|
Bonaparte sabía eclipsarse oportunamente, dándose importancia y
organizando a su país. Su acto principal fue la formación del Código, que
consagraba todas las conquistas de la civilización, aunque se resentía
demasiado del espíritu de la revolución. El sentimiento religioso, avivado
por los sufrimientos, fue satisfecho mediante un Concordato con el nuevo
Papa Pío VII; se restablecía en Francia el culto; volvían a abrirse las
iglesias y se reponían los ritos que acompañan y consagran los actos más
solemnes de la vida. Secundó esta obra Chateaubriand con el Genio del
Cristianismo, demostrando cuanto de bello hay en aquellas creencias y
ritos en que los Enciclopedistas no habían visto más que ignorancia y
vulgaridad. |
|
La liga entre las potencias del Norte había quedado rota con la muerte
de Pablo de Rusia. La Inglaterra sufría a causa de la interrupción del
comercio y a causa de la revolución de Irlanda que reclamaba su
independencia; sin embargo el genio de Pitt lo suplía todo; recuperó el
Egipto, que restituyó a la Puerta, y por fin concluyó con la Francia la paz
de Amiens, en virtud de la cual se dejaba al enemigo en el Piamonte,
Génova, Liorna y Malta. Pero la Francia perdió la isla de Santo Domingo,
donde los Negros sublevados proclamaron emperador a
Toussaint-Louverture, y cedió la Luisiana a los Ingleses. |
|
La Suiza se había dado una Constitución unitaria. En Alemania, los
príncipes desposeídos se indemnizaban con los dominios quitados a los
eclesiásticos. Austria y Prusia se miraban con recelo, si bien hacían causa
común contra la Francia. Todo hacía presumir que la paz no sería
duradera. Bonaparte aprontó efectivamente un ejército en Bolonia, con la
intención de hacer un desembarco en Inglaterra; y si bien sus pequeños
buques nada valían contra los grandes navíos de Inglaterra, pudo aguerrir
las tropas y prepararlas para futuras empresas. |
|
Bonaparte demostraba ser superior a todos y capaz de establecer el
orden, por lo cual no le costó gran trabajo hacerse proclamar emperador
con el nombre de Napoleón I. Espléndidas solemnidades acompañaron la
coronación, para la cual hizo venir a Pío VII a París. Los diputados de la
República Cisalpina, que en los comicios de Lyon habían obtenido
Constitución y nombre de República Italiana, pidieron que Napoleón se
hiciese también rey de Italia. Las demás repúblicas habían de sucumbir.
Génova fue agregada a la Francia, como el Piamonte a Parma. |
|
Todo esto desagradó a las Potencias, las cuales dieron al Austria los
medios de poner en campo de batalla a un grueso ejército; pero la acción
de Austerlitz descompuso a la liga y motivó la paz de Presburgo, en virtud
de la cual el Austria cedía Venecia, la Dalmacia y la Albania al reino de
Italia; y a la Baviera el Tirol y 140 millones por gastos de guerra. |
|
De este modo la Italia quedaba libre de Austriacos. No tardó Napoleón
en hallar pretextos para conquistar a Nápoles, cuya corona dio a su
hermano José, que estaba lleno de buenas intenciones, pero que era
contrariado por la nobleza, que no podía sufrir a un extranjero, y por los
bandidos que eran una verdadera plaga. Habiendo pedido Inglaterra una
compensación para el rey de Sicilia, Napoleón le dio las Baleares, sin
hacer caso de España a quien pertenecían. |
|
El tratado de Lunéville había descompuesto la confederación
germánica, quitando la autonomía a la mitad de los príncipes, y
repartiendo entre los otros los bienes de los príncipes eclesiásticos. |
|
Las cincuenta y una ciudades libres habían quedado reducidas a seis.
Uniéronse a los electores el duque de Würtemberg, hecho rey, el
landgrave de Hesse-Cassel, el margrave de Baden y el gran duque de
Toscana por el arzobispado de Salzburgo. Napoleón se hizo protector de
la Confederación del Rin: de modo que el imperio quedaba destruido, y no
a favor de la libertad popular. Francisco II renunció, pues, al título de
emperador de Alemania y se hizo emperador de Austria. |
|
Tantas violaciones y las intrigas napoleónicas disgustaron a los
Ingleses. Hasta la Prusia se veía arruinada, cuando Napoleón debía haberla
halagado como contraposición al Austria; uniose con la Rusia y declaró la
guerra a la Francia; pero quedó vencida en la batalla de Jena; Napoleón
entró en Berlín como conquistador, insultó a la patriótica reina e intimó el
bloqueo de las Islas Británicas. |
|
Entonces se formó la cuarta coalición contra la Francia; pero los Rusos
fueron batidos en Eylau y Friedland; el zar Alejandro se avistó con
Napoleón en Tilsit y se puso de acuerdo con él para dividirse la primacía
de Europa, con perjuicio de Inglaterra. |
|
Entonces Napoleón no conoció límites para su poder, ni en Francia ni
en el extranjero. Creó una nobleza nueva, confiriendo principados y
ducados en los países vencidos; puso a sus hermanos y a sus cuñados en
diferentes tronos; decretó el bloqueo continental, es decir que en Europa
no se admitiesen buques ni mercancías procedentes de Inglaterra; con lo
cual condenaba a los pueblos a inmensas privaciones. |
|
Aprovechándose de las discordias de la familia real de España, la
desposeyó arteramente, colocando en el trono a su hermano José, y
sustituyéndolo en el de Nápoles con su cuñado Murat. Pero se levantó la
España contra el extranjero, apoyada por Inglaterra, y demostró a Europa
que, si ante Napoleón se envilecían los reyes, aún podían hacerle frente los
pueblos. Y en efecto, el pueblo alemán se preparaba a la resistencia, y las
sociedades secretas, como la literatura, excitaban al patriotismo, al paso
que Inglaterra desplegaba fuerzas colosales y hacía sublevar a los países
vencidos y a la Italia. Formose una quinta coalición; pero Napoleón
venció todavía en Eckmühl, tomó a Viena, hizo una verdadera matanza en
la batalla de Wagram, domó con sangre al insurrecto Tirol y dictó la paz. |
|
Pero las paces no eran más que preparativos para otras guerras, con
cuyo objeto pedía Napoleón continuamente dinero y hombres al Imperio y
a Italia, sin atender a los sufrimientos ni a la opinión pública. Seguro de la
victoria, creyendo infalibles sus propias decisiones, concluyó por disgustar
hasta a sus parientes que había colocado en los tronos de España (José),
Holanda (Luis), Nápoles (Murat) y Etruria (Elisa). Repudió a su mujer
Josefina Beauharnais, a quien debía su primer encumbramiento, para
casarse con María Luisa, hija del emperador de Austria, de la cual tuvo un
hijo a quien dio el título de rey de Roma. |
|
Después de haber hecho el Concordato con el pontífice, y reconocido
la superioridad de éste haciéndose coronar por él, invadió sus atribuciones
hasta en asuntos eclesiásticos; y como Pío VII no quisiese condescender
como los reyes, Napoleón ocupó los Estados pontificios y trajo prisionero
al Papa. Entonces convocó en París un Concilio, esperando que los
prelados resolverían contra su jefe. Pero halló en estos una noble
resistencia. Todo hacía aumentar a los descontentos, que aparecían a pesar
de la feroz severidad de la policía imperial. |
|
Soñando con el imperio de Occidente, deseaba dominar a Rusia y con
tal propósito alistó el ejército más poderoso que se hubiese visto. Con 500
mil soldados franceses, sajones, bávaros, prusianos, westfalienses,
wurtembergueses, badeses, españoles, portugueses e italianos, avanzó
hasta el corazón del imperio, hallando en todas partes la desolación y el
despoblado. Entró en Moscú creyendo invernar en ella, pero fue
incendiada la ciudad; en la retirada, durante lo más crudo de un riguroso
invierno, sin provisiones y continuamente hostigado por los guerrilleros
Cosacos, pereció todo aquel ejército. Pronto Alemania se subleva contra
su opresor; la misma Austria se coaliga con los patriotas; a pesar de la
magnífica campaña de Sajonia, de las parciales victorias y portentosos
esfuerzos por reconstituir un ejército, Napoleón es vencido en Leipzig; los
Aliados entran en Francia, ocupan a París, y Napoleón es obligado a
abdicar, reservándose la soberanía de la isla de Elba, donde se retira bajo
el peso de la execración popular. |
|
El reino de Italia había sido su bella creación; diole una buena
administración, fomentó las obras públicas y organizó la hacienda bajo el
virrey Beauharnais, su hijastro. Este fue inducido a aprovecharse de los
desastres de Napoleón para hacerse rey independiente, pero ni la nación le
era favorable, ni él bastante resuelto. La idea favoreció mas a Murat, quien
con un buen ejército que había hecho la campaña de Rusia, fluctuó entre
los Aliados y Napoleón, esperando que éste o aquellos le harían conservar
su hermoso reino. Estas vacilaciones perjudicaron a la causa italiana; los
Aliados se acercaron a la capital del reino, la cual se sublevó dando
muerte al ministro Prina y llamando a los Aliados, si bien esperaba
conservarse independiente. Génova, que estaba unida al imperio francés,
creyó también recuperar su independencia; pero los Aliados la dieron al
repuesto rey del Piamonte, a fin de crear una robusta barrera contra
Francia. |
|
Napoleón, fiado en las conspiraciones de sus partidarios, huye de la isla
de Elba; de regreso a Francia, sostenido por el ejército y aplaudido por el
pueblo que antes lo había maldecido, vuelve a París y promete libertad.
