—342→
(De
Sendero, N.º 125
del 26-V- al
9-V-1978)
Torypape jakoi, tiaguahé ha javya | ||||
ñandejara Jesucristo jaropurahei haguá | ||||
Haéco ñañe renoiva jaico haguá oñondivé | ||||
—343→ | ||||
ha juachu porá vyápe ñañoputyvo mbaité. | ||||
Iñeeme Ñandejara ohesapé ñañe ñea | 5 | |||
jaikuaaá haguá tapé jaipycui vaerá ha. |
Ore poriahuvereko Ñandejara. | ||||
Ore poriahuvereko Ñandejara. | ||||
Ore poriahuvereko, Jesucristo. | ||||
Ore poriahuvereko, Jesucristo. | ||||
Ore poriahuvereko, Ñandejara. | 5 | |||
Ore poriahuvereko, Ñandejara. |
Para mí la lluvia en el tejado | ||||
es una canción de cuna, | ||||
pero el pobre que es mi hermano, | ||||
para él la lluvia es fría, va filtrándose en el rancho | ||||
llena de barro su hogar. | 5 | |||
Para mí el viento en noche fría | ||||
es nocturna melodía, | ||||
pero el pobre que es mi hermano | ||||
oye el viento con angustia | ||||
porque se filtra en el rancho, | 10 | |||
llena de llanto su hogar. | ||||
Cómo puedo vivir tan sosegado | ||||
si en el día que pasó, | ||||
mi amor le mezquiné. | ||||
Cómo puedo ser feliz, | 15 | |||
si al pobre que es mi hermano, | ||||
le cerré el corazón | ||||
y el consuelo le negué. |
Vivir en paz no puedes si no hay libertad, | ||||
vivir feliz no debes si no hay verdad. | ||||
Seguir viviendo en el mundo actual | ||||
implica luchar por cambiar. | ||||
—344→ | ||||
Luchar porque haya justicia y paz | 5 | |||
porque haya más igualdad. | ||||
Amar, amar, sólo hay que aprender a amar, | ||||
y por amor debes defender la verdad. | ||||
Verdad del hombre que explotado es | ||||
como un vil animal. | 10 | |||
Verdad del niño que sin culpa va | ||||
temblando en la oscuridad. | ||||
Llorar no fue nunca jamás solución. | ||||
Gritar, hablar no es más que el tiempo perder. | ||||
La luz de muchos te ha de alumbrar | 15 | |||
en tu camino a tomar. | ||||
La fe tu mejor aliada será: | ||||
fe en la victoria final. |
Voy por el mundo sembrando la paz, | ||||
llevo a los hombres un canto de amor. | ||||
Amor de hermanos sin odio y rencor. | ||||
Amor que traiga al mundo la paz. | ||||
Se oye en la noche un grito sin fin, | 5 | |||
vienen llorando pidiendo la paz. | ||||
Dolor de hombres que mueren sin más. | ||||
Por qué la guerra, por qué la ambición. | ||||
Dicen algunos, vivimos en PAZ, | ||||
pero en el pueblo se da la OPRESIÓN. | 10 | |||
La paz que oprime si no hay libertad, | ||||
silencio y muerte, la paz del temor. | ||||
LA, LA, LA, LA, LA, LA, LA, LA, LA (bis). | ||||
Yo gritaré no queremos esa PAZ. |
Vamos a vencer (ter) | ||||
al fin, al fin. | ||||
SIENTO EN MI CORAZÓN | ||||
SEGURIDAD | ||||
DE QUE VAMOS A VENCER | 5 | |||
AL FIN. | ||||
Todo el mundo unido (ter) | ||||
—345→ | ||||
al fin, al fin. | ||||
Démonos las manos (ter) | ||||
al fin, al fin. | 10 | |||
No tendremos miedo (ter) | ||||
al fin, al fin. | ||||
Llegará la paz (ter) | ||||
al fin, al fin. | ||||
Dios está aquí (ter) | 15 | |||
al fin, al fin. |
Está bien que se den coces | ||||
a la pelota en las canchas | ||||
y que el pueblo se divierta | ||||
y se respingue a sus anchas. | ||||
Mas no llegue a la obsesión | 5 | |||
de olvidar toda tarea, | ||||
y que para nuestros males | ||||
el foot-ball es panacea. | ||||
Si con la misma fruición | ||||
con que se juega un partido | 10 | |||
se extrajese de la tierra | ||||
su gran tesoro escondido; | ||||
si con entusiasmo igual | ||||
se hablase de economía | ||||
para oponer fuertes diques | 15 | |||
a nuestra eterna sangría. | ||||
Otra fuera nuestra suerte | ||||
en este gran remolino, | ||||
y veríamos más claro | ||||
los zarzales del camino. | 20 | |||
La obsesión del footbalismo | ||||
no es un asunto local; | ||||
ha atrapado al orbe mismo | ||||
y es un delirio mundial. |
Marzo de 1937.
R. Cienfuegos (Revista
Notas,
Asunción, Paraguay)
—346→
Ah, dormidos, dormidos... |
Carlos Augusto León |
«Creo que una obra de arte, cualquiera que sea, vive por dos condiciones: la primera, gustar a la multitud; la segunda gustar a los entendidos». |
Alfredo de Musset |
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Nilsa Casariego |
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Tatayyva (Rubén Darío Céspedes) |
...un artista puede cumplir mejor con su patria y con su arte, porque la música fortalece y mejora el alma del combatiente... |
Mariscal José Félix Estigarribia, refiriéndose a la tarea musical de Herminio Giménez, durante la contienda chaqueña, observación válida para todo artista que aspire a cumplir un papel positivo al lado de su pueblo. |
—347→
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Luis María Martínez
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Elvio Romero
—350→
Por Francisco Bazán
Cierta noche, allá por 1948, si la memoria me es fiel, apareció de pronto en El Ateneo, se detuvo entre la gente que allí ensayaba: El enfermo imaginario; con las dos manos se levantó un poco el sombrero, sonriendo con nadie, un tanto perplejo. «Correa», dijo alguien cuando lo miré. Fue la primera vez que lo vi, en una edad que estoy recordando desde cierta perspectiva, en la postura del que la siente distanciarse inexorablemente.
Lo vislumbré, a través de los años. El rostro tosco y ancho, velado por un amargo resplandor. La sonrisa era un tajo rudo y manso a la vez, que distendía algún instante la densa gravedad de su transida expresión. Figura gruesa, lenta, de «sonámbulo ensimismado», tenía algo de agreste, de tallo macizo y desolado. Sus rasgos, opaco, irremediable. Impresionaba como hombre esencialmente bueno, pero sin alegría; perenne desventurado, más allá del severo dominio de sí mismo.
Lo vi tres o cuatro veces en Asunción, con su traje viejo, en El Ateneo, en la calle o en el Teatro Municipal. Detenido en una esquina, en actitud de quien no tiene prisa de llegar a ninguna parte; sus ojos registraban las secuencias de la vida que, para él, tenía un tono que no era el de la dicha; menos el color precario, desvaído del tedio burgués. Su peculiar visión de poeta, penetrante, percibía la existencia, muchas veces, con sarcasmo, con ironía, son severidad, a los hombres con sus gestos sonambulescos de polichinelas zarandeados por el destino, sin descartar que, en la feria el titiritero también es un condenado. Su desdicha no podía ser benévola sino severa, condenatoria, irrecurrible, de última instancia; de cerrarse a las cosas sin pactar con los afeites, para traducir su modalidad o realidad sin máscaras. Su vida y su obra rezumaban desventura. «Yo soy el hombre maldito / nacido para sufrir», en ciertos momentos, ante sí mismo, no ha de reprimirse. Personas que le conocieron mejor que nosotros, que se sentaron a «su mesa raída» y bebieron con él «el vino de su casa», dan detalles de su vida que confirman lo dicho. Elvio Romero le escribe desde el destierro:
—351→
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Otro amigo que creció a su sombra, hará notar, repitiendo a un poeta, que era de aquellos a quienes el mundo detesta en vida pero que lo llora después. Correa era hombre que no leía, apunta Josefina Plá, basada en propias manifestaciones de Correa; «la lectura en el hombre de letras es una disciplina sujeta a método y continuidad: ambas cosas que no conoció Correa incorregible bohemio y cuyo único libro asiduo fue la vida misma». Le son aplicables, en cierto modo, las palabras de Jorge Luis Borges, referentes a sí mismo, cuando manifiesta que sus inspiradores fueron los libros que ha leído y los que no ha leído también. Correa se formó en la universidad natural de la existencia; luego tal vez -más que en los libros que leyó- en la lectura de sus amigos, de tal modo que su visión de las cosas nunca pudo ser influida por ninguna teoría previa, es decir, por nada que no fuese lo que sus ojos sabían ver en la urdimbre tragicómica de la vida.
Tal circunstancia fue decisiva en el poeta y en el dramaturgo. Le vedó realce intelectual, pero a cambio le acercó a la vera virgen de su tierra, al rostro casi intocado de su pueblo, a ver las llagas que tradujo en lenguaje conciso, patético, gráfico, veraz.
Proviniendo de una «chata población provinciana» a la que cada noche retornaba y donde vivió hasta su muerte, fue un precursor para la renovación de nuestra poesía, influyendo para ello, sin duda, su falta de adhesión a ninguna escuela; ni romántica, ni retórica, ni aún modernista, corriente que por los años 20 -y todavía mucho después- regía en Paraguay, cuando en el continente la vanguardia ya lo había sobrepujado. Escribió con una aproximación a la realidad como ningún otro escritor, anterior ni de su tiempo, en estilo tosco, con pobreza de vocabulario, antes que con exceso de riqueza, sin vanidad, vertiendo en cada palabra una enorme carga de experiencia. No fue de los que pretenden escribir con una prosa impecable, pero sin que lo que describen corresponda a un conocimiento directo, personal, sufrido -quizás-. No resisto a transcribir —252→ las ajustadas palabras con que Josefina Plá hace mención a la obra de Correa: «La aproximación a la realidad que los escritores anteriores no supieron o no pudieron lograr, la alcanzó Julio Correa (1890-1953). Poeta en castellano, arrancó de un manotazo a la poesía sus harapos retóricos y románticos, colocándola en el plano flagrante de la vivencia auténtica; dramaturgo en guaraní, dio voz verídica al patetismo de la situación sin concesión alguna al narcisismo omnipresente. Frente a Correa, que refleja con verdad y emoción los problemas del momento, se colocan los escasos narradores de guerra, que soslayan el planteo humano de las situaciones, la crítica de los hechos políticos y sociales flagrantes, tras un descriptivismo pintoresco...»
