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De la extensa bibliografía consultada, reconozco mi deuda más amplia con los trabajos publicados por Elaine Showalter en Feminist Criticism, New York, Pantheon Books, 1985, y particularmente con su contribución «Feminist Criticism in the Wilderness» (Loc. cit., págs. 243-270), no sólo por sus estimulantes acercamientos a la problemática en cuestión, sino por la amplitud de su retrospectiva, la claridad y el rigor de su exposición. Y en cuanto a la reorientación de mi interés por estos problemas, estoy totalmente en deuda con mi colega la hispanista norteamericana Claudia Schaefer, no sólo a través de sus importantísimas contribuciones a este campo de investigación, integradas en los volúmenes colectivos arriba citados, y en su reciente libro sobre autoras mexicanas, sino por sus consejos y su orientación sobre mis lecturas. Y finalmente, puesto que estamos ante un proyecto apenas iniciado al escribir estas líneas, se está gestando una Breve historia feminista de la literatura española (en lengua castellana), coordinada por Myriam Díaz-Diocaretz e Iris M. Zavala, de la que han aparecido cinco volúmenes. El volumen primero (Teoría feminista: discursos y diferencia. Editorial Anthropos y Comunidad de Madrid, 1993) contiene tres textos teóricos de las coordinadoras y de Rosa Rossi con propuestas y planteamientos teóricos que esperamos ver pronto aplicados a textos concretos de la literatura española. El volumen se completa con una sabia selección bibliográfica.

 

12

Op. cit., pág. 252.

 

13

A estas interrogaciones, planteadas en mi artículo a propósito del libro de Janet Pérez, parece estar dando respuesta la hipótesis de Iris Zavala, con su propuesta de una escritura ambivalente o andrógina, en el Simposio «Mujer y creación literaria» (El País, 26-11-1994, pág. 28).

 

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Muy concorde con lo que sucede en la desprivatización de los oficios y las profesiones, que sólo el catolicismo mantiene a rajatabla al impedir el acceso al sacerdocio a las mujeres, arriesgando perder su posición mayoritaria en el dominio mismo de la espiritualidad religiosa.

 

15

Op. cit., pág. 256. El término casa-prisión del lenguaje envía al seminal libro de Frederick Jameson del mismo título, The Prison-House of Language. La posibilidad de una escritura femenina a partir de textos de novelistas españolas está estudiada ya en un libro muy documentado de Elena Gascón Vera, profesora española en Estados Unidos, y titulado Un mito nuevo: La mujer como sujeto/objeto literario, Madrid, Editorial Pliegos, 1992. Ver en particular el apartado «Hacia un abordaje: Esther Tusquets y Rosa Montero ante la escritura femenina», págs. 61-97. A este respecto me parece muy importante la contribución de Díaz-Diocaretz, hecha desde una perspectiva bajtiniana, a la revelación y evaluación de lo entimemático (como en ciertos silogismos: lo no explicitado de puro consabido) en el discurso de las mujeres, y la consideración de los distintos grados de aceptación-rechazo de «lo dado», que ella llama «la matriherencia», y que, si he entendido bien, corresponde a lo que ya he indicado acerca de la transmisión del discurso dominante masculino por vía femenina (V. Breve historia, op. cit., I, págs. 117 y sigs.).

 

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Me permito, al respecto, evocar un recuerdo personal de mi infancia: la marcada predilección que teníamos por nuestra abuela o nuestras tías a la hora de escuchar cuentos o resúmenes sobre el contenido de sus lecturas novelescas. ¿Era realmente el resultado de unas peculiaridades del relato femenino o era consecuencia de su mayor disponibilidad? Apelo a experiencias ajenas para profundizar en este dilema. Y me pregunto hasta qué punto estas consideraciones son conciliables con la teoría derridiana, sustentada en el psicoanálisis lacaniano, según la cual, la palabra hablada es sinónimo del hombre -de la presencia, de lo consciente- y la escrita, de la mujer -de lo ausente, del inconsciente (Cf. Gascón Vera, op. cit., págs. 62 y sigs.). Después de escrito este capítulo, veo en crónicas de un reciente simposio sobre -Mujer y creación literaria- (Fundación Luis Goytisolo, Puerto de Santa María, noviembre de 1994) que Cristina Peri Rossi hizo una reivindicación de la mujer como «clásica narradora oral» (El País, 25-11-94, pág. 37). Hay, pues, una laguna en mi información.

 

17

Op. cit., pág. 258.

 

18

G. Lerner «The Challenge of Women's History» en The Majority Finds Its Past: Placing Women in History (New York & Oxford University Press, 1979). Inmediatamente me viene al espíritu cómo y por qué están las pocas mujeres que han pasado a la Historia de España: cuando han desempeñado roles viriles (Agustina de Aragón) o cuando han sido reinas, y por su funcionamiento comparativo con los hombres o, sobre todo, valorizadas o desvalorizadas como apoyaturas morales de sus consortes o sus descendientes varones. Cuando el consorte era impresentable en función de los valores tradicionales de la virilidad y el poder, el ridículo ha caído sobre la pareja (Isabel II y Francisco).

 

19

Así se acepta hoy que existan premios, revistas o colecciones literarias que se reservan exclusivamente a mujeres, mientras que el caso contrario se tildaría, de existir, y con razón, de chauvinismo masculinista.

 

20

Véanse las obras de Margarita Nelken Escritoras españolas (Barcelona, Labor, 1930) y de María del Pilar Oñate, El feminismo en la literatura española (Madrid, Espasa-Calpe, 1938, 256 págs.), que abren y cierran el excepcional periodo.