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Carta tercera

Jueves, 21 de septiembre 2006

Estimado don Antonio:

Por la mañana salimos de Soria a eso de las 10 de la mañana, pero erré la dirección en una maldita redonda, en vez de tomar dirección Burgos para ir a Cidones y Picos de Urbión, «La tierra de Alvargonzález », tomé dirección Valladolid y ya no podía dar la vuelta salvo accidente que no estaba dispuesto a tener, salvo error involuntario. Por esta razón, entre un sí y un no, o un giro de volante, no fuimos a la tierra de Alvargonzález sino a la de Almanzor en Calatañazor, Almanzor nació en Torrox 940 (Málaga) falleció en Medinaceli 1002, lo dice una placa en el busto con casco guerrero que se alza aquí. Después llegamos a El Burgo de Osma, la romana Uxama del cerro Castro, luego fue la medieval Osma con su catedral de interés sobresaliente, gótica, construida sobre una románica, bares con clientes alemanes y los soportales guareciendo el comercio y una panadería con horno propio que inunda la calle con olor a pan recién hecho donde también confitan unos bizcochos auténticos y populares para morirte de gusto a los que yo llamaría «burgosmitos»; la amplia Plaza Mayor con el Ayuntamiento y hombres de la «tercera columna» sentados en los bancos sobre cuyos fríos granitos han puesto cálidos maderos, y frente, el Museo Diocesano guardado por obispos de piedras en los aleros y la oficina de Información y Turismo en lo que fue una capilla, y sala de exposiciones en el claustro. Con motivo de la conmemoración del centenario de su llegada a la provincia Soria, el Restaurante Virrey Palafox, de la calle Mayor 4, ha organizado un concurso poético dentro de los actos programados en la celebración de las XXXIII. Jornadas Ritogastronómicas de la Matanza.

Luego subimos a Ucero y al Cañón del río Lobo donde nos estuvieron acechando los buitres, entre plomizos peñascales y «cárdenas roquedas». Tierras cercanas pero muy distantes al sur de los Picos de Urbión, pero tampoco lo lamento, fue un viaje certero como flecha a la mejor de las dianas. Pero claro, evidentemente, a usted no le interesará que le cuente esta aventura, que dejaré para otra ocasión.

Usted nos dice en su relato del viaje a los Picos de Urbión que lo realizó en octubre de 1910, en compañía de unos amigos, para ver el nacimiento del río Duero. Otras opiniones más puntillosas, apuntan, que usted debió viajar en agosto o en septiembre, porque a primeros de octubre usted ya debería estar dando clases, en fin son ganas de afinar. Viaja desde Soria a Cidones en coche correo, desde Cidones a Vinuesa a pie y desde Vinuesa a caballo hasta Covaleda donde subirá a los Picos de Urbión, pero a causa de una inesperada tormenta descienden hasta la Laguna Negra. Este viaje le servirá de argumento para escribir el poema y el relato de «La tierra de Alvargonzález» en Campos de Castilla, inspirado en el paisaje y en historias de parricidios que había leído en la prensa soriana. Hemos de conformarnos con leer y ver este magnífico trabajo en la web «En las tierra de Alvargonzález» . No hay un pueblo que se llama Alvargonzález, recojo el comentario de Ian Gibson (p. 221): Pero nunca hubo por aquellos contornos un pueblo, y mucho menos uno llamado Alvargonzález. Es posible que influyera en la invención del topónimo por Machado el nombre del pueblo de Villálvaro, situado casi en la linde de la provincia de Soria con Burgos, donde se habían cometido un crimen notorio durante la primera década del siglo XX.

No sabemos con certeza con qué amigos viajó a la sierra de Urbión, lo más probable es que fuera con algún familiar de Leonor, ¿quizás con Gregorio Cuevas Acebes, padrino de bodas, y con algún amigo de éste?

Una vez visitado por mi mujer y yo el Cañón del Río Lobo en Ucero, bajo un cielo amenazado de buitres y nubes bajas y no poder llegar a ver la ermita de San Bartolomé porque nos empezó a llover, desistimos de la esperanza de ver la obra de los templarios, y con cierta pesadumbre regresamos a Ucero, sacamos fotografía a un castillo que se ve ruinoso, de fuertes muros, lamentablemente vencido por el tiempo y la desidia de quienes tienen la obligación de recuperar nuestra patrimonio histórico y cultural. Hay una polémica y diatribas que si es obligación del Estado o de la Junta.

Luego regresamos a Soria por la carretera callada y larga. Por la tarde cayó una tormenta aquí en Soria, pensamos que era ese famoso huracán que anunciaban en Galicia. Pero nosotros no podíamos quedarnos en el hotel, así que en cuanto escampó decidimos salir a merendar, aparqué frente al Museo Numantino, detrás nos quedó el parque Alameda de Cervantes, un verdadero pinar-urbano-soriano, no entramos porque estaba todo encharcado. Paseando llegamos hasta el salón del primer piso de la cafetería Zeus, atiende la barra un camarero muy joven y diligente, salón decoradas con grecas clásicas, amplias y circulares mesas, es para no fumadores, cuadros en las paredes de la capilla Sextina. Y usted me preguntará: «¿Y qué tiene que ver la capilla Sixtina de Miguel Ángel con los clásicos?». Pues no lo sé, pero aquí están.

Después dimos un paseo nuevamente por los soportales de calle Collado, columna vertebral-comercial, hacia la plaza Mayor, porque a mí me gusta mucho recordar estas tiendas antiguas atendidas con esmero por dependientes que se conocen los nombres de sus clientes y las preferencias, es como volver en el tiempo a las tiendas de ultramarinos, tiendas de tejidos y sastrerías. Sin darme cuenta me hallaba ante el escaparate de la librería-papelería Las Heras, donde vi unos libros dedicados a usted, llamé a mi mujer porque estaba en un escaparate de ropa, y es que la ropa le vuelve loca y entramos dentro de la librería en el número 38, se fundó en 1860, por lo tanto usted debió entrar en ella en alguno de sus paseos. Recordemos que cinco años dan para mucho, es el tiempo que usted residió en Soria, aunque hemos de restar el tiempo que estuvo en París (nueve meses). Entramos en ella, es amplia y bien surtida para pertenecer a una chiquita ciudad, el mostrador de la papelería se halla a la izquierda, subí los cuatro o cinco escalones, aunque tiene rampa para silla de minusválidos, y aunque estoy medio cojo y uso bastón estas rampas me dan pánico. Una vez en la librería pedí dos libros: Machado, Soria y Leonor, edición facsímil de Ángel Marco Ibáñez, Las Heras, y Antonio Machado en la poesía española (1939-2000) de José Olivio Jiménez y Carlos Javier Morales, de Cátedra, 2002. Es una librería personalizada atendida por dos jóvenes dispuestos y atentos, lo malo era que como estábamos en campaña de venta de libros escolares, había muchos clientes para atender.

Luego compré El Mundo en un kiosco de prensa situado en un bajo. Dentro del ejemplar traía como suplemento el Diario de Soria (fundado en 1913), que por lo que parece El Mundo debió absorberlo, años atrás. El Diario de Soria, pertenece a Soriana Ediciones S. A. cuyo presidente es Francisco Rubio; consejero delegado Miguel Manovel y director Pablo R. Lago, que lo de R. debe ser Rubio también. No tiene número, sí fecha, 21 de septiembre. Viene la foto de jugadores del Numancia entrenados por Andoni Goikotxea, y el encabezamiento dice: «El Numancia dice adiós a la Copa al caer ante el Poli en los penaltis». Lo de Poli se refiere al Polideportivo Ejido de Almería. Qué tiempos aquellos cuando el Numancia estuvo en Primera División. Otra noticia de la primera plana dice: «La guerra en el Líbano obliga a Tommas Papel y Tojatex a paralizar sus exportaciones». En la página 2, aparece el artículo: «Atalaya Megaguay» de Eduardo Munilla, sobre las nuevas tecnologías y la TV virtual de Zapatero. La última página se dedica a la remodelación del Ayuntamiento en la plaza Mayor que está en obras.

Paseando lentamente llegamos a la plaza San Blas desde donde pudimos ver un sublime palacio en calle Aguirre, en esta calle hay una tienda de ultramarinos, como el dependiente estaba en la puerta esperando a algún cliente, le pregunté cómo se llamaba el palacio, y me dijo que de los condes de Gómara. Es un palacio en piedra rosada de arenisca, perfectamente alineadas sus columnas de la parte superior, nos muestra su torre cuadrada como una verdadera fortaleza y su noble portada con escudos nobiliarios y gigantes guardianes pétreos y fornidos. Me conformé con tomar algunos apuntes a vuela pluma.

Pero no quería distraerme aquí, así que le pregunté por el Instituto Antonio Machado, y me lo indicó perfectamente, quedaba allí mismo, tan sólo tuvimos que subir por una calle, que para mi sorpresa era la calle Los Estudios esquina a Teatinos, donde en el número 7 estuvo la segunda pensión de la señora Isabel Cuevas.

