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ArribaAbajoAlegoría del Libro Quinto

En la generosa Ascendencia de los Españoles, que después, que después de tantas Hazañas ejecutadas en el Mundo antiguo, emprendieron el descubrimiento, y conquista del Ignorado, se explica cuánto sean Naturales, y constantes en los de antigua Nobleza las Empresas elevadas; siendo el deseo de Honor una camisa cuanto más traída más limpia; de la cual nunca se desnuda el verdadero Noble, llegando en la última hora a vestir sobre ella las fúnebres ropas de la mortaja. La Batalla de Guadalete muestra la gran lid que tienen en las Monarquías cadentes los Vicios (simbolizados en los Bárbaros) con las Virtudes (que se representan en los Españoles) y que al fin venciendo Aquellos, y apoderándose de lo más precioso (como lo expresan las Tiendas de Rodrigo saqueadas) falta el Cuerpo Civil, dibujando en la fuga del mismo Rodrigo.

Tiene esta Ficción en la Historia el fundamento de haber visto los Indios (antes de llegar los Españoles) muchas Escuadras fantásticas en el Aire que los amedrentaban con trajes, y Armas no conocidas. En los Elogios del Augustísimo FILIPO QUINTO en boca de Corbágol Bárbaro, y lleno del maligno Espíritu, se da a entender son tales las Soberanas Prendas de su Majestad, que las admira la misma Invidia (figurada en el Espíritu maligno) y la misma Impiedad, de quien es símbolo el Bárbaro Corbágol que reverente las vaticina.

Que el Demonio hablase, y apareciese a algunos Indios (como aquí se dice de Corbágol) es tan sabido que sería ocioso detenernos a señalarlo en las Historias.

El Nuevo Mundo

Poema Heroico de Don Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos




ArribaAbajoLibro quinto




1


A Naobacán en tanto por la obscura
maleza del verdor salió al encuentro
Corbágol, Indio atroz que en la Espesura
habita del más bronco escollo dentro.
El Espíritu inmundo con figura
portentosa mil veces desde el Centro
sale a hablarle; y mil veces no invisible
allí a Corbágol aparece horrible.




2


Racional Fiera entre las Fieras mora;
huye del Día, y del Horror se vale;
siempre que entra el Ocaso a ser su Aurora
a ser de Ocasos fiero Oriente sale.
Con su vista más nieblas atesora
la Sombra cuando ve que el Campo tale;
huyen las Aves tristes que estremece,
y ya Infernal las Noches anochece.




3


Lleno entonces de Espíritu inhumano,
¿Dónde vas (le gritó) Naobacán fuerte?
Esa Mujer es de otro más que Humano
Pueblo que viene a procurar tu muerte.
El Oráculo te habla Soberano;
oye la inmortal voz que en mí te advierte.
Dijo: y turbando su noticia impía
con ocultas Historias, proseguía:




4


Vienen Escuadras mil, rizan los canos
páramos de la espuma procelosos
Gentes que en sus Mayores siempre ufanos,
y en sí, anudan los Timbres más gloriosos.
Jáctense allá nacer de los Troyanos
los Francos Semidioses victoriosos,
que si los Triunfos la Nobleza erigen
no tuvo otra Nación más claro Origen.




5


Yace un Clima a la Zona que en desmayos
del Día habita obscurecidas Bromas,
donde yendo del Sol tardos los Rayos
se cuajan perezosas las Espumas.
Del primer Meridiano que da ensayos
a los demás, están sus Nieblas sumas
tres veces Grados diez; sesenta Grados
el Ecuador sus Montes huye helados.




6


De aquí salió el Diluvio furibundo
de Armas que el Orbe inunda peregrino;
allá llegó a Natolia, y iracundo
arruino el Pasmo de Efeso Divino.
La Gran Bizancio hollaron; tembló el Mundo;
y más Negro el Mar Negro allí vecino
lo escupió por el Bósforo Nereo
a enlutar las Espumas del Egeo.




7


Toda un Estanque Europa a su Avenida
quedó anegada en pálidos temores;
casi entonces a Italia esclarecida
rebosó por sus Alpes vividores.
Ningún Río, o Montaña defendida
se vio en Regiones mil de sus furores,
que hundidos en su Mar de Olas extrañas
eran Ríos, los Ríos y Montañas.




8


Verde el Otrix al rápido Trofeo
rindió de sus florestas lo apacible;
más rabia Oeta al bélico deseo
que a Alcides en su Ocaso supo horrible.
Ascendió al Pelion nuevo Briareo
el Godo; y fue en la Sierra inaccesible
(más fiero que sus Riscos) espantosa
bastarda Peña de las Cumbres de Osa.




9


Lloró Ambracia, y Larisa, a quien engasta
Peneo undoso en Plata lisonjera;
y Tebas, donde a Monstruos que Yocasta
partió Cenizas la nefanda Hoguera.
Y a ti, Farsalia, turba menos vasta
te holló del Magno en la facción postrera,
cuando fue la Virtud a impulso fuerte
el más trágico Triunfo de la Suerte.




10


No ya pudo del Sármata severo
el Macedón Alcázar Soberano
librar Perdica; sucesor Guerrero
del Victorioso Universal Tirano.
Siendo Garzotas del Olimpo fiero
sus Tiendas, dieron al Zafir cercano
sangrientas Armas, que al mirarse en ellas
entristeció el reflejo las Estrellas.




11


¡Cuántas veces temidas del Destino
se mostraron sus Huestes inhumanas
Soles de Acero con despeño indigno
de las excelsas Águilas Romanas!
Si ambicioso esguazar quiso el Latino
del Istro helado las Espumas canas,
le fue (con ruinas del Ausonio Marte)
Foso el Danubio, el Sármata Baluarte.




12


Pusieron miedo a Sila, y al ardiente
Mario, en cuya Fortuna pervertida
Libia aplaudió que el Tíber fatalmente
vengase del Bagadra la alta herida.
Aun su paz quiso César, el valiente
que de la Libertad esclarecida
antiguos pensamientos iracundo
a la Cabeza disuadió del Mundo.




13


Arrebatada tempestad severa,
y encendido Vapor del patrio hielo,
el Trueno airado de sus Armas era
al Tonante Lacial tímido anhelante.
Mas no con defenderse en su Ribera
se contentaron; el Togado Suelo
más de una vez tembló con pasmo rudo
del Bistonio Caballo al pie membrudo.




14


De la Corva de Italia vena breve
como roto, a Anfitrite Athesis mana;
Athesis que nevada sangre bebe
en la Oficina de los Alpes Cana.
A la Verona, que al Godo Origen debe,
y un margen, y otro le domina ufana,
son sus Corrientes que los rasgan puros
Cristalina Discordia de los Muros.




15


Y tú, Veneto, que de las Esferas
usurpas Signos dos, pues si en tu intento
Astrea admira el Mundo, en tus Banderas
el Nemeo furor tremola el Viento;
Sean celos de Tetis tus Riberas
Casadas con Neptuno, y sea atento
blandón a tu Himeneo, en Ascuas de Oro
si en fuegos no, abrasado el Bucentoro;




16


Reina del Mar tu Patria adore armada
el Adria, en quien tu Augusto Remo agita
aun breve engace a tanta respetada
de pórfidos monstruosa Margarita,
Que toda esa altivez besó postrada
al Pueblo Aquilonar la Diestra invicta,
rozando al dócil Labio Veneciano
el Vello horrible de la Goda Mano.




