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Espacios sagrados, profanos y cuánticos en la narrativa de Luisa Valenzuela

Gwendolyn Díaz



«Un fenómeno gratificante de la evolución reciente de las ciencias es la integración de nuestros conocimientos sobre el mundo que nos rodea y de nuestro mundo interior».


Ilya Prigogine1                


«Vivimos nuestras vidas inescrutablemente incluidos dentro de la corriente de vida mutua del universo».


Martin Buber2                


«El tiempo pasado y el tiempo futuro están todos presentes en el tiempo ahora».


T. S. Eliot3                






La conexión entre la ciencia y el arte se remonta al tiempo de los griegos, quienes explicaron su mundo interior y el mundo que los rodeaba en términos míticos. Irónicamente, fue durante la Era de la Ilustración que estos mundos fueron separados, creando una división entre las ciencias y las humanidades. En el siglo XX, se ha vuelto a comprender el universo y la humanidad desde una perspectiva integradora. Un ejemplo es la búsqueda por parte de Einstein de una teoría unificadora. Posiblemente la física moderna, específicamente la física cuántica basada en la imposibilidad de predecir, nos acerque más a una visión totalizante del universo. Y es esta impredecibilidad y su componente de azar que sirven de fundamento a la libertad, la creatividad y la evolución de las especies. El Principio de Incertidumbre de Heisenberg muestra que hay rasgos del universo que no pueden ser identificados con precisión y que conducen a la incertidumbre característica de los procesos cuánticos, lo que explica a su vez los procesos de la experiencia humana dentro del mundo físico como también del mundo intelectual4.

Los descubrimientos científicos más importantes del siglo XX marcaron la preeminencia del azar, lo impredecible y la incertidumbre dentro de las ciencias. Estos descubrimientos han permeado todos los campos de conocimiento y producido cambios radicales no sólo en las ciencias sino también en el arte, la filosofía, la historia y la cultura en general. Lo que hemos aprendido de la física cuántica es que toda la materia está compuesta de átomos y electrones que emiten campos de energía que están interrelacionados e interconectados. Esta característica de conectividad o coherencia cuántica implica que las ondas o partículas de energía no sólo se conocen entre sí sino que además están interconectadas por bandas de campos electromagnéticos que les permiten comunicarse (McTaggart, 43). Así, todo lo que existe está en un estado constante de flujo energético y el flujo en sí mismo está sujeto al azar y la interconexión. El hecho de que en la evolución el azar juega un papel importante en la selección implica a su vez la imposibilidad de predecir (o impredecibilidad) y la creatividad. Esto se ve en el comportamiento del electrón del átomo, elemento constitutivo de toda materia, viviente o no. Los electrones pueden comportarse indistintamente y simultáneamente como partículas y como ondas. Este es un concepto fundamental aunque difícil de concebir. El aspecto partícula está relacionado a la individualidad y el aspecto onda a la relación y conexión (por ejemplo: las olas del océano pueden ser percibidas como una serie infinita de moléculas individuales de agua o como la totalidad de la onda en sí misma). Por consiguiente, esta conducta ambigua del electrón, elemento básico de toda la materia, permea todos los aspectos de la existencia y contribuye a su aleatoriedad e impredecibilidad. Estos conceptos afloran, consciente o inconscientemente, en lo literario y en la producción cultural de nuestro tiempo.

En este estudio analizo la obra narrativa de Luisa Valenzuela para demostrar que el proceso artístico, el funcionamiento de la mente y de la obra de arte en sí misma proviene del mismo proceso creativo desde el cual evolucionaron las especies y la consciencia. La propuesta es que hay un paralelo entre el proceso cuántico y el funcionamiento del cerebro humano y su impulso creativo. Así como en la teoría de la selección natural de Darwin, la conciencia y la creatividad están marcadas por el azar y la incertidumbre (el principio de incertidumbre de Heisenberg), en el proceso artístico, esta incertidumbre da lugar a la libertad de elección y la creatividad5.