Correa hablaba de hechos que se podía imaginar y creer, que se vivían cotidianamente por el lector o el espectador de sus obras. Durante la guerra del Chaco tradujo la realidad del momento hecha de sangre, de lágrimas y de cólera. Mientras los autores en castellano sorteaban la realidad inmediata, no la reflejaban, Correa con un verismo sin ambages, en el lenguaje y en el enfoque, dio voz al momento histórico que se vivía y a la realidad con sus problemas quemantes.
No por mero temperamento sarcástico manejó su arte como un instrumento rudo y áspero, sino como hijo de un pueblo del que se reconocía entrañablemente, le fue imperioso dar voz a la angustia de sus hermanos sufrientes, víctima de la explotación, de la prepotencia y de los privilegios. Para no traicionarlos estaba obligado a decir la verdad. No es solamente por un prurito de humildad que Correa cantó y dio forma al dolor anónimo de los de abajo -menos por compromiso político- sino por razones de conciencia y sinceridad, sin las que el artista nunca será auténtico. Contrariamente a los autores abroquelados en sus doctrinas, en sus abstracciones, habituados a aplicar recetas y soluciones convencionales al dolor humano, a los problemas sociales, a las viejas llagas que requieren otro tratamiento, Correa asumió su responsabilidad total de artista; encaró de otra manera su obra, infundiéndole sencillez y contenido genuino, poniendo en primer plano la vivencia candente de una realidad que clamaba a gritos por una reforma o una redención. Allí radicaba su ejemplo, —253→ único entonces, en una época pacata y en un medio estrecho en que la literatura patria se lucía lejos de la realidad nacional, por lo menos en un plano que no recogía las lágrimas y la ira de una sociedad que, verdaderamente, nada tenía resuelto en el patético campo de sus problemas.
Hay una penetrante ternura humana en los poemas de Correa, que llega al lector emocionándolo; un estremecido dolor capaz de perturbar el alma de una bestia, en sus piezas teatrales nacidos no del influjo de otros libros, sino del drama, cotidiano, captado directamente a lo largo de sus horas angustiosas y a la vista de una sociedad a la que miraba como se mira al fondo de los ojos de un niño que sufre.
Ni los versos, ni las piezas de Correa son irreprochables; ofrecen patentes defectos. Sus versos toscos denotan cierta rudeza y también ingenuidad de vocabulario. Pero no debe olvidarse que a Correa le preocupaba el estilo como problema ético, de decencia, de autenticidad, de verismo, más que como cuestión de destreza en el dominio de la palabra. «Es tan fácil escribir bien», dice Julio Cortázar, que juzga ahora que su estilo es cada vez peor, pero más cerrado al meollo de la realidad que traduce.
Resulta tan difícil escribir a nivel mismo de la exigencia de la realidad, de la verdad que compromete todo el talento y el coraje del artista, en pro de la defensa del hombre, de su mejoramiento, de la conquista definitiva de su libertad. Ya no se trata de escribir correctamente, con un estilo de rico vocabulario, de sintaxis perfecta. Ese sólo aspecto del arte no es suficiente. Las épocas que transitan el período de su propia transformación -como la actual- convocan al compromiso y el valor del artista en pro del hombre, más que en favor de la misma literatura. Así parecía ya entenderlo intuitivamente Correa, pues de ese modo procedió en su obra. Aunque se adujese que no era un autor culto, que carecía de condiciones para superar la tosquedad de su estilo, cumplió a la medida el consejo de Borges, cuando éste apunta tres décadas después: «Y en cuanto al estilo, yo le aconsejaría más bien pobreza de vocabulario que exceso de riqueza. Hay un defecto moral que suele advertirse en la obra, y ese defecto es la vanidad». Correa no ha dejado un párrafo que denotara vanidad, sí descarnado verismo y sencillez. Así habló de la verdad —354→ profunda de nuestro pueblo, de nuestras deficiencias y defectos; puso de relieve su intención justiciera, su lenguaje conciso y veraz, en índice acusatorio para quienes escarnecían y le robaban su patria a la que tanto amó, sin flaquearle nunca la fe en lo porvenir: «Ellos viven con miedo y nosotros sonriendo a la esperanza».
Cuando le ultrajaron, le escupieron, le azotaron y le saquearon la casa, llevándose los ladrones hasta la virgencita de su madre («que he amado tanto en mi infancia») pronto se lavó de odio y desprecio; aun renunció a la venganza. «Sí, me ultrajaron los bandidos. / Sí, me escupieron en la cara. / Y me azotaron como a Cristo; / mas tengo limpia el alma. / y ya ni los desprecio ni los odio / renuncié también a la venganza».
Así era y debía ser el corazón del artista a quien no le importó jamás su propia ventura, porque le interesaba algo que estaba más allá de sus circunstancias personales; su país, su pueblo, la justicia. Para ello fue poeta cabal y pagó por él, sin retaceo, el precio amargo de su dolor.
De esta suerte Correa abrió surcos en la tierra de nuestra literatura. De sus obras quedan valores que sobreviven a lo circunstancial que pudiera señalarse en ellas; un sentido hondo y un enfoque de autenticidad. No fue óbice que viviera en una «chata población provinciana», según calificó a su pueblo otro poeta luqueño, «bajo cuyos soportales paseaba (Correa) su figura familiar de sonámbulo ensimismado», para que hiciera discurrir en nuestro ámbito artístico un aire nuevo, cargado de olores vírgenes, con fuerte sabor a tierra, a semillas, a lluvias. Detrás de él siguió un núcleo de creadores de lúcida conciencia vocacional, como se ha hecho notar, de profunda creencia en lo referente a que la poesía es un quehacer esencial del espíritu, no un simple galardón de cultura. Hérib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, Josefina Plá, dieron sazón a los que el ejemplo del precursor y su arte -tal como lo profesó- dejó para la posteridad. El grupo mencionado, mediante el dominio del español y el enraizamiento en la poderosa realidad social de nuestro pueblo, elevó la poesía y la novelística paraguayas a plano continental, develando el dramático acervo de lo que tanto tiempo fue una incógnita.
Marzo de 1968.
—355→
Por Reinaldo Martínez
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Hérib Campos Cervera |
En 1921 eran prácticamente desconocidas las insubordinaciones colectivas del estudiantado y, en un colegio religioso, absolutamente inconcebibles. Pero, una insubordinación del alumnado primario era algo que lindaba con lo fantástico. Y, sin embargo, fue en aquel año que seis atrevidos escolares que apenas arribábamos a la adolescencia participamos del extraordinario acontecimiento.
Evocando aquel simpático episodio, aflora a mi memoria el vasto recinto del comedor del internado, sórdido sótano de amplios ventanales sobre el arenoso patio, expuesto a los polvorientos días del viento norte, con sus mugrientas mesas de mármol desafiando airosamente los grasientos repasadores de los mozos, dispuestas simétricamente en largas filas y dando cabida a cada una a seis muchachos, siempre sentados a los lados, nunca a la cabecera. Nos supervisaba desde lo alto de su céntrico sitial el celador del comedor, quien, entre prólogo y epílogo de las comidas con sus consabido padrenuestros, leía en su libro de oraciones o deslizaba entre sus dedos las cuentas de su rosario, mientras nosotros nos dedicábamos con renovados bríos a matar el hambre y a expansionarnos bulliciosamente.
¿Fue aquello una huelga, un sabotaje o un boicot? Por el significado etimológico de estas palabras, ninguna de estas tres formas de protesta colectiva. Huelga de hambre no era, puesto que todo se redujo a un ayuno parcial: sabotaje gastronómico tampoco, ya que intentamos echar a perder los alimentos en su preparación; boicot, lo era menos, por cuanto el movimiento no estaba dirigido contra la institución ni persona alguna de su dirección ni siquiera contra nuestro cancerbero, el temido celador, de torva mirada y despótico carácter.
—356→Sorpresa me causa pensar que, a pesar de nuestra hambre crónica, podíamos distinguir aún la calidad de los alimentos que ingeríamos; que hayamos podido diferenciar perfectamente un buen café con leche de un sucedáneo de tan ínfima calidad y que hayamos tenido el coraje, no ya de romper la rígida disciplina del internado, sino de enfrentar a nuestros sufridos estómagos con el hecho consumado del ayuno voluntario. Pero, las cosas habían llegado a extremos tales, que surgieron en nuestra mesa, primero el descontento, luego el agotamiento de nuestra paciencia y, finalmente, la franca rebeldía.
La leche aguada, hay que reconocerlo, es una institución típicamente asuncena y podemos enorgullecernos de que nuestra capital sea quizás la única ciudad del mundo que le ha otorgado carta de ciudadanía. Digámoslo con toda honradez, en descargo de nuestros actuales proveedores norteamericanos de leche en polvo. Pues bien, en aquella lejana época, la leche aguada ya había sido plenamente consagrada. ¡Pero, si todo se hubiera reducido a eso! Porque el desayuno «lácteo» que veníamos soportando día tras día, se iba pareciendo más y más a simple agua de desecho de cacerolas de leche, levemente coloreada de liviano café de cebada, antes que al auténtico café con leche, tal como nosotros lo conocíamos desde los días aún no muy lejanos del destete.
Éramos casi todos alumnos del quinto grado y el mayorcito de nuestra mesa, que andaría frisando por arriba de los catorce, evidenció sus aptitudes de dirigente, desahogando con elocuencia la común indignación y canalizándola sabiamente hacia una demostración activa de protesta. Así fue tomando cuerpo el pequeño complot y nos decidimos a dar el paso audaz. Y, una mañana el intomable café con leche se enfriaba delante de los seis muchachos de aquella mesa del rincón del comedor, mientras los de más ajenos al principio al dramático acontecimiento lo despachaban vorazmente. Cuando el estupefacto celador se percató de nuestros sitios mientras daba salida a los demás que sumaban alrededor de un centenar temoroso del contagio que podíamos diseminar con nuestro altivo ejemplo. Y cuando se enfrentó con nosotros sin testigos, interpelándonos inquisitorialmente sobre el motivo de nuestra insólita indisciplina, nuestro dirigente asumió valerosamente —357→ la defensa de nuestra justa causa, fundamentándola con lógica irreprochable y planteando nuestra legítima reivindicación inmediata, a saber, un verdadero café con leche en el desayuno diario, en vez de aquella agua sucia que se le asemejaba tan mal.
