Escena segunda
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Los MISMOS y ORDÓÑEZ, que sale con GÓMEZ
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ORDÓÑEZ. | (Hincando una rodilla.) |
Infanta excelsa | | que vuestras plantas
generosas bese | | un vasallo leal de vuestro hermano | | y que
ante ellas se postre reverente, | | permitid, y también
que por sí propio, | | o bien a nombre de las bravas
huestes | | que esos campos dominan, y en el nombre | | de tantos
caballeros excelentes | | que en ellas ciñen del honor
las armas, | | y en el nombre, por fin, de cuantos tienen | | honra y virtud y castellana sangre, | | justa satisfacción
demande y ruegue. | |
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INFANTA. | Alzaos, Diego Ordóñez,
al asiento | | que vuestros nobles títulos merecen,
| | y la demanda proponed. |
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ORDÓÑEZ. | (Se levanta
y sienta en una banqueta sin respaldo que estará allí
cerca.) | Señora,
| | el dolor que marchita vuestra frente | | y los lutos y el
fúnebre aparato | | que aquí mis ojos por doquier
advierten, | | indicios son de que la misma pena, | | que el
pecho mío destrozado tiene, | | y de asombro y terror
llena a Castilla | | y de justo furor a sus valientes, | | no
es tan ajena del cuidado vuestro | | ni de los caballeros que
sostienen | | el empeño de ser vuestros vasallos, | |
con armas, con tesón y aun con laureles. | | Pero de
un rey excelso de Castilla | | el vil engaño y la alevosa
muerte, | | y el responder a generosa guerra | | con doble trato
y con traición aleve, | | mal tan sólo con lágrimas
y lutos | | satisfecho quedar, señora, puede. | | Venganza
crimen tal demanda al Cielo, | | y tal venganza, que desarme
y temple | | la justa saña que a la fiel Castilla, | | a España toda, con razón, enciende; | | y tal
reparación, que el nombre vuestro | | y el honor de
Zamora limpios deje | | de dudas, de sospechas y de indicios
| | que los manchan, deslustran y ennegrecen. | |
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INFANTA. | Diego
Ordóñez de Lara, el pecho mío, | | al
ver tanta lealtad, consuelo siente. | | Fuisteis fiel servidor
del rey don Sancho, | | y tan noble actitud os enaltece. | |
Siempre le amé; jamás como enemigo, | | aunque
mi herencia firme defendiese, | | pude considerar vuestro monarca,
| | de quien lamento la horrorosa suerte. | | Las lágrimas
que inundan mi semblante, | | la indignación que en
mis entrañas hierve | | y mi conducta con el rey don
Sancho | | testificarlo al Universo pueden. | | Y no es sólo,
don Diego, el pecho mío | | el que el tormento del dolor
padece | | por el funesto fin del rey, mi hermano; | | que cuantos
mi estandarte siguen fieles, | | cuantos habitan a Zamora insigne,
| | cual yo le lloran y vengarle quieren. | | Y estos lutos y
fúnebre aparato | | señales son de lo que el
alma siente, | | no apariencia falaz, con que los hombres | | satisfacer al necio mundo suelen. | | La fiel Zamora y la
leal Castilla | | la misma angustia de dolor padecen; | | y si
pena común es firme lazo | | que opuestas voluntades
entreteje, | | tendrán fin las discordias, que producen
| | siempre desastres y delitos siempre. | | Es verdad que con
guerra abierta y franca | | vino mi hermano y con bizarra hueste,
| | aunque a razón contrario y a justicia, | | y a juramentos,
y a contratos fuese | | acometer mi herencia a mano armada
| | y a mi pueblo tratar como rebelde. | | Mas también
es verdad que yo y Zamora, | | los pactos recordándole
solemnes, | | y con ruegos y lágrimas tentamos | | su
ambición sofocar y contenerle. | | Y todo siendo en
vano, a la defensa | | también con hierro y con armada
hueste | | apelamos, en guerra abierta y franca, | | como cumple
a los buenos defenderse. | | Díganlo cuatro lunas de
combates | | y cinco asaltos rechazos siempre, | | que el triunfo
a nuestro esfuerzo aseguraban | | sin que traiciones necesarias
fuesen. | | Por desgracia, encontróse en estos muros
| | un pérfido asesino, un hombre aleve. | | Ése
el crimen horrendo cometiera; | | mas no Zamora, que ni está
ni puede | | contaminada estar. Y si es que el mundo | | lo osase
sospechar, el mundo miente. | | Mas porque yo, Zamora; vos,
Castilla, | | satisfacción ansiamos, proponedme | | cuál
ha de ser: mi espanto, mi amargura, | | con testimonio irrefragable
quieren | | manifestar lo que a mi hermano amaba | | y lo que
crimen tan atroz merece. | |
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ORDÓÑEZ. | Jamás
dudé que vuestro noble pecho | | tan geniales impulsos
conmoviesen, | | y que siendo una misma aquella sangre | | que
derramó el traidor y la que enciende | | vuestro gran
corazón, que un mismo anhelo | | vuestro, señora,
y de Castilla fuese. | | Y pues vos, y Zamora, y yo, y Castilla
| | venganza ansiamos del delito aleve | | y alta reparación,
vos y Zamora, | | Castilla, el mundo, y yo, tan solamente | | lo podremos lograr, si a dos demandas | | os dignáis
acceder, no de otra suerte. | |
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ORDÓÑEZ. |
Que el traidor inicuo | | que el regicidio perpetró
se entregue | | al punto a mi poder, para que luego | | en él
Castilla el atentado vengue. | |
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ORDÓÑEZ. |
Que Zamora, hoy mismo, | | abra las puertas y las armas
deje, | | dando entrada a las huestes castellanas | | y al cadáver
del rey, alto y solemne | | vasallaje prestando a sus cenizas.
