Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.




ArribaAbajo- CXXXVII -


La insurrección del agua


   Una fuente de un valle en Santa Elena
      ve correr Napoleón,
cierto día de invierno en que la pena
      le atrofia el corazón.

   -«Como yo -murmuró- que impenitente
      caeré en el ataúd,
aspirando a ser mar vive esta fuente
      en perpetua inquietud».-

   Y una pobre aguadora que le oía,
      contestó a Napoleón:
-El agua con su eterna rebeldía
      huye de la opresión.

   ¿Cómo, señor, el agua de las fuentes
      tranquila podrá estar,
si la arrastran, en tierra las pendientes,
      los vientos en el mar?»-.

   Sintiendo un frío que le llega al alma,
      dice el héroe: -«Es verdad:
buscando el agua en su nivel la calma,
      busca la libertad.

   La insurrección del agua de esta fuente
      no se podrá calmar
hasta que halle cabida suficiente
      en la extensión del mar.

   Con los diques que alzó mi tiranía
      he faltado al deber,
y trajo, en vez del orden, la anarquía
      mi omnímodo poder.

   ¡Sí! ¡si! Pese a mi nombre, no es la historia
      una vieja locuaz,
cuando dice que el mundo, antes que gloria,
      pide a los dioses paz».-

   Y terminó diciendo: -«En el planeta
      la loca humanidad,
como esa agua que corre, estará quieta
      cuando esté en libertad».-

   ¡Y al pensar que ha llevado el desconcierto
      al mundo su poder,
con la cara más lívida que un muerto
      mira el agua correr!...






ArribaAbajo- CXXXVIII -


La fe de las mujeres


    Cierto monte por su altura
no dejaba ver el mar
desde la casa del cura
      de un lugar.

   Para ampliar el horizonte,
con un cuento baladí
transportó el cura aquel monte.
      -¿Cómo? -Así:

   -«A las que una piedra -dijo-
lleven de aquel monte, Dios
les dará a algunas un hijo,
      y a otras dos».-

   Hubo mujer diligente
que se llevó de una vez,
no una piedra solamente,
      sino diez.

   Con fe rubias y morenas
fueron al monte a buscar
más hijos-piedras que arenas
      tiene el mar.

   Despojando grano a grano
las niñas el monte aquel,
lo pusieron como el llano
      a un nivel.

   Perdió así el monte su altura,
y al fin vino a resultar
que desde casa del cura
      se vio el mar.

   ¡Como cree con las entrañas
toda mujer, cuando cree,
transporta hasta las montañas
      con la fe!






ArribaAbajo- CXXXIX -


El sol perdido



- I -

    Un sabio, a cuya hija fue la muerte
      de la cuna a arrancar,
como sabio, a la madre de esta suerte
      la quiere consolar:

   -«¡Oh, qué inmenso dolor! ¡Esas estrellas
      que ves resplandecer,
circundaban a un sol más grande que ellas
      que se ha apagado ayer!

   ¡Cuántos hijos y padres sin consuelo
      habrán muerto quizás
en ese sol que se perdió en el cielo
      para siempre jamás!»-.


- II -

   Mirando con desprecio al firmamento
      mientras el padre habló,
-¿qué le importa tu ciencia al sentimiento?
      la madre replicó.-

   Si hoy falta en el espacio de una estrella
      el pálido arrebol,
la cuna de tu hija está sin ella
      como el cielo sin sol.

   No hay locura mayor que la locura
      de querer comparar
un sol con aquel ser cuya hermosura
      al cielo fue a alegrar.

   ¡Ha muerto un sol, más de la niña bella
      al invencible imán,
en el espacio azul, al paso de ella,
      mil soles brotarán!

   ¡Ay! ¡Desde el día en que sus labios fríos
      quedaron sin color,
no habrá sol que a los tuyos ni a los míos
      les devuelva el calor!

   ¡Ya esta cuna vacía nos condena
      a eterna soledad!..».-
Y el sabio murmuró con honda pena:
      -«¡Es verdad! ¡Es verdad!»-.


- III -

   ¡E implorando los padres sin fortuna
      la clemencia de Dios,
se abrazaron, cayendo ante la cuna
      de rodillas los dos!






ArribaAbajo- CXL -


La copa del rey de Thulé


    ¿Me quieres? -le preguntó
un galán a una doncella.
El era muy pobre, y ella
le contestó airada: -¡No!-
   Quedó él lleno de pesar
sobre una roca sentado,
y al verse tan despreciado
se echó de cabeza al mar.

   Llegó al fondo, y al morir,
tentando un cáliz, lo asió,
pensó en Dios... nadó... subió
y dijo: -¡Quiero vivir!-
   Cuando hizo a la orilla pie
vio el cáliz de oro, en que había
un letrero que decía:
Copa del rey de Tulhé.

   Sobre la roca después
se hablaron él y ella así:
-Soy rico; ¿me quieres? -Sí.
-Dame un beso... -Y dos y tres...
   Mas cuando le fue a besar,
viendo él la codicia de ella,
rechazando a la doncella
la echó de cabeza al mar.