¿Cuál fue el epílogo de aquel travieso levantamiento? ¿Quiénes fueron los otros cuatro compañeros de lucha? La memoria ha dejado en este punto de serme fiel, pero tengo un vago recuerdo de que el castigo colectivo consistió en tres o cuatro domingos sin salida, aparte de los ceros en conducta que ostentaron sin vergüenza nuestras tarjetas semanales de calificaciones. A quien lo recuerdo perfectamente es a nuestro osado dirigente y me parece verlo en aquella edad auroral de los pantalones cortos, el naciente bozo y la ensoñación fácil en cuya mirada extraviada se leía ya aquella amargura irredimible que le acompañaría hasta la tumba. Aún veo sus ojos celestes, enfrascados en las horas de recreo en aquellos mamotretos para él queridos, que fueron los honradores de encendida prosa e inéditos versos de su finado padre, apretujados en libretas de tapa de hule negro o en los libros que por entonces ya devoraba. Extraña adolescencia ésta, que trocaba las corridas tras la pelota de fútbol por el sosegado paseo por las galerías, del precoz lector infatigable.
¿Quién era aquel jefecillo improvisado que osó desafiar la rígida disciplina del colegio religioso y enfrentar con la subversión organizada a la indisputada autoridad del comedor? Hérib Campos Cervera.
Nada tan cordial como referir una anécdota del amigo ausente. Máxime cuando su ausencia es de las definitivas y esa anécdota, totalmente inédita, se remonta a los lejanos días de la naciente adolescencia. Pienso que los recuerdos amables de la infancia son como arroyuelos cristalinos en medio de fresca arboleda, donde todo caminante encuentra placentero detenerse a apagar la sed y reparar fuerzas. Y cuando uno de esos recuerdos puede referirse a un hombre de la calidad del poeta desaparecido, creo que adquiere el valor de una perla legítima que podrá engarzarse alguna vez al anecdotario de su biografía.
Me ligaba a Hérib, aparte de una amistad de familia, la fugaz camaradería surgidas en las aulas primarias, distanciándonos —358→ luego que él adelantó un curso en examen de ingreso al colegio nacional. Pero nuestra amistad -aunque distante desde entonces se mantuvo incólume a través de las vicisitudes de la vida y en 1947 me concedió en Buenos Aires el raro privilegio de leer los originales que habían de formar después el tomo de Ceniza redimida. ¡Nunca olvidaré la emoción que experimenté entonces, hasta «las márgenes del llanto» como él diría, al leer por primera vez el poema de fe que tocaba en lo hondo de la llaga recién abierta, esa clarinada de victoria en plena derrota, ese canto de épicas resonancias que el poeta tituló Regresarán un día. Y siempre que me sumerjo a través de La noche de los toldos en el mundo nebuloso del Paraguay ancestral, o a través de El Hachero en la epopeya proletaria de nuestras selvas, o a través de Un puñado de tierra en el drama del proscripto, en la conocida nostalgia del terruño, de este terruño tan ásperamente ingrato con sus mejores hijos, no puedo dejar de asociar mi emoción del momento al recuerdo lejano de aquel adolescente de azules ojos extraviados que condujo con temprana maestría el pequeño complot en el comedor del internado.
El tiempo, ese sabio de luengas barbas, maestro paternal, se encarga de limar las aristas y suavizar las asperezas de hombres y aconteceres, cuya proximidad nos pudo haber contrariado u ofuscado. Si hemos visto primero el árbol y no el bosque, más tarde la percepción del conjunto se impone. Hérib Campos Cervera no estuvo exento de esos bruscos virajes intelectualistas ni de esas inconstancias del ánimo, tan peculiares en él como desconcertantes para sus allegados. Pero, con sus virtudes y sus defectos -hombre al fin- fue el más grande poeta civilista que ha producido el Paraguay y debemos agradecerle eternamente el legado de ese rosal de sus versos maravillosos, en cuyas agudas espinas se herirán por siempre los malvados de esta tierra que hasta hoy le ha sido negada, y cuyas flores engalanarán también por siempre el jardín del arte nacional, lozanas, enhiestas, exhalando el perfume suave de lo eterno.
REINALDO MARTÍNEZ (1908). Narrador de importancia, ha publicado Estampas del terruño (cuentos) y las novelas Juan Bareiro y Pioneros del oeste. Tiene inédita una comedia de resplandor gogoliano: El señor gerente.
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- I - | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Luis María Martínez
(Con la emoción tremenda de su muerte) |
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Asunción, agosto 29 de 1953.
José María Rivarola Matto.
—362→
«A Hérib Campos Cervera le dolió el Paraguay así como a Unamuno le dolió España durante cincuenta años; sufrió por la incomprensión de sus compatriotas, por la ingratitud de los gobernantes, por los desheredados de la gleba, sufrió por todo lo inicuo y lo injusto que palpó y vio a lo largo de la patria en sus viajes por las soledades campesinas. Ese sufrimiento sincero se puede apreciar en sus poesías denotadas por una preocupación y deseo de remediar y salvar al montón innominado que en definitiva implica la cifra verdadera, la savia nutriz que imprime vida y estructura a la comunidad en su calidad de nación.
»A Prometeo, que en Esquilo aparece encadenado en el domo de un farallón sufriendo una tortura inaudita por milenios, seguramente tomó nuestro poeta por símbolo de la entereza, de la fe en la lucha que sostiene el hombre por su redención, una lucha que aunque no tendrá término jamás pone en ella toda la fuerza cósmica de su microcósmica naturaleza.
»De cuarenta y pocos años más, Campos Cervera vivió veinticinco persistiendo infatigablemente en una ascensión espiritual que le permitiera captar con los ojos del alma la dimensión de lo ideal que en sí mismo tiene un inefable sentido de recompensa... Quiere decir que hizo una realidad de su cometido vital; y lo más resaltante de ella es que abrió muchas sendas en el ámbito cultural y en lo moral dio ejemplos en miríadas de principios y actitudes que no le dan derecho a condecoraciones pero sí a veneración».
REINALDO MONTEFLIPO CARVALLO (1923). Ensayista y periodista de notas. Ha colaborado en innumerables diarios y revistas, y sus escritos sobre intelectuales y aspectos de nuestra cultura afín aún no cuenta con el monolítico respaldo del libro.
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20-V-85
Luis María Martínez
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22-VIII-1958
Luis María Martínez
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8-X-1958
Luis María Martínez
Robusto representante de la nueva poesía, Elvio Romero es fuerte postor al más alto puesto entre los actuales de aquí, y un caracterizado exponente en el parnaso de habla hispana.
Desde muy joven se hizo notar su caudal de recia fibra, e ideológicamente convencido de su rol en las letras, está decididamente consustanciado con el sentir de las masas. Por eso, por la plasticidad de su lenguaje, su calidad poética y su notable originalidad, ocupa con mérito suficiente su propia escala en el orden consecutivo y como proyección.
Es el más audaz en tocar la realidad, hacerla suya y condensarla en su obra, no empíricamente sino con la vehemencia de quien esgrime la razón y la belleza como instrumentos de lucha.
—365→¿Vanguardista? ¡Pavadas! Poeta por una opción resultante de la propia experiencia vital y convicción intelectual.
Es uno de nuestros poetas que más oportunidades ha tenido de beber en su propia fuente cada verdad que juzga, pues el que más ha viajado y conocido, y por ende uno de los visualmente más documentados. Así mismo, es el poeta paraguayo que ha llevado en su propia voz sus poemas por numerosos países de América y del mundo.
Gracias a ese privilegio especial que pocos logran, es el más llamado a la realización plena.
Sus versos, jirones de sí mismo y de la recia y sufrida gente que él ama y cuya voz hace propia, están forjados con toda la carga del ímpetu interior ante la realidad que expresa. Jirones de paisaje objetivo, nuestro o ajeno, pero siempre hollado por la gesta humana, donde la voz del poeta aprehende su propio tema.
Su amistad y permanente comunicación con los más importantes escritores de la actualidad y su total dedicación a la labor intelectual hacen posible que el compatriota triunfe a pesar de su lamentable ausencia de esa fuente nutricia que es la tierra natal.
Cada nuevo libro, de los numerosos que lleva publicados bajo los mejores sellos, Elvio Romero viene recorriendo una interesante gama de experiencias poéticas, ganando siempre una nueva escala en el prestigio.
(Santiago Dimas Aranda
María Hedy
González Frutos.
14 Testimonios de la poesía
paraguaya,
pág. 25, Edición 1972).
Sólo la voz señera y porfiada de los verdaderos poetas, que no condicionan su mensaje al éxito fácil ni al mundanal ruido de los inauténticos, esperan... Y esperan, no para lucirse entre el mecánico y trivial estruendo de un aletear de palmas del corro de amigos, sino el instante lúcido —366→ y reposado en que hablar es un fértil decir, y dar, una íntima e insospechada epopeya.
Así, después de larga espera, donde la vocación pequeña sucumbe desarticulada por el desaliento, el excelente poeta que es Santiago Dimas Aranda ha dado recientemente un representativo volumen gracias a los buenos oficios del Patronato de Leprosos del Paraguay Antología del silencio, fruto de su esforzada labor poética de una década.
Signado por el humano fuego de la rebeldía y la proximidad, vuelto clamor de brega, próximas o lejanas, Dimas Aranda se alza con la voz de un hombre de su tiempo, para señalar y referirnos la luchada dimensión de la vida de su pueblo. Ya es el indio, hijo de las pretericiones y el despojo, desarraigado de su heredad y de sus avatares, ya el exiliado, los «otros cielos» de la América mal llevada y consumida entre horas de punición; tal la valentía de sus héroes conocidos o irreconocibles, la solidaridad sin fronteras o el «silencio de tempestad latente», desleído en la yerta levedad del aire de la casa grande, que es la patria.
Eso mismo hace que el libro de Dimas Aranda se lea con atención, consciente de que en cada página ha de encontrarse un pedazo soterrado o mustio, pero viviente, de la historia no oficial de nuestro pueblo.
