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11

Archivo de Protocolos, Madrid, prot. nº 22332, fol 78 r. y v. (Antonio de Pineda). Debo a las indicaciones de mi colega y amigo Guy Bourligueux el hallazgo de este documento y, de rebote, el de otros más, a algunos de los cuales me refiero de pasada, en este artículo y que publicaré íntegros o comentaré -pues los hay muy largos- en un próximo artículo dedicado a varios individuos de la «familia moratinesca», según solía decir D. Leandro. Quede, pues, constancia de mi deuda y de mi agradecimiento.

Me atengo a la ortografía de la época, aclarando por medio de una nota, cuando me parece necesario, tal o cual abreviatura difícil de entender. Así también para el testamento de Melón. Naturalmente, sólo la firma de Moratín es autógrafa.

 

12

No queda huella de dicha memoria.

 

13

Esto es: «derecho».

 

14

Así pienso que debe leerse, pues en el texto están unidas las dos palabras, con un garabato que supone un intento de corrección.

 

15

Véase Leandro Fernández de Moratín, Diario (mayo 1780-marzo 1808), M., Castalia, 1968.

 

16

E. Cotarelo y Mori, Don Ramón de la Cruz y sus obras, M., 1899, p. 500, y, del mismo, Isidoro Máiquez y el teatro de su tiempo, M., 1902, pp. 546-547.

 

17

Véase John C. Dowling, «La génesis de El viejo y la niña de Moratín», H.R. vol. 44, 1976, pp. 120-121. Afirmo equivocadamente en mi ed. del Epistolario de D. Leandro (p. 430, n. 5) que Aniceta fue fruto del segundo matrimonio de D. Nicolás Miguel; en realidad lo fue del anterior, del que nacieron tres hijos, Manuel, Antonio y Aniceta.

 

18

Archivo de Protocolos, M., nº 21883, fols. 24 r. - 25 r. (Jacobo Manuel Manrique). Me propongo publicarlo in extenso, según queda apuntado en la nota n. 11.

 

19

B.N.M., ms. 18666/13. Agradezco al director de la sección de Mss. de dicha Biblioteca, S. D. Manuel Sánchez Mariana, el haberme facilitado la copia de dicho documento. Éste es el segundo publicado con algunos más por Pablo Cabañas en «Documentos moratinianos», Rev. de Bibliografía Nacional, IV, 1943, pp. 267 y ss.

 

20

Como es sabido, Moratín se vale en su diario, además de abreviaturas, de un lenguaje quinquelingüe y a menudo macarrónico.