ArribaAbajo- CXLI -


¡Si una pudiera hablar!


   ¿Te acuerdas, madre mía? Apasionada
      le iba a hablar de mi amor,
cuando ahogaste mi voz con tu mirada
      en nombre del pudor.

   Alcé los ojos apelando al cielo...
      me volviste a mirar,
y obediente otra vez mordí el pañuelo
      para poder callar.

   Te escribo, protestando, madre mía,
      que en pláticas de amor,
si es muy malo pecar, la hipocresía
      es mil veces peor.

   ¡El dolo y la mentira son las cosas
      que convirtiendo van
la sangre femenil, de agua de rosas
      en lava de volcán!

   Nunca encauza a la fuerza el albedrío,
      como el cielo no dé
gran temple a la razón, gran lecho al río,
      y al corazón gran fe.

   Aunque es, con un amor incontrastable,
      imposible luchar,
aún sería la vida soportable
      ¡si una pudiera hablar!

   Y en vano es resistir: cuando se adora,
      a pesar del pudor
nace, brilla, se extiende y nos devora
       la llama del amor.

   ¡Callar y sucumbir! ¡Cuántas mujeres,
      sintiéndose abrasar,
cumpliendo lo que llaman sus deberes,
      se mueren por no hablar!

   Gangrenando el fastidio hasta sus huesos,
      ¿qué fue de él? Que, cual yo,
con la fiebre del hambre de dar besos,
      sufrió mucho, y murió.

   Y yo muero también; con él unida
      gozaré la embriaguez
de un amor que callé toda mi vida
       por no hablar una vez.

   ¿Quién no anhela morir con la experiencia
      de que, si es bueno amar,
un martirio sin gloria es la existencia
      por no poder hablar?

   He visto otras hermosas criaturas,
      pero a su imagen fiel,
en lo hondo de sus ojos no hallé honduras
      como en los ojos de él.

   Aún quema la raíz de mi cabello
      su imagen celestial,
y le llevo al morir colgado al cuello
      lo mismo que un dogal.

   ¡Adiós! Como una tromba de alegría
      voy de su amor en pos...
Espejo de mi alma, madre mía
      ¡adiós! ¡adiós! ¡adiós!






ArribaAbajo- CXLII -


La santa realidad


    ¡Inés! tú no comprendes todavía
      el ser de muchas cosas.
¿Cómo quieres tener en tu alquería,
si matas los gusanos, mariposas?

    Cultivando lechugas Diocleciano,
      ya decía en Salerno
que no halla mariposas en verano
el que mata gusanos en invierno.

   ¿Por qué hacer a lo real tan cruda guerra,
      cuando dan sin medida
almas al cielo y flores a la tierra
las santas impurezas de la vida?

   Mientras ven con desprecio tus miradas
      las larvas de un pantano,
el que es sabio, sus perlas más preciadas
pesca en el mar del lozadal humano.

   Tu amor a lo ideal jamás tolera
      los insectos, por viles.
¡Qué error! ¡Sería estéril, si no fuera
el mundo un hervidero de reptiles!

   El despreciar lo real por lo soñado,
      es una gran quimera;
en toda evolución de lo creado
la materia al bajar sube a su esfera.

   Por gracia de las leyes naturales
      se elevan hasta el cielo
cuando logran tener los ideales
la dicha de arrastrarse por el suelo.

   Tú dejarás las larvas en sus nidos
      cuando llegue ese día
en que venga a abrasarte los sentidos
el demonio del sol del mediodía.

   Vale poco lo real, pero no creas
      que vale más tampoco
el hombre que, aferrado a las ideas,
estudia para sabio y llega a loco.

   Tú adorarás lo real cuando, instruida
      en el ser de las cosas,
acabes por saber que en esta vida
no puede haber sin larvas mariposas.

   ¡Piensa que Dios, con su divina mano
      bendijo lo sensible,
el día que, encarnándose en lo humano,
lo visible amasó con lo invisible!






ArribaAbajo- CXLIII -


La cruzada de Pachín


    Como cruzado, a Judea
fue de escudero Pachín
con el abad de la aldea
      de Serín.

   Para hacer un relicario
juró traer a su amor
un pedazo del sudario
      del Señor.

   Pero Pachín ¿no sabría
que, si Dios bajó a morir,
volvió al cielo al tercer día
      a subir?

   Y si la tumba sagrada
no encerró a Cristo jamás,
¿qué halló en ella? -¡Polvo y nada,
      nada más!

   -«Por un sepulcro vacío»-
Pachín se atrevió a decir,
-¡cuánto hombre viene, Dios mío,
      a morir!».

   Y, sin lograr los tesoros
que, al ir, pensaba traer,
le vapulearon los moros
      al volver.

   Perdió la fe en tal jornada...
y se condenó por fin.
Así acabó la cruzada
      de Pachín.






