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ArribaLutero y el Islam en tiempos de Carlos V

Pino Valero Cuadra



Universidad de Alicante


Introducción y estado de la cuestión

La figura de Lutero, el gran traductor de la Biblia al alemán, ha sido siempre considerado dentro de la historia de la cultura occidental, además de como el autor de la Reforma protestante que provocó un importante cisma en el seno de la Iglesia, como un conocido antimusulmán y antisemita, en general. Pero, en realidad, parece haber tenido con el Islam una relación más matizada que ese rotundo antiislamismo que se le atribuye. Esa es la opinión que el teólogo alemán Hartmut Bobzin presenta en un reciente estudio sobre el Corán en la época de la Reforma898, e incluso es lo que podría deducirse de las siguientes palabras, extraídas de la Islamología del padre Félix María Pareja:

En cuanto a las traducciones del Corán hechas en Occidente, la primera fue al latín, por encargo de Pedro el Venerable, abad de Cluny, a principios del siglo XII, a dos traductores de la llamada «escuela de Toledo». Ésa traducción fue impresa cuatro siglos más tarde, según deseo de Lutero, por el zwingliano Bibliander, con prólogo de Melanchton. Iba acompañada de refutaciones del Corán hechas por Luis Vives, Savonarola, Nicolás de Cusa y otros899.



Por eso, el teólogo alemán comienza su trabajo presentándonos el año 1543 como una fecha clave para los estudios sobre el Islam en Europa por la publicación de cinco obras que considera trascendentales para los mismos. Se trata de las siguientes900:

1. De revolutionibus orbium coelestium libri VI, del astrónomo Nicolás Copérnico, publicada en Nuremberg.



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2. De humani corporis fabrica libri VII, del sabio Andreas Vesalius, publicada en Basilea.

3. Machumetis Saracenorum principis ejusque succesorum vitae, doctrina ac ipse que Alcoran, del citado teólogo reformista suizo Theodor Bibliander (1504-1564), también publicada en Basilea. Esta obra consta de 3 tomos que contienen, como también veremos con mayor detalle más adelante:

a) La primera traducción latina del Corán a la que hacíamos referencia al principio, junto a otras fuentes islámicas, supuestamente auténticas, traducidas al latín.

b) Dos tomos de obras de controversias teológicas e históricas, entre las que se encuentra el Cribrationis Alcoran libri III, de Nicolás de Cusa.

4. Mahometis Abdallae filii Theologia dialogo explicata. Alcorani epitone, del humanista católico y defensor de Copérnico Johann Albrecht (von) Widmanstetter (15061557), también publicada en Nuremberg.

5. Alcorani, seu legis Mahometi et Evangelistorum concordiae liber, in quo de calamitibus orbi Christiano imminentibus tractatur, del orientalista francés Guillaume Postel (1510-1581), publicado en París.

Las dos primeras son dos obras revolucionarias desde el punto de vista científico, pues es conocido que Copérnico cambió la visión de parte del universo con su teoría heliocentrista, según la cual el sol es el centro del sistema solar y no la tierra; y Vesalius, por su parte, aportó una visión totalmente distinta de la anatomía y el funcionamiento del cuerpo humano. Pero es que, además, ambas fueron consideradas también obras «herejes» desde un punto de vista religioso por alterar las bases de la visión eclesiástica sobre el universo y el hombre, lo que les supuso a sus autores graves problemas con las autoridades de su tiempo. De ahí que H. Bobzin considere que no se puede catalogar de simple casualidad su aparición el mismo año que se publican tres obras sobre una de las más importantes «herejías» desde el punto de vista cristiano; el Islam, y, sobre todo, porque, además, la publicación de la primera traducción latina del Corán vio la luz gracias al empeño personal de Lutero, considerado por los católicos como el más grande hereje de todos los tiempos.

Juegos de palabras aparte, el caso es que, de la misma manera que la nueva visión sobre la anatomía humana le costó a su autor dos días de arresto, el editor de la primera traducción medieval latina del Corán, Bibliander, vio cómo se prohibía en Basilea su publicación, por lo que tuvo que aparecer en Zúrich bajo la responsabilidad personal de éste (aunque, en realidad, se imprimiera en Basilea, y de ahí que todas las controversias que provocó su publicación se produjeran en esta ciudad).