Palacio de los condes de Gómara

Sin darnos cuenta estábamos en el corazón del recorrido machadiano, con denuedo busqué alguna placa, no la vi, de todas formas los antiguos edificios, cien años después no han resistido, han sido demolidos, recalificados y reedificados. Pero en fin, una placa explicándole al turista uno más de los puntos de la ruta machadiana, no vendría mal.

Antonio Machado por Pablo Serrano

Subimos por la espalda del Instituto hasta la plaza del Vergel, es un edificio de sillería con claustro en la planta baja, seguramente de la remodelación del siglo XVIII, en realidad su origen es del XVI, pero un incendio lo quemó, creo que fueron los jesuitas los interesados en este edificio, que ha sido cuartel, hospital, fábrica de hilados, universidad y no sé cuántas funciones más, desde luego que este edificio, incubadora de cerebros sorianos, pertenece a la historia de la ciudad. Sus piedras, adoquines, blasones, claustros.

Sorprende ver su busto en bronce azabache, cabeza gorda y calva, que no le favorece nada, situado sobre un bloque cuadrado de piedra rojiza, no encontré el nombre del escultor, pero luego averigüé que es de Pablo Serrano (1966), 63 x 45 cm. en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, por lo tanto es una réplica. Sin embargo, entiendo que se busca el efecto de llamar la atención por su cabezón. El cielo empañado de nubes, daba a las piedras un rancio color a antiguo roto, los adoquines mojados y resbaladizos se mostraban peligrosamente enemigos. Me acordé del soneto que escribiera Cervantes al túmulo del Rey Felipe II en Sevilla en 1598, y enredé este poema:

Al busto de Antonio Machado en Soria
A los alumnos del Instituto Antonio Machado

¡Cuán «me espanta esta grandeza»!

del poeta laico y sevillano -en Soria

perenne del sueño-,

cavado en bronce tierno,

un gordo calvo sirvió de modelo

individuo triste a lo largo

de toda la guerra, al imperativo

circunstancias muerto.

Ahora aquí, triunfante Serrano

pusiste el crisol eterno -fuego Numantino-

sobre parada piedra admiro el busto

de un poeta callado y viudo dolorido,

de Leonor Izquierdo me acuerdo,

-un tanto desilusionado-

del escultor me olvido.


(Ramón Fernández. Soria, 21-IX-2006)



Instituto Antonio Machado en Soria

Instituto Antonio Machado en Soria

Luego leí como si fuera un Bando Municipal de levas las dos placas en la pared, una de la Junta de Castilla y León que anuncia que nos encontramos en el Instituto de Educación Secundaria Antonio Machado. Un edificio antiguo con mucha solera que, a pesar de las dentelladas del tiempo, conserva y conjuga el pasado con el presente de la enseñanza. Tiene hasta página web, desde aquí mis saludos. En ella leo que el Instituto ha creado la «COMISIÓN DEL CENTENARIO» de su llegada a Soria, muy buena iniciativa, por supuesto; pues estoy seguro que con entusiasmo pueden hacer algo memorable para los futuros siglos. Los alumnos y profesores se han dado cuenta de algo invisible, y es que usted sigue en el Instituto como profesor presente y no emérito, le ven pasear por el claustro, por los pasillos, por el gimnasio, o entrando a las diferentes aulas. Su espíritu de profesor de francés sigue aquí, se lo aseguro.

La otra placa en la sillería clavada, hiriendo la piedra, dice:

«La ciudad de Soria y en su nombre el Ayuntamiento al poeta y profesor D. Antonio Machado en el 75 aniversario de su toma de posesión como catedrático de este Instituto. Soria 1907-1982».

El Instituto está cerrado, mi mujer me saca las fotografías correspondientes junto al busto y otra junto al pórtico del Instituto, me quedo con las ganas de ver el aula donde usted dio clases o despachos donde ejerció como vice-director desde el 14 de abril de 1908, lamentablemente tampoco puedo ver el bajorrelieve que he visto en fotografías y dice:

«El poeta Antonio Machado cantor de Soria fue catedrático de este Instituto entre 1907 y 1912. Aquí escucharon su palabra sus alumnos. El Instituto de Soria venera su recuerdo. 3-10-1959».

En el Instituto hay una cátedra dedicada a usted. Transcribo el párrafo de Carlos Moreno Hernández:

«La cátedra dedicada a Antonio Machado en el Instituto de Enseñanza Media de Soria que ahora lleva su nombre, inaugurada por Gerardo Diego, recibió en la tarde del 28 de marzo de 1961 a Geoffrey Ribbans, presentado por el entonces profesor de lengua y literatura Carlos Beceiro. El crítico inglés habló sobre la poesía de Antonio antes de llegar a Soria, y tanto su conferencia como la presentación de Beceiro se publicaron al año siguiente en un folleto de 35 páginas a expensas de la Diputación Provincial».

(1998. Machado en la Red. En páginas sorianas de Creación)



Entre los alumnos de francés que usted tuvo en Soria figuran algunos nombres en el último libro de Ian Gibson, como el de Mariano del Olmo Martínez, Mariano Granado Aguirre y Gervasio Manrique de Lara.

Triste y lloroso como el día, subimos caminando bajo los paraguas hasta la puerta de la bellísima iglesia románica de Santo Domingo, donde usted y su mujer iban los domingo a oír misa y a la monja Clarisas. Usted era laico, pero como vecino consciente acepta la obligación cívica de las costumbres dominicales de la gente de bien. Esta iglesia es una construcción labrada a besos de cincel con piedra arenisca de color tostado y, sobre todo, mucha fe, fe en levantar estas piedras sin medios técnicos en aquellos siglos XII y XIII. La portada, bellamente rematada, muestra un arco con miles de imágenes diminutas, propias de las puertas que llaman de la Gloria, caso de la catedral de Santiago de Compostela, y encima, coronando el pórtico, aparece un rosetón que es como una estrella de ocho brazos o bastones, que dejan ver cerrados espacios por vidrieras, ojo divino que todo lo ve, «horóscopo vidriado» según se le atribuye a Gerardo Diego. Este ojo caleidoscópico es una comunicación bautismal con los cielos, reflejo de los divinos cielos sorianos.

Cuando entramos a la iglesia, nos llegó al oído las voces celestiales de un coro de monjas Clarisas, estaban tras una gran reja que las aislaba en el altar mayor, vi y oí a las monjas cantar, era algo precioso por su ritmo aunque no inteligible que debería ser gregoriano. Nos sentamos en unos bancos, y es que, aquí uno se olvida de los problemas cotidianos, se siente uno elevado, en un escalón superior del alma, superior quizás por esta música de voces femeninas, serafines, que yo llamaría coros de la fe.

Luego buscamos el refugio de las cafeterías y acabamos otra vez en York. Los clientes ocupaban todas la mesas del saloncito interior, la barra a tope y la pastelería riquísima y reluciente de colorido, decía cómeme.

Atentamente, se despide hasta mañana su seguro servidor.

Iglesia de Santo Domingo

Iglesia románica de Santo Domingo en Soria

Carta cuarta

Viernes, 22 de septiembre 2006

Estimado don Antonio:

La mañana la dedicamos a visitar Almazán y las ruinas de Numancia en Garray, en la carretera de Logroño, donde hemos hecho amistad con unos paisanos malagueños. En Almazán tiene usted una calle. Primero habíamos pensado ir al castillo de Almenar donde nació su queridísima Leonor, sin embargo, hemos pensado dejarlo para mañana a nuestro regreso a Alicante, por la carretera de Teruel, Calatayud. (Este prefijo «cala» me llama mucho la atención, lo vemos en Calatañazor y Calatayud, aunque el prefijo se remonta al pre-románico «ensenada» al latín Calla Aethiopica, planta. También podría ser de origen árabe, como agujero, excavación o catar para probar como calar un melón. Pero lo más acertado para esta zona de interior de España sería a «vuelo rápido», como «calada» o vuelo rápido del halcón, quizás por la afición de los árabes a la cetrería). Otro pueblos que empiezan con este prefijo son: Calahorra (Granada), Calamocha (Teruel), Calañas (Huelva), Calasparra (Murcia), Calatrava (Orden Militar).

Al pasar camino de Garray por el puente del Duero, vemos a la izquierda oculta entre la maleza la iglesia románica de San Juan de Duero que antes fue convento Hospitalario de San Juan de Acre. Usted y Leonor, por las tardes, paseaban juntos y melancólicos por estos bellísimos parajes llenos de verde y de historia, llenos de sentimiento y tregua del espíritu. Seguramente vio el claustro que tiene cuatro tipos diferentes de arcos túmidos, los más esbeltos y ligeros son los entrecruzados de influencia sículo, árabe y mudéjar, cantados por Gerardo Diego. Arcos con tramos convergentes de herradura, arcos en definitiva de postales. Se me ocurre un poema propio, y con todos los respetos y pudor se lo mando:

   Sobre columnas acanaladas

brazos de arcos cruzados,

manos juegan a abrazarse

unos con otros doblados,

ramas al Duero formaron

en Soria con San Juan jugaron...


