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ArribaAbajoCapítulo LXXXVII

Del pueblo [de] Cepita y [De]s[a]guadero


De Copacabana volvemos al camino Real, sobre mano derecha, en demanda del último pueblo de la laguna de Chucuito, ocho leguas tiradas.

Es pueblo frío y destemplado como los demás, y ninguno tanto como éste en toda esta provincia, del cual dista el Desaguadero desta laguna dos leguas y media. El Desaguadero es tan ancho como un tiro de piedra; el agua tiene muy poca corriente, parece como embalsada. Comúnmente se trata en este reino que no se le halla fondo, y que el agua por abajo corre con tanta velocidad que, por mucho que pese una piedra, si con ella la quieren sondar, se la lleva el agua.

La primera vez que pasé por este Desaguadero llevaba intención de sondarlo y averiguar esta verdad; llegando con más de cincuenta brazas de sogas que saqué, de Cepita, me puse en medio de la puente con una piedra como medio adobe; echela al agua y luego se fue la piedra derecha al fondo como si no hobiera corriente alguna; sompesela y sacándola hallé cuatro brazas y media de agua, de   —225→   suerte que lo que se dice es fábula; también decían que cayendo alguna cosa en el agua era imposible salir; también lancé un perro y fácilmente salió nadando; y que por abajo no haya corriente es fácil de persuadir, aunque no lo hobiera experimentado con la sonda, porque como toda aquel agua sea un solo cuerpo, si por abajo fuera tan raudo y corriente, por el medio y por arriba había de correr de la misma suerte.

Tiene este Desaguadero una puente, la mejor, más fácil y segura del mundo; es llana y de totora asentada sobre tres o cuatro maromas de icho, muy estiradas; hacen los indios unas balsas fuertemente, atadas desta totora, a manera de media luna cuando se muestra después de la conjunción; el convexo, que es el lomo, asientan sobre las maromas muy bien atados, luego junto a esta otra, y así las multiplican desde el principio al fin y las unas con las otra las atan. El vacío que hay entre una y otra, porque estas balsas son redondas, hínchenlo con enea o totora suelta, que es lo mismo, de suerte que la puncta queda llana y rema de ancho tres varas largas; es segurísima y puédese pasar a caballo, aunque yo muchas veces que la he pasado me apeo, llevando la cabalgadura de diestro. Hay aquí indios con pescado, los cuales tienen cuidado a su tiempo de renovarla, y son tan diestros en ello, y en saber, por la experiencia que tienen, cuándo conviene hacerlo, que no pierden puncto, porque ya saben cuándo han de renovar las maromas y las balsas.

Deste Desaguadero se hace otra laguna que llaman de Paria, o de Challacollo por otro nombre,   —226→   no tan grande, ni con mucho, como ésta; desagua contra la mar del Sur, sumiéndose sin que responda a alguna parte; por ventura por las entrañas de la tierra va a dar a la mar.




ArribaAbajoCapítulo LXXXVIII

Del pueblo Tiaguanaco


Seis o siete leguas delante del Desaguadero llegamos al pueblo de Tiaguanaco, donde hay apartado un poco del camino Real, sobre mano derecha, unos edificios antiguos de piedra recia de labrar, que parecen labradas con escuadra, y entre ellas piedras grandísimas; casi no pasa por aquel pueblo hombre curioso que no las vaya a ver.

La primera vez que por allí pasé con otros dos compañeros las fuimos a ver, donde vimos unas figuras de hombres de sola una piedra, tan grandes como gigantes, y junto a ellas de muchachos, la cintura ceñida con un talabarte labrado en la misma piedra, sin tiros, como usan los que traen tahelíes. Paredes no había altas, ni casa cubierta; ocuparía este edificio más que cuatro cuadras entorno. No saben los indios quién lo edificó, ni de dónde se trujeron aquellas piedras, porque en muchas leguas a la redonda no se halla tal cantera. Es fama haber allí gran suma de tesoro enterrado; hase buscado con diligencia, mas como andan a ciegas los buscadores, no han dado con ello, sólo dan con la plata que sacan de la bolsa para el gasto.   —227→   Agora se aprovechan de aquellas piedras para el edificio de la iglesia deste pueblo. De aquí a Calamarca, otro pueblo de indios, hay dos jornadas largas, donde se junta el otro camino de Omasuyo, que corre por la otra parte de la laguna; por lo cual es necesario volver a tractar dél.




ArribaAbajoCapítulo LXXXIX

Del camino de Omasuyo


Desde el pueblo de Ayaviri, que dijimos ser el primero del Collao, tomando sobre mano izquierda, comienza el camino y se sigue la provincia llamada Omasuyo, que corre por la otra parte de la laguna de Chucuito; esta provincia es muy poblada, y por la mayor parte son Poquinas; son recios de ganados de la tierra, y participan de más maíz e trigo que los de la otra parte, por tener sobre mano izquierda la provincia de Larecaja, abundante de lo uno y de lo otro.

Esta provincia es montuosa, llena de sabandijas ponzoñosas, de tigres y osos y leoncillos; de aquí se proveen de madera para las iglesias, así los de la una parte de la laguna como los de la otra, y de otra más menuda para sus casas. Por esta parte la laguna (digamos) se mete más la tierra adentro con esteros, por medio de los cuales llevaba su camino el Inga, derecho, como habemos dicho; agora, por descuido de los corregidores, que con tiempo no lo han querido remediar, está perdido en   —228→   muchas partes, y rodeamos por algunas ensenadas más de dos leguas, y en otras menos, conforme es la calzada perdida. Tiene también esta provincia, a la propia mano izquierda, primero, o un poco más abajo que a Larecaja, la provincia de Caravaya, o por mejor decir las montañas, porque no son pobladas, cálida, lluviosa y montuosa, donde antiguamente se sacaba oro en abundancia, subido de la ley; agora también se saca, pero mucho menos; la razón es porque siendo tan cálida para los indios que lo han de sacar, que los llevan desta provincia de Omasuyo, es muy enferma, y justísimamente se prohíbe vayan los indios a ella contra su voluntad, ni con ella, a sacar oro; con todo eso, hay españoles y corregidor, y no pienso va mal aprovechado el que lo es. Junto a esta laguna hay un pueblo llamado Arapa, de donde dos leguas, o poco más, según me dijo un sacerdote clérigo que en él residía, que tiene otro desaguadero esta laguna, no de tanta agua como el que habemos dicho, de suerte que desagua a una y otra mar.

En toda esta provincia no he visto, dos veces que por ella he caminado, cosa digna de memoria, sino es el pueblo de Guarina, dos leguas adelante del cual fue la batalla desgraciada entre el general Diego Centeno, que defendía la parte del Rey, y el tirano Gonzalo Pizarro, éste con cuatrocientos hombres y Centeno con 1.200; aquí fue desbaratado, y la flor de los vecinos y capitanes muertos y presos, y enterrados más de cuatrocientos hombres en un hoyo donde agora está una ermita harto mal parada, sin que los hijos de los que allí tienen sus padres la reparen ni aun hayan gastado un   —229→   real, y son algunos déstos vivos y muy ricos; mas de sus padres creo se acuerdan poco.




ArribaAbajoCapítulo XC

De la ciudad de la Paz


De aquí de Guarina a la ciudad de La Paz son dos jornadas, la cual se llamó así por ser poblada en medio de Potosí y el Cuzco, donde había, los años pasados, o de donde se temían alborotos, y porque de aquí se había de salir a apaciguarlos se llama la ciudad de La Paz, en la cual, por la mayor parle, hay poca entre los vecinos della. Poblose en valle hondo por ser lugar más abrigado, junto a un río pequeño de buena agua; no lleva peces por la frialdad del temple, pero proveese y bastantemente de la laguna, que la tiene a ocho leguas, poco más: aquí no se da sino muy poco maíz en más quebradillas junto al pueblo, donde hay un poblezuelo pequeño de indios para su servicio. El río abajo, a seis leguas y más, se dan viñas y fructas de las nuestras muy buenas, y a diez, y dende arriba, hay valles calientes, principalmente uno llamado Caracato, en el cual se han plantado viñas y se coge mucho y buen vino, y alguno tinto, a quien no hace ventaja el de España.

En este valle tienen los más de los vecinos sus heredades. El trigo e maíz les traen de la provincia de Larecaja, y de otro valle más abajo dicho   —230→   Cochapampa, los vecinos de aquí, a lo menos los viejos, eran muy ricos así de plata como de ganados nuestros, particularmente ovejuno, por los muchos y buenos pastos que hay en la comarca y cerca del pueblo; a cuya causa en el mismo pueblo conocí un obraje de paños, donde se hacían blancos y pardos, mejores que los que nos traen de Castilla, frezadas y otras cosas. Sustenta cuatro monasterios: San Francisco; San Augustín, la Merced y Teatinos, que en breve se han hacendado y muy bien; tienen su sitio en una cuadra de la plaza, y en él tiendas no pocas para mercaderes y pulperos. Es pueblo de mucha contractación, a lo menos solíalo ser, y donde se remediaban soldados pobres hasta que se proveyeron corregidores de naturales.




ArribaAbajoCapítulo XCI

Del pueblo Calamarca y demás provincias del Collao


De aquí al pueblo Calamarca, que quiere decir pueblo fundado en pedregal, y así es, ponen ocho leguas tiradas y largas y llanas, a donde, no una legua dél, se junta con el camino Real que viene de Chucuito el que viene de Omasuyo a la mano derecha, del cual dejamos la mano derecha la provincia llamada de los Pacajes, donde los más lelos vecinos de La Paz tienen sus repartimientos. Es provincia riquísima de ganado de la tierra, y es el mejor, los carneros más bien hechos y que llevan   —231→   más carga, y valen más que los de otras partes. Es tierra llana, muy fría en todo tiempo, de grandes tempestades con truenos, rayos e nieves, como las demás de la Sierra.

Luego se sigue la provincia de Paria, de la misma calidad, fértil juntamente de ganado porcuno, porque se cría mucho en la ribera de la laguna que dijimos se hacía del Desaguadero: de aquí se siguen los Quillacas; ya estos son del repartimiento de la ciudad de La Plata, y también Paria, provincia más seca, pero de la misma calidad en lo demás, y desde el Desaguadero hasta los Quillacas, todo comúnmente se nombra Pacajes; en todas estas naciones hay pueblos de indios grandes y ricos de ganados, faltos de leña para cubrir las casas y aun para el fuego, aunque les proveyó Nuestro Señor de una que llaman tola, que casi la hoja tira a nuestro romero, y quemada huele bien, no mucho. Hay en estas provincias grandes salinas, por lo cual agora pocos años se descubrieron unas minas de plata que por este respecto se llamaron de las Salinas; ya creo han cesado por su pobreza.




ArribaAbajoCapítulo XCII

Del tambo de Caracollo y camino por los valles hasta La Plata


De Calamarra al tambo de Caracollo, asaz frío y destemplado, se ponen cuatro jornadas, en medio de las cuales se fundó el pueblo llamado Sicasica;   —232→   tiene este pueblo nombre por una fuente de agua que se le trujo bonísima, y por un espinillo que no crece un palmo, salubérrimo, tomando un sahumerio, para catarros, toses y apretamiento de pecho, y para otras enfermedades bebida el agua de su cocimiento, tanto que de España se pide como cosa preciada. De aquí a Caracollo son doce leguas: las siete a una ventilla, entorno de la cual solía andar un mestizo, famoso ladrón de caballos y mulas; esta venta no tiene recado para poner las cabalgaduras en caballeriza; andan al campo al pasto; salía este mestizo de unas quebradas, recogía todos los caballos con dos o tres indios que traía al tracto, y daba con ellos en Arica; allí las vendía por poco precio; cogiole la justicia, y preguntándole por qué siquiera no dejaba algunas, respondió: porque no fuesen tras mí; finalmente, pagó en la horca sus delitos.

De Caracollo, tomando el camino por la mano siniestra, quince leguas andadas, llegamos al valle de Tapacari y pueblo; en las ocho de las cuales, en medio de una cordillera, muy fría, se hizo una ventilla con solas dos casas, que lo más del año no habita nadie en él por destemplanza del frío, y a dos leguas andadas comenzamos a bajar una cuesta no menos que de tres leguas, hasta que damos en el valle y pueblo sobredicho; ya esta tierra es más templada, aunque Tapacari, por estar al pie de la sierra, es más frío que los demás valles y pueblos; dase maíz y trigo, duraznos y membrillos en lugares abrigados; hay aquí un convento de los padres de San Augustín con título de priorato. Los   —233→   padres que en él residen son dos o tres. Los demás en otros pueblos.

De Tapacari hay dos jornadas al gran valle y ancho llamado Cochabamba, que quiere decir tanto como valle cenagoso, porque todo está lleno de ciénagas, si no son a las faldas de los cerros, que por la una parte son muy altos y nevados; en estas faldas se da mucho maíz y trigo y aun algunas parras, frutas de las nuestras todas, y árboles, y en medio dél hay algunos altozanillos donde se da lo mismo. Es este valle, el sustento de Potosí, de trigo, maíz, tocinos, manteca, habrá 34 años se pobló un pueblo de españoles en él que va en mucho augmento, cuyos vecinos, algunos son ricos de plata, pero de ganados nuestros, casi todos. Hay en este valle dos repartimientos de indios y muy buenos. Aquí tenía su repartimiento el licenciado Polo, con una cría de famosos caballos caminadores y aun corredores: ya se ha perdido después que murió; su hijo no tiene tanto cuidado como su padre. Es templado el valle, pero tiene una plaga irremediable, ya la hay desde Tapacari en toda esta provincia de Los Charcas, que desde Taquiri comienza y no cesa en todo Tucumán, y llega hasta los primeros pueblos de Chile, y es unas cucarachas llamadas acá hitas, tan grandes como las medianas de los navíos de la mar del Norte, de aquella color, con alas; mas diferéncianse, que, éstas tienen un agujón casi invisible con que pican, y tan delicadamente que no se siente, de noche después de apagada la lumbre; empero dende a dos días se levanta una roncha como una haba, con tanta comezón, que no se puede sufrir,   —234→   hasta que una poquita de agua que allí se cría la echamos fuera, y luego se descansa; mas al que no tiene buena encarnadura se le hace una llaga que da pesadumbre; tienen miedo a la lumbre, mas apagada o bajan por las paredes o del techo se dejan caer a peso sobre el rostro o cabeza del que duerme. Las que bajan, pican en las piernas; las que se dejan caer, en la cabeza y rostro. No pican a ninguna persona que de suyo sea melancólica, o que tenga mal olor de cuerpo, o pies, con ser ellas de muy mal olor; helo visto por experiencia; son torpes de pies por los tener largos y delgados, y llena la barriga con la sangre que han chupado, no pueden andar. También se crían chinches pequeñas como las de España. Críanse en todos estos valles muchas víboras de las de cascabel, de que habemos tratado, y en los altos, con otras pequeñas como las de España, y otras que se abalanzan tanto como una lanza a picar; en las montañas y árboles se suben otras, y de allí se arrojan a picar a los caminantes; estas dicen ser áspides. Todas las picaduras destas víboras son irremediables si luego no se les acude con el remedio que ya dijimos y enseñamos; otro se me olvidó poner allí: cúrase con una raicilla de que hay abundancia en esta provincia, junto a la ciudad de La Plata; ésta es delgada como el dedo, negrilla, huele como higuera; dase en polvos poca cantidad, súdase con ella, y hase de tener dieta; llamámosla en estas partes contrayerba.



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ArribaAbajoCapítulo XCIII

De los valles y pueblos desde Cliza a Misque


De Cochabamba a Pocona ponen quince leguas, en medio del cual cae el valle de Cliza, muy ancho, de más de cuatro leguas, y de largo más de ocho; vice aquí Eolo con todos los vientos (si nos es lícito hablar como los poetas), porque al verano son incomportables, por cuya razón el trigo deste valle es bonísimo y de lo mejor del mundo, y el maíz es lo mismo; no tiene agua, que si tuviera abundancia della era suficiente él sólo a dar trigo e maíz a Potosí, de donde dista más de cuatro leguas, y aun a todo el Collao.