Al leer la obra de Valenzuela a la luz de estas teorías he quedado sorprendida por la magnitud en que su ficción refleja el mundo cuántico. He seleccionado dos novelas, El gato eficaz y Novela negra con argentinos, en las que encuentro una interpretación literaria y poética de los siguientes conceptos científicos: la conectividad cuántica, el condensado de Bose-Einstein, la superposición, el espacio-tiempo y la no-localidad. Descubriremos que la literatura evoca la relación entre la conciencia humana y el mundo natural del espacio y el tiempo. La mente del poeta y la mente del científico participan ambas de la misma realidad, aunque la reflejen de maneras distintas. Los seres humanos y su medio ambiente físico están interconectados y se afectan mutuamente mientras participan del ritmo del universo. Sin embargo, esta noción está en franca oposición a las concepciones cartesianas y newtonianas tradicionales de la separatividad y el dualismo tomista, que escinden la naturaleza del alma (mente) de la naturaleza del cuerpo, y, que en última instancia nos alienan de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Estamos en un diálogo constante entre nosotros y con el mundo natural, y ese diálogo puede ser constructivo o destructivo. Y es precisamente la filosofía de la separatividad la que ha conducido a la alienación y explotación del mundo. Las crisis actuales de la economía global y del medio ambiente son resultado directo de la filosofía de la separatividad y del individualismo extremo. La avaricia, la explotación de nosotros mismos y de los recursos naturales han resultado en graves daños a la vida de nuestro planeta. Sin embargo, las fuerzas relacionales de interconexión presentes en el micro mundo de la física cuántica conducen a constantes actos de creación, ya sean científicos, literarios u otros.

Las dos novelas que he seleccionado para analizar representan estas dos fuerzas vitales o caminos de vida diferentes, el camino de la armonía y la creatividad, que llamo el espacio sagrado, y el camino de la separatividad y la destrucción, que llamo el espacio profano. Una de las primeras novelas de Valenzuela, El gato eficaz, quizás su obra de ficción más críptica e incomprendida, escudriña la violencia y la destrucción, reflejando la filosofía de la separatividad y la alienación. Esta obra se adentra en un espacio profano por representar la antítesis de la vida y la creación. Por otro lado, Novela negra con argentinos ofrece una visión más positiva, una de coherencia e interrelación de los seres humanos y los aspectos constructivos de la escritura y la creatividad. Novela negra encarna un espacio sagrado en tanto que refleja el espacio de conexión y creación.

La relación entre las ciencias y las humanidades, particularmente en el caso de la escritura, no es sólo metafórica sino que también se adecúa al proceso escritural, como se verá en este análisis. Si el propósito de nuestra existencia es crear, producir orden a partir del caos y hacerlo de maneras múltiples y colectivas, en El gato eficaz, Luisa Valenzuela poetiza lo opuesto al impulso creativo, un mundo oscuro de destrucción marcado por el odio, el egoísmo y la avaricia. En el prólogo a la novela, afirma que escribió este libro influenciada por los miedos latentes que sintió mientras vivía en Greenwich Village en la ciudad de Nueva York durante los años setenta, un tiempo en el que se cuestionaba la guerra de Vietnam y se respiraba un aire de sublevación social que incluía la revolución sexual y una crítica a un sistema dedicado a la guerra, cuando parecía que la vida humana no valía demasiado y había muerte en el aire (6). Por lo contrario, en Novela negra propone que el propósito de la vida se encuentra en la creatividad, en este caso, en el proceso de escribir, significativamente, a través del proceso de «escribir con el cuerpo», una teoría de su propia confección que refleja la conectividad cuántica o el ordenamiento de la experiencia entre el cuerpo (lo físico) y la mente (la conciencia). Tenemos pues una novela que describe la posibilidad de la destrucción humana y global impelida por la pulsión de muerte, que alguna vez Freud llamó thanatos, y la otra, que muestra la posibilidad de que a la larga la humanidad triunfe como especie debido a su capacidad para crear y producir orden a partir del caos. Es de notar que Freud explora las bases científicas del inconsciente y concluye que la humanidad tiene tanto el talento para la reproducción como para la autodestrucción, mientras que Jung explora los fundamentos metafísicos del inconsciente para ahondar en los arquetipos que reflejan la fuerza positiva (ánima) y la negativa (sombra) de la existencia. Además, tanto Freud como Jung vieron el texto literario como un fiel reflejo de sus descubrimientos concernientes al funcionamiento de la psique.