Otras veces irá usted dirección contraria, a San Saturio, pasando entre los álamos del margen derecho, entre los verdes cinabrios de los mirtos, por debajo del adarve de la ermita de San Polo. Otras veces cruzando el puente llegará a las murallas del derruido castillo, en cuyos empinadas lomas, es desde donde mejor se contempla el Duero y las lejanas montañas azules y ocres, violetas y verdes esmeralda, el Parador Nacional que lleva su nombre, remodelado en el 2005. Aurelio Rioja escribió un bellísimo poema descriptivo:

   Castillo pobre y austero

que levantas junto al Duero

tu esqueleto de muralla,

   sin clamores de batalla

   ni cantares de trovero.


Y otras veces subiendo por la carretera del paseo de San Juan de Narros llegará usted a la altiva ermita de Nuestra Señora del Mirón. Donde además, hoy en día, se levanta un Hotel-Mesón que se llama Leonor. Y es que la vista desde aquí arriba es como volar en un ala delta, claro que usted no debe saber qué es un ala delta, pero es como el invento de Leonardo da Vinci pero transformado en algo ligero y triangular donde los valientes hombre-pájaros, no de la isla de Pascua, imitan el vuelo térmico de las águilas o de los buitres.

Por la tarde, hemos subido al castillo por Fortún López hasta el Parador que lleva su nombre. Las ruinas, las lamentables ruinas, del castillo aparecen rodeadas por un valla y vemos dentro las instalaciones de una piscina. Luego hemos bajado y hemos entrado en la Concatedral de San Pedro y en el claustro que es románico del XII, destruyeron una parte de las arcadas para construir la Concatedral en el XVI, amplia, cuadrangular, inmensa, con un interior plateresco, e imágenes de Santiago matamoros. Desde la explanada volvemos a ver la ermita de Nuestra Señora del Mirón, altiva, gris, despejada; pero preferíamos ir al Cementerio del Espino, y no subir hasta allí. Una vez en la explanación del cementerio, mi mujer se acercó a visitar la iglesia de Nuestra Señora del Espino y yo a la sepultura de Leonor. No hay problemas para encontrar la sepultura gracias a las múltiples señales que lo indican. Cuando uno llega a esta sepultura sufre una desilusión y se pregunta cómo es posible que un personaje tan conocido en la literatura, como el consorte soriano de un genio mundial tenga una sepultura tan descuidada. Como se puede ver en el reportaje fotográfico que he hecho. La sepultura sigue siendo la primitiva con algunos adornos rotos. Dice la lápida «D. E. I. Doña Leonor Izquierdo de Machado. 1 agosto 1912. A Leonor, Antonio». Y en el borde inferior «Marmolista, Corredera Baja 18. Madrid». Es decir, que el marmolista puso su marca como sabiendo que esta sepultura iba a ser muy visitada, una forma de publicidad de ultratumba. Leonor tenía 18 años cumplidos cuando fue segada por la hoz de la muerte. Pero tanto fue su dolor que no fue capaz de escribir una «Elegía» como escribiera Miguel Hernández a su «amigo del alma» Ramón Sijé, cuyos versos nos sirven para compartir el sufrimiento.

Un manotazo duro; un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derrumbado.


La sepultura de Leonor es humilde, en la cabecera tiene un paño cerámico que aparece roto. Veo daños en la sepultura que no entiendo si son vandalismo, sectas satánicas o no sé, porque estas cosas yo no las entiendo. Creo que esta sepultura debería ser arreglada en este I Centenario 2007. Creo que Leonor se merece un mausoleo. Pero, claro, todo dependerá de la voluntad del Ayuntamiento, o mejor dicho, de los sorianos que son quienes votan y votarán en las municipales de mayo-07. En la cabecera de la lápida hay un paño con una leyenda que no alcanzo a ver ni a leerla, porque me queda muy lejos mi vista, no obstante me las ingenio para poder leerla sacándole primero una fotografía digital con zoom máximo, para más tarde conseguir leerla. Más tarde, cuando he podido revelar la foto en la pantalla del ordenador consigo leer el poema. Es conmovedor, tierno y sublime:

   ¿No ves, Leonor, los álamos del río

con sus ramajes yertos?

   Mira el Moncayo azul y blanco; dame

tu mano y paseemos.

    Por estos campos de la tierra mía,

bordados de olivares polvorientos

voy caminando solo,

triste, cansado, pensativo y viejo.


Epitafio

Estos versos corresponden a la segunda estrofa de la silva «Allá en las tierras altas», publicado en Campos de Castilla, CXXI, es de mayo 1913. Son versos de una belleza excelente, sentimentales, de una poesía interior que me hacen saltar las lágrimas.

La verdad es que no es muy agradable visitar los cementerios, pero hay que entenderlo como la visita a un archivo de nuestra historia, porque son casi como los archivos municipales de una ciudad.

Cuando salgo del cementerio y me acerco a los jardines donde veo a mi mujer, su presencia, más que nunca me da una alegría inexplicable, inmensa, que usted sin duda comprenderá. Ella está leyendo una chapa metálica sobre un atril. Me sorprende, no sabía que aquí está trascrito el poema dedicado al olmo seco. Un olmo que ya no conserva sus ramas, es un olmo talado de brazos, grueso, con un bloque de cemento tapando las viejas heridas como huecos. Creo que este tronco en unos años quedará carcomido, debería ser tratado con algún sistema de embalsamar vegetal para conservarlo ante futuras generaciones. Un escritor soriano como Ángel Almazán escribió sobre este viejo olmo viejo y la tumba de Leonor en 9 de enero de 2003, donde nos dice que este olmo tiene unos trescientos años «Todavía reverdece cada primavera una ramita».

A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo

y en su mitad podrido,

con las lluvias de abril y el sol de mayo

algunas hojas verdes le han salido.

   ¡El olmo centenario en la colina

que lame el Duero! Un musgo amarillento

le mancha la corteza blanquecina

al tronco carcomido y polvoriento.

   No será, cual los álamos cantores

que guardan el camino y la ribera,

habitado de pardos ruiseñores.


(Fragmento, 4 de mayo de 1912)



Al año de casados usted decide solicitar una beca el 17 de marzo de 1910 a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, del Ministerio de Instrucción Pública con el fin de profundizar en la lengua francesa, y aumentar méritos en su expediente académico, beca que le fue concedida y salen de viaje a París en enero 1911. Sin duda alguna le acuciaba la necesidad de salir de aquel ambiente familiar (vivía con sus suegros), y seguramente a Leonor le agradó, también, la idea de viajar. Sería su tercer viaje, el primero, como recordará lo fue en 1899 donde vivía su hermano Manuel, y trabajó como traductor en la editorial Garnier, donde conocería a Oscar Wilde, y el segundo viaje en 1902. ¿Por qué solicitó esta beca? ¿Qué motivos le llevaron a ello? Si por cuestiones familiares por falta de un hogar propio, una vida propia o los deseos de ver mundo por parte de Leonor. Cambió el Duero por el Sena, un río húmedo en la niebla. Las tardes las dedicaban a pasear por la ciudad imperial de Napoleón. ¿No fue acaso este matrimonio una insistencia de su musa Leonor, por la excesiva autoridad paterna, el guardia civil retirado, un hombre autoritario según las versiones de quienes le conocieron? ¿Tal vez usted sintió compasión de la severidad con que trataban a Leonor, trabajando en la pensión, y se casó con ella como una forma de liberarla del trabajo doméstico y de la autoridad paterna y después salir hacia París como una forma de apartarla de la vida del trabajo familiar, que, seguramente por su edad, ella, aceptaba con resignación? Según usted el día de su boda fue un verdadero martirio, quizás por los nervios de toda boda, y la llegada de familiares y amigos.

Después de contemplar el viejo y mutilado olmo, hemos ido la plaza de la Diputación Provincial, entramos en la iglesia románica de San Juan de Rabaneda. Luego hemos paseado hasta Nueva York, así es como se llama la nueva cafetería sucursal de la cafetería York en calle Collado esquina con plaza San Blas y el Rosel. Y al pasar por la puerta del Círculo de la Amistad Numancia en la mítica y soriana calle del Collado, nos damos cuenta de que hace buen tiempo por las mesas y sillas situadas bajo los soportales en la acera del Círculo. Éste era uno de los parámetros que antaño tomaba el meteorólogo del Diario de Soria para pronosticar el tiempo. La amplia cristalera tiene grabados en oro, letras que son cifras, en forma de arco con el nombre de la entidad, a través de los cristales grandes como vidrieras de catedrales vemos un lujoso salón ya con las arañas encendidas.

Nos damos cuenta que en el pasillo de entrada al Círculo hay dos placas de latón, una dedicada a usted. Le saco un foto para poderla leer con más detenimiento, encuentro que es un soneto suyo:

Adiós
   Y nunca más la tierra de ceniza

he de volver a ver, que el Duero abraza.

