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ArribaAbajo Shiíes y luteranos



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ArribaAbajoEl siglo XVI y el comienzo de las relaciones diplomáticas con Persia: Carlos V y Šāh Ismā‘īl

José Francisco Cutillas Ferrer



Universidad de Alicante

En un libro del diplomático Emilio Beladiez, titulado Cartas Persas 1951-1954, donde se narran las impresiones de un viajero y diplomático en Irán, aparece una mención interesantísima, vestigio de la presencia española en Persia884, de un gran cañón que en su dorso lleva grabado el nombre y las armas del rey Felipe II885, y que como dato anecdótico, nos informa Emilio Beladiez y cito textualmente, que «[...] es utilizado por las mujeres estériles o casadas con viejos maridos [...] para pedir del cañón el hijo que las satisfaga886». En fin, aparte de tan curioso dato, lo realmente interesante es la presencia de un vestigio de la España del siglo XVI en Teherán.

Cómo es posible la presencia de tan excepcional vestigio, podríamos preguntarnos. Sin embargo, a tenor de los datos, el entrecruzamiento de dos mundos tan dispares y lejanos como son la España del siglo XVI y la Persia safavī, no es fruto de una casualidad. Es la evidencia de los importantes contactos que hubo entre Persia y España, ya desde el siglo XV. Los acontecimientos que ocurrían en Asia no eran totalmente ajenos a los monarcas de los reinos hispanos, así en ese trasiego de fuerzas se despertaron los intereses por ver el desenlace final del imperio Bizantino. La victoria de Timur sobre Bayazid produjo el estancamiento en la guerra y la demora de la caída de Bizancio durante medio siglo más. Enrique III de Castilla y León, movido por la curiosidad de saber lo que estaba ocurriendo, envió a la corte de Timūr una misión a cuyo frente iban Ruy González de Clavijo, Gómez de Salazar y Fray Alonso Paez de Santa María. Todavía no se encontraban en la situación bélica del siglo siguiente, con un imperio turco en continua expansión y amenazando el Mediterráneo. Lo interesante para nosotros es

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que esta primera expedición llegó a Persia. Cruzaron el norte de Persia hasta llegar a Samarcanda donde se encontraba la corte de Timūr, y no sólo se presentaron en la misma corte, sino que fueron testigos de los acontecimientos de primer orden que estaban ocurriendo en esa parte del mundo. Dos de los enviados de la expedición de Enrique III, Pelayo de Sotomayor y Fernando de Palazuelos, incluso estuvieron presentes en la batalla de Ankara. Su llegada a Persia se produjo el 1 de junio de 1404, y en el interesante relato que nos ha dejado Ruy González de Clavijo sobre Persia, resaltan la descripción de Tabriz, su estancia en Sultāniyya coincidiendo con una importante feria comercial patrocinada por mercaderes genoveses y venecianos, y donde Clavijo fue recibido en la corte por Mīrān Šah. Incluso nos cuenta que de paso por la ciudad santa de Mašhad, les fue permitido entrar a uno de los lugares más santos del islam šī‘ī la tumba del octavo imán de šī‘a. De regreso a España les acompañaría un enviado de Timūr, Hāŷŷī Muhammad al-Qādī. Con el viaje de Clavijo se iniciaron las relaciones entre un reino hispánico y Persia.

El nuevo período que se abría con la llegada del nuevo siglo, en las relaciones entre Persia y España, sería mucho más intenso. Con la caída de Constantinopla en 1453, comenzaba un momento realmente crítico donde el poder otomano amenazaba las relaciones comerciales en el Mediterráneo y con el Este. Al mismo tiempo desaparecía el último reino musulmán de la península, y la nueva situación política surgida de unidad política y religiosa de los reyes católicos, afrontaría nuevos peligros, uno sería el poder turco otomano, el otro los problemas emanados del reformismo religioso centroeuropeo. Junto con esos peligros aparecen elementos que nos ayudan a comprender las relaciones entre España y Persia. Ambos países estaban amenazados por el mismo enemigo, tanto para España como para Persia, el peligro era el imperio otomano. Las relaciones de Šāh Ismā‘īl (1487-1524) con Selīm (1470-1520) a finales de la primera década del siglo XVI, hacia 1507, se mantenían bajo dos constantes, por una parte el bloqueo al que sometía Selim a Persia, y por otro lado las relaciones y alianzas que inició Šāh Ismā‘īl con estados que mantenían las hostilidades con los turcos otomanos887.

