Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoActo segundo


Escena primera

 

GONZALO, solo

 
GONZALO.

 (Después de una breve pausa, dice con extrema agitación.) 

¡Cuánto tarda mi padre! ¿Qué desea
de mí en este lugar con tanto empeño?
¡Ah!... ¡Si supiera la escondida causa
que guardo en lo más hondo de mi pecho,
por qué yo de este alcázar, donde toda
el alma mía cautivada tengo,
huyo con tal tesón! ¡Cómo palpita
de verse aquí mi corazón deshecho!
Estas salas contemplan su hermosura,
la lumbre gozan de sus ojos bellos,
lumbre en que toda el alma se me abrasa
esperar jamás ningún consuelo.

 (Azorado.) 

¡Desventurado yo! Mas alguien viene...
¿Será la infanta? ¡Oh Dios! Huyamos... ¡Cielos,
su presencia es mi vida, y su presencia
embravece el volcán en que me incendio!
Huir de lo que adoro es mi destino,
y mi pasión ahogar en el silencio.
Sí, callar y morir; tal es la suerte
de un desigual amor. ¡Oh cómo tiemblo!
Mas ya mi padre llega.

 (Se esfuerza en disimular su turbación.) 



Escena segunda

 

GONZALO y ARIAS

 
ARIAS.

 (Con cariño.) 

¡Hijo, Gonzalo!
Te convoco a este alcázar porque anhelo
que lo frecuentes más. Como en la guerra
te ejercitas con honra, en el Consejo
debes también ejercitarte; siempre
lustre ambas cosas dan a un caballero.
GONZALO.
Mi juventud es, padre, harta disculpa.
Al ejercicio de las armas debo
dedicarme, y no a más, ya que experiencia
para graves consultas no poseo.
ARIAS.
Los que nacen cual tú, Gonzalo, deben
hallarse en ellas; no para, indiscretos,
dar voto, proponer, abrir los labios,
sino para imponerse del gobierno
en el saber difícil, escuchando
a los que edad y estudio esclarecieron,
y aprender cómo debe el que gobierna
a las leyes guardar santo respeto,
conservar el Estado en paz honrosa,
la guerra prevenir, guardar los fueros
de cada clase y repartir con pulso
y equidad los castigos y los premios.
GONZALO.
Cuando libre Zamora de la guerra
goce descanso y paz, tendré harto tiempo
de aprender a tu lado, padre mío.
Ahora, sólo lidiar.
ARIAS.
Lidiar es bueno;
mas no siempre lidiar. Si el ser tan mozo
te excusa de asistir a los consejos,
no te excusa, en verdad, hijo querido,
de asistir de la Corte a los recreos.
GONZALO.
Siempre...
ARIAS.
Siempre angustiado, taciturno,
con dolor que aun de mí te alejas veo.

 (Con intención.) 

Tú, prenda de mi amor y mi ternura;
tú, el menor de mis hijos, que el consuelo
debieras ser de mis cansados años,
huyes de mí también. ¡Ah! ¿Qué se han hecho
tu alegre condición y tu dulzura?
GONZALO.

 (Tomándole una mano y besándosela.) 

¿Dudáis de mi cariño y mi respeto?...
ARIAS.
¿Qué he de hacer cuando miro que afanoso
la muerte buscas con tenaz empeño?...
No excusar el peligro es de valientes;
de despechados, anhelar los riesgos.
Que vigiles de noche en la muralla,
a todos dando de constancia ejemplo;
que el primero te encuentren los asaltos;
que en las salidas marches el primero,
mi aprobación merece. Mas que sólo
este recinto dejes sin objeto,
a provocar inútiles combates
y a matar o a morir sin fruto, pienso
que es de ferocidad seguro indicio,
si no lo es de locura o de despecho.
Por honra y libertad lidiar es gloria;
mas por sólo lidiar, insano empeño.
GONZALO.
Mi destino, señor...
ARIAS.
Debe inclinarte
a ser aventajado caballero,
hermanando el valor y la prudencia,
el dulce trato y el hablar discreto.
Desecha esa tristeza incomprensible,
y de asistir a nuestra infanta atento
está a la obligación.
GONZALO.
Yo por la infanta...
ARIAS.
Ha poco que a este alcázar concurrieron
las personas de cuenta, y renovaron
a sus plantas el santo juramento
de sostener hasta morir constantes
su herencia, su justicia y su derecho.
Tú, tú sólo faltaste.
GONZALO.