Pero es que, además, ambas obras tienen en común una visión del mundo según la cual los fenómenos han de considerarse desde la observación, lo que en el caso del Islam supone basarse en la lectura de fuentes primarias auténticas, como el Libro Santo musulmán, el Corán, pero también en otras fuentes fidedignas. Entre ellas estarían

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todas aquellas que versan sobre la religión y la historia de los turcos, «representantes» en esta época de los musulmanes. Esta visión es, en realidad, la misma que poseía Lutero sobre la religión, por lo que no es extraño que la publicación de la traducción del Corán se produjera a instancias de éste, y de ahí también que Bibliander publique, junto a la traducción coránica citada y la traducción de algunos textos islámicos sobre los turcos considerados auténticos, una serie de tratados polémicos sobre el Islam, como la conocida Confutatio Alcorani del dominicano Ricoldo901 y otras de Nicolás de Cusa, de manera que no apareciera el Corán como un texto irrefutable.

La relación, pues, entre las «nuevas herejías», la copernicana y la vesaliana, y la vieja, es decir, la mahometana, parece clara, pues, además, las dos últimas obras citadas, de controversia teológica sobre el Corán, no sólo están acordes con la mentalidad de la época, sino que tienen también en común su antiluteranismo. Ambas hacen asimismo hincapié en la importancia de la confrontación de Lutero con el Islam durante la Reforma, ya que fue éste quien relacionó al Papa y a los turcos considerando a ambos conjuntamente como la encarnación del Anticristo en el seno de su «cruzada» anticatólica902, una vinculación que resulta completamente arbitraria, como también explica con más detalle Norman Daniel en su conocida obra Islam and the West903, pero es la base, como veremos, de la argumentación luterana contra la Iglesia romana.




La figura de Martín Lutero (1483-1546)904

Nacido en 1483 en Eisleben, Alemania, hijo de un minero, ingresó en el monasterio agustino de Erfurt en 1505, con sólo 22 años. En 1507 fue ordenado sacerdote y tres años más tarde viajó a Roma, donde residió hasta 1511, obteniendo la percepción de una iglesia romana frívola y mundana. De vuelta a su patria, en 1512 se doctoró en Teología y se convirtió en profesor de Dialéctica y Ética de la Universidad de Wittenberg, dedicándose, además, al estudio del griego y el hebreo que de tanta utilidad le serían más tarde para su traducción de la Biblia. Gracias a esas clases en la universidad parece darse cuenta de que es la fe en Jesucristo por parte del pecador la que le permite a

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éste obtener el perdón y la paz de su conciencia. Todo ello jugó, sin duda alguna, un importante papel en el siguiente capítulo importante de su vida, pues en 1517 se hizo famoso por la publicación, en la iglesia de Schlosskirche de Wittenberg, de sus 95 tesis como protesta por la política de compra-venta de indulgencias por parte de la Iglesia romana (que representaba en este contexto el monje dominico Tetzel), pues ello permitía en la práctica obtener el perdón a cambio de dinero.

Esas 95 tesis, clavadas en la puerta de su iglesia, fueron el detonante de un proceso que alcanzó, como todos sabemos, consecuencias de gran alcance. Así, en 1518 Lutero es llamado a dar cuentas de su escrito en Roma, un encuentro que su amigo Federico de Sajonia consigue que se produzca en Augsburgo, en su «terreno», en vez de en Roma. El enviado del Papa León X exige de él una retractación que no se produce, al seguir proclamando Lutero la primacía del Libro sobre todos los decretos eclesiásticos (un debate que continúa con el teólogo Juan Eck llegando a poner en duda incluso el valor de concilios que conducen a excomuniones como la de Huss). Todo ello culmina con la publicación, en 1520 (año en el que Lutero publica algunas de sus mejores obras, como La libertad católica), de una bula papal de excomunión contra el reformador que Lutero quemó públicamente.

Es en este momento, tras esta acción, cuando entra en juego el emperador Carlos V, quien, en 1521, convoca en la ciudad de Worms unas reuniones destinadas a tratar algunos asuntos de gobierno importantes, entre los que se encuentra el «caso Lutero», pues se hacía necesaria urgentemente una condena también «civil» de éste para acabar con su peligrosa figura. Así, protegido nuevamente por Federico de Sajonia con un salvoconducto, llega a Worms y es conminado por Carlos V a pronunciarse sobre sus doctrinas, ante el cual vuelve a defender el valor de su conciencia y la Palabra de Dios reflejada en la Biblia. Con sus palabras, Lutero estaba desafiando también al poder secular, declarando que tanto Iglesia como Imperio estaban sujetas a la Palabra Divina.