Volviendo a esos primeros contactos con Persia, hay que matizar que a pesar de este primer encuentro tan interesante que Clavijo plasmó en una descripción de sus viajes, los portugueses fueron los verdaderos artífices de las primeras relaciones con la nueva Persia safavī. Ya a finales del siglo XV los portugueses en su afán por encontrar las mejores rutas hacia la India, habían intentado con Bartolomeu Díaz cruzar uno de los puntos emblemáticos para la expansión comercial, el cabo de Buena Esperanza, sin embargo sería otro portugués, Pero da Covilhã, por una ruta, tal vez más compleja, el que partiendo de Egipto lograría navegar por el mar Rojo y cruzar el océano índico llegando a la India, de regreso desembarcaría en la isla de Ormuz, sería el primer portugués en

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hacerlo. Con él se abría toda una nueva etapa de descubrimientos y hazañas marítimas que permitieron a Vasco da Gama, cruzando el cabo de Buena Esperanza, llegar a la India. Esto fue de capital importancia, pues lograron en su empeño comercial bordear el mundo islámico para llegar a la India, vía el golfo Pérsico. Con esta hazaña se inició un período fructífero de relaciones entre Persia y Portugal, iniciando un contacto permanente entre Europa y Persia.

Con los primeros años del siglo XVI se iniciaría una nueva etapa de las relaciones entre Portugal y Persia, con una presencia mucho más acentuada, incluso con una misión permanente en la isla de Ormuz, representando los intereses de Portugal en el golfo Pérsico. En estos primeros años del siglo XVI se inauguraba un período donde los intereses europeos y persas se iban a entrecruzar. Fue un momento en el que muchos de los grandes personajes de la historia alcanzarían el poder, y lo que es más interesante para un estudio comparativo, la mayoría de ellos subieron al trono en plena juventud. Entre los nuevos soberanos se encontraba uno que no sólo era joven cuando accedió al trono, sino que con él en 1502 se iniciaría una de las dinastías que más peso ha tenido en el desarrollo de la identidad contemporánea de Persia, me estoy refiriendo al fundador de la dinastía safavī, el joven Šāh Ismā‘īl. Con él, directamente entraron en contacto los portugueses en 1507. Este contacto venía precedido por otros que el rey don Manuel de Portugal, tiempo antes, en su intento por asegurar el monopolio del comercio de especias con los puertos de la India y los del mar Rojo888, había propiciado. Envió dos naves para intentar establecer una base portuguesa que permitiera el comercio de especias y también el inicio de relaciones con «el Preste Juan» de Etiopía. Poco tiempo más tarde, sería el gobernador de la India portuguesa Alfonso de Alburquerque (1453-1515), el que con una flota, y tras la toma de Ormuz al joven rey de doce años Sayf al-Dīn, iniciará los contactos entre Šāh Ismā‘īl y Portugal. Contactos que se incrementaron con el envío de presentes y delegados, pese a los comienzos un tanto fríos. En 1513 Alfonso de Alburquerque envió a su delegado Miguel Ferreira con abundantes regalos y mensajes. Y en 1514 tras los acontecimientos bélicos de la batalla de Čāldirān, donde Šāh Ismā‘īl se vio derrotado por las tropas del sultán otomano Selīm. Ambos, Alburquerque y Šāh Ismā‘īl, firmaron un tratado que otorgaba poderes a los portugueses sobre Ormuz, y en el que se confirmaba que el rey de Ormuz, antes vasallo del rey de Persia, ahora pasaba a depender de Portugal. Tras la firma de este importante tratado, la cooperación entre ambos reinos se acrecentó, y en razón de estos acuerdos los portugueses ayudaron a Šāh Ismā‘īl a recobrar las islas de Bahrain de los árabes ŷabridíes, también ayudaron a sofocar una revuelta tribal dentro de Persia, en Makrān. Pero lo realmente interesante además de la cooperación militar que acordaron, es que firmaron una alianza contra los turcos otomanos, algo que se convertiría en una constante

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a lo largo del siglo XVI889. Alianza que ya había intentado mucho antes, en 1473, el papa, enviando a Giosafat Bárbaro a la corte de Uzum Hasan en Tabrīz, en un intento de formar un frente común contra los turcos otomanos.