 (Con vehemencia.) 

¡Oh padre mío!
Y ¿quién puede anhelar cuanto yo anhelo
morir por mi señora?
ARIAS.
Tu señora
no lo duda, Gonzalo.
GONZALO.
Plegue al Cielo
que yo su paz afirme y su dominio
y de Zamora la salud muriendo.
ARIAS.

 (Lo abraza con gran ternura.) 

¡Oh cuánto gozo das al alma mía!
Así deben pensar, hijo, los buenos.
Pero a Dios plegue que por largos años,
de tu noble valor el fruto viendo,
de la infanta el apoyo y de Zamora
la gloria seas, y el mejor guerrero.
La infanta sabe tu virtud y brío,
y te distingue con cariño tierno,
por lo que extraña más que así te alejes
de su lado, y así...
GONZALO.

 (Turbado.) 

¡Yo!... ¡Padre!... ¡Cielos!...
¿De mí la infanta, acaso...?
ARIAS.
Nunca olvida
que fuiste de su infancia el compañero.
GONZALO.
¡Ay! ¡Ni yo lo olvidé! No, padre mío;
y como la amo yo, cual la respeto,
nadie en el mundo...
ARIAS.
Cuando, llena el alma
de gratitud, y de ternura el pecho,
recibió ha poco de tus dos hermanos
en este mismo sitio el juramento,
notando que faltabas, preguntóme,
y con elogio tal y tanto empeño...
GONZALO.
¡Oh Dios!... ¿Notó mi falta?
ARIAS.
Sí, hijo mío;
mucho cariño y honra le debemos.
Aquí se acerca.
GONZALO.

 (En la mayor confusión, quiere irse.) 

Padre, permitidme...
ARIAS.
¿Así observas, Gonzalo, mis consejos?


Escena tercera

 

Los mismos y la INFANTA

 
INFANTA.
Arias...

 (Se sorprende al ver a GONZALO.) 

¿Mas tú también en mi palacio?
¡Cuánto el mirarte en él place a mi pecho!
ARIAS.
Besa, besa la mano a tu señora,
que premia tu lealtad con tanto afecto.

 (A la INFANTA.) 

Su juventud, infanta, le disculpa.
Os sirve como honrado caballero,
os ama como debe un hijo mío,
y le aleja de vos sólo el respeto.
¿Escribisteis, señora, a doña Elvira?
INFANTA.
Ya Bellido partió llevando el pliego.
ARIAS.

 (Sorprendido.) 

¿Bellido...?
INFANTA.
Sí.
ARIAS.
¡Señora!..., ¿y a Bellido
disteis encargo tal?...
INFANTA.
Dudas no tengo
de su lealtad. Su astucia es conocida,
y para empresa de tan grave riesgo
él mismo se ofreció.
ARIAS.
Si vos, señora,
como siempre me honráis, a mis consejos
dando acogida grata, en este caso
también me hubierais consultado, creo
que el encargo Bellido no llevara...
INFANTA.
Bellido, a la verdad, no es buen guerrero
pero sí decidido zamorano
y defensor ardiente de mis fueros.
ARIAS.
Es osado, señora, en demasía,
ya que valiente no. Falso en extremo...
No dudo que, sagaz, del enemigo
la vigilancia burlará, y espero
que a doña Elvira entregará el mensaje;
mas la confianza del señor es premio,
y premiar al vicioso...
INFANTA.
Arias, acaso
querrá lavar sus juveniles yerros.
Ofrecióse a prestar este servicio
ante mis plantas y con tanto empeño,
que resistir no pude. Y él, gozoso,
que pronto alzado de Zamora el cerco
por su valor e industria quedaría
juró al tomar el importante pliego.
ARIAS.
Él es activo y, como activo, astuto;
si es buena su intención, le ayude el Cielo
Ya también a Aragón partió el aviso,
el socorro urgentísimo pidiendo,
y ésta la carta es que a don Alfonso
deben llevar y al moro de Toledo.
Firmadla, y partirá.