El río que sale de Cochabamba, y divide estos dos valles, no es provechoso para sacar acequias, porque corre casi al fin dél. Diré lo que hay por muy cierto, que sucedió en este río a un soldado (así llamamos a los solteros que no tienen casa conocida): el pobre había jugado y perdido lo poco que tenía en una chácara deste valle, e ya que anochecía, medio desesperado, tomó su camino para Cochabamba; llegando a este rió ya a media noche, hallole de avenida; no tiene puente; no se atrevió a vadearle, y apeándose del caballo buscaba por donde pasar; no hallando, dijo: ¿No hobiera algún diablo que me pasara? No lo dijo a sordas, y Nuestro Señor, que le quiso castigar, arrebátanle y pásanle de la otra parte por medio del agua, y   —236→   tórnanle a pasar; desta manera lo llevaban y traían de una parte a otra, hasta que finalmente lo dejaron bien mojado de la otra parte del río, donde halló su caballo. El miserable, medio muerto y no poco temeroso, tomó su caballo y siguió su camino hasta Cochabamba, una legua poco más, donde contó en una posada lo sucedido; otro día confesó, y después vivió pocos días. Esto oí a personas que conocieron a este soldado, y lo nombraban; cuando lo oí dijo tenía intención de escrebir esto y así no encomendé a la memoria el nombre. A la ribera de un arroyo que tiene este espacioso valle viven algunos españoles en sus chácaras, donde fuera de las sementeras tienen algunas viñuelas, más para uvas que para vino, con algunos árboles de los nuestros, membrillos, manzanas y duraznos. Cuando descubrimos el valle parece estar lleno de indios que lo labran, y son unos hormigueros tan altos casi como un estado. Críase en él mucho ganado ovejuno, muy sabroso por la que nace en tierra salitral, y el agua es salobre.

No faltan aquí víboras de toda suerte, y en las casas muchas hitas. El temple del pueblo Pocona, siete leguas más adelante, es muy frío, por estar más alto. Hay en él 3000 indios tributarios; doctrínanlos padres de San Francisco y es guardianato; son indios trasplantados deste valle de Jauja; trasplantolos el Inga; a los cuales llamamos mitimas; son indios muy ricos, así por los ganados como por la coca que sacan de tierra caliente, llamada los Andes de Pocona, y aunque es enferma, no tanto como los Andes del Cuzco. Es fértil de las sabandijas que dijimos haber en los demás Andes.   —237→   Críanse allí osos muy grandes, que trastornan las mujeres, y ellas viéndoles, ninguna resistencia hacen; hay terribles tigres, y ha sucedido llegar un tigre a la casa donde dormían muchos indios, y de enmedio dellos, si había alguno no baptizado, llevárselo en las uñas sin hacer daño a los baptizados; esto no es fábula.

A ocho leguas de aquí entramos en el valle de Mizque, antes de llegar a él pasamos por dos vallecillos pequeños, pero de muchos cedros finísimos, donde hay algunas chácaras de españoles; hay viñas en las cuales se coge bonísimo vino, y el agua donde se dan los cedros es tal; parece que no sufre el cedro regarse con agua gruesa.

Mizque es valle ancho, con dos ríos, uno mayor que otro; el mayor lleva sábalos grandes y buenos; en él hay un pueblo de indios; es abundante este valle de viñas y vino muy bueno, y frutas de las nuestras y hortaliza; pero lo que mejor se da son cardos, que por no espantar los oídos de los que leyeren estos borrones, no quiero decir cuán grandes los he visto; es abundante de víboras como los demás, y de hormigas a los pies de las cepas, que les roen las raíces y luego se secan; el remedio es en el hormiguero echar agua hirviente; mátalas y salen arriba huyendo, donde a escobazos las matan.

Todos estos valles, con toda la provincia de los Charcas, tienen al cielo por contrario, por los grandes pedriscos que sobre ellos vienen y descargan; la causa natural es ser esta provincia llena de minerales, y como los vapores que dellos saca el Sol sean gruesos, fácilmente se convierten en pedriscos,   —238→   y si alguno dellos es combatido, es este valle de Mizque, y a la viña que da, o árbol frutal, en tres años no vuelve en sí. Tiene otra plaga, y es que se crían, así en los indios como en los españoles, papos, que acá llamamos cotos, en las gargantas; yo he visto hijos de españoles nacer con ellos; el remedio experimentado es atarse a la garganta una o dos cabezas de víboras, y con esto se resuelven.

Conocí a un hombre llamado Simón Albertos, con uno muy grande; y sabiendo este remedio, se echó dos cabezas de víboras al cuello, y le vi sano, como si no hobiera tenido tal en toda su vida. Pues ¿no hay remedio para apocar las víboras? Sí hay, y son los puercos; estos las apocan; pero en el tiempo de las aguas se crían muchas por la costelación del cielo y por la humedad y fertilidad de la tierra. Es cosa de admiración ver pelear un puerco con una víbora. En viéndola, eriza todas las cerdas del cerro; la víbora, en viéndole, levanta la cabeza cuanto naturalmente puede y estáse queda. El puerco rodéala hozando y guardando con la tierra el hocico, no le pique en él; si le pica, como un gamo vase al agua y pone el hocico en ella, hasta que se siente sano; vuelve con la misma velocidad a la batalla; la víbora no se aparta de su lugar; el puerco vásele llegando hozando, y cuando ve la suya, es prestísimo, con la una mano pónela encima de la cabeza de la víbora, y dando con ella en el suelo la aprieta tan fuertemente con la tierra que no la deja volver a picar, y con la boca hácela dos pedazos y luego se la come. He dicho esto para alivio del prudente lector.



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ArribaAbajoCapítulo XCIV

De la provincia de Santa Cruz de la Sierra


Desde este valle Misque se toma el camino, sobre mano izquierda, para la provincia de Sancta Cruz de la Sierra; esta provincia es abundante de maíz y en algunas partes de trigo; el temple de la ciudad es bueno; dista deste valle más de 120 leguas, en partes, de mal camino, falto de agua.

Para ir a esta ciudad se pasa por unas montañas donde viven indios Chiriguanas que comen carne humana y algunas veces suelen salir hasta bien cerca del valle de Mizque, donde hacen el daño que pueden, y a los caminantes lo hacen saliéndoles de través, y si los cogen descuidados lo pasan mal los nuestros, como lo pasaron ha muchos años, que saliendo de la ciudad de Sancta Cruz la mujer del general Nuflo de Chaves, de quien luego tractaremos, salieron al camino y la quitaron a los soldados que con ellos venían, peleando. Mas viendo los soldados lo subcedido, se concertaron, como hombres nobles y valientes, de morir o recobrarla, y siguiendo los enemigos los alcanzaron, y sin riesgo de las mujeres quitaron la presa y se volvieron su camino, sin que los indios se atreviesen más a pelear con ellos. Fue capitán Francisco de Montenegro, bien experto entre los Chiriguanas y dellos conocido; y algunos años después, un buen hombre llamado Romaguera, viviendo en una chácara,   —240→   no dos leguas apartado de Mizque, de noche dieron en su casa los Chiriguanas y le mataron y se llevaron mujer y dos o tres hijas y mucho servicio, y hasta hoy, sino las han muerto, se las tienen allá.

Estos indios, aunque comen carne humana, no comen la de ningún español, porque los años pasados, comiendo uno, a todos los que lo comieron les dieron cámaras de sangre y murieron; los restantes, avisados del suceso, no la comen; pero al que toman vivo, para matarle usan de exquisitos tormentos.

Pasadas las montañas destos Chiriguanas, se siguen unos llanos muy grandes, donde hay gran cantidad de miel y mucho ganado nuestro vacuno, cimarrón, muy gordo, que se multiplica allí de un poco que se quedó de un pueblo de españoles que hubo a la vera de un río grande que llamaron de la Barranca. No se pudo sustentar; despobláronle, o por la guerra continua con los indios comarcanos, llamados los Chiquitos, belicosos y de yerva, aunque no caribes, o por la pobreza de la tierra; despoblando, no pudieron sacar todo el ganado sin que alguno se quedase, de lo cual se ha multiplicado mucho para proveimiento de los pasajeros, porque de gordo no puede correr, particularmente las terneras, que al primer apretón se quedan estacadas. Agora me dicen se ha tornado a poblar este sitio, que será freno para los Chiriguanas.

De aquí a Santa Cruz de la Sierra, todo o lo más es despoblado y sin agua, si no son unos jagüeyes, a quien lo más del tiempo falta agua; es tierra llana,   —241→   y ésta es la causa. Este pueblo pobló el general Nuflo de Chaves, hermano del padre nuestro fray Diego de Chaves, doctísimo, verdadero hijo de Sancto Domingo, varón integérrimo en todo género de virtud, primer confesor del Príncipe nuestro señor don Carlos y después del Rey nuestro señor Filipe segundo, sin que jamás se le conociese amor a cosa terrena.

El general Nuflo de Chaves, subiendo por el Río de la Plata arriba, muchas leguas de la Asumpción, pueblo principal de aquella gobernación, dio en este asiento, pobló y púsole el nombre susodicho, en medio de muchos indios chiriguanas, porque a la una parte y otra del pueblo los hay. Cercó la ciudad de tres tapias, fortaleció las puertas; en todos estos reinos no hay ciudad cercada; vélase por los enemigos tan comarcanos y malos. De aquí salió en demanda de unos cerros donde se entendía hacer minas de plata, en tierra de guerra; llevaba consigo españoles y mestizos, buenos soldados, y también chiriguanas, por amigos, que le ayudaban, por ser gente belicosa.

En un recuentro que tuvo con los indios de guerra, alcanzada la victoria, los chiriguanas pidiéronle parte de los indios captivos y presos para comérselos, diciendo le habían ayudado. El general no se los quiso dar; guardáronsela, y dejando a don Diego de Mendoza, creo cuñado suyo, con todo el ejército, apartose con doce o catorce soldados y los chiriguanas 15 leguas, pocas menos, a cierto paraje, en el cual los chiriguanas determinaron de matarle, y no lo trataban tan secreto que no se entendiese su mala intención; avisaron los soldados   —242→   a su General; hizo burla de los que lo avisaban, y un día, que fue el de su muerte, viniendo los chiriguanas determinados de poner en ejecución lo concertado, estaban con el General tres o cuatro soldados, Juan de Paredes y Diego de Ocampo Leyton, ambos extremeños y hombres de vergüenza, ánimo y hidalgos, con sus arcabuces y cuerdas en las serpentines; dijéronle: Señor, estos indios vienen con mal pecho. Si vuestra merced manda, aquí los despacharemos. Enojose el General y díjoles: Quitaos de ahí. ¿Para qué me ponéis esos miedos? Apagad las cuerdas y dejadme con la lengua, un mestizo que servía della. Replicáronle; no aprovechó nada. Apagaron las cuerdas y no fueron cuerdos, y fuéronse a un bohío donde estaban los demás. El General estaba en una hamaca, entre las piernas la celada, encima de una rodilla, y sin espada, vestida una cota; como quedó solo con el mestizo lengua entran los chiriguanas, comienzan a quejarse que no les daba parte de la presa; descuídanle, llega uno por detrás, que el pobre General, ni la lengua lo advirtió, alza la mano y con una macana de palma dale un golpe en la cabeza que le aturdió y dio con él de la hamaca abajo. El lengua salió dando voces ¡Al General han muerto! ¡Al General han muerto! Los pocos soldados túrbanse, y como no tenían mecha encendida, uno de los dos arriba referidos arrebató un tizón y puso fuego al arcabuz; dispara sin saber a donde tiraba y acertó a dar en un caballo y matole. Los indios pensaron que los soldados venían sobre ellos; retiráronse a una montañuela que cerca estaba, para guarecerse de los arcabuces,   —243→   que si vinieran sobre los nuestros allí los mataran a todos. Retirados, tuvieron lugar los pocos españoles, pero bravos, de encender sus mechas y hacerse fuertes en la casa y recoger los caballos. El pobre General murió dende a pocas horas, sin poder hablar palabra.

Entre los soldados había un mestizo, del Río de la Plata, llamado Juan de Paredes, y por diferenciarle del que habemos tractado, le llamo Paizunu; a los dos conocí y tracté mucho, y a éste no tanto, que me dijeron lo que voy refiriendo. Este Pazunu dijo: Aquí estamos perdidos; si me dan un caballo, el que yo pidiere, yo romperé por los enemigos, iré a dar aviso a don Diego, y si esto no hacemos, aquí nos han de matar; y muertos, como don Diego no sepa lo sucedido, luego darán sobre él y los demás, y todos pereceremos y la ciudad asolarán. Y fuera así si Nuestro Señor otra cosa no ordenara por su misericordia: los chiriguanas habíanse puesto en medio del camino para que no se fuese a dar mandado a don Diego. Don Diego fue uno de los buenos capitanes para contra indios que había en estas partes, mestizo del Río de la Plata; no le conocí, mas por su fama, y después tractaremos dél, cuando tractáremos de lo sucedido en el tiempo que gobernó don Francisco de Toledo. A los soldados pareció bien el consejo; dan el caballo que pidió, armose y armaron al caballo; toma una lanza y un arcabuz pequeño, sale, dispara su arcabuz y luego echa mano de la lanza y rompe por medio de los Chiriguanas, y sin parar, aunque con algunos flechazos peligrosos, en él y en el caballo, da aviso a don Diego de Mendoza,   —244→   que había quedado donde dijimos. En el real hízose el sentimiento debido. Parte con su ejército luego, da en los Chiriguanas por una parte, los pocos por otra; mató muchos, y a los que hubieron a las manos metiéronlos en un buhío y pusiéronlos fuego; castigo merecido por la maldad cometida, porque el General era noblísimo y valentísimo. Sucedió esta maldad y desgracia gobernando este reino el licenciado Lope García de Castro; Su Majestad le había hecho merced de aquella gobernación, para sí, hijo y nieto; dejó dos hijos pequeños y tres hijas. El gobierno encomendose a don Diego de Mendoza hasta que su sobrino el mayor tuviese edad. Después quitóselo don Francisco de Toledo, siendo Visorrey destos reinos; proveyó en él a Juan Pérez de Zurita, más para pelear que para gobernar; después tornose a proveer en el mismo don Diego, el cual muerto, como diremos, quedó un poco de tiempo el gobierno en los alcaldes, después de lo cual, no sé si por Su Majestad e por qué Virrey, se proveyó a don Lorenzo de Figueroa, un caballero muy noble y de muy buenas partes, y no menos cristiano, el cual descubrió una provincia de gente política como ésta del Perú, muy poblada y que fácilmente se le dieron y aun le convidaron con la paz, porque los librase de los Chiriguanas, que los comían. Murió este caballero agora no sé quién la gobierna.