Así pues, Portugal se convertiría durante un siglo gracias a las alianzas firmadas con Persia, en el árbitro del golfo Pérsico con un puesto permanente en Ormuz Manāma, lo que le garantizaba el comercio con la India, y una posición privilegiada en sus contactos con Persia.

Pero estos contactos y alianzas no únicamente los realizó Persia con un único estado europeo, con Portugal. Šāh Ismā‘īl en un intento por crear una verdadera «cruzada» contra los turcos otomanos, intentó entablar relaciones con el emperador Carlos V y con Luis II de Hungría, máximos representantes de los esfuerzos por frenar el avance de los turcos otomanos. Ambos, a su vez entablarían contactos con Šāh Ismā‘īl, el primero enviando una delegación, y Luis II de Hungría mandando a una fraile maronita Petrus de Monte Líbano. El propósito de ambos era el mismo, la creación de una alianza contra los turcos. Sin embargo, sus pretensiones eran realmente complejas, no ya tanto por las incomprensiones religiosas entre cristianos y musulmanes, sino debido a otros factores mucho más problemáticos para el entendimiento entre las partes. Sobre todo, debido a la distancia tan considerable, y la presencia del imperio turco otomano en el Mediterráneo que bloqueaba todo tipo de contactos. Valga como ejemplo de las difíciles comunicaciones, la carta enviada por Šāh Ismā‘īl a Carlos V, escrita en la latín, en la que aquél le expresa su preocupación por las luchas entre los estados europeos, y la necesidad de crear un frente para atacar al enemigo común890, carta que no llegó a manos de Carlos V, sino tras la muerte de Šāh Ismā‘īl en 1524.

Pero no sólo encontramos estas alianzas en el frente antiturco. Los turcos también crearon sus alianzas con los franceses, en un intento parecido por crear un frente contra el enemigo común Carlos V891. Lo que para el mundo cristiano, la creación de un frente

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común contra los turcos otomanos no suponía ningún azote a las conciencias, la alianza de Francisco I, sin embargo, sí provocó un gran revuelo entre las potencias europeas, al haber firmado un tratado con Solimán, cuyo objetivo evidente, se resumía en una cooperación militar frente a Carlos V892. En el año 1544 hibernó la flota de Barbarroja en Toulon, lo que produjo críticas entre los protestantes calvinistas que veían como los turcos, podían practicar libremente su religión y los protestantes eran perseguidos. Incluso se da la circunstancia que las relaciones comerciales entre Turquía y Francia se intensificaron. No hay que olvidar que Francia, con los sucesivos embajadores ante la Puerta, habían obtenido concesiones para comprar trigo en Turquía, ante la grave crisis de cereal que se había producido en Europa a finales de la década de los años cuarenta y principios de los años cincuenta. Y no sólo eran acuerdos comerciales, las tropas francesas acompañaron a Solimán en su campaña en Persia en la primavera de 1548 y el otoño de 1549. En 1550 bajo instrucciones del mismo rey Enrique II de Francia, su embajador ante la Puerta, Gabriel de Luetz, barón de Aramon, intentó obtener del sultán la formación de una armada para atacar a la flota española893.