Murat cree oportuno el momento, y proclama la independencia y la unidad
de Italia; pero los Austriacos lo derrotan y colocan en el trono de Nápoles
a Fernando de Sicilia. Murat intenta un nuevo desembarco a imitación de
Napoleón, pero es preso y fusilado. Todas las potencias se habían
coaligado de nuevo contra el turbador de la paz, y en Waterloo derrotaron
a Napoleón, quien fue confinado a la isla de Santa Elena, donde murió día
5 de mayo de 1821. |
|
Los príncipes vencedores se habían reunido primero en París, y luego
en Viena para arreglar la Europa y consolidar la paz, estableciendo el
equilibrio en los negocios de toda Europa, desde la Grecia hasta el polo.
Graves dificultades encontraron sus intentos, cuando el derecho público
había sido hollado, las libertades históricas sustituidas por libertades
ideales, aniquilado el prestigio de los reyes y la fe de los pueblos. Durante
la guerra habían hecho promesas o alentado ambiciones; querían castigar o
premiar, resarcirse de los sacrificios hechos; todo lo cual dio pronto origen
entre ellos a discordias que fueron aplacadas por el advenimiento de
Napoleón. |
|
El más liberal de aquellos príncipes era Alejandro de Rusia, el cual,
animado por conceptos místicos, inventó la Santa Alianza, en virtud de la
cual él, Austria y Prusia, en nombre de Dios y del Evangelio, formaban
una liga de fraternal amistad y mutuo auxilio para gobernar a los pueblos
como padres, considerarse como una sola nación con Jesucristo por único
soberano, y procurar la conservación de la paz y el orden establecido. Eran
padres que querían gobernar a sus hijos como les diera la gana. |
|
Talleyrand, ministro de Francia, introdujo la palabra legitimidad,
pretendiendo que los diferentes Estados fuesen reconstituidos tal como
eran antes de la Revolución; con esto evitó el desmembramiento de la
Francia, que se intentaba para abatirla y disipar el miedo que inspiraba. Se
robustecieron los Estados antiguos, principalmente el Piamonte, que
adquirió a Génova. Ya las grandes potencias habían tomado cada una su
parte; Austria la Lombardía y el país veneciano; Rusia la Polonia como
reino distinto; Prusia la Sajonia; Inglaterra el Cabo, Malta y Helgoland. La
Noruega fue dada a la Suecia, que tuvo así una barrera contra la
Dinamarca. La Suiza fue declarada neutral. La Alemania formó una
Confederación de príncipes independientes bajo la presidencia honoraria
del Austria, con ejército común, dieta en Francfort y prohibición de
hacerse la guerra. Los Países Bajos fueron añadidos a la Holanda. Las
posesiones del Austria en Italia se habían engrandecido y mejorado, desde
que, con la adquisición de Venecia y la Valtelina, se unían con las
posesiones transalpinas, sin contar que el de Austria tenía parientes en los
ducados de Parma, Módena y Toscana. El Papa fue considerado como si
no hubiese tomado parte en la guerra, y reintegrado. Los Borbones
recibieron el reino de Nápoles, a excepción del Piombino, la isla de Elba y
los Presidios que fueron dados a la Toscana. |
|
No se habían tenido en cuenta nacionalidades, religión ni opiniones. De
la Turquía no se trató; se la dejó tiranizar a las tierras cristianas. Los
diferentes Estados no dependían ya los unos de los otros, sino que todos
eran soberanos. El equilibrio estaba roto desde el momento en que las
cuatro provincias preponderaban. |
|
Se reprobó la esclavitud de los Negros, pero no era fácil destruirla;
desde luego se prohibió la trata, y la Inglaterra se encargaba de registrar
los buques negreros. |
|
Eran una calamidad para Europa los Estados berberiscos, que
pirateaban por el Mediterráneo y sus costas, secuestrando personas por las
cuales exigían enormes rescates. Entonces una flota inglesa impuso a
Argel la libertad de los esclavos, que resultaron ser 49 mil en los
diferentes Estados berberiscos; pero éstos no fueron abolidos todavía. |
|
Las obras maestras que los Franceses habían quitado a los países
conquistados, con destino al Museo Napoleón, fueron restituidas. |
|
La religión había sido tan sacudida, que era difícil hacerle recobrar su
dominio en los espíritus y en el orden social. Pío VII, a instancias de los
príncipes, repuso a los Jesuitas. No pudiendo pretender el derecho
eclesiástico antiguo, hizo Concordatos con las diferentes naciones,
adecuadamente a las circunstancias. |
|
León XII, Pío VIII y Gregorio XVI, atendieron a la pureza de las
creencias y a la restauración de prácticas religiosas, como el jubileo. |
|
Muchos escritores secundaron el realce del sentimiento religioso, tales
como Stolberg, De Maistre y Lamennais, mientras que hacían la guerra al
Catolicismo con la ciencia, y el entusiasmo las sociedades bíblicas, los
metodistas, los pietistas y los sensualistas. Se trató de fundir en la Iglesia
evangélica todas las sectas cristianas, rechazando los libros simbólicos y
las confesiones, dejando que cada cual interpretase a su manera la
Escritura. Para esto trabajaba especialmente la Prusia; y porque el obispo
de Colonia negó obediencia a las órdenes de Federico Guillermo en
materias sacramentales, éste lo mandó encarcelar. Conmoviose la Europa,
no acostumbrada todavía a tales violencias; el Papa levantó el grito y el
nuevo rey dejó en libertad a los perseguidos. |
|
En las iglesias protestantes, cada cual forjaba creencias según su
capacidad y conciencia propias. Los racionalistas rechazaban todo lo que
no puede explicarse con la razón, o que es superior a la inteligencia. Otros
atacaban a la Iglesia con estudios bíblicos, haciendo extrañas
interpretaciones, corrigiendo pasajes, cambiando el texto sagrado hasta
convertir a Cristo en un mito (Strauss) o en héroe de una novela (Renan).
Las ciencias, principalmente la geología, ayudaban a desmentir el Génesis
y a sostener que era inconmensurable (527) la antigüedad del hombre y
primitiva la trasformación de las especies. |
|
Esta libertad de pensar se aplicaba también a las cosas políticas. La
revolución había introducido la costumbre de que cada cual quería tomar
parte, o al menos formular su juicio en los actos públicos; se creía a los
gobiernos obligados a atender a la opinión, a dar cuenta de sus actos, a
dividir con el pueblo la facultad de dar leyes e imponer gravámenes. La
Inglaterra daba el mejor ejemplo de semejantes Constituciones, que los
Borbones imitaron en su Carta, si bien ésta no era el resultado de hechos
históricos y transacciones entre la corona, la nobleza y el pueblo, sino de
la simple voluntad del rey. Durante la guerra, los príncipes habían hecho
grandes promesas a Alemania, pero se limitaron a crear estados
provinciales, y cuerpos consultivos, siempre en beneficio de la nobleza.