Antología del silencio, configura pues, el cautivante mensaje de un poeta hondo y sincero, que ha sabido hacer carne y sangre de aquel sabio decir del notable poeta Hérib Campos Cervera, de que «no debe haber belleza inútil», aunque sea por hoy.
Luis Marta Martínez
(Revista del Ateneo Paraguayo, Vol. 3, N.º 2,
noviembre de 1970, pág. 21)
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Por Luis María Martínez
La misma literatura paraguaya es una literatura joven. En discontinuos raudos, desde poco antes de 1940, ha venido buscando la expresión intergiversable de su pueblo y de sus hombres, los que en forcejeos dramáticos pretendieron casi siempre prender la lámpara votiva de sus simples o perínclitos alumbramientos de vida. Pueblo signado por crueles angustias, por cruces y maderos donde planearon la muerte con fructífero empeño, con un ayer y un hoy de oscuro monasterio, maniatado y cautivo, donde la noche puso su más vivo paréntesis, su luto y su resuello, su aquelarre de bárbaros que le rasgan la vida. Así su historia, así sus hombres, que se sienten dramáticamente estériles y agotados por el aire penitencial y obnubilante que les rodean. Con Hérib Campos Cervera (1908-1953) la poesía paraguaya entra cual flamear de banderas o angustias reprimida en los ámbitos peculiares, bifrontes y metafóricos, de la poesía actual, con su raigal y telúrico embeleso, es decir, con su
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Desde entonces la poesía paraguaya ha proseguido su sinuoso camino, en el afán de expresar el ser y el no ser de sus hombres, vaciándolos en los moldes emotivos y sugerentes del lenguaje poético. Mas, de los que quiero referirme ahora es de la joven poesía paraguaya, y en ese sentido, la de sus representantes que cuentan a la fecha con menos de treinta años, para no desbordar el perímetro de la presente nota con posible pérdida de enfoque43.
Adelantado por su edad es, sin lugar a dudas, Roque Vallejos (1943), quien ya diera a conocer en 1961 su pequeño poemario Pulso de sombra, y posteriormente, otra colección de mayor volumen: Los arcángeles ebrios (1963). Poeta de delicado acento, que canta a la soledad y —368→ a la muerte, a los laberintos de la nada y de las sombras, es Vallejos, expresión de esa juventud que se siente aprisionada e inhibida por las diversas interdicciones que reinan en el ambiente, sin que vea la posibilidad de una salida o de su inmediata liberación para un destino mejor. Así afirma: «Y sólo tengo como mío, el fondo del propio abismo que nos crece adentro».
J. A. Rauskin (1941), con dos obras éditas Oda (1964) y Linceo (1965), es poeta surrealista, de inclinas latino-helénicas, de lenguaje oscuro y difícil, de una insatisfacción que lo lleva hasta las fronteras de la angustia y la nada.
Juan Andrés Cardozo (1942) ha dado a conocer en 1960 De pie frente al dolor, donde su clamor y su angustia se vierten hacia rutas de solidaridad no bien establecidas por falta de claridad conceptual, para dirigir, sus empeñosos mensajes a los hombres de su tierra con todas sus implicancias.
René Dávalos (1945-1968), era quizás una de las más firmes promesas entre los jóvenes poetas del Paraguay, desaparecido prematuramente a raíz de un desgraciado accidente automovilístico, su llorado sepelio sirvió para demostrar cuánta ansiedad de cambios en los destinos nacionales y en la libertad, reina entre la joven intelectualidad del país. Su obra Buscar la realidad (1966), nos ofrece el grito aprisionado de un poeta que inquiere justamente por realidades más límpidas y humanas. Tal lo que se desprende de algunos de sus escritos, como del poema Joven poeta:
«Era hermoso pensar en tu dulce madurez de hombre hecha verdad en tu infinito silencio, pensar en tu radiante juventud que asida a sus destellos, subiera por sus ramas desbordando las flores hasta que fuere imposible seguir imaginando sus destinos». |
Dávalos, a su vez, dejó a su muerte una apreciable cantidad de limitados estudios críticos sobre obras de escritores extranjeros, y su concepción ideológica al calor de las duras realidades en las que se desenvuelven su pueblo y sus hombres, en los últimos meses de su vida, fue madurando hacia límites más rebeldes y agudos, hasta hacerlo exclamar en una ocasión: «Ha llegado la hora en que aquellos que ya no están a la altura de la historia y de las necesidades —369→ del pueblo, se callen en materia cultural», afirmando a seguidas que la labor del intelectual debe ser eminentemente «crítica».
Adolfo Ferreiro (1946) ha publicado únicamente hasta la fecha La huella desde abajo (1965), en el que da expresión a preocupaciones cotidianas y metafísicas y a veces, a las de su entorno social. José Carlos Rodríguez (1948) de lirismo fino y delicado en Poemas de la hermana (1967) anticipan, al parecer, la voz de un buen poeta, en versos ausentes de rebuscamientos formales. Más ambicioso que éste, Guido Rodríguez Alcalá (1946) ha publicado casi consecutivamente tres limitadas colecciones de versos: Apacible fuego (1966), La ciudad sonámbula (1968) y Viento oscuro (1969), que acogen las palabras de un poeta de destacables atributos y de sugerente imaginería. Como en otros, la nota dominante en sus obras es la insatisfacción y sus muchas y no aclaradas interrogantes a la vida:
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Nelson Roura (1945-1969), muerto inesperadamente a mediados del presente año victima de una enfermedad, logró sin embargo dar un ponderable libro titulado Poemas (1965) dejando al parecer otras varias colecciones inéditas. Roura es poeta de palabras sencillas y humanas, de lenguaje casi cotidiano, pero de indudable fuerza dramática por sus fervorosas y constantes exclamaciones. Se perdió con él, sin lugar a equívocos, a un gran lírico que bien hubiese podido serlo en nuestro desgraciado Parnaso perseguido en los últimos tiempos por las segadoras manos de Atropos...
Renée Ferrer Alfaro (1945) la única voz femenina entre los poetas éditos de la novísima poesía del país, dio al principio con poco éxito el libro Hay surcos que no se llenan (1965) por sus imprecisiones idiomáticas atribuibles a su falta de experiencia, pero que ya auguraban algunos perfiles líricos realmente notables. Felizmente, conformó con posterioridad sus buenas aptitudes con Voces sin réplica (1967), donde se revela su sugerente y delicada vena poética.
—370→Aurelio González Canale, joven autor de Carta a un poeta (1967), con 13 poemas breves, anuncian a un escritor que busca afanosamente su mejor y personal lenguaje. Otros poetas de reciente aparición como Osvaldo González Real (1942), Lincoln Silva (1944), Pedro Gamarra Doldan (1948) y Emilio Pérez Chaves (1950), aún no han ordenado en libros sus producciones, desperdigadas en diarios y revistas de la Capital hasta la fecha. Los dos últimos nombrados, poetas de cautivantes imaginerías surrealistas, de preocupaciones sociales por los problemas de la colectividad, auguran la aparición de dos buenos valores, tras la madurez que necesitan y que solamente otorgan el laboreo y el tránsito del tiempo. Sin embargo, Víctor Jacinto Flecha se ha afanado en darnos a conocer sus Poemas de la cárcel (1967), en los que pese a rastrearse notorias influencias de conocidos poetas, nos dan la visión tremenda, dura e inhumana de los abroquelados en vida tras los muros del presidio.
Es indudable que estos jóvenes poetas de una manera u otra, expresan la soledad y la melancolía, la insatisfacción y el pesimismo originados por el ambiente monacal y recluyente que es el del país, cuya libre vida social se halla en gran medida soterrada y maniatada por interdicciones de todo género. Vida áspera y parcelada por el mutismo y la ceguera, el monólogo y la rutina, por el miedo y el asombro. Quizás como en ninguna otra poesía, como en la del Paraguay, es notoria la involuntaria aleación de las motivaciones estrictamente líricas con las colectivas en las obras de los poetas, en razón de la avasallante influencia del medio ambiente, que penetra hasta en las veredas más íntimas del alma de los gaytrinadores. Lirismo, pues, íntimo colectivo...
En otro sentido, casi todos estos poetas demuestran aún carecer de una visión iluminada y aguda de lo que acontece en el medio, de las causas y soportes materiales de la permanencia del mismo, de la orientación y rumbo de los fenómenos y acontecimientos nacionales. Posición en la que se hallan gran parte de los intelectuales que provienen de estratos no colindantes con el pueblo, a raíz de la permanencia de un estado de cosas negativo, donde el medio marcha a un ritmo descompasado y taquicárdico por imperio de lo existente y cuyo cambio no se vislumbra. En —371→ ese sentido, dan ganas de repetir las palabras del poeta ruso Nekrasov cuando hablaba de la existencia de una situación parecida en la época del zarismo: «Un poco más de libertad para respirar y Rusia mostrará que tiene hombre, que tiene porvenir»; o hacer un fervoroso llamado a estos jóvenes intelectuales con las expresiones del personaje de Máximo Gorki del cuento «El lector», para que cambien la orientación de sus escritos: «Cuando hablareis del espíritu rebelde, de la necesidad de un renacimiento del espíritu? ¿Dónde está el llamamiento por la creación de una vida nueva? ¿Dónde están las lecciones de valor? ¿Dónde están las buenas palabras que deberían dar alas al alma?»
Una generación castigada, es sin duda alguna, la de estos jóvenes poetas, donde a la censura exterior suman la autocensura individual, originando un clamor reprimido, un grito atemperado, un relampagueo de señales al que aún le falta maduración y tiempo para llegar a esa mayoría de edad de los mensajes.