Nuestro viaje comenzará en el espacio profano y continuará hacia el espacio sagrado terminando así con una nota de esperanza. Por espacio quiero decir el concepto espacio-tiempo poseinsteiniano, donde los dos se fusionan en un ámbito que sirve como la base de toda materia y de toda experiencia. El físico Brian Greene define el espacio-tiempo como «la unión de espacio y tiempo que se revela a partir de la teoría de la relatividad y que es el tejido del que está hecho el universo, es el ámbito dinámico dentro del cual ocurren los eventos del universo» (421). Cuando nuestras nociones de tiempo y espacio como experiencias separadas han probado ser erróneas, debemos cuestionarnos todos los otros supuestos de separatividad. Tales supuestos son explorados en El gato eficaz, donde Valenzuela rompe con la perspectiva narrativa tradicional para crear un narrador omnisciente radicalmente diferente. El narrador es a veces una mujer, otras veces un gato, una tarántula, un vampiro, una enredadera, una pared, un sapo y la misma oscuridad. Como en el mito de Drácula, la protagonista se metamorfosea en todos estos estados diferentes para narrar el viaje de los gatos de la muerte, que es su descenso órfico a las profundidades de la violencia, corrupción, avaricia, explotación y solipsismo narcisista.


El gato eficaz toma un salto cuántico

El gato eficaz es una novela que puede ser comparable a la escritura automática de los surrealistas. Surge de los márgenes crepusculares que separan lo inconsciente de la conciencia, ese reino indeterminado, borroso, en el que la imaginación se desata y engendra una multiplicidad de significados. Pero es al nivel de la escritura misma, de la palabra y el proceso de escribir que Valenzuela da forma textual a los conceptos intrínsecos a la física cuántica. El acto de escribir proviene de los espacios marginales de la conciencia, el «crepúsculo de la mente», como fue llamado por algunos poetas, que da lugar a la multiplicidad de significados poéticos insertos en los textos literarios. Este borroso margen indeterminado del pensar es «la condición previa de todo pensar, es un indicador del origen cuántico de nuestro pensamiento» (Zohar, 178-9). Es la base física de nuestra creatividad. El autor está implicado en una serie de constantes elecciones de múltiples caminos posibles que la obra podría tomar y en un momento dado hace colapsar todas las varias opciones en una sola elección, un camino. Este proceso de colapsación tiene su paralelo en la función cuántica por la cual una multitud de ondas (o campos de energía) de un sistema ordenado colapsan y se vuelven uno solo; sus identidades se fusionan o se superponen de tal forma que pierden su individualidad (la partícula se convierte en onda). El acto de escribir y el acto de pensar siguen el mismo proceso y este proceso está inscrito en el texto El gato eficaz6.