| | Lo que en vida intentó lógrelo en muerte
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INFANTA. | Diego Ordóñez de Lara, harto habéis
dicho; | | vuestra ardiente lealtad os desvanece; | | os he escuchado
con sorpresa y pasmo | | imposibles pedir, dictarme leyes.
| | ¿Que ponga en vuestras manos a Bellido | | pretendéis?
Espantoso delincuente, | | horrendo regicida, infame reo, | | ese vil traidor es: tal, que merece | | perecer en tormentos
inauditos | | y de ejemplo servir su horrible muerte. | | Mas,
don Diego, Bellido es mi vasallo | | y su castigo a mí
sólo compete. | | Leyes y magistrados y verdugo | | la
fiel Zamora en su recinto tiene. | | ¿Queréis que esta
ciudad las puertas abra, | | que las armas deponga y que se
entregue | | al cadáver de un rey, a quien gloriosa
| | resistió denodada cuatro meses?... | | ¿Qué
os podré responder? Volved, don Diego, | | volved a
vuestro campo, y a las huestes | | castellanas rogad, en nombre
mío, | | que en mí a la hermana miren y respeten
| | del sin ventura rey que lamentamos, | | y del rey que a heredar
el trono viene. | | Que renazca la paz, que alcen el sitio,
| | que a Zamora y a mí tranquilos dejen; | | y entonces
lloraremos de consuno | | la terrible desgracia que nos hiere,
| | el brazo respetando del Eterno, | | que tronos hunde y que
castiga reyes. | |
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ORDÓÑEZ. | (Conteniendo el furor.) | Comprendo..., sí, comprendo. Yo harto dije, | | y
vos, señora, más. Duda no tiene. | | Estremézcase
el mundo horrorizado, | | rásguese el velo que el delito
envuelve. | | Vos y Zamora...; sí, vos y Zamora | | sois
del asesinato delincuentes. | |
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TODOS. | (Menos la INFANTA.) | ¿Qué osa Ordóñez decir...? |
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ORDÓÑEZ. | (Levantándose con resolución.) | Lo
digo; | | y mi brazo y mi espada lo sostienen, | | y aunque los
zamoranos el seguro | | con que vine a este alcázar
atropellen, | | poco importa, pues nada me acobarda | | cuando
razón y esfuerzo me defienden. | | Así, escuchadme
todos. |
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INFANTA. | (Siempre conteniendo la gran agitación
de los suyos.) | Sí,
escuchemos. | |
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ORDÓÑEZ. | De traidores, de infames
y de aleves | | yo os reto a vos, infanta; a los magnates,
| | caballeros, hidalgos y a la plebe | | de esta inicua ciudad;
a los mancebos, | | y párvulos, y ancianos, y mujeres;
| | a los que aun no han nacido y a los restos | | que en los
sepulcros infamados duermen. | | Y reto a estos palacios, a
estos muros, | | a estas torres y altivos chapiteles, | | y al
aire corrompido que respira | | la vil Zamora, al pan que la
mantiene, | | al agua que la riega y a la lumbre | | que en sus
hogares arde y resplandece; | | y los árboles, riscos,
flores, plantas | | y a cuanto sobre sí mira y contiene
| | este suelo de horror. Y en campo abierto, | | con cuatro
zamoranos, sean quien fueren, | | y fuego de Castilla, yo,
valiente, | | lo sostendré con lanza y con espada, | | a caballo y a pie. |
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TODOS. | (Menos la INFANTA.) |
Cualquiera... |
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ARIAS. | (Conteniendo a todos.) | Escuchemos. |
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ORDÓÑEZ. |
Si
alguno de los cuatro | | mi esfuerzo humilla y en la lid me
vence | | Zamora libre de la negra mancha | | y del reto y del
sitio al punto quede. | | Mas si, al contrario, en mi triunfo
el cielo | | el crimen de Zamora hace patente, | | sin resistir
se entregará al castigo | | que le darán las
castellanas huestes. | |
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ORDÓÑEZ. | (Quitándose un guante y arrojándolo en medio
del tablado.) | ¿Quién alza el guante mío?