¡Oh loma de Santana, ancha y maciza,

placera del Mirón, desierta plaza

con el sol de la tarde en mis balcones

nunca os veré! No me pidáis presencia;

las almas huyen para dar canciones:

alma es distancia y horizonte: ausencia.

   Mas quien escuche el agria melodía

con que divierto el corazón viajero

por estos campos de la tierra mía

ya sabe manantial, cauce y reguero

del agua clara de mi huerta umbría.

No todas vais al mar, aguas del Duero.


La otra placa dice literalmente:

El Círculo Amistad-Numancia de Soria. A D. Antonio Machado y a D. Gerardo Diego, los altos poetas que honraron como miembros de esta asociación, en sus versos, crearon el alma de esta Ciudad -un sencillo hospedaje- y, luego, la hicieron suya. En Soria este lugar de la poesía, Junio de 1989.

Como sospecho que el Círculo es como un Casino privado, entro solo para dirigirme al bar, mi mujer se queda afuera esperando unos minutos. La decoración es la clásica de los edificios modernistas, las columnas son afiladas palmeras como cocoteros de hierro hasta el techo alto de vigas decoradas, los sillones se contagian del cuerpo, las mesas de mármol, y dentro, pasado la barra del bar a la izquierda, hay un gran salón como un campo de tenis con más de cincuenta mesas, todas ocupadas por cuadrigas de jóvenes jugadores a las cartas o al dominó, e incluso hasta al ajedrez de piezas manoseadas por dedos con anillos, práctica lúdica que ya se ha perdido en los salones recreativos.

A la entrada hay un parapeto o un mostrador cuadrangular atendido por una recepcionista con el pelo rubio, me presento y hablo con ella sobre mi viaje: «Estoy buscando a Antonio Machado», le digo, ella pone cara de no saber muy bien lo que yo le cuento. Luego cuando reacciona me cuenta con muchos conocimientos el origen que a este Círculo donde solía venir usted y Gerardo Diego.

-Gerardo Diego tocaba el piano -me comenta la chica con entusiasmo-, dicen que era muy simpático, el piano que tenemos es una reliquia, un Steinway. Pero a donde Machado iba con más frecuencia a tomar café era a El Recreo, donde hoy está la cafetería Zeus...

Me acordaba de la cafetería Zeus, estuvimos allí la tarde de ayer, era la que tenía la greca y los cuadros de la capilla Sixtina.

-Este salón que está a mi espalda se llama de Machado y Leonor -me indicó la recepcionista y me lo enseñó-, allí en la parte de las molduras están los retratos en relieve de Leonor y de Machado.

Efectivamente allí estás sus retratos, le pido permiso para hacer unas fotos pero me dice que no, que lo siente, pero no puede ser ya que esto es una entidad privada.

Como veía que era una gran cicerone soriana y me daba importante información le pregunto cómo se llama y me dice que se llama Carmen. Esto me vale para continuar hablando amigablemente, y cuando le pregunto sobre el lugar exacto de la primera pensión en 1907, me responde que estaba encima de lo que es hoy la tienda de Torcuato, en el n.º 54 de esta misma calle, luego se pasó a la calle Teatinos, que yo ya sabía y por la que había pasado el día anterior. Al preguntarle sobre la antigüedad de este Círculo, me dice que ya se han cumplido los 158 años de su fundación, y me enseña un libro que tiene debajo del mostrador titulado CL aniversario del Círculo de la Amistad-Numancia (1848-1998). Me presenta al administrador del Círculo, un chico joven y simpático, amable, hablamos, pero no mucho, porque mi mujer está todavía esperándome fuera en la puerta. Salí un momento para avisarle de mi tardanza, ya no estaba en la puerta. Le busco y la encuentro sentada en una mesa en el Nueva York, y le digo que me esperase otros cinco minutos más, pero su cara muestra cierto enfado por lo que ella cree que es un plantón. «¡Si vamos juntos, es que vamos juntos!», refunfuñea con razón.

La dejo en el Nueva York y entro otra vez en el Círculo. Hablo rápidamente con Carmen y el administrador del motivo de mi visita e incluso del club de fútbol Numancia, hasta conseguir hacerme amigo de él, cinco minutos bastaron, me regala un ejemplar de los 150 años de la fundación del Círculo (Más adelante le comentaré este libro). Le ruego que me lo firme como si fuera un pasaporte demostrativo de mi visita, y escribe: «Para Ramón Fernández Palmeral. Estuvo aquí en el Círculo Amistad Numancia el 22-09-2006, (un sello violeta y debajo:) Justo Ortega. Advo. Círculo». Todo un detalle que he de agradecerle, porque me ha servido para conocer más en profundidad la vida cultural soriana.

Como Carmen ve que yo tengo prisas, se deja caer con humor soriano, «Póngale a su libro: Buscando a Machado en Soria, desesperadamente». Me hace gracia, porque en realidad esto es lo que yo estaba demostrando, precipitación, preguntas y más preguntas como un desesperado.

Luego con caras largas mi mujer y yo paseamos por Soria hasta dar por terminado el día.

Atentamente, se despide hasta mañana su seguro servidor.

Centro de Soria

Capitel del claustro

Carta quinta

Sábado, 23 de septiembre

Estimado don Antonio:

Llegó la mañana del llanto por la partida desde Soria; la chiquita Leonor se queda abrazada por las riberas verdes del Duero esperando a que volvamos otra vez. Tomamos camino de las soleadas playas de Alicante por Calatayud, Daroca, Teruel y Valencia. En el madero de mi memoria quedarán clavados tres días inolvidables, en los que hemos disfrutado del tacto frío de las piedras monacales, de las piedras nobles y aristocráticas, admirado los caprichosos capiteles de las arcadas de los claustros románicos, de los roquedales, de las ruinas numantinas, del paisaje en días claros del septembrino mes del vuelo de los buitres en círculos térmicos en el cañón del río Lobo. Lloramos por la pérdida de la cálida hospitalidad de los sorianos. «¿No ves, Julia, cómo nos dicen adiós las ramas de los álamos machadianos con sus manitas que la brisa pensativa del río, mueve...?».

Por la N-234 circula poco tráfico, es sábado, la carretera traza un tiralíneas hacia el este. Es suave y sedosa como el lomo de Platero, los badenes son como grandes jorobas, el asfalto presenta parches como un cuadro cubista que nos va llevando en brazos hasta dejarnos en el centro de la cuna de Almenar de Soria, que de acuerdo con su etimología significa lugar de luminarias sobre almenas, es centro de la estepa soriana, villa solitario en un páramo tal cual ondean las banderas, se diría que es como un guardián avanzado de Soria. En los campos se siembra el girasol que ya están altos y cabizbajos al dictamen solar que tu ojo envía (Miguel Hernández, El rayo que no cesa), el trigo dejó su huella de rastrojos y alpacas amontonadas. Son Campos de Gómara en las Tierras de Águeda. Almenar tiene una extensión de 2.200 hectáreas, la puebla unos 400 habitantes, y se sitúa a 1.020 metros de altitud sobre el mar de Alicante.

Desde Soria hasta aquí hemos recorrido 24 kilómetros. En el centro de la villa, junto a la carretera se encuentra la Iglesia de San Pedro Apóstol donde bautizaron a Leonor en 1894, con una torre campanario cuadrada, tipo alminar donde las campanas roncas de bronce anuncian su duelo. En la otra parte queda la gran ermita o santuario de Nuestra Señora de la Llana, una imagen chiquita y policromada del siglo XII. Y donde está el arca que apareció con el cautivo, vecino de Peronie, venido milagrosamente desde Argel un día de Pascua:

   ¡Virgen, Virgen mía!,

haz que siempre

te lleve en mi compañía.

Encadenado en Argel,

el arca milagro voló

hasta tus divinos pies...



Desde el santuario, divisamos a unos trescientos metros, el famoso castillo de Almenar, sobre un pequeño montículo rodeado por cuatro torreones y muralla, es de origen árabe que significa lugar de vigilancia y señales, donde naciera su queridísima y musa Leonor, el miércoles 12 de junio de 1894, en el santoral se dedica este día a San Juan de Sahún. Era hija de un sargento de la Guardia Civil y de Isabel Cuevas, porque este castillo era casa-cuartel, y lo fue hasta 1940. El sargento se llamaba Ceferino Izquierdo Caballero; de su suegro poco o nada sabemos, aunque trataré de averiguarlo. Da la casualidad que el padre de Josefina Manresa Marhuenda, la mujer de Miguel Hernández, también fue guardia civil. No sé qué tiene el verde oliva de la guardia civil que atrae tanto a los poetas.