La novela comienza con una extraña asociación entre la protagonista mujer, que narra en primera persona una serie de eventos desconectados, y los gatos de la muerte. Ella es, al mismo tiempo, ella misma y los gatos, los que son descritos como perniciosas figuras del averno que rastrean la muerte. Se refiere a sí misma como una mujer gato a la que le gusta seguir a los gatos de la muerte mientras escarban en los tarros de basura en los callejones del Greenwich Village de la ciudad de Nueva York, olfateando comida podrida y desperdicios corporales. Es capaz de escribir porque se dedica a hacer una recopilación de sus memorias y al mismo tiempo se retrata a sí misma en términos de una mujer gata que se enrosca en una canasta y se relame las patas después de libidinosos apareamientos (7-10). Describe cómo los gatos de la muerte se zambullen en los alcantarillados para comerse los pedazos de los fetos que las dueñas de casa han descartado en los trituradores de basura o arrojado al inodoro. Sadismo, masoquismo y perversión reinan en el mundo de esta protagonista, que se describe también como la oscuridad misma: «soy color de las tinieblas [...] caminar entre vientos» (8). También se identifica con vampiros, a los que admira porque indistintamente les succionan todos sus fluidos vitales a hombres y mujeres. Ella es capaz de metamorfosearse en una tarántula de patas peludas y colmillos que quiere destruir a la humanidad con su veneno. Está orgullosa de jamás haberse entregado sino, en cambio, de haber destruido la imagen de la humanidad para denunciar su miedo y corrupción (16-17). Para confrontar a los gatos de la muerte, ha importado los perros de la vida desde Argentina, pero la vida que ellos traen es una vida de discordia dado que vienen de una dictadura; persiguen a los gatos de la muerte y, brutalmente, los atormentan, los muerden y los penetran sexualmente hasta hacerlos sangrar. Y aquí la protagonista comenta que ella nunca ha dejado que otros se le acerquen y por ello es inmune al sufrimiento (14-15). Ceder es ser penetrada, debilitada, destruida, se implica. En el mundo de las tinieblas, el ganador es el que toma, penetra y posee al otro.




Fusión de identidades: Conectividad y superposición

¿Qué debemos pensar de tal protagonista? ¿Es esto simplemente una especulación imaginativa, un juego, una técnica estrambótica desarrollada para perturbar al lector? Quizás lo sea, pero curiosamente sucede que refleja una posible explicación de la naturaleza de la conciencia y su interconectividad con otras conciencias. Los supuestos de la conectividad cuántica son: que hay sólo un tipo básico de materia, y que todas las cosas, vivientes o inanimadas, están hechas de ella; parte de esta materia tiene la capacidad indudable de vida consciente (como es el caso en los humanos y en algunos animales) y de un diálogo creativo entre materia y conciencia (Zohar, 57). Esta materia y sus ondas y partículas energéticas no solamente tienen conocimiento unas de otras sino que, además, pueden comunicarse entre sí (McTaggart, 43). Por extensión, la conectividad puede ser proyectada a sus límites más extremos donde nos convertimos en aquello con lo que estamos en proximidad, a medida que nuestras auras o campos electromagnéticos interactúan y se influyen mutuamente.

Otro concepto cuántico aludido en El gato es el de la superposición. Remite al potencial de expresión múltiple que tiene cualquier electrón, cualquier proceso dinámico. Debido al elemento de azar y la incertidumbre intrínseca en el proceso cuántico, hay una variedad múltiple de situaciones posibles que pueden llegar a tomar forma. La superposición denota todas las iteraciones o posibilidades de expresión posibles. En el caso de nuestra novela, la conciencia de la protagonista tiene la habilidad cuántica de saltar de un estado a otro, de una conciencia a otra, de manera parecida al concepto del salto cuántico (Zohar, 211). Un paralelo literario al fenómeno de la superposición es el poema; arraigadas profundamente dentro de él hay una serie de interpretaciones múltiples superpuestas. Un texto literario, un poema, está preñado con significados irrealizados que se hacen realidad cuando el lector elige una interpretación. Y aquí llegamos a la importancia del lector u observador en la determinación del resultado.