Se había arraigado la pasión de la guerra y la necesidad de los grandes
ejércitos, que se decían indispensables para mantener la paz. Esto
ocasionaba enormes gastos, y por consiguiente grandes impuestos. La
revolución había concentrado toda la actividad en el gobierno, haciendo
que la administración entrara de lleno en el dominio de la vida civil y
privada, lo cual requería otro ejército de empleados, clase parásita que
sólo sirve para aplicar reglamentos. De ahí el predominio de la
burocracia. |
|
De aquel Napoleón que se había hecho odioso porque conculcaba la
libertad y el derecho, se hizo un ideal de libertad para oponerlo a los
nuevos príncipes, desprovistos de aquella aureola de gloria y del prestigio
de la autoridad, desde que se habían visto expulsados, vilipendiados y
restablecidos; ahora les movía a despecho el no encontrar en los pueblos
la antigua docilidad, sin contar que ellos habían perdido su carácter
patriarcal. |
|
Había crecido la influencia de los periódicos, y si los déspotas los
tenían amordazados en sus propios países, no podían impedir que
penetrasen los de los países libres, en cuyas Cámaras se discutían las
razones de los que no los poseían y los reclamaban. Gran poder ejercían
las sociedades secretas, procedentes de la francmasonería, a una de las
cuales se habían afiliado los Tudescos para rechazar a Napoleón. Obra de
ellas fueron los asesinatos de Kotzebue y del duque de Berry. |
|
Los reyes aliados, que se habían propuesto garantizar la paz teniendo a
los pueblos contentos, se acordaron del peligro, y habiéndose reunido en
Aquisgrán, renovaron su fraternidad cristiana y su propósito de intervenir
con las armas doquiera estallasen revoluciones. La primera revolución
que hubo luego fue en España, cuyo pueblo pedía la Constitución que las
Cortes habían elaborado en 1812 y que Fernando VII había violado
después de jurarla. El ejército se pronunció con Riego, Quiroga, Mina y
Ballesteros, quienes pronto fueron sobrepujados por los Comuneros.
Portugal ansiaba desprenderse del Brasil, elevado a imperio; una
revolución militar proclama la Constitución, y Juan VI la jura, mientras
el Brasil se declara imperio independiente. |
|
En el Piamonte, Víctor Manuel creía haber hecho bastante con no
castigar a los que habían favorecido o servido al imperio, y restableció las
leyes, las costumbres y a las personas como antes del 95; pero añadió la
policía, la centralización y otras calamidades modernas. Además de los
Genoveses, siempre aborrecidos de los Piamonteses, como
conquistadores, habían penetrado las ideas constitucionales y el concepto
de emancipar a Italia arrojando a los Austriacos. Varios oficiales
obtuvieron la Constitución española y la proclamaron en Alejandría;
previendo el rey que aquello daría motivo a los Austriacos para invadir el
Piamonte, abdicó. Carlos Alberto, príncipe de Cariñán, se había puesto al
frente de la revolución; pero cuando Carlos Félix, que se ceñía la corona
por abdicación de su hermano, repudió la revolución, y huyó aquel a
Lombardía, donde un pequeño ejército restableció la antigua convención. |
|
En todas partes empezaron procesos y castigos. |
|
La Francia, deseosa de adquirir nuevamente importancia en las
cuestiones europeas, fue a domar a España. Riego fue fusilado con
muchos otros, y restablecido Fernando VII en el trono. Igual suerte le
cupo a Portugal, donde Don Miguel no tardó en proclamar el gobierno
absoluto. El Congreso de Verona puso en orden al mundo; dictó
providencias contra la trata de negros y la piratería de América, sobre las
cuestiones pendientes entre la Rusia y la Puerta, y acerca de la
navegación del Rin. |
|
Otro aspecto presentaba el liberalismo en Grecia. Ésta no se había
resignado nunca a la servidumbre del imperio turco, el cual debe
considerarse verdaderamente como fuera del derecho común. La
poligamia descompone la familia; el despotismo del gran señor es tal,
que se considera dueño de vidas y haciendas; puede hacer ministro a su
palafrenero o mandar al gran visir la soga para que se ahorque; quita el
peligro de los competidores haciendo matar a sus propios hermanos, y el
de tener demasiados hijos de sus numerosas mujeres mandando que no se
ate el cordón umbilical a los recién nacidos. Sin embargo, no es déspota
más que en su capital, donde tiene tropas, esclavos y artillería. Fuera de
allí, los bajaes que se crean con fuerzas bastantes, pueden desobedecerle,
negar el tributo y hacerle guerra. La población no es personalmente
esclava, sino que está obligada a servicios personales, expuesta a las
arbitrariedades de los oficiales, de los soldados y de los tiranuelos que
pululan en los gobiernos absolutos. |
|
La debilidad del imperio se revelaba en frecuentes insurrecciones.
Mientras Franceses, Ingleses y Rusos le hacían guerra, Bonaparte trató de
salvarlo para oponerlo a Inglaterra; pero no impidió que la Rusia atacase
a la Puerta, como aliada de los Franceses. Selim III ensayó algunas
reformas de civilización, lo cual indignó tanto a los genízaros, que se
sublevaron con incendios y estragos; fue muerto Selim; su sucesor
Mahmud procedió a la venganza y pensó librarse de la preponderancia
militar. Reprimió a los rebeldes; domó a los Wahabitas, entusiastas que
ocupaban la Siria y la Arabia, como la Albania y las islas Jónicas eran
invadidas por Alí, bajá de Jamna. Los Mamelucos quedaron dueños del
Egipto, apenas hubo partido Bonaparte; Mehemet Alí se hizo virrey,
decapitó a 470 Mamelucos, exterminó a los Wahabitas, tiranizó a la
Arabia y empezó a gobernar el Egipto como cosa propia. Constantinopla
tenía que tolerarlo y hasta aplaudirlo. |
|
Estas debilidades daban esperanzas de regeneración a la estirpe
heleno-eslava de la península oriental, en que la Puerta había instituido
cuatro bajalatos; el de Salónica (Macedonia), el de Janina (Albania), el
de Livadia (Hélade), y el de Trípoli (Peloponeso), además de las islas de
Candía, Negroponte, Cícladas y Espóradas, sometidas al capitán bajá.
Los Turcos habían tenido que valerse de los Griegos para la
administración; algunas familias griegas dirigían en Constantinopla la
diplomacia y la Hacienda. El pueblo no dobló nunca su frente cristiana
ante la media luna. Los más resueltos conservaron las armas en las
alturas, en los valles y en las islas con el nombre de cleftas, parecidos a
los brigantes de la Calabria; otros pirateaban en el archipiélago. |
|
Entre ellos había crecido Alí Tebelen, el cual con la astucia y la fuerza
llegó a ser bajá de Janina; exterminó a todo el que le opuso obstáculos;
sucesivamente halagó a Bonaparte, a los Ingleses y a los Rusos; limpió de
partidas insurgentes la Macedonia y la Tracia, y ejerció una de las tiranías
más brutales. |
|
Durante y después de las guerras, los Griegos se habían esparcido por
mares y ciudades, constituidos en sociedades secretas, y habían
aumentado sus esperanzas de redención. Capodistria e Ipsilanti habían
procurado adquirir para la Grecia el apoyo del zar Alejandro; por último,
estalló en Jassy la insurrección que se propagó por toda la Acaya;
acudieron los Griegos esparcidos por todo el mundo, y el clero se puso al
frente del movimiento. La Puerta, unida con el Egipto, cometió
atrocidades; los Griegos les opusieron un valor y una generosidad que
asombraron a Europa, y rayaron a la altura de los antiguos héroes
Botzaris, Zavellos, Canaris, Melidonio, Miaulis y Colocotrini.
Ensalzáronse las empresas. Ipsilanti, Maurocordato, Capodistria y
Conduriotis ordenaron el país y concluyeron tratados; en Europa, todo el
que tenía corazón era partidario de los Griegos; pero los aliados ven allí
la obra de los revolucionarios y se niegan a intervenir; inesperadamente
los Ingleses destruyen en Navarino la escuadra turca; la Francia manda
soldados a arrojar a los Egipcios de la Morea; la Rusia pasa los
Balcanes (528) amenazando ocupar la codiciada Constantinopla; por último
se firma la paz de Andrinópolis, por la cual se concede la emancipación
de la Grecia; se deja a la Rusia la libre navegación del mar Negro y
buenas fronteras hacia la Persia; quedan para Turquía las fortalezas de la
Rumelia (529) y de la Turquía Asiática, y se declara libre para todas las
potencias en paz el paso de los Dardanelos. La Grecia, bajo la influencia
del emperador Nicolás, fue reconocida, pero limitada a la Morea y a la
Livadia, mientras se separaban de su territorio el Epiro, la Tesalia y la
Macedonia y las islas mayores. La energía que el presidente Capodistria
desplegó para establecer el orden, lo hizo odioso para los
revolucionarios, que le dieron muerte. Entonces los aliados enviaron
como rey a Otón de Baviera, bajo el cual creció el reino en habitantes y
en cultura, aunque no en paz y estabilidad. Al principio pareció que
prevalecían los Bávaros llegados con el rey; pero habiendo partido éstos,
tuvo el país todas las libertades, de las cuales se valió para suscitar
discordias. Los Patriotas querían que el reino se extendiese hasta los
confines naturales, pero se opusieron a ello los príncipes de Europa.