Se dice que usted conoció a Leonor en octubre de 1907, en la pensión de sus tíos: Isidoro Martínez y Regina Cuevas. Se casan dos años después, luego ese decidido viaje a París, donde seguramente, al respirar el aire viciado y húmedo de esta mega-ciudad francesa, enfermaran sus pulmones acostumbrados al aire puro y seco de Castilla, Leonor ha contraído la misma enfermedad que Gustavo Adolfo Bécquer: tuberculosis. El 14 de julio de 1911 vomita sangre, desesperadamente salió a buscar a un médico, pero eran la fiesta nacional francesa y no encuentra a ninguno. A la mañana siguiente la lleva a Masón Municipales de Canté, sanatorio donde acogían los enfermos extranjeros, le recomiendan el clima altiplano del aire puro de Soria, pedirá dinero prestado a Rubén Darío para el viaje en tren, el 15 de septiembre están en Madrid, y enseguida regresó a Soria, le espera una dolorosa agonía de más de un año y muerte a las diez de la noche de 1 de agosto 1912. El funeral se celebra al día siguiente en la misma iglesia donde se casaron tres años antes. José María Palacios escribirá una larga esquela en El Porvenir Castellano.

Ocho días después del óbito, usted se va Madrid con la familia y allí gestiona su traslado al Instituto de Baeza. Desesperadamente, escribirá a Juan Ramón Jiménez al que le dice que piensa pegarse un tiro. ¿Por qué esta confesión tan dura a un amigo? A veces, hay que ser prudente con estos desahogos del alma. Repetidas veces se habla de su dolor desesperado, del dolor del esposo, ¿pero y del dolor de los padres al perder una hija tan joven? ¿Quizás usted se sintiera culpable?

Y es en Baeza donde recordando a la esposa-niña de los caballos largo y rizados de Medusa, escribe esta estrofa que podría ser la más corta de las «Elegías» en lengua castellana o española, pero de una grandiosidad suprema:

CXIX
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería.

Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.

Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.

Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.



El castillo de Almenar tiene una vista espléndida dominando el llano, un llano que debe ser frío, gélido en invierno, muestra una puerta con arco de medio punto, en la parte superior no tiene matacán, sino almenas, es privado, no pudimos entrar, tampoco me atrevía a llamar, otra vez será. En Internet, y gracias a quien firma como Juan José Jiménez Moreno, he podido averiguar que el matrimonio don Celedonio Jiménez y doña Luisa de Ledesma, lo compraron a fines del siglo XIX a sus anteriores propietarios los Condes de Gómara. Los señores Manuel Jiménez de Ledesma, y Cruz Borobia, también vivieron en el castillo hasta 1954. Esta familia se ha encargado de restaurarlo y mantenerlo; todo un esfuerzo que merece un premio al amor por la tierra. Si no existe este premio habrá que crearlo por la Junta de Castilla y León, ya que si vemos el mapa de ruinas en castillos, ermitas y murallones esto es alarmante y negligente. ¿Cuántos dineros públicos se dedican a estos fines? Parece ser que Gustavo Adolfo Bécquer sitúa en este castillo dos de sus románticos relatos. Uno de ellos es La promesa, donde el conde de Gómara disfrazado de paje enamora a una doncella del pueblo, le promete que si vuelve de la conquista de Sevilla con Fernando, el Santo se casaría con ella, pero no volvió porque la muerte le tenía en su nómina.

El nacimiento de Leonor se le recuerda en el castillo con unos azulejos, azulejos que no encontré, seguramente estén dentro. Pero le puedo asegurar que este azulejos dice:

Castillo de Almenar

«Aquí nació Leonor, esposa breve y musa permanente de Antonio Machado. Almenar, 12 de junio 1894.- Soria 1912», según el magnífico portal de «Antonio Machado en Soria» de Ángel Palomino y diseño David Pérez.

La Diputación Provincial de Soria ha convocado este año el XXV Premio de poesía «Leonor». Esta Diputación también convoca el Premio XXII «Gerardo Diego» de poesía para noveles. También publican de uno a dos títulos de poesía al año en la colección «Leonor y Gerardo Diego». Con estas publicaciones institucionales no hay que hacerse muchas ilusiones porque no hacen reediciones y además la distribución, por general, es pésima. Su actual presidente es Efrén Martínez Izquierdo (la página web, bastante lenta y obsoleta, por cierto). No he visto premios con su nombre en la Diputación de Soria. «¿Por qué?», le pregunto al presidente desde estas páginas: ¿Pero a quién le interesa la poesía?. «La poesía no da votos», me dijo una vez un político en Alicante cuando le pedí una subvención para nuestra revista PERITO.

En Almenar de Soria han quedado en cantares de gesta tan famosos como el de los Infantes de Lara y en los romances que nacieron de él. Un ejemplo es este romance:

   Saliendo de Canicosa

por el val de Arabiana

donde don Rodrigo espera

los hijos de la su hermana,

por el campo de Almenar

ven venir gran compaña...

¡Muera, muera -van diciendo-

los siete Infantes de Lara!



Hemos de unir poéticamente a Almenar con Leonor, y me tomo los atributos de poeta interino:

   Saliendo de Soria -en el castillo de Almenar-

donde el monte abre una chiquita puerta,

nació Leonor Izquierdo, verde y altiva dama

que Dios, niña, se la llevó para inspirar a un poeta.



Usted, salió desesperadamente de Soria, después de cinco años, porque ya no era posible la primavera. Volverá en 1932 para recibir el homenaje como hijo adoptivo de Soria. Desde el tren que le devolvería a su Andalucía natal, escribe el poema «Recuerdos».

    Y pienso: Primavera, como un escalofrío

irá a cruzar el alto solar del romancero,

ya verdearán de chopos las márgenes del río.

¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?

   En la desesperanza y en la melancolía

de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.

Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,

por los floridos valles, mi corazón te lleva.



Desde Baeza, desde la añoranza del espíritu castellano, desde su llamado « Mi rincón» se pregunta si los álamos del río podrán echar ramas en la Soria sin su Leonor, si la vida en las doradas riberas continúa con su rumor de río y su canto de pequeños ruiseñores. La vida en Baeza se le hace una mortal cuesta arriba. Escribe una epístola poética a José María Palacios, un amigo soriano que se había casado con una prima de Leonor, donde le pregunta en una carta de 29 de marzo de 1913 (p. 187):

Palacio, buen amigo.

¿está la primavera

vistiendo ya las ramas de los chopos

del río y los caminos? En la estepa

del alto Duero, Primavera tarda,

¡pero es tan bella y dulce cuando llega!...

¿Tienen los viejos olmos

algunas hojas nuevas?



En la etapa de Baeza, roto por el dolor y la terrible soledad que le supuso la perdida de Leonor, su musa, su aliento, su vida; y ahora melancólico y triste en el luto del sentimiento, paseando por las Murallas con vista a otro río que es el Guadalquivir, y con el pensamiento en el Duero, compondrá los bellísimos Cantares y Proverbios, de tono impresionista, que son casi delirios o «metaliteratura», al leerlos uno se le ponen los pelos y lágrimas incontenibles de punta:

XIV
Soñé que tú me llevabas

por una blanca vereda,

en medio del campo verde

hacia el azul de las sierras,

hacia los montes azules

una mañana serena.



Hasta siempre, Ilustrísimo poeta, su seguro servidor que no le olvida y le recordará siempre.

Anotaciones a la etapa soriana de Antonio Machado

Para el lector con prisas me veo en la obligación de resumir estas cartas machadianas con el objeto de obtener una visión de conjunto de la biografía o crónica soriana con cierto orden cronológico. Soria será la patria de Machado durante cinco años, de donde hemos de restar casi un año y medio en París (1911 hasta mediados de 1912). Pues bien, Antonio Machado Ruiz llegó a Soria por primera vez el 4 de mayo de 1907 (otros autores afirman que fue el 1 de mayo), tras haber ganado una de las siete plazas que se habían convocado dos años antes, en el verano de 1905, la plaza se publicó el 16 de abril de 1907 para la cátedra de francés. Se presentaron 125 candidatos. Machado sacó el número seis, por eso no pudo pedir Baeza, sino que le quedaban dos vacantes: Soria u Orense. (Notas de Geoffrey Ribbans p. 25, CC)

La cátedra obtenida era la de francés, en el Instituto General Técnico de Soria, hoy de Enseñanza Secundaria en la plaza del Vergel. A pesar de ser un hombre estudioso no terminó el bachiller hasta los veinticinco años, y la cátedra a los 48 años ya en 1917. «La cátedra de lenguas modernas era, además, de las pocas carreras profesionales abiertas a los que no tenían licenciatura» (pág. 24, Edición Geoffrey Ribbans, Cátedra, n.º 10). Don Antonio reconoció que no tenía vocación para la enseñanza, según los testimonios, «aportaba poco a sus clases», «nada riguroso como examinador».