Schrodinger y su gato: El observador crea la realidad

Lo interesante aquí es que el texto de Valenzuela sugiere que para que algo ocurra debe haber un observador que lo perciba. Esta ley de la física cuántica fue elaborada por Schrodinger en su célebre hipótesis del gato, según la cual un gato colocado en una caja puede ser percibido ya sea como vivo o como muerto dependiendo de la percepción del observador. El resultado es que la realidad sucede cuando es percibida, observada por alguien. De lo contrario, es sólo múltiples posibilidades esperando ser expresadas (McTaggart, 1045). Este concepto aflora en El gato donde abundan las alusiones a la importancia del lector. La narradora protagonista exige del lector que lea sus diarios: «Exijo ser leída con calma y rebeldía, con una balancita para cada palabra. Este es mi testamento y leeremos como leen los abogados, dando a cada vocablo justo peso, sin invertir el orden de las cláusulas, equivocándonos. Por suerte alguien sabrá que el significado es otro y me leerá tan solo en los reflejos» (96). La protagonista demanda que el lector le ponga orden y significado a su escritura. Entiende que sin el lector que interprete el manuscrito, su escritura es un ejercicio banal. Es el lector/observador el que determinará la realidad del texto. Esto se aprecia cuando la protagonista dice que el significado real no es lo que está dicho sino lo otro que sólo puede ser observado en el reflejo como una inversión. Para interpretar el significado de este texto tiene que haber un lector, un observador. Y no solamente un observador, sino un espíritu consciente que sea capaz de procesar los signos y comprender que son una inversión de la verdad. La protagonista implica que el lector debe concluir lo opuesto de lo que ella afirma, es decir: este mundo de destrucción no es el mundo que debemos elegir.

El filósofo Berkeley acertó cuando sostuvo que tiene que haber un observador para que haya realidad. Sobre este tema, los físicos cuánticos John Wheeler y Eugene Wigner concluyen que la conciencia humana es el eslabón perdido entre el peculiar mundo de los electrones y la realidad cotidiana, porque sin observación consciente sólo hay la posibilidad de un evento y no el evento como tal7. La actividad mental en la forma de conciencia funciona en términos cuánticos. Cuando nos concentramos, hacemos colapsar en función onda una pluralidad sobrepuesta de pensamientos posibles, y en tanto nos enfocamos en un pensamiento dado hacemos de ése una realidad empírica mientras los otros se desvanecen. Esta condensación de la función onda, o condensado de Bose-Einstein, exhibe los efectos de la superposición de múltiples posibilidades, y, es lo que nosotros experimentamos como las imágenes de nuestra vida onírica o imaginación, que subyace la creatividad.




Pansiquismo

Una interpretación filosófica de este fenómeno es aquella del pansiquismo, que proviene de la filosofía oriental y sostiene que todas las formas de vida, animadas o inanimadas, poseen una vida interior o espíritu o conciencia, que está conectada con otras formas de vida. Hay un número creciente de científicos y filósofos que han encontrado en la física cuántica una explicación científica del pansiquismo. Ciertamente, la multiplicidad de perspectivas presentadas en esta novela y la conexión entre la protagonista y las diversas conciencias que ella adopta postulan la creencia en la interconectividad de la conciencia. En el caso de El gato, el resultado es una conciencia destructiva que se multiplica a sí misma en aquellos que la rodean y en formas que tienden hacia lo amoral, tales como los gatos de la muerte, el vampiro chupasangre y la tarántula carnívora.

El mal engendra al mal, parece decir la narradora. Pero el observador capaz comprenderá que la verdad está al otro lado del espejo. En cuanto llegamos al fin de la novela, la protagonista nos advierte que debemos encontrar las verdaderas claves de este libro como si estuviéramos armando un rompecabezas:

«¿Fatua yo?

Fatuo todo aquel que pretende retenernos y nos detiene un tiempo. Lo que no cambia es fatuo con pretensión de eterno y no yo que no soy yo misma me transformo en colores dentro de mi retina, gasifico mis formas y me sigo nombrando yo, mi, me, no por vieja costumbre que no tengo sino a falta de algo mejor y a la espera de un nuevo solidario como vos que descubra las claves de este juego y alinée las piezas -blancas perrovidadas, negras gatomuertes- y retome los ciclos. Jaque mate otra vez, que me mate de lejos. Me mate, memite, me imite: sólo en una renacencia reside mi esperanza».