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ArribaAbajoCapítulo XCV

Prosigue el camino de Mizque a la ciudad de La Plata


Volviendo al valle de Mizque, y prosiguiendo el camino, a diez leguas andadas llegamos al río Grande, que corre por un valle desaprovechadísimo, si no es para víboras, tigres y osos; caluroso y sombrío respeto de la mucha montaña de una parte y otra, y los árboles infructíferos, silvestres, los más espinosos. Aquí no habitan sino las creaturas dichas, y no pocos mosquitos. Al tiempo de las aguas, es el río muy grande; no se puede vadear, y al de la seca es necesario saber bien el vado. Por el riesgo de los que se ahogaban y por ser camino muy pasajero, el marqués de Cañete, de buena memoria, el viejo, mandó se hiciese una puente, y para ello se cortó mucha madera, juntose mucha piedra, hízose gran cantidad de cahices de cal, sogas, maromas, acequia para desaguar el río; todo se perdió, por respecto de un religioso, no de mi Orden, y así se quedó y se quedará por muchos años. La puente no puede ser más que de un ojo, y éste, según lo afirmaba el artífice, había de ser de más de sesenta pasos. Luego se siguen otros valles angostos, empero fértiles de maíz en las laderas, y en los altos de trigo, donde jamás entraron indios ni en ellos poblaron; era montaña cerrada, llena de los animales que habemos dicho. Los españoles,   —246→   acabadas las guerras civiles, como no tenían en qué ocuparse, se metieron, desmontaron, araron y cavaron, hicieron sus chácaras, donde de Potosí les vienen a comprar las comidas; siémbrase aquí el maíz con ceniza; en haciendo el hoyo para echar los granos y echándose en él, luego otro indio anda con una taleguilla de ceniza derramándola a la redonda y dentro, por que las hormigas no coman el grano; llegando a la ceniza no pasan adelante, y nacido el maíz no llegan a la hoja. Así en este valle como en otros tres que hay de aquí a la ciudad de La Plata, las aguas son muy gruesas y salobres, y en todas hay las plagas referidas, con pedriscos a su tiempo; danse también en estos valles algunas viñas y fructas de las nuestras. A una parte dellos viven algunos indios llamados Moyos, barbarísimos en extremo, y holgazanes más bárbaros que los de la laguna de Chacuito; estos comen cuantas sabandijas hay; culebras, sapo, perros, aunque estén hediendo, y si pueden haber a las manos los potranquillos, no los perdonan, y como tengan un sapo para comer aquel día, luego se tienden de barriga en el suelo. No creo se ha descubierto, ni hay en este Perú, gente más bárbara. Críanse en estos valles cedros altísimos, gruesísimos.




ArribaAbajoCapítulo XCVI

De la ciudad de La Plata


La ciudad de La Plata fue uno de los ricos pueblos del Perú, y los vecinos della fueron de los   —247→   más aventajados de todo este reino; aquí fue vecino el general Hinojosa, el general Diego Centeno, el general Lorenzo de Aldana, don Pedro de Portugal, Gómez de Solís, el general Pablo de Meneses, licenciado Polo y otros muchos capitanes y valerosos varones, de todos los cuales ya no hay memoria, si no es de cual o cual; fueron todos a una mano riquísimos por las minas que tomaron en Potosí, las cuales entonces acudían a muchos marcos por quintal; su población es en unas lomas llanas no mucho, pero como las requiere la tierra donde llueve. Es cabeza de obispado y muy rico. Agora cuatro años que estuve en ella, estaban los diezmos solamente del districto de la ciudad y algunos pueblos recién poblados de españoles hacia las montañas de los Chiriguanas, en 76000 pesos ensayados, y el año pasado en 82000 sin los diezmos de la ciudad de La Paz y provincia de Chucuito; los cuales todos juntos pasan de 100000 pesos; tiene el señor Obispo, de su cuarta de la mesa episcopal, 25000 pesos, sin lo que le viene de la cuarta funeral, que yo seguro no le falta mucho para 40000 pesos, que no es mal bocado para un pobre clérigo o fraile. Agora 28 años no llegaba la renta del obispo a 7000 pesos, siéndolo nuestro religioso el reverendísimo fray Domingo de Sancto Tomás, porque nunca tal cuarta pidió, ni las cosas se habían subido tanto; después vinieron clérigos a ser obispos, deseados por los clérigos del obispado, los cuales, cuando vino la nueva y poderes para tomar la posesión por el reverendísimo don Fernando de Santillán, haciendo grandes regocijos de noche a caballo y   —248→   con hachas y repiques de campanas, decían: capillas fuera, capillas fuera; empero, sucedioles como a las ranas; entablaron estos señores obispos la cuarta episcopal, y agora lloran las capillas pasadas y reniegan de sus deseos, y más viéndolos cumplidos.

Es cosa de admiración ver lo presto que los prebendados hinchen las cajas de plata. La iglesia catedral es de bóveda y de una nave bien labrada; es rica de ornamentos, y bien servida en lo que toca a los oficios divinos, con mucha música. Sustenta seis monasterios: uno nuestro, otro de San Francisco, otro de San Augustín, otro de la Merced, otro de Teatinos y uno de monjas subjectas a los padres Augustinos; ninguno hay acabado; el nuestro estuviera en muy buen puesto si se hiciera en él una iglesia moderada, mas quisieron hacerla de tres naves, mayor que la nuestra de Los Reyes, y en hacer y deshacer han gastado priores poco discretos muchos millares de plata.

El monasterio de San Francisco es el que tiene más edificado; la iglesia es cómoda, de una nave, cubierta toda a dos aguas con madera de cedro. En entrando en ella huele muy bien. Los padres augustinos van edificando el convento; la iglesia dejan para la postre. Los materiales para cal son bonísimos, y la piedra para de mampuesto muy cerca del pueblo. Reside aquí Audiencia Real, necesarísima para los pleitos de Potosí, y más para la quietud de la tierra. No tiene río; tiene un manantial a la parte del Sur, de donde se trujo una fuente a la plaza, bien labrada, y para algunas casas se les repartió agua. El temple es bueno, porque en todo   —249→   el año no hace tanto frío, que sea necesario llegarse al brasero, de donde se vino a decir que esta ciudad excedía a las demás deste reino en templo, temple, fuente y puente, y cascas, etc. La puente se hizo en un río, legua y media de la ciudad, camino de Potosí, muy bien labraba, de un solo un ojo. Está en altura de veinte grados; corren aquí casi todos los vientos; el más cuotidiano es el Oriente; cuando alcanza el Sur en junio y julio, a quien llamamos Tomahavi, se cubre la, tierra de una niebla, pero dura pocos días, cuando llega a ocho es lo sumo, y entonces es desabrido.

Temblores de tierra, por maravilla alcanzan en esta ciudad; viviendo yo en nuestro convento, en ella, pasó uno que en nuestra casa, y dende arriba, no se sintió, y el convento de San Francisco, tres cuadras más abajo, se sintió mucho; era hora de misa mayor, y había gente en la iglesia, y toda salió huyendo unos en otros tropezando. El año pasado de 60234 sucedió otro que hizo daño en toda la ciudad, particularmente en el convento de San Francisco derribó el campanario, el coro y en la iglesia mayor hizo mucho más daño. En la nuestra muy poco, y así en las casas que están de la plaza para arriba, los temblores han hecho poco; de la plaza para abajo se ha recebido mayor. He dicho esta particularidad porque muy de tarde en tarde suele suceder temblor alguno.

Empero, es toda esta provincia tan combatida, a la entrada de las aguas, y salida de truenos, rayos y pedriscos, que parece temblar los cielos, No   —250→   sé si hay en el mundo provincia más combatida destas cosas. Diré un dicho discreto del gobernador Castro; visitando el Audiencia una noche (y en las noches son las tempestades mayores) sucedió una tormenta tal; el huésped de la casa donde posaba, a la mañana vínole a ver, y díjole: Poco habrá vuestra señoría dormido esta noche, por los muchos truenos; respondió: ¿Truenos? Uno he oído. El huésped dice: Bien ha dormido vuestra señoría, pues sólo uno oyó; respondió el presidente: No quiero decir eso, sino que toda esta noche ha sido un trueno; y dijo discretísimamente porque comienza uno, y al tercio otro, y luego otro, y así alcanzándose los unos a los otros no parece sino todo un trueno.

Los rayos son muy frecuentes que hacen daño y si no fuera por salir de mi intento dijera cosas raras que han sucedido en el tiempo que viví en ella. Llueve poco en toda esta provincia. Es grande y poco poblada de indios. Comienzan las aguas a mediado diciembre, y por abril han cesado. Si el cielo fuera más lluvioso se pudiera comparar con todas las provincias fértiles del mundo. En toda ella no hay casi cosa de riego, si no es en cual o cual valle a la redonda de la ciudad; juncto a las casas se siembra trigo, cebada, maíz.

La comarca de la ciudad es buena y abundante por los valles que tiene en contorno, donde se da el maíz, y en los altos el trigo. Las chácaras son de mucha tierra, y por ella se han enriquecido no pocos. Conocí en esta ciudad, agora cuatro años, un vecino que vendió una chácara suya con tres o cuatro piedras de molino en 52000 reales de a   —251→   ocho; para ser un chacarero rico no es necesario más que el año sea un poco estéril, y que en su chácara haya llovido. Pocas veces el agua es general; son aguaceros con tanto ímpetu de vientos, truenos, rayos y relámpagos, que es cosa temerosísima; a los que suben de los llanos háceseles muy pesado; verase ahora, más en particular de noche, el cielo sereno y muy claro y en un instante cubierto de una escuridad que pone grima. Toda esta provincia de los indios Charcas es abundantísima de miel de abejas; no crían en colmenas como en España, porque no las han recogido en ellas, ni de eso se tiene cuidado; crían unas en la tierra, debajo della, y por un agujero entran y salen a su labor; ésta suele ser agria; otras crían en troncos y huecos de árboles: ésta es mucho mejor; otras hacen sus panales (acá llamámosles chiguanas) colgándolos de una rama de un árbol, sobre la cual los fraguan redondos y algunos tan grandes como botijas peruleras: ésta es la mejor, más blanca y para muchas cosas buena.

A cuatro leguas de la ciudad, al Oriente, entramos en el valle llamado Moxotoro, que quiere decir barrio nuevo, angosto, mas tiene algunas anconadas todas de riego con las acequias que del río sacan; a su tiempo es muy caluroso, y a su tiempo frío. Aquí hay muy buenas chácaras y huertas con todos los frutales nuestros, y muy buenas viñas, adonde de Potosí, que son 22 leguas, vienen los indios con los reales a comprar la fruta, desde las cebollas y ajos hasta las camuesas y peras. Una legua más adelante, en un valle llamado Chuquichuqui, hay un ingenio bonísimo de azúcar y demás   —252→   cosas, pero es una caldera de fuego de Babilonia.

Todos estos valles desta provincia son abundantes de las plagas arriba dichas: víboras, hitas, chinches y otros animales ponzoñosos; pero proveyó Dios de muchas yerbas medicinales y árboles, más que en ninguna otra parte destos reinos.

Pocas leguas desta ciudad se coge la contrayerba, que dijimos ser una raíz negra que huele a higuera. Otras raíces hay aprobadísimas para cámaras de sangre. Lleva esta tierra mechoacán tan bueno, como el que se trae de México. Entre los árboles hay tres muy conocidos y salubérrimos: el uno llamado Tareo, que entre mil de los demás es muy señalado; antes que eche las hojas produce una flor como campanillas, morada, de la cual se hace una conserva probada contra el mal francés. El otro se llama Quinaquina; destila una goma muy olorosa, remedio principal, sahumándose con ella, contra toda tose, catarro y apretamiento de pecho. He conocido personas, a lo menos un religioso nuestro, que cortaba una rama y en la punta colgaba un calabacillo, de suerte que la rama estuviese enarcada; destilaba el bálsamo. Este árbol llora unas pepitas grandes como habas y más largas, llenas de goma, de las cuales se aprovechan para mil enfermedades; tuve la memoria dellas, no sé qué se me hizo; sahúmanse con ello contra la tose, y para la jaqueca no hay remedio más eficaz; tarda en destilar tiempo.

Lo que en más abundancia se cría son molles, aprobadísimos para muchas enfermedades frías; todos estos árboles son como grandes encinas. Los   —253→   molles, dándole una cuchillada, en la corteza, y sin que se les dé, pero dada destilan una goma blanca con un poquito de cárdeno, al gusto poco mordaz; usan della para purgar flegmas; yo la he tomado; pónenla en un paño limpio, mójanla en agua y exprímenla como cuando se hace una almendrada, y cuanto una escudilla, échanle un poco de azúcar, y puesta al sereno, a la mañana se bebe, sin más preparación; hace su efecto admirablemente; lleva unas uvillas coloradas que son como las majuelas de España, sino que son todas redondas, sin la coronilla que tienen las majuelas; destas uvillas se hace miel y chicha muy dulce y calidísima. Con la corteza curten suelas y muy buenas. Hay entre estos árboles macho y hembra: el macho es más coposo y más grato a la vista; la hembra crece más y las ramas más extendidas. La fructa del macho jamás madura; quédase como la uva, en cierne; la35 hembra la llega a sazonar. Pero de lo que más es abundante esta provincia de toda suerte de minerales, a cuya causa son las tempestades tan recias, y si Potosí faltase, no faltarían otros cerros llenos de plata.




ArribaAbajoCapítulo XCVII

De otro camino para la ciudad de La Plata


Volviendo a Caracollo, de donde proseguimos el camino para la ciudad de La Plata por los valles, y tomándolo por el más seguido, de aquí una jornada llegamos a la venta de las Sepulturas; llámase   —254→   así porque se pobló en un llano donde hay cantidad dellas, y en todo el camino, particularmente desde Siquisica; son sepulturas de indios, donde en su infidelidad se enterraban en estos lugares fríos: la causa debía ser porque no se corrompiesen los cuerpos; son altas de más de estado medio, todas, en general, angostas como una vara, de cuatro paredes; unas portezuelas que todas miran al Oriente junto al suelo; aquí se enterraban los indios y sus mujeres; para los hijos hacían otras pequeñas juncto a éstas. Ha sucedido ir caminando por esta tierra llana el español y alcanzarle un aguacero de los buenos, y meterse dentro de una destas sepulturas, sin tener grima de los cuerpos muertos; no la dan como los nuestros.

Algunos indios sacan los cuerpos dellas y abrazaditos marido e mujer los ponen en los caminos, sola la osamenta, entera, sin despegarse de las coyunturas, porque en estas sepulturas no come la tierra los cuerpos, sino consúmese la carne; lo demás queda entero; tampoco se crían gusanos; la frialdad y sequedad de la tierra no da lugar a ello.

Algunas sepulturas vemos más altas y labradas, digo pintadas; éstas por ventura eran de los curacas. Por estar puesta esta venta en un lugar donde había muchas, se quedó con el nombre de la venta de las Sepulturas. Hácese aquí mucha y muy buena pólvora, y aquí vive un oficial della que con licencia de los Virreyes la hace. Siete leguas adelante es la venta de En Medio, así llamada por ser fundada en parte donde se toma a mano izquierda el camino para la ciudad de La Plata y sobre mano   —255→   derecha para Potosí; dase en ella buen recaudo a los pasajeros; los caballos a la sabana.

Prosiguiendo para Potosí36, porque no volvamos más a ella, son cinco jornadas; todas son de ventas, sin que en el camino haya cosa que sea digna de memoria, más de que antes de llegar a Potosí, como legua y media, no se ha de dar más priesa a la cabalgadura de la que ella quisiere; fáltales el aliento, y si se la dan se quedan muertas en el camino.

Tomando, pues, el camino sobre mano izquierda, nueve leguas, si no son diez, dista de aquí el pueblo llamado Chayanta, poblado en una llanada bien fría, antes de llegar al cual, hay en medio del camino un arroyo abajo, de mala agua, con muchos manantiales de aguas calientes, pero una fuente hay en una peña viva que cae sobre este arroyo; la piedra terná en contorno como braza y media; vase arrugando como un pan de azúcar, y por la corona della sale un caño de agua como la muñeca, y para caer en el arroyo hace su charco muy formado; no pasa hombre por allí que no se detenga un poco a mirarla y considerar la fuerza del agua que rompiese aquella peña viva; estas aguas calientes, si son de piedra azufre, dan salud a los enfermos de la ijada y orina, como ya dijimos; las del alumbre les hacen más daño.