ArribaAbajo- CXLIV -


El origen del mal



- I -

   Sabrá todo el que estudie esta dolora,
      si ya no lo sabía,
que el diablo antiguamente, como ahora
era un bribón de la mayor cuantía.

   Y sabrá con escándalo la gente,
      con qué vil artificio
pudo el diablo probar que es solamente,
prolongación de la virtud, el vicio.


- II -

    Le dijo Dios a un ángel cierto día
      en viejo castellano:
-«Bajarás al Edén de parte mía
a animar con mi aliento el barro humano».

   Y bajó. Y las virtudes cardinales
   trajo de la alta esfera,
para nervios de Adán, por ser iguales
a un haz de filamentos de palmera.


- III -

    Una tarde que el ángel contra un pino
      se durmió dulcemente,
el demonio llegó por un camino
que es cauce en Julio y en Abril torrente.

   Y como es un traidor, diestro en su oficio,
      probó el diablo con maña
que va entrañando en la virtud el vicio,
como se halla el castaño en la castaña.

   Y estirando, a medida de su gusto,
      las fibras vegetales,
pasó de un justo medio a un cabo injusto
a todas las virtudes cardinales.

   Y resultó pecado la belleza;
      el poder, tiranía;
un horror a la especie, la pureza;
y el grande amor a Dios, idolatría.

   La esperanza extendida, hace que el hombre,
      aspirando a la gloria,
se lance a la ambición, porque le nombre
sol de primera magnitud la historia.

   Y ayer perseguidor, y hoy perseguido,
      con el fuego y el hierro,
va el hombre con su gloria haciendo un ruido
como el que hace la res con el cencerro.

   Y hasta es la caridad una estulticia,
      y no existe conciencia,
si la ley que hace Dios con gran justicia
la aplica la bondad con gran clemencia.

   Y ¿qué es la fe agrandada? Un buen deseo
      llevado al desvarío;
hay creyente, más tonto que un ateo,
que es, más bien que un fanático, un impío.

   Y lo justo, Señor, ¿qué es de lo justo,
      si con mayor pericia,
después del juez, con fallo más augusto
la equidad ajusticia a la justicia?


- IV -

   Ya veis que mató el diablo en lo futuro
      lo bueno y verdadero,
como el que sorbe un huevo está seguro
que se come un presunto gallinero.


- V -

   Duerme el ángel, y el diablo, que celebra
su dejadez tranquila,
huye escurriendo el cuerpo de culebra,
reptil en tierra y en el agua anguila.


- VI -

   Tocando el polvo, un hálito del cielo
      pasó como un conjuro,
y Adán, y Eva después, surgen del suelo
vestidos con sus trajes de aire puro.

    Sin linde el vicio y la virtud, absortos
      ven con hondas miradas,
que siendo las virtudes vicios cortos,
los vicios son virtudes alargadas.


- VII -

   Después que de Adán y Eva recibieron
      esta herencia tan triste,
por el mundo sus hijos se esparcieron
buscando una ventura que no existe.

   Y unas veces gimiendo, otras llorando,
      las pobres criaturas
en cenizas de muertos van cavando
para otros nuevos muertos sepulturas.

   ¡Paciencia, hijos de Adán! ¡Ya un gran cristiano
      en vuestro honor decía
que, al marchar por el mundo el ser humano,
si el demonio le mueve, Dios le guía!






ArribaAbajo- CXLV -


El vacío del alma


   Aunque, buscando impresiones
cruza la tierra y el mar,
nunca se llena el vacío
del alma de Soledad.
De la vida que maldice
sintiendo el terrible afán,
joven, rica, sana y bella,
desolada viene y va
desde la ciudad al campo,
desde el campo a la ciudad,
y nunca aquel gran vacío
llegan a terraplenar
ni la historia ni la ciencia,
ni lo real ni lo ideal,
por más que con el estudio
le llegaron a prestar
la religión sus misterios,
el tiempo su eternidad.


- II -

   Y al fin a la niña ilusa
la hubiera muerto el pesar,
si no fuera porque un día,
por obra providencial,
llenó el inmenso vacío
del alma de Soledad
el perfume de una rosa
que la regaló un galán.






ArribaAbajo- CXLVI -


Lo que humilla, salva


   Cuando murió la infiel, celoso un hombre,
      en la tumba de Inés
pisoteando la losa, fue su nombre
      borrando con los pies.

   Fue mala; mas al ver con cuánta furia
      el hombre la humilló,
la dio por penitencia aquella injuria,
      ¡y Dios la perdonó!






ArribaAbajo- CXLVII -


La sal del diablo



I
    Al salir del Edén los dos impíos,
      el diablo los miró,
y diciendo gozoso: -Ya son míos
      con desprecio escupió.

   La saliva del diablo fue un fermento
      que vino a dar el ser
a la muerte, a la ira, al sentimiento,
      al dolor y al placer.

   Queriéndolos librar de ese amor ciego
      que aviva la traición,
que pone, ardiendo, a las ideas fuego
      y abrasa el corazón,

   vino un ángel de Adán a la presencia
      y le dijo: -«Quizás
Dios os vuelva al jardín de la inocencia»;-
      y Eva exclamó: -«¡Jamás!