—[372]→ —373→
«Si es perjudicial y atentario contra los derechos del pueblo el acaparamiento de la producción económica en beneficio exclusivo de una minoría privilegiada, tanto o más grave resulta una restricción semejante tratándose de los beneficios de la cultura, cuyo significado debe ser esencialmente el de una capacitación proporcionada por los distintos aspectos de la vida. El problema de la difusión de la cultura elemental en las masas populares resulta por eso una preocupación permanente y común a todas las colectividades, aun en aquellas que por sus riquezas materiales y por su elevado coeficiente cultural marchan a la cabeza de la civilización actual». |
(Editorial del diario El País del 3-III-1945: «Difusión de la cultura elemental». Director: José Concepción Ortiz). |
«...No habría tal cultura si dejásemos aumentar la desproporción entre los que llamamos minoría selecta, que eleva constantemente sus posibilidades intelectuales, morales, artísticas y hasta económicas y la gran masa, desheredada de todos estos beneficios...» |
(Editorial del diario El País del 5-III-1945: «Cultura y economía». Director: José Concepción Ortiz). |
—374→
La población indígena en el Chaco se compone de: Lengua 11000; Tobas 3300; Angaité 2000; Sanapaná 1900; Guana 1200; Nivaclé y Chulupí 12600; Choroti y Majuí 2100; Maká 900; Chamacoco 1900, Ayoreo y Moro 2100; Chiriguano y Guarayo 1500; Tapieté 1500; Toba-Lengua 3300. En la región Oriental: Paí Tavytera 12000; Mbya Guaraní 7000; Avá Chiripá 6500 y Aché Guayakí 1000.
La colonización o la angurria latifundista acorrala a estos milenarios hijos de esta tierra, sabiendo en carne propia de que
«para nosotros ya no hay más bosques».
«Nosotros estamos ya completamente pobres...»
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Los extranjeros desean engañosamente44
Jurua kuery oipota ri teima
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Las palabras de pa’i Antonio y algunos cánticos, en Fracran45
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RIGOBERTO FONTAO MEZA. Nota: ésta fue la letra en origen de la guarania «India», sustituida luego por la de la inspiración de Manuel Ortiz Guerrero.
Música: José Asunción Flores.
Letra: Santiago Dimas Aranda.
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Avanzada46
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Y nademos compañeros | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
con los brazos inflexibles | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
al soberbio oleajes | 35 | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
y rumorosos de aquel mar. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Y busquemos esas ideas | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
en su fondo invisible | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
con la brújula más fija | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
del magnánimo luchar. | 40 | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
¡Compañeros! ¡Entusiastas! | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Adelante paso a paso | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
vamos flores esparciendo | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
por los vientos Universal. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Siempre viva en nuestras frentes | 45 | |||||||||||||||||||||||||||||||||||
nuestras ideas sin ocaso | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
y en la huerta de la vida | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||
nos veremos ese ideal. |
Kilómetro 61 Puerto Casado
15 de febrero de 1917.
Emiliano R. Fernández
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Las hijas del pueblo47
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Carlos Miguel Giménez
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Yvoty apyté gui jhenojhé pyreva | |||
tapiá oicone cunu’u pojhéi | |||
jha ya rojhoryne opaitevé ára | |||
na imboyoya jháiva ñande purajhéi. | |||
Yepevé cu oimeva ñande reco jháre | 5 | ||
na jheta raijhúigui jhesé oyajhéi | |||
rasaité iporagui mamó oime jhape | |||
jhe’e asy véva ñande purajhéi. | |||
Cu mainumby mi oyerokyro guaicha | |||
vy’agui yvotyre na che renda véi | 10 | ||
jha’eté cu yvaga yvy pe ová va | |||
ajhendú yavéro ñande purajhéi. | |||
Umí ambué pe imba’é orairova | |||
aga py jhi’ante ojho oyajhéi | |||
jha tombo yké mi pe imba’é iva | 15 | ||
jha to ñañuá ñande purajhéi. | |||
Tojhó che ñe’e to ñaní umi ñure | |||
tové to guyguy che yavé aveí | |||
toike ca’aguy pe jha opaité jhendare | |||
ta iñasai torype ñande purajhéi. | 20 | ||
Neike cheiru cuera cu nda peicuaáiva | |||
teta racjhú pape cane’o jha iujhéi | |||
ña miata oyockére cu maro gua íicha | |||
ta ipoty yerá ñande purajhéi. |
Ñe’e yvoty jha purajhéi: Emilio Bobadilla Cáceres mba’e.
En mi prisión de esmeralda48
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Por Darío Gómez Serrato
Darío Gómez Serrato: autor de una obra cumbre en guaraní Yasy Yataré, aparecido en 1929, y reeditado 50 años después. Ha fallecido recientemente.
—387→Nació en la Chacarita (hoy barrio Ricardo Brugada) y falleció en Buenos Aires.
Tristeza y grandeza, podríamos decir al escribir la semblanza de Flores; su madre Magdalena Flores radicada en Arecutacuá, hacía a pie varias leguas para llegar a Asunción con enorme canasto de productos agrícolas vendidos diariamente sin que espinas, matorrales, zanjas, detuvieran sus pasos. En esos tejes y manejes se sintió un buen día encinta, hasta que los estertores del próximo parto la hizo doblar y llegar a la Chacarita y pedir hospedaje en el primer rancho con el que tropezó. Allí nació el que sería José Asunción Flores. Fue creciendo como los pájaros, sin hogar ni guía. Desde muy joven se dio a la vagancia entre mala compañía; hasta llegar a ser recluido en el Cuartel dependencia de la Policía de la Capital, donde lo hicieron aprendiz de músico, de viento en el trombón y de cuerda en el violín; creciendo como los pájaros siempre, sobresaliendo en los gorjeos y trinos musicales.
Pronto se sintió renovador musical, comenzando a ensayar la composición de sus desvelos, la guarania de su creación, enjoyada de novedad y belleza. Juntos salíamos en serenata (violín y guitarra) en las frescas madrugadas; esperando la hora propicia, sentados en la Playa Uruguaya, hablando de bueyes perdidos, y de pronto le chorreaban lágrimas sobre la mejilla. ¿Qué te pasa Flores...? -le decíamos y contestaba Lloroso: este mundo lleno de tristeza me duele, todos se creen grandes y son grandes egoístas vacíos por dentro, llenos de maldad, se burlan de mi madre que es ebria consuetudinaria, sin piedad para nadie; hasta quiero creer que el comunismo sería mejor, pero un comunismo a lo antiguo, tipo comuneros...
Así se hizo hombre, resuelto a ir a Buenos Aires y poder convencer a la madre y llevarla consigo; pero doña Magdalena se resistió hasta el postrer momento. Se fue Flores solo volvió cuando la guerra del Chaco, para alistarse voluntario y pelear en Boquerón allí lo encuentra el General Pampliega, muy enfermo de disentería y logró traerlo
—388→José Asunción Flores, creador de la guarania y gran peregrino de nuestra patria, cuya personalidad e influjo es evocada por muchos poetas sociales, por su proceridad artística y por su condición de hombre a carta cabal. Por algo dijo de él el universal poeta cubano Nicolás Guillén: «Flores lleva tu apellido / y flores tu corazón».
—389→a la Capital hasta reponerse. Luego volvió a Buenos Aires, ya reconocido como gran músico, único autor de la guarania, de la que pretendió negarle autoría un extranjero apodado «buey corneta». Estando Flores enfermo en Buenos Aires, el gran cantor paraguayo Emilio Vaesken, llegaba cada día con la vianda para Flores con la comida preparada para él por prescripción médica. En una de sus últimas cartas nos decía Flores querer volver al Paraguay para escribir su sinfonía epopéyica en el mismo Cerro Corá... pero siempre el destino gana la apuesta de la vida.
(De Anectotario de paraguayos ilustres).
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Luis María Martínez, 9-4-85.
—391→
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1978.
Elvio Romero
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Creo en el surco de la tierra, en el acero del arado y en los | |||
bueyes de la labranza. | |||
Creo en la utilidad de la azada, en la semilla que brota y | |||
en la lluvia benéfica. | |||
Creo en el algodonal en flor, en la risa cristalina de la fuente | 5 | ||
y en el viento que peina el maizal. | |||
Creo en los brazos vigorosos y en el sudor que honra la frente | |||
bronceada del hombre que trabaja. | |||
Creo en el río que sigue silencioso su curso y en la agonía | |||
serena del que sabe morir por su ideal. | 10 | ||
Creo en los frutos maduros, en la dulzura del colmenar y | |||
en la inocencia del niño. | |||
Creo en la hospitalidad del rancho campesino y en el ambiente | |||
apacible del valle inolvidable. | |||
En la convicción que perdura, en la fe que alienta y en el | 15 | ||
carácter que eleva la dignidad del hombre, creo. | |||
En el poder de la verdad, en los beneficios de la libertad, | |||
en la pobreza del pobre y honrada, creo. | |||
En la inspiración del poeta, en el semblante triste y en los | |||
ojos obscuros de la mujer que sufre, creo. | 20 | ||
En la compañera fiel, en su voluntad abnegada y en su | |||
cooperación incansable, creo. | |||
En la majestad del cerro lejano, en la belleza de la flor y | |||
en los cantos de las aves, creo. | |||
En la cruz solitaria del camino, en la campana del templo | 25 | ||
y en la bendición de mi madre, creo. | |||
En la bondad de Dios, en mi patria amada y en su bandera | |||
tricolor cubierta de gloria, creo. |
Suelo ver entrar y salir por esos lugares suburbanos a mujeres que vienen a recorrer las calles de la ciudad, a ocupar sitios en las cercanías de los mercados, siempre animosas en la dura e ingrata lucha por la vida.
—394→De los frutos de sus afanes, algunas mantienen al hermano enfermo o a la madre inválida y otras educan a sus hijos, los futuros ciudadanos que también prestarán sus concursos generosos no siempre bien correspondidos.
Son las servidoras humildes de la población, heroínas sin gloria, muchas de ellas madres cariñosas de los hijos que viven sin padres.
Se levantan temprano en las horas en que los grandes señores se retiran de las noches de orgías y de los clubes de juego, vienen a recorrer las calles o van camino a los mercados siempre alegres, sin quejas ni clamores.
Procuran colocarse en los lugares de más tránsito y accesibles para vender sus productos. Y así van alcanzando algunas monedas que reciben agradecidas en los huecos de las manos encallecidas por el trabajo. Esas escasas monedas servirán para comprar útiles escolares para contribuir a la educación de los hijos y atender el sostén de sus hogares.
Esas bohemias del trabajo a través de una peregrinación diaria buscan honradamente lo que les hace falta para entretener su existencia. Las que no quedan en las cercanías de los mercados u otros lugares públicos, recorren las calles y van ofreciendo en nuestra idioma nativo los que produce nuestro suelo, los frutos fecundados en el divino sudor del esfuerzo humano. Son ellas las vendedoras ambulantes, prisioneras del sacrificio, a veces cantan para olvidar sus penas o se ríen ilusionadas y llena de desgracia, llevando ocultos en sus corazones los ensueños engañosos de la vida.