De aquí son dos jornadas al pueblo llamado Macha, en distrito del cual hay una mina de plata, que hasta agora no se ha descubierto, ni se espera se descubrirá. Un religioso nuestro, a quien yo, conocí   —256→   en este reino siendo seglar, agora cuarenta años, acaso dio con ella, y conociendo el metal echó alguno en unas alforjas; llevolo a Potosí, fundiolo; acudió mucha plata; luego conoció ser la mina que tanta fama tiene, empero no lo dijo sino a uno o dos amigos, para ir a ella y registrarla; sucediole en este tiempo, antes que la fuese a descubrir, hacer un viaje forzoso a Arequipa, donde se metió fraile nuestro, y así se quedó; ya profeso y viviendo en nuestro convento en Huánuco, y estando a la sazón allí nuestro provincial el padre fray Francisco de San Miguel, a quien se lo oí decir muchas veces, llegaron dos hombres que venían de Potosí en busca del religioso para que les descubriese la mina y cerro; encuentran con el provincial, dícenle por qué razón tomaron tanto trabajo, viaje largo, y que si el religioso les descubre el cerro y mina se obligarán a hacer un convento entero en la ciudad que el provincial señalase. Al provincial no le pareció mal el partido; tractolo con el religioso, y con ser un hombre tosco y no de mucho entendimiento, respondió al provincial era verdadero sabía el cerro y mina, pero que no convenía descubrirlo porque los indios de Macha, en cuyo distrito estaba, y cuya era, la labraban (por lo que él vio) para pagar sus tributos y para sus necesidades; la cual si se descubría la habían de quitar a los indios y quedarían privados de su hacienda. La respuesta del religioso pareció bien al provincial, y respondió a los dos compañeros que no la descubriría aunque le hiciesen tres conventos, y así se quedó hasta hoy. Desde este pueblo son tres jornadas a la ciudad de La Plata,   —257→   de muy mal camino, como lo es todo el desta provincia.




ArribaAbajoCapítulo XCVIII

De los pueblos de españoles en valles cerca de los chiriguanas


Saliendo de la ciudad de La Plata, entre el Oriente y el Sur, puso Dios muchos valles muy buenos y fértiles, donde los indios nunca habitaron, ni entraron, llenos de montañas calientes, fértiles de trigo y maíz, árboles nuestros y otros mantenimientos, donde en chácaras viven españoles; en los altos pastan sus ganados mayores y menores; allí a sus casas les vienen de Potosí a comprar los mantenimientos, con los costales llenos de reales. De pocos años a esta parte, en dos valles déstos se han fundado dos pueblos, recogiéndose los chacareros a ellos: uno en el valle llamado Tomina, otro en el valle de la Lagunilla, fronteras de Chiriguanas, con lo cual se les ha puesto freno para que no hagan el daño que solían hacer antes que se redujesen a pueblos, y aun agora también; las casas de las chácaras todas eran fuertes, y de noche los amos y los indios dormían debajo de una puerta y llave, y algunas veces se velaban, por miedo desta mala gente, que por la mayor parte sus saltos son de noche, y por que se sepa qué gente es ésta, en breve diré sus calidades.



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ArribaAbajoCapítulo XCIX

De los chiriguanas y sus calidades


Los indios Chiriguanas viven muy cerca destos valles, en unas montañas calurosas y ásperas por donde apenas pueden andar caballos. No son naturales, sino advenedizos; vinieron allí del río de la Plata; la lengua es la misma, sin se diferenciar en cosa alguna. Son bien dispuestos, fornidos, los pechos levantados, espaldudos y bien hechos, morenazos; pélanse las cejas y pestañas; los ojos tienen pequeños y vivos. No guardan un punto de ley natural; son viciosos, tocados del vicio nefando, y no perdonan a sus hermanas; es gente superbísima; todas las naciones dicen ser sus esclavos. Comen carne humana sin ningún asco; andan desnudos; cuando mucho, cual o cual tiene una camisetilla hasta el ombligo; usan pañetes; son grandes flecheros; sus armas son arco y flecha; el arco tan grande como el mismo que lo tira, y porque la cuerda no lastime la mano izquierda, en la muñeca encajan un trocillo de madera, allí da la cuerda. Pelean muy a su salvo, porque si les parece el enemigo les tiene ventaja, no acometen. Pocas veces con nosotros pelean en campo raso, si no es a más no poder, y si les parece han de perder un chiriguano, no acometerán; son grandes hombres de forjar una mentira, tardan mucho tiempo en ella, y enséñanla a todos, de suerte que los niños   —259→   la saben, y si se les pregunta no difieren de los mayores, particularmente para engañarnos, como adelante diremos. Si han de ir a la guerra es por orden de las viejas, que les traen a la memoria los agravios recibidos, y los afrentan con palabras llamándolos cobades, borrachos, ociosos y flojos. Entre estas viejas hay grandes hechiceras, y hállanse en ellas las pitonisas que dice la Escritura, en cuyo ombligo habla el demonio. El mayor de los pueblos es de cinco casas; lo común es de tres; mas son muy largas, de más de 150 pasos, a dos aguas, con estantes en el medio sobre que se arma la cumbrera, y de estante a estante vive una parentela. Con los indios que más enemiga han tenido son con una provincia que cae a las espaldas destas montañas, tierra llanísima, falta de agua, que se llama los Llanos de Manso, o la provincia de los chaneses; déstos, que es gente desarmada, aunque bien dispuesta, de mejores rostros y más bien inclinados que los chiriguanas, se han comido más de 60000, y no creo digo muchos, porque aquellos llanos eran muy poblados; agora no hay indios sino muy pocos, y como no tienen quien los defienda, es la carnecería desta bestialísima gente. Son tan subjectos a los chiriguanas, que en viéndolos no hay más que sentarse, sin resistencia alguna, para que el chiriguana haga dél lo que quisiere; tráenlos como ovejas en manadas; comen los que se les antojan, de los demás se aprovechan para el servicio de sus casas y sementeras. Cuando se quieren comer alguno no hay más que decirle se vaya a lavar al río, lo cual hace sin replicar; viene desnudo; mandan a sus hijos tomen los arcos y flechas,   —260→   y el pobre chanés en una plaza huyendo de aquí para allí de las flechas, sin se atrever a salir della, de los muchachos es flechado y muerto con gran alegría de los que le miran; le hacen pedazos y se lo comen, o asado, o cocido con maíz y mucho ají. De los que ven valientes y de buenos cuerpos, aprovéchanse para la guerra; hácenlos a sus bárbaras costumbres y cuando han de pelear pónenlos en la delantera, y si no pelean bien, fléchanlos por las espaldas. Es gente traidora y que no guarda palabra, porque como dijimos, no tiene un puncto de ley natural, ni cosa de policía; es poca gente; no llegan a 4000 indios de guerra; la aspereza de la tierra en que habitan les ha sustentado tanto tiempo contra los españoles; en ella hay ríos grandes, poco temidos déstos, por ser grandes nadadores. Los ríos llevan sábalos, armados, bagres y otros peces los cuales pescan desta suerte: al verano echan un pedazo del río por otra parte; quedan los peces en el brazo del río desaguado; en agua hasta la cinta, entran en ella con sus arcos y flechas, allí los flechan, y el que se escapa de la flecha, las mujeres van detrás con unas redes en que caen. Son también astutísimos en cazar o enlazar las víboras, las de cascabel; éstas comen, y cuando un chiriguana halla una dellas y la mata se la echa en el hombro y se viene muy contento a su casa; cómenlas desta suerte: córtanles la cabeza, con dos o tres dedos más, y otro tanto de la cola; luego la desuellan y hecha trozos ponen encima de las brasas, y así asada con ají la engullen; oí decir a dos personas fidedignas que las habían visto asar, y que olía la carne como si la hobieran lardado con   —261→   muchos olores, porque al olor de una que asaban sus yanaconas en su chácara, salieron de casa a ver lo que era y hallaron los indios chiriguanas en una gran candelada asando una para se la comer. Toda la tierra que habitan es fértil de muchas víboras de cascabel y de las pequeñas que habemos dicho; hay otras culebras grandes de más de tres varas; éstas no pican, pero en viendo al hombre abalánzasele, cíñele por el cuerpo y luego con una espina acutísima que tienen en la cola es cierta al sieso por donde la meten, y desta suerte le mata, y luego se lo come. Hállanse lagartos de sequera, el cuerpo de una vara y más, sin la cola, que es poco menos; éstos acometen a un muchacho y se lo comen. En Tucumán vi uno déstos, como diremos cuando tractaremos de aquella tierra. Entre los árboles tienen muchos cedros, pero hay otros que llevan tanta garrapata, que arrimándose un hombre a él caen a mía sobre tuya sobre el pobre, que le cubren como si una saca dellas le hobieran derramado por encima. Contra estos más que bárbaros hombres entró don Francisco de Toledo, Visorrey del Perú; lo que le sucedió diremos cuando tratáremos de lo que le sucedió en el tiempo que gobernó estos reinos.

Con ser esta gente de la calidad referida y la tierra asperísima, el capitán Andrés Manso, natural de la Rioja, con sólo sesenta hombres los subjectó e repartió, sirviéronle y a sus encomenderos como sirven los indios destos reinos, y no trabajó mucho en la conquista dellos, y menos en la de los chaneses. Agora 29 años, cuando subí la primera vez a la provincia de Los Charcas, ya era muerto; no creo habría siete años.

  —262→  

Este capitán pobló un pueblo que confina con las montañas de los chiriguanas y con los llanos de los chaneses; el sitio, llamado por un nombre Condorillo y por el otro el río de los Sauces. Los que lo han visto, que son muchos, dicen no hay en lo descubierto de las Indias temple más saludable; el suelo fértil y alegre. Viviendo aquí con toda la paz, y no distando de la ciudad de La Plata ochenta leguas a lo más largo, estos chiriguanas le engañaron con una ficción, de las cuales, como habemos dicho, son grandes hombres para fingirlas; fingen, pues, y engañan al pobre capitán, que a pocas leguas de allí había un valle donde vivían unos indios de extraña figura, muy ricos de oro (entre los chiriguanas, ni en toda aquella montaña, ni oro ni plata se ha descubierto); que si quiere, ellos le llevarán allá y se los conquistarán, y de los españoles no es necesario más que la mitad, y la otra mitad se queden en el pueblo. Creyose (que no debiera) dellos, y salió con treinta soldados; los otros treinta con las pocas mujeres dejó en el pueblo; llevó consigo parte de los chiriguanas, los cuales dejaron concertado con los demás que para el servicio del pueblo se habían quedado, que para tal día tomasen las armas, y a tal hora de noche; que ellos en el propio día y hora darían en Andrés Manso, y sus soldados, y desta suerte los matarían a todos. Al día, pues, o por mejor decir, a la hora de la noche señalada, los unos dan en el pueblo, los otros en Andrés Manso; matáronlos a todos sin dejar uno ni ninguno, y desde entonces se han quedado señores como agora lo son, y tan enemigos nuestros como antes, y del   —263→   nombre cristiano; sólo se escapó un mestizo llamado fulano de Almendras, a quien prendieron en el pueblo, y un cacique déstos chiriguanas le quitó que no le matasen, y puso en salvo, porque tenía con él amistad; cosa nunca entre chiriguanas guardada. Vínose a la ciudad de La Plata, donde a pocos años murió, estando yo presente, a quien entonces confesé y ayudó lo mejor que supe en aquel trance; escapose otra mestiza que debía estar amancebada con algún chiriguana, porque se quedó con ellos hasta hoy, como otra vez della diremos; y esto en suma de los chiriguanas y sus costumbres; prosigamos agora nuestro viaje.




ArribaAbajoCapítulo C

Del cerro de Potosí


Volviendo a nuestra provincia de Los Charcas, cansado de tractar de la gente más que bárbara chiriguana, es esta provincia ancha y larga, empero poco poblada y muy áspera, de malos caminos; los indios son más bien dispuestos que los del Collao, más fornidos, los rostros más llenos y en sus vestidos más bien tractados, hablando en común; son conocidísimos por el vestido, y muy ricos de plata y de ganados, aunque en ganados los hacen ventaja los del Collao, y oro no les falta, sino que no quieren descubrirlo; es fama en el distrito de Chayanta haberlo, no de río, sino veta, pero guárdanla para sí, y no hacen mal.

  —264→  

El Visorrey don Francisco de Toledo, desde Potosí envió con un yanacona que le prometió descubrir esta mina a un religioso nuestro; fue y halló una veta pobre, aunque trujo una piedra pasada toda con clavos de oro; túvose por cosa que no se podía seguir, y así se quedó. También es fama y común que entre Potosí y Porco, que son ocho leguas, hay minas de azogue, y no es difícil de creer; empero el que la sabe no la quiere descubrir, diciendo que si luego se la han de quitar, se esté por todos; la cual si se descubriese, Su Majestad aumentaría grandemente sus tributos, porque como el azogue necesariamente bajase, no sería necesario seguir veta, sino a tajo abierto labrar en el cerro, y como fuesen las costas menos y más los mineros, los quintos habían de subir; pero esto es ya salir de nuestro intento; dejémoslo a los Contadores.

De la ciudad de La Plata se ponen a Potosí 18 leguas, divididas en tres jornadas, en las cuales hay cinco ventas, y en la primera dos ríos; el primero llamado Cachimayo, que es decir río de la sal, por la sal que en algunas partes por donde corre se hace, porque no es necesario otra cosa quel agua echar en los lugares señalados, y dentro de pocos días se congela, y buena sal, con ser el agua no muy gruesa, pero no es salobre ni salada. El otro es río Grande, y solamente al verano se vadea y conviene saber tomar el vado, porque si no, no parará el que lo quisiere vadear hasta los chiriguanas. Tiene sus puentes de piedra que mandó hacer el famoso marqués de Cañete, de felice memoria, el viejo; la primera del Achimayo; por descuido   —265→   de las justicias, con una avenida se la llevó el río; hase hecho legua y media más abajo otra que se ha tardado en hacella más que se tardó en las dos, porque las dos en dos veranos se hicieron; ésta han pasado más de seis.