Tras estar tres días en Soria para presentarse al director y ceder los meses que quedaban al profesor sustituto. No empezará a dar clases hasta el año lectivo, es decir, a primeros de octubre de 1907. Por lo tanto el verano lo pasó en Madrid junto a la familia. En estas fechas publicará Soledades. Galerías. Otros poemas, Madrid, Librería de Pueyo, 1907. Las clases no son pesadas, se componía de 7 a 8 alumnos. Se comunica poco con los demás compañeros, su mejor amigo profesor será Federico Zunón Díaz que se hospedaba en la misma pensión o casa de huéspedes en la calle Collado 54, regentada por Isidoro Martínez Ruiz, según podemos leer en el libro de Ángel Marco Ibáñez. Colabora en Renacimiento (marzo-diciembre 1907, revista fundada por Gregorio Martínez Sierra y heredera de Helios) y en la Revista Latina.

Tenía Soria unos 7.000 habitantes. Según versiones de Pérez Zalabarda, la ciudad le abrumaba de aburrimiento, quizás por el mes de diciembre acude al Círculo de la Amistad Numancia, en la misma calle Collado. Es un ser solitario que pasea su tristeza por las riberas del Duero por el camino de San Polo a San Saturio y ermita de la Virgen de Mirón. Ante esta soledad en octubre de 1907 conoce a Leonor Izquierdo, sobrina de Isidoro Martínez.

En diciembre Isidoro Martínez Ruiz y su esposa Regina Cuevas Acebes dueños de la pensión deciden abandonar Soria y ceden la pensión a la hermana de ésta, Isabel Cuevas, que viene con su esposo Ceferino Izquierdo Caballero, sargento retirado de la guardia civil, y tres hijos: Leonor, Sinforiano y la pequeña Antonia. Estos trasladan la pensión de la Calle Collado a la Calle Estudios, 7 esquina con Teatinos, antes plaza Teatinos, y los huéspedes acceden todos a trasladarse aquí. Es marzo de 1908 es nombrado vice-director del Instituto de Soria.

Pedirá la mano de Leonor a través del profesor Zunón, compañero del Instituto. El 30 de julio de 1909 se casa con Leonor en la iglesia Santa María la Mayor de Soria a las diez y media de la mañana, cuando ella acababa de cumplir quince años y don Antonio treinta y tres años. Diferencia de edad que le causó, seguramente, muchas críticas contrarias por familiares y amigos, e incluso, Juan Ramón Jiménez no verá bien esta boda. Era sin duda una mujer precoz, decidida y que sabía muy bien lo que quería. El debate familiar por la diferencia de edad entre ambos, concluirá con la sentencia del padre: «¡Que la niña decida!», y ella decidió por el amor al poeta. También en verdad que si hoy en día nos llama la atención esta diferencia de edad, casi todo los casamientos por esas fechas a primeros de siglo, era por el estilo y entre primos hermanos, casi siempre acordados por intereses. El día de su boda le hicieron una cencerrada molesta que salió incluso en la prensas en Tierra soriana, 31-VII-1909). El viaje de novios intentaron ir a Barcelona donde su hermano Manuel. pero pasó lo de la «Semana Trágica» y se desviaron al norte, Zaragoza, Pamplona, San Sebastián y Madrid. Su hermano Manuel se casaría el 15 de junio de 1910 con su prima Eulalia Cáceres en Sevilla. Con su hermano Manuel tuvo colaboraciones teatrales, el 19 de enero de 1012 la actriz argentino Lola Membrives, estrenó en el teatro Lara un arreglo vuestro: La niña de plata, de Lope de Vega.

En octubre de 1910 realiza con unos amigos la excursión al nacimiento del Duero en los picos de Urbión que le inspira el poema «La tierra de Alvargonzález». En este año publica la poesía «Por tierras del Duero» (luego cambiada de título en «Por tierras de España»), que tanto había de impresionar a Unamuno, según notas de Jordi Doménech. A finales de año entrega parte del manuscrito de Campos de Castilla al editor Gregorio Martínez Sierra, para su publicación en la editorial Renacimiento.

No será hasta 1910 cuando empieza a escribir sobre Soria. El primer poema que escribe «A orillas del Duero», se publica en la revista madrileña Lecturas, X, en febrero de 1910, con el título «Campos de Castilla». Aunque debió escribirlo en 1909, puesto que el primer verso dice: Mediaba el mes de julio..., por lo tanto se refiere al mes de julio del año anterior a 1910, año de su publicación. Aunque hemos de tener en cuenta las investigaciones del libro de Ian Gibson, escribe en su libro Ligero de equipaje, Aguilar 2006 (p. 179), de que hay indicios de que Machado regresó durante el verano de 1907 a Soria para familiarizarse con la ciudad y su entorno, y se pregunta si fue con finalidad literaria, porque en los borradores fotografiados, aparece una versión manuscrita, fechada en «Soria, Cerro de Santa Ana, 6 de julio 1907», con el titulo «A orillas del Duero» (XCVIII Campos de Castilla). También en un corte de otro, «Por tierras del Duero», luego rebautizado «Por tierras de España» (CCIX), en cuyo pie añadió «Cidones 4 de Agosto 1907». Hubo de cambiar el título al poema debido a las críticas intolerantes aparecidas en el diario ultra conservador El avisador Numantino. Se supone que su amigo y allegado José María Palacios le mandó los recortes de prensa y ello le advirtió de que decir la verdad como El hombre de estos campos que incendia los pinares / y su despojo aguarda como botín de guerra (vv. 1-2), o los que siguen: Los ojos siempre turbios de envidia o de tristeza... (v. 21), no eran del agrado de los conservadores, y menos aún si los decía un forastero, por ello cambio el título.

En Cidones está la famosa venta dirección Burgos donde Machado estuviera más tarde en 1910, en su ya conocido viaje a tierras de Alvargonzález, para ver el nacimiento de río Duero. En cuya venta situaría Machado a Azorín en el poema que le dedicó «Al maestro Azorín por su libro Castilla» en 1913.

Solicita una beca a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas para cursar estudios de filología francesa en París. Concedida la beca, el matrimonio se trasladan a la capital del Sena. Viaja con Leonor a París el 13 de enero de 1911, desde Madrid, adonde había ido a visitar a su madre. En París Machado asiste a los cursos de filología de Bédier y al curso de filosofía moderna de Henri Bergson, en el Collège de France, como oyente. Escribe en prosa el relato «Las tierras de Alvargonzález», que publicará Rubén Darío en la revista Mundial Magazine en enero de 1912. ¿Escribió Leonor cartas a sus padres desde París? Seguramente les diría: Queridos padres y hermanos: Deseo que os encontréis bien, nosotros también bien gracia a Dios. El viaje desde Madrid en tren fue bastante pesado, nos hemos hospedado en el Hôtel de l'Academémie, en el barrio Latino, la habitación no es muy grande, la ventana da a la Rue des Saints-Pères. Antonio pasa todas las mañanas fuera, y yo me quedo aquí en la habitación leyendo y deseando que pasen las horas para comer juntos y salir los dos juntos por las tardes a los bulevares de París...

Pero una grave enfermedad contraída por su esposa les obligó a regresar en julio de 1912; ha de pedirle dinero a Rubén Darío. La enfermedad contraída -hemoptisis- (tuberculosis) es mortal, el fallecimiento ocurrirá el jueves 1 de agosto 1912 a muy temprana edad (18 años recién cumplidos), había enfermado el 14 de julio de 1911. A pesar de la amargura por la pérdida, en una carta dirigida a su madre, el poeta le escribe que goza de buena salud.

   Una noche de verano

-estaba abierto el balcón

y la puerta de mi casa-.

La muerte en mi casa entró.



En Soria cuida a Leonor, alquila una casita en el Espolón, camino a la iglesia de Nuestra Señora del Mirón, para que tome el sol y respire aire puro. Tomo la nota de Mariano Granados (pág. 236 del libro Ian Gibson, 2006), tremenda y lúgubre descripción: «Es el paseo del Mirón, amplio balcón entre solado que domina toda la ciudad y el hocino del Duero. Allí está don Antonio. Pero ahora empuja el cochecito donde afilada, fina, casi transparente, toma el sol Leonor, con su tez pálida y su belleza quebradiza, y sus manos exangües y la mirada infantil, un poco asombrada, de sus ojos que miraban ya desde la profundidad de sus orejas». La tragedia llenaría al poeta de melancolía y desesperación y le inspiraría versos de ««dolorido sentir» garcilasiano. Ocho días después de la muerte de Leonor abandonará Soria, sale para Madrid y gestiona el traslado a un Instituto de Baeza; le acompañará su madre. La tragedia llenaría al poeta de melancolía y desesperación y le inspiraría versos de profundos sentimientos. Pero antes de seguir con esta carta, no puedo sustraerme a dedicarle estos versos sueltos a:

A Leonor Izquierdo

Ya empuja don Antonio un carro

donde habita la desesperación,

enroscada la eterna huida

en el frágil cuerpo de una esposa

cautiva de la profunda muerte.



Había residido en Soria durante cinco años, hasta 1912, año de la publicación de su poemario Campos de Castilla, unos días antes de la muerte de su esposa. El 21 de julio entregó un ejemplar a los tíos de Leonor. Reconoce el propio Antonio que el éxito de Campos de Castilla le salvó la vida.

