuecelencia es hombre tan acreditao (para el cuchillo)115 desde PAGO LARGO116 hasta VENCES, —97→ como desde la INDIA MUERTA hasta PALERMO, ¿qué mella le han de hacer con gacetas? aunque yo desconfío que el Gallo le hace muchas cosquillas, porque Aniceto les dice a los paisanos la verdá sin terminachos, y no se casa con naides: sin embargo de que los apreceo a todos siguramente más que Vuecelencia, que ha venido a embrollarnos con su Custitución ñata, haciéndonos matar unos con otros. Si a lo menos y por último se volviera, señor, para su tierra a gobernar allá como le dé la gana, en ese caso, hasta yo me empeñaría para que lo largaran...
Y para este empeño no le parezca que al Gallo le faltan amigos de todas layas allá ajuera y acá adentro.
De veras: pues aunque Vuecelencia presume de guapetón y ricacho, y de tener mucho partido, con todo, yo que sólo soy un triste gaucho, en cualquier parte le corro a más bien querido. Por eso le aconsejo que se largue de una vez a su cueva y nos deje a los Porteños arañarnos o acomodarnos: no sea porfiao. ¿A qué diablos está queriendo engañar todavía a los gauchos, después de lo atribulao que se encuentra con la raliada117 de la Escuadra?
Ya sabemos que Vuecelencia les está haciendo decir a los paisanos, el que de acá los puebleros le andan mandando empeños para que les haga la paz, para dejarlo de Diretor custitucionudo de todas la Provincias, a fin de que en cuatro manotiadas nos haga cueriar todas las vacas de la nuestra —98→ y algunos gauchos de yapa. ¡Oh! no embrome, patrón.
¿Diaónde se ha creído que los gauchos porteños son mulitas, ni que Vuecelencia los ha de seguir engatusando con proclamas, y diciéndoles que no es nada el rempujón de la Escuadra, y que se aguanten como buenos federales, sin comer, sin medio y en pelota, hasta que Vuecelencia haga la entrada? Págueles, señor Diretor, mire que los mozos de ajuera bien saben ya de que el Gobierno de la ciudá y todos los soldaos que la defienden, tanto los gauchos como los cajetillas, también son federales de ley; y que así como pelean parejito, lo mesmo comen bien todos los días, y andan abrigaditos con cacharpas lindas, en ancas de que, CADA SÁBADO, ¿oye Vuecelencia? cada sábado, al salir el sol, desde el primerito hasta el último de los soldaos de la ciudá reciben en su cuartel ochenta y siete pesitos para los vicios. ¡Ve, señor! Así se trata a los soldaos federales; y no con proclamas y promesas de para la entrada. ¡Qué apunte!
Ya presumo de que Vuecelencia me ha de hacer retrucar esta verdá, diciendo que este gobierno roba mucho, y por eso larga plata. Puede ser que así sea, aunque está en duda; pero, lo cierto es que si roba, roba para todos por parejo, lo que allá Vuecelencia se está trajinando para su buche solamente todos los cuerambres y haciendas de la campaña, sin darle un rial a Cristo, como es su maña vieja: pues todavía me acuerdo de que a los soldaos porteños y federales de doce años de campañas, que trujo Vuecelencia de la Banda Oriental a Entre Ríos, les dio apenas tres patacones —99→ a cada uno, y que Vuecelencia se tragó todos los cargamentos de pesos fuertes que le aflojó el Emperador para los soldaos federales.
Pues, así mesmo en el día, Vuecelencia y tres o cuatro de sus ahijaos se están tragando todas las haciendas y demás bienes de nuestra provincia, y en lugar de largarles algunos medios a sus soldaos, les arrima estaca cuando se ladean del campamento a calentarse por ahí, y les suelta proclamas y promesas de para cuando la entrada.
¿Qué entrada? ¿cuándo, y quién vendrá haciendo punta? ¿Vuecelencia? ¡Ja! ¡ja! ¡ja! ¡Ah, malhaya! dicen los Italianos lambiéndose por conocer al Diretor yesquerudo. Luego, si Vuecelencia no puntea en la entrada, ¿quién vendrá adelante? ¿Los paisanos? Vaya, señor Diretudo, por Jesucristo le pido otra vez que no se haga el sarnoso, y que piense del mismo modo que piensan muchos de los Porteños que le andan al redor. Velay cómo:
En Buenos Aires hay ocho mil Guardias Nacionales, porteños cuasi todos y platudos en ancas de buenos mozos. Cada Guardia Nacional tiene tres o cuatro hermanas o primas, muchachas ¡cosa linda! y de yapa cada criollo de estos tiene allá ajuera algún pariente o pión de su completa amistá, y hasta de gauchiar juntos. Luego, cada muchacha tiene algún Urupeo y algunas tienen hasta cuatro o cinco, que a un tiempo les andan arrastrando la ala118.
