Cervantes en la literatura serbia
Jasna Stojanović
Miguel de Cervantes Saavedra es el escritor que une de manera intensa y duradera a las literaturas española y serbia. Sin embargo, hasta la fecha no se ha estudiado exhaustivamente la historia de la difusión y de la influencia de su obra en nuestras letras en el período que corre desde las primeras menciones de Don Quijote a finales del siglo XVIII hasta hoy (1783-1999). El propósito de esta investigación ha sido, precisamente, rellenar este vacío.
El presente libro1 está dividido en tres partes: I Don Quijote y la literatura serbia: influencias y analogías; II Los traductores y exégetas de Cervantes en la cultura serbia; III Miguel de Cervantes y sus libros en la crítica literaria serbia.
En relación con la primera parte, cabe subrayar que nos hemos basado en obras de ficción para las que nuestra historia literaria ya había registrado que poseían algunos rasgos quijotescos. Esta lista sigue abierta, puesto que nuestro análisis representa tan sólo el primer paso en esta dirección.
Nuestra tarea ha sido también la elaboración de una bibliografía completa de traducciones cervantinas al serbio, que incluye títulos editados en forma de libro, así como los publicados en revistas. Aunque hemos prestado una atención especial a los traductores y a su labor, nuestra orientación metodológica y los límites impuestos no permitían el análisis filológico de estas versiones, sino más bien la investigación de las circunstancias que dictaron la elección de un título para la traducción, el método elegido por el traductor, los resultados obtenidos y su repercusión en la cultura posterior. Sin embargo, nos hubiera sido imposible evaluar el trabajo de los traductores sin llevar a cabo un análisis de diversos fragmentos representativos de sus versiones.
Era asimismo necesario elaborar un corpus integral, hasta ahora inexistente, de textos críticos sobre Cervantes y su obra, publicados desde 1838, fecha del primer trabajo, hasta 1999. Cabe mencionar que hemos reunido y analizado todos los libros, los artículos, las tesis (tesinas) académicas y las reseñas disponibles que tenían como tema principal al autor alcalaíno, o se referían a él en su mayor parte.
La teoría de la recepción de Hans Robert Jauss, combinada con el método de la literatura comparada tradicional y el análisis intertextual, ha sido la óptica aplicada en esta investigación. Asimismo se ha conjugado la perspectiva sincrónica con la histórica, previo establecimiento de las siguientes etapas en el proceso de recepción de Cervantes en nuestras letras: A. La inicial, que abarca las últimas décadas del siglo XVIII y toda la centuria siguiente (hasta 1896); B. La segunda, que va desde la primera traducción al serbio de Don Quijote (1895-96) hasta 1941; C. La tercera, desde 1945 hasta aproximadamente los años ochenta del siglo XX; D. La cuarta, que abarca los últimos veinte años del siglo pasado.
De los tres aspectos de recepción citados es en las obras de imaginación que han podido rastrearse las primeras huellas de la presencia del arte cervantino. En efecto, las debemos al ilustrado Dositej Obradović (1739-1811), quien recomienda la novela cervantina a los lectores como libro que ennoblece la razón y aumenta la perfección y la felicidad de las personas2. El hecho de que se trata de la primera mención de Cervantes y el Quijote en nuestra cultura le confiere un valor especial, que deja en segundo plano el haber sido expresada de paso y de no ser un juicio crítico profundizado. Dositej es al mismo tiempo el primer autor que plasma elementos artísticos de la prosa cervantina en su autobiografía literaria Vida y aventuras (1783). Sirva de ejemplo el motivo principal: la influencia nefasta de la literatura en las personas, préstamo del Quijote, junto con otras coincidencias en el argumento y en la caracterización del protagonista. De esta manera, ejerciendo su deslumbrante poder en el fundador de la moderna literatura serbia, Cervantes y Don Quijote repercuten directamente en su novela, que estaba a punto de nacer.