Es Potosí de forma de un pan de azúcar; sólo a la parte del Poniente se le desgaja una cordillera de un cerro que no creo tiene una legua de largo, y baja. Por la parte del pueblo tiene un cerrillo pegado a sí, a quien llaman Guaina Potosí, como si dijésemos el grande, el viejo Potosí, y a este otro el mozo. Este cerro es conocidísimo entre mil que hobiera; parece que la naturaleza se esmeró en criarle como cosa de donde tanta riqueza había de salir; es como el centro de todas las Indias, fin e paradero de los que a ellas venimos. Quien no ha visto a Potosí no ha visto las Indias. Es la riqueza del mundo, terror del Turco, freno de los enemigos de la fe y del nombre de los españoles, asombro de los herejes, silencio de las bárbaras naciones. Todos estos epítetos le convienen. Con la riqueza que ha salido de Potosí Italia, Francia, Flandes y Alemaña son ricas, y hasta el Turco tiene en su Tesoro barras de Potosí, y teme al señor deste cerro, en cuyos reinos corre aquella moneda; los enemigos del magno Filippo y de los brazos españoles y de su cristiandad, en trayendo a la memoria que es señor de Potosí, no se atreven a moverse de sus casas; los herejes quedan como despulsados, y cuando los potentados del mundo se quieren conjurar contra la Majestad católica, no aciertan a hablar. Es el más bien hecho cerro que se ha visto en todas las Indias, y si dijésemos   —266→   en el mundo, no creo sería exageración; del pie hasta la cumbre y corona dél hay una legua larga. Vese de más de veinte leguas, porque desde un pueblo llamado Aravati, tres leguas de la ciudad de La Plata, más adelante, se ve, y a la parte del Sur, por el camino de los chichas, de muchas leguas le conocemos. Por todas partes, Oriente y Poniente y Norte y Sur, es abundante de vetas de plata; las ricas que se labran y siguen son las que miran al Oriente; juego diremos sus nombres. Jamás por los indios, antes que los españoles entrasen en este reino y lo poseyesen, fue conocido tener plata, ni jamás indio lo labró, ni vivió en él; era despoblada la tierra a la redonda dél, y el mismo cerro, por ser frigidísimo con estar en veinte grados; ocho leguas dél se labraba el cerco llamado Porco, como diremos concluido con Potosí. Todo él de arriba abajo era una montaña espesa de unos árboles que llamamos quinuas, torcidos, sólo buenos para leña y carbón, en lo cual puede competir con la encina; para enmaderar nadie se aprovecha dél. Su descubrimiento fue desta suerte, y si no me engaño lo descubrieron unos yanaconas de fulano Zúñiga, hombre antiguo en este reino, y si no fue tesorero de la hacienda Real, a lo menos fue uno de los oficiales, a quien conocí en Potosí, y me dijo lo que referiré. Cuando los españoles entraron en este reino, conquistado el Collao y esta provincia de los Charcas, no la tenían por rica más que de miel, por lo cual muchos rehusaron los repartimientos y encomiendas en esta provincia, diciendo que no querían tributos de miel. Verdad es que se   —267→   labraba el cerro de Porco, de donde se sacaba plata para el Inga antes de la venida de los nuestros. Acobardábales el temple, en partes desabrido, y el cielo como le tenemos pintado, áspero, con tantas tormentas de truenos y rayos, y que Porco a pocas brazas daba en agua. Con todo eso quedaron algunos de los conquistadores antiguos, pero los más fueron de los que llamaban pobladores, venidos después de llana la tierra. Porco se labraba, y los vecinos de la ciudad de La Plata, que deste cerro dista 25 leguas, iban y venían a sus minas; también sus criados, así españoles como indios, que llamamos yanaconas. El camino era tan cursado como agora, en el cual encontraban ganado silvestre, llamado guanacos y vicuñas; son de la misma figura que el ganado doméstico, sino que la color es bermeja de los guanacos y el hocico que tira a negro. La vicuña es más cenceña, de la misma color; el hocico tira un poco a blanco, y el pecho y pescuezo por la parte de abajo blanco. Pues como todo el camino desde la ciudad de La Plata fuese despoblado hasta Porco, algunos indios y españoles llevaban galgos para si saliese algún guanaco, o vicuña, cazarlo. Sucedió así que yendo o viniendo algunos indios yanaconas deste fulano de Zúñiga y de otro compañero suyo, y pasando por las faldas de Potosí (va por aquí el camino), salió un guanaco; échanle los perros; el guanaco tira el cerro arriba, y los perros; siguen los indios a los perros y guanaco, el cual subiendo al cerro arriba hizo fuerza con los pies en una veta en la superficie de la tierra, y derrumbó un poco de metal. Los yanaconas que le seguían, como quien conocía   —268→   el metal, viéndolo dejan de seguir el guanaco; tomándolo o conociéndolo, en su lengua comienzan a decir: caimí mamacolqui, caimí mamacolqui; que quiere decir esta piedra es de plata, o madre de plata. Recogen más piedras, llévanlas a su amo, hacen el ensayo; acudió a muchos marcos por quintal, a más de cincuenta; a la voz vino Zúñiga, y vinieron los demás y registraron minas en el cerro.

Este fue el principio y origen del descubrimiento de Potosí, y es así verdad; desde entonces dejaron de seguir las minas de Porco con aquella frecuencia que antes. La principal veta que se descubrió se llamó y llama la veta Rica; luego la del Estaño, porque la plata es sobre estaño, y la de Mendieta, y éstas son las que agora principalmente se labran, de las cuales ha salido tanta cantidad de plata que asombra al mundo. Si estas vetas desde fuera las miran, parecen como sangraderas, o quebradas muy angostas, que vienen de arriba abajo. Agora no hay más memoria de leña en él que en la palma de la mano. Al principio los metales eran muy ricos, porque las vetas lo eran, y acudían cuarenta marcos y más por quintal; agora, como están muy bajas, son mucho más pobres. El quintal que acude a tres pesos ensayados, que es a tres cuartos de marco, es muy rico, que son seis onzas; son todas las minas de plata que en este reino se descubren de cabeza, que es decir la riqueza tiénenla en la superficie; como las tierras que se labran la fertilidad es la superficie, y a esta causa los árboles no echan las raíces sino a la haz de la tierra, y por esto, conformándose las minas con los árboles, mientras más fondas se labran, más pobres.



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ArribaAbajoCapítulo CI

Del cerro de Potosí


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A la fama de tanta plata, luego se comenzó a despoblar, aunque no del todo, el asiento de Porco y se pasó a Potosí, y poblaron los españoles desta otra parte de un arroyo que pasa al pie del Guayna Potosí; los indios, de la otra parte del arroyo, al pie del cerro; mas como se fue multiplicando la gente, también a la parte de los españoles se poblaron no pocos indios, y entre ellos los Carangas a las espaldas de los nuestros. El asiento, así del pueblo de los españoles como de los indios, no es llano, sino en una media ladera, como se requiere en tierra que llueve; el un asiento y el otro lleno de manantiales de agua que Dios nuestro Señor proveyó allí para el beneficio que agora se hace de los metales; si no, ya se hobiera despoblado la mayor parte por falta della, y los manantiales y fuentes, unos están sobre la faz de la tierra, otros a un estado y a menos: el que a dos es muy fondo. El agua en unas partes es mejor que otra, poca para que se pueda beber; guísase con ella de comer y lávase la ropa; no se halla casi cuadra que no tenga muchos manantiales, ni casas sin pozos, y en las calles en muchas dellas revienta el agua.   —270→   Cuando los metales acudían a mucho más que agora, no los fundían los españoles, sino los indios se los compraban y beneficiaban, y acudían con el precio al criado del señor de la mina. Desta manera el señor de la mina tenía su mayordomo que della tenía cuidado, de hacer los indios o yanaconas barreteros labrasen, y sacasen el metal a la boca de la mina, adonde cada sábado llegaba el indio fundidor, mirábalo, concertábase por tantos marcos y a otro sábado infaliblemente la traía la plata concertada; estos indios llevaban el metal a sus casas, y lo beneficiaban, y fundían, no con fuelles, porque el metal deste cerro no las sufre; la causa no se sabe; el metal cernido y lavado echábanlo a boca de noche en unas hornazas que llaman guairas, agujereadas, del tamaño de una vara, redondas, y con el aire que entonces es más vehemente, fundían su metal; de cuando en cuando lo limpiaban y añadían carbón, como vían era necesario, y el indio fundidor para guarecerse del aire estábase al reparo de una paredilla sobre que asentaba su guaira, sufriendo el frío harto recio; derretido el metal y limpio de la escoria, sacaba su tejo de plata y veníase a su casa muy contenido. Había a la sazón en el cerro que dijimos se desmiembra de Potosí, y a la redonda del pueblo, más de 4000 guairas, que por la mayor parte cada noche ardían, y verlas de fuera y aun dentro del pueblo no parecía sino que el pueblo se abrasaba. La que menos destas fundía salía con un marco de plata, que es riqueza nunca oída. Los indios fundidores ganaban plata, y los señores de las minas no perdían.

El viento con que más cotidianamente fundían   —271→   era con el Sur, que dijimos llamarse Tomahaví. Proveyó Dios en aquel tiempo deste viento, que casi no faltaba en todo el año, y cuando descansaba algunos días, luego se hacían procesiones por viento, como por falta de aguas cuando se detienen. Cesaron totalmente las guairas desde que se comenzó el beneficio del azogue, que fue en el segundo año del gobierno de don Francisco de Toledo.




ArribaAbajoCapítulo CII

Las vueltas que ha dado Potosí


Agora treinta años ya casi Potosí estaba para totalmente perder todo su crédito, si nuestro Señor no proveyera de que se acertase a sacar plata con azogue. Es así, que si en esta sazón llegara un hombre con 200000 pesos, comprara todas las minas del cerro; las costas muchas, los metales pobres, las minas muy hondas, no parecía se podía sustentar. Empero luego el año adelante se descubre el beneficio del azogue, y torna a revivir de tal manera, que en estos treinta años es casi innumerable la plata que dél ha salido, y pasó así: que muchos años antes, más de diez, llegaron allí unos extranjeros con azogue, desesperados de salir con su intento, y en este tiempo el que   —272→   las tenía, como por cosa deshechada, las tornó a moler y fundir, y sacó plata de donde los otros no atinaron a sacar un grano, que parece prodigio. Después de hallado este beneficio, y usado muchos años, como los metales fuesen bajando en ley, ya los señores de las minas no se podían sustentar; el ingenio del hombre dando y tomando, vino un beneficiador a mezclar escoria de los herreros molida con el metal; fundiolo, saliole bien, donde infirió: si la escoria es provechosa, mejor lo será el hierro; da en deshacer el hierro, y con el agua del hierro deshecho incorporó el metal: saliole con más ley y sacó más plata. Pues para deshacer este hierro ¿qué remedio? Eran necesarias muelas de piedra como de barbero, más anchas que altas y de grano más grueso; provee Dios junto a los mismos ingenios tanta piedra désta, que algunos ingenios no a media legua, otros a una, y el que más lejos no la tiene a dos leguas; estas piedras andan con el movimiento del ingenio grande, en el cual debajo de la piedra ponen una artesa bien estanque, con agua, de donde la muela coja agua dando vuelta, y encima de la piedra se pone la plancha del hierro, la cual se va gastando como se gasta el cuchillo en la muela del barbero; de cuando en cuando se requiere verla para que siempre esté encima de la muela; con cada cajón de cincuenta quintales de metal molido y encorporado con azogue se mesclan diez libras de agua, y si a estos cincuenta quintales echan menos, no sacan nada, si más, pierden el agua más que echan, porque se saca más plata que si echasen las diez libras. Lo necesario a cincuenta quintales es diez libras de agua. En todos los ingenios tienen sus vasos de   —273→   madera, en que al justo caben diez libras de agua; con estos las sacan de la artesa donde cae la agua en que se deshace el hierro. Este beneficio es el frecuentado y cierto; algunos han procurado descubrir otros, mas sáleles al revés, y si no al revés, no hay quien los siga. En todo este tiempo me hallé en la ciudad de La Plata, que es casi como vivir en Potosí, porque lo malo o bueno que sucede en aquella villa, luego se publica en La Plata, por la frecuencia de los que van y vienen.




ArribaAbajoCapítulo CIII

De la abundancia de que goza Potosí


Goza Potosí (a lo menos gozaba) de las mejores mercaderías, paños, sedas, lienzos, vinos y de las demás, de todo lo descubierto de las Indias, porque como en España se cargase lo mejor para la ciudad de Los Reyes, de allí la flor se llevaba a Potosí.

Agora no es así, porque como sea tierra de acarreto, y las mercaderías, que sean buenas que sean malas, se hayan de gastar, no se tiene tanta cuenta como los años pasados. Es pueblo muy abundante de mantenimientos, porque de Cochabamba, que dista dél cincuenta leguas, le llevan el trigo, harinas, tocinos, manteca, y de la ciudad de La Plata, todas las fructas nuestras y mucho trigo e maíz, y de la costa de más de cien leguas el pescado casi salpreso, porque agora cuatro años se obligaron tres o cuatro de dar pescado salpreso en Potosí,   —274→   con condición que otro que ellos no lo pudiese meter, señalándoles la villa el precio, y salieron con ello; tenían en paradas caballos con que lo llevaban; si agora lo hacen, no lo sé. Finalmente, todos los pueblos que se han poblado y se pueblan de españoles en aquella provincia de los Charcas, podemos decir que Potosí los puebla, porque con la confianza de llevarle lo que tienen de labranza y crianza, anima a los españoles a meterse en las montañas de los chiriguanas, y fundar pueblos en valles calorosísimos, llenos de las plagas referidas, y todo lo allana Potosí.

El pueblo tiene sus plazas donde se venden las cosas necesarias, en cada plaza la suya; la plaza del maíz en grano, la de la harina, la de la leña, la del carbón, la del alcacer y la del metal, y plaza donde se vende el estiércol de los carneros de la tierra, el cual me certificaron se compraba y se vendía cada año en cantidad de 10000 pesos y más. Pues ¿qué diremos de la de la coca? La plaza principal es muy bien proveída, donde casi todo el año se hallan uvas, las demás fructas, camuesas, manzanas, membrillos, duraznos, melones, naranjas y limas, granadas a su tiempo en cantidad, y hase introducido que no pierde el más estirado nada de su opinión en entrar donde estas cosas se venden, que es una calle larga en la misma plaza junto a la iglesia mayor, hecha por los indios que traen estas cosas, y escoger el propio lo que más gusto le da y enviarlo a su casa; no se repara en la plata. Pues en el mismo cerro hay sus plazas con todas estas cosas, y vino y pan, hasta en la misma coronilla del cerro, que llevan los indios donde lo venden así a indios como a españoles.



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ArribaAbajoCapítulo CIV

De las perroquias de Potosí


Si no me engaño, deben ser las perroquias de Potosí de ocho a diez, las cuales dividió don Francisco de Toledo, siendo Virrey, cada una con 500 indios tributarios para servicio del pueblo, mejor diré del cerro, que todos con hijos e mujeres llegan a 30000 indios, y ninguno hay, si quiere trabajar, que no gane plata; hasta los niños de seis a siete años, a mascar maíz para hacer levadura para chicha, la ganan; multiplícanse aquí los niños de los indios que es admiración; de los españoles, cual o cual nace, y esos contrechos y luego se mueren. Vanse las españolas a un valle caliente, doce leguas de Potosí, a donde se quedan con sus hijos tres y cuatro meses, hasta que ya el niño tiene un poco de fuerza, aunque como el temple se ha moderado un poco, ya comienzan a nacer y a criar, mas son raros.

La iglesia mayor es buena, de adobe y teja, y de una nave, rica de ornamentos y de servicio de plata para el altar, y de aquella suerte son las demás iglesias de los monasterios de todas Órdenes, ricos de ornamento y plata para el culto divino; susténtanse en cada convento dominicos e franciscos, augustinos, teatinos, de ocho a diez religiosos, unas veces más, otras menos, porque es temple desesperado, a lo menos, desde mayo hasta   —276→   agosto, y no todos pueden vivir en él, sino los que son recios de complexión o temperamento; en el de la Merced es donde siempre hay menos.

Tiene buenas carnes y buen agua si la traen de una fuente que llaman de Castilla.

Es pueblo de mucha contractación, y una de las mayores es la coca, que del Cuzco le viene cada año al pie de 60000 cestos, y si hay logreros en el mundo, creo son los coqueros, porque según el tiempo a que fían, así acrecientan el precio, y puesto que se les predique, es cantar a los sordos.

Las Órdenes habían de tener aquí uno o dos de los más doctos dellas, por las muchas e malas contractaciones que se hacen. En esto han ganado mucha tierra con todas ellas los padres de la Compañía, que han tenido y tienen varones doctos que alumbren a los contractantes. Aquí se hacía una contractación que llamaban de los aseguros de los metales, aprobada por el Audiencia y por dos teólogos, uno augustino, otro teatino de la Compañía, tres coronistas y juristas, que era usura clara, sino que no se había entendido bien; fue Nuestro Señor servido que yendo yo a Chile, con su favor, contra todo el torrente del pueblo y letrados, se declaró la verdad della; costome mucho trabajo; animome mucho a tomarlo el Reverendísimo del Paraguay, que a la sazón allí estaba, fray Alonso Guerra, de nuestra Orden, que la tenía por mala; finalmente, de ocho años a esta parte no se ha tractado más della, como si no se hobiere hecho; a Nuestro Señor las gracias, de quien todo bien procede. Los religiosos de mi Orden no la aprobaron, ni los de San Francisco; uno de los juristas que la aprobó,   —277→   convencido, dijo que ¡ojalá y cuando la firmé tuviera manca o quemada la mano!