De esta forma, regresa a Wittemberg bajo peligro de muerte y es puesto a salvo otra vez por su eterno valedor, Federico de Sajonia, quien, fingiendo un secuestro, lo conduce al castillo de Wartburg, en Eisenach, donde permaneció varios meses sin que nadie supiera qué había sido de él. Allí fue donde se entregó a la traducción del Nuevo Testamento, una traducción realizada a partir de la versión griega de éste que Erasmo de Rotterdam había compilado, y no de la Vulgata, que había sido hasta ahora la base de las toscas traducciones de la Biblia que circulaban en Alemania.

El año 1525 es, por último, otro gran hito en su vida, pues, por una parte, se sitúa junto a las autoridades en la llamada Guerra del Campesinado, actitud considerada en contradicción con sus postulados, y, por otro, se casó con la ex monja Katharina von Bora, con quien alcanzó una gran felicidad conyugal y familiar: «Después de la Palabra de Dios, no hay tesoro más precioso que el santo matrimonio», dijo Lutero. Con su ejemplo sentaba las bases para unas futuras posibilidades de vida familiar de las autoridades eclesiásticas que les habían estado vedadas hasta entonces. En 1534 concluye su traducción de la Biblia al alemán, muriendo en 1546 en su ciudad natal de Eisleben.



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Así, por lo que se refiere a su dimensión pública como hombre polémico y reformador, parece ser que su principal motivación la constituyó su profundo deseo de obtener la salvación, razón por la cual se enfrentó a su propio padre, quien tenía otras perspectivas profesionales para su hijo, como eran convertirlo en abogado. Sus negativas experiencias con los medios eclesiásticos no sólo favorecieron la crítica respecto al lamentable estado de las prácticas de la Iglesia, sino que más bien obligaron a una revisión de toda la teología medieval. Además, como ya hemos apuntado, su ruptura con los votos monásticos al casarse contribuyó a la formación de la casa parroquial evangélica.

Por otro lado, y en lo que respecta a su papel como traductor, gracias a su traducción al alemán, todo el mundo pudo acceder a una lectura más rigurosa de la Biblia, y, además, con ella, fijó definitivamente la lengua alemana, necesitada de una norma de escritura estable.




Lutero y el Islam


Introducción

Como ya habíamos apuntado, para H. Bobzin es una casualidad verdaderamente sospechosa que, coincidiendo con la publicación en Nuremberg del libro de Copérnico, se publique en la misma ciudad la primera obra del seguidor de éste, Widmanstetter: el llamado «Corán de Nuremberg». Esta obra fue censurada, lo que se puede deducir de una nota del mismo autor en su edición de Múnich y constituiría una muestra de las motivaciones de éste: la aspiración teológica de mostrar afinidades entre la nueva «herejía luterana» y la vieja de los musulmanes. Y no sería un caso único, pues G. Postel lo hace también. Ambos son antiluteranos y las dos obras hablan del relevante papel que la polémica islámica de Lutero tuvo durante la época de la Reforma, pues Lutero fue, como ya hemos mencionado, el que vinculó Papado e Imperio Otomano, relacionando así la polémica anticatólica con la antiislámica.

A ello fue a lo que tuvieron que reaccionar los católicos con obras como las citadas de Widmanstetter y Postel, aunque el primero que lo hizo fue Johannes Cochläus, conocido antiluterano, con un escrito en respuesta a su Sobre la guerra contra los turcos en el que afirma que Lutero coincide con las doctrinas coránicas, que es la idea que Postel desarrollará con más detalle en su obra. Él es la figura clave para entender todas las publicaciones sobre el Islam de ese año, pues, en primer lugar, su obra posee coincidencias con la de Widmanstetter que hacen suponer una relación personal entre ambos que se confirma por su colaboración en la publicación de la primera edición impresa siria del Nuevo Testamento.