 (Da a la INFANTA un pliego.) 

INFANTA.

 (Siéntase a la mesa y firma y permanece sentada.) 

Que alguno, amigos
auxilio al fin nos ha de dar espero.
ARIAS.
No lo dudéis, señora; en ayudarnos
tiene interés el de Aragón, y empeño.
INFANTA.
¿Quién partió a Zaragoza?
ARIAS.
El bravo Núñez.
INFANTA.
Y ¿quién debe salir para Toledo?
ARIAS.
Bermudo marchará.
INFANTA.

 (Dando el pliego firmado a ARIAS.) 

No se detenga.
ARIAS.
Saldrá de estas murallas al momento.

 (Vase.) 



Escena cuarta

 

GONZALO y la INFANTA

 
INFANTA.

 (Permanece sentada, y dice a GONZALO, que hace ademán de seguir a su padre:) 

¿Tú me dejas también...?
GONZALO.

 (Confuso.) 

Señora...
INFANTA.
Espera.
GONZALO.
A las murallas...
INFANTA.
Que te esperes, ruego.
Ven..., acércate más. Dime, Gonzalo:
¿ignoras el cariño que profeso
a tu familia toda? Arias, tu padre,
es mi mejor amigo y consejero,
como lo fue también del padre mío.
Sin su prudencia, su virtud, su celo,
¿qué fuera yo, mujer desventurada,
entre tanto peligro y contratiempo?
Tus dos hermanos, de lealtad y brío,
y de heroísmo y de constancia ejemplo,
las dos fuertes columnas de mi Estado
son y el firme sostén de mis derechos.
El uno alcaide ilustre de Zamora,
el otro capitán de mis guerreros,
cuando dejan las bélicas fatigas
y el cuidoso velar de sus empleos
me acompañan, me asisten, me consuelan;
ora más leve mi penar haciendo,
y animando mi espíritu abatido
de la espantosa guerra con el peso;
ora brillando en mi palacio y Corte,
o prestándome sabios sus consejos
tu anciano padre ni un instante sólo
de mí se aparta, y a su amor le debo
cuanto debiera al de mi padre mismo,
como lo sabe el zamorano pueblo.
Y a ti, Gonzalo, a quien aclama el mundo,
con sobrada razón, mi caballero,
pues que yo misma te ceñí esa espada,
la espuela te calcé y el juramento
prestastes en mi mano; a ti, que llevas
el nombre mío entre tus armas puesto,
cual divisa en tu escudo; a ti, que siempre
fuistes en mi cariño el predilecto,
jamás verte consigo en mi palacio,
cerca de mí jamás. ¿Por qué? Di...
GONZALO.

 (Abatido.) 

¡Cielos!
No prosigáis, señora; no desgarren
vuestras palabras mi oprimido pecho.
Sé cuántos nos honráis; sé los favores
que yo, el más joven de mi raza, os debo.
Los sé, y consagro mi existencia toda
a vos, aunque de vos siempre me alejo.
INFANTA.
Harto sé yo el denuedo con que lidias,
de mi nombre en defensa y de mi pueblo;
las cicatrices que glorioso ostentas,
y que aún frescas se ven, lo están diciendo,
y tanto más extraño es tu desvío.
Hoy mismo mis leales, con recelo
porque un mensaje dirigí a don Sancho,
de que cediese mi invencible esfuerzo,
a mostrar su constancia en defenderme
a este salón solícitos vinieron.
Tus dos hermanos, Vasco, Alfonso, Deza,
Cortés y Lara y otros caballeros
de sostener mi herencia y señorío
renovaron ha poco el juramento.
Sólo tú...
GONZALO.

 (Con vehemencia.) 

Basta. ¡Por piedad, señora!
¿Gonzalo ha menester jurar de nuevo
que cuanta sangre por sus venas corre
derramará por vos?
INFANTA.
Así lo creo.
Pero acaso... No sé... Tal vez, Gonzalo,
contra tu gusto y tu elección, siguiendo
la opinión de los tuyos, no la tuya,
o de un involuntario juramento
compelido...
GONZALO.
¡Señora!
INFANTA.
... mis banderas
defiendes...
GONZALO.
¡Santo Dios! ¿qué estáis diciendo?
INFANTA.
¿Por ventura Zamora es corto campo
de tu noble ambición y heroico esfuerzo?
¿Por ventura no piensas que acompañan
la justicia y razón a mis derechos,
y a tu pesar...?
GONZALO.