Durante la revolución italiana, los mismos patriotas, alentados por
Garibaldi, arrojaron a Otón, mas para aceptar a otro rey tudesco, Jorge de
Schleswig y Holstein; la Inglaterra cedió a la Grecia las islas Jónicas, de
las cuales se llamaba protectora. |
|
El idioma griego no era empleado ya en literatura, cuando el docto
Coray lo adoptó en varias traducciones, en una biblioteca y en
diccionarios; lo siguieron otros discutiendo si habían de restablecer el
griego antiguo o aceptar el que se había formado con la mezcla de
lenguas eslavas. |
|
Los Rusos favorecían a los Valacos, lo mismo que a los Griegos; en
virtud del trato de Andrinópolis hicieron reconstituir la Valaquia y la
Moldavia como principados tributarios, los cuales adquirieron su
completa emancipación por la paz de San Esteban de 1879. |
|
En la Servia, Jorge el Negro comenzó en 1806 una lucha que concluyó
en 1833. Milosc Obrenovic, que destruyó las servidumbres feudales,
limpió el país de bandidos y acordó una Constitución, poco simpática a la
Rusia, a quien desagrada todo incremento. Milosc fue expulsado y
reclamado después; su hijo Miguel tuvo que sostener la guerra contra los
Turcos, que bombardearon a Belgrado, pero tuvieron que renunciar a las
fortalezas que ocupaban y reducir la Servia a la condición de Principado
Danubiano, hasta que en 1879 quedó completamente libre. |
|
La República prosperaba en los Estados Unidos de América, cuyos
buques surcaban todos los mares; compraron a Napoleón la Luisiana, que
les daba la posesión del golfo de Méjico con el Misisipí y el Misuri,
extendiéndose así hasta donde el Columbia (530) se precipita en el grande
Océano. Adquirieron de España las dos Floridas; los Estados, de 17 que
eran, aumentaron hasta 22, y la población de 6 a 11 millones;
conservaron la primitiva Constitución a través de las vivas contiendas
entre demócratas y federalistas, los cuales se unieron para combatir a
Inglaterra cuando ésta quiso castigarlos por el favor que habían prestado
a Napoleón. El peligro común estrecha, pues, la unión entre los Estados,
al paso que la libertad estimula la actividad de cada uno. |
|
La presidencia del demócrata Jackson fue señalada por espléndidos
progresos; se vio difundida la instrucción, aumentados en número infinito
los periódicos, reprimidos los corsarios, multiplicadas las manufacturas y
la exportación, extinguida la deuda pública, creadas deudas particulares
para grandiosas obras públicas, como ferro-carriles y telégrafos, y por
último una marina mercante de 221 buques de vapor y 1708 de vela. |
|
Durante las guerras napoleónicas, Pitt consolidó el dominio de
Inglaterra sobre el Canadá, concediendo a los colonos muchas de las
libertades inglesas. |
|
Haití, donde se había formado un imperio, se constituyó en república
unitaria, para dividirse luego, agitada continuamente por los partidos. |
|
Vimos ya el detestable sistema colonial de España y Portugal en la
América del Sur (cap. 191). El ejemplo de los Estados Unidos infundió
en los colonos el deseo de la independencia; precipitó los hechos la
invasión de Napoleón en la península Ibérica, donde el liberalismo tomó
aires de fidelidad a los antiguos reyes. Quito fue el primero en
sublevarse; la Nueva Granada se declaró independiente, cuyo ejemplo
siguió pronto Venezuela; resistieron a los Españoles enviados a
someterlas. Simón Bolívar imitó a Washington en el vencer y organizar,
sin más ambición que la de libertador. El rey de España repuesto, hizo
nuevos esfuerzos para sofocar la insurrección, pero ésta se propagó a
Buenos Aires, al Paraguay y al Tucumán. Por último, hasta el Alto Perú y
Chile fueron libertados. Una asamblea general de las trece poblaciones
Argentinas decretó la unión en la cual cada una conservaba su
independencia particular, y todas la religión católica y el gobierno
republicano con dos Cámaras y un presidente quinquenal. Merecen
atención los largos y nobles esfuerzos de Bolívar por redimir aquellos
vastísimos países. |
|
La Inglaterra, contenta de ver debilitada a España, reconoció en
seguida la independencia de las colonias. Bolívar hubiera deseado unir en
una sola familia a las poblaciones emancipadas; por esto hizo reunir en el
istmo de Panamá a los diputados para asentar la alianza en una sólida
base; pero eran demasiado inexpertos y apasionados, y el mismo Bolívar
carecía del genio organizador necesario, aunque conservó hasta la muerte
el de libertador. |
|
En Méjico, Agustín Itúrbide obtuvo la independencia, proclamándose
luego emperador. Pero Santana proclamó la república y lo hizo fusilar.
Mucho tiempo después fue como emperador Maximiliano de Austria,
quien concluyó también por ser fusilado (1867). |
|
En el Brasil, vastísimo y rico país, unido al pequeño Portugal, el
regente D. Juan, refugiado allí a causa de la invasión napoleónica,
introdujo libertades, educación y manufacturas. Después de la caída de
Napoleón, declaró reino al Brasil, igual a Portugal y a los Algarbes. En
1821, D. Juan se embarcó para Europa, dejando a D. Pedro como regente
del Brasil. Pronto las provincias se sublevaron contra las Cortes
portuguesas, se proclamó la independencia y D. Pedro fue declarado
emperador constitucional. Con tal Constitución, y bajo un excelente
soberano, el imperio prosperó muchísimo. |
|
Con una población en que entraban blancos, negros, mulatos,
mestizos, libres y esclavos, con tanta diversidad de intereses, era difícil
establecer el orden y la paz en las antiguas colonias americanas; los
primeros momentos fueron tormentosísimos en todas partes y en muchos
puntos no se ha obtenido hasta nuestros días cierta organización estable.
Todo el resto de la América meridional sufre irreconciliables
conmociones. Entre una larga y no feliz serie de Constituciones,
tentativas, guerras y cambios, han alternado repúblicas y monarquías, o
más bien anarquías y despotismos. |
|
Los Estados Unidos, en guerra contra Méjico, le quitaron el Nuevo
Méjico, gracias al cual y a la Vieja y Nueva California, tuvieron en el mar
Pacífico el puerto de Montrey y la bahía de San Francisco; quedaron,
pues, bien compensados los 254 millones que costó la guerra, mucho más
desde que se descubrió en California tal cantidad de oro, que alteró las
proporciones de la moneda y el precio de los géneros en todo el mundo.
En menos de un siglo, los Estados Unidos veían quintuplicada su
población, triplicado su territorio, y duplicada su fuerza productiva; todo
sin ejército. |
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Era cuestión fundamental la de los esclavos, y para impedir que la
emancipación fuese decretada, muchos procuraban la anexión de nuevos
Estados, en los cuales existía la esclavitud. Esta violación de las leyes de
la humanidad fue la causa de las conquistas intentadas o realizadas en el
Nuevo Méjico, en la California y en Cuba, y por último de la gigantesca
guerra de insubordinación, la más terrible de los tiempos modernos. |
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Sin embargo la Constitución no fue alterada; renació la prosperidad, a
pesar de que el rescate de tantos millones de esclavos desbarató las
fortunas y llevó a la representación a personas ignorantes y ávidas de
reacción. |
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El origen constituye por sí solo una enorme diferencia entre los
anglo-americanos del Norte y las poblaciones latinas del Mediodía. En
aquellos, ya antes de la emancipación, era costumbre organizar los
intereses propios y ejercitar la actividad personal venciendo las
dificultades de terrenos no siempre gratos. En el Mediodía todo estribaba
en la obediencia; todo era arreglado por magistrados forasteros; un
número reducido de señores vivían en la holganza a expensas de los
esclavos, en quienes recaía todo el trabajo. De ahí la facilidad de las
dictaduras y de incesantes revoluciones para obrar contra ellas. Los
centralistas desean conservar la mayor parte posible del antiguo sistema
colonial; los liberales o demócratas precipitan las innovaciones, sobre
todo en materia religiosa. El Brasil, el Paraguay, la Banda Oriental,
Venezuela y Chile proclaman la libertad para todos y la necesidad de
multiplicar las relaciones con Europa; al paso que los retrógrados
reclaman privilegios, derechos proteccionistas, monopolio y aislamiento.