Muy bien: pues sí, señor; Vuecelencia quiere por fuerza entrarse a[] nillar a los Porteños y manosiar —100→ a las muchachas, y entonces ¿qué resultará? Claro está, los Nacionales peliarán por su cuenta y harán peliar a sus parientes de ajuera y de adentro; y luego las muchachas, las hermanas, y las parientas de los Nacionales les dicen a los Urupeos: ¡chúmbale a Urquiza!... y de lo demás hágase cargo, don Justo.
Cierto es que también Vuecelencia presume sujetar la reserción del paisanaje, diciéndoles que ya a entrar a la ciudá y a darles a todos por los atrasaos, en cuanto le lleguen los cotigentes119 de soldaos que le van a mandar de las provincias, y que con ellos entonces a la fija nos apretará a todos los Porteños.
¡Pues no, mi alma! Eso de los cotigentes, endeveras mete miedo.
Pero a propósito: escuche, le contaré lo que me pasó el otro día en una comilona que tuvimos con unos cuantos de los pasaos, que esa mañana se le raliaron de Palermo; porque no fallan a lo menos de a veinticinco diarios; y, si no lo cré, pregúnteselo al coronel don LAUREANO DÍAZ.
Pues, como le iba diciendo: como unos quince soldaos de los del pueblo, entreveraditos con algunos pasaos que también ya son soldaos de la ciudá y mozos platudos, nos largamos de humorada a voraciar en la fonda; pues por acá los soldaos, cuando nos da la gana, comemos de fonda; porque para eso nos paga bien el Gobierno Federal de Buenos Aires, sin echarnos tantas proclamas.
En fin, en la fonda nos tiramos de pasteles, —101→ gallina con arroz, chicholos, y échele cuhetes120, y vino superiorazo al gusto de cada cual. El caso fue, que, en medio de la jarana, no sé quién de la rueda dijo de que a Vuecelencia le estaban ya por llegar doscientos Mendocinos del cotigente, como Vuecelencia mesmito lo asiguraba. Al oír esto, saltó un corneta que estaba a mi lao medio pesadón121, y después de bostezar largo, preguntó: ¿cuántos son los Mendocinos? ¿cuántos son los Mendocinos? ¿doscientos? Si no son más que esos (prosiguió), no le alcanzan al Diretor para el gasto diario de ocho días de pasaos. ¡Ahi-juna, el corneta vivaracho! y yo creíba que estaba mamao: y vean cómo le sacó la cuenta en la punta de las uñas.
Mesmamente: el mozo dijo una verdá sin retruque, desde que se nos vienen tantos teruteros, que yo, señor Diretor, como sé que ya anda tan atrasao (de salú, se entiende), hasta maliceo que para de aquí a ocho días pudiera suceder que todos los congresudos y Vuecelencia en la punta se nos vengan pasaos: cosa que me alegraría muchísimo, y a pesar de que Vuecelencia anda desiando sacarme el cuero, ya le prometo largarle un abrazo en el momento que se nos venga mansito, dejándose de la embrolla de los cotigentes y echando a los infiernos esa su Direturía de los pantanos de Miserere122, y haciendo con su Costitución reculada lo mesmo que hizo el moreno ladino de mi amigo el imprentero.
Aguárdese: se me olvidaba, que le manda decir —102→ el coronel MUSIU DUTIL, que le dé Vuecelencia muchas memorias a la batería de la Convalescencia; a la cual, luego que la concluyan, dice Musiu Dutil que no le ha de hacer nada con los trucos que piensa atracarle por la media luna al vuelo. Y allá van coplas.
