Escucha
| |
lo que refiere con jactancia él mismo. | |
Dice que
desde el punto en que anheloso | |
a suplicar a nuestra infanta
vino | |
que del mensaje a Toro le encargara, | |
ocultaba en
su pecho tal designio. | |
Y que, sin descubrirlo a nadie,
apenas | |
dejó estos muros, fuese decidido | |
al campo
sitiador, y a los primeros | |
que halló guardando el
valladar les dijo | |
que, huyendo de la infanta y de Zamora
| |
y anhelando vengar odios antiguos, | |
buscaba de don Sancho
las banderas | |
para prestarle fiel un gran servicio. | |
Y
que al monarca al punto lo llevasen, | |
porque importaba darle
cierto aviso, | |
con el cual de Zamora la conquista | |
segura
estaba y terminado el sitio. | |
Dudaron los soldados; pero,
astuto, | |
ser llevado ante el rey logró Bellido, | |
cuando ordenando estaba sus escuadras | |
para asaltar de
nuevo este recinto. | |
En la regia presencia, sin turbarse,
| |
inventando sucesos peregrinos | |
y persuadiendo al rey que
de la infanta | |
y de los zamoranos perseguido | |
a su amparo
y defensa se acogía, | |
huyendo de un injusto y vil
suplicio, | |
cautivar consiguió su confianza | |
y verle
a su favor grato y benigno. | |
Entonces, importancia aparentando,
| |
le pidió que en su tienda, sin testigos, | |
te escuchase,
y logrólo, aunque a despecho | |
de varios caballeros
y caudillos. | |
Al verse a solas con don Sancho, aleve, | |
a su infame intención dar cima quiso; | |
mas los riesgos
y azares de la fuga | |
nuevo ardid le inspiraron, y al rey
dijo | |
que de aquel campo se encontraba cerca | |
la descuidada
puerta de un camino | |
subterráneo y oculto que a este
alcázar | |
daba seguro paso en tiempo antiguo, | |
y
que era fácil por allí al momento | |
sorprender
a Zamora sin peligro. | |
No recelando engaños, el monarca
| |
por sí reconocer al punto quiso | |
del subterráneo
la supuesta boca, | |
y salió de su tienda. Mas Bellido,
| |
para evitar que algunos caballeros | |
le acompañasen
al oculto sitio, | |
encareció lo grave de la empresa,
| |
difícil quebrantándose el sigilo. | |
Y aun
osó al rey decir que había traidores | |
en sus
escuadras y a su lado mismo. | |
Don Sancho, o bien que le
cegase el Cielo, | |
queriendo a sus violencias dar castigo,
| |
o porque es propensión de los humanos | |
corre a
rienda suelta al precipicio, | |
cuando corren en pos de sus
deseos, | |
pidió un caballo, y solo con Bellido, | |
sin ceñirse coraza, sin escudo, | |
sin yelmo y ordenando
que seguirlo | |
nadie intentase, se alejó del campo.
| |
Y en estas quiebras y erizados riscos | |
que no lejos se
encuentran se introdujo, | |
del zamorano aleve conducido;
| |
quien, así que se vio solo, asestando | |
al corazón
del rey con fiero brío | |
un agudo venablo, por dos
veces | |
forzudo lo vibró, vertiendo un río
| |
de regia sangre. |