17


Así Halcones Guerreros, del nativo
Polar Clima olvidaban su Hemisferio,
hasta que devoraron el altivo
pecho Triunfante al Ticio del Imperio.
Moviolos al Estrago vengativo
queja de Estilicón que al Hijo Euquerio
perdió, y en sí esplendor manchó no breve
por vanos Hijos de su Orgullo aleve.




18


Con millares de Ejércitos errantes
para nunca volver al Clima Tracio
los Alpes escondieron arrogantes,
segunda nieve de su yerto espacio.
De allí precipitado su horror, si antes
cegó el Monte, anegó después el Lacio,
sin hurtarse a su Llama algún fecundo
murado Tiesto del Jardín del Mundo.




19


No de otra suerte, cuando las fatales
Lumbres talaron su riscoso Hibleo,
liquidado en Danubios de Metales
era sola una Fuente el Pirineo.
Y así en aquellos riegos Infernales
a sus Lindes fue estrago el rojo Egeo
donde (por Ondas) vieron sus Pimpollos
fulminantes Espumas los Escollos.




20


No el ser Patria de Turno Lidiadora
libró al Campo Laurente; ni Agilina
felice los Caballos armó ahora
que Lauso a Troya opuso peregrina.
A la Hetruria, vanísima Inventora
de la supersticiosa Auruspicina,
en Ave, y Bruto anticipó el Desvelo
parda la Fibra, disonante el Vuelo.




21


De tantos Dardos a las fieras Plumas
se obscurecieron los Soráctios Riscos;
y espiraron de Acero a tantas sumas
los Flavinios verdores, y Faliscos.
El Arno a las Lingüísticas espumas
huyó destos Vivientes Obeliscos;
y al ver la Orilla de sus Huestes llena
el Agua fue Velocidad la Arena.




22


Enturbiaron sus Odios peregrinos
del Fábari, y Vulturno el vidrio ufano;
y el Tésin que a Esqueletos Cristalinos
fría Hoguera encontró en el Lago Urbano.
Las Heliades yertas los Destinos
del Po lloraron, y el Torrente Cano
del Caballo pisar se agradecía
por no Copiar la Faz del Dueño impía.




23


Viose Apenino entonces que destierra
a más Polo sus Cumbres advertido,
pretendiendo de Infiernos de la Guerra
defenderse en Estrellas escondido.
Mas en vano la nube que lo encierra
librarlo procuró, pues exprimido
al grave peso de horrorosas Gentes
congojado sudó nuevos Torrentes.




24


Ni tú a la Gocia te opusiste instable,
por más, Vesubio, que infernal responde
exhalando tu Boca inexorable
los Flegetontes que tu Pecho esconde.
Inútilmente entonces formidable
Cañón te vieron rústico, por donde
Balas de Mármol contra el Cielo mismo
la Pólvora dispara del Abismo.




25


Todo cedió a sus fieras muchedumbres;
Mas ¿quién lo admira, si aun triunfo su Aliento
donde Nilo la Tierra en siete Cumbres
crece a inundar los páramos del Viento?
En ti (digo) oh gran Roma, Cuyas Lumbres
ninguno redimió del fiero Intento,
bien que ya fuesen, con mentidos Nombres,
más número tus Dioses que tus Hombres.




26


¿Cuáles Monstruos, que aun yerta esconde dentro
de sus Ovas la Estigia fulminante,
no predijeron que el augusto Centro
de la Italia arruinaba Tracia errante?
En todo el mundo resonó el encuentro
de la Estampa fatal, cuando triunfante
(Desmoronando su ascender Latino)
pisó el Ródope fiero al Aventino.




27


Los Indigentes dieron triste llanto,
Si los Lares sudor a tantos males;
Apagose de Vesta el Fuego Santo
con las valientes Ráfagas Boreales.
El Tíber, por llorar igual su Espanto,
Mares de Sangre bebe a los Puñales;
Que no abultara a su dolor impío
una Lágrima digna todo el Río.




28


De la próxima Lípari a Vulcano
lo ahuyentó a Vulcano
lo ahuyentó su Oficina conturbada;
Y no el duro Martillo la alta Mano
de los Brontes guardar pudo asustada.
La Urna del Jayán Siciliano
tanta peña abortó despedazada,
que poco a concebir su mucha Sierra
pareció el Vientre inmenso de la Tierra.




29


El Sol mismo en su armónica inconstancia
(marchitas las Repúblicas agrestes)
de las Tierras huyó, que esta arrogancia
temió, cual la otra infamia de Tiestes.
Gimió el Polo con ronca disonancia;
y casi sin los Vínculos Celestes
(En Caos del primero no diverso)
volvió a ser el no Ser del Universo.




30


De Italia a España sus Escuadras lleva
con Palmas Ataúlfo incomparables,
donde fundó un Imperio en que renueva
de toda Edad las Glorias admirables.
Un Imperio, que el Cielo tanto eleva,
que a Portentos después innumerables
declaró el Español esclarecido,
en la Ley toda Luz, Pueblo escogido.




31


Ya atendieron las Cumbre Marianas
por un Nuevo Josué pararse el Día,
y oprimió las Legiones Mauritanas
Máquina errante mucha Sierra umbría;
Acordando las Tumbas Inhumanas
del Rojo Mar contra la Escuadra impía,
ya a su favor formaron sus Raudales
Líquida Hueste en Náufragos cristales.




32


¿Quién dirá sus victorias?¿Quién las Leyes
con que el Solio magnánimo extendieron,
domando al Betis las crinadas Greyes
que Hijas del Aire su caudal bebieron?
Alto ejemplo a lo augusto son sus Reyes;
Sus Pueblos de Lealtad; sólo Ellos fueron
en Arte, Estilos, y Valor profundo
clara Enseñanza del restante Mundo.




33


Mas no menos también con ruina fiera
muestran a cuanta Angustia llegue impía
cuando del claro Origen degenera,
y desarmada está una Monarquía.
Si olvida ociosa una Nación Guerrera
su gran Principio, acerca su Agonía;
Que en los Imperios múdase importuna
con las Costumbres siempre la Fortuna.




34


Pasó de varios Reyes Serie Pura,
y al fin Aquella edad llegó enemiga
en que Rodrigo para hacerla impura
fatalmente la Púrpura consiga.
Rodrigo, que entregado a una Hermosura,
y negado del Solio a la fatiga,
el Culto, y Patria destruyó Inhumano:
tanto yerra, si yerra, el Soberano.




35


Oh quien de inmensa airada Media Luna
el Ardor desmedido poseyera,
para explicarse en copia aquí oportuna
la Lid en que espiró la Gloria Ibera.
No admiró tanto Horror Provincia alguna;
si hoy otra vez el gran Combate fuera,
de aquel Mundo no hallando estorbo en otro
sin duda el Eco resonara a Estotro.