Cuando vuelven a los ranchos estrechos y antihigiénicos no encuentran comodidad, el aire que purifica ni la luz que alegra, ni nada que reponga merecidamente las energías perdidas en los trajines incansables, a fin de poder ganar los escasos medios de subsistencia. No pocas de ellas, debilitadas las energías y quebrantados los años floridos de la juventud, se vuelven enfermizas o se desvanece lo mejor de la vida sin recompensa, sin alegría y sin esperanza.
Julio de 1953
—395→GENARO ROMERO (1894- 1961). Por mucho tiempo fue el Director de la Cartilla Agropecuaria, una difundida publicación del Ministerio de Agricultura y Ganadería. No fue un escritor propiamente, aunque sí un poeta tangencial inspirado en lo más peculiarmente nuestro. Es justo que se compile sus mejores páginas, para que tenga un sitial en la era de la redención nacional.
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Tam-tam | ||||
Como una novia tímida | ||||
he visto a la Serenidad | ||||
acompañar mi alma | ||||
ante el misterio fecundo | ||||
de la luna llena | 5 | |||
al punto de salir, | ||||
glorificada de misterio | ||||
yo vi salir la luna llena... | ||||
Yo vi los generosos árboles | ||||
de mi tierra: los flamboyanes | 10 | |||
las palmeras, los mapus | ||||
y el mar... el mar reteniendo | ||||
su aliento en éxtasis de paz | ||||
al bañarse en sus rayos. | ||||
Glorificada de misterio | 15 | |||
yo vi salir la luna llena... | ||||
En la hora tibia de los atavismos, | ||||
se oye el tam tam del ritual del Vohdu | ||||
hora de sortilegios y de encantos | ||||
en que revive en nosotros | 20 | |||
la dormida abuela: ÁFRICA. | ||||
África prodigiosa, | ||||
África portentosa | ||||
hasta erradicar el monstruoso Colonialismo | ||||
vil, oscurantista, macabro, | 25 | |||
África de los ritos tristes y ardientes. | ||||
La del tam tam nostálgico, | ||||
consuelo del paria haitiano. | ||||
Todo se mezcla aquí | ||||
el alma y el paisaje y el dolor | 30 | |||
y el staccato monocorde de las cigarras en | ||||
celo... | ||||
y la luz de la luna y el remoto tam tam del | ||||
Vohdu | ||||
del Vohdu, hermano de la Kabala, | 35 | |||
—397→ | ||||
del candombe, de la macumba... | ||||
Ahí abajo, | ||||
en el llano cálido y hondo. | ||||
Allá arriba, | ||||
en la ruta de Petión ville | 40 | |||
ruedan como cocuyos los autos. | ||||
Son fantásticas libélulas | ||||
que pasan... Gusanos de luz, párpados de luces... | ||||
Y en la larga avenida de la fuente de Turgeau, | ||||
yo voy solo, SOLO con la penumbra que me | 45 | |||
identifica con las cosas... | ||||
Ando a media luz, sin proyectar mi sombra. | ||||
Solo, Solo voy | ||||
con la serenidad como una bien amada que | ||||
está lejos y cerca está... | 50 | |||
Voy SOLO, SOLO, sobrecogido de misterio | ||||
ante el misterio | ||||
de la luna llena... Y del TAM TAM DEL VOHDU... |
PIERRE MORACIAH MORPEAU; Poeta haitano, que por muchos años paseó su espigada y curiosa figura por las calles de Asunción. Sus poemas figuran en las Antologías de Ballagas, Ildefonso Pérez Valdez, Berta Singerman, Eusebia Cosme y Mada López. Recientemente falleció en Buenos Aires lejos de su maniatada patria. Lo recordamos como expresión del poeta peregrino, acosado por las furias del perecedero poder de los dictadores, cuyas memorias no tienen el valor tan siquiera de las briznas a días de su ocaso...
—398→
Nuestro pueblo es un pueblo magnífico. Su resistencia a los sufrimientos ha sido todas las veces sorprendente. Los terribles altibajos de su historia no le han mellado en lo más mínimo.
Dos guerras internacionales, incontables pugnas armadas, prohibiciones interminables, clima de no decaída sospechas, el perenne ir y venir como por un callejón sin salidas que es como decir sin esperanzas. La permanente furia de los pequeños dioses del país y del tiempo. El tiempo mismo como una increíble gabela.
En este ambiente, pues, los poetas, nacieron, persistieron y murieron. Flores no apacentados en la paz de los días. Los días, temibles caballos del apocalipsis.
Así los poetas se acostumbraron a sentir y a callarse. A callar y a ocultarse. A mal vivir y a no reconocerse.
¡Pobres mortales!
Ocultaban sus vidas. Ocultaban sus voces. Enterraban sus cantos.
Yo les he ido a golpear en sus puertas, a intranquilizarles en sus casas. Quise que se hiciesen ver, quise que me hablaran bien.
Muchos se mostraron parcos, otros se ocultaron prestos. A lo lejos, los que fingida o abiertamente colaboran para hacer florecer el silencio, se mostraban escépticos, con la pilla sonrisa de los envidiosos. ¡Ellos los más, cientos los menos!
Pero aún así.
Éste es un pueblo magnífico. Un pueblo lleno de rumores ocultos y de temibles clamores terrestres. Hijo del bosque y de la tierra, tañedor de la piedra, cernidor de la are na. Voz de sus muy numerosos y numerosos ríos.
Un pueblo lleno de poetas sin suertes, es decir, de poetas oscuros.
ENVÍO: Dejad que tengan voces. Dejad que tengan vidas. Que vayan derivando por todos los caminos, de pueblo en pueblo yendo, de puerta en puerta dando mensajes y verdades.
—399→Que ya no oculten nada de toda su poesía.
Que marchen paralelas Libertad y Poesía. País-Poeta-Pueblo: ¡una sola persona!
—400→
«Si todos poseyeran, como una golosina, una breve parcela con un hogar encima». |
Arístides Díaz Peña |
«La poesía no existe sin nosotros y nosotros nada somos sin el pueblo». |
Emilio Armele |
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Elvio Romero |
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Félix de Guarania. |
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Manuel Verón de Astrada |
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Santiago Dimas Aranda |
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Grupo Sembrador. Una de las agrupaciones actuales entre otras como Ñamandú, que difunde la expresión esperanzada y de lucha de nuestros poetas sociales, en alas de la música, en el deseo de hacerlas llegar al pueblo. Algo parecido al esfuerzo de los jóvenes poetas de «Caso Ñemombe-u» y Mandu’ará, que a la manera juglaresca aspiran a acercar al pueblo las obras poéticas de todo género.
—[402]→ —403→
La fortaleza de Luis María Martínez, reside en la inspiración -si es que este término no traiciona el concepto- prestada por el gran río Paraguay. A través de dicho río como tema, el poeta puede proyectarse en forma subjetiva u objetiva; las cosas y los recuerdos viajan aquí sobre una misma dimensión de viento y agua. Pero en verdad, lo que es propiamente «Armadura fluvial», corresponde a sólo una tercera parte de las 76 páginas del libro, porque las otras dos se subtitulan: «Rúbricas de la espada» y «Otros poemas». En conjunto, el poemario pasa por tres etapas: la concerniente al río Paraguay, una lírica o amorosa en el más amplio sentido y una tercera referida al combate, al grito civil, a la liberación de lo fundamental en la patria. En Rúbricas de la espada, hay un poema corto que resume las dos últimas etapas, combina -se podría decir- el canto a la mujer amada con la invitación a la lucha; veamos:
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(Cuadernos de Bellas Artes, diciembre de 1963, pág. 110, Méjico D. F.) |
«Luis María Martínez es un poeta sensible que trabaja con igual acierto el verso libre que el rimado; creemos a ratos que es más fértil en los recursos poco exigentes que impone el verso libre, sin embargo, no debemos olvidar en intentos como ‘La abeja’, donde se mueve a través de la rima de un soneto...» |
(Cuadernos de Bellas Artes, julio de 1964, Año V-N.º 7, Instituto de Bellas Artes, Oficina de Prensa y Relaciones Públicas, México, D. F.) |
—404→
«El mundo de un poeta que siente con hondura la realidad invisible de la poesía de su suelo». |
Córdova Iturburu. Marzo 8 de 1963. |
«Colección de magníficos poemas que cantan la belleza de nuestra resoleada y pródiga tierra. Pareciera que todos ellos tiene un leitmotiv: la Tierra, la produce el grano, la que a su contacto, Anteos, recobraba sus fuerzas, cada vez que su cuerpo la tocaba». |
Dr. Telmo M. Aquino, agosto 31 de 1966. |
«... para hacerle llegar las felicitaciones del Señor Rector Carlos Sánchez Viamonte, y en el mío propio». |
Aleida González, Dpto. de Relaciones Públicas y difusión. Facultades de Estudios Sociales Joaquín V. González, Buenos Aires, Rca. Argentina |
«Ráfagas de la tierra, Armadura fluvial y Arder, es la palabra, vienen a enriquecer la presencia poética del Para guay. Paraguay es una tierra de lirismo y sentimiento y necesariamente su poesía tiene que ser válida». |
Joaquín de Montezuma de Carvalho, Lourenzo Marqués, Mozambique, África. |
«Arder, es la palabra, ¡cuánto ya se expresa desde su pórtico encendido! Son sus poemas todo un feliz encuentro con la imagen poética, exacta para el contenido total del libro, por donde sus flamígeras ideas pasan, reverberan, cortantes relámpagos en el delirio de la pasión creadora, sin cuyo delirio no es posible la fábrica del verso. Es un cálido libro de rebeldía y de sincera pasión: de acendrado amor a la libertad y de amor al prójimo que sufre aire sofocante de odios, envenenado. Pero lo interesante, además, en sus versos, es lo que el lector perspicaz puede leer entre líneas y que con inteligencia de artista, de poeta, deja como velado en el misterio, porque es el misterio de la esencia de la poesía como lo es de la vida, también, para el hombre que no ha podido descifrarlo ni creo que pueda descifrar el porqué de su origen, enfrentándose entonces a ese otro grande misterio indescifrable: Dios... —405→»Arder, es la palabra, están llenos de fuego, de pasión, de resonantes armonías metálicas; las palabras son ascuas quemantes en muchas ocasiones y definen su posición de hombre poeta frente a la injusticia, al desequilibrio de las cosas, al torbellino egoísta del mundo. Es, pues, una gallarda bandera, un fulgurante grito de protesta, con toda el ansia de libertad y de amor, a que puede aspirar el hombre para el armonioso desenvolvimiento de sus facultades intelectuales, lo mismo de la sociedad de que forma parte, no ya limitada a determinadas fronteras, sino expandiéndose hacia la humanidad». |