   La virtud es luchar. Con los placeres
      que matan de dolor,
sentiré de las cosas y los seres
      el tormentoso amor.

   La virtud es luchar, y ya desdeño
      el no sentido bien
que no saca del límite del sueño
      al alma en el Edén.

   Sufriendo, probarán nuestros amores
      del pecado la sal,
y el gran placer que vive de dolores,
      y el bien que vence al mal.

   Lleva mejor el sufrimiento al cielo
      que la paz del Edén.
El dolor es más santo que el consuelo,
      y más nuestro también.

   ¡A sufrir! ¡a luchar! ¡a la victoria!
      ¡Todo gran corazón,
con la sal del dolor, que sabe a gloria,
      gana la salvación!».


- II -

   Ve el ángel de deseos saturado
   el humano sentir;
compadece a Adán y Eva, y, humillado,
   vuelve al cielo a subir.






ArribaAbajo- CXLVIII -


El candil de Carlos V

   En Yuste, en la pobre cama
de una pobre habitación
alumbrada por la llama
de un candil, medio velón,
   soñando está Carlos Quinto
que en un duelo personal,
ve a sus pies, en sangre tinto,
al rey francés, su rival.
   Se incorporó de ira loco,
mas pasó un viento sutil
que movió la luz un poco
el velón, medio candil,
   y, tosiendo, con cuidado
se arropó el emperador,
por si aquel aire colado
puede más que su valor;
   y -«¿por qué el cielo consiente-
dice el héroe ya febril-
que mate a todo un valiente
lo que no apaga un candil?».






ArribaAbajo- CXLIX -


El cielo de Leopardi


   ¡Genio infeliz! en su primer momento
a su amiga la muerte le decía:
-«Dame la nada, esa región vacía
en que no hay ni placer ni sufrimiento.
Donde se halla la vida está el tormento.
Dame paz en la nada -repetía,-
y mata con el cuerpo el alma mía,
esta amarga raíz del pensamiento».

   Al oírle implorar de esta manera,
consolando al filósofo afligido,
la muerte le responde: -«Espera, espera;
que, en pago de lo bien que me has querido,
mañana te daré la muerte entera
y volverás al ser del que no ha sido».






ArribaAbajo- CL -


Contradicciones



- I -

   Se halla con su amante Rosa
a solas en un jardín,
y ya su empresa amorosa
iba tocando a su fin,
   cuando ella entre la arboleda
trasluce el grupo encantado
en que, en cisne transformado,
ama Júpiter a Leda;
   y encendida de rubor,
viendo el grupo repugnante,
se alza, rechaza al amante,
y exclama huyendo: -«¡Qué horror!».


- II -

   Corrida del mal ejemplo,
entra a rezar en un templo;
mas al ver Rosa el ardor
con que en el altar mayor
una Virgen de Murillo
besa a un niño encantador,
volvió en su pecho sencillo
la llama a arder del amor.


- III -

   ¿Será una ley natural,
como afirma no sé quién,
que por contraste fatal
lleva un mal ejemplo al bien
y un ejemplo bueno al mal?






ArribaAbajo- CLI -


La poesía



- I -

   Del mundo en las edades misteriosas,
      el que todo lo crea
dio el alma con la música a las cosas
y al espíritu cuerpo con la idea.


- II -

   Conquistando después la Poesía
      de las artes la palma,
se hizo, uniendo la idea y la armonía,
alma del cuerpo, y cuerpo de nuestra alma.






ArribaAbajo- CLII -


Bautismos que no bautizan



- I -

    Cierto cura en Torrevieja
bautizó a una niña un día
con el agua que cabía
en una concha de almeja.
   La poca agua bautismal
obró en la niña de modo
que no le borró del todo
el pecado original.
   La dejó mal bautizada
el cura, porque sabía
que así la niña sería
una furia en forma de hada.
   Furia de instinto tan fiero,
que mató a muchos de amor.
Atrae al hombre el dolor
como el imán al acero.
   Y aunque hizo a tantos penar,
fue ella amada hasta morir;
que el saber hacer sufrir
es saber hacerse, amar.


- II -

   Pensando en esta conseja,
mil veces me he preguntado
si a ti te habrá bautizado
el cura de Torrevieja.






ArribaAbajo- CLIII -


Amor y vanidad

Dedicada a mi ilustre amigo y compañero, el Sr. D. Fermín Hernández Iglesias.




   Al cuello de una humilde golondrina
      ató un cordón Inés;
la dio cien besos, la llamó «divina»,
      y la soltó después.

   Voló la golondrina libremente,
      y, al tiempo que voló,
vio una zarza ondular sobre una fuente,
      y en ella se posó.

   Contemplaba en el agua que corría
      su collar carmesí,
y, charlando, parece que decía:
      «¡Qué hermosa estoy así!».