36


Mas porque el gran Suceso más seguro
viva en tu Aliento que Osadía encierra,
los Ojos quiero que el Conflicto duro
te avisen ya de aquella infausta Guerra.
Dijo: y obedeciendo al Genio impuro
el Viento se enlutó, Tembló la Tierra;
Hierve a Huestes el Campo: en Sombras brava
España sobre América nadaba.




37


Sabia Historia, en quien duran vividores
los Sucesos, y el Tiempo retrocede,
si a las Musas tal vez doctos Colores
hurtaste, hoy tus Recuerdos le concede.
Enséñale a mi Euterpe esos Ardores
de Marte, a que el Olvido ya sucede;
Y en mi Armonía, en que alto Aviso se halla,
lean los Reyes siempre esta Batalla.




38


Víase el Guadalete, y a una parte
el Campo en cuyo espacio Floreciente
están (más que en el Golfo que las parte)
soberbia Iberia, u Libia frente a frente.
Riscos de Acero pone al Campo el Arte;
Y de Lanzas gran Mies tiñendo ardiente,
en Bárbaras Espigas, y Españolas
son las Rojas Banderas Amapolas.




39


Al de África gran furia, y al de España
hace la Hora fatal pedir ansiosos;
La Muerte, alta vibrando la Guadaña,
de los Reinos voló caliginosos.
Con gran manto engrandece la Campaña,
y descogiendo Agüeros Luctuosos
cuaja con vapor triste, a fin Sangriento,
de Infernal Sombra Féretros el Viento.




40


Está en medio el Furor, volviendo el Celo;
a los Dos Campos; y hace la Ira suma
que ninguno acordarse en tanto empeño
de Patria, Esposa, o Vida allí presuma.
Hiere el Campo el Caballo, instando al Dueño,
sacude la Cabeza, el freno espuma;
Y encrespándose todo el Ciego Ultraje
Trompa el Relincho es ya, la Clin plumaje.




41


Sólo Rodrigo helado se advertía;
Duda, viendo a cual Riesgo se ofreciese;
Bien que entre afectos varios parecía
que Persuasión interna le dijese:
Aun a vista de tanta Hueste impía,
oh Rey, ¿no anhelas que tu olvido cese?
aun descuidado (y ves contra ti un Mundo)
respiras de Ocio vil Sueño profundo?




42


Despierta ya desa Quietud manchada;
Veate el Reino un Día Noble, y Fuerte;
ya acabó la Delicia, y se traslada
el Sueño de la Infamia al de la Muerte.
Víctima en Sacra Estancia reservada
es del Imperio el Rey si bien se advierte;
Guárdate ha tanto, porque hoy temples la Ira
del Genio adverso que al Imperio mira.




43


El Público Interés honesta Solo
que a un Mortal Numen sirvan los Mortales;
y solamente, en cuanto alumbra Apolo,
la utilidad del Reino hizo Reales.
No hay más Ley que del Solio exalte el Polo;
Y únicamente al Cetro, y sus fanales
tiene Derecho para poseerlo
Aquel Monarca que merece serlo.




44


Borra el baldón que al Cetro ha tanto inscribes;
y a lo menos en Obras hoy postreras
muere digno que lloren que no vives,
pues vives digno de llorar no mueras.
Así escuchaba: y con lo que describes
(oh interior grito) a sus Perezas fieras,
afectando Ardimientos desiguales
pronuncia a su Escuadrón Cláusulas tales:




45


Valientes Españoles, Nación dura,
a cuyo alto Valor que arde en la Fama
Cuna el Norte obstinó de escarcha pura
porque no se exhalase el Pecho en llama;
La negra Gente veis que a África apura
los patrios Fuegos en la piel que inflama,
y es siempre el Pecho tímido atezado
mortaja adusta al Corazón helado.




46


En la Región Sabea, que fragrante
Flor blanda, y tiernos Bálsamos poblaron,
pudo animarlos el Astuto errante
que Abdala, y Ismia Infieles procrearon.
Fueron al Sur, domaron el Levante;
y aquí, fuera del Canero, le usurparon
en su obscuro Tropel Carbón Viviente
al gran Brasero de la Zona ardiente.




47


Mas ¿qué importa? Con tímidas Naciones
sólo han sido hasta ahora sus Batallas;
brutas Gentes que ignoran de Escuadrones
vestir Llanuras, entoldar Murallas.
Sienta hoy la Libia, rotos sus Pendones,
la Gloria Goda (oh Fama) que aún no Callas;
Y Enemiga conozca en su Castigo
la diferencia aquí del Enemigo.




48


No ignoro cuánto el Bárbaro esté ufano
porque a Sancho venció; mas la Divina
Piedad, en quien no Reina Odio tirano,
nuestro Castigo en aquel Mal termina.
Hoy Dios ha de auxiliarnos, que al Cristiano
corrige Padre, y no Contrario arruina:
ya en esa infausta Lid llenó sangriento
todo el enojo del Advertimiento.




49


La Sangre de los Nuestros derramada
a correr os enseñe estos Desiertos;
dureza a vuestro Brazo dicte airada
Hueso tanto que abulta en Montes yertos;
haced que tape la Enemiga Armada
(muriendo) nuestro Ultraje en esos Muertos,
que gustoso tendrá tanto Héroe Hispano
sólo así Superior el Mauritano.




50


Fuimos (vagando) Inundación Guerrera,
y ¿hay Quien (Reinando ya) nos acobarde?
Cierto es el Triunfo si en la Lid que espera
de lo que fuisteis siempre hacéis alarde.
Más os diría aquí, sino advirtiera
que no mudan las Voces al Cobarde;
al Noble sobra el ver que se convence




51


Dijo: Mas Abenzarca en la otra Parte
llenaba el Cargo de Ínclito Guerrero;
forma el Campo, las Órdenes reparte
al mirar que la Lid busque el Ibero.
Soberbio, acostumbrado en Ciego Marte
a vencer, ya en el Ánimo severo
concibe el Triunfo, y lleno de Osadía
a sus Tostados Árabes decía:




52


Albricias, del Profeta Soberano
oh Vos, feliz Generación bizarra;
del Gran Profeta, a quien, contra el Cristiano,
Alá entregó la ardiente Cimitarra.
Albricias, que Frenético, el Hispano
quiere hacerse en las Tropas que desgarra
(Con osar resistir nuestra Falange)
digno de que lo venza vuestro Alfanje.




53


Vasto el Mediterráneo acá se extiende;
del Oceano allá nos ciñe la ira;
la Tierra el fin de tanta Empresa atiende;
el Cielo si abrazáis su impulso admira;
Nuestras vidas un Golfo, y otro prende;
a nuestra Fama un Mundo, y Otro mira;
¿qué haréis si Teatros vuestros singulares
entrambos Orbes son, y entrambos Mares?




54


Domasteis Reinos mil, y hacer el Polo
de Catón la gran Marcha os vio terrible
allá en la ardiente Arena en quien Apolo
la Llanura introdujo a inaccesible.
No los Quelidros, y Cerastas solo,
no la Sierpe de Mario os cedió horrible;
Cartago hollasteis que morder promete
la Hidra Latina de Montañas Siete.