Pero es que, además, poseía interesantes relaciones con los protestantes de Basilea, pues su obra sobre el Corán no iba a ser inicialmente una publicación aparte sino el apéndice a una de mayor envergadura que había enviado a la Sorbona para ser aprobada

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e impresa. Al retrasarse la respuesta, él mismo costeó la publicación de la primera parte en París, pero cuando recibió el rechazo al texto, envió el ms. al editor J. Oporinus. Sin embargo, en una ciudad protestante como Basilea difícilmente podía ser publicado el apéndice «antievangélico», por muy liberal que fuera Oporinus. Por eso decidió publicar el apéndice suelto en París, que apareció antes que la parte principal, la cual no vio la luz hasta 1544 en Basilea.

Hasta ese momento, Postel poseía una bien ganada fama como orientalista, pues había publicado la primera gramática europea del árabe clásico y dos obras científicas lingüísticas, y el propio Bibliander, también lingüista y, sobre todo, hebraísta, toma como variante, en su edición del Corán, la traducción de Postel de la primera sura, que estaba incluida en el apéndice de su gramática árabe (Gramatica Arabica).

Así, con todos estos vínculos, se cierra el círculo de las relaciones entre las cinco obras publicadas en 1543, a falta de un aspecto: así como las obras de Postel y Widmanstetter tienen en común su antiluteranismo, la obra de Bibliander constituye su polo opuesto, pues nunca hubiera podido ser publicada en Basilea sin la intervención de Lutero, una «sombra» que parece estar detrás de todos los trabajos sobre el Corán que se dan a mediados del siglo XVI, razón suficiente para estudiar ese interés luterano con mayor detenimiento.




Lutero y el Corán

En la época de Lutero el Corán se asociaba con algo negativo a pesar de no conocerse apenas el texto, pues la única traducción latina, del siglo XII, tuvo una «tirada» limitada y sólo conocida por eruditos, uno de ellos Lutero, que accedió a ella en 1542. Trece años antes, éste había manifestado su deseo de traducir al alemán los extractos coránicos que habían llegado a sus manos, pero en lugar de ellos tradujo un libro de polémica antiislámica, la citada Confutatio de Ricoldo, que fue publicado ese año. Dicha traducción muestra mejor que todos sus textos sobre los turcos, su interés en la «enseñanza» que aportan las fuentes islámicas, pues, para él, la «religión turca» no es un fenómeno al margen de la Iglesia que hay que conocer para poder evangelizar mejor a los musulmanes, sino que vincula Iglesia romana e Islam al igualar a Papado y turcos como líderes del Anticristo, lo que no es una simple afirmación polémica, sino el núcleo de su teoría sobre la «Escritura». El Reformador cree en el fin del mundo (la amenaza turca sería una señal de ello) y, por eso, para él, la función del buen cristiano es reconocer al último enemigo (el «Endchrist»), que actúa tanto dentro como fuera de la Iglesia. Pero, el enemigo externo, representado por los turcos otomanos, sería más fácilmente reconocible que el interno, cuya máscara es más difícil de traspasar. Ahí residiría el interés de Lutero por el Islam, sobre todo por el Corán, pues sólo su conocimiento preciso permite identificar a ese enemigo interno: el Papa, los seguidores de Thomas Müntzer, los Bautistas o católicos y los Antitrinitarios, es decir, que su primera motivación es más teológica que fruto de la simple curiosidad intelectual. El Corán

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es, pues, el testigo principal de cómo no debe ser el «orden» (político-social), es decir, representa la parte negativa a partir de la cual Lutero desarrolla su propia visión.

El paralelismo entre el Corán como la «Ley» de los turcos y la ley de la Iglesia de Roma representada por sus indulgencias, continúa en la primera «confrontación» de Lutero con el Corán, que encontramos en su primer escrito sobre los turcos, de 1529, su ya citado De la guerra..., es decir, vuelve a involucrar el Libro Santo musulmán en su vinculación de Papado e Imperio Otomano, un punto de vista muy subjetivo que no debe impedir intentar analizar objetivamente su interpretación del mismo.