Artigas Milans Martínez, Salto, Rca. Oriental del Uruguay. |
«... ¡le toca hoy el turno de ser leído y de ser admirado! Veo en su obra la imagen realizada del título». |
Sigfrido Radaelli, Fundación Testigo, Testigo, Revista trimestral, Buenos Aires, R. Argentina. |
LUIS MARÍA MARTÍNEZ, Arder, es la palabra, Edit. Luxe, 60 págs., Asunción, Paraguay, 1966. Día Primero (1956), Poesía (1960), Armadura fluvial (1961), Ráfagas de la tierra (1962) son los títulos anteriores publicados por este poeta del Paraguay, de los dos últimos hicimos comentarios en sus respectivas oportunidades, especialmente del tercero que nos llamó la atención por la forma en que el autor aprovechó el gran río Paraguay como posibilidad de canto, de inspiración, al margen de que su proyección fuera épica o lírica. LUIS MARÍA MARTÍNEZ, nacido en 1933, nos recuerda, por el sabor terrestre de lo que escribe, a sus paisanos Elvio Romero y Augusto Roa Bastos, tanto en los libros citados como en el presente su constancia sobre la patria es una innegable característica. Ahora bien, vale señalar claras diferencias existentes entre los títulos anteriores y Arder es la palabra, éste descuidado en la impresión tipográfica y no parejo en la calidad expresiva, permite adivinar a un artista más consciente de su realidad y, quizá por ello, sumido en reflexiones de angustia y preocupación: así los poemas actuales no sólo nombran paisaje y cielo, caballos y barbechos, cañaveral y «hombres vegetales», sino que también expresan que «ataúdes o tumbas son las casas», que «todavía la vida puede venir un día», o bien: «mi camisa —406→ de joven laureado por el miedo», «famélicos aullidos de la muerte», «una pared de sombras me tiene prisionero» y «¡Qué duro el pan del miedo en nuestra vida!». Sin embargo, poeta sensible y decidido, Luis María Martínez ha definido tal vez su actitud en el título de su libro, ha comprendido que Arder, es la palabra, entrar en combustión para servir, consumirse para iluminar, comprometer al verso para que diga lo que capta en la tierra paraguaya, escribir poemas como «El amo», «Cárcel», «El fusil», «Las botas son silencios», «Ah, libertad que es hora», «Pueblo», «El muro ciudadano», y otros que enaltecen al autor, como el que concluye con estos versos:
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Mauricio de la Selva, Cuadernos Americanos, Año XXVI, N.º 2, marzo-abril de 1967, México, D. F. |
«Acaso uno de tus mejores poemarios, encendido, claro, maduro». |
Elvio Romero, 28-VI-1969. |
«Sigue la misma línea de pasión de Arder, es la palabra y sostiene el vigor del canto cuyos versos resuenan mediante metálicas imágenes, de impetuosa fuerza lírica coronada siempre por una aureola transparente que es nardo y fulgor, ráfaga apasionada y fuego ondeante como una bandera de emoción. Y todo esto, ideas, pensamientos aglutinados en los acordes de sus versos, no son nada más ni nada menos que Poesía, con mayúscula, en toda su verdad. Serpentea en las páginas de su libro una filosofía que es a la vez mágica belleza que nos toca el corazón con el roce fino y sutil de sus alas, cuyo contacto cautiva, estremece y deja una llamarada de inquietud en la frente». |
Artigas Milans Martínez, Salto (Uruguay), 31-III-1970. |
Luis María Martínez, El jazmín azorado, Ediciones Época, 106 págs., Buenos Aires, Argentina, 1969. (Fragmento). «Luis María Martínez es un poeta que no logra desprenderse de cierto pretérito, de ciertos rasgos que intervinieron —407→ constantemente en la estructuración de su pasado poético: tierra, viento, agua, flores, árboles, ríos, etc., persisten como aspectos de una soledad todavía no derrotada. En lugar del «jazmín» pudo ser el lirio el «azorado», u otra flor; lo importante, a manera de ejemplo, es notar cómo el poeta trata de revalorar un conocido y manejado antiguo elemento una antigua flor que se azora en la realidad que el poeta ahora palpa; «jazmín de turbio ceño», que «ya no es el mismo», que «se ha vuelto guerrero y caldeado como el tiempo en que estamos», tiempo que en el caso de Martínez significa el dolor de su Paraguay. Por algo en otro poema escribe: «Don Miguel de Unamuno / yo con mi Paraguay, / tu con tu España... Y yo con mi potencia impenitente, / con un gran sustraendo sobre el ala / y un doble bis de ¡cállate! en la frente». Y así, con un tono que le da esa comprensión, el azoro ante la realidad y el dolor por su Paraguay lo conducen a escribir poemas como «Yo, poeta mínimo» |
Mauricio de la Selva (Cuadernos Americanos, Año XXVIII, N.º 4, julio/agosto de 1969, México, D. F.). |
«Reafirma, sus calidades de escritor amante de esta tierra para la que tiene acendrado verbo y veneración amorosa. Este libro, plantea una temática que si bien no puede ser compartida por muchos, se presenta rodeada de un alto vuelo poético y demuestra una sinceridad de hombre que desea un porvenir venturoso para la patria». |
Enrique Mares Lind, Presidente de Amigos del Arte, Asunción, Paraguay. 15-III-1971. |
«Símbolo extraordinariamente hermoso: ‘Desde abajo es el viento’ y con él clama por la libertad: ‘Ha mucho ya que libertad te busco, ha mucho ya que entierro mi garganta...’ ‘Yo no sé el color de tu bandera’, dice el bardo (pág. 47) y es que la libertad carece de color, pero posee en cambio vibración, y ronca y ruge, y tiene música y sus acordes son los de la Marsellesa: es que el poeta nació ‘para vivir volando / y tras vivir, morir como las aves’. »De pronto, se insinúa la ironía, la sátira retozona y burlona ante la opresión y la mordaza y en forma admonitoria, —408→ ridiculiza: ‘Cállate (pág. 91)...’ ‘cállate / antes que te hagan callar a plazo fijo / y te pongan de pronto el crucifijo / sobre tu boca...’ »Por todo el libro recorre un hálito fresco o una luz esperanzada de días mejores. Y es noble misión la de estos luchadores y soñadores: la de agavillar luceros por caminos de la República. »Y no puede ser mejor el cierre del libro, pues emplea una de las palabras más bellas del diccionario: Felicidad, llena de sugerente y elevada inspiración, que le hace decir: ‘¡Qué felicidad saberse entrañado en sombras de polcas de airosos sonidos / y ser la paloma de paz en las eras! / ¡Qué felicidad sentirse muy libre!... con las buenas nuevas que tenga la vida...’». |
Antonio Ortiz Mayans |
«En nuestra reciente gira por la tierra natal tuvimos la suerte de vincularnos con cultores del arte y de las letras de nuestro país y así pudimos estrechar la diestra de uno de los valores más firmes de la joven generación de poetas del Paraguay: nos estamos refiriendo a Luis María Martínez, escritor que nos obsequió con varios frutos de su valiosa cosecha, entre ellos el poemario Clarea el firmamento con prólogo de Arístides Díaz Peña, un entrañable bardo y condiscípulo del Colegio Nacional de la Asunción, y así fuimos camaradas en la promoción MINERVA, de proficua e insuperable labor en aras de la cultura de la patria. Díaz Peña rinde un justiciero homenaje al citado libro y así dice de Clarea el firmamento que ‘es un altivo y fervoroso pregón de libertad’. Eso se comprueba en ‘Las palabras’ -libertad, vuelo, grito, llamarada... »Hay un ritmo interior, un ritmo de vida y de calidad humana y afectuoso sentimiento hacia los abanderados de los ideales fraternos, así al recordar a Julio Correa: ‘truena al cantar la tierra, / ríe al sentir la fronda, / ruge al tocar los muros’. Ya en Desde abajo es el viento, otro de los bellos libros de Martínez, le dedica palabras fervorosas y justas, y así clama: ‘Muerto: ¡jamás! Errante que es bien poco’. Siente por Julio Correa una profunda admiración y así a este hermano mayor, a este hidalgo señor de las letras, que nació y vivió en suelo guaraní, le tiene siempre presente: ‘pienso al escucharte / pienso que vale la pena —409→ nuestra /soñar que llegan las golondrinas...’ »Otro poema es para el eximio dramaturgo y poeta español, Federico García Lorca, entrañable vate, víctima de la saña fascista:
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Antonio Ortiz Mayans, agosto de 1982. |
Luis María Martínez..- Perpetuamente alondra. Asunción, Ed. Intento, 1982, 55 págs.
«El vínculo ineludible de la historia social con el ejercicio diario de la escritura convierte a la literatura en un reducto implacable de frustraciones y ambiciones. Más aún en el caso de un país cuya geografía e historia han contribuido a modificar constantemente la relación entre el género literario y el objeto de éste. En efecto, por razones lingüísticas, el Paraguay ha visto proliferar acontecimientos imposibles de ser representados en una única lengua. Tanto la expresión oral como la escrita no llegaban sino a presentar una realidad fragmentada. El bilingüismo aparecía como un vasto dominio al cual debía someterse la literatura. »La poesía vino a quebrar el rígido esquema de los condicionamientos lingüísticos. La tradición era más sólida y diversa, efecto de la rutina y de las exigencias históricas. Si por un lado las expresiones vernáculas seguían un itinerario determinado por las experiencias coloniales, por otro lado la apertura al mercado Occidental de la literatura permitió un auge inusitado de nuevas inquietudes. Este último aspecto coincide con la invasión abierta y subterránea de la poesía española de los años 27. A partir de entonces la vena hispánica estaría siempre circulando en la euforia y en el desangre del Paraguay. Un tema común los irá llevando como hermanos siameses, el del exilio, el de la nostalgia, el de la impotencia por llevar consigo la tierra envuelta en la palabra, como un nudo.