 (Con vehemencia y gran agitación.) 

¿Qué pronunciáis, señora?
El mundo, el mundo todo sólo vuestro
debiera ser. ¡Que yo del mundo el trono
tuviera para vos pluguiese al Cielo!...
Pero... nací infeliz. ¿Por qué el Destino
no hace igual el poder al pensamiento?
¿Yo a mi pesar seguir vuestros pendones?...
¿Yo, no por mi elección, vuestro derecho
sagrado sustentar?... ¡Ah!... Si la suerte
en la última región del Universo
me hubiera dado cuna, el alma mía,
encantada al oír el nombre vuestro,
arrastrado me hubiera a vuestras plantas
a seguir vuestra causa y defenderos.
Para morir por vos sólo respiro.
INFANTA.
Quien tal ardor por mí guarda en su pecho,
¿por qué me evita con tenaz estudio?
GONZALO.
Porque nació infeliz.
INFANTA.
No te comprendo.
GONZALO.
¡Ah!... Si me comprendierais... Mas ¿qué digo?
Dejad que huya de vos; dejadme, os ruego.
INFANTA.
¿Qué agitación, Gonzalo, te atormenta?
De tu extraño penar me compadezco.
GONZALO.
¿Vos me compadecéis?...
INFANTA.

 (Con ternura.) 

Sabes, Gonzalo,
que casi al par nacimos, y que fueron
en fraternal unión creciendo juntos
los dulces años infantiles nuestros.
Después a las Asturias te ausentaste,
y que no fue sin lágrimas recuerdo.
Largos años sin vernos estuvimos,
hasta que el rey, mi padre, repartiendo
entre todos sus hijos sus Estados,
voló cual justo a la mansión del Cielo.
En herencia dejándome a Zamora,
y a tu padre de apoyo y consejero,
aquí con él, y no sin gozo mío,
te volví a ver, Gonzalo. Ha poco tiempo
la profesión tomaste de las armas,
y por mí fuiste armado caballero.
Afable y cariñoso, algunos días,
solícito en mi Corte y en mi obsequio,
gustosa, te encontré; pero muy pronto
marcó tu frente el angustioso sello
de honda tristeza, y velador cuidado,
a tu pesar, tus ojos descubrieron.
De mi alcázar las danzas y festines,
en vez de ser de tu aflicción remedio,
la furia, al parecer, acrecentaban
de tu dolor, pues tan tenaz empeño
pusiste en evitarlos. De este modo,
cuando esperaba del pasado tiempo
ver la dulce amistad reproducida,
hallé tan sólo en ti... ¿Qué nombre debo
dar, Gonzalo, al afán con que procuras
de mí alejarte siempre, y de mí lejos
entregarte al dolor que te devora,
siéndote yo de horror y asombro objeto?
GONZALO.
¿De horror decís?... ¿De asombro?... ¡Oh suerte impía!
Y ¿quién, y quién cual yo...?
INFANTA.
Ninguno, es cierto.
Desque nació esta guerra, valeroso
me sirves, es verdad, con alto esfuerzo.
Mas crece, al par, tu atroz melancolía;
y con disgusto, pesarosa, advierto
que buscas y te arrojas al peligro,
como impulsado de feroz despecho.
GONZALO.
Y huye de mí la muerte, porque niegan
todo descanso a mi penar los Cielos.
INFANTA.

 (Con ternura.) 

¿Qué te atormenta...? Dímelo, Gonzalo.
Si la amistad de nuestros años tiernos
del todo no olvidaste, en mí confía,
descubre los abismos de tu pecho.
GONZALO.
¡Jamás! En el silencio del sepulcro
se guardará conmigo este secreto.
INFANTA.

 (Horrorizándose.) 

¿En el sepulcro...?
GONZALO.
Sí.
INFANTA.
¿Pues qué...?
GONZALO.

 (Haciendo ademán de irse.) 