55


¿Cómo Éstos en Lascivia sumergidos
os podrán apartar de sus Terrenos?
¿Éstos, por sus Abuelos atrevidos
de Vanidad; por sí, de Temor llenos?
Sólo siento que estando ya vencidos
del Ocio antiguo, habrá que vencer menos;
y (¡oh Ambición de su Error!) tendrá siniestra
su Infamia parte en la victoria nuestra.




56


Domado el Clima de África arenoso
nos da el Cielo el Imperio ya de Europa
si hacéis al Labio Hispano jactancioso
del ultraje apurar la amarga Copa.
Ese que en Real Marfil tiembla medroso,
y indigno viste la Cesárea Ropa,
nos lo trae; Ese es hoy, torpe Guerrero,
del Don Augusto, Augusto Mensajero.




57


Cuantos anima la Española Trompa
Esclavos son de Carga al grande Intento;
sólo están, sin que Alguno en Odios rompa,
de su Rey a adornar el Rendimiento.
No pudo acompañarle menos pompa
que de mil veces Personajes Ciento:
tal Séquito convino, al que hoy la Parca
conduce a ser Esclavo de Abenzarca.




58


¿Qué hay pues, que vuestros Ánimos retarde
para que el gran Trofeo se concluya?
Arrebatadle el Cetro, haced que guarde
más Diestra el Don que se infamó en la suya.
¿Cuál Pecho habrá tan tímido, y cobarde,
de quien el Triunfo en una Mano se huya
que sólo violar pudo en torpe Llama
la honesta Resistencia de un Dama?




59


Ni contéis destos Llanos, y esas Cumbres
las Turbas que en su Ejército se enlazan;
que si Cobardes son las muchedumbres
no defienden el Campo, lo embarazan.
Ea, lidiad; Que contra nuestras Lumbres
número breve mis noticias trazan;
Uno cuento no más en sus Legiones:
Un Miedo en un Millón de Corazones.




60


Dijo: y siguiole Bárbara Algazara
en todos sus Ejércitos tremendos;
rasgan con Ciego Horror, y Inquietud rara
a herraduras el Prado, el Aire a estruendos.
Aquellos cuyo fin la Lid prepara
con Agüeros la Muerte tiñe horrendos;
pálidos, a pesar de cuanto osaron,
a morir en los Rostros empezaron:




61


Falta el Terreno, en cuya tez se exhala
un Campo, y Otro con ardor profundo;
dos Mundos van de Gente en que se iguala
hermosa Vista, Espanto furibundo.
Así vertiendo Horror a un tiempo, y Gala
mil grandes Orbes al morir el Mundo
rodarán a encontrarse con desvelo
por esas Ramblas diáfanas del Cielo.




62


En Huestes los dos Alpes corredores
al gran Golpe se esparcen desgajados;
ruedan Hombres, gimiendo los verdores
entre sangrientos riegos de Soldados;
rechinan a Estallidos crujidores
con desorden rompiéndose obstinados
rostro en rostro; en Escudos ya deshechos
los Escudos, los Pechos en los Pechos.




63


Al Aire humo de flechas se dilata,
Sierpes que al rapto empluma ardor Guerrero,
si ya no son Cometas que arrebata
en la punta luciente Astro de Acero.
Anega el Día en nieblas que desata
el gran Tropel; todo es un Caos fiero;
baja en Truenos el Cielo al Campo; en nube
de polvo hinchado el Campo al Cielo sube.




64


¿Quién dirá el gran Desorden que se admira
dentro de aquel tejido Obscuro Infierno?
Fue el primero que ardiente emplea la Ira
Ramiro, fulminando a Tisaferno.
Vibra otra vez la Lanza; odios respira,
y Infieles tres en ella unió al Averno
con sólo un golpe: Al espirar se enlazan,
y unas a otras las Almas se embarazan.




65


Mas del sangriento Osmán la alta fiereza
por dar Muerte a Ramiro exhala enojos;
cortole por la Boca la Cabeza,
y las fauces pudieron ver los Ojos.
Raimundo el Corazón divide a Ardeza;
revuélcase rabiando, y Mares rojos
da el Moro a borbotones con la Vida
parte en la boca, y parte por la herida.




66


Sin brazos allí un Cuerpo se despeña;
y sin el Cuerpo un brazo acullá falta;
resbalan todos en al no pequeña
lluvia de Sangre que el Terreno esmalta.
Monstruosos ecos en distante Peña
aun la Sierra bramar hacen más alta
Golpes, Grietas, Marciales Instrumentos,
y de quien muere trágicos Lamentos.




67


A Teodoro que cerca militaba
miraba militando el Padre, anciano;
la vista del Plumaje no quitaba
del Hijo, en quien vivía; ¡ay cuánto en vano!
Lleva el Penacho amado, y se le clava
en los Ojos un Dardo Mauritano:
¿quién creyera que Muerte le traería
del Plumaje que amó la Cercanía?




68


Con Lorenzo en las Huestes perturbadas
se encontró Orcán; vuela uno, y otro ardiendo;
mas en los dos Caballos las caladas
Lanzas emplean sólo el golpe horrendo;
Saltan; y rotas luego las Espadas,
Luchan los dos, ya Insignias confundiendo
resplandecen con trémulos boscajes
en la arena Cimera los Plumajes.




69


Mas cuando más un Pecho, y Otro ondea
llegó un dardo que alado se abalanza;
los dos junta, y unida hizo se vea
con discordia, una y otra Cruel pujanza;
Mueren gustosos de que sea
uno el suceso en Lucha, Espada, y Lanza,
y la Rabia una, sin que ceda alguno,
una es la Muerte, y se la dan ninguno.




70


El Bárbaro Abenzarca furibundo
no sólo Órdenes da, vago se irrita;
mézclase en los Hispanos; del profundo
parece Incendio que la Tierra habita.
Su Yelmo es Selva de Plumaje inmundo;
Corvo eslabón su Alfanje se acredita;
que hace faltar con ímpetus mortales
Chispas de Sangre en vivos Pedernales.




71


Desnudos brazos su furor Severo
obscuros cual la Faz muestra arrogante;
rígido Peto viste, bien que es fiero
más duro que as Armas el Semblante.
El pardo Borceguí, riza grosero
Olas de Crespas Pieles fluctuante:
y a la espalda (su vista huyendo fea)
Golfo alado de Seda el Manto ondea.




72


De un Alazán la altivez ligera
da el acicate intrépidos reflejos;
Monte animado que a una Yegua Overa
hijo fue, allá del Luzco los Espejos;
Las voladoras Aves su carrera
dejadas, quedan admirando lejos;
Y sin gravarle huella al Campo roto
lo siguen, si lo emulan, Euro, y Noto.




73


Que una Alma sola con feroz Trofeo
hay en el Dueño, y Bruto juzgarías,
pues ardiente inflamar se ve un Deseo
al Bruto, y Dueño, Fiera en Osadías.
Creerías sobre el Osa errar Briareo;
O opuesto a la Ficción común, creerías
que en vez de sepultarlo el Monte, y Prado,
rige Encelado un Etna disparatado.