   Fue de nuevo a volar la golondrina,
      mas con desdicha tal,
que el cordón, enredado en una espina,
      le sirvió de dogal.

   Cuando la prenda de su amor ahorcada
      ve a la primera luz,
llora por ella Inés, arrodillada,
      con las manos en cruz.

   Si en un rapto de amor a lo divino
      pecó por presunción,
hoy castiga con creces el destino
      su amor y su ambición.

   ¡Oh sabio rey! ¡De todas tus verdades,
      es la mayor verdad
que el mundo es vanidad de vanidades,
      y todo vanidad!






ArribaAbajo- CLIV -


Avisos del cielo

   ¡Bella estación! Todo a gozar convida
      del placer sin medida...
-Mas ¿qué eso que vuela?
-Una hoja que cae, y nos revela
la nada de las cosas de la vida.






ArribaAbajo- CLV -


Las hazanas del fisco

A mi buen amigo, el Sr. D. Vicente Ortí Brull.





- I -


    Al llegar, cualquiera día,
un recaudador cualquiera
a una choza que tenía
por cortina una palmera,
   ve una cabra en el umbral,
y a una esposa y a un esposo
que hacen ser al animal
nodriza de un niño hermoso.
   Por contribución y dietas
de improviso al labrador
le reclama dos pesetas
el brusco recaudador.
   Mas ni mujer ni marido
pueden cumplir con la ley,
porque nunca han conocido
por sus monedas al rey.
   Para cobrar se utiliza
la cabra el recaudador,
dejando así sin nodriza
al niño del labrador.
   Su amparo entonces la madre
pide a la Virgen María,
y exclama furioso el padre:
-«¡Cuándo llegará la mía!».


- II -

   -¿Y el niño? -De hambre espiró,
la madre murió de pena,
de rabia el padre se ahorcó,
y aquí terminó la escena.


- III -

   ¡Aunque esta tragedia espanta,
ved con qué aire indiferente
la alondra en los cielos canta
y el sol marcha hacia Poniente!






ArribaAbajo- CLVI -


Justos por pecadores

    Tronaba tanto aquel día,
que viendo al cielo irritado,
«castiga sólo al culpado»,
una devota decía.
Mas cuando al cielo pedía
contra el culpado rigor,
perdonando al pecador,
cayó en un árbol del huerto
un rayo, que dejó muerto
en su nido a un ruiseñor.






ArribaAbajo- CLVII -


El mal negocio del diablo



- I -

   Siguiendo con espíritu moderno
      del progreso la ley,
quiso el diablo alhajar su pobre infierno
      con el fausto de un rey.

   Harto ya de sus muchas peticiones,
      le ofreció el cielo dar
de aquello en que más piensan las pasiones
      un precioso ejemplar.

   Creyó el diablo que ponen sus deseos
      con un ansia sin fin
el ladrón y el pirata en sus saqueos,
      el héroe en su botín;

   que, soñando, el que es rico, en su tesoro,
      prescinde de otro amor;
que sólo piensa en sus coronas de oro
      el que es emperador.


- II -

   Y un día, en vez de perlas y diamantes,
      empezó a recibir
muchas hojas de flor, rizos de amantes,
      y poco oro de Ofir.

   Y siguió recibiendo de ellos y ellas
      bagatelas de amor,
pelos, cartas, retratos... ¡cosas bellas!
      mas... ¡cosas sin valor!

   Ser, amados y amar es la divisa
      de los hijos de Adán,
y el amor de Abelardo y Eloísa
      es su sabio Alcorán.


- III -

   Viendo el diablo de tanta fruslería
      el mísero montón,
su sangre se quedó como agua fría,
      y dijo: -«¡Maldición!

   ¡Si no hay más que un placer en los placeres,
      piensa el poeta bien!
Son almas hechas carne las mujeres,
      y los hombres también.

   ¿Dónde está en los humanos corazones
      la sublime ambición,
si en el alma, esa tromba de pasiones,
      sólo hay una pasión?».


- IV -

   Por ser el pobre diablo un usurero,
      se engañó al presumir
que consiste tan sólo en el dinero
      todo humano sentir.

   No sabe que es el único adorado
      el pecado de amor,
y que es el corazón, de ese pecado
      único autor y actor.

   El gran negocio, con su astucia toda,
      lo calculó tan mal
porque el necio creyó que no está en moda
      el culto a lo ideal.


- V -

   Y quemando furioso de ellas y ellos
      los símbolos de amor,
vio exhalar de las flores y cabellos
      ¡humo, sombras y hedor!

   Y así fue que, aunque siempre aterradora,
      la mansión infernal
era pobre y muy limpia, pero ahora
      ¡es pobre y huele mal!






ArribaAbajo- CLVIII -


La copa eterna

   De las penas de muerte que ejecuta
      nuestro destino impío,
en Sócrates se llama la cicuta,
en Cristo hiel, y en los demás hastío.