Los del interior procuran alcanzar el Océano por medio de sus grandes
ríos, mientras los rechazan los del litoral; de ahí se originan luchas entre
Estado y Estado. Con frecuencia los molestan las naciones europeas con
pretensiones de toda especie. Los Indios, ya sean bravos o humanizados,
hacen a veces más feroces las luchas interiores. Se siente, sin embargo,
necesidad de paz y de orden para excavar las minas, concluir el camino
que une el Atlántico con el Pacífico, franquear la cordillera de los Andes,
abrir el istmo de Panamá acortando el camino a las 600 mil toneladas de
mercancías que hoy doblan el cabo de Hornos y dando vida a las
inmensas islas de la Polinesia y de la Melanesia, como a las fértiles
regiones del litoral oriental y meridional del gran continente asiático. |
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La revolución había dado el triunfo a la clase media (tercer estado),que
obtuvo una carta, en la cual quedaban abolidos todos los privilegios. Todo
francés era apto para todos los empleos y grados civiles y militares; había
libertad de imprenta, de cultos y de asociación; la propiedad era intangible;
inviolable el rey; responsables los ministros; había dos Cámaras
legislativas, una electiva y otra hereditaria y nombrada por el rey;
conservábanse los Códigos del imperio y quedaban abolidos el divorcio y
la confiscación. |
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No faltaron realistas exagerados que impulsaban a la reacción y a la
venganza; pero Luis XVIII no se dejó desviar de la moderación, ni violó la
carta que había dado. Con un millar distribuido a aquellos cuyos bienes
habían sido confiscados por la revolución consolidó la inviolabilidad de la
propiedad y desvaneció el miedo de los compradores de bienes nacionales.
Pero los contrarios, bonapartistas o liberales, mal se avenían con un trono y
una bandera no realzados por las victorias, con una dinastía impuesta por el
extranjero, con una carta concedida; decían que el reino era agitado por una
congregación de ultrarrealistas, partidarios del despotismo y por la
voluntad de la Santa Alianza. En la Cámara se había formado la oposición,
en parte radical, es decir, encaminada a la revolución, y en parte
doctrinaria, de personas que se proponían ciertos teoremas, según los
cuales querían regular el derecho interno y externo (Benjamín Constant,
Royer-Collard). Las sociedades secretas se difundían y pareció obra de
ellas el asesinato del duque de Berry, presunto heredero; pero la viuda de
éste estaba encinta y parió al que fue después duque de Chambord. |
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La Francia trató de recobrar importancia en el concierto europeo yendo
a reprimir la revolución española; pero esto dio fuerza a la oposición que
atacaba al gobierno como fautor del despotismo. Hasta en los asuntos
religiosos, cada acto a favor de los católicos era señalado como un paso
hacia la reacción, como una deferencia a la Santa Alianza, como un retorno
a la Edad Media, y parecía amenazada la libertad de los jesuitas, de los
hermanos de la doctrina cristiana, de las conferencias de San Vicente de
Paúl. |
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La literatura obedeció a diferentes sentimientos. De Maistre, Bonald,
Ballanche y Chateaubriand, embellecían el cristianismo; Royer-Collard,
Cousin y Maine de Biran, sustraían la filosofía del nuevo sensualismo;
Guizol, Barante, Thiers y Thierry, buscaban en la historia las huellas de la
libertad. |
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Carlos X era indicado como jefe de los congreganistas y autor de los
consejos reaccionarios, lo cual aumentó la oposición, que se manifestaba
en la Cámara, en los funerales, en las revistas, y sobre todo en la prensa,
con cuyo desenfreno era imposible gobernar. |
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Por lo que toca al exterior, la Francia ayudó a la emancipación de la
Grecia; protegió a la colonia de Madagascar de los Ingleses, y con la
expedición de Argelia acabó con la piratería de los Berberiscos y adquirió
una importante colonia en la costa septentrional del África. |
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Este triunfo pareció oportuno a Carlos X para dictar ordenanzas que
restringían el derecho electoral y la libertad de imprenta. Los periodistas
declaran violada la carta, cierran las imprentas, comienzan una resistencia
tenaz, y al cabo de tres días de sangre el rey es vencido y expulsado; pero
en vez de la república se proclama rey de los franceses a Luis Felipe de
Orleans. y la Constitución es apenas modificada. |
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Entonces hubo todas las vacilaciones de un gobierno a quien le falta la
fuerza de reprimir a sus propios creadores. Pero la Francia no puede
moverse sin que se resienta toda la Europa. La Bélgica se subleva para
emanciparse de Holanda, que le atacaba la industria y la religión. Se
insurrecciona la Polonia para librarse de la Rusia; se pronuncia la España
para restablecer su antigua Constitución, y se subleva Italia para librarse de
los Austriacos. |
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Los potentados habían previsto estas consecuencias, por cuyo motivo
habían resuelto combatir a la nueva revolución. Pero los 100 mil hombres
que el zar Alejandro mandaba, tuvieron que limitarse a sofocar la
insurrección de Polonia; el Austria tuvo que atender a Italia, sublevada
también, y una y otra potencia tuvieron que reconocer la nueva dinastía
francesa. Como la base de la Santa Alianza consistía en socorrerse
mutuamente para impedir toda innovación, se estipuló que ningún
potentado interviniese en la Constitución interna de los demás países. Es la
famosa no intervención, que repugna a la caridad y al derecho público, y
que fue violada cuantas veces plugo a los príncipes. |
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En Bélgica fueron principalmente los católicos los que pidieron la
independencia, y como Holanda reconociese las rebeladas provincias, las
potencias interpusieron larguísimas negociaciones, que llenaron 80
protocolos. Por último, la Francia mandó allí un ejército que derrotó a
Amberes, donde Bélgica se dio una Constitución de las más liberales; tomó
por rey a Leopoldo, príncipe de Coburgo, y alcanzó maravillosa
prosperidad. |
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En Polonia la vanguardia misma del ejército de los Rusos se volvió
contra éstos, a instancias de los señores; quienes desde muy antiguo pedían
que se considerase a su país como reino independiente, conforme había
sido proclamado en asamblea solemne en Varsovia el año 1815 y
prometido por el zar Alejandro. Pero éste se había espantado del
liberalismo y de la francmasonería, y buscó la unificación hasta oprimiendo
el culto católico. La guerra que hizo a Francia su sucesor Nicolás
repugnaba a los señores, por lo cual se sublevaron, y como eran expertos en
las armas, aprontaron un buen ejército y vencieron las resistencias; pero de
fuera no pudieron recibir más auxilios que buenas palabras; azotados por el
cólera y por disensiones interiores, después de rudas batallas sucumbieron
ante el ejército regular mandado por Paskewic; el reino fue incorporado al
imperio y agobiado de suplicios, deportaciones y destierros. |
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Por aquellos días murieron en Italia Carlos Félix del Piamonte,
Francisco de Nápoles y León XII, a quienes sucedieron respectivamente
Carlos Alberto, Fernando II y Gregorio XVI. La ocasión pareció propicia a
los revoltosos, que no desperdiciaban ninguna. Durante el cónclave, los
hijos de Luis Bonaparte intentaron un sacudimiento en Roma, que fue
calmado en seguida; pero pronto se sublevaron Módena, Parma y las
Legaciones. |
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El Austria se mostró dispuesta a extinguir aquel fuego que amenazaba a
sus Estados. Luis Felipe, atento a consolidar su propia dinastía, no opuso
más que protestas al Austria, cuando ésta envió un ejército a reponer a los
duques de Parma y de Módena sin resistencia. En la Romania se había
formado un pequeño ejército que opuso alguna resistencia en Rímini; los
jefes de la insurrección huyeron a Ancona; unos se embarcaron, siendo
luego cogidos por una corbeta austriaca y llevados prisioneros a Venecia;
otros se refugiaron en Francia, adonde acudían los vencidos de todas
partes. En el Piamonte los primeros motines fueron sofocados con
ejecuciones militares; el Austria dio libertad a los forasteros que había
cogido; sometió sus súbditos a procesos y hallose más fuerte que nunca
sobre Italia. |
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Temblaron por ello los liberales de Francia; la oposición se manifestaba
no solamente en los periódicos, sino que también en incesantes
trastornos (531) y en atentados contra el rey. Pero prevalecía la clase media,
atenta a los intereses materiales y al poder del dinero; los ministros se
sucedían, sin que hubiese gran diferencia entre unos y otros; frente a los
gobiernos representativos surgían los Republicanos, representados por las
sociedades secretas, y los Socialistas por las escuelas de Fourier y de
Saint-Simon. |
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En Italia, la Romania tardó en apaciguarse; cuando los Austriacos
fueron a reprimirla, el ministro francés Périer mandó una flotilla que
sorprendió y ocupó a Ancona. De este modo hubo dos extranjeros en vez
de uno; sin embargo muchos se consolaban viendo otra bandera distinta de
la Austriaca; por fin se acordó que Austriacos y Franceses se retirarían
simultáneamente; pero antes los Potentados, a pesar de la no intervención,
habían presentado una nota al Santo Padre, pidiendo que diese
instituciones a su país; con lo cual se entremetían en el gobierno de un
príncipe independiente, y daban a los descontentos una especie de apoyo,
del cual se valieron para molestarlo, hasta lograr desposeerlo. |
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El territorio Lombardo-Véneto había prosperado, gracias a la fertilidad
de su suelo, a la actividad de los habitantes y al sistema comunal, la
administración era excelente, exacta la justicia, moderados los impuestos,
numerosas las obras públicas; pero todo lo echaba a perder una
embarazosa policía y la aversión al dominio extranjero, que daban lugar a
conjuraciones y castigos. Fernando I sucedió a Francisco I, se hizo coronar
y fue aplaudido porque concedió una amplia amnistía, introdujo mejoras y
mostró buenas intenciones. |
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El ducado de Parma, dado como vitalicio a la viuda del vivo Napoleón;
Módena, dominada por un duque severo y prudente; Lucca, regida por un
duque descuidado; la dócil y floreciente Toscana, parecían satélites del
Austria. |
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Nápoles gozaba de mayor independencia, pero se veía perjudicada por
frecuentes revoluciones y la inmoralidad que subía desde la plebe hasta las
gradas del trono. Fernando II supo impedir la revolución en su país,
cuando estalló esta en toda Europa. La Sicilia no se resignaba nunca a
estar sujeta a la tierra firme, y lo demostraba con frecuentes resistencias. |
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Gregorio XVI no creyó oportuno seguir las indicaciones hechas por las
Potencias, y parecieron pocas las mejoras que introdujo en su país. Sin
embargo crecía en toda Italia la prosperidad material, y la importancia que
adquiría el Mediterráneo hacía esperar un gran adelanto siempre que los
Estados se pusiesen de acuerdo para el bien común. Todas las esperanzas
parecieron avivarse cuando fue elegido Papa Pío IX. |
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En Portugal, el rey se había vuelto absoluto, y reconoció la
independencia del Brasil; a su muerte, el emperador Don Pedro heredó a
Portugal, le dio una Constitución a la moderna, opuesta a las
constituciones históricas, y renunció esta corona en favor de su hija María
de la Gloria. Esto dio lugar a insurrecciones; Don Miguel, hermano de
Don Pedro, pretendió el cetro absoluto y ocasionó la guerra civil; Don
Pedro fue a combatirlo; a la muerte de éste, Doña María poseyó el agitado
reino; Don Miguel fue desterrado, y el país tardó mucho en reponerse.