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Desdichadamente para la organizadura de la Confederación, con las humedades de pajuera135, —113→ Vuecelencia, de quince días a esta parte, se encuentra tan apurao y enfermo de la barriga, que nada le para en el BUCHE: y lo han puesto en pior estado la descarga de purgas, vomitivos y lavativas que le han echao varios de sus jefes que fueron; y los cuales al fin le han sacao el cuerpo, porque ya Vuecelencia jiede a muerto. Velay los nombres de los que más lo han atrasao al organicista.
El coronel Pinedo, no sé qué le hizo desde Barracas, con lo cual el Diretor, de un solo pujo, largó toda la escuadrilla del Riachuelo.
El almirante Coe: éste le atracó con barbaridá a Musiú Larruá; y luego el Diretor, aunque medio atorándose, de golpe desembuchó toda la escuadra.
Luego de acá, el general PAZ, de lástima, y sin embargo de que en su vida nunca le dio una ración de afrecho al Diretor, no sé qué le recetó en esta ocasión, que don Justo José vomitó enterita la Isla de Martín García con todos los cañones y soldaos que allí estaban, y más tardecito una boleta grande que de Montevideo lo manda le mandaban a Vuecelencia, cargada de pólvora y balas, que tan escasas andan por San José de Flores: ¡infeliz!
¿Y el coronel don Laureano Díaz? éste sí que anoche lo ha tullido, atracándole a Vuecelencia una sangría que le hizo soltar lueguito toda la división Chivilcoy136 y trescientos caballos: y debe ser cierto, porque yo anoche estuve platicando con el coronel Díaz y le solté un abrazo; —114→ y esta mañana ya vide a los muchachos que andaban muy lucidos pasiando entre los suyos.
Por último, se sabe positivamente, que por atrás del Diretor ya le andan con la jeringa cargada, para soplarle la última lavativa con ortigas de los campos del Norte, y en ésa... el organicista largará sin duda hasta las entrañas.
Pues, sin embargo de estos atrasos, Vuecelencia todavía hasta esta mañana contaba con los auxilios que podía darle un amigo muy ricachón que tiene en Montevideo, llamado don Samuel Lampalagua: el mesmo que, cuando Vuecelencia andaba en el peral, lo acariciaba mucho, pero hoy, apenas ha sabido los atrasos del Diretor, por todo auxilio dicen que sólo le ha mandao para cada gaucho un libro de la Biblia, y eso, a cambalache de Biblia por Vaca. Y por todo alimento le aconseja que COMA GALLO.
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Antes de ayer domingo a las nueve de la noche, después que tocaron a silencio en mi cuartel, me puse a componer este Gallo junto al fogón, cuando sentí que las campanas de Santo Domingo tocaban agonía o rogativa, que es remedio emplumático o diplumático; y lueguito se me puso de que a esa mesma hora algunos caballeros estarían rogando quizás por que salga de cuidao la Direturía: ¡Dios quiera! y para eso le he compuesto el siguiente argumento ensilgao, trinao y aterminachao:
—117→Amarguísima, apretadísima y tristísima debe serles esta gaceta, tanto al titulao, empantanao y atribulao Diretor, organizador y manotiador, como a la pandilla de polilla que acaudilla sin concencia Vuecelencia... y tenga pacencia; porque yo en la ocasión presente, lo único que puedo hacer en alivio de su amargura, tristura y apretura, es largarle con suavidá, velay el número SIETE DEL GALLO, sin más intención que la de, atracarle a Vuecelencia, por el mesmo número, siete palabras las más tuperolíticas (¿entiende?) de una sentencia inicutible (¿oye?) y macacuna, que dice en siete voces por la estamborlonga esta trupefática verdá... que a la vuelta va:
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¡La pujanza en la letra que dice poco y fiero! Y yo en ancas dígole, que la tal sentencia le cai al señor Diretudo, tanto al lomo como al pelo, y que se me hace muy razonable la comparancia entre un mono y don Justo, que anda presentemente arrepresentando el último gauchi-macaco, altanero, fullero y balaquero, que en estos tiempos todavía pretende embozalar, estaquiar, y tiranizar a la paisanada, tan baquetiada, arruinada y desengañada, y particularmente a los Porteños; a quienes se nos ha dejao cair el Diretor Bambolla de Mogolla o de Nogoyá138, echándola de autoridá costitucionuda, colmilluda y peluda, y, al fin, saliéndonos con todas esas gollorías antiguallas a la cola de todos los diablos gauchi-albitrarios, que nos han aniquilao a guerras y pendencias al ñudo; desde el malevo su paisano Ramírez el mentao hasta el gran veterano Restaurador reculao.