El dramaturgo,
poeta y novelista Jovan Sterija Popović (1806-1856), gran
admirador de Cervantes, escribe en su Novela sin novela
(1838) que «los serbios deben avergonzarse
por no tenerlo [Don Quijote] en su lengua»
. El
fructífero encuentro de los dos autores es patente en este
libro: sin ocuparnos de las numerosas analogías en la
caracterización de los personajes y en la fábula,
junto con la amplia utilización de la ironía y los
recursos narrativos para mantener vivo el interés del
lector, destacamos como herencia principal de Cervantes la
condenación paródica de las novelas Milovan
Vidaković3
y de la tradición literaria anterior a Sterija. Esta postura
nueva y vigorosa ha hecho posible un cambio de rumbo radical en la
narrativa serbia de la época, que empieza a orientarse hacia
la novela realista y paródico-humorística.
Parece
lógico, pues, que los seguidores de Sterija adoptaran este
modelo de escritura, partiendo ellos también del legado
cervantino. En la ficción del novelista más
productivo de todo el siglo XIX, Jakov Ignjatović (1822-1889),
hay reminiscencias quijotescas por todas partes. En su novela
Milan Narandž, Ignjatović aprovecha
creativamente y de manera múltiple el material cervantino
para crear personajes excéntricos y locos, parejas similares
a la del caballero y del escudero y valerse de los elementos de la
técnica narrativa y humorística cervantina (el
narrador dramatizado que charla con los lectores y los invita a
seguir con la lectura, el tono irónico-cómico, la
maestría humorística en el estilo y las situaciones,
la impresión de autenticidad que dejan sus personajes,
etc., dejando aparte las
posibles analogías genéricas). El personaje del joven
Pera Kirić (de la novela El novio eterno) es
física y espiritualmente primo hermano del caballero
manchego. He aquí cómo nos lo presenta el autor
(podemos suponer que fue ésta la imagen que tenían
los serbios del héroe cervantino en el siglo XIX): «Era alto de figura. Derecho como un huso. El
rostro alargado y extremadamente ovalado, enjuto y amarillento; los
ojos negros, grandes, las cejas grandes, la frente larga; por
delante bastante calvo; la mirada, altiva. Nada más verlo,
diría uno: "Es el mismo don Quijote". Tanto se
parecía a éste, o por lo menos a los retratos que de
él hacían. Y lo más extraordinario es que
tenía el mismísimo temperamento de don
Quijote»
.
El historiador de
literatura Božidar Petranović (1809-1874) anunció
el cambió en la interpretación del personaje
cervantino que iban a desarrollar los románticos,
preguntándose: «¿Qué
tipo de héroe singular es don Quijote?; ¿y
quién no lo amaría, a pesar de las bobadas que
hace?»
. Petranović publicó su breve
reseña, la primera en nuestra cultura, en 1838. Sin embargo,
la base fundamental de la reflexión crítica sobre la
novela cervantina entre los serbios la asentó la revista
literaria Danica, de Novi Sad, y eso gracias al
interés de su editor Djordje Popović, llamado
Daničar (1832-1914). Fervoroso admirador de Cervantes,
Popović llenaba las páginas de su revista con notas y
comentarios sobre Don Quijote, sobre nuevas ediciones y
versiones que se hacían de él, etc. Pero fue su traducción de la
novela, la primera en nuestro idioma vertida directamente del
original castellano (1895-96), que dio un impulso decisivo al
conocimiento de Cervantes. Popović acompañó su
versión con un prólogo titulado «Vida y obra de
Cervantes», fundamental y excepcionalmente duradero, dado que
todavía se sigue publicando.
Hasta esta traducción, los intelectuales serbios se veían obligados a leer el Quijote en alemán o francés. Tenemos constancia de que manejaron la versión romántica de Ludwig Tieck (Jovan Sterija Popović), la de su rival, Dietrich Zoltau (Sava Tekelija), pero también la de Edmund Zoller (que Djordje Popović menciona en su prólogo). Sin embargo, llama la atención que nuestros hombres de letras, sin duda por afinidad espiritual con la cultura francesa y su tradición liberal, optaban también por versiones francesas: parece cierto que Dositej Obradović tuvo entre las manos la versión de Filleau de Saint-Martin, y se sabe que Djordje Popović, traduciendo, se apoyaba en la de Louis Viardot.