Entre tanto los Ingleses amenazaban las posesiones de Goa y Macao, y
continuaron ejerciendo el privilegio de los vinos de Oporto. |
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Fernando VII reprimió con el terror a los constitucionales españoles,
complaciéndose en oír a la plebe gritando: Viva el rey absoluto. La
revolución de 1830 no halló eco en España. Cuando Fernando se casó con
María Cristina de Nápoles, parecieron aceptadas por la Corte las ideas
liberales. Habiendo nacido de su matrimonio una niña, Fernando hizo
abolir la ley sálica que excluye a las mujeres del trono, y restablecer la
nacional que las admite. Recibieron mal esta providencia Don Carlos,
hermano del rey, Francia y Nápoles, de quienes se alejaba la posibilidad
de una sucesión. A la muerte del rey, María Cristina fue regente en
nombre de su hija Isabel, tropezó con mil dificultades, cambió de
ministerios (Cea Bermúdez (532), Martínez de la Rosa), y dio una
constitución a la inglesa. Conspiraron Apostólicos, Constitucionales,
Realistas, Carlistas, Carbonarios y Comuneros; combatieron Mina,
Espartero y Zumalacárregui; las provincias Vascongadas reclamaron sus
privilegios; el matrimonio de Isabel se convirtió en una cuestión de
Estado; Luis Felipe la deseaba para su hijo; Inglaterra se ofendió de ello y
juró la ruina del francés. |
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La Rusia va extendiéndose desmesuradamente, a despecho de la
geografía y de la diplomacia; ya abarca 261000 leguas en Europa, 684000
en Asia, y 72400 en América, todo territorio unido; se acerca a
Constantinopla y a la Persia, como a la Alemania y al Adriático, y tiende a
reunir en un solo imperio todas las razas eslavas (Rusia, Polonia,
Bohemia, Moravia, Dalmacia, Hungría, Transilvania, Valaquia,
Moldavia y Servia). |
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Alejandro fue dos veces saludado como redentor de Europa; educado
por filósofos e inspirado por místicos, representó las ideas más liberales y
humanas, y trató de unir a todas las sectas religiosas. |
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Los 800 mil nobles no pagan impuestos, ni pueden ser juzgados más
que por sus iguales, y entre ellos son repartidos todos los grados y
empleos. Los monarcas procuran mermar el poder de estos elevando al
clero y al tercer estado, y creando una nobleza de méritos. En los campos,
parte de los habitantes están sujetos al terrón y parte son cultivadores
libres; unos y otros suman ocho millones de almas, e igual número los
esclavos. La riqueza se evalúa por el número de esclavos, y hay señores
que los tienen a millares. |
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Hasta allí penetraron las sociedades secretas, pero en la clase alta, y
varias veces deliberaron matar a Alejandro, enemigo de las ideas liberales.
Este parecía que verdaderamente deseaba procurar la independencia de la
Grecia, cuando habiendo caído enfermo yendo de viaje, murió, no sin que
hubiese sospechas de envenenamiento. |
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Los conspiradores reclaman la Constitución, y el pueblo los aplaude sin
saber de qué se trata. Nicolás hace frente a las tropas sublevadas, y con la
firmeza primero y después con las horcas, destruye toda resistencia. |
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En la Persia, Feth Alí había estado en guerra con la Rusia a causa de la
Georgia, y Alejandro obtuvo de él muchas provincias del Cáucaso, el
Daguestán y la Mingrelia, sin contar la Georgia. A la muerte del zar, Feth
Alí declaró la guerra, pero Paskewic batió a los Persas, obligándoles a una
paz gravosa y a dejar libre la navegación del Caspio. Desde las fortalezas
edificadas en las fronteras, la Rusia puede arrojarse sobre la Persia, la
Armenia turca y la India inglesa; por esto los Ingleses hicieron todo lo
posible a fin de que el nuevo shah Mohamed Mirza se separase de la
alianza rusa. |
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El tratado de Unkiar-Schelessi permitió que la Rusia ocupara el
triángulo de la desembocadura del Danubio, dominando este río y
diciéndose tutora de la Turquía y de los cristianos súbditos de la misma.
Después de haber concluido la guerra con la Turquía, los Rusos se
encontraron también dueños del Cáucaso y de la costa oriental del mar
Negro, penetrando hasta el corazón de la Turquía Asiática. Los
Circasianos, habitantes casi independientes del montañoso istmo que
separa el mar Negro del Caspio, no se consideraron obligados a los
convenios de la Puerta, y dirigidos por el héroe y profeta Chamil, se
negaron a someterse y obedecer a la Rusia. Aún después de este jefe, ha
durado la resistencia, y es en extremo difícil la organización del país. |
|
En el inmenso territorio ruso habitan los restos de todos los pueblos
que emigraron del Asia, y que, puestos en contacto, se modifican bajo la
impresión de la Rusia. Ésta sujeta la población nómada de la gran Tartaria
al terrón, a los tributos, al trabajo, ya con la persuasión ya con la fuerza.
Los Kirguises (533) y los Calmucos experimentan su influencia civilizadora.
