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Universidad de Alicante
En un libro del diplomático Emilio Beladiez, titulado Cartas Persas 1951-1954, donde se narran las impresiones de un viajero y diplomático en Irán, aparece una mención interesantísima, vestigio de la presencia española en Persia884, de un gran cañón que en su dorso lleva grabado el nombre y las armas del rey Felipe II885, y que como dato anecdótico, nos informa Emilio Beladiez y cito textualmente, que «[...] es utilizado por las mujeres estériles o casadas con viejos maridos [...] para pedir del cañón el hijo que las satisfaga886». En fin, aparte de tan curioso dato, lo realmente interesante es la presencia de un vestigio de la España del siglo XVI en Teherán.
Cómo es
posible la presencia de tan excepcional vestigio, podríamos
preguntarnos. Sin embargo, a tenor de los datos, el
entrecruzamiento de dos mundos tan dispares y lejanos como son la
España del siglo XVI y la Persia safavī, no es
fruto de una casualidad. Es la evidencia de los importantes
contactos que hubo entre Persia y España, ya desde el siglo
XV. Los acontecimientos que ocurrían en Asia no eran
totalmente ajenos a los monarcas de los reinos hispanos, así
en ese trasiego de fuerzas se despertaron los intereses por ver el
desenlace final del imperio Bizantino. La victoria de Timur sobre
Bayazid produjo el estancamiento en la guerra y la demora de la
caída de Bizancio durante medio siglo más. Enrique
III de Castilla y León, movido por la curiosidad de saber lo
que estaba ocurriendo, envió a la corte de Timūr una
misión a cuyo frente iban Ruy González de Clavijo,
Gómez de Salazar y Fray Alonso Paez de Santa María.
Todavía no se encontraban en la situación
bélica del siglo siguiente, con un imperio turco en continua
expansión y amenazando el Mediterráneo. Lo
interesante para nosotros es
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El nuevo período que se abría con la llegada del nuevo siglo, en las relaciones entre Persia y España, sería mucho más intenso. Con la caída de Constantinopla en 1453, comenzaba un momento realmente crítico donde el poder otomano amenazaba las relaciones comerciales en el Mediterráneo y con el Este. Al mismo tiempo desaparecía el último reino musulmán de la península, y la nueva situación política surgida de unidad política y religiosa de los reyes católicos, afrontaría nuevos peligros, uno sería el poder turco otomano, el otro los problemas emanados del reformismo religioso centroeuropeo. Junto con esos peligros aparecen elementos que nos ayudan a comprender las relaciones entre España y Persia. Ambos países estaban amenazados por el mismo enemigo, tanto para España como para Persia, el peligro era el imperio otomano. Las relaciones de Šāh Ismā‘īl (1487-1524) con Selīm (1470-1520) a finales de la primera década del siglo XVI, hacia 1507, se mantenían bajo dos constantes, por una parte el bloqueo al que sometía Selim a Persia, y por otro lado las relaciones y alianzas que inició Šāh Ismā‘īl con estados que mantenían las hostilidades con los turcos otomanos887.
Volviendo a esos
primeros contactos con Persia, hay que matizar que a pesar de este
primer encuentro tan interesante que Clavijo plasmó en una
descripción de sus viajes, los portugueses fueron los
verdaderos artífices de las primeras relaciones con la nueva
Persia safavī. Ya a finales del siglo XV los
portugueses en su afán por encontrar las mejores rutas hacia
la India, habían intentado con Bartolomeu Díaz cruzar
uno de los puntos emblemáticos para la expansión
comercial, el cabo de Buena Esperanza, sin embargo sería
otro portugués, Pero da Covilhã, por una ruta, tal
vez más compleja, el que partiendo de Egipto lograría
navegar por el mar Rojo y cruzar el océano índico
llegando a la India, de regreso desembarcaría en la isla de
Ormuz, sería el primer portugués en
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Con los primeros
años del siglo XVI se iniciaría una nueva etapa de
las relaciones entre Portugal y Persia, con una presencia mucho
más acentuada, incluso con una misión permanente en
la isla de Ormuz, representando los intereses de Portugal en el
golfo Pérsico. En estos primeros años del siglo XVI
se inauguraba un período donde los intereses europeos y
persas se iban a entrecruzar. Fue un momento en el que muchos de
los grandes personajes de la historia alcanzarían el poder,
y lo que es más interesante para un estudio comparativo, la
mayoría de ellos subieron al trono en plena juventud. Entre
los nuevos soberanos se encontraba uno que no sólo era joven
cuando accedió al trono, sino que con él en 1502 se
iniciaría una de las dinastías que más peso ha
tenido en el desarrollo de la identidad contemporánea de
Persia, me estoy refiriendo al fundador de la dinastía
safavī, el joven Šāh
Ismā‘īl. Con él, directamente entraron en
contacto los portugueses en 1507. Este contacto venía
