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41

Que Echave tuvo hijos pintores, lo dice Cabrera en el pasaje copiado en nota anterior, y lo ha repetido Beristain en su artículo. Valbuena parece indicar que entre ellos una era mujer. Por lo demás, la existencia en el siglo XVII de tres pintores de ese apellido, está comprobada no sólo por la presencia de sus obras, sino por el testimonio directo de D. Carlos de Sigüenza y Góngora, escritor del mismo siglo, en un pasaje que quiero copiar íntegro, por la conmemoración que hace de nuestros artistas de aquella época. Hablando de los cuadros con que se adornó la Universidad en las funciones de enero de 1682, dice: «Eran éstos no sólo de extranjeros pinceles, por quien tendrán prolija vida los coloridos, sino también de nuestros mexicanos compatriotas, que merecen el ladeárseles como iguales... Porque allí las perfecciones de Alonso Vásquez le emulaban a la naturaleza sus operaciones todas: los colores de Concha y Arrue*, con el decoro de sus bien compartidos trazos, apostaban a hacer viviente la pintura con singulares ideas; en la mano de Luis Juárez se hallaba sin imitación la gracia, la hermosura y la suavidad; lo esbelto de los cuerpos, con la disposición de escorzos y descuidados movimientos, se admiraban excedidos en el profundo estudio del franciscano Becerra; la propiedad en la simetría de las partes, y en el natural aire de los ropajes, regalaban la vista en el pulido artificio del consumado Artiaga: ni faltaba la proporción de todo un cuerpo humano, ejecutada en breve lienzo, ni la inimitable trabajada prolijidad en lo pequeño, ni la valentía última en la expresión y robustez de lo grande, del dominicano divino Herrera; ni la viveza diestra en pintar las humanas carnes, añadir belleza a la hermosura en la distribución de los colores, y hacer verdad la ficción a esfuerzos del dibujo, en las tres líneas o caracteres con que mutuamente diversos, aún más que por el tiempo, se dieron a conocer los tres Echaves; como tampoco dejaron de ocupar su lugar y las atenciones los ingenios de Daza y Angulo, cuyos países no tienen oposición, sino hasta que se ponga a pintar la naturaleza». Triunfo parthénico, § 5, foll. 33 verso, y 34.

*Sospecho que es el mismo a quien Ibarra llamó luego Juan de Rua. (N. del A.)

 

42

Teatro de virtudes políticas que constituyen a un príncipe, § 2. (N. del A.)

 

43

Lic. Robles, Diario de sucesos notables, jueves 22 de marzo de 1674. (N. del A.)

 

44

Lib. 3.º, cap. 12, 1619. Florencia había dicho que los siete eran «todos examinados, aprobados y ejercitados con créditos y aplausos muchos años», La estrella del Norte de México, cap. 13, § 4. (N. del A.)

 

45

Ceán Bermúdez en el Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España lista a un Pedro Ramírez, pintor, del que sólo da la noticia siguiente: «uno de los primeros que asistieron y contribuyeron a sostener la academia que él y otros profesores establecieron en Sevilla el año de 1660». D. Rafael Lucio, inteligente y muy aficionado a pinturas mexicanas, me ha llamado la atención sobre una especie que se lee en Mr. Viardot y voy a copiar a la letra: «A la misma época (la del Greco 1621 en Toledo) creo que puede referirse un juego de seis cuadros anónimos, que representan la historia de la Virgen. En la composición se parecen a los juegos de la misma clase, que más tarde hacía Francisco Antolínez, en Sevilla; pero están pintados en fajas de madera, con incrustaciones de nácar que se unen a la primera; capricho que les da alguna semejanza con los cuadros chinos, y más todavía con los mexicanos. Acaso sean obra de un tal Ramírez, artista español, que fue a establecerse en México», Musées d'Espagne, en la descripción de la galería nacional, pág. 162 de la 2.ª edición. Yo no sé si éste es el Ramírez de que habló Ceán Bermúdez, y si es el mismo que pintó en México el cuadro de la Academia, y otro que he visto firmado de su nombre, en poder del mismo Sr. Lucio. (N. del A.)

 

46

Véase a Sigüenza en el pasaje copiado en nota anterior. (N. del A.)

 

47

Crónica, tratado 2.º, cap. 3.º, núms. 42 y 51. (N. del A.)

 

48

Véase en las Gacetas de México de Sahagún de Arévalo la correspondiente a ese mes, que es la primera que aquel periodista publicó. (N. del A.)

 

49

Museo pictórico, 3.er tomo, artículo de Bartolomé Estevan Murillo, que es el número 173. El mismo autor refiere, y consta del testamento de Murillo, que su hijo D. Gabriel, «sujeto de grande habilidad en la Pintura, y de mayores esperanzas», pasó a Indias, y aquí murió bien mozo. Recuerdo que el difunto señor arzobispo D. Manuel Posadas estaba en la idea de que ese pintor había venido a Nueva España, y que varios de los cuadros que aquí corren por de el padre, eran suyos. El hecho es posible, y entonces habría sido ése el mejor medio de que a nuestra escuela se comunicara algo del estilo y la manera del insigne artista sevillano. Pero yo declaro que no he encontrado rastro alguno de la existencia entre nosotros de tal persona, que no es verosímil pasase enteramente desconocida. Ceán Bermúdez, en el artículo de su padre, corrigió la equivocación en que había caído Palomino, llamándole José, y no Gabriel. (N. del A.)

 

50

Conde y Oquendo, Disertación histórica sobre la aparición de María Santísima de Guadalupe, cap. 3.º, § 15, núm. 210. (N. del A.)