1
Destacan por importancia el volumen Moratín y la sociedad española de su tiempo, publicado por la «Revista de la Universidad de Madrid», IX (1960), pp. 567-809 y el n. 161 (1960) de «Ínsula».
2
Entiendo por «sentimiento» el movimiento subjetivo interior que confiere carácter afectivo a las sensaciones y a las representaciones de las ideas y que es el producto de la «sensibilidad», facultad de sentir física y moralmente, que en la época de la Ilustración se identifica con la propensión natural del hombre a participar en las emociones, afectos y sentimientos de los seres humanos, favoreciendo el contacto con los demás y facilitando el obrar bien.
3
M. Menéndez Pelayo, Historia de las ideas estéticas en Obras Completas, Madrid, 1904, VI, p. 125.
4
Sobre la crítica al concepto de prerromanticismo, véase: R. Froldi, Un poeta illuminista: Meléndez Valdés, Milano-Varese, 1967, pp. 89, 125 y 133 y, en particular, R. Froldi, ¿Literatura «prerromántica» o literatura «ilustrada»?, ponencia presentada en el «IIº Simposio sobre el P. Feijoo y su siglo» el día 5 de octubre de 1976 en Oviedo (Actas en prensa).
5
L. Fernández de Moratín, Discurso preliminar, BAE, 2, p. 320.
6
Ibid.
7
En la Advertencia que precede a la comedia (BAE, 2, p: 336). Moratín refiere que su comedia, traducida por Napoli-Signorelli, fue recibida con aplauso en Italia, aunque a «muchas ilustres damas» el desenlace apareciera demasiado «austero y melancólico y poco análogo a aquella flexible y cómoda moralidad que es ya peculiar de ciertas clases en los pueblos más civilizados de Europa». Napoli-Signorelli, cediendo a esta nueva conciencia moral, fue persuadido a mudar el desenlace lo que pareció a Moratín grave culpa por la contradicción manifiesta existente entre el nuevo final feliz y la verdad interior de la pieza. Para él el traductor, queriendo dar una solución feliz a la comedia, «hubiera debido alterar toda la fábula».
8
El viejo y la niña, II, 11, BAE, 2, p. 349 a.
9
Ibid., III, 13, BAE, 2, p. 354 b.
10
El barón, I, 4, BAE, 2, p. 377 c.