ArribaAbajo- CLIX -


Ceguedades de la fe

   Hoy recuerdo con espanto
que, de niño, recé un día
ante un busto que creía
que era la imagen de un santo.
   Mas supe, cuando llegué
a la edad de la razón,
que el santo ante el cual recé
era un busto de Nerón.






ArribaAbajo- CLX -


Morir es dormir

      Una niña decía:
-«Madre, ¿qué es una muerta?».
-«¡Una muerta -la madre respondía-
es la que duerme y que jamás despierta!».






ArribaAbajo- CLXI -


Aún hay arte



- I -

   -Al ver tu desamor, piensan mis celos
      en morir y en matarte.
-¡Morir! ¡Matar! ¡Doy gracias a los cielos!
   ¡Cuánto amor! ¡Aún hay arte!


- II -

   -Voy a partir, mas fía en mi constancia,
      que es eterna en amarte.
-¿Aún la fe vence al tiempo y la distancia?
      ¡Gloria a Dios! ¡Aún hay arte!






ArribaAbajo- CLVII -


Botánica aplicada



- I -

   -Te mando ese presente, con la idea
      de que puedas saber
que esa flor, que llamamos la Dionea,
       destruye por placer.

   A un gusano de luz que esta mañana
      en su cáliz entró,
la simbólica flor americana
      cerrándose lo ahogó.

   Cuando entra algún gusano en su corola
      a paladear la miel,
cerrando ella los pétalos, lo inmola
      con un gozo cruel.

   ¡Pobre insecto! Yo al ver que halló encerrado
      verdugo y tumba allí,
¡perdona, Inés, pensé en nuestro pasado,
      y me acordé de ti!


- II -

   Inés le contestó:-¡Qué cándido eres!
      ¿Cómo puedes pensar
que haya en el mundo flores ni mujeres
      que maten por matar?

   Hoy, a una abeja que llegó volando,
      la flor la aprisionó;
mas la abeja, los pétalos rasgando,
      mató la flor y huyó.

   Por lo que ves, no faltará quien crea
      que ayer verdugo, hoy juez,
cazadora de insectos, la Dionea,
      es cazada a su vez.

   Si al mirar al gusano aprisionado,
      pensaste en mí y en ti,
yo, al ver el cáliz de la flor rasgado,
      ¡pensé, llorando, en mí!






ArribaAbajo- CLXIII -


Un dogma inédito

   No sé si es cuento o no es cuento,
pues duda el que lo contó
si esto pasó o no pasó
en el Concilio de Trento.
   Un hombre de gran doctrina
fue a un Concilio a sostener
«que es, por madre, la mujer
una creación divina.
   Y que, en honor al Eterno,
que creó tan nobles seres,
se exceptuase a las mujeres
de las penas del infierno».
   Fue el dogma planteado así,
y al ponerse a votación,
los sabios sin excepción,
fueron diciendo: «Sí, sí».
   -«Muy bien (dijo el presidente);
queda este dogma aceptado;
mas se dejará archivado
y oculto perpetuamente.
   ¿Qué paz, orden ni gobierno
podría en el mundo haber
si supiese la mujer
que para ella no hay infierno?».






ArribaAbajo- CLXIV -


Lo que hacen pensar las cunas

    Después que sobre la losa
recé con amor ardiente
por la que, por fin dichosa,
descansa perpetuamente,
   pude a la salida ver
que a una niña, con encanto,
daba besos la mujer
del guardián del camposanto.
   Y estremecido al mirar
a la pobre criatura,
a quien faltaba apurar
el cáliz de la amargura,
   en medio de mi tristeza,
-«casi es más triste -pensaba,-
mirar la vida que empieza
que ver la vida que acaba».
    Por eso al atravesar
esta vida de dolor,
si los sepulcros pesar,
las cunas me dan horror.






ArribaAbajo- CLXV -


Por si acaso

   «El día de la Justicia,
hasta los mismos objetos
revelarán los secretos
que hoy esconde la malicia».
Al oír esta noticia
del párroco de un lugar,
por si podrían contar
los secretos que alumbraron,
todas las niñas echaron
sus lamparillas al mar.






ArribaAbajo- CLXVI -


La voz de la conciencia

   Amó a Andrés la bella Inés
con tan ciega idolatría,
que hasta a un loro que tenía
le enseñó a llamar a Andrés.
   Pasó el tiempo y se olvidó
de su Andrés Inés la bella,
y un Teodoro, infiel como ella,
a celos la asesinó.
   Y cuando, al morir Inés
llamó gimiendo a Teodoro,
más constante que ella, el loro
repetía:- ¡Andrés! ¡Andrés!






ArribaAbajo- CLXVII -


Hasta las tumbas engañan


       Dos soldados se hallaron
en el último trance de una guerra;
      cuerpo a cuerpo lucharon
y cayeron los dos muertos en tierra.

      Vio el dueño de un granja
en olvido e insepultos los soldados,
      y enterró en una zanja
a los dos enemigos abrazados.

      Si se unen de este modo
dos odios en la sima de la nada,
      puede ser, como todo,
la tumba engañadora y engañada.