Las fuentes coránicas de Lutero

En 1528, cuando Lutero escribe su traducción de la obra de Ricoldo, no puede haber conocido una traducción latina completa del Corán, pues afirma haber visto una por primera vez en 1542, manifestando su asombro porque no hubiera sido traducido todavía en su integridad. Por otro lado, parece conocer más bien extractos tomados de citas de obras que él conocía y mencionadas por él mismo en su prólogo a la obra de Hans Luft sobre los turcos publicada en Wittenberg en 1530, todas pertenecientes al ámbito de las obras de controversia contra el Islam surgidas desde el mundo cristiano en los siglos XII y XV:

a) La primera es la Confutatio del dominico Ricoldo, quien en 1285 inicia un viaje a Oriente cuyo objetivo era crear vínculos con iglesias ortodoxas orientales, así como evangelizar entre los musulmanes. Estudió árabe y el Corán y, aunque comenzó a traducirlo, lo abandonó por considerarlo muy repetitivo, escribiendo en compensación esta obra sobre su proceso de creación e incluyendo numerosas citas de aquél directamente traducidas del árabe. En ella alaba la hospitalidad y flexibilidad musulmana, pero no deja de criticar duramente el Islam. Fue traducida al griego por el sabio bizantino Kydones, y de ahí nuevamente al latín por Bartolomé de Monte Arduo, quien encontraba el estilo de éste más elegante que el de Ricoldo, y que es la versión de la que traduce Lutero. Sin embargo, la doble traducción lleva consigo una serie de falseamientos e incongruencias.

b) La segunda, la Cribationis Alcoran de Nicolás de Cusa, surge bajo la impresión aún fresca de la conquista de Constantinopla por el sultán otomano Mehmed II en 1460/61, un suceso que trajo consigo varios escritos teológicos de polémica antiislámica, aunque el interés del autor viene de antes (conoció a Juan de Segovia, quien le familiarizó con el Corpus Toletanum, su principal fuente sobre el Islam). Constituye el polo opuesto de la política de cruzada del Papa Pío II, amigo de Nicolás de Cusa y a quien va dedicado el libro con la oferta de ofrecerle argumentos contra el Islam. De hecho, algunos ya se encuentran en su conocida Epístola ad Mahumetem905, pero ésta

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constituye más bien una obra de Retórica y no un intento de comprensión de la religión de sus destinatarios, de ahí que se esfuerce más bien en buscar puntos de encuentro entre Islam y Cristianismo que en interpretar el Corán906.

c) Un tratado sobre los turcos del llamado «desconocido Mühlbächer», conocido como el Libellus, que se puede considerar la tercera fuente coránica de Lutero907, es calificado por éste como la mejor caracterización de los turcos y su religión, pues le agradan tanto la fidelidad en explicar la vida religiosa de los musulmanes como el hecho de que el autor sólo tome aspectos centrales de ésta. Su desconocido autor parece haber sido un alemán de Siebenbürgen que estuvo preso en Turquía tras la batalla de Mühlbach de 1438 y vivió allí veinte años, donde conoció bien su lengua y religión. Tras ser liberado llegó a Roma y vivió allí hasta 1502 como dominico, cuando murió. Su obra se publicó en 1480 y fue repetidamente editada, siendo en la época una fuente europea básica sobre la vida en el Imperio Otomano, sobre todo la de los prisioneros.

d) El Corán latino, conocido por Lutero en 1542 y calificado por éste de «mala traducción», constituiría su cuarta fuente coránica, seguramente una copia que acababa de llegar a la biblioteca universitaria de Wittemberg, como también habían llegado otras a Basilea o Zúrich (es muy posible que se tratase de la traducción de Robert von Kette del Corpus Toletanum, pues de ella se criticó mucho el estilo).




Trabajos de Lutero sobre el Corán

a) Escritos sobre los turcos (1529/39)

Lutero llama al Corán «enseñanza», lo que contrasta con Ricoldo, que lo tilda de «colección». Muestra poseer muchos prejuicios contra él, lo que no hace prever mucha objetividad, pero hay una clara voluntad de mostrar las más importantes diferencias con el Cristianismo, y también hay indicios de divergencias con la Iglesia. En el citado De la guerra... (Krieg widder die Türken), se centra, no en encontrar signos de pecado en el Corán, sino que se limita a las principales enseñanzas coránicas que son importantes para una discusión teológica. Sus explicaciones son formas de argumentación conocidas, sobre todo en lo referente a la Cristología, como que el Corán niega la condición de Cristo como hijo de Dios y lo relega a la figura de Profeta, pero lo más importante para él sería la negación del significado salvador de la crucifixión de Cristo, pues así se vacía de contenido el mensaje cristiano. Sin embargo, no intenta calificar esta interpretación como «falsa» y darle al Corán una interpretación

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cristiana, como ya hicieron Ricoldo, Ramón Lull y, sobre todo, De Cusa, sino que más bien explica qué consecuencias posee para la Fe: que sólo permanecen Mahoma y sus obras.