Perdíanse los hombres a remate; conocí quien en ella había perdido más de 100000 pesos; otros a 80000, otros a menos, conforme a las veces que la hacían, lo cual por ser largo de referir, y ser más de escuelas que de relaciones breves, no se tractará más dello. Solamente esto se ha dicho para comprobar que es necesario tener los provinciales en este pueblo hombres doctos, por las muchas contractaciones usurarias que en él se tractan y se inventan, con muy poco temor de Nuestro Señor y menos de sus conciencias, por las cuales debemos, conforme a nuestro estado, mirar y alumbrarlas.




ArribaAbajoCapítulo CV

De las cofradías


Las cofradías de Potosí son muchas y muy bien servidas, con mucha cera, y casi todas tienen sus veinticuatros, los cuales en las fiestas señaladas que cada una tiene se han de hallar, en vísperas y misa mayor, con un cirio que les da la cofradía, y aquel día confiesan y comulgan. La del Sanctísimo Sacramento es una de las bien servidas de cera del mundo, y la del Rosario y Juramentos, en nuestra casa, así lo son las demás, porque son ricas, y aunque la cera cuotidianamente vale a 150 pesos el quintal, y dende arriba, no se disminuye el servicio della.

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Es pueblo donde se hacen muchas y grandes limosnas; yo me hallé una Cuaresma en él y me certificaron algunos mayordomos que, tractando entre sí lo que se habría juntado de limosna para ellas, pasaban de cinco mil pesos en la Semana Sancta. La procesión de la Soledad, fundada en nuestra Señora de la Merced, se celebra con tanta solemnidad que no llega la celebración de Los Reyes a ella, con ser solemnísima, pues la cera que sale en la procesión el día del Sanctísimo Sacramento parece increíble; los indios en sus cofradías van imitando a los españoles: tienen sus veinticuatros y gastan mucha cera.

Cuando algún veinticuatro muere, los demás le han de acompañar de todas cuantas cofradías fuere veinticuatro; acaesce ser de tres o cuatro, y todos le acompañan con sus hachas o cirios; suelen ser más de ciento, que es cosa de ver, porque aunque se llaman veinticuatros, el número no es sólo de veinticuatro, sino de cincuenta y más; finalmente, Potosí, podremos decir es España, Italia, Francia, Flandes, Venecia, México, China, porque de todas estas partes le viene lo mejor de sus mercaderías. De las naciones extranjeras hay muchos hombres, que si no los hobiera no perdiera nada el reino, y quien no ha visto a Potosí no ha visto las Indias, por más que haya visto, como habemos dicho.



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ArribaAbajoCapítulo CVI

De la destemplanza de Potosí


Con tener todo esto bueno, no deja de tener un alguacil y contrario, como las demás ciudades y provincias, porque al tiempo de las aguas, y en particular a la entrada y salida del ivierno, son muchas las tempestades de truenos, rayos, pedriscos y nieves, desde Diciembre hasta Abril, y en el verano el viento que decimos llamarse tomahavi, por venir de un cerro alto así llamado, suele venir con tanta furia, que en aquellos días que corre no hay sino cerrar puertas y ventanas y no salir a la plaza.

Este viento levanta (lo que no hacen los demás) cuantas plumas, lana, cabellos, pajas y otras cosas livianas que hay por las plazas y calles, y cubre el pueblo de una niebla que parece se puede palpar, y aquellos días está frío, que no se puede vivir sino tras los tizones. Oí decir allí a una señora discreta, que cuando corrían, estos tomahaviis, y salía de su casa a oír misa en los días forzosos, a la vuelta traía un fieltro dentro en el pecho, por el polvo, lana y cabellos que le hacía tragar Tomahavi, mal que le pesase; con todo esto, la cobdicia de la plata y diligencia para adquirirla y sacarle hace en estos días trabajar y pasear las calles a los hombres.



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ArribaAbajoCapítulo CVII

De la provincia de los chichas y lipes


Desde este pueblo de Potosí, declinando un poco al Oriente, se entra en la provincia de los chichas, a dos jornadas andadas, los cuales son indios bien dispuestos, belicosos; su tierra, rica de oro y plata, sino que no la quieren descubrir. Llega esta provincia hasta el último pueblo dellos, y de la juridición del reino del Perú, llamado Talina, cincuenta leguas buenas de Potosí, el camino no malo, y los valles donde están los indios poblados, de moderado temple, con abundancia de mantenimientos y ganados, así de la tierra como de los nuestros; a cuya mano derecha queda la provincia de los lipes, no de muchos indios, muy fría y destemplada, donde no se da maíz; en lo demás de poca fama, si no es por las piedras medicinales que della se traen, que yo he visto y en todo el reino se usan: la una de color azul, con la cual se curan cualesquier llagas viejas con no poca mordacidad, con la cual las castra y en breve sanan; las otras son para la ijada aprobadas, unas de color de aceite y otras (estas son las mejores) de color de carne de membrillo; digo ser aprobadas porque yo comenzaba a ser enfermo della, y de cuatro años a esta parte, gracias a Nuestro Señor, que traigo dos conmigo cosidas en un jubón, una un lado y otra a otro de la ijada, la una de la una color   —281→   y la otra de la otra, no he sentido cosa de pesadumbre; la de color de carne de membrillo dicen los lapidarios ser contra ijada, riñones y para estancar flujo de sangre. No dejan fraguar piedra; deshácenla, y deshecha se lanza por la orina; experiencia cierta.




ArribaAbajoCapítulo CVIII

Del valle Tarija


Quince leguas a la mano izquierda de Talina, declinando más al Oriente, entramos en el gran valle de Tarija (no le he visto, pero lo que dél dijere selo de hombres fidedignos que han vivido en él), ancho y espacioso, abundante de todas comidas nuestras y de la tierra, y de ganados de los nuestros, donde se dan viñas y buen vino con las demás fructas españolas; los años pasados, deben ser más de 45, fue poblado de estancias de ganados nuestros; la más principal era del capitán Juan Ortiz de Zárate, que después fue Adelantado, del Río de la Plata, de quien habemos de tractar en breve, donde tenía copia de ganado vacuno.

Los indios chiriguanas, creo en las guerras civiles contra el tirano Francisco Hernández, viendo la poca gente de los nuestros, y sin armas, dieron en ellos, mataron algunos, otros huyeron y se salvaron, de los cuales conocí dos o tres; los chiriguanas se apoderaron del valle, a lo menos quedaron libres de los nuestros que en aquella frontera   —282→   vivían; dejose allí el ganado vacuno, que en grande abundancia se multiplicó, vuelto silvestre y bravo, y como acá llamamos cimarrón. Visitando este reino el Visorrey don Francisco de Toledo, y llegando a la ciudad de La Plata, sabida la calidad del valle, y la importancia de ser poblado, para el freno por aquella parte de los chiriguanas, que por allí hacían no poco daño a los chichas, y aún les pagaban tributo, nombró por corregidor para edificar allí un pueblo de españoles al capitán Luis de Fuentes, con el cual fue alguna gente con sus armas y caballos, y un religioso nuestro, llamado fray Francisco Sedeño, predicador y fraile esencial, por cura y vicario de los españoles, con licencia del padre fray García de Toledo, que a la sazón era provincial, y comisión de la sede vacante, porque clérigo ninguno quiso ir; llevaba también orden de nuestro provincial para edificar convento, lo cual hizo; llegaron sin dificultad, aunque entonces era un poco peligroso el camino, pero tuviéronla en la población, por tener a los chiriguanas muy cerca que los molestaban, mas fueron poca parte; hicieron sus casas fuertes en el lugar más cómodo que hallaron, y en menos de treinta años ha crecido tanto, que hay en él hombres cuyas haciendas valen más de 30000 pesos, y si tuviera indios de servicio, hobiera crecido más.

Fueles de mucha ayuda el ganado, porque como desamparado y sin dueño lo mataban y se sustentaban dél, y agora no hay poco, pero más arredrado, huyendo de las mechas de los arcabuces, que de muy lejos las huelen. Primero se mandó por pregones que los señores de aquel ganado lo sacasen   —283→   dentro de tanto tiempo, so pena darlo por desamparado; mas como no hobiese, o no pareciese dueño, y aunque pareciera y trujera el ejército del Turco no lo pudiera sacar, declarose o diose por cimarrón desamparado; agora no hay vecino que no tenga, cual más, cual menos, manso y corralero, no de aquello, sino de otro manso que han llevado, y no les falta ovejuno y porcuno; de Potosí vienen a comprarles lo que tienen, y si no, ellos lo llevan; en el valle menor fundaron otro pueblo, de buenas aguas y sábalos con otros géneros de peces; es abundante de víboras y sabandijas ponzoñosas, como los demás valles de los Charcas, empero ellas huirán de los españoles o se acabarán. Cae en tierras de la provincia de los chichas. El Inga, cuando era señor desta tierra, tenía aquí guarnición de gente de guerra contra estos Chiriguanas, los cuales, entrando los nuestros en este reino, la dejaron y se volvieron a sus tierras.

Hállanse en este valle a la ribera y barrancas del río sepulturas de gigantes, muchos huesos, cabezas y muelas, que si no se ve, no se puede creer cuán grandes eran; cómo se acabasen ignórase, porque como estos indios no tengan escripturas, la memoria de cosas raras y notables fácilmente se pierde.

Certificome este religioso nuestro haber visto una cabeza en el cóncavo de la cual cabía una espada mayor de la marca, desde la guarnición a la punta, que por lo menos era mayor que una adarga; y no es dificultoso de creer, porque siendo yo estudiante de Teología en nuestro convento de Los Reyes, el gobernador Castro envió al padre prior fray Antonio de Ervias, que nos la leía, y después fue obispo   —284→   de Cartagena, en el reino de Tierra Firme, que actualmente estaba leyendo, una muela de un gigante que le habían enviado desde la ciudad de Córdoba del reino de Tucumán, de la cual diremos en su lugar, y un artejo de un dedo, el de en medio de los tres que en cada dedo tenemos, y acabada la lectión nos pusimos a ver qué tan grande sería la cabeza donde había de haber tantas muelas, tantos colmillos y dientes, y la quijada cuán grande, y la figuramos como una grande adarga, y a proporción con el artejo figuramos la mano, y parecía cosa increíble, con ser demostración; oí decir más a este nuestro religioso, que las muelas y dientes estaban de tal manera duros, que se sacaba dellas lumbre como de pedernal.




ArribaAbajoCapítulo CIX

De otros pueblos en frontera y la tierra adentro de los chiriguanas


Dos jornadas no largas deste valle de Tarija, sobre mano izquierda, hay un valle que llaman San Lucas, donde un hombre poderoso, llamado Jerónimo Alanis, manco de la mano derecha, tenía una gran hacienda de vacas y cría de mulas, con gente bastante, yanaconas y un mestizo y mulato, y casa fuerte para el beneficio della; pero como era muy cerca de las montañas chiriguanas, porque no le hiciesen daño pagábanles tributos, cuchillos, tijeras, algunas hachas para cortar árboles y alguna   —285→   chaquira. El señor de la hacienda de cuando en cuando iba a verla; sucedió (y no había tres años que Tarija se había poblado) que yendo a verla, de allí despachó un indio a nuestro religioso, con quien tenía amistad, haciéndole saber estaba allí, rogándole viniese a confesarle la gente; era después de Pascua de Resurrectión; recibida la carta, concertose con el capitán Luis de Fuentes y otros tres soldados ir con sus armas, arcabuces y recado; quiso nuestro Señor que el día que habían de llegar vinieron más de cien chiriguanas a pedir su tributo a nuestro Alanis, y con tanta soberbia entraron, que sin duda venían determinados de hacerle mucho mal, matarle y a toda su gente; el capitán, religioso y los demás, ni vieron a los chiriguanas ni dellos fueron vistos, por causa de una niebla muy obscura que aquel día cubría la tierra; entran en casa de Alanis, hallan allí parte desta bárbara nación (los demás no habían llegado), que ya comenzaban a querer disparar sus flechas en el Alanis, que sólo tenía una cota puesta y una espada en la mano izquierda, porque la derecha la tenía cortada. Los nuestros que llegan, si no fue el religioso, comienzan a desenvolverse contra los chiriguanas; en su ayuda acuden el mestizo y mulato con sus arcabuces; despacharon a los que hallaron dentro, y luego en sus caballos salen a los que venían; mataron más de sesenta gandulazos, los demás se escaparon y algunos heridos e mal. Entre estos indios venían algunos chaneses, de los cuales dijimos que se aprovechan estos como gente en la guerra, e ya los nuestros descansando, y habida esta victoria, entra por las   —286→   puertas un indio muy mal herido de un arcabuzazo, y aun lanzada, diciendo era Chanés, y pidiendo, o diciendo: ¡cristiano, cristiano! que era decir lo quería ser y le baptizasen; baptizole nuestro religioso, y luego se murió. Esto me escribió nuestro religioso a la ciudad de La Plata, donde yo vivía a la sazón. Pues para refrenar a estos enemigos comunes del género humano, aquí se ha poblado otro pueblo de españoles, al cual agora cuatro años, llegando yo a la ciudad de La Plata, volvían más de cincuenta hombres que con un capitán habían salido a descercar el pueblo, porque los chiriguanas, le tenían cercado, y el capitán había enviado a pedir favor; sabido por los chiriguanas, alzaron el cerco y no los osaron a esperar. Otros dos pueblos, a lo menos uno, he oído decir se ha poblado por los nuestros en el gran río de Pilaya, ya en la tierra Chiriguana, a donde llegó y pasó el Visorrey don Francisco de Toledo, y entonces (como diremos) le llamaron el río Incógnito. Estos indios andan agora más soberbios que antes, porque los bandea un perro mestizo nacido en el Río de la Plata; yo le conocí, gran oficial herrero, llamado fulano Capillas, ladino como el demonio, y blanco, que no parece mestizo, casado y con hijos en la ciudad de La Plata; no sé por qué ocasión se fue o le envió el Audiencia, y esto fue lo más cierto, a tractar con ellos no sé qué medios de paz, y él decía no le enviasen, porque no le habían de dejar salir los indios; fue y quedose con ellos; este maldicto les hace unos cascquillos de acero para las flechas, tan bien templados que no tienen resistencia; antes usaban de cañas como las nuestras, el ñudo tostado,   —287→   por puncta, lo demás servía de cuchilla; con las cuales tan bien pasaban una cota como un nabo. Contra estas armas chiriguanas usan los nuestros cotas y encima escaupiles sueltos en banda, porque en el algodón se entrape la flecha. Vive este mestizo entre los chiriguanas con ellos, con las mujeres que quiere; anda casi desnudo, y por no ser conocido cuando sale a hacer daño en los nuestros, se embija como indio; dicen ha inviado a decir a la Audiencia que de buena gana dejaría aquella vida, porque es cristiano, si le perdonasen; pero que teme, si se reduce, le han de castigar por los daños, que ha hecho: pero como desta gente alguna sabe a la pega, en ella se queda.