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ARIAS. | (Arrojándose precipitadamente sobre el guante
y recogiéndolo, seguido de sus tres hijos.) | Yo lo
recojo, Ordóñez, y que mientes | | yo y mis tres
hijos demostrar sabremos. | |
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ORDÓÑEZ. | Los que
son más culpados, Arias, deben | | ser las primeras
víctimas. |
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ARIAS. | Ordóñez,
| | las manos van a hablar, los labios cesen. | |
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ORDÓÑEZ. | Venid a hallar la merecida
muerte. | | (Vase.) |
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Escena tercera
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Los mismos, menos
ORDÓÑEZ
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INFANTA. | ¡Arias!... ¡Esclarecidos
caballeros! | | ¡Zamoranos insignes!... ¡Hijos fieles!... | | ¿Qué es esto?... Estoy sin mí... ¿Cómo,
atrevido, | | Diego Ordóñez de Lara, de tal suerte
| | la afrenta y la calumnia... |
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ARIAS. |
Noble infanta, | | ¿qué os agita?... Dichosas son mil
veces | | la afrenta y la calumnia que con hierro | | purificarse
y desmentirse pueden. | | El Cielo sabe la inocencia nuestra,
| | el mundo nuestro honor, y estos valientes | | hoy acrisolarán
ambos tesoros, | | a Zamora salvando para siempre. | | Mas vamos
a la lid, que urge el combate | | Al noble pecho que calumnia
hiere | | son los instantes siglos. ¿Vos, señora, | |
depositáis en nuestras armas fieles | | vuestros justos
derechos? |
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ARIAS. | ¿Y
vosotros, | | hijos de esta ciudad, varones fuertes, | | a la
que tantas veces ilustraron | | vuestras virtudes y guerrero
temple, | | os confiáis también a nuestro esfuerzo?
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ARIAS. | (Dirigiéndose a
sus hijos.) | Ya
lo veis, hijos, su suerte | | la egregia infanta y zamorano
pueblo | | en nuestras armas ponen, y transfieren | | a nosotros
su agravio y su venganza. | | La voluntad de Dios está
patente. | | (Hincan los cuatro una rodilla en tierra y desenvainan
las espadas.) | En manos de la infanta y de Zamora, | | ante
el pueblo, del modo más solemne, | | juramos por la
cruz de estos aceros, | | como buenos lidiar. Y si perece | | el primer campeón en la demanda, | | se lanzará
el segundo a sucederle, | | y si éste cae también,
saldrá el tercero, | | y el cuarto, si el tercero feneciese.
| | Y sin ventaja oculta o descubierta, | | juramos combatir
de fuerte a fuerte. | | Y juramos también que contra
Ordóñez | | ni antigua enemistad ni rencor tienen
| | nuestros hidalgos pechos, y que sólo | | combatir
anhelamos y vencerle | | por dar respuesta a su orgulloso reto,
| | para que nuestra fama limpia quede, | | para vengar la afrenta
de su injuria | | y por salvar la patria. |
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INFANTA. |
Si así fuese, | | el Dios
de las justicias os ayude | | y con el triunfo vuestras armas
premie. | |
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(Se levantan ARIAS y sus hijos envainando las espadas,
y baja la INFANTA del dosel, apoyada en las DAMAS.)
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ARIAS. |
Infanta, permitid que vuestra mano | | de este fiel servidor
los labios sellen | | para que nuevo aliento a la batalla | | y nuevo ser a vuestro influjo lleve. | |
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INFANTA. | ¡Pues qué...!
¿Tú, Arias Gonzalo, tú el primero | | a responder
a Diego Ordóñez quieres | | con las armas salir?...
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GONZALO. | ¿Cómo?...
¿Mi padre... | | hijos que en su lugar lidien no tiene? | | Yo
el primero seré... |
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DIEGO. | (Apresurado.) | Yo,
que he nacido, | | Gonzalo, antes que tú... |
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PEDRO. | (Alterado.) | Pues qué, ¿pretende | | acaso aventajarme...?