De todos modos, Lutero no conoció el «verdadero» Corán, y, por eso, con ello no se acaba el tema para él, pues aunque en su segundo escrito sobre los turcos, de 1529, el Heerpredigt widder den Türken, no escriba nada nuevo, en su prólogo de 1530 al Libellus de Mühlbächer, lamenta no haber podido leer aún ningún Corán y promete pronunciarse más detalladamente sobre el Islam cuando lo haya hecho.

b) La traducción de la Confutatio de Ricoldo

En 1542, Lutero lee por fin una traducción latina del Corán y, ni se pronuncia más sobre el Islam ni cumple su promesa de traducirlo al alemán, pero sí lo hace con la obra de Ricoldo. La razón parece residir en que Lutero desea realizar primero para los cristianos una traducción de la mejor obra de su tiempo sobre el Corán, dando así autoridad a su autor, lo que es comprensible si tenemos en cuenta que su primera motivación para llevar a cabo la traducción es pastoral-teológica, antes que filológica. Además, ya vimos que consideraba la única traducción latina conocida muy mala, lo que no sucede con las más de 100 citas coránicas traducidas por Ricoldo, en las que éste demuestra su conocimiento del Libro musulmán.

Así, la traducción que Lutero hace de éstas se pueden considerar las primeras traducciones coránicas al alemán, pero hay que recordar que la versión que él conoce de la obra de Ricoldo es retraducción del griego (véase supra), de lo que se derivan diversos errores, algunos evidentes, que Lutero no intenta corregir. Su traducción de Ricoldo es bastante libre y en el capítulo final se puede ver la intención teológica que motiva su traducción de la Confutatio: comenta, sobretodo, como era de esperar, la Trinidad, la negación de Jesús como hijo de Dios, la falta de milagros sobre el envío de Mahoma como Profeta y el carácter carnal de la salvación musulmana. Más interesantes son, sin embargo, los pasajes donde se trata del carácter del Corán, cómo surge y su carácter de «Ley y Evangelio». Para Ricoldo, la contradicción reside en que el Corán remite a los textos del Apocalipsis, aunque los rechaza como falsos, pero, como el propio Corán carece de legitimidad a través del Viejo y Nuevo Testamentos, sólo puede ser falso. Lutero piensa que la teoría de la falsificación debería llevarnos a que verdad y mentira coexisten en el Corán.

Sobre la creación de éste, que Ricoldo describe en el capítulo 13 de su obra, Lutero comenta cómo se entremezclan las noticias sobre los distintos códices con el sistema de las 7 lecturas sobre la base del códex otomano... ¡Y con la confirmación, ya de por sí importante para Lutero, de que el texto del Corán no es en absoluto «cierto»! Esto, en su opinión, debería estar claro para toda persona «razonable», y destaca que muchos musulmanes no creen en el Corán, como Avicena.

Existe otro aspecto que muestra cómo Ricoldo está muy lejos de entender algunos aspectos centrales del Islam: se trata del estilo lingüístico rítmico y métrico del

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Corán, pasaje que es traducido por Lutero y muestra cómo para él el Corán no es más que una «mezcla poética de mentiras» que pierde credibilidad por el hecho de que existan varios y no se sepa cuál es el verdadero. Esta visión lleva a Lutero a afirmar que en el Cristianismo sucede algo parecido, con lo que vuelve al punto de partida de su interés por el Corán: «reconocer el verdadero carácter del Corán es tan importante como enfrentarse a todo aquello que existe en el seno de la Iglesia que se aleja del verdadero Evangelio908».