precedido por otros que el rey don Manuel de Portugal, tiempo
antes, en su intento por asegurar el monopolio del comercio de
especias con los puertos de la India y los del mar
Rojo888,
había propiciado. Envió dos naves para intentar
establecer una base portuguesa que permitiera el comercio de
especias y también el inicio de relaciones con «el Preste Juan» de Etiopía. Poco
tiempo más tarde, sería el gobernador de la India
portuguesa Alfonso de Alburquerque (1453-1515), el que con una
flota, y tras la toma de Ormuz al joven rey de doce años
Sayf al-Dīn, iniciará los contactos entre
Šāh Ismā‘īl y Portugal. Contactos que
se incrementaron con el envío de presentes y delegados, pese
a los comienzos un tanto fríos. En 1513 Alfonso de
Alburquerque envió a su delegado Miguel Ferreira con
abundantes regalos y mensajes. Y en 1514 tras los acontecimientos
bélicos de la batalla de Čāldirān, donde
Šāh Ismā‘īl se vio derrotado por las
tropas del sultán otomano Selīm. Ambos, Alburquerque y
Šāh Ismā‘īl, firmaron un tratado que
otorgaba poderes a los portugueses sobre Ormuz, y en el que se
confirmaba que el rey de Ormuz, antes vasallo del rey de Persia,
ahora pasaba a depender de Portugal. Tras la firma de este
importante tratado, la cooperación entre ambos reinos se
acrecentó, y en razón de estos acuerdos los
portugueses ayudaron a Šāh Ismā‘īl a
recobrar las islas de Bahrain de los árabes
ŷabridíes, también ayudaron a sofocar
una revuelta tribal dentro de Persia, en Makrān. Pero lo
realmente interesante además de la cooperación
militar que acordaron, es que firmaron una alianza contra los
turcos otomanos, algo que se convertiría en una
constante
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Así pues, Portugal se convertiría durante un siglo gracias a las alianzas firmadas con Persia, en el árbitro del golfo Pérsico con un puesto permanente en Ormuz Manāma, lo que le garantizaba el comercio con la India, y una posición privilegiada en sus contactos con Persia.
Pero estos contactos y alianzas no únicamente los realizó Persia con un único estado europeo, con Portugal. Šāh Ismā‘īl en un intento por crear una verdadera «cruzada» contra los turcos otomanos, intentó entablar relaciones con el emperador Carlos V y con Luis II de Hungría, máximos representantes de los esfuerzos por frenar el avance de los turcos otomanos. Ambos, a su vez entablarían contactos con Šāh Ismā‘īl, el primero enviando una delegación, y Luis II de Hungría mandando a una fraile maronita Petrus de Monte Líbano. El propósito de ambos era el mismo, la creación de una alianza contra los turcos. Sin embargo, sus pretensiones eran realmente complejas, no ya tanto por las incomprensiones religiosas entre cristianos y musulmanes, sino debido a otros factores mucho más problemáticos para el entendimiento entre las partes. Sobre todo, debido a la distancia tan considerable, y la presencia del imperio turco otomano en el Mediterráneo que bloqueaba todo tipo de contactos. Valga como ejemplo de las difíciles comunicaciones, la carta enviada por Šāh Ismā‘īl a Carlos V, escrita en la latín, en la que aquél le expresa su preocupación por las luchas entre los estados europeos, y la necesidad de crear un frente para atacar al enemigo común890, carta que no llegó a manos de Carlos V, sino tras la muerte de Šāh Ismā‘īl en 1524.
Pero no
sólo encontramos estas alianzas en el frente antiturco. Los
turcos también crearon sus alianzas con los franceses, en un
intento parecido por crear un frente contra el enemigo común
Carlos V891.
Lo que para el mundo cristiano, la creación de un
frente
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Los contactos de Persia en la segunda mitad del siglo XVI se incrementarían, y no ya con portugueses, sino que ingleses y rusos se sumarían al esfuerzo por crear nuevas vías comerciales con Persia y el Este. En el devenir de las relaciones de Persia con Europa, un nuevo momento llegó cuando en 1583 el papa Gregorio XIII llamó a las potencias europeas a una cruzada contra los turcos otomanos, cruzada en la que se veía incluido por alianzas Persia. Giovanni Battista Vecchietti fue enviado como delegado del papa para evaluar el potencial militar de Persia. Las conclusiones fueron negativas, debido a la mala impresión que le causó la debilidad del reinado de Šāh Muhammad Judābanda y sobre todo las pérdidas militares que sufrió frente a los turcos. Cuando volvía de Persia, en 1587, murió Šāh Muhammad Judābanda, momento en el que subió al trono uno de los reyes más carismáticos e inteligentes de la dinastía safavī, Šāh ‘Abbās, algo que Giovanni Battista no tuvo tiempo de comprobar. No sabemos que podría haber pasado si tal alianza se hubiera llevado a cabo. Pero el desarrollo que siguió, situó a Persia a un nivel capaz de hacer frente al sultán otomano. Esto no deja de ser un dato inquietante de lo que pudo ser.