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ARIAS. | (Con entereza.) | Yo, señora, | | el
guante alcé el primero. Yo quien debe... | |
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ARIAS. | (Resuelto.) | Por la patria y por vos ansío la muerte. | | ¿Quién
de buscarla intentará privarme? | |
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INFANTA. | Vencer y
no morir es solamente | | lo que a Zamora de la injusta afrenta,
| | y a mí salvar, Arias Gonzalo, puede. | | No a morir,
a vencer en el combate | | ir el que salga en mi defensa debe.
| | No basta combatir, triunfar es fuerza. | | Si bastara el
valor, ¡ah!, ¿cuál te excede? | | Mas es el tiempo volador,
y rompe | | los altos muros, los peñascos hiende, | |
y a los cedros, que altivos despreciaron | | la voz del huracán,
marchita y vence. | | El luchador de juventud lozana, | | más
que de acero, armado resplandece. | | Los hombres... |
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ARIAS. | (Abatido.) | ¡Ah
señora! Ya os comprendo. | | ¡Oh vejez abatida!... ¿Qué
pretendes? | | ¡Dura ley de los cielos, conservarnos | | en cuerpo
ya sin fuerza un alma fuerte! | | Antes de envejecer, fenezca
el hombre, | | si para ser inútil envejece. | | (Saca
la espada.) | Y tú, estorbo enojoso, pues mi brazo,
| | ni quien abone tu pujanza tienes, | | (La tira al suelo.) | Vete lejos de mí; desdén y olvido, | | armas
que adorno son, sólo merecen. | |
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ARIAS. | (Con entereza.) | Ya basta. No; no es justo
| | que de la patria la salud se entregue, | | y el honor de
Zamora y vuestro nombre | | de un anciano infeliz al brazo
endeble, | | ¿Por qué no son, ¡oh Dios!, aquellos días
| | en que ese acero, que con mengua duerme, | | y este trémulo
brazo, ya sin brío, | | fueron terror de las moriscas
huestes, | | y de Toledo y de Aragón asombro, | | y del
rey, vuestro padre, apoyo fuerte? | |
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INFANTA. | Si aquellos días
venturosos fueron, | | dejáronte la gloria, que esclarece
| | tu nombre, Arias Gonzalo, y que es eterna. | | Y en estos
tres el Cielo te concede | | nueva vida y aliento, y nuevas
glorias | | tu noble sangre su valor enciende. | |
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ARIAS. | (Entusiasmado.) | ¿Y qué pudiera consolarme, infanta, | | de que estas
canas en el ocio queden, | | sino el pensar que al fin será
mi sangre | | la que hoy honre a la patria y la liberte? | |
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INFANTA. |
Tu sangre, sí, y tu espada, | (Hace una seña
a Gómez, quien recoge la espada del suelo y se la
da a la INFANTA.) | que
este acero | | que así desechas, y que injusto ofendes,
| | será prenda segura de victoria, | | y de mi mano lo
tendrá el valiente | | que al campo ha de salir. |
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ARIAS. | (Decidido.) | Y salga
al punto | | el que vos designéis. |
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GONZALO. |
Quien salir debe | | soy yo, pues de la infanta, caballero...
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DIEGO. | (Alterado.) | Entre los tres, decídalo la
suerte. | |
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PEDRO. | (Adelantándose a todos.) | Yo tan
sólo... |
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INFANTA. | (Conteniéndolos.) | Escuchad.
Don Diego Ordóñez | | del castellano ejército
es el jefe, | | y ha de igualarle en dignidad y mando | | el
que salga primero a responderle. | | Alcaide es Pedro de la
fiel Zamora, | | firme caudillo de mis bravas huestes, | | y
es, a la par, vuestro mayor hermano; | | ved, pues, si la batalla
le compete. | | (Le entrega la espada.) |
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PEDRO. | (Toma la espada,
besando la mano a la INFANTA.) | ¡Oh instante el más
dichoso de mi vida! | | Llegó a su cumbre mi felice
suerte. | |
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ARIAS. | (Entusiasmado, abrazando a PEDRO.) | Dame,
dame los brazos, hijo mío. | | Dichoso tú, dichoso
tú mil veces, | | que a salvar a la patria eres llamado,
| | y que el primero que despiertas eres | | la noble envidia
en mi ardoroso pecho. | | Ven, que te quiero armar. |
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(Vanse por un lado ARIAS y sus hijos con los
REGIDORES, CABALLEROS y GUARDIAS, y por otro, la INFANTA,
Gómez, DAMAS y PAJES.)
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