ArribaAbajoCapítulo CX

Del cerro llamado Porco


Volviendo a nuestro Potosí, porque siendo el centro de las Indias habemos de tractar o traerle a la memoria muchas veces, como del centro salen muchas líneas a la circunferencia, así de Potosí hay y salen muchos caminos y entran en él de diferentes partes; digo, pues, que volviendo al de aquí, salimos para el puerto de Arica, cien leguas tiradas; a las siete o ocho llegamos al cerro de Porco, de quien habemos tractado un poco, al pie del cual tienen su asiento los pocos españoles que allí viven, y pobres respecto de los de Potosí; no he llegado a este asiento, pero he pasado media legua   —288→   dél, y quien vive en Potosí puede decir vive en Porco, así por la poca distancia de camino, como porque todo lo que pasa en Porco se sabe luego en Potosí, y al contrario. Es cerro más alto quel de Potosí, metido entre otros cerros y no tan bien hecho. Es más destemplado, y más rico si no diera en agua, y el metal más fino; he visto alguno que certificaron a don Francisco de Toledo, Visorrey destos reino, acudía a ochenta marcos por quintal; este metal es poco, y luego se descubre agua, y tanta que es imposible desaguarla. En la misma cumbre del cerro certifican haber fuentes de agua, lo cual en Potosí no se ha hallado. Tiene otra cosa, que no son vetas seguidas de donde se saca la plata, sino pozos, y como se dé en uno, hace a su amo presto rico. Síguese algunas veces la labor con esperanzas al parecer certísimas, mas al mejor tiempo atraviésase un peñisco, o una fuente de agua, y veis aquí las esperanzas perdidas. Si estos dos contrarios no tuviera, o la del agua, que es la mayor, mucho más rica era que Potosí, y el metal más suave de quebrar, y una de las excelencias que puso Dios nuestro señor en Potosí es no haber dado en agua. Toda la puso al pie del cerro de una parte y otra del arroyo que divide a los indios de los españoles.




ArribaAbajoCapítulo CXI

Del camino de Porco a Arica


Media legua de Porco, sobre mano derecha, pasa el camino Real de Potosí a Arica, que son cien leguas   —289→   tiradas (como dijimos) llanas, muy frías y de algunos arenales no muy pesados para caballos, empero para carneros de la tierra, cuando van cargados, son lo mucho, y para las recuas de mulas, por lo cual las recuas de carneros que llevan el azogue a Potosí desde Arica, y las mercaderías, los que llamamos balumen, vino, hierro, jabón, etc., a las nueve del día han de tener su jornada hecha, que es de tres leguas, comenzando a caminar a las tres, antes que amanesca, y aun antes, porque en toda la Sierra, con ser en partes inhabitable por el mucho frío, y lo más deste camino lo es, desde las nueve del día hasta las cuatro de la tarde son los calores del sol muy crecidos, tanto y más abrasan que en los Llanos y valles calientes; es muy trabajoso este camino por la destemplanza del frío, y no haber en tres o cuatro jornadas tambos donde albergarse, sino unos paredones mal puestos; e ya que comenzamos a abajar para Arica lo es mucho, porque veinte leguas que hay desde donde se comienza a bajar por una quebrada abajo, llamada de Contreras, en quince leguas no hay gota de agua; aquí es donde los carneros de la tierra, de carga, corren riesgo y se quedan muchos muertos, y en echándose el carnero en esta quebrada, no hay sino descargarle y dejarle; allí se muere de hambre y sed; si comieran arena, y no bebieran en ocho días, muy gordos salieran; ver en toda esta quebrada tanta osamenta de carneros es lástima, por lo que pierden los señores de los carneros (y este es el mejor camino) por lo cual llevan para las cargas la mitad más de los necesarios; subidos a la sierra, no tienen ese riesgo, porque ni pastos   —290→   ni agua les falta, y en llegando el carnero a la jornada suya, no le harán pasar adelante cuantos aran y cavan. Las recuas de mulas en mediodía y una noche concluyen con estas quince leguas. El subir a la Sierra a los unos y a los otros es más dificultoso, y por Potosí lo allana. A tres o cuatro jornadas de Potosí se toma el camino para las minas que llaman de las Salinas, que ha pocos años se descubrieron; mas como no hacen ruido, no hay que tractar dellas.




ArribaAbajoCapítulo CXII

De la calidad y costumbres de los indios destos reinos


Habiendo tractado con la brevedad que prometimos de las ciudades, caminos y otras cosas particulares tocantes a los españoles, ya es tiempo tractemos de las condiciones destos indios. Lo primero que tienen, y es el fundamento de las malas o buenas costumbres morales, es un ánimo el más vil y bajo que se ha visto ni hallado en nación alguna; parece realmente son de su naturaleza para servir; a los negros esclavos reconocen superioridad; llámanlos señores, con saber son comprados y vendidos, y lo que les mandan obedecen muy mejor que lo mandado por nosotros. Es gente cobarde, si la hay en el mundo, de donde les viene lo que a todos los cobardes, son cruelísimos cuando ven la suya o son vencedores. No quieren ser tractados   —291→   sino con rigor y aspereza, porque en tractando bien a un indio, aunque se haya criado en casa desde niño como hijo, dicen que de puro miedo lo hacemos, y por eso no nos atrevemos a castigarlos.

En tractándolos mal sirven con gran diligencia. Cuando tienen necesidad de nosotros, en cualquiera que se vean, o de enfermedad, o de hambre, o de otras semejantes, con grandes humildades y subjectiones piden nuestro favor; pero si estamos en ella y con palabras mansas y amorosas les pedimos nos socorran, hacen burla de nosotros mofando y escarneciendo, y aunque sea su amo, que le haya criado, si se ve en peligro de muerte, en río, caída de caballo, o en otro peligro de muerte, se pone a mirarlo sin socorrerlo, pudiendo, y se ríe de buena gana; la gente más ingrata que hay en lo descubierto, al bien que se le ha hecho o hace; por lo cual sólo por amor de Dios les hacemos bien, que dellos esperar gratitud es en vano. La nación más sin honra que se ha visto; no la conoce ni sabe qué cosa es, pues es más mentirosa que se puede imaginar; de donde les viene no temer levantar falsos testimonios, que los levantan gravísimos, y como no se les castiga por ellos, quédanse en su mala costumbre; que unos indios a otros los levanten, no es tanto el daño, ni pierden honra (como dicen), ni casamiento; mas levántanlos a los religiosos, a clérigos, a españoles, tan sin asco, como si en ellos no fuese nada, y cuando se averigua la falsedad, los que los habían de castigar dicen son indios, y mientras no se averigua padece el pobre fraile o clérigo. Pero lo que más me admira es que todos cuantos vivimos en estas partes, conociendo la facilidad   —292→   déstos en mentir y levantar falsos testimonios dígannos mal déste o de aquél, le creemos; esta falta es nuestra, y en los gobernadores nuestros la hay, porque confesando que es así, cuando vamos a volver delante dellos por la fama y honra del clérigo o religioso, dice el Virrey: conozco su facilidad en mentir; pero ya que dicen tantas cosas, en algo deben38 decir verdad; algo hay; háseme respondido así a mí propio por un Virrey destos reinos, haciéndole demostración de muchos y graves testimonios falsos que a un religioso nuestro habían levantado. Jurar falso no lo tienen en más de cuanto se les da una taza de vino, o un mate de chicha, y cuando los reprehendemos, ¿cómo juraste en falso? la excusa es, y responden: díjome un amigo, o mi vecino, o mi curaca (que es lo más común) que lo hiciese, sin más sentimiento; pues volver la fama, ni desdecirse, no se hable en eso.

Para mentir y en un instante forjar la mentira, los más fáciles son que hay hombres en el mando, grandes y pequeños, mayores y menores; es cosa admirable cuán en el pico de la lengua tienen las mentiras. No parece sino que muchos días han estudiado y imaginado: esto me han de preguntar y esta mentira tengo de responder, y tan sin vergüenza, como si dijesen mucha verdad; ellos no han de tractar verdad, y nosotros no les habemos de mentir, y ojalá en algunos acá nacidos de los nuestros no se hallase este vicio. No es afrenta entre ellos decirle mientes, ni ellos decir a otro lo   —293→   mismo. Alábanse mucho que mintieron al padre que los doctrina, o engañaron, y lo propio es que mintieron al español con quien tractan, y hacen gran plato désto, y como no tienen color en el rostro, por lo cual, demudándose, conoscamos si mienten o engañan, mienten tan disimuladamente, que parece es todo verdad lo que afirman, y con unos ademanes o afectos que nos hacen creerlo; también se alaban si dejaron algún español (habiéndole pagado su trabajo) en medio de un despoblado o enmedio de la nieve, sin camino; hay muchas partes donde no se puede caminar sin guía, y en estos caminos dejan al pobre caminante a la luna de Paita; borrachos, es nunca acabar tractar desto.

Si han de comenzar viaje, aunque sea de pocas leguas, primero se han de emborrachar; si vuelven, lo primero es emborracharse; dicen que se emborrachan porque si se muriesen en el camino, o donde van, ya se morirán habiéndose emborrachado, y cuando vuelven se emborrachan porque no se murieron y volvieron con salud a sus tierras, o casas; así me lo han dicho; borrachos, tractan muy mal a sus mujeres, y son deshonestos con sus hermanas y aun madres, y cuando están borrachos entonces hablan nuestra legua, y se preguntan, ¿cuándo los cristianos nos habemos de volver a nuestra patria? y ¿por qué no nos echan de la tierra? pues son más que nosotros, y ¿cuándo se ha de acabar el Ave María? que es decir cuándo no les habemos de compeler a venir a la doctrina. Porque en la semana dos días juntamos al pueblo para enseñársela y predicarles, a lo cual vienen por fuerza los más; finalmente, su Dios es su vientre y la chicha, y no hay más mundo.

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No tienen veneración alguna a sus padres, ni madres, agüelos, ni agüelas; finalmente, les dan de palos y bofetones; yo he castigado a alguno por esto, delante de todo el pueblo, y les he hecho les besen los pies. Pues ayudarlos en sus necesidades, ni por imaginación; si son dos hermanos, y el uno es casado y el otro no, muriendo el casado, el otro se revuelve con la mujer de su hermano luego; he visto muchos destos castigados por la justicia, pero no sé si con el rigor debido. Este vicio más se halla en los curacas y indios principales que en el común. Ojalá y el día de hoy no tengan sus idolatrías, como antes, y porque no han justiciado las justicias a los curacas, ojalá no se estén con ellas. Luego entra una piedad dañosa (¡oh! son nuevos en la fe) y desto tenemos los religiosos mucha culpa, y cuando aquesto no tengan, ojalá no tengan sus hechiceros ocultos, a quien consultan como en el tiempo de la infidelidad de sus padres. No tienen vergüenza de hacer a sus mujeres alcahuetas, las cuales, como son pusilánimes, temiendo el castigo, se las traen; todos duermen casi juntos, porque las casas de los indios no tienen algún apartamiento; hácenlas de obra de veinte pies en largo, y de ancho diez o poco más; otras son redondas, donde viven con la mayor porquería del mundo; jamás las barren; todos viven juntos, padres, madres, gallinas, cuchinillos, perros y gatos y ratos; por maravilla hay quien duerma, si no en el suelo, sobre un poco de paja de juncia. Su asiento es perpetuamente en el suelo, y luego escarban la tierra con las uñas; solos los curacas principales usan de una como banquilla de zapatero, de una   —295→   pieza, que llaman dúo, no tan alta ni con mucho. A los hijos, sin policía alguna los crían; no es gente que los castiga, es gran pecado entre ellos castigarlos o reñirlos39; con cuanto quieren se salen; jamás les lavan los rostros, manos ni pies, y así traen las manos y brazos con dos dedos de suciedad; las uñas nunca se las cortan, sírvenles como de cuchillos; amicísimos de perros, acaece caminando llevar el perrillo a cuestas, y el hijo de cuatro a cinco años por su pie. No guardan los padres ni madres a las hijas, ni les buscan maridos; ellas se los busquen y se concierten con ellos. Entre los indios la virginidad no es virtud, ni la estiman en lo que es justo: que en su infidelidad no la tuviesen por tal, no hay por qué nos admiremos, pero ya predicados y avisados40 es gran ceguera; no nos creen. La hija del más estirado se va y se viene como quiere, por lo cual por maravilla, se casa alguna mujer doncella; dicen los varones no debe ser para servir, pues así persevera. Si se han de casar, primero se amanceban seis y más meses que se casen: dicen que esto hacen para conocer la condición el uno al otro, y deste error no los podemos sacar; una cosa tienen buena las mujeres: aunque antes de casarse hayan corrido ceca y meca, después de casadas pocas son las que adulteran; las que han tractado antes con españoles faltan mucho en esto. Algunos varones hay que no se quieren casar con mujeres mozas, diciendo no saben servir; cásanse con viejas, porque les hacen   —296→   la chicha y los vestidos. Son ladrones para con nosotros; para con los indios no tanto, y los más ladinos, mayores y atrevidos. Pues si les mandamos restituir, ni por sueños; si alguna cosa se hallan, dicen que Dios se la da; no hay buscar al dueño, sino cual o cual; los indios de los Llanos, que llamamos yungas, sobre todas estas desventuras tienen otra mayor: son dados mucho al vicio sodomítico, y las mujeres estando preñadas fácilmente lo usan. Entre los serranos, raros se dan a este vicio, por lo cual a los indios yungas los ha castigado Nuestro Señor, que ya no hay casi en los valles sino muy pocos, como habemos dicho. Son levísimos de corazón, inconstantísimos; cualquiera cosita los admira; los mayores pleitistas del mundo, por lo cual la Sierra deciende a Los Reyes, a los Virreyes, donde o mueren o enferman, por ser la tierra contra su salud y embutirse en vino. En lo que toca a la doctrina, cómo aprovecharon en ella no quiero tractar, porque no se puede decir sino con palabras muy sentidas, y éstas me faltan.




ArribaAbajoCapítulo CXIII

Cómo los gobernaba el Inga


Conoscida, pues, la calidad de los indios por el Inga, y su ánimo peor que servil, los gobernaba con leyes rigurosísimas, porque las penas eran muerte, y no sólo al delincuente, más a toda su parentela   —297→   llevaba por el mismo rigor. El que hurtaba, por muy leve que fuese el hurto, pena de muerte; la misma se ejecutaba en el que levantaba del suelo alguna cosa que a otro se le hobiese caído; allí la había de dejar, fuese de mucho precio o de ninguno, por lo cual, el dueño que la perdió, allí la había de hallar; por esto no se hallaba ladrón entonces, y casi era necesario este rigor, porque las casas de los indios no tienen puertas, ni cerraduras, ni el día de hoy, si no es cual o cual usa de puerta, más de un haz de leña delgada, o unas cañas o palos atados unos con otros; ya tienen necesidad de puertas y cerraduras. Ningún indio había de entrar en chácara de otro, ni le había de coger una hoja de maíz, so la misma pena. A los soldados tenía con tanta disciplina, que el mayor o el menor no habían de hacer agravio, ni tocar en un grano de maíz ajeno, so la misma pena, y por eso les tenía depósitos de todo género de sus comidas, de vestidos y armas, no como los nuestros soldados, que en escribiéndose en la matrícula, en poniéndose debajo de bandera, le parece que todos los vicios le son lícitos y como naturales.

Mentir no se usaba ni por imaginación; verdad se había de decir, burlando o de veras; agravio no se hacía a nadie, so pena de la vida, y si un indio a otro agraviaba, el que recibía el agravio íbase al gobernador o capitán del Inga, contábale el caso; luego inviaba a llamar al que había agraviado, y lo primero que le decía era tractase verdad, porque una oreja le tenía guardada para oírle; no era necesario más; luego confesaba de plano, y era castigado; lo mismo guardaba el Inga en las residencias   —298→   que tomaba a sus gobernadores o capitanes; enviaba un chasqui, que es un correo, a esta o aquella provincia; juntaba los indios, decíales cómo el gran señor le enviaba para saber si su señor o capitán había hecho algún agravio, que el agraviado viniese y se lo dijese. Con los agravios oídos, partía para el Inga, y referíaselos; el Inga despachaba otro a llamar a su gobernador o capitán; venido y pareciendo en su presencia, decíale: este agravio he oído con esta oreja derecha, que has hecho; la izquierda te he guardado para oír tu disculpa, di la verdad. Si agravió, era castigado con quitarle la vida; si no, al que mintió daba la pena del talión; finalmente, no había pena sino de muerte. Con este temor y leyes rigurosísimas no había quien se atreviese a mentir, ni se a emborrachar, sin licencia del gobernador, ni llegar a mujer ajena, ni cometer otros vicios que agora son muy usados. Conocíales ser amigos de ociosidad, y por esto de día y de noche habían de trabajar; no había palmo de tierra en todo este Perú, que pudiese ser labrado, que no se labrase para las comidas; por esto andaban sus ejércitos muy hartos y abundantes, y sus reinos bien gobernados; digo a su modo porque tanta crueldad en cosas livianas, y que los parientes inocentes pagasen por los delincuentes, ni se puede alabar ni excusar. Acuérdome de haber oído decir a algunos antiguos, que cuando Atabalipa, el último señor destos reinos, se vio preso en poder del marqués don Francisco Pizarro, le dijo. El mejor reino tienes del mundo, pero cada tercer año, si te han de servir bien estos indios, has de matar la tercera parte dellos; el consejo   —299→   no lo alabamos, porque es cruelísimo, el cual ni se aceptó ni se ha de aceptar, sino comprobamos el ánimo servil déstos, que si no es por miedo, no se aplican a cosa de virtud, para malicias, vivísimos son.