La
transposición de Don Quijote al serbio no
resultó ser una labor desprovista de dificultades, todo lo
contrario. Nuestro primer traductor no poseía un
conocimiento profundo del español y tenía a su
disposición herramientas de trabajo muy modestas; tampoco
tenía predecesor y se desenvolvía en un ámbito
sin tradición hispanista. No obstante, obraba con
perseverancia y fuerte conciencia patriótica, deseando
obsequiar a su pueblo con la traducción de la «mejor novela del mundo»
, como
solía decir. En el capítulo dedicado a la actividad
de Popović hemos propuesto la hipótesis de que
probablemente le sirvió de original alguna de las ediciones
en castellano publicadas entre 1835 y 1838 (dos francesas y dos
alemanas), idénticas en la parte textual a la cuarta
edición de la Real Academia Española (1819). El
enorme éxito de la traducción de Popović revela
que con el momento de su publicación, así que como
con su fisonomía, correspondió por completo a las
expectativas del público serbio del momento. Podemos
asegurar que a partir de 1895-96 todos los lectores, y más
específicamente los profesionales de la literatura,
escogieron la versión en lengua nacional en detrimento de
las extranjeras. Esta tendencia se prolongó durante toda la
centuria siguiente, hecho atestiguado por numerosas reimpresiones
que se hicieron de esta traducción en Belgrado, Sarajevo y
Podgorica. Varias generaciones de lectores han conocido el
Quijote en la versión de Popović, por lo que
su don Quijote es el don Quijote serbio por antonomasia. No cabe
ninguna duda de que esta versión, por su humano y
cálido retrato del ingenioso hidalgo y por su exuberante
estilo romántico, tendrá admiradores incluso entre
los lectores contemporáneos.
Nuestro análisis ha demostrado que el pensamiento crítico francés ha repercutido bastante en la percepción de Cervantes entre nosotros, mucho más de lo que se suponía hasta ahora. Mientras que el alemán era el intermediario hasta principios del siglo XIX, su importancia se vio notablemente disminuida en el transcurso de esta centuria. De hecho, las interpretaciones simbólicas y metafísicas de Don Quijote no han tenido muchos partidarios entre nuestros intelectuales.
Sabemos a ciencia cierta que el narrador Stevan Sremac (1855-1906) poseía en su biblioteca un ejemplar de la primera traducción serbia de Don Quijote. Por costumbre, nuestros historiadores buscan las fuentes y los modelos de este escritor en las letras alemanas, rusas, francesas e inglesas cuando parece evidente que hay que buscarlos en otra parte. El parecido de nuestro satírico con Cervantes se basa en una inicial similitud espiritual de los dos autores, de donde provienen ese amplio humor, el tono general y la suave ironía que empapan su estilo. Otro rasgo común, aunque aquí se puede hablar de similitudes genéricas, es ese peculiar talento para retratar la vida y las gentes, así como el dominio de la compleja técnica narrativa.
La novela cervantina prestó temas, motivos, personajes e imágenes a los cuentistas, que los plasmaron en sus obras adaptándolos a sus objetivos estéticos. La reprobación del libro Las cuitas del joven Werther de Goethe y de la literatura sentimental que llevó a cabo Laza Lazarević (1851-1890) es muy parecida a la idea inicial de Cervantes de censurar los libros de caballerías que leyó en su juventud. El protagonista del relato de Lazarević, Janko, es un héroe quijotesco por su dedicación ciega a la literatura y su identificación con Werther, entre otras reminiscencias del escritor español, que, ciertamente, no son una casualidad.