Los Cosacos van asimilándose y prestan una excelente vanguardia a los
ejércitos, con los cuales la Rusia domina poco a poco a Europa. Puebla de
colonias, villas y ciudades el istmo Táurico (Crimea) y las heladas
regiones de la Siberia. |
|
A las ricas producciones de aquel imperio, que puede exportar la cuarta
parte de los granos que cosecha, se unen las minas de oro de los Urales y
las de oro y plata de la Siberia. Aumentan las manufacturas; ríos y canales
facilitan el comercio interior, pudiendo los géneros recorrer 1434 millas
desde el Caspio hasta San Petersburgo. Esta ciudad se halla situada sobre
el Báltico, pero los hielos impiden la navegación, por cuyo motivo la
Rusia tiene siempre puestos los ojos en el mar Negro, cuya libre
navegación obtuvo con la paz de Kainargi. Hay Universidades, academias
y observatorios. Falta la unidad política, nacional y religiosa. El cisma
divide a la Rusia de las razas latinas, y el emperador quiere reducir a su
obediencia a los obispos católicos; se hace enseñar en las iglesias que se
debe obedecer a la voluntad del zar como a la de Dios. Algunos
consideran al zar como legítimo descendiente de los emperadores
romanos, y por tanto como verdadero jefe de la Iglesia cristiana, de la cual
se separó la católica; esperan, pues, que ambas iglesias se reunirán y que
el zar será señor espiritual y temporal del mundo. |
|
Antiguamente eran germánicas ambas orillas del Rin, pero Francia no
solo ocupó la izquierda, sino que pasó el río; quitó al imperio Metz,
Verdún y Toul en 1552; Sundgau y Brisac en 1648, y toda la Alsacia en
1672; el Franco-Condado en 1679; Estrasburgo en 1681; la Lorena en
1796; en 1801 poseía toda la izquierda; si los tratados de 1815 le quitaron
posteriores conquistas, conservó a la orilla izquierda un gran trecho entre
Huninga y Lanteburgo. A cada instante, la Francia amenazaba con querer
apoderarse de toda la línea del Rin, y la Alemania con querer ocupar los
países quitados al imperio, lo que consiguió en 1870. |
|
Los treinta príncipes que habían recuperado su dominio querían reinar
en absoluto; pero la unidad nacional había alcanzado tan poco terreno, que
ni siquiera se estableció la comunidad de comercio y navegación, y mucho
menos la unidad de código y constituciones. Como el espíritu liberal,
avivado en la guerra de los pueblos, había sobrevivido al triunfo, los
príncipes, sobre todo los dos más importantes, se esforzaron en reprimirlo,
e instituyeron en Maguncia una comisión para investigar y condenar las
agitaciones demagógicas, como igualmente para contener a la prensa. El
rey de Würtemberg fue desaprobado cuando liberalizó la constitución. |
|
La revolución de 1830 suscitó otras en Alemania; en todas partes se
pidieron instituciones más amplias, y en un convenio de Hansbach se
desplegó la bandera roja-negra y oro, pidiéndose la libertad de imprenta y
la unidad germánica. Pero se opusieron los reyes, reprimiendo todo
espíritu de rebelión contra el predominio de la Prusia y del Austria. |
|
El Austria, aunque constituida en imperio, no pudo reducir a unidad
administrativa sus Estados. La Hungría conservaba, más que ningún otro
país, constituciones y leyes consuetudinarias muy distintas, con pueblos
superpuestos. Sobre todos ellos estaban los Magiares, exentos de cargas y
de toda jurisdicción, fuera de la real, sin más obligación que el servicio de
las armas y con bienes feudales reversibles a la corona. La dieta húngara
debía ser convocada cada tres años, pero desde 1812 Francisco I no la
convocó hasta 1825, exigiendo en este intervalo hombres y dinero.
Entonces los Húngaros reclamaron sus derechos, diciendo que no
proporcionarían más tropas; pero habiendo estallado la revolución de
julio, dieron hombres para sofocarla. En 1840 renovaron sus peticiones, y
por último propusieron no recibir en adelante mercancías del Austria; en
tanto reformaron sus propias leyes, aboliendo las urbariales, opresivas
para los agricultores, e introduciendo legistas en los juicios. Pero los
Eslavos, en situación inferior, y principalmente los Croatas, querían
sacudir la servidumbre y reclamaban igualdad de derechos. Esto dio lugar
a sangrientas reacciones y a una abierta revolución, de la cual nació por
fin el cambio absoluto del imperio austriaco, que se denominó después
Austria-Hungría. |
|
La Bohemia, rica por su industria, reclamaba también su nacionalidad y
el uso de su lengua propia. Del mismo modo, los demás países austriacos
pedían la publicidad de actos y su parte correspondiente en la deliberación
de los negocios públicos. |
Prusia |
La Prusia, aniquilada por Napoleón, quería elevar al protestantismo a
despecho del Austria; ella fue la que representó al partido germánico en la
obra de resistir y abatir al conquistador. Federico Guillermo no hizo caso
de los liberales, pero sí a sus aliados, con los cuales estableció el gobierno
personal, favoreciendo la instrucción, y patrocinando los intereses y las
ideas generales de tal modo que Berlín fuese considerado como centro de
la Alemania. Contribuyó a estrechar los lazos la Liga Aduanera, en virtud
de la cual se suprimieron las aduanas entre muchos Estados, con
reciprocidad de productos y de industria. En 1846 el Zollverein abarcaba
8307 millas cuadradas alemanas (de ocho kilómetros) con 29 ½ millones
de habitantes. El Austria no pudo acercársele a causa de sus posesiones de
Italia. Los países coaligados crecieron en industria, en tráfico, en obras de
toda especie y en economía. La Prusia aumentó en importancia política. A
la coronación de Federico Guillermo IV, los diputados de las provincias le
recordaron las promesas hechas por su padre acerca de un sistema
representativo; pero el nuevo monarca no concedió más que algunas
reformas, que hicieron pedir otras. |
|
El Austria y la Prusia ponían obstáculos a la libertad y al desarrollo de
los demás Estados; sin embargo ambas podían marchar al mismo paso; la
una siendo católica y conservadora, con pueblos de razas diferentes; y
siendo la otra protestante, con cinco sextas partes de los súbditos tudescos,
y con el arte de hacer recaer sobre las demás lo odioso de sus propios
rigores. El espíritu democrático agitaba secretamente a ambas;
obedeciendo al mismo, activaron ellas la emancipación de los campesinos. |
|
La Suiza, de diversas razas unificadas por la libertad, tiene gran
importancia por su posición geográfica, a pesar de sus pequeña extensión.
La Constitución unitaria que Napoleón le había impuesto, fue rota en
1815, restableciéndose la federación, en la cual quedaban comprendidos
Ginebra y los antiguos bailiazgos italianos, con dieta anual, alternando
entre Zúrich, Berna y Lucerna. Cada cantón tiene sus estatutos
particulares, que han ido mejorando, como las leyes y la economía, y
extendiendo la igualdad. La francmasonería era allí muy eficaz;
abundaban mucho los emigrados de todos países; y la imprenta, del todo
libre, trabajaba mucho. El Cantón de Tesino reformó sus propios
estatutos; después de la revolución de Julio, todos proclamaron los
derechos del pueblo, lo cual pareció a los Cantones primitivos,
democráticos y católicos, una amenaza hecha por los revolucionarios a las
antiguas libertades. |
|
Hubo, con tal motivo, trastornos en que prevalecieron los grandes
Cantones y que se agriaron al mezclarse las cuestiones religiosas. La
católica Lucerna y la protestante Berna se hallaron al frente de dos
partidos hostiles. Esta última invadió con las armas el bailiazgo de Muri,
de donde arrojó a los frailes, a pesar de que el pacto federal garantizaba la
existencia de los conventos y de sus propiedades. No se quiso que Lucerna
y Friburgo tuviesen jesuitas. Formose una conspiración para matar a los
magistrados de Lucerna; se asesinó a Leu, jefe del partido católico; hubo
una invasión de cuerpos francos conducidos por Ochsenbein; quedó
destruido el Gobierno de Ginebra y se formó otro que participó de las
violencias. Los Cantones católicos de Lucerna, Friburgo, el Valais,
Schwytz, Uri, Zug y Unterwalden formaron para su defensa una Liga
Separada; mas fueron vencidos. |
1848 |
Entonces se formó una nueva Constitución unitaria, con asamblea
federal residente en Berna, y dividida en Consejo nacional, consejo de los
Estados y Tribunal federal. |
|
Bernadotte fue el único de los generales de Napoleón que conservó un
trono; estableció una dinastía en el de Suecia, a la cual fue unida la Noruega
con Constitución diferente y bastante democrática, al paso que en la misma
Suecia quedaron restos del feudalismo. La Carta de 1809 difería poco de la
antigua de Oxenstiern, como antiguas eran las leyes hasta cuando se publicó
el Código de 1833. Bernadotte, que vivió hasta 1841, conservó la paz,
favoreció la industria y la agricultura, y por medio de un costosísimo
camino al través de los Dofrines, unió a los dos reinos, que a pesar de todo
no andan muy acordes. |
|
La principal renta del reducido reino de Dinamarca consiste en el
derecho de peaje del Sund; vendió a Inglaterra sus posesiones del África, y a
los Estados Unidos sus tres Antillas. La Islandia adquirió gran importancia.