(124)                


Pregunta si su existencia es fatua, ilusoria, insensata o irreal. Entonces, afirma que lo que es ilusorio es la idea de que las cosas no cambian, el concepto de los eternos absolutos es desmentido porque todo cambia, ella cambia, ella se transforma [a sí misma] en formas y en estados, de sólido a gas, mientras espera a un observador, un lector, el «vos» que descubrirá las claves del juego que es su texto. Los ciclos de vida y muerte, la naturaleza cíclica de la destrucción conduce solamente a la continua destrucción. De esta manera, ella termina con la idea de la esperanza «sólo en una renacencia reside mi esperanza» (125), la única esperanza es el renacimiento, la continuación de la vida, la posibilidad de la creación.




Espacio-tiempo, no-localidad y el campo electromagnético

La posibilidad de la creación es lo que Valenzuela explora en Novela negra con argentinos. Pero antes de que pasemos a esa obra, quiero agregar que El gato contiene otros conceptos afines a los procesos del mundo cuántico y que voy a mencionar sólo brevemente. Uno de ellos es la reversibilidad del tiempo. Sin profundizar en la teoría del espacio-tiempo, observemos que la teoría de la relatividad muestra que el tiempo no es una flecha, sino más bien un continuo, y una extraña consecuencia es que el tiempo puede ir adelante hacia el futuro y atrás hacia el pasado. Todo depende de la posición y del movimiento en relación al observador (Greene, 49). Esto es explicado en términos cuánticos como el efecto de la difuminación de los electrones (smear effect) que se pueden conectar por medio de saltos cuánticos a través del espacio y del tiempo. Nuestra protagonista está terminando un Doctorado en Sombras con Tesis en Asesinos (53). Para esto, ella viaja a través del espacio y el tiempo a diversos lugares y fechas en el futuro y en el pasado; un concepto ficticio, o ciencia-ficcional, aunque, insólitamente, uno que puede ser explicado al nivel subatómico de la física cuántica. El concepto de no-localidad está relacionado a esta extraordinaria habilidad para moverse en el espacio y el tiempo de una forma que no parece lógica, la habilidad para influenciar la materia a distancia8. Se han conducido muchos experimentos y de hecho se han desarrollado procesos científicos basados en la capacidad de un electrón de influenciar otro electrón (previamente cercano a él) a miles de millas de distancia. Este es el mentado concepto del salto cuántico, y es un fenómeno que ha probado ser útil en diversas áreas, como la biomedicina y en experimentos científicos sobre telepatía. Tal concepto aparece en El gato eficaz cuando Valenzuela crea la idea de un telecoito, que curiosamente remite al proceso de la no-localidad, en un divertido episodio de cópula a través del espacio en el que una mujer reacciona a las caricias de su amante ausente mientras viaja en autobús, dando lugar a una situación escandalosa:

«Sé por ejemplo de una pareja que necesita alejarse para hacer el amor, lo más lejos posible el uno de la otra para poder quererse locamente en entrega sin frenos. Muchas veces los pasajeros de un ómnibus la han contenido a ella, jadeante, y ella se ha debatido para sacarse de encima esos brazos que le impedían seguir ondeando al ritmo de la ansiedad de él que estaba en otro pueblo, en una cama oscura de algún otro país desprevenido».


(43)                


El pasaje continúa explicando que ella trata de tapiar con tablones la puerta para prevenir que la alcancen esas «vibraciones» y «ondas de amor», pero el esfuerzo es vano. Y, además esas vibraciones eran capaces (como en los procesos cuánticos) de afectar a otros cercanos «[...] se contagian otros. Así empiezan los vaivenes en el cine, la gente se convierte en mar y ondula con profundas corrientes de lujuria» (43). Muy parecido al efecto del condensado de Bose-Einstein, en el cual los fotones que vibran en las cercanías se afectan entre sí y llegan al punto de ordenarse de tal modo que vibran al unísono; como las voces en un coro, el amante de Valenzuela participa en este ineludible acto de telecoito mediante un salto cuántico a través del espacio-tiempo.