El satírico Radoje Domanović (1873-1908) literarizó el choque grotesco que supone la irrupción del héroe de la epopeya serbia, Marko Kraljević, en la realidad contemporánea, valiéndose del contraste cervantino en la fábula, el lenguaje y el estilo y aprovechando la ocasión para exponer una crítica amarga de la sociedad serbia. En el relato de Sreten Pašić, autor menos conocido de principios del siglo XX, nos encontramos con una especie de don Quijote en la figura de un director de instituto que no consigue realizar ninguna de sus ideas reformadoras en el ambiente hostil y mediocre de una comarca serbia; con su aportación, la herencia cervantina se ve otra vez transformada en sátira social.
En el campo de la
poesía, los poetas de diversas escuelas y generaciones
hallaron inspiración en el héroe cervantino a partir
de la década de los setenta del siglo XIX (Laza Kostić,
Mileta Jakšić, Stanislav Vinaver, Žarko
Vasiljević, etc). Todos conciben el Quijote como
símbolo de generosidad y nobleza, descartando por completo
su acepción como personaje grotesco y risible. Merece la
pena destacar el poema «Don Quijote» del simbolista
Stanislav Vinaver (1891-1955), donde, en el conflicto que enfrenta
la generación joven, rebelde, y la conservadora, don
Quijote, de viejo hidalgo obsesionado por las cosas del pasado, se
metamorfosea en guía de la juventud y manantial de fuerzas
nuevas necesarias para renovar la mentalidad de las personas. Es
asimismo interesante el caso de Radovan Zogović (1907-1986),
quien, en plena guerra civil, escribía estos versos
increíbles: «Don Quijote, este
loco ávido de sangre, está al acecho. / ¡Ya no
monta su caballo Rocinante! / Monta en un pájaro
férreo trimotor. / [...] ¡Ayuda! ¡Don Quijote es
un asesino!»
(1937). Éste es el único caso
de percepción errónea del Quijote en toda la historia
de la difusión de la novela en nuestro suelo.
Es en el siglo XX que la crítica del Quijote y las demás obras cervantinas (principalmente las Novelas ejemplares) experimenta un auge significativo. Por un lado, se van traduciendo aportaciones valiosas de autores extranjeros (Heine, Kogan, Mann, Lukács, Shklovski y Auerbach entre otros) y por el otro, la crítica nacional se vuelve más original y profunda en las interpretaciones. De trabajos generales sobre Cervantes se pasa al análisis de diversos aspectos específicos de Don Quijote o de las Novelas ejemplares, como en escritos firmados por críticos renombrados (en la primera mitad del siglo Isidora Sekulić, Kalmi Baruh, Hajim Alkalaj y Milan Marković, y en la segunda Nikola Milošević, Svetozar Koljević, Milan Damnjanović, Sreten Marić, etc.). La crítica de las últimas tres décadas, vinculada principalmente a la Facultad de Filología de la Universidad de Belgrado, se caracteriza por una aproximación moderna, más rigurosa, más documentada y más objetiva, con una ampliación de temas tratados: además de estudiarse a fondo las obras del gran alcalaíno, la atención se vuelve hacia un área poco investigada hasta ahora, la de las relaciones entre su ficción y la literatura imaginativa serbia.
La nueva traducción de Don Quijote (1988, por Duško Vrtunski) es una prueba más del siempre vivo interés por la gran novela entre nosotros. Aunque reimpresa por dos editoriales en 1998, hay que esperar más tiempo para ver si será digna sucesora de la versión de Popović.
Acaso la fácil adaptación de don Quijote y su general aceptación puedan relacionarse con la idiosincrasia del hombre balcánico, y más específicamente, del serbio. Amoldado por una historia ardua hecha de luchas por la libertad y la independencia, amante de las gestas épicas, este lector sintió una inclinación particular hacia el Cervantes heroico y su don Quijote luchador, imagen dada por los románticos, sobre todo los franceses. No cabe duda que los serbios reconocieron como suyos los valores morales del hidalgo que ensalzaron los exégetas decimonónicos: la temeridad y la rebeldía, la generosidad y el altruismo, el amor a la libertad y la siempre viva disposición para combates nuevos.