74


Desordena las Lanzas; Bruto atierra
Escuadrones vastísimos de España;
Suena al gran peso trémula la Tierra;
Arde el Aire a su Aliento en furia Extraña;
Huyendo del Volcán que el Pecho encierra
corre el sudor que el Negro Aspecto baña;
y al bronco Labio entre la niebla suma
enjuga el Polvo la rabiosa Espuma.




75


Con menos salto; y furia arrebatada
de las Cumbres del Othrix sacudido,
turbando la espesura enmarañada
vuela el Valle Centauro desmedido.
Fatal Peña del Alpe desplomada,
rápido ardor del Trueno desprendido
aún no es Sombra a vibrarse en la Falange
Peñasco su Alazán, Rayo su Alfanje.




76


Síguelo Irtafe, y por la Lid severa
corte en un Bruto aun del Contrario al Centro;
Hirió a Juan, con tal furia, que la fiera
Lanza rompe, y dejó media allá dentro;
Y, sin que nuevo impulso la moviera,
a Alejandro que audaz sale al encuentro
la Asta rota en la Boca entró al abrilla;
y en cada diente desgajó una astilla.




77


Tenía, guarneciendo una Colina,
pardo Alcázar en Ella bronco asiento;
Yedras lo enraman; Duda si es ruina
el Tiempo, y sin morderlo huye violento;
Zona frondosa de Álamos vecina
lo ciñe; Allí gran ruido hacia el Viento;
Como que aun Bóreas clame, en soplos que arma,
con murmúreos horrísonos, al Arma.




78


Corre a ocuparlo un Escuadrón Ibero;
Otro de África va a carrera abierta;
Mas la Española Hueste entró primero;
Los Balcones guarnece, y la ancha Puerta.
Brama furioso el Escuadrón postrero
viendo saliese su Osadía incierta;
Mas a Todos excede en furias sólo
el membrudo Caudillo Bronzacolo.




79


Etiope atezado el Bárbaro era;
Todo desnudo va; Hielo de tinta
parece; Sólo a la rodilla fiera
azul pende un mandil desde la Cinta;
Lanoso el pelo cofia le es grosera;
breves Ojos unió, frente sucinta,
gruesos Labios, Nariz de anchos deslices:
sólo era el Rostro Labios, y Narices.




80


¿Dónde huís? (le gritaba) el mayor Centro
para libraros de morir no basta.
Dice: Y contra la Puerta al duro encuentro
la Lanza arroja en que alto Impulso engasta.
Temerosos se apartan los de adentro;
Blandiéndose en la Tabla pende el Asta;
Suena el Vacío, y gran gemido internas
pronunciaron las Lóbregas Cavernas.




81


Vicente que la entrada defendía
un dardo tira a Bronzacolo bruto;
Errole; y por Él, lleva la asta impía
a Orbel su Compañero el Mortal luto.
Viendo que airado el Negro proseguía,
iba a cerrar la puerta; Mas astuto
lo estorbó Bronzacolo, echando fiero
en el umbral el Muerto Compañero.




82


Tal Gámbaro, en quien vemos que reside
de estratagemas próvidos el uso,
al Ostión porque en conchas que divide
no se cierre, pequeña guija puso;
Va a juntarse la Almeja, y se lo impide
la piedra que el Cangrejo le interpuso,
bala riscosa que ofreció al nocivo
Brecha de Nácar en Baluarte Vivo.




83


Salen mil Lanzas luego a la defensa
Haciendo Espín el Pórtico erizado;
Los de arriba no sólo lluvia densa
de los Dardos, y Flechas dan al Prado;
Arrancan Tablas, Tejas; Ruina inmensa
las Vigas, y el Ladrillo hace arrojado:
al Campo cae en la Batalla incierta
la casa toda por guardar la Puerta.




84


Entre la Gente que oprimió de lo alto
la inundación de Hierro, y Materiales,
fue Bronzacolo; Témplase el asalto,
y cerrarse pudieron los Umbrales.
Violo de lejos el Feroz Corbalto;
Vuela dando a la Gente iras fatales;
Todo el muro circunda, y se enfurece
porque a su Ardor ninguna entrada ofrece.




85


No de otra fuerte (consultado el Viento)
después que al Techo que el Rebaño encierra
llegó eligiendo astuto el sotavento,
Lobo feroz Pirata de la Sierra;
Si halla cerrado el rústico aposento,
la tapia escarba airado, el quicio atierra,
y mordiendo rabioso ha Haya basta
en el rígido umbral los dientes gasta.




86


Vibra el Alfanje, y por saltarse Flechas
que al ventanaje impela, hiere el muro;
Adobes corta, y a las más estrechas
amarras penetró del barro imputo.
Vía sus trabazones ya deshechas,
cuando el filo rompió en un mármol duro;
Desgarra un Tronco, y con la rama airado
destronca el edifico fulminando.




87


A cada encuentro del gran Leño horrible
toda la Casa trémula se mueve,
y sobre el Ciego Bárbaro inflexible
desmoronado el Barro, y Polvo llueve.
Hasta que a un golpe que esforzó terrible
cae el Muro, y lo oprime Urna no leve;
El Celebro le esparce, y ya deshecho
cruje en la espalda el cóncavo del Pecho.




88


Así el Cerro a quien bate, y se ve exhale
furias de Olas gran Río, al Fondo apunta,
despeñado sobre Él, luego que sale
de la Línea Central su excelsa punta;
truena el Campo, el Raudal sin que se iguale
al grave horror de la Colina junta
gime feroz, del fulminante Prado
a ampollas de Cristal despedazado.




89


De la Casa los Suelos penden sueltos
faltando el muro que afianzó las Vigas;
De donde Muchos en el Polvo envueltos,
rodaron a las Huestes Enemigas;
Los de abajo recíbenlos resueltos
en las Lanzas; Mas venga sus fatigas
desmoronando Mármol que no incierto
fue Muerte al Matador, Sepulcro al Muerto.




90


Van Otros luego a la gran Brecha obscura
entre el reciente Polvo que la ciega;
Resisten los de adentro; A la más dura
batalla el Godo, y Árabe se entrega.
Dijeras que fabrica otra estructura
su rabioso Tropel, viendo que allega,
del Vulgo que hace la Ira se desangre,
tanto hueso amasado en tanta Sangre.




91


A este tiempo los Árboles, ludiendo
con el grande Aire que aja su Guirnalda,
cada uno en otro se encendió, prendiendo
Cintas de Llama en trenzas de Esmeralda.
Rojas hojas debió al Volcán horrendo
del Tronco allí la cortezuda falda;
Y en densas Copas dando al Sol desmayos
mil verdes Nubes se volvieron Rayos.




92


Crece la Llama, al respirar la exaltan
más las gargantas diáfanas del Viento;
Brama en las hojas que encendidas saltan
la humedad, repugnando a otro Elemento.
Montañas de Humo en Globos que resaltan
con gran ruido da al Cielo el verde asiento;
suena (al inmenso ardor crujiendo el tronco)
en las bóvedas de Humo el eco ronco.