Javier Marías, que es un resentido, escribe en El País Semanal, 21 de noviembre de 2004 un artículo donde mete la pata hasta el corvejón; transcribo parte del texto.

«A Soria fueron "desterrados" muchos republicanos después de la Guerra Civil, y yo de niño conocí a unos cuantos, gente por lo general encantadora y de valía. A Soria fue a parar Antonio Machado, santo laico del PSOE, y sin duda es esta ciudad, junto con Collioure, que está en Francia y donde yace enterrado, la que le rinde mayor y permanente homenaje, agradecida por los maravillosos versos que el poeta le dedicó. Allí estuvieron también Bécquer y Gerardo Diego, y hasta el austriaco Peter Handke, según se lee en su Ensayo sobre el juke-box. Hay una fuerte y noble tradición literaria».


El olmo seco (El Espino)

Comentarios de libros encontrados en Soria

He leído los libros que encontré y compré en Soria, además de los periódicos, trípticos y demás mapas de turismo. Comentaré seis libros que tengo en mi poder:

1) .- El libro de Ángel Marcos Machado, Soria y Leonor es muy completo aunque el libro debió subdividirse en capítulos o apartados (I, II, III...) para comodidad de los estudiosos, además no tiene notas ni bibliografía, lo cual lo aleja de los estudios machadianos académicos, quizás por ello no aparece en las más prestigiosas bibliografías machadianas. La edición que manejo es un facsímil de la primera edición de julio de 1975.

Tiene algunos errores como decir que el padre de Machado trabaja como administrador en el palacio de las Dueñas de Sevilla, no es así ya que el palacio de las Dueñas (calle Dueñas número 3) era un viejo caserón o corralón propiedad de los duques de Alba alquilado a unas once o doce familias modestas. Pero usted mismo en la pág. 283 de CC, leemos «3.- Autobiografía escrita en 1913 para una proyectada antología de Azorín». Nos dice que sí nació en el palacio de las Dueñas, y luego apunta entre paréntesis (el tal palacio estaba en aquella sazón alquilado a varias familias modestas), es decir, que el padre no era administrador del palacio, esto se lo han inventado por asociación de ideas, ya que su padre era folclorista, liberal con ribetes jacobinos. Otro creen que el administrador de la finca era Manuel Álvarez, el abuelo materno, a la sazón abogado, y posible administrador de fincas, pero no se ha podido demostrar con documentos que lo confirmen como asegura Ian Gibson (p. 43. 2006).

Los padres de Antonio, eran Antonio Machado Álvarez y Ana Ruiz Hernández, trianera; él publicó varios estudios sobre el folclore andaluz y gallego. Hijo del folclorista más acreditado de su tiempo: Antonio Machado y Álvarez, que firmaba como Demófilo sus recopilaciones de coplas y cantares. El padre no les vivió muchos años; la madre era un tanto manirrota, así que los seis hermanos -Manuel, Antonio, José, Joaquín, Francisco y Cipriana- estuvieron bajo la jurisdicción económica del abuelo, don Antonio Machado Núñez, catedrático y, lo que resultaba más nutritivo, casado con una rentista. De aquella renta, no precisamente babilónica, tiraba la parentela cuando no llegaba a fin de mes, que era casi todos los meses. El abuelo consiguió la cátedra de la Universidad de Madrid, la familia marchó tras él y Demófilo consiguió un puesto casi milagroso, como catedrático de folclor.

Me detendré en la página 25, en el capítulo «Machado en Soria» , donde nos dice que llegó a Soria el 4 de mayo para tomar posesión de su cargo; tomó posesión pero no dio clases hasta el nuevo curso lectivo que empezaba a primeros de octubre. Isidoro Martínez era el patrón de la pensión de calle Collado 45, donde fue a residir. El señor Isidoro estaba casado con Regina Cuevas, hermana de Isabel Cuevas, madre de Leonor. La pensión se trasladó a calle Estudios 7 esquina con Teatinos, en diciembre de ese mismo año. «Los huéspedes han aceptado todos con gusto la nueva situación y las cosas siguen como antes». «Doña Isabel -dice Rico- (no sé quien es este tal Rico) era mucha mujer arrogante y bella; una auténtica dama soriana digna, buena y con natural simpatía». «Con ella vivían dos hijas Leonor y Antonia [...] y un hijo de menor edad que las hermanas. Las hijas ayudaban a la madre y atendían solícitamente a los huéspedes...».

La verdad es que usted no nos ha dejado nada escrito sobre sus suegros o cuñados. Pero también es verdad, que la familia por afinidad, o del cónyuge, es siempre una familia para olvidar. Nos oculta Ángel Marco que el padre de Leonor fue sargento de la Guardia Civil. Esto parece que no tiene importancia pero sí la tiene, y mucho, cuando sabemos los hijos del Cuerpo Benemérito como un servidor, que recibe, sin darse cuenta, una educación militar, resumida en la austeridad y en el respeto.

2).- El otro libro Antonio Machado en la poesía española. José Olivio Jiménez y Carlos Javier Morales. Cátedra. Clásico y estudios literarios, 2002. Consta de nota preliminar, una primera parte sobre la vigencia y futuro de la obra de Antonio Machado que contiene tres capítulos. Una segunda parte otros tres capítulos, más un índice onomástico. El libro está dedicado a Claudio Rodríguez, in memoriam, y a Clara Miranda.

La segunda parte, quizás la que más interesa, se refiere al machadismo de los poetas posteriores a 1939, su influencia y sus reflejos. En el capítulo I, «La primera generación de posguerra». Donde rastrea la presencia machadiana, nos comenta sobre el poeta cordobés exiliado en México Juan Rejano. Nos recuerda qué significativo es Francisco Giner de los Ríos que publicó en México Las cien mejores poesías española del destierro, y estudios de Aurora Albornoz sobre poesía española del exilio (p. 133). Nos hablará de los poetas que escriben en la España de la posguerra: Leopoldo Panero, Luis Rosales, Dionisio Ridruejo, Luis Felipe Vicanco, Ildefonso-Manuel Gil, José Luis Cano, German Bleiberg, Juan Gil-Albert, Carmen Conde, José García Nieto, Vicente Gaos, José Hierro, Carlos Bousoño, Ricardo Molina, Carlos Edmundo de Ory, Manuel Álvarez Ortega, Concha Zardoya, José María Valverde, Ángela Figueroa Aymerich, Blas de Otero, Victoriano Crémer y Eugenio de Nora, Ramón de García Sol y Leopoldo de Luis.

En el capitulo II «La segunda generación de posguerra». Se refiere a los poetas cuyos libros aparecen a partir de los años 50 con tendencias a la poesía social. Aparecen comentarios sobre Nuria Parés, Jomí García Ascot, Tomás Segovia, Luis Rius, Ángel González, Aurora de Albornoz, José Manuel Caballero Bonald, José Ángel Valente, Jaime Gil de Biedma, Gloria Fuertes, Jesús López Pacheco, José Agustín Goytisolo, Fernando Quiñones, Francisco Brines (valenciano, académico de la Lengua), Claudio Rodríguez, Eladio Cabañero, Carlos Sahagún, Manuel Mantero, Marino Roldán, Aquilino Duque, Enrique Badosa, Jacinto-Luis Guereña, Francisco Gordos Guarino, Francisca Aguirre y Félix Grande.

En el capítulo III «La generación del 70». Rompen con la poesía llamada social y arrancan con los Nueve novísimos poetas españoles (1970) de José María Castellet. También asistimos a la resurrección de Manuel Machado, marginado por los poetas de posguerra quizás por su aceptación del régimen franquista, en oposición al republicanismo de su hermano Antonio. Nos muestra opiniones de José Infante, de Pere Gimferrer (académico y uno de los poetas más relevantes de los novísimos), Joaquín Marcos, Alejandro Amusco, Luis Izquierdo, Antonio Colinas, Fernando Ortiz, Luis Antonio de Villena, Jaime Siles, Andrés Trapiello, Antonio Carvajal, Antonio Colinas, Alejandro Duque Amusco, Diego Jesús Jiménez, Fernando Ortiz, Eloy Sánchez Rosillo, Jon Juaristi, Francisco Bejarano y Miguel d'Ors.

En el capítulo IV «La generación del fin-de-siglo». A mediados de los ochenta parece consolidarse una nueva promoción de poetas que disienten en su mayoría del esteticismo, el culturalismo y el irracionalismo de la generación anterior. Nos presenta a una serie de poetas que aún verifican la proyección machadiana, si no en los poemas sí en las ideas principales: Luis García Montero, Juan Lamillar, José Mateo, Álvaro García y Antonio Manilla.