Los demás títulos cervantinos, en general, han despertado escaso interés. Después de la primera traducción de «La española inglesa» en 1885 (también por Djordje Popović), en 1938 se publicó una selección de tres novelas en la versión del sefardí Hajim Alkalaj. Desde 1981 poseemos la traducción integral4, de la que hasta hoy día se hizo sólo una edición, eso sí, agotada desde hace tiempo. A pesar de la relativamente buena acogida de los lectores (sobre todo en las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado), las novelas cervantinas no han impactado significativamente en nuestra literatura: la época de su influencia en Europa ya había pasado en el siglo XIX.
Las primeras muestras del arte dramático cervantino (los entremeses) aparecieron en serbio en 1994, en una traducción directa e integral, en la que muy pronto (1995) se basó una adaptación escénica preparada en el teatro de Kruševac. La excelente acogida del público es una señal cierta que los temas de estas miniaturas y la risa cervantina son universales y perdurables en el tiempo.
Cabe
señalar que la proyección del modelo cervantino no se
limita sólo a nuestros antiguos prosistas. En la
trilogía del novelista Radomir Smiljanić (nacido en
1934) sobre Hegel Miliradović, estas huellas son muy
explícitas. Se reflejan en el personaje del protagonista, en
sus fanáticos seguidores, en escenas fantasmagóricas
y situaciones cómicas, así como en el uso de la
ironía. Es muy posible que las formas imaginativas de la
prosa cervantina hayan sido inspirativas a otros novelistas
serbios, aunque no resultan tan evidentes en sus páginas.
Señalaría que Miloš Crnjanski reveló en
una ocasión, acordándose de sus inicios literarios:
«Redacté [también] una
novela titulada El hijo de don Quijote [...]. Creo que
esto fue en 1912 o 1913. Hubo muchos cumplidos, pero el manuscrito
desapareció. Se escribía, pero, se entiende, todo
esto eran tentativas primerizas, esto no valía
nada»
. A Sreten Marić le parece que «el profundo humor»
de Ivo Andrić
y su «cruel afecto»
a la hora
de retratar al hombre podrían ser de inspiración
quijotesca «consciente»
o
«inconsciente»
, mientras que
Petar Džadžić nota que Alija Djerdjelez es «un Quijote bosníaco sin
futuro»
. Por su lado, Vladeta Jerotić reconoce en el
personaje de Ahmet de la novela El castillo de Meša
Selimović «el verdadero y
prácticamente único don Quijote de nuestra
literatura»
. Estas impresiones pasajeras de nuestros
críticos merecen ser estudiadas más detenidamente en
trabajos venideros.
Todo lo expuesto revela que es en el campo de la novela serbia que la presencia de Cervantes se hace sentir más, conclusión que concuerda con la fama de Don Quijote como primera novela moderna. En este sentido, los elementos más frecuentemente prestados han sido los siguientes: -el personaje del caballero manchego, creativamente transfigurado de diferentes maneras, pero con unas características constantes5; -la pareja don Quijote-Sancho; -el conflicto del individuo con la realidad circundante, uno de los temas secundarios de Don Quijote; -la crítica de la tradición literaria; -los motivos donquijotescos (la salida de casa y el viaje, el caballo fiel, el castillo en el horizonte, los magos, los molinos); -los elementos de la técnica novelesca6.
La existencia del hispanismo y del cervantismo en nuestro país permite considerar una recepción substancialmente distinta de Miguel de Cervantes y su obra en el futuro. Además de formar traductores que verterán al serbio títulos de sus obras desconocidas, o revisarán las versiones existentes, se crea una posibilidad real para los estudios profundizados entre Cervantes y la literatura serbia, esbozados en este trabajo. Asimismo, éstos se pueden ampliar a relaciones interdisciplinarias, incluyendo otros aspectos del arte y de la cultura -la pintura, el teatro, la música, el cine, la escultura- que no cabían dentro de los límites de nuestra investigación.