93


Ábranse las Huestes, mas no cesa
de herir su rabia; Pareció que inflama
con furor nuevo en obstinada Empresa
Llamas a la Ira la Ira de la Llama.
Así en Osos que inunda espuma gruesa
nadie cede; Uno, y Otro muerde, brama;
y en Sangre, y Onda el brazo en que se libra
destrozando, y nadando a un tiempo vibra.




94


Arden Plumas, y Lanzas; Importuno
muere Este; Otro en las ascuas se desliza;
Clavado gran tizón del Pecho Alguno
fue a quitarse, y vio el Peto hecho Ceniza.
Cae el gran Bosque; Sepultado en Uno
Vencido, y Vencedor allí agoniza;
De su Tumba Obelisco vuelan sumo
las hinchadas Pirámides del Humo.




95


No percibía la Otra Gente aquella
grande Hoguera, oh vastísima Atalaya
con que afligido el Prado avisa en Ella
al contorno el Asombro a que desmaya.
Con más furia cada uno era Centella
más fiera; Al Fuego inmenso que lo raya
se ocultó el Campo, en Trueno y Nube hundido
de confusiones, y hórrido Alarido.




96


Audalla un Dardo con sangrienta punta
tira a Ildefonso; errolo, y se desmaya;
vuélvelo el Otro, y dice atroz: Pregunta
cuál tiene más vigor, a la Azagaya.
Ramón brioso para herir se junta
con la Hueste interior que el Moro explaya;
derriba en todas partes a sus plantas
Celebros, Piernas, Brazos, y Gargantas.




97


Dio muerte a Arcolbo, sin que hiriendo cese;
y a Orzafe, en quien sirvió, con mortal seña,
sólo ancho el Bulto de que él Cupiese
inmenso miedo que a temblar lo empeña.
Sobró la herida para que saliese
de Cuerpo tanto una Alma tan pequeña;
no más torpe, más fúnebre moría
aquel Montón de Grasa, y Cobardía.




98


Así en mucho Español allí encendido
se vía con impulsos Superiores
encender ardimiento repetido
de la heredada Sangre los Herbores.
No era el menor Enrique esclarecido;
a todas partes fulminaba horrores;
dio a muerte a Olife; y a Gerbet que huía
pone al encuentro la alta Espada impía.




99


Pásale el Pecho; y con soberbio alarde
no mueres (clama) aunque el No ser te oculta;
Una es la Muerte, y Vida del Cobarde,
que igual Silencio a entrambas las sepulta.
Dice: y siempre encendido en furias arde,
ninguno de sus Cóleras se indulta;
hiere igual a quien se huya, a quien se enoje;
y Bárbaros sembrando Triunfos coge.




100


Mas quien más Claro en el Marcial empeño
se vio, García fue, en quien descollando
casi Gigante el Cuerpo es desempeño
del Espíritu, opuesto al Ocio blando.
Todo lo asusta; en fin Noble Extremeño
blasón de aquel País por quien nadando
ya se hunde, y ya se eleva el Guadiana
Buso de Vidrio en Mar de Tierra llana.




101


Hijo del Viento un Andaluz alado
lo lleva contra el vasto Paganismo;
Vesubio a quien es Nieve el Espumado
Freno, y densa la Clin frondoso Abismo.
Con fuego de sí mismo en sí estrechado
se inquieta Terremoto de sí mismo,
y bufando ruidoso da Huracanes
por la abierta Nariz en dos Volcanes.




102


Siguiendo un gran Tropel de Fugitivos
llegó al Río con poca de su Gente;
al Río, que en Diluvios sucesivos
derramaba Crecida la Corriente.
Por la Lluvia en Arroyos excesivos
Ondas recibe, y Tierra juntamente;
cómprale el Barro el diáfano decoro,
y lo blanco del Agua enturbia de Oro.




103


No lo temió la Escuadra Corredora
que más teme al Varón que la oprimía;
al Golfo faltan aunque impuro ahora
del gran Fondo los Centros no exponía.
Teme el Río las Huestes que atesora.
y si al agua el temor no hace más fría
es porque arde encendido el río Ibero
con las Sombras lucientes del Acero.




104


Dio García al Caballo generoso
la Espuela, y Rienda toda; y invencible
cae al Agua; rasgose el Vidrio undoso,
y en la Orilla el gran Golpe sonó horrible.
Lleva en su aspecto al páramo Espumoso
más Confusión, y Nube más terrible
que las del Polvo en cuya Niebla bruta
un Margen, y otro lóbrego se enluta.




105


Desmayado el Tropel por el violento
Piélago se esparció, del Susto herido;
Quien, en cuanto sufrir puede el aliento,
en lo hondo de la Espuma está escondido;
Quien de esguazar el Río tiene intento,
y lo impiden las Armas, y el Vestido;
Armas, que oprimen sólo en tal despecho,
por ser mayores que el medroso Pecho.




106


Así en el Mar en quien se ve que vuelen
Aves de Escama en Euros Espumosos,
los Peces argentados temer suelen
de Gran Delfín los Bultos espantosos.
Todos sin orden, rápidos se impelen
sus mudos Pueblos, giran presurosos,
corriendo ocultos (cuando, oh monstruo, subes)
del Alga a macizar las verdes Nubes.




107


Hierve al resuello el Río, y la Anca hundida
peina el Caballo el Agua con las Manos;
la Lanza, y Rienda a un tiempo rige unida
el Héroe con Impulsos más que Humanos;
Báñase la Escarcela humedecida;
las Botas se hacen ya Remos ufanos
que el Bruto agitan; encontrar procura
(en vano) el Fondo leve la Herradura.




108


Hiere Diego a Mahomad, dio Alfonso muerte
a Ardín, Carlos Ebud, Felis a Abdala;
corre Atarfe que el riesgo cerca advierte
y a Aceros de Fernando el alma exhala.
A Alí truncó la Diestra Antonio fuerte
que sin el Dueño al Piélago resbala;
tiembla el Bárbaro; y cuando en su desvelo
ve que es Agua la Mano, el Rostro es Hielo.




109


Nadan Lanzas, y Adargas que introducen
a Islas errantes las Corrientes sumas;
llevan Flechas; y al Ciego fondo inducen
mil Yelmos que al bajar tardan las Plumas.
También fríos Cadáveres conducen
de los que en ellas huyen, las Espumas;
piadosas y a sí en rápidos alardes
dan la fuga en la Muerte a los Cobardes.




110


Donde el fondo es menor lidiando algunos
las Armas rompen, los Cristales rizan;
al Combate los Pies allí importunos
en el Légamo, y Lama se deslizan.
De Sangre tiñen las Corrientes unos;
otros su aliento ahogados finalizan;
las Bocas cierra el Río, y con despecho
muere el Alma retrógrada en el Pecho.




111


Arrebatado del Cristal crecido,
a unas ramas que al Río se descuelgan
se asió Azambei, mas Pedro enfurecido
los Brazos le cortó que libres huelgan;
Cae el Otro, y del Piélago impelido
mira sus hombros que en las Ramas cuelgan;
no pudiendo alargarlos sin sus Lazos
muerte alargando el Cuerpo hacia los Brazos.