Los contactos de Persia en la segunda mitad del siglo XVI se incrementarían, y no ya con portugueses, sino que ingleses y rusos se sumarían al esfuerzo por crear nuevas vías comerciales con Persia y el Este. En el devenir de las relaciones de Persia con Europa, un nuevo momento llegó cuando en 1583 el papa Gregorio XIII llamó a las potencias europeas a una cruzada contra los turcos otomanos, cruzada en la que se veía incluido por alianzas Persia. Giovanni Battista Vecchietti fue enviado como delegado del papa para evaluar el potencial militar de Persia. Las conclusiones fueron negativas, debido a la mala impresión que le causó la debilidad del reinado de Šāh Muhammad Judābanda y sobre todo las pérdidas militares que sufrió frente a los turcos. Cuando volvía de Persia, en 1587, murió Šāh Muhammad Judābanda, momento en el que subió al trono uno de los reyes más carismáticos e inteligentes de la dinastía safavī, Šāh ‘Abbās, algo que Giovanni Battista no tuvo tiempo de comprobar. No sabemos que podría haber pasado si tal alianza se hubiera llevado a cabo. Pero el desarrollo que siguió, situó a Persia a un nivel capaz de hacer frente al sultán otomano. Esto no deja de ser un dato inquietante de lo que pudo ser.



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En 1598 Sir Anthony Sherley llegó a Persia encabezando una delegación cuyo objetivo era incluir en la alianza antiturca a Šāh ‘Abbās. Sir Anthony fue recibido por Šāh ‘Abbās y encargado de transmitir, a su vuelta a las potencias europeas su apoyo. Con él marcharía el representante de Šāh ‘Abbās, ‘Alī Beg Bayāt. A pesar de los avatares posteriores entre ambos embajadores, Sherley y ‘Alī Beg, la comitiva fue recibida por el papa Clemente VIII en 1601, y en Valladolid por Felipe III que los recibió en audiencia. De esta misión hay un hecho curioso ocurrido en Valladolid, y es el que varios miembros de la expedición se convirtieron al cristianismo. Oficiando como padrinos el rey y la reina Margarita.

En el período en el que se produce la unión de Portugal y España (1580-1640) las relaciones entre Persia y España se incrementaron debido al importantísimo papel ya jugado por Portugal, y por la necesidad de frenar las aspiraciones turcas. También hay que destacar que en estas alianzas, España y Persia por su situación geográfica no podían ser enemigos naturales, lo cual a pesar de tratarse de una alianza entre dos países antagónicos por cuestiones religiosas, permitió un intercambio abierto entre ambos países. Fue en este período cuando se abrió la misión de los agustinos (gracias a misioneros portugueses) en Isfahān (1602), convirtiéndose el prior de la orden en representante permanente del rey de España ante Šāh ‘Abbās. Ésta fue la primera embajada permanente establecida en Persia por un estado europeo. A tal grado de «confianza» habían llegado las relaciones entre Felipe III y Šāh ‘Abbās, que éste se queja en un momento determinado de que siempre tenga como representantes del rey de España a frailes. Šāh ‘Abbās prefería a caballeros destacados. Felipe III envió entonces a García de Silva y Figueroa como su embajador en 1614, a pesar de los avatares que tuvo que sufrir presentó sus credenciales en 1619 en Ifahān ante Šāh ‘Abbās.

Lo que sí parece evidente tras esta rápida revisión de las relaciones de estados europeos con Persia, es que si nos situamos en el período que Carlos V reinó en España, nos encontramos con la aparición al mismo tiempo, de todo un conjunto de jóvenes reyes que van a ocupar la escena internacional durante esta primera mitad del siglo XVI. J. Sánchez Montes recordaba que en la primera mitad del siglo XVI había un factor de coincidencia para todos los soberanos de Europa, la juventud de todos ellos. Y se hacía la pregunta de si el dinamismo de la política internacional europea se debió a ese factor894. Tal vez entre todos esos personajes que tuvieron un peso específico en la política internacional del momento habría que incluir al joven Šāh Ismā‘īl895. Por supuesto,