       Por eso, aunque se miran
con invencible horror las sepulturas,
      a mí sólo me inspiran
las risas que destilan amarguras.






ArribaAbajo- CLXVIII -


El amor no perdona

   Murió Julia, maldecida
por un hombre a quien vendió,
y en el punto en que dejó
el presidio de la vida,
   la dijo Dios: -«¡Inconstante!
ve al purgatorio a sufrir
y reza hasta conseguir
que te perdone tu amante».
   -«¡Oh cuán grande es mi alegría
-dijo ella- en sufrir por él!
¡Quien no perdona a una infiel,
es que la ama todavía!»-.
   Y al Purgatorio bajó
contenta, aunque condenada,
pensando que aún era amada
del hombre a quien ofendió.
   Y cuando al fin, con pesar,
le dio su amante el perdón,
se le oprimió el corazón
hasta romper a llorar.
   Y Julia, ya absuelta, es fama
que llena de desconsuelo,
decía entrando en el cielo:
«¡Me perdona!... ¡Ya no me ama!..».
[.........................................................]






ArribaAbajo- CLXIX -


La cantinera



- I -

   Fue Lersundi un general
discreto, galante y bueno,
en los peligros sereno
y en sus acciones leal.
   Este tipo del honor,
recordando por su historia
que tanto o más que la gloria
nos electriza el amor,
   en un terrible momento,
mostrando a una cantinera
que por sus hechizos era
alma de su regimiento,
   -«Ea, a morir o a vencer
dijo, a Napoleón copiando.-
Ved que os están contemplando
los ojos de una mujer».-
   Y haciendo correr la voz
de que una mujer les mira,
hasta al más tibio le inspira
una arrogancia feroz.
   Todos a luchar se lanzan,
honrando a mujer tan bella,
y al pasar por cerca de ella
miran, se cuadran y avanzan.
   ¡Hermosa enseña de amor!
Por ella cada soldado
siente el aire saturado
de un aroma embriagador.
   Entre descargas cerradas,
mirando hacia la bandera,
les manda la cantinera
hurras, besos y miradas.
   Y aunque parezca locura,
pudo más que los cañones
la rompiente de pasiones
que promovió la hermosura.


- II -

   ¡Gran victoria! Al terminar
aquella función de guerra,
todo era paz en la tierra
y melodía en el mar.
   Sólo al final de la acción
la cantinera lloraba,
porque murió el que ella amaba
con todo su corazón.






ArribaAbajo- CLXX -


La fe que hay en el mundo

A Josefina Álvarez y Guijarro.



   Dios dijo a un ángel: -«Bajad
al mundo, y por vos sabré
cómo anda aquello de Fe,
de Esperanza y Caridad».
   Vio el ángel en oración
a una mujer frente a frente,
y halló tanta fe en su mente,
y tanta en su corazón,
   que, remontando su vuelo,
dijo a Dios: -«En sólo un ser
sobra allí Fe para hacer
otro mundo y otro cielo».
   Y Dios, con su gran bondad,
alzó su mano divina,
y en nombre de Josefina
bendijo a la humanidad.






ArribaAbajo- CLXXI -


El arte de ser feliz

A la señora doña Enriqueta Carrasco.





- I -

   No acierto, Enriqueta hermosa,
cómo has llegado a pensar
que yo te puedo enseñar
el arte de ser dichosa.
   ¡Ay! Es en vano que acudas
a mi cátedra a aprender.
Mi saber llega a saber
que dudo... hasta de mis dudas.
   Sólo al hablar de ilusión
me asalta desde el vacío
una ráfaga de hastío
que hiela mi corazón.
   El que duda siempre está
en una angustia suprema
resolviendo este problema:
«¿Si será? ¿si no será?...».


- II -

   En cambio, el que no cree en nada,
lleva, exento de ilusión,
dentro de su corazón
la conciencia emparedada.
    Y a ratos, afortunado,
vive en el mundo sin pena,
comiendo la fruta ajena
con cercado o sin cercado.
   Sabe por su buena suerte
el hombre que es descreído,
que es un bálsamo el olvido
y un gran descanso la muerte.
   Por eso cuando afanada
quieras encontrar reposo,
ten presente que el dichoso
lo cree todo... o no cree nada.


- III -

    Y ya que por tu virtud
eres una gran creyente
que sabe llevar de frente
la alegría y la salud,
   imita la fe de aquéllas
que, a través de un santo velo,
jamás advierten que el cielo
tiene más nubes que estrellas.
   Cree mucho, y obra de modo
que, haciendo santo el dolor,
aceptes hasta el amor
con retóricas y todo.
   Con fe o sin fe, tú reniega
de mi incertidumbre odiosa,
y si quieres ser dichosa,
no dudes: afirma o niega.






ArribaAbajo- CLXXII -


Recuerdos inútiles

   Tu epitafio grabé: mas vi que un día
lo del amor ya el polvo lo borraba,
la palabra virtud no se entendía,
y tu nombre ya el lodo lo empañaba.
¡Dios odia lo superfluo, muerta mía,
y en cualquier epitafio que se graba,
gracias al polvo, a la humedad y al lodo,
no suele sobrar algo, sobra todo!