El rey era absoluto, pero Federico VI se vio obligado a dar una Constitución
muy limitada a consecuencia de la revolución de 1830. Tuvo que ampliarla
Federico VII, quien reconoció la libertad hasta para los Católicos. |
|
Se hallan unidos a Dinamarca el ducado de Schleswig, es decir la
Jutlandia meridional, y el ducado de Holstein, Estado del imperio
germánico. Surgieron muchas pretensiones sobre estos. Al dividirse la casa
de Oldemburgo en dos ramas, varió el modo de sucesión; la casa imperial de
Rusia, que pretende tener preferencia sobre los Holstein-Sondeburgo,
consideraría de suma importancia la adquisición del Holstein que le daría
entrada en la confederación germánica y un derecho a la corona danesa. El
zar favoreció a la Casa Sunderburg-Glüksburg, de la cual es presunto
heredero. |
|
Pareció que los ducados querían ser dueños de sí mismos, pero la Prusia
tomó partido por los insurrectos como ejecutora de las órdenes de la Dieta
germánica, y entonces hubo una serie de batallas y de armisticios que han
dejado casi arruinados a aquellos países. Por último la Dieta alemana ordenó
la ocupación de los países tudescos. La Prusia se preparó para la ejecución
de esta orden, y esto fue la chispa que encendió la enemistad, largo tiempo
sofocada, y que acabó con la ruina del Austria y con dar a la Prusia
excelentes puertos en el mar del Norte. |
|
La perseverancia con que los tories se opusieron a la Revolución
francesa y a Napoleón fue asombrosa. En vez de quedar sofocada, la Isla se
aseguró el dominio de los mares; extinguió pronto su enorme deuda, retiró
el papel moneda, y si dejó de suministrar armas a la feroz Europa,
proporcionó manufacturas que, merced al inmenso desarrollo de las
máquinas, vencían toda competencia, a pesar de que hasta los amigos
procuraban excluirlas en beneficio de las propias. Allí fue donde se
conoció verdaderamente el poder de las máquinas y del vapor, que
centuplicaron la fuerza industrial. Los señores, dueños de todo el terreno,
habían procurado que se mantuviesen altos los precios de los granos. Esto
dio lugar a sublevaciones y fue causa de que se pidieran reformas, a veces
de un modo tan violento que obligó a suspender el habeas corpus y a
establecer derechos de timbre para las publicaciones políticas. |
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Jorge IV, príncipe disoluto, formó un proceso a su disoluta mujer
Carolina para privarla del título de reina, y el pueblo se puso de parte de la
delincuente. Se acusa al ministro Castlereagh (534) de haberse hecho
instrumento de la Santa Alianza en los trastornos de 1821, y a su sucesor
Canning, de haber permanecido neutral entre los príncipes, favoreciendo
tan pronto a los oprimidos como a los opresores. Bajo su gobierno,
Inglaterra vio aumentar sus vías férreas, su comercio con las colonias
emancipadas y sus conquistas en la India. Se extendía el sistema de los
empréstitos, tanto que el Banco vino a ser un establecimiento anejo al
Gobierno, a quien prestaba. Durante la guerra napoleónica, el Banco fue
autorizado para emitir billetes de circulación forzosa, echando mano el
Gobierno de toda la reserva metálica. Se multiplicaron entonces los bancos
particulares, ya para los enormes capitales empleados en el comercio, ya
para los empréstitos que se hacían a las nuevas Repúblicas Americanas. El
abuso acarreó el descrédito, desastrosas crisis y enormes quiebras, de que
se resintió todo el mundo, hasta que se dio nueva organización al Banco y
se prohibió la creación de otros nuevos. |
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En tanto se oían las quejas de la Irlanda, reducida a la miseria después
de las persecuciones religiosas. Los terrenos todos pertenecen a los señores
(landlords) que viven fuera del país y solo van a él para veraneos y
cacerías. Los beneficios eclesiásticos son prebenda de los ministros
anglicanos, que nada tienen que hacer allí, por cuanto la población es
católica; ésta se halla cada año y durante tres o cuatro meses expuesta a
morirse de hambre. Se evitó en parte el inconveniente de la escasez de
granos con la introducción de la patata, alimento muy poco nutritivo, y
cuando apareció la enfermedad de este tubérculo, el hambre y las
enfermedades consiguientes desolaron la isla. |
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Fue depositario de sus quejas el popularísimo abogado O'Connell, que
consagró su existencia a la causa de la emancipación de la isla, pidiendo
que los Irlandeses Católicos pudiesen poseer terrenos, que no pagasen el
diezmo a la Iglesia anglicana, que entrasen en el parlamento y en los
empleos sin el juramento de odio al catolicismo, que tuviesen, en fin, un
parlamento distinto. Larga fue la lucha, hasta que en 1830 se obtuvo la
emancipación de los Católicos, con gran espanto de los que veían de este
modo amenazada la Iglesia alta y la Constitución de 1688. |
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En la revolución del año 30, los Whigs prevalecieron en Inglaterra y
empezaron la reforma parlamentaria. La conmoción no quedó circunscrita
en las Cámaras, sino que prorrumpió en grandiosos meetings y
sublevaciones. Al fin se abolieron los burgos podridos que implicaba
títulos electorales a pesar de hallarse despoblados, al paso que carecían de
ellos muchas ciudades populosas. Entonces tuvieron voto los colonos y
otras clases, aunque la Cámara seguía siendo aristocrática. Modificáronse
al mismo tiempo las leyes penales y de policía, aunque sin atreverse a
modificar las antiguas leyes consuetudinarias, ni a sacrificar el individuo a
la centralización. Los ministros asumieron toda la responsabilidad del
poder, sin que, como antes, les cubriera la autoridad real. La aristocracia es
dueña de casi todo el terreno, de las grandes manufacturas y de los
beneficios, pero atiende al bien del país, cuyas principales cargas sostiene.
Las leyes y los magistrados respetan grandemente la libertad individual, de
modo que el más ínfimo villano, como el más opulento duque, puede decir:
«Soy súbdito del rey y soy rey en mi casa». |
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Parece fabuloso el incremento de la riqueza de aquel imperio; pero es
aflictiva la plaga del pauperismo y de sus consecuencias, que no logra
atenuar la tasa de los pobres, con la cual se socorre legalmente a 900 mil
personas en Inglaterra, a 121 mil en Escocia, y a 91 mil en Irlanda. La gran
dificultad consiste en dar pan y trabajo a una infinidad de obreros, sobre
todo desde que las máquinas sustituyen a los brazos. Esta es la causa de las
iras populares contra las maquinarias; iras que estallan en frecuentes
insurrecciones y destrozos. Para mantener elevado el precio de los granos,
los propietarios habían conseguido que no se permitiese la importación
sino cuando el precio excediese de treinta y seis pesetas el hectolitro. Se
formaron ligas para obtener la libertad de comercio, al principio para los
cereales, y luego para todas las mercancías. Tal fue el objeto de Cobben,
que al fin lo consiguió con la cooperación del ministro Peel que modificó
todas las tarifas, eximiendo de impuestos la importación de las materias
primeras y de los comestibles, y disminuyendo las cargas industriales, hasta
en las colonias. |
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Fue otra innovación notable la de la tarifa uniforme para las cartas, a
cualquier distancia que fuesen. Fundáronse bibliotecas económicas que
difundieron a millares los libros útiles, y establecimientos de enseñanza
teórica y práctica. Los dos partidos culminantes tienden igualmente al
progreso; la mayor parte de las veces son los whigs los que proponen y
luchan largos años por las reformas, y por último son las tories los que las
realizan. Pero los socialistas aspiran a innovaciones radicales, al cambio
completo de la Constitución, a fin de que hasta la plebe participe de los
derechos políticos con el sufragio universal. En el fondo hay la cuestión
obrera; parece una tiranía que los empresarios posean capitales y se
apropien las ganancias, en vez de compartirlas con los operarios; se quiere
que estos dejen de estar asalariados para ser copartícipes. |
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En cuanto a la religión, la anglicana se halla amenazada por el
incremento de los Católicos y de los Disidentes de Escocia. No por esto la
plebe cesa de maldecir al Papa, ni de creer que el catolicismo equivale a
tiranía. Después de haber sido emancipados, los Católicos tardaron mucho
en saber ejercer sus derechos; y fue un triunfo cuando O'Connell,
nombrado síndico de Dublín, asistió con gran pompa a una misa católica.
Más tarde, en Irlanda la Iglesia católica, fue también equiparada a la legal.
Varios hombres serios estudiaron las tradiciones eclesiásticas, para
comparar las creencias y ritos de la época con los de los primeros siglos.
En tales investigaciones se halló que los ritos de la Iglesia católica
concuerdan con los de la antigüedad. Muchos se pasaron al catolicismo;
otros introdujeron ritos, cruces, estolas, cirios, la confesión auricular y el
breviario romano, porque los encontraban ya en la Iglesia antigua, y porque
no se hallaban en contradicción con los 39 artículos de la reina Isabel ni
con su libro de oraciones. Pusey creyó poder conciliar la Iglesia anglicana
con la católica. En 1850 se restableció la jerarquía y se instituyó un
arzobispado católico en Westminster. |