Luis María Martínez nos describe el constante sueño de un poeta, la única válvula de escape, por donde la imaginación rompe las rejas y censuras para reclamar el sitio soberano para el hombre libre. Este sueño personal, estricto, íntimo y compartido, es al mismo tiempo un homenaje a los países de las permanentes ausencias, a sus hombres que la siguen reproduciendo, que la siguen encontrando en cualquier calle de la aventura». |
Hugo López (Notes de Lecture, París, Francia). |
« Perpetuamente alondra: Luis María Martínez, ediciones Intento, octubre de 1982. Conocimos al poeta a través de El jazmín azorado, un libro con expresión recia, viril y llena de fuerza en favor del hombre, la libertad y los elementos de la naturaleza. En Perpetuamente alondra, Luis María Martínez vuelve a ratificarse en su línea de poeta defensor del hombre y de sus ideales, y más de la naturaleza. Constantemente se siente identificado con las materias creadas por Dios. ‘Yo soy el fuego’; ‘soñaría en la vida ser: Naturaleza’; ‘qué no daría siendo el leño de esa cosa’, son expresiones fáciles de encontrar en todos los poemas del autor. Un poeta que tiene la palabra exacta, el adjetivo justo para cada cosa, sin abusar de los recursos literarios ni de las figuras, logra imponer una poesía ágil y de fuerza avasallante: ‘Yo soy todo el sonido de un bosque milenario / país de la poesía, alcándara del trino / que siempre se ha movido lo mismo que una fronda / victorioso labriego, derrota del silencio / tan aire como nube, tan vuelo como ave / ¡perpetuamente alondra!». |
Aníbal Saucedo Rodas (De: Luis María Martínez, el poeta de la exacta palabra). Diario Última Hora, 13-XI-1982. |
—411→
Asunción, noviembre 25 de 1972.
Señor
Luis María Martínez
Ciudad
De mi consideración: Tengo el agrado de informarle que usted se hizo acreedor a la Medalla de Oro instituida por el CLUB DEL LIBRO para el autor más votado por sus socias en el género Poesía.
La misma le será impuesta en acto especial a cumplirse en la fonoplatea de Radio Cháritas el próximo martes 12 de diciembre a las 21 horas.
Usted será saludado por la socia señora Leni Pane de Pérez-Maricevich, entregándole la medalla la Coordinadora del Club del Libro N.º 6, señora Hilda Mareco de Insfrán.
Esperando contar con su grata presencia y la de su familia, saludo a usted muy cordialmente.
Ana Iris Chaves de Ferreiro,
Presidenta de la
Comisión de Coordinadoras
del CLUB DEL LIBRO
—430→
Por involuntaria alteración del orden de páginas en el original, 3 poemas de Santiago Dimas Aranda del I tomo quedaron con el texto inconexo, por lo que en salvaguarda del autor, seriedad y contenidos, son reproducidos nuevamente.
- El ciclo vital de Manuel Domínguez fue en realidad de 1868 a 1935, pues había nacido en Pilar el 5 de junio de 1868 habiendo fallecido el 29 de octubre de 1935, no así como se consignan en las págs. 30 y 122 del Tomo I.
- El título exacto del poemario de Carlos Villagra Marsal es el de Guarania del desvelado y no de Guitarra del desvelado, tal como se consignan en las págs. 40 y 350 del Tomo I.
- Reportamos el fallecimiento de la poetisa Carmen Soler cuyos poemas se hallan en el Tomo I, en Buenos Aires (Rca. Argentina) en fecha 19 de noviembre de 1985, sumándose a los grandes valores que reposan en tierras del hermano país, tales como Leopoldo Céspedes, Hérib Campos Cervera, José Asunción Flores, Rodolfo Duarte Troche, Sofía Mendoza, Juan Sorazábal y tantos otros más que no recordarnos junto a los miles y miles de luchadores conocidos o pocos conocidos, del Paraguay del clamor, del éxodo y las ideas.
- Acogeremos con beneplácito cualquier observación rectificatoria, realmente necesaria, para ambos volúmenes.
Te traigo en mi pañuelo la humareda del puerto | ||||
y un corazón bandera desplegado en el viento. | ||||
Los nuestros que roturan la noche tiempo adentro | ||||
nos hablarán de cómo se conquista un lucero. | ||||
Nos hablarán del hambre compartido, del verso | 5 | |||
que en las picadas nace como un hijo a destiempo, | ||||
del sueño que cabalga sobre piernas de acero | ||||
trazando densos mapas en el silencio denso | ||||
del ñandutí que tienda su falda color malva | ||||
a lo largo del rumbo donde se filtra el alba. | 10 | |||
Nos hablarán del rostro taciturno de enero | ||||
de la dura estrategia de medir con el cuerpo | ||||
los caminos por donde llegarán tiempos nuevos. | ||||
Y nos dirán de cómo, con los labios resecos | ||||
la canción es torrente con frescor de aguaceros. | 15 | |||
Te traigo en mi pañuelo la humareda del puerto | ||||
y en los ojos un río de rebelde misterio. | ||||
Es difícil; tenemos | ||||
en los pies el veneno de una brújula inquieta | ||||
en los brazos un mástil de irreducto madero. | 20 | |||
Te traigo en mi pañuelo la humareda del puerto. | ||||
Esta noche es coraje el que empuja mis huesos. | ||||
Es un grito que rompe la estrechez de mi cuerpo. | ||||
¡Es un grito de tierra que en los tuétanos siento |
—432→
Nadie comprende lo que está ocurriendo | ||||
en esta casa grande. | ||||
Los gritos prenden, corren, y de pronto | ||||
el tiempo vuela como un cisne grave. | ||||
Nadie comprende | 5 | |||
aunque sufran todos de la noche al alba | ||||
aunque duelan cosas | ||||
aunque esté doliendo una tajada de hambre | ||||
en las amargas bocas | ||||
de los herejes de cualquier pelambre. | 10 | |||
Ya no es sólo de pan que necesitan | ||||
los pequeños gigantes de esta casa. | ||||
Vivir ya no es guardar en alcancías | ||||
el guisante y su sal alquimizada. | ||||
Ya no es cubrir con ropa y con corbata | 15 | |||
una herida callada cada día. | ||||
No piden libertad los que soportan | ||||
vitalicia mentira sin sosiego | ||||
los callosos obreros, los maestros | ||||
sembradores antiguos, olvidados | 20 | |||
y obligados a seguir sembrando | ||||
sobre el parco terrón de los olvidos. | ||||
No se nutren de libertad los niños. | ||||
No se visten de pan los estudiantes. | ||||
No alimenta la esperanza al pueblo. | 25 | |||
Un silencio caliente es el silencio | ||||
un silencio de tempestad latente | ||||
contra toda servidumbre y fuero. | ||||
Nadie comprende lo que está ocurriendo | ||||
en esta casa grande. | 30 | |||
Yo tampoco comprendo pero pienso | ||||
que dos y dos son cuatro desde siglos | ||||
(aunque el vivir no es suma sino resta) | ||||
que la verdad no es cuento ni es trofeo | ||||
que la felicidad es hembra recia | 35 | |||
que sólo por amor se acuesta | ||||
que en esta casa el tiempo no es amigo | ||||
y que la libertad no es el silencio. |
—433→
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Ahora que no he muerto de esperarte | |||||
reconstruyo mis días sin ojeras | |||||
descalzos y briosos que llegaban | |||||
cabalgando y cantando | |||||
con sus bravas cosechas estivales. | 5 | ||||
Incubado en tu barro -te confieso | |||||
enamoré a las flores de los cardos | |||||
y a las oníricas hembras de los pájaros | |||||
con quienes aprendí la artesanía | |||||
de la vida y el canto. | 10 | ||||
Y también aprendía que hacer la casa | |||||
acostarse | |||||
vivir | |||||
procrearse en el barro | |||||
serían meramente un sucio juego | 15 | ||||
si no fuese humano. | |||||
El barro -digo | |||||
enfurecido a veces como la sangre misma | |||||
dio símbolo a mis pies | |||||
raíz a mi vital madera | 20 | ||||
asidero a mis manos que empujaban por la endiablada | |||||
cuesta | |||||
la sombra triste | |||||
de escuálida ramera | |||||
de una esperanza que no quería tumbarse. | 25 | ||||
Volver | |||||
-digo nombrarte- | |||||
es recapitular vivencias capitales | |||||
urgencias que eclosionan de la misma manera | |||||
como germina dentro del corazón un grito | 30 | ||||
como se engendra el sueño | |||||
el dolor | |||||
¿y por qué no decirlo? ¡la conciencia! | |||||
¡Claro! | |||||
a veces | 35 | ||||
de la misma manera | |||||
se nos clava el veneno del silencio en la nuca | |||||
se nos castran los cantos | |||||
—434→ | |||||
se nos fugan los sueños como un irse en sangre | |||||
pero siempre nos queda | 40 | ||||
lo que queda en la boca milenaria del pueblo | |||||
la palabra prohibida | |||||
castigada y esbelta | |||||
la que crece en las huellas de los crucificados | |||||
y de los que se fueron con los brazos en cruz | 45 | ||||
la que ha roto de pronto la escafandra del miedo | |||||
para el pacto supremo de la muerte y el parto. | |||||
Tenían que volver tus aletazos | |||||
¡juventud de mi tiempo! | |||||
Tenían que volver tus demorados brincos | 50 | ||||
navegando en la sangre | |||||
para reconocerte | |||||
para reconstruir tus primaveras | |||||
¡y tus arduos luceros y tus cardos calientes! | |||||
Allí | 55 | ||||
sobre las huellas de galopados tiempos | |||||
fecundas con el humus de bellas promociones | |||||
al ritmo y los metales del alba incorporadas | |||||
encontrarás tu patria | |||||
tu leyenda | 60 | ||||
tu canto. | |||||
Y ahora | |||||
finalmente | |||||
de vuelta constelada | |||||
junto al vivac de militantes sueños | 65 | ||||
contigo | |||||
juventud | |||||
¡oh, si pudiera | |||||
contigo renacer eternamente | |||||
y si habrá de morir | 70 | ||||
morir de muerte | |||||
que tenga tu violencia enamorada! |