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tal vez no con el mismo peso histórico que Solimán o que incluso Luis II de Hungría, pero hay que reconocerle el papel que jugó en los acontecimientos. Con él, se inició una política de acercamientos entre Europa y Persia que posibilitó el posterior desarrollo diplomático con las diferentes potencias europeas tal como hemos visto. Primero sería Portugal, después España, le seguirían por cuestiones económicas Inglaterra, Rusia, etc. Si Francia se había aliado a Turquía, con un Francisco I empeñado en ser la cabeza visible en Europa, España intentaría esa alianza con Persia en un esfuerzo por eliminar el poder que había alcanzado el imperio turco otomano, con su política expansionista en Europa y el Mediterráneo. Šāh Ismā‘īl también tenía como enemigo común al sultán Solimán, al igual que Carlos V, sin embargo hay un dato interesante que resaltar, a pesar de ser evidente, ambos, tanto el sultán turco como Šāh Ismā‘īl eran musulmanes, y nos encontramos con todo un muro de incomprensiones que rodean las relaciones entre ambos. Incomprensiones que surgen de las profundas diferencias doctrinales que los separaban. Los dos se tildaban de infieles, las diferencias entre sunnīes y šī‘es eran casi irreconciliables896.

Junto a este dato, hay que añadir que la misión divina a la que estaba abocado Carlos V era la erradicación del infiel y la expansión del cristianismo, tanto en el norte de África como en el Mediterráneo. Este objetivo está muy cerca de los patrones de comportamiento que Šāh Ismā‘īl también hacía suyos. La labor mesiánica que ambos soberanos inspiraban frente al «infiel», se asemeja bastante. Uno y otro, pese a tener diferencias religiosas que nos pueden hacer pensar en una desconfianza recíproca, mostraron claras muestras de tener unos mismos intereses, políticos en principio, de lucha contra el avance otomano, pero también de esquema religioso. Esquema religioso que en el caso de las llamadas a la guerra contra el infiel resultan, en principio, muy semejantes. Si se analizan con más detalle sus comportamientos, se ve que en cierta medida se confunden en un sentimiento que como bien define Alonso de Cartagena y que recoge J. Sánchez Montes en su obra Franceses, protestantes, turcos, arrastran hacia lo que él llama las «guerras divinales». Ambos estaban imbuidos por el mismo sentir. Y no es una coincidencia el que dentro del ambiente sociorreligioso que se vivía en Persia, también Šāh Ismā‘īl utilizase o simplemente adoptase el papel mesiánico, que impelía a los creyentes musulmanes, a luchar contra todos aquellos que se habían apartado de las

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verdaderas creencias del Islam primigenio. En el caso de Šāh Ismā‘īl se añadía un aspecto islamológico, la revivificación del espíritu de 'Alī en su lucha contra todos aquellos que querían acabar con el islam verdadero, y las enseñanzas del Profeta. Entre aquellos que se encontraban como enemigos de ese islam verdadero estaban los sunnīes encabezados por el sultán otomano. Šāh Ismā‘īl incluso fue más lejos en ese mesianismo, se llegó a proclamar la reencarnación de 'Alī. Con lo que se vaticinaba la parusía, el fin de los tiempos, la llegada del Imām Oculto que llamaría a la última batalla contra el mal, y contra todos aquellos que se habían desviado del islam. Y en definitiva, la evidencia de un mesianismo muy parecido a aquel del cual está tan nutrido el espíritu hispano, que arrastra (es de destacar en un cierto paralelismo con el islam, el personaje del «Encubierto» que ha sido mantenido oculto por Dios «para redimir» a los reinos de España897) a la lucha contra el infiel, léase el turco otomano, y el esfuerzo por la difusión de la palabra de Dios. Me atrevería a decir, salvando las distancias, que es el mismo esquema que se repite durante los siglos XV y XVI, con el mesianismo español y las grandes obras en loor del cristianismo. La providencia, pues, se erigía en factor común en los proyectos de ambos soberanos. Si se sigue leyendo al profesor J. Sánchez Montes, caemos en la cuenta que aquello que poseía Carlos V como favor divino extraordinario, su imbatibilidad, ayudado por Dios, no es ni más ni menos que lo que se proclamaba de Šāh Ismā‘īl. Como reencarnación de 'Alī estaba abocado a liderar a los creyentes frente al infiel y poseía ese carácter invencible, que hacía de sus empresas militares, gracias al favor divino, el que fueran victoriosas. En definitiva dos grandes personajes, forjadores de dos dinastías, unidos por alianzas y que avanzaron en las relaciones diplomáticas entre ambos países.

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