Entre las crónicas francesas del siglo XV se encuentra narración del siguiente curioso suceso435.
En
el presente año de 1445 vino á estas partes un
letrado436
de edad de 25 años, que decía ser natural de
España. Era de mediana estatura, de buena presencia, muy
agradable á cuantos le trataban, y tenía de todas las
ciencias, especialmente de las eclesiásticas, el más
profundo conocimiento que se haya acreditado en cualquier
país. Era además caballero en armas, doctor en
teología,
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Habiéndose reunido después en plena Universidad sobre 3.000 letrados, presentó muchos argumentos, á no todos los cuales le pudieron satisfacer. También estuvo en el Parlamento y en otras asambleas, sin encontrar apenas opositores, permaneciendo algún tiempo en París; y luego marchó á Gante con propósito de visitar la corte del duque de Borgoña.
Allí fué igualmente examinado por los más sabios, que lo juzgaron sin igual. Quiso ir á Inglaterra, y no habiendo logrado pasar el canal, dió la vuelta por Alemania y Francia.
Cuando salió de París se reunieron los más respetables de la Universidad á deliberar sobre el caso, y bien discutido, les pareció no ser posible que en el espacio de cien años llegara un hombre á aprender y retuviera lo que él sabía.
Con
esta certidumbre sospechaban los sabios que hubiera adquirido la
ciencia por arte mágica, y que sería acaso el
Ante-Cristo ó uno de sus discípulos; porque
consideradas sus circunstancias y examinados los libros que tratan
de lo que ha de suceder, se veía que el Ante-Cristo
había de nacer en tiempo de guerra, de padre cristiano y
madre judía (que se fingiría cristiana), hijo
adulterino, y que al nacer serían los pueblos poco
caritativos. Además que estaría poseído del
Demonio, de quien habría el saber, aunque pareciera serle
natural, que sería cristiano hasta la edad de 28
años, y en la juventud visitaría á los
Príncipes con objeto de hacer alarde público de sus
conocimientos, y que el año 28 de su existencia iría
á Jerusalén, donde los judíos habían de
recibirle por Dios, reinando hasta el año 32 de su
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Todo lo cual así como ha ocurrido, lo certifica un notable doctor en teología, llamado Maestro Juan de Oliva, en sus cartas, y dice que estuvo presente en el examen é interrogaciones que se hicieron en la Universidad de París al referido letrado, con maravilla general, y que después no ha vuelto á saberse nada de él.
Las cartas de Juan de Oliva no parece que son conocidas; mas sí lo es el «Diario escrito por un ciudadano de Paris, atribuído al mismo maestro, y en él se da cuenta de la aparición del español, si bien se pone en el año de 1446, después de la Páscua437. No hay hasta ahora por acá otro dato que ayude á plantear el problema personal encerrado en la narración, y tampoco en nuestras relaciones los conozco más seguros para resolverlo.
Algunas condiciones, atribuídas al escolar español, se encuentran en el elogio que hizo Galíndez de Carvajal del sabio Alvar García de Santa María; pero la edad no conforma, y como su padre D. Pablo de Cartagena, docto sin igual en aquellos tiempos, se graduó maestro de teología en París, y era, por tanto, allí harto conocido, á ser D. Alvar el portento de que se hablaba, no omitieran los de la Universidad nombre y origen.
¿Quién distinguirá en la concisión de las crónicas, en la mención no más larga de los Claros Varones de Pulgar, ó en las mermadas remembranzas que nos quedan aparte, cuál de los ingenios que brillaron en la corte literaria de D. Juan II era el reputado prodigioso en tierra extraña?
Juan de Mena debía de contar unos 30 á 33 años
el de 1445: en esta fecha, que es la de la batalla de Olmedo, no
estaba en la corte, pues que á él va dirigida alguna
de las cartas comprendidas en el Centón de
Fernán Gómez de Cibdad Real. Consta que fué
á
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El citado Fernando del Pulgar se aproxima aún más en edad al prodigio recibido por Ante-Cristo; precisamente en el año 1445 cumplía, según se cree, los 25. Visitó á París, y aunque en su tierra no se le tuviera por maravilla, sin perjuicio de otro proverbio de altísimo origen, pasaba en la estimación general, y en la particular de los doctos, por hombre versado en letras divinas y humanas. A ser mantenedor del torneo intelectual en las orillas del Sena, se comprendería que en los elogios de personajes claros de la época, no aparezca escrito de su mano el del vencedor, cuya omisión extraña de otro modo; sin embargo, sería excusable cualquier recuerdo del amor propio juvenil en las cartas que redactaba ya al fin de su vida.
