Muy acertao hubiera sido que allá
en el Paraná mesmo, esos deplumáticos urquizanos y adulones del
Diretudo, cuando éste les ordenó que mandaran de su parte el
ultimato balaquero que le soltó a nuestro gobierno, muy acertao hubiera
sido, repito, el que esos menestriles teruteros, al ver salir
aguas abajo al documento ultimatero, le
hubieran dicho en presencia del sicofanta presidente, no como hoy se usa decir
en Buenos Aires -¡Aónde vas, joven guerrero! sino:
¡aónde vas, carnero! y estoy segurísimo que Vuecelencia al
tiro les hubiera contestao... ¡A VER SI TOPA!
¡Pues no, tirano; y que topaba!
por lo bien que se portó en Buenos Aires, cuando, fiaos en su
pobrama famoso, le ayudamos a voltiar al otro
Restaurador de las botijas, y que, en cuanto pisó a Palermo,
empezó a barbariar y se afusiló al coronel Chilaber, sin
más causa que, porque allá en Entre Ríos, cuando el
Diretudo era
tahúr238, el coronel no quiso dejarse
ganar mal, y le atracó unos guascazos
por tramposo.
—211→
O será por lo que se
acreditó con nuestros paisanos, cuando esa mesma ocasión los hizo
matar en tropillas y colgarlos muertos en los ombuses para amendrentar a los
Porteños, y manotearse luego todos los millones del
Banco y todos los armametos y vistuarios del
parque, y por último hasta las ollas de la cocina de Juan Manuel.
Háganse cargo, paisanos,
qué custitución, qué galantías ni qué
chirolas puede darnos un diablo así tan sumamente desalmao y mezquino,
que esa vez ni a sus paisanos los Entrerrianos les largó cuatro pesos, y
que hoy mesmo tiene allá en sus numerosas estancias oprimidos a
centenares de infelices provincianos, de los cotigentes que rejuntan, para
sacarles
el quilo trabajando para ÉL de sol a
sol, desnudos y galguiando de hambre, sin darles más alivio que una
ración de un
naquito de tabaco aventao cada quince
días, y una buena cuenta de doce reales cada dos años, y me
alargo; aunque es cierto que les suele atracar hasta trecientos
duros por cada falta a una lista.
¡Infelices! ojalá que los
trajera el Diretudo a este lao del Paraná, y vería si le quedaba
ninguno sin venirse a Buenos Aires, aonde cada soldao tiene prendas lindas con
que acacharparse, buenas armas y buen pingo, carne gorda y abundante, y jefes
que los cuidan y aprecean, y luego ocho pesos fuertes cada primero de mes; sin
tener más que hacer que los deberes de un soldao, no los de piones y
esclavos de un gauchazo federal de
mucanga, que, a pesar de que ya es
mancarronazo en edá, jamás en su pu...erca vida le sirvió
a la patria, ni para cuartiar carretas, en aquellas guerras gloriosas, que
sostuvieron valerosamente
—212→
los agüelos, padres, hijos y
nietos de todos los Argentinos, que hoy pretende presidenciar el Diretudo
mondongudo general de tierra y agua, y a lo último de ventosidades.
¡Anda que te lamba un güey!
Maquines ultimateros del presidente de los
teruteros
¡Qué les cuento, paisanos
letores del
Gallo! Sabrán pues, que atrás
del profundo silencio en que se ha quedao la
balaca del ultimato urquizano, y la
invasión que nos pensó soplar el Diretudo
casacudo con quince mil teruteros aliaos al
Brasil, a Calfucurá y los blancos
Rosines de la Banda Oriental, éstos,
en lugar de mandarle a Urquiza los dos mil reclutas, que se decía estaba
reuniendo en la otra banda un tal comendante Batarrica, muy conocido y
mentao en Vizcaya, y en el otro lao
allá por el CERRITO, aonde nueve años le sirvió de
degollador al
dijuntito Oribe, que ahora ni los diablos se
podrán averiguar con él allá por el otro mundo... he
oído, como les iba diciendo: que el tal Batarrica ya diz que no
vendrá con el rejuerzo de los
dos mil; pues, lejos de eso, ahora
últimamente el
blanquillaje copetudo de la otra banda se
pronuncia muy quejoso contra el señor Diretudo, diciendo que este
calandria los ha metido hasta el diablo con su alianza, y que al fin no les
cumple nada de lo que Vuecelencia
—222→
prometió: pues ni les ha
quitao los derechos diferenciales para que la duana de Montevideo hoy diera un
poco más de
leche, ni retira los soldaos entrerrianos de
la costa del Uruguay, aonde están carniando vacas orientales y
comiéndolas por la patria... y con cuero.
Y lo que es peor, que ahora se empaca el
Diretudo y no hace la terrible invación a Buenos Aires, cosa en que los
blanquillos
Rosines fundaban grandes esperanzas, creyendo
que de acá saldrían en bandadas emigrando los extranjeros y los
salvajes unitarios, otra vuelta para Montevideo a sacarlo de la atrasada y
tristísima situación en que se halla, después de la
horrorosa matanza de los más valerosos jefes, oficiales y tropa, hecha
inicuamente en el Paso de Quinteros. -Déjense andar no más los
degolladores, supuesto que a degollar tocan.
Pero lo más gaucho y gracioso que
se suena es, que el Diretudo, habiéndose medio asustao por la nota
apretadora que le sopló el señor Ministro inglés a respeto
de la carnicería infame del Paso de Quinteros, Vuecelencia el
Entrerriano cabulista piensa ahora de nuevo garrarle el
lao de las casas251
al señor Ministro de Ingalaterra; y para eso
diz que el mesmo Diretudo ya está
pensando hacerle echar un
pial252 de volcao al Gobierno de Montevideo mandando a relevarlo con el
general don Venancio Flores... Vean no más, si será cabulista el
costitucionero.
Bueno, pues: como el GALLO lo cree al
liendre
—223→
Diretudo capaz de cuanta diablura puede imaginarse, y
como ya se dice que en Buenos Aires hay muchos patriotas orientales, emigraos y
escapaos de la dijuntiada del
Paso de Quinteros, creyendo de lleno en la
buena disposición de Urquiza para voltiar a los
blancos de la situación, Aniceto les
previene a dichos patriotas orientales que
abran el ojo antes de largarse a Entre
Ríos, como algunos están diciendo que lo harán, confiados
en las
cábulas que el Diretudo está ya
poniendo en juego, a fin de reclutar a hombres desgraciados para emplearlos en
su servicio, sin darles al fin más recompensa que un zoquete de carne
flaca y muchas roncas y azotes...
cuando no se les vaya al pezcuezo.
Abrirlos pues,
paisanazos, y no dejarse prender con
bolas de carne.
—224→
Carta
Del sargento mashorquero
Rudesindo el Carancho a su general que fue allá en los tiempos
funestos
Palermo de San Benito, cañada de Miserete, a diez y seis de diciembre del año cincuenta y siete.
Al Ilustre y Excelentísimo señor don Juan Manuel
Rosas, brigadier general que fue de los ejércitos nacionales de la
Confederación Argentina, Herodes del Desierto, restaurador de las
mochilas, jefe supremo de Buenos Aires y defensor heroico del continente
americano.