Pues, sí, señor: sin la menor duda, el tal Director de Mogolla es el último mono melitar de la —119→ recua, que ha salido a la cola de todos los de sus mañas, y como tal, por el destino que reza la sentencia de las siete palabras, velay que ya está Vuecelencia acorralao, trajinao y apichonao entre las chacras de la orilla, hasta que, si quiere juir, se ahugue ahí no más por la cañada de las Conchas, si antes no forcejea y se entra a Buenos Aires atrás de la yeguada que piensa largarnos de vanguardia.
¡Ahi-juna el salvaje unitario entrerriano! ¡Si será táutico139 y escuadronicista, y maniobrista, y cabulista! Véanlo cómo se nos quiere venir por atrás de las yeguas140. -¡Valiente! hacerse el bagual un general tan gamonal y custitucional. ¡Qué barbaridá! y tanto como se reíba el Diretor de las cábulas de su amigo Alderete.
Vaya, vaya. Eso es broma, pues con todo su plan de atacamiento y atropellamiento, es el cuento que el general Yeguarizo se está frunciendo seguido, después del grandísimo guascazo y atraso o chaguarazo que ha sufrido su organizadura, y la capadura y la jura de su Custitución, y sus cotigentes; por los cotigentes que de atrás le está trajinando y desenvainando el señor general Flores.
¡Ah, Porteño superiorazo, como todos sus compañeros! Vaya unos mozos... lerdos; como los señores menestriles del Gobierno de Buenos Aires:
—120→¡Mirá qué gloria! | |||
echarle al Diretor | |||
un pial por noria. |
¿No es verdá, señor don Justo? Pero... ¡qué Cristo! Vuecelencia es un duro en cualquier apuro, y de siguro:
Por atrás de la yeguada | |||
se nos viene cola alzada, | |||
y acá... no lo hacemos nada! |
Pero, escúcheme, señor: no quisiera verlo apeligrar, y por eso le aconsejo que se acuerde de su finao hermano el señor don Juan José. ¡Ah, hombre cristiano aquél! siempre tengo presente cómo le decía, apenas Vuecelencia llegó a Palermo, y comenzó a manotiar y relinchar, y bellaquiar.
¿Se acuerda? El hombre le decía; -«Justo, hermanito, volvete a tu tierra; no te metás a organicista de los Porteños, porque sos muy tupido141, y acá en Buenos Aires no te han de aguantar tus barbaridades.
Volvete, Justo a tu tierra, porque, sino, te van a trajinar los Porteños. Mesmamente, lo aconsejaba lindo: y yo siento no poderlo aconsejar lo mesmo, porque ya es tarde, y ahora la cosa de volverse a Entre Ríos está peliaguda; por eso sólo le aconsejaré que se deje de pensar en las yeguas, ni en andar haciéndose el murciégalo para tirar cañonazos a oscuras de allá de entre los cercos; porque ¿a quién piensa matar de ese modo? ¿a —121→ las viejas o las criaturas? ¡Infelices! ¿A las Porteñas? ¡Diaónde! siendo Vuecelencia tan aficionao a las buenas mozas. ¿A los Guardias Nacionales gauchos y cajetillas? ¡Uh! para eso véngase clarito, al amanecer, si quiere morder, aunque lo hagan per...der el rumbo; sin embargo que lo mejor que puede hacer es venirse pasao y mansito, como le dije en el Gallo número sexto. ¿No le gusta lo del sexto? ¿A que sí? ¡Cómo no! pues si le agradó y quiere entrar suelto a la ciudad, haga lo siguiente...
Como en aquel memorable 19 de febrero... (¿se acuerda?) Muente en un pingo escarciador y que haga sonar mucho el coscojo. Pero antes, póngase las botas con borlas: luego la casaca chapiada, y encima acomódese aquel VERICÚ142 de raso colorao, que tenía un plato de metal amarillo en las puntas y que le venía golpiándole en los cuadriles, ¡ah, cosa! y luego el sombrero gachón; y atufao, sin saludar a naides, se cuela por la calle del Perú, que, si no le echa flores alguna moza, le echará otra cosa más olorosa: pero, como es hombre indiferente a todo, no haga caso, aunque los criollos le griten por la estamborlonga:
¡Justo José, el último mono se ahuga!