¿Y qué sucede con este texto de Lutero a nivel «editorial»? Se publica en 1542 en Wittemberg y más tarde en Augsburg, lo que demuestra un interés por la obra, especialmente en Basilea, por su relación con la polémica en torno a la impresión de la edición de Bibliander. Así, el jurista B. Amerbach intenta servirse de la traducción de la Confutatio de Lutero para oponerse a la traducción integral del Corán, aunque, paradójicamente, luego fuese el propio Lutero el que interviniese a su favor y aprobase su publicación. Cien años más tarde se vuelve a publicar en época de amenaza turca, y, veinte después, tras la victoria sobre éstos en 1683, una segunda en Nuremberg, y ya, aparte de en sus Obras completas, sólo se publicó una vez más a finales del siglo XVI. Lutero no tuvo, pues, con esta traducción, una gran influencia (es poco conocida incluso entre teólogos), pero, indirectamente, ese interés suyo por el Corán sí tuvo consecuencias importantes para el conocimiento del Islam en la Europa del siglo XVI, pues, intervino en 1542, como sabemos, a favor de la aparición de la primera traducción latina impresa del Libro musulmán en Basilea. ¡Y todo ello aun que no llegase a traducirlo él mismo al alemán, como parece haber sido su intención, ni sus opiniones hayan sido demasiado tomadas en cuenta!

Asimismo escribió un prefacio a la traducción que, por las divergencias entre Lutero y los reformadores suizos, no volvió a ser publicado, por lo que ha sido olvidado hasta hace poco909. En él, Lutero destaca la relevancia para la Iglesia del conocimiento del Corán en relación con el papel escatológico que juega el Islam junto al Papado y el Judaísmo. Especialmente importante es el último párrafo, en el que queda claro que el interés de Lutero por el Islam/Corán no nace sólo frente a Judaísmo y Papado, sino también por los enemigos de la Reforma: Bautistas y Antitrinitarios, contra los que únicamente se puede luchar leyendo sus textos, como contra el Islam.

Para H. Bobzin, pues, la traducción alemana de la refutación coránica latina del dominico Ricoldo, su principal fuente de conocimiento sobre el Islam, no condujo a Lutero a su reconocido antiislamismo, sino, sobre todo, a reforzarle en su «cruzada» antipapista, pues su interés se centraba, principalmente, en encontrar argumentos contra la Iglesia romana.



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En la España del siglo XVI, sin embargo, aunque en opinión de Augustín Redondo en su artículo «Luther et l'Espagne de 1520 à 1536910», la curiosidad por él ha sido mayor de lo que pudiera pensarse, no parece que los pocos reconocidos luteranos que existieron hayan expresado opinión alguna en este sentido acerca del Islam. Más bien parecen haberse ocupado del simple mensaje antipapista y no de la línea de argumentación de Lutero descrita que iguala al Papa y a los turcos y busca en el Corán, como expresión escrita del enemigo por excelencia del cristianismo, las armas para luchar contra un enemigo que, en su opinión, puede ser aún peor: la Iglesia romana. Parece como si, en realidad, estos «luteranos españoles» hubieran asumido la vieja imagen que la Iglesia venía proyectando sobre el Islam911.

Para terminar, y en cuanto a la relación de Martín Lutero con Carlos V, ha estado siempre rodeada de un cierto aura de misterio que ha dado lugar a la difusión de diversas leyendas en torno a ella. Algunas de dichas leyendas giran en torno a la derrota protestante en la guerra de Smalkalda (1546-47), tras la batalla de Mühlberg, y la visita que el emperador realizó posteriormente a la ciudad de Wittenberg, donde predicó y fue enterrado Lutero.

Así, inicialmente, el emperador se ve obligado a firmar allí, ante las puertas de la ciudad, las llamadas «Capitulaciones de Wittenberg», entregándola y renunciando a sus derechos sobre ella; más adelante, el 23 de mayo de 1547, el César se dirige de nuevo hacia la ciudad permaneciendo allí frente a la tumba de su gran opositor, Lutero, en la

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famosa iglesia donde aquél está enterrado, la Schlosskirche de Wittenberg, donde se pudieron leer sus famosas 95 tesis.

De esta forma, en torno a este encuentro, unos relatan cómo le fue propuesto al emperador quemar en la hoguera en ese momento los restos mortales del famoso «hereje», a lo que éste habría respondido: «Él ya tuvo su verdugo. Yo hago la guerra con los vivos, no con los muertos». Estos hechos no han podido ser comprobados históricamente, ni siquiera en los textos de Johannes Bugenhagen, que describe con gran detalle la visita de Carlos V a la ciudad de Wittenberg. Otros informan, por el contrario, de que el cadáver de Lutero fue trasladado por precaución a otro lugar menos conocido antes de la llegada del «Kaiser» al lugar. Sin embargo, el 14 de febrero de 1892, la apertura de la tumba en la Schlosskirche confirmó que ése es el lugar donde el reformador sigue descansando en paz.











 
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