ArribaAbajo- CLXXIII -


Venganzas del tiempo viejo

   Fue a presidio Juan Pascual
por artes de una mujer,
y -¡la mataré al volver!-
dijo blandiendo un puñal.
Pero ¿la mató? No hay tal;
cuando del puñal armado
la fue a asesinar, turbado
no pudo vengar su queja,
porque al verla fea y vieja,
exclamó: -¡Ya estoy vengado!-.






ArribaAbajo- CLXXIV -


San Miguel y el Diablo



- I -

   Despertando en sus vecinas
la más piadosa ternura,
así les decía el cura
de San Miguel de Salinas:


- II -

   -La que a Dios quiera ser fiel,
que ponga con gran cuidado
sus donativos al lado
del busto de San Miguel.
   Pues cuando el diablo, el dinero,
mira a su lado caer,
se llega él mismo a creer
tan santo como el primero.
   Jamás olvidéis que Dios
os concede un solo amante,
y que el diablo os da, inconstante,
¡más de un novio... y más de dos!-.


- III -

   ¡Más de dos!... El día aquel
tan sólo al diablo se honró,
pues ni un céntimo cayó
del lado de San Miguel.
   Y es que, sin duda, hay vecinas
que en cuestiones de ternura,
creen más al diablo que al cura
de San Miguel de Salinas.






ArribaAbajo- CLXXV -


Cabeza y corazón

A Blanca Quiroga y Pardo Bazán.





- I -

   Un ángel y el demonio, a Eva un día
      contemplan con amor.
-¿Y qué opináis, decid de esa obra mía?-
      les preguntó el Señor.


- II -

   Mirando de Eva la gentil cabeza
      dijo el demonio así:
-¡La mujer! A pesar de su belleza
      es inferior a mí.
   ¡Sentir sin comprender! ¡Perpetua ilusa
      que goza en delirar!
¡Que tiene, sin razón, la ciencia infusa
      del arte de engañar!
   Uniendo la inconstancia a la hermosura
      (el demonio añadió),
creedme, Señor; vuestra mejor hechura
      vale menos que yo.-


- III -

   -La mujer (siguió el ángel) de tal modo
      desafía al dolor,
que, aunque débil su fe, se arriesga a todo
      por servir al amor.
   De la santa piedad hija querida,
      ni piensa, ni hace el mal,
y, próvida, transmite con la vida
      la sed de lo ideal.
   La mujer es tan buena (enardecido
      el ángel concluyó),
que, aunque soy en el cielo un elegido,
      ella es mejor que yo.-


- IV -

   Tú, dotada de espíritu sublime
      y de gran corazón,
Blanca, entra el ángel y el demonio, dime:
      ¿quién tiene más razón?






ArribaAbajo- CLXXVI -


La fuerza de la ilusión

   Para templar la aflicción
de Adán, después de caer,
un ángel le dio a beber,
en forma de agua, ilusión.
Desde tan fausta ocasión
viven en la tierra amantes
que, constantes o inconstantes,
doblemente ilusionados,
nunca se creen engañados,
porque ellos se engañan antes.






ArribaAbajo- CLXXVII -


Las locas por amor

   -«Te amaré, diosa Venus, si prefieres
que te ame mucho tiempo y con cordura.-
Y respondió la diosa de Citeres:
-«Prefiero, como todas las mujeres,
que me amen poco tiempo y con locura».






ArribaAbajo- CLXXVIII -


La escala de la vida

A mi constante amigo, el señor don Pío Gullón.



   Llenas de gozo o de duelo,
van: tras del hijo, la madre;
detrás de la madre, el padre,
y en pos del padre, el abuelo.
   Mientras el niño impaciente
marcha sobre un pie saltando,
la madre, en dos pies, va andando
más bella que un sol naciente.
   No en dos pies, va el padre en tres,
en su bastón apoyado;
y en sus muletas clavado,
va el abuelo en cuatro pies.






ArribaAbajo- CLXXIX -


El premio a la virtud



- I -

   No alcanzó el premio a la virtud, María,
      aunque con santa calma
vivió como una niña casta y fría
casada con el cuerpo y con el alma.


- II -

   Mas lo alcanzó cierta mujer casada
      que, con ánimo fuerte,
aunque vivió de otro hombre enamorada,
fue fiel a su marido hasta la muerte.






Arriba- CLXXX -


El cuarto de hora del diablo

    Las leyes de Dios, Moisés
dictó desde el Sinaí;
bendijo al pueblo, y después
vio al diablo y le dijo así:
   -«Para tentar y perder
a las almas, Satanás,
sólo podrás disponer
de un cuarto de hora, y no más».-
   Y el diablo, de gozo loco,
dijo: «pues puede el Eterno,
aunque un cuarto de hora es poco,
hacer más grande el infierno».






 
 
FIN