112


A Illán nadando, las Espadas vuelas
penetró una asta en el Terreno frío;
miró, y a nadie ve; que en Lanzas sueltas
se hizo Guerrero el ímpetu del Río.
Un remolino a Luis en sus revueltas
(amenazando a Tarfan) prende impío;
húndese el Cuerpo, y la alta Espada al Día
muestra última el hervor que lo sorbía.




113


Probad (clama García) hiriendo a todos,
probad los Frutos de una injusta Guerra;
este Albergue hallaréis entre los Godos;
otras Fieras que Libia España encierra.
Si a Sancho hollasteis con soberbios modos,
le da Sepulcro al fin la Patria Tierra;
mas en Vos verá el Mar que se derrame
a los Monstruosos del Agua cebo infame.




114


Así clama: y no cesa Fulminante
de Herir; por las Costillas parte airado
a Arbén; mojose el Corazón nadante,
y sin beber la Boca queda ahogado.
Divide a Vlit la Frente; del Turbante
en dos partes el Círculo rasgado
cayendo a las Corrientes importunas
con la Garzota dio tres medias Lunas.




115


Muliberbey que fuera del Estrecho
surcó el vasto Oceano, y feliz vuelve,
allí en su misma Sangre, roto el Pecho,
(¡ay de cual Onda náufrago!) le envuelve.
Otros muchos, de herir no satisfecho,
el Campión de Cadáveres resuelve;
hasta que el que no pudo Escuadrón tanto
dio muerte, de un Morábito el Encanto.




116


Corría el Campo haciendo al Día agravios
un Muchacho Africano, un Sol viviente;
de las Ascuas preciosas de sus Labios
es Luz dorada el Bozo floreciente.
A sus Mejillas dan los Cielos Sabios
nacarados Esmaltes felizmente,
y en sus Ojos derrama el Niño Ciego
de su Tórrida Patria todo el Fuego.




117


Menos hermoso en la frondosa Cuesta
la Fábula fingió vivía errante
aquel Frigio Garzón que en poco honesta
pluma a sus Orbes elevó el Tonante.
Ni tanta Gloria fue de la Floresta
Narciso, de su Imagen tierno Amante;
oh el Bello Adonis, en desierto bronco
dulcísimo Sudor de amargo Tronco.




118


En un Bridón nevado el Campo huella,
cuajado de Listones Carmesíes.
El Alquicel de Grana Nube es bella,
Purpúrea Piel los Crespos Borceguíes.
El Turbante en Plumaje Azul descuella;
mueve el Brazo un Alfanje, a quien Rubíes
y Oro guarnecen; de Oro el híjar bate
al Blanco Bruto intrépido Acicate.




119


Bate el Híjar; y el Bruto en disparadas
huellas niega al verdor Estampas sumas;
la Clin se esparce ondeando en desgreñadas
Tempestades de pelo albas Espumas;
Al Dueño, del Turbante derribadas
Remolino Celeste hacen las Plumas;
y del Manto en hinchadas Olas Ciento
la Púrpura se encrespa con el Viento.




120


A encontrar a García llega ufano;
Mas, ¡oh cuanto herir a su fortaleza
a Abenzoar, que aunque Mágico Africano
hechizos padeció de su Belleza!
Muere a las Iras del Sangriento Hispano
el Garzón bello; En la última tristeza
del Amante se acuerda; El Campo mira,
y llamando a Abenzoar, hermoso espira.




121


Corre aquel que la Voz amada siente
y (¡ay fiera Vista!) al Agua ensangrentando
la Insignia, conocida infaustamente,
y el Caballo sin Dueño vio nadando.
¿Quién dirá los Extremos con que ardiente
lloró? ¿Y quién el furor con que bramando
toda la Estigia al Orbe eleva impío
para aumentar contra García el Río?




122


Leves ya a Guadalete se encaminan
los Lagos todos; Rasga el fondo Averno;
No sólo Urnas en la Urna a que caminan
Betis vierte, y Gentil por eje interno;
Cuantas Venas riscoso el hueso minan
al gran bulto de España, unió el Infierno;
De mil Ríos un Río en quien se asombre
hace feroz, por deshacer un Hombre.




123


Sobre si el gran Torrente va en aladas
turbias Sierras; Al Euro se avecina;
Y con Golfos de lluvias arrolladas
borbolla en parte, en parte remolina.
Caer hace en la orilla las cavadas
Tierras que bate; Y donde en Él se empina
algún Escollo, salta roto hiriendo
y en Sí mismo al caer graniza horrendo.




124


Los más robustos Árboles desata
de los Montes que pueblan Vividores;
Van a náufragas las Reses, y arrebata
con las chozas deshechas los Pastores.
No hay Puente que a sus Iras no se abata;
No hay Margen que reprima sus furores;
Y hinchado derramándose promete
que será toda España Guadalete.




125


De la horrenda Batalla inunda parte;
Lleva Caballos, Hombres, Armas, Tiendas;
Nada el Infante, y en más fiero Marte
son al Jinete dulce Arnés las riendas.
Crece el bramido con que el Río parte,
de la náufraga Escuadra en las contiendas;
Gimen los Medio muertos; Sin mirallos
claman los Vivos, bufan los Caballos.




126


García (a quien a pie ya un dardo Moro
dejó) se admira del Raudal supremo;
alta la Espada está cual vio el Peloro
tras el Griego en el Golfo a Polifemo.
Opone a la corriente con desdoro
el Escudo; Y las Ramas que el extremo
del Río lleva, abraza: horrenda se halla
entre un Hombre, y un Río una Batalla.




127


Mas del cercano Escollo tanta Flecha
el bárbaro Escuadrón le llueve impío
que en diluvios de Púrpura deshecha
el Alma al fin se exhala, falta el brío.
Muere; Y le viene toda el Agua estrecha;
Cual grande Encina, casi es Puente al Río;
Y apenas, al caer el Héroe fuerte,
pudo todo el gran Cuerpo andar la Muerte.




128


No sólo aquí esta pérdida notable,
mayor la tuvo luego el Campo Hispano;
Pues Opas el Traidor siempre execrable
a su Dios, y a su Rey faltó Inhumano.
Deja su Gente, y monstruo inexorable
a los de África pasa; ¡Oh horror tirano!
Y ¡oh infernal consecuencia fementida
de la Reputación del Rey perdida!




129


Desmayan los Iberos Escuadrones
viendo tantos no sólo dividirse,
mas hiriendo, con Bárbaras Legiones
para alto estrago de la Patria, unirse.
No de otra Suerte son las confusiones
en náufrago Bajel al sumergirse
cuando el gran Leño a quien fió la Vida
vuelto en Urna la Gente ve oprimida.




130


Huye Rodrigo: Corren luego horrendas
a los Reales Mauritanas greyes;
El Oro inquieren; las preciosas Tiendas
rompen donde dio el Vicio injustas Leyes.
Augustos Lechos huellan sin contiendas
bárbaros Vulgos, advertirlo, oh Reyes,
Así se logra el gran Caudal que impía
para el Lujo usurpó la Tiranía.