Acaso el mejor día salga de un legajo del archivo de la Sorbona ó de la ciudad de Gante el nombre que falta en la crónica del prevoste Mathien D'Ecouchy.
París, 17 Abril 1887.
POST SCRIPTUM.
Registrando la obra titulada Historia Universitatis Parisiensis, autore Caesare Egassio Bvlaco, Parisiis, M. DC. LXX. Tomo V, en la página 534 he visto el complemento siguiente.
HISTORIA VIRI ADMIRABILIS. Eodem anno (1445) ex Hispania Lutetiam venit Iuvenis quidam sacræ Theol. Doctor tam mirabilis ingenij & scientiæ, vt nunquam ei par visus, neque post hac videndus sit. Vocabatur autem Ferrandus Cordubensis, de quo sic Trithem. in Chron. Spenheim.
«Is an. 1445. luvenis annorum 20, miles auratus, Artium,
Medicinæ & Sacræ Theol. Doctor, cum 8 equis de
Hispania venit in Franciam & totam Parisiorum Scholam sua
mirabili scientia vertit in stuporem. Erat enim in omni Facultate
scripturarum doctissimus, vita & conversatione honestissimus,
non sicut ille de quo iam diximus arrogans & superbus, sed
humilis multum & reverentia plenus, memoriter enim Bibliam
totam, Nicolaum
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Huiusce Doctoris mentio habetur in Actis Nationis Gall. ad diem 22 Decemb., aientibus lectas fuisse litteras quasdam ad Ducem Burgindiæ transmittendas, Ne velit adhibere fidem dictis cuiusdam Doctoris Hispani, qui se obtulerat Universitati responsurum; qui tanmen noluit respondere, sed se excusavit dicendo quod celerrime erat iturus apud D. Ducem dictum.
Con estos nuevos datos aumentan las probabilidades en favor de Fernando de Pulgar, pues que á la edad viene á unirse la coincidencia del nombre.
De
los dos textos latinos, el más antiguo dice que el doctor
español se llamaba Fernandus: es verdad que más
explícito el de du Boullay consigna que el
admirable escolar, vocabatur Fernandus Cordubensis; mas no
siendo conocido en España por aquel tiempo un Fernando de
Córdoba que sobresaliera en ciencia, y pudiendo admitirse
que persona de tal mérito no habría de
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La familia de Fernando del Pulgar, es desconocida: sábese que era de humilde extracción, y nada más. De la naturaleza tampoco hay cosa averiguada: se le ha supuesto del reino de Toledo por haber en él un pueblo Pulgar, que pudiera ser origen del sobrenombre con que se le designa. De la instrucción, de los estudios, ni la más breve referencia: consta que se crió en la corte del rey D. Juan, porque él lo dejó escrito, y porque escribió asimismo cómo se llamaba, bueno es recordarlo.
En carta dirigida á Pedro de Toledo, canónigo de Sevilla, señalada en la colección con el número XII, dice: «Pues queréis saber cómo me habéis de llamar, sabed, Señor, que me llaman Fernando y me llamaban y me llamarán Fernando; y si me dan el Maestrazgo de Santiago, también Fernando; porque de aquel título y honra me quiero arrear, que ninguno me pueda quitar.»
Dos veces, en estas cartas, habla del Duque de Borgoña, tomándolo por término de comparación, y en la dedicatoria de los Claros varones á la reina Isabel escribe que «vió en Francia la compilación de los hechos notables de algunos caballeros y prelados del reino que hizo el Maestro Jorge de la Vernada, Secretario del Rey Carlos.»
Todos estos indicios no alcanzan con mucho á formar prueba de ser Fernando del Pulgar el Doctor nunquam ei par visus, neque post hac videndas, pero no me parece ocioso haberlos reunido si sirven á otras investigaciones.
Paris 3 de Julio 1887.
CESÁREO FERNÁNDEZ DURO.