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En 1598 Sir Anthony Sherley llegó a Persia encabezando una delegación cuyo objetivo era incluir en la alianza antiturca a Šāh ‘Abbās. Sir Anthony fue recibido por Šāh ‘Abbās y encargado de transmitir, a su vuelta a las potencias europeas su apoyo. Con él marcharía el representante de Šāh ‘Abbās, ‘Alī Beg Bayāt. A pesar de los avatares posteriores entre ambos embajadores, Sherley y ‘Alī Beg, la comitiva fue recibida por el papa Clemente VIII en 1601, y en Valladolid por Felipe III que los recibió en audiencia. De esta misión hay un hecho curioso ocurrido en Valladolid, y es el que varios miembros de la expedición se convirtieron al cristianismo. Oficiando como padrinos el rey y la reina Margarita.
En el período en el que se produce la unión de Portugal y España (1580-1640) las relaciones entre Persia y España se incrementaron debido al importantísimo papel ya jugado por Portugal, y por la necesidad de frenar las aspiraciones turcas. También hay que destacar que en estas alianzas, España y Persia por su situación geográfica no podían ser enemigos naturales, lo cual a pesar de tratarse de una alianza entre dos países antagónicos por cuestiones religiosas, permitió un intercambio abierto entre ambos países. Fue en este período cuando se abrió la misión de los agustinos (gracias a misioneros portugueses) en Isfahān (1602), convirtiéndose el prior de la orden en representante permanente del rey de España ante Šāh ‘Abbās. Ésta fue la primera embajada permanente establecida en Persia por un estado europeo. A tal grado de «confianza» habían llegado las relaciones entre Felipe III y Šāh ‘Abbās, que éste se queja en un momento determinado de que siempre tenga como representantes del rey de España a frailes. Šāh ‘Abbās prefería a caballeros destacados. Felipe III envió entonces a García de Silva y Figueroa como su embajador en 1614, a pesar de los avatares que tuvo que sufrir presentó sus credenciales en 1619 en Ifahān ante Šāh ‘Abbās.
Lo que sí
parece evidente tras esta rápida revisión de las
relaciones de estados europeos con Persia, es que si nos situamos
en el período que Carlos V reinó en España,
nos encontramos con la aparición al mismo tiempo, de todo un
conjunto de jóvenes reyes que van a ocupar la escena
internacional durante esta primera mitad del siglo XVI. J.
Sánchez Montes recordaba que en la primera mitad del siglo
XVI había un factor de coincidencia para todos los soberanos
de Europa, la juventud de todos ellos. Y se hacía la
pregunta de si el dinamismo de la política internacional
europea se debió a ese factor894.
Tal vez entre todos esos personajes que tuvieron un peso
específico en la política internacional del momento
habría que incluir al joven Šāh
Ismā‘īl895.
Por supuesto,
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Junto a este dato,
hay que añadir que la misión divina a la que estaba
abocado Carlos V era la erradicación del infiel y la
expansión del cristianismo, tanto en el norte de
África como en el Mediterráneo. Este objetivo
está muy cerca de los patrones de comportamiento que
Šāh Ismā‘īl también hacía
suyos. La labor mesiánica que ambos soberanos inspiraban
frente al «infiel», se asemeja
bastante. Uno y otro, pese a tener diferencias religiosas que nos
pueden hacer pensar en una desconfianza recíproca, mostraron
claras muestras de tener unos mismos intereses, políticos en
principio, de lucha contra el avance otomano, pero también
de esquema religioso. Esquema religioso que en el caso de las
llamadas a la guerra contra el infiel resultan, en principio, muy
semejantes. Si se analizan con más detalle sus
comportamientos, se ve que en cierta medida se confunden en un
sentimiento que como bien define Alonso de Cartagena y que recoge
J. Sánchez Montes en su obra Franceses, protestantes,
turcos, arrastran hacia lo que él llama las «guerras divinales». Ambos estaban imbuidos
por el mismo sentir. Y no es una coincidencia el que dentro del
ambiente sociorreligioso que se vivía en Persia,
también Šāh Ismā‘īl utilizase o
simplemente adoptase el papel mesiánico, que impelía
a los creyentes musulmanes, a luchar contra todos aquellos que se
habían apartado de las
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