Fuera de lo que en otras partes habemos tractado de caminos y puentes, el Inga y sus gobernadores tenían tanto cuidado acerca de los caminos, que siempre habían de estar limpios y aderezados; y tan anchos que casi dos carretas a la par sin estorbarse la una a la otra podrían caminar. Los pueblos comarcanos a los caminos tenían cuidado de aderezarlos si se derrumbaban, y lo mismo era de las puentes, entre las cuales, fuera de las creznejas, hay en ríos grandes, donde no se pueden hacer puentes, una manera de pasarlos jamás inventada si no es en este reino del Perú, y facilísima de pasar y segura, y es que de la una hilera a la otra del río, de barranca a barranca, tienen echada una maroma tan gruesa como el brazo, muy estirada, de paja que acá llamamos hicho, que es mucho más blanda que esparto, y en ella ponen una como taravilla con una soga recia de lana, pendiente para abajo, con la cual atan al que ha de pasar y va sentado en ella; en la misma tarabilla tienen dos sogas delgadas y recias como las que se ponen en las cortinas o en los velos de los retablos, que tiramos de una y recogemos la cortina, y tirando de la otra la extendemos; así de la otra parte del río tiene una de las sogas que está en la tarabilla, tiran della y en dos palabras ponen de la otra parte al pasajero, y cuando los indios conocen que el que pasa es el chapetón, o nuevo en la tierra,   —300→   y le ven con temor antes que le aten, cuando le tienen en medio del río cesan de halar o tirar la soga, y el pobre chapetón piensa que allí se ha de quedar o ha de caer en el río, y con palabras halagüeñas y humildes les ruega le acaben de pasar; puesto de la otra banda se ríe de su poco ánimo, confieso de mí que la primera vez que pasé el río de Jauja por esta oroya, que así se llama, que temía, aunque por no dar muestras de flaqueza mostraba ánimo y mandé a un ordenante que venía conmigo, entre otros, que pasase, y como vi que tan presto y seguramente estaba de la otra parte, luego me puse y en menos espacio de cuatro o cinco credos pasé mi río. Por aquí y desta manera se pasan las cajas, almofrejes y mercaderías; págaseles a los indios su trabajo, y cada uno se va con Dios; yo creo que para los que no han visto esta oroya, ni manera de pasar, le parecerá son ficciones peruleras; hacérseles ha increíble que un río caudaloso se pase de la suerte dicha, y menos creíble les será decir que un indio sólo pasa por esta maroma, él mismo tirando la soga; lo uno y lo otro he visto y experimentado. Demás desto, los tambos, que son como ventas en los caminos, eran muy bien proveídos de lo necesario para los caminantes, gobernando el Inga, sin interés ninguno, y desto tenían cuidado los indios comarcanos. Después que los españoles entraron en el reino, mandó el gobernador Vaca de Castro, que vino a pacificar la rebelión de don Diego de Almagro y a gobernarlo, que los caminos, tambos, puentes y recaudo para ello estuviesen a cargo de los mismos indios, como antes estaba, y esto yo lo conocí   —301→   y alcancé por muchos años, sin que a los indios se les pagase nada por su trabajo ni por la comida que nos daban. Después el marqués de Cañete, de buena memoria, mandó quel trabajo y comida que diesen los indios se les pagase por arancel que los corregidores de las ciudades pusiesen, y así se hacía infaliblemente, y los indios vendían sus gallinas, pollos, carneros, perdices, leña y yerba, y todo se les pagaba; agora los corregidores de los partidos venden todas estas cosas, y el vino y lo demás, pan, y maíz, y tocinos, y ponen los aranceles subidos de punto, como cosa propia, y se aprovechan para sus granjerías de buena parte de los indios que están repartidos para el servicio de los tambos o ventas, y cuando los indios tenían a su cargo los tambos, les era no poco provecho y ayuda para pagar sus tributos. Yo vi apuñearse algunos indios, y puse en paz, sobre cuál había de llevar las cargas de un pasajero, no a sus cuestas, sino en sus carneros de la tierra, que los cargan como los asnillos en España; después que los corregidores de los partidos se ocupan en sus granjerías, con no poco daño, de que también soy testigo de vista y he predicado contra ello delante de Virreyes y Audiencias, y en particular les he avisado de sus costumbres; no por esa se remedia mucho, y los indios del servicio del tambo, más trabajados.



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ArribaAbajoCapítulo CXIV

Cómo se han de gobernar en algunas cosas


Teniendo, pues, consideración a la calidad desta gente, parece en ley de buena razón que no deben ser gobernados en muchas cosas como los españoles, y en particular en los pleitos, en los cuales, por ser tan amigos dellos, gastan sus pobres haciendas y pierden las vidas, si no fuesen de tal calidad (como en cacicazgos, en sucesión de grandes haciendas y otros semejantes) que requieren sus plazos y traslados y lo demás que el Derecho permite y justísimamente tiene establecido; porque los más de los pleitos son de una chacarilla que no es de media hanega de sembradura, y de otras cosas de poco momento; por lo cual, si el corregidor, aunque las aplique al que tiene justicia, el otro fácilmente apela para el Audiencia, principalmente los subjectos a la de Los Reyes, donde van con sus apelaciones, y lo primero que hacen es atestarse de vino, y lo más es nuevo; andan por el sol, son derreglados, mueren como chinches; y si no, vayan a las matrículas de los hospitales de los indios, y verán tractamos verdad, y cuando vuelven con salud a sus tierras, en el camino enferman, y en llegando mueren. Un vecino de la ciudad de La Plata, en tiempos antiguos, llamado Diego de Pantoja, conquistador del descubrimiento de Chile (oíselo al mismo), siendo alcalde en   —303→   aquella ciudad, tenía este modo para averiguar los pleitos destos miserables, y era en viniendo los indios contrarios, poníalos en un aposento, cerrábalos con llave y decíales: no habéis de salir de aquí hasta que me llaméis; aquí estaré y vosotros conveníos en quién tiene justicia; ellos se concertaban, y llamando a la puerta y abriéndoles el alcalde, le decían: señor, éste tracta verdad y pide justicia; yo no la tengo; esto oído, tornábalos nuestro alcalde a encerrar y decíales: otra ved os conformad y veamos con qué salís; ellos llamaban a la puerta conformes totalmente, y diciéndole lo mismo, adjudicaba la hacienda sobre que se traía pleito, y ponía, perpetuo silencio al mentiroso, reprehendido o levemente castigado; desta suerte se averiguaban los pleitos en breve. Esto era antes de fundada la Audiencia en aquella ciudad, lo cual me decía condoliéndose de ver a los pobres indios gastar sus haciendas, con no correr allí riesgo de la salud, por ser el temple como el de sus tierras. Conocí allí un Oidor que se malquistó grandemente con los secretarios y procuradores (y a fee que le costó no poca inquietud) porque pretendió con los demás sus compañeros que los pleitos de los indios se averiguasen a su modo, y como esto era quitar los derechos a los secretarios, levantáronse contra él y no salió con su intención. Lo que vamos tractando las mismas Audiencias lo han hecho, porque ya ha sucedido un curaca hallar en adulterio a su mujer, y matar al adúltero y a ella, y le condenaron a muerte y justiciaron, porque aunque era curaca no tiene tanta honra como el español, al cual en semejante caso no le justician, sino   —304→   le dan por libre, como vemos muchas veces; pues si en esto, ¿por qué no será lo mismo en otras cosas?

El otro vicio en que es necesario poner remedio, así en los Llanos como en la Sierra y en los Llanos (y que verná tarde), es en las borracheras. Estas han consumido los indios de los valles, de los Llanos, y consumirán los pocos que han quedado, y los de la Sierra no menos se acabarán. Hacen los unos y los otros una chicha o bebida, llamada sora, de maíz talludo; echan al maíz en unas ollas grandes en remojo, y cuando comienza a entallecer sácanlo, pónenlo al sol, y después hacen su bebida. Es calidísima la bebida que deste maíz hacen en extremo, y muy fuerte; abrásales las entrañas, e para que más presto les emborrache, si tienen vino, mézclanlo con ella, añaden fuego a fuego, y mueren muchos. Esta chicha y el vino ha consumido los indios de los Llanos, en particular los de la ciudad de Los Reyes para arriba, y aun para abajo; testigo ocular es el valle de Chincha, donde tractando dél dijimos sustentaba 30000 indios tributarios; el día de hoy no tiene seiscientos. El de Ica va siguiendo los pasos de su vecino, y el de la Nasca los de ambos, y viendo las justicias el menoscabo de los indios no lo han querido remediar con castigarlo; este castigo es del gobierno de los Visorreyes, por lo cual Su Majestad ha perdido sus vasallos y tributos, y la tierra sus habitadores, sólo por gobernarlos como a nosotros; no digo se gobiernen con la crueldad del Inga, ¿qué cristiano, y menos qué religioso ha de decir tal? sino con castigo que temieran emborracharse, y se enmendaran;   —305→   bien sé que don Francisco de Toledo, en sus Ordenanzas, pone castigo para los borrachos; faltan los ejecutores. El daño es evidente, porque si donde había 30000 indios tributarios no hay seiscientos, en tan breve tiempo, ¿por qué no se había de poner ley rigurosa contra este vicio? Bien sé que en Flandes y Alemaña, y en otros reinos, se emborrachan, y en nuestra España dicen se multiplican; pero no se mueren por las borracheras a manadas como estos, ni la tierra se despuebla. Si Flandes y Alemaña, por las borracheras, se despoblara, porque los borrachos se morían, el señor de aquellos reinos ¿no estaba obligado, so graves penas, prohibir y castigar las borracheras? ¿Quién dubda? Pues ¿por qué acá no se había de hacer lo mismo? Acuérdome que en la ciudad de La Plata, tractando esto con un Oidor de Su Majestad, me dijo: Mire, padre, no hay ley que al borracho castigue por solo borracho, si no es darle por infame. Es verdad, pero cuando un reino o provincia se despuebla por las borracheras, ¿por qué no se añidirán penas, para que se enmiende tan mal vicio de donde tantos proceden? Pues la tierra sin habitadores y el reino sin vasallos, ¿qué vale? Aquel rey y reino es más tenido que más poderoso es en vasallos, y la riqueza destos reinos, en que los naturales se conserven y augmenten consiste. De los demás vicios no quiero tractar, porque no es de mi intento; baste decir las calidades desta servil gente, para que conforme a ellas se les den las leyes que les convienen.



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ArribaAbajoCapítulo CXV

El azogue consume muchos indios


El asiento de las minas de azogue de Guancavilca ha consumido y consume muchos indios tributarios; si no se me cree, véanse los repartimientos más cercanos de los Angareyes, y pregúntenselo a este valle de Jauja; la causa es labrar las minas por socavón, porque como no tenga respiradero el humo del metal, al que los quiebra lo azoga, asentándoseles en el pecho, y como no curan al pobre indio azogado, viene, cumplida su mita, a su tierra, donde ni tienen quien lo cure ni remedio; el azogue hásele asentado y arraigado en el pecho; con grandes dolores del cuerpo muere, y ninguno viene así enfermo que dentro de pocos meses no muera; unos viven más que otros, pero cual o cual llega a un año. Cuando se labraban (que fue al principio) sin socavón, ningún indio enfermaba, iban y venían los indios contentos; agora, como mueren tantos, dificultosamente quieren ir allá. Escrebimos y avisamos a los que lo pueden remediar; empero no se nos responde, y desto no más, porque, tractando de Guancavilca, no sé si dijimos más de lo que se querría oír.

Lo que he tractado de las calidades y condiciones de los indios es verdad, y es lo común; si alguno se hallare sin ellas, será cisne negro; por lo cual lo que dejamos escripto no puede padecer calumnia.



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ArribaCapítulo CXVI

Cómo se crían los hijos de los españoles que nacen en este reino


Habiendo dicho la razón por qué los naturales se consumen, estamos obligados a decir si los hijos de los nuestros se multiplican, y cómo se crían; multiplicarse los hijos de los españoles no es necesario probarlo, porque las escuelas de los muchachos en todos los pueblos son bastantes testigos. Pero críanse o críanlos sus padres muy mal, con demasiado regalo, y no ha nacido el muchacho, cuando ya le tienen hechos los griguiescos, monteras, etc., y lo llevan a la iglesia, cuando lo van a baptizar, en fuentes de plata grandes; un abuso jamás oído, digno de ser prohibido. Nacido el pobre muchacho, lo entregan a una india o negra, borracha, que le críe, sucia, mentirosa, con las demás buenas inclinaciones que habemos dicho, y críase, ya grandecillo, con indiezuelos, ¿cuál ha de salir este muchacho? sacará las inclinaciones que mamó en la leche, y hará lo que hace aquel con quien pace, como cada día lo experimentamos41. El que mama leche mentirosa, mentiroso; el que borracha, borracho; el que ladrona, ladrón, etc., y si de Cayo Calígula vemos haber salido cruelísimo, porque   —308→   su ama, cuando le criaba, untaba los pezones de la teta con sangre humana, ¿qué diremos en estas partes? Tito, hijo de Vespaciano, se crió enfermo porque su ama era enfermiza. Pues va que así los crían las amas negras, o indias, después de cinco años para adelante, ¿críanlos con el rigor que es justo para que lo malo que mamaron en la leche pierdan? No por cierto; con todas sus ruines inclinaciones los dejan salir, por lo cual, viendo el descuido de los padres en criar sus hijos he dicho a alguno: Señor, ¿por qué no crías a vuestros hijos con el rigor y disciplina que os criaron vuestros padres? ¿es mejor que vos? Pero en esto pueden tanto las madres, que no consienten castiguen a los hijos. Acuérdome que en los sermones que el Ilustrísimo de Los Reyes, fray Jerónimo de Loaisa, predicaba, cuotidianamente reprehendía a los vecinos de Lima la mala crianza de sus hijos, el regalo con que los criaban, y amas que les daban, los vestidos e compañías, ¿para qué buscan a los hijos de los príncipes y reyes, los médicos, amas de buenas costumbres y buena leche? Luego algo va en esto, y porque no quiero cansar al prudente lector, le ruego lea el segundo libro del Teatro del mundo, donde verá los inconvenientes irremediables que de las malas costumbres de las amas han subcedido, y ganado los niños, y cuánta ventaja en este particular hacen los animales a los hombres, porque no consienten otros que ellos críen sus hijos. Pues aunque me den con una higa en los ojos de las que dicen hay en Roma, si los que gobiernan este nuevo mundo mandasen, y con mucho rigor y pena, y la ejecutasen en los maridos, que   —309→   a ningún mero español criase negra ni india, otras costumbres esperaríamos; y desto no más, no se conjure todo el reino contra nos. De las costumbres de los nacidos de españoles e indias (que llamamos mestizos) o por otro nombre montañeses, no hay para qué gastar tiempo en ello.


 
 
FIN DEL LIBRO PRIMERO