Dejadme;
ya para resistir fuerzas no tengo.
Lejos de vos...
INFANTA.

 (Levantándose del sillón y deteniéndole.) 

Espera. ¿Mi cariño
no podrá ser de tu penar consuelo?
GONZALO.
¿Vuestro cariño...? ¡Oh Dios!...
INFANTA.
Habla; sé franco.
¿Causa amor tu aflicción...? ¿Pudo en tu pecho
su peligroso influjo...?
GONZALO.
¡Ay de mí, triste!...
¡Amor!... Sí... ¿Qué decís?... ¡Amor! ¡Oh Cielos!
INFANTA.
Que acerté con tus males imagino...
Y ¿quién de tu pasión es el objeto...?
GONZALO.
¿Quién es...?
INFANTA.
Sí, dime...
GONZALO.
¿Me ordenáis que diga...?
INFANTA.
Lo exijo, sí.
GONZALO.

 (Hincando una rodilla y con la mayor vehemencia.) 

Vos sois el solo dueño
de todas mis potencias y sentidos;
vos quien inflama el desastroso fuego
que el alma me consume; vos, señora,
la causa celestial de mis tormentos.
Por vos, sólo por vos, corro al peligro.
Soy infeliz, y perecer anhelo.
Miradme con piedad... ¡Ah! No, ¿Qué digo?
Derribad la cabeza de mi cuello,
ya que de amaros tengo la osadía;
mas lástima de mí tened al menos.
INFANTA.

 (Agitada.) 

¿Qué dices...? ¿Qué...? ¡Gonzalo!
GONZALO.
Confundidme.
Nacido fuí para vasallo vuestro.
Mas no se manda al corazón, y el mío
para amaros nació. ¡Pluguiese al Cielo
que yo un excelso príncipe naciera,
que a vuestros pies pusiera el Universo!
¡Ah!... No se elige cuna; y pues la mía
me hizo a vos desigual, el brazo horrendo
de la muerte me vuelva aquel descanso
que vos robasteis a mi insano pecho,
y ponga fin a mi cruel martirio,
y castigue mis altos pensamientos.

 (Álzase.) 

Dejadme ir a buscar la ansiada muerte,
pues mi loca pasión rompió el silencio.
INFANTA.

 (Deteniéndole.) 

Detente... ¡Oh Dios!... Detente... ¿A dó, Gonzalo,
desesperado vas?... Ven. ¡Ay! De acero
no tengo el corazón.
GONZALO.
¿Qué...?
INFANTA.
¿Tú la muerte
buscas tan sólo de tu amor en premio?
GONZALO.
¿Qué más puedo esperar?
INFANTA.

 (Sorprendida.) 

Apresurado
penetra en el salón tu hermano Diego.
Calma, ¡por Dios!, Gonzalo, tu semblante.


Escena quinta

 

Los mismos y DIEGO

 
DIEGO.

 (Inclinándose con respeto.) 

Pensé que aquí mi padre...
INFANTA.

 (Inquieta.) 

¿Con qué objeto
así a tu padre buscas?...
DIEGO.
Se ha notado
repentino, y extraño movimiento
en el campo enemigo; hasta aquí llegan
de los clarines y el tambor los ecos.
Se ordenan los contrarios escuadrones
y lanzan altas voces los guerreros.
Sin duda, el asaltar nuestras murallas
es del altivo sitiador intento.
Ya acuden a guardar torres y fosos
los zamoranos, y mi hermano Pedro
prepara la defensa; pero quiere
que mi padre a su lado...
INFANTA.
¡Oh Dios! No temo
el bárbaro furor del castellano,
pues tales hijos que me guardan tengo.
Mi hermano sólo responsable sea
de tantos males cual provoca ciego.
Gonzalo, el rey don Sancho, furibundo,
de mi sangre infeliz está sediento.

 (Le alarga la mano.) 

Tú eres mi campeón. Combate y piensa
que todo es del valor escaso premio.
GONZALO.

 (Besándole la mano.) 

Y ¿qué valor resistiráse al mío,
si osa a tanto elevar el pensamiento?
INFANTA.
Que Dios escude tu preciosa vida.

 (Vase.) 

GONZALO.
A morir o triunfar corramos luego.
 

(Vanse.)