Finalizan estos autores con la siguiente conclusión: «Hablando de circunstancias históricas, nuestro panorama es bien distinto al de Machado. Pero su poesía es aceptada y apreciada hoy en su integridad. Machado ha llegado a ser un clásico de referencia inevitable, aunque, por fortuna, y subió al altar de la clasicidad no por las reduccionistas banderías ideológicas de una critica mal interesada, sino por la ejemplar y permanente lección de toda su poesía».. (p. 324)

3).- CL Aniversario del Círculo de la Amistad Numancia (1848-1998). Los comentarios sobre Machado en este libro son escasos porque el objetivo de este libro es recordar la historia global del Círculo, distribuida en una recopilación de conferencias. El prólogo es de su presidente don Gregorio Sánchez Domínguez y un epílogo de José Vicente de Frías Balsa. No explica el prologuista «[...] de este aniversario del que fue Casino Numancia, fundado en 1848, sin olvidar que su hermano de ocio y cultura, el Círculo de La Amistad, es casi tan añejo pues su nacimiento data de 1865, ambos refundidos en 1961 en la actual Sociedad, simbiosis que vivencia una importantísima parte del ocio y recreo de la sociedad soriana». (pág. 8).

En la pág. 93, leemos: «Y en cuanto a Antonio Machado, si bien fue admitido como socio de la Amistad, en 1908, no tuvo mucha relación con la vida del círculo, puesto que solía preferir una mesa en el café El Recreo». (Este café es hoy en día la cafetería Zeus, según me contó Carmen, la chica de información del Círculo). Hubiese sido demasiado suerte encontrarse con la mesa del café donde usted se sentaba algunas tardes. Pertenece esta frase a Francisca García Redondo en su artículo «La vida musical del Círculo Amistad Numancia», es muy ilustrativo, porque nos dice en el mismo párrafo (p .93): «La verdad es que de los tres grandes poetas que han dado fama a la ciudad de Soria, Gerardo Diego, es el que más vínculos tuvo con la música y el Círculo de la Amistad Numancia, porque Gustavo Adolfo Bécquer que era, también, un gran amante de la música, que se casó con una soriana que tenía una bonita voz [...]» . Lo que no nos dice Francisca es que su mujer soriana era Casta Esteban Navarro natural de Noviercas (Soria) y le salió rana.

Arcos de San Juan de Duero

En este Círculo hay una joya instrumental un piano Steinway & Son, restaurado, posiblemente, como dice don Gregorio, sea el único de esta marca que funciona en el mundo.

Las ponencias de este ilustrativo libro soriano son: Argimiro Calama Rosellón, Miguel Moreno y Moreno, Francisca García Redondo, José Antonio Martín de Marco, Carmelo Romero Salvador, José Ramón Huerta Blanco, Alfredo Martínez y José Ignacio de la Torre Echávarri, y Juan A. Gómez Barrera.

4) .- Otro libro sobre Machado en Soria, me llegó a través de un préstamo de mi amigo Gaspar Peral, estudioso y bibliófilo; se titula Soria en la poesía de Machado. Excma. Diputación de Soria, septiembre 1975 (47 páginas). Impreso en papel cuché fabricado y donado por Torras Histench. S. A., para el centenario de su nacimiento. Tiene un corto prólogo de Santiago Aparicio Alcalde, presidente de la Excma. Diputación, donde no dice nada sobre Leonor, sus comentarios son muy breves e institucionales, el prólogo leemos:

«Este opúsculo, este pequeño libro en el que se recogen unas cuantas, las más destacadas, poesías de Antonio Machado sobre Soria y su tierra, quiere ser un exponente más de la preocupación de los sorianos por rendir homenaje al centenario de su nacimiento».


Seguidamente este presidente hace patente la idea de que este libro llegará a todo el público soriano en general, y está dedicado especialmente a niños y centros docentes. Nos habla de las excelencias poéticas que contiene, nos recoge algunos versos, y de alguna forma recomienda a los sorianos a ser machadianos:

«Desde niños sepamos agradecer al poeta esa recreación con que nos honró. Se recreó él, al plasmar nuestros pagos; y nos creó a nosotros para la historia del arte y de la poesía; nos hizo universales [...] este pequeño texto que quiere ser una especie de Vademécum soriano, a quien preocupa la poesía de su tierra».


Los poemas presentados son:

  • IX «A orillas del Duero».
  • L «Acaso».
  • LXXXIX «Y podrás conocerte, recordando».
  • CII «Orillas del Duero».
  • CXIII «Campos de Soria».
  • CXV «A un olmo seco».
  • CXVI «Recuerdos».
  • CXVII «Al maestro Azorín por su libro Castilla».
  • CXVIII «Caminos».
  • CXIX «Señor, ya me arrancaste lo que yo, más quería».
  • CXX «Dice la esperanza: Un día».
  • CXXI «Allá en las tierras altas».
  • CXXV «En estos ampos de la tierra mía».
  • CXXVI «A José María Palacio».
  • CLVI «Galerías».
  • CLX «Canciones del alto Duero».
  • «Los sueños dialogados» II.
  • CLXV «Sonetos» III.

Al final aparecen unos poemas o loas, bastante aceptables para la ocasión, en recuerdo de Antonio Machado firmados por Tatain, que sin vergüenza aseguro que yo no le conozco. Firmados el 19 de enero de 1975.

Esperemos que la Diputación Provincial de Soria ya esté pensando en mejorar estera raro librito, y se deje asesorar no por funcionarios, sino por el Instituto de Estudios Sorianos y hagan un trabajo digno, popular y perdurable en el tiempo y en la crítica.

5).- Campos de Castilla, de Antonio Machado, edición de Geoffrey Ribbans. Cátedra n.º 10, 1995. Es un estudio muy completo de esta obra, que es suma de las dos ediciones revisadas de 1912 y 1917. En la primera edición Antonio nos habla de los campos de Soria, en la segunda edición entrarán poemas de recuerdos de Soria y del paisaje andaluz. La edición de Geoffrey contiene un amplia introducción, notas y bibliografía propias del sello riguroso y académico de Cátedra. Campos de Castilla no tiene colofón, Ribbans cree que la edición salió a finales de abril de 1912, aunque en opinión de Jordi Doménech el libro apareció a mediados de abril, además, afirma este reconocido machadiano que «Antonio Machado proyectaba inicialmente una obra de mayor envergadura que probablemente habría llevado el título de Tierras de España. Éste era el libro que pensaba publicar en un principio en Renacimiento, y con este título fue anunciado en el primer catálogo de aquella editorial, de 1911». (pág. 235, 2006).

Aquí los poemas machadianos sobre el paisaje castellano y andaluz son una visión objetiva, además nos recordará su pasado histórico, de España muy atrasada (clero, nobleza, gobierno y gentes populares) su esencia y presencia con descripciones nominales. Machado contempla el paisaje castellano como algo extraño pero a la vez cercano a él. No hay que olvidar que aunque era sevillano pasó su juventud en Castilla, busca la belleza, la esencia del paisaje castellano, tan distinta de la de su tierra natal, describe con precisión las tierras duras de Soria, que verdaderamente le conmovieron. El primero de su poemas «Retrato», Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla..., (v. 1), es la reafirmación de su andalucismo. En cambio, su alter ego, son las tierras altas del Duero, los paisajes duros de la altiplanicie castellana en Tierras de Alvargonzález.

También por eso cuando está en Baeza, consigue a través del recuerdo rememorar esos momentos paseando con su esposa por la ribera del Duero por San Polo y San Saturio. Quizás para mí, lo más emocionante, lo que más hondo me llegan y quedan, son los poemas dedicados a la memoria de Leonor Izquierdo que será su verdadera musa, donde pasó los mejores años de su vida. Versos melancólicos donde muestra su cara más triste y pide explicaciones a las divinidades, reproches Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería . (v. 1, CXIX). Lo de visión enloquecida y trastornada: ¿No ves, Leonor, los álamos del río / con sus ramajes yertos? (vv. 7-8, CXXI). En un momento de tristeza y dolor sublimes y angustias, pregunta al amigo José María Palacio por los chopos, el río los caminos, el Moncayo con un lirismo que nos hace saltar las lágrimas, porque es así la poesía, la poesía nacida del alma, anímica, triste, de la que contagia en comunión con sentimientos y traspasa hacia las generaciones posteriores por su grandeza como: ¿Dónde estás señora mía/ que no te duele mi alma? (El Quijote, I, Cap. 5)

En conclusión, en Campos de Castilla, el afecto que tiene hacia Castilla incluye su amor por Leonor, también incluye actitud crítica frente a la realidad del país, empobrecido, sin cultura, despoblado y embrutecido. Indirectamente Machado ofrece un camino como solución al problema de España, unas reflexiones muy profundas sobre temas filosóficos, religiosos, culturales y filosóficas. En definitiva, un libro que cada vez gana más adeptos, que es un clásico y permanecerá junto a los libros eternos como El Quijote, El Buscón o La Vida es sueño...

6).- La vida de Antonio Machado. Ligero de equipaje, de Ian Gibson, Aguilar, 2006. Un extenso libro muy bien documentado con notas, árbol genealógico, álbum fotográfico, extensa biografía esencial consultada e índice onomástico y de publicaciones que se ha de agradecer. Sin duda uno de los libros más completos hasta ahora de la vida de Machado y referencia para estudiosos; un gran paso.