131


Los que la fuga no redime, al duro
filo espiran del Árabe que impera;
Infausto Día en quien al Lete obscuro
dio su gran Fama la Nación Guerrera.
Allí el Esfuerzo antiguo acabó impuro,
nació grande la Angustia venidera;
Y el Imperio en tres Siglos siempre altivo
cayó Ceniza de un Volcán Lascivo.




132


Mas mira cuando más, o España, enlutas
tu Emporio, amanecer Noé Divino
al bárbaro diluvio de olas brutas
Pelayo, a que otra Armenia se previno.
De Covadonga en las estrechas grutas
(si ya fauces no fueron del Destino)
con Pocos preso, a Glorias sale eternas
Noble Huracán que exhalan sus Cavernas.




133


Bien como del Clarín que en tortuosos
Laberintos de bronce enreda el Viento,
cuanto oprimido más, más armoniosos
rumores forma el estrechado Aliento;
Así de aquellos Cóncavos riscosos
suena espantos al Mundo el Ardimiento
del Montañés Augusto, que ya inflama
vivo Acento, altas Trompas de su Fama.




134


Nace León Feliz; Crece Navarra;
Aragón vencedor; Portugal fuerte;
Castilla luego en quien al fin Bizarra
mucha Corona en Una se convierte.
Del Ebro Excelso que Una y Otra Barra
venera atento en el blasón que advierte,
con Isabel Fernando a unirse llega;
el Corazón, y casi un Mundo entrega.




135


Éste es quien hoy los manda, Victorioso
siempre del atroz Bárbaro importuno.
Mas, ¡oh Cuánto después, vendrá Dichoso
sin que la alta Ascendencia eclipse Alguno!
Uno elijo entre Tantos Generoso
que Tantos Generosos ciñe en Uno;
El Gran QUINTO FILIPO en quien el Polo
da por Alma una Estirpe a un Pecho sólo.




136


Del Grande Abuelo, que la Francia guarda,
y en todo el Mundo la elevó triunfando,
Rayo a España será; La Angustia en que arda
termina, Excelsas Leyes promulgando.
Ya le parece a toda Edad que tarda
Éste que aguarda el Trono suspirando;
Cuando aún en flor sus Años se examinan
a sus dos Pies dos Mundos se destinan.




137


Su Comprehensión Augusta será Asiento
del más Divino Intelectual Tesoro;
Infinito Valor muestra en su Aliento
de altas resoluciones el decoro.
Su Piedad es igual a su Ardimiento;
Y Liberal vertiendo lluvias de Oro,
a su gran Diestra llamará la Fama
Urna en que el Patrio Tajo se derrama.




138


Será larga su Edad, que el Paraíso
viendo ser toda breve a tantas Glorias,
halla que el dilatarlos es preciso
porque en sus Años quepan sus Victorias.
Mas ¿qué importa, si al Héroe que te aviso
ya debe en poco instante otras Memorias,
pues vive en su Grande Alma Esclarecida
más veloz el Acierto que la Vida?




139


Como oprime al Delito su Ardimiento
con justas Leyes siempre vencedoras,
así otra Esencia su Glorioso Intento
da (obrando) a las Edades voladoras.
Los Minutos son Años en su Aliento;
Son Siglos fecundísimos las Horas;
Eternidad los Meses son extraños;
y ya no hay Ser que puedan ser los Años.




140


¿De la docta Poesía quién apura
con más Premios dulcísimo el desvelo?
Las Letras en su Púrpura son pura
manchas de Luz a enrojecido Cielo.
Una Heroica Virtud siempre procura
juntar las Musas a su Heroico Vuelo;
Y Victorioso del Olvido indigno
Siempre ama el Verso quien del Verso es digno.




141


La Fe pública nace; Defendido
sale el Comercio del antiguo Luto;
Ocupo Astrea Solio esclarecido
de quien antes fue el Robo sostituto.
Cesan ya con el Público gemido
los continuos aumentos del tributo;
ya busca al Docto, al justo, y al Soldado
el Premio no inquirido, ni comprado.




142


El Objeto más lejos del Sentido
más cerca de Deidad se considera;
Numen FILIPO al Solio es aplaudido;
Todo ánima, está en Todo, en Todo impera.
Aquel ver por Efectos advertido
siempre a su Rey la más distante Esfera,
un No sé qué es Divino, afán robusto
que al Vulgo cela el Gabinete augusto.




143


Si tanto ha dilatado su Trofeo
Jove mentido en Fama portentosa
porque en Tesalia fulminó a Tifeo
cuando al gran peso se abollaba el Osa;
¿Cuánta más Gloria mereció el que veo
hacer su Monarquía venturosa,
deshaciendo con Real Llama propicia
el Desorden, la Infamia, y la Injusticia?




144


Venció en Acaya de un León furores
el Héroe que dio Almena a la Luz pura,
y en Arcadia deshizo los horrores
de la Hidra que nada en Lerna impura;
Pasando del Menalio a los verdores
truncó en el Jabalí nueva espesura
de Cerda infiel, despedazando ardiente
la Atropos bruta del Lunado diente.




145


Por esto a Alcides aclamó triunfante
redimido el feliz Peloponeso;
Pan mismo concurrió mezclando amante
sus Albogues entre el Mortal Congreso;
Oyó el Egeo, y Jonio (que espumante
Linde es de la Península) su exceso;
y invidiosa el rumor sintió oportuno
la Estatura en que Corinto adoró a Juno.




146


Pues si por sólo dominar las Fieras
Hércules logra Nombres de Divino,
¿a quién vence las Pestes más severas
que da al Averno, cual Laurel convino?
No sólo contra el Vicio sus Guerreras
justas Leyes el Grande Rey previno,
mas con Doctas labró Solicitudes
Grande Alcázar que habiten las Virtudes.




147


A Aquel Iris feliz que el Hemisferio
de un Reino anuncia Paz, son brilladora
Base el Premio, y Castigo; que al Imperio
lo afirma la Justicia triunfadora;
Y como con Estrago, y Vituperio
caería un Arco sin estas Bases puras
Mentales diera al Suelo Arquitecturas.




148


Será estorbo de tanta quiebra indigna
Este, Deidad visible en Regio asiento.
Clamando por su Edad, de Siglos digna,
todo su Inmenso Imperio es un Acento.
¡Oh! dure Eterna; y aun de la maligna
Invidia triunfe en Sacro Lucimiento;
siendo en el Polo que su Pecho inflama
siempre al Tiempo Terror, Peso a la Fama.




149


Desta pues Generosa Nación Goda
a quien sólo en Rodrigo Ocios comprehenden,
es Esa errante Escuadra que incomoda
los Mares que en tu Playa aljófar tiende.
Fueron del Norte; y contra Europa toda
grande Reino hacen hoy al Sur se extienden:
su Cetro es de la Esfera Eje segundo;
midió los Polos, excedido el Mundo.




150


Rey fuerte, fuerte Gente nos asalta;
nuevas armas verás, nuevos ardides;
la Gloria espera a tu Valor más alta
si de tanta Nación la furia impides.
Con grandes Triunfos al Osado exalta
la grande Contingencia en grandes Lides;
Ve, y Vence. Dijo: y del Furor que encierra
cayó Oprimido el Bárbaro en la Tierra.


 
 
Fin del Libro quinto