Para finalizar esta sección, voy a incluir sólo un ejemplo más de un proceso cuántico reflejado en la novela, el concepto de la función auto-organizante de las ondas o vibraciones9 (43). En un pasaje en el que la protagonista discute la música de Herbie Man, lo hace en términos del cuerpo que se transforma en vibraciones musicales mientras escucha el sonido: «convertirse en música, quien puede comprenderlo» (24). Es mediante las vibraciones de la música que uno se pone a tono con el universo: «Una música que entra por el cuerpo y lo atraviesa todo, y a veces se zambulle por la boca y sale entre las piernas para avivar el sexo. Música táctil de ondas perceptivas, vibraciones del aire que a veces sólo atacan por el plexo solar y cortan todo intento de respiro» (24).

En este pasaje encontramos otro fenómeno curioso que es común en poesía y en literatura, el concepto de sinestesia, un fenómeno de orden neurológico en el que la estimulación de una vía sensorial o cognitiva conduce a experiencias involuntarias, automáticas, en una segunda vía sensorial o cognitiva, es decir, la mezcla de los sentidos como en música táctil o música que nos hace ver colores. Nuevamente se ven los paralelos entre el proceso cuántico de interconexión y el proceso literario.




Escribir con el cuerpo. Novela negra con argentinos

Y ahora seguiremos el camino opuesto al de El gato, el camino sagrado que lleva a la vida y a la creación, tal como lo representó la autora en Novela negra con argentinos y su peculiar teoría de escribir con el cuerpo, que es la ars poetica propia de Valenzuela. Esta novela sigue las aventuras de dos novelistas argentinos que están viviendo en Nueva York. Roberta, una exitosa y productiva escritora, conoce a Agustín en una conferencia de escritores y entablan un romance. Agustín sufre de un bloqueo creativo y también de un bloqueo sexual; padece de impotencia como escritor y como amante. Mientras que para Roberta, la creatividad fluye fácilmente al practicar su propio método de escribir con el cuerpo:

«Roberta baila sus pensamientos [...] el combate parece ser contra las costras interiores que suelen oponerse al noble fluir del material secreto [...] Esa noche su sensación primordial es que galopa, y que galopa energía [...] está escribiendo de una forma mucho más física: con el cuerpo. Es así como más se quiere [...] Sólo puede quererse de verdad cuando cabalga su propia energía como si fuera un potro».


(8-9)                


En su libro de ensayos Peligrosas palabras, Valenzuela explica que lo que quiere decir con escribir con el cuerpo es básicamente poner las palabras donde uno quiere que vaya el cuerpo o a la inversa poner el cuerpo donde uno quiere que vayan las palabras. Si se escribe sobre el miedo, uno debe ponerse en una situación peligrosa y sentirlo. Valenzuela recuerda haber experimentado miedo la noche que dejó la embajada mexicana en Buenos Aires, durante la represión militar, después de haber pasado horas conversando con un terrorista político que había encontrado asilo en la embajada. Mientras caminaba sabía que podría ser seguida y detenida y experimentó miedo en cada fibra de su ser. Valenzuela sintió que en ese momento estaba escribiendo con el cuerpo, «una forma de escritura que sólo puede perdurar en la memoria de los poros» (120-21). Propone que quizás el cuerpo sea una máscara de la mente: «¿Es el cuerpo la máscara de la mente?» (124). Cree que la mente está obligada a explorar, a cavar más profundo, a ir más allá de los límites de lo razonable en busca del tesoro escondido, la palabra, la verdad enterrada en el inconsciente (124). Concluye que:

«Creo profundamente en ese vaivén del intuir al entender, del dejar que las corrientes se entrecrucen, colocándonos justo allí en la frontera

entre dos aguas

en el vértice del maelstrom,

¿el ojo del tornado?».


(127)                


Para Valenzuela, así como para su protagonista Roberta, escribir es primordialmente una relación entre el acto mental y el acto físico. Su descripción apunta a la naturaleza cuántica de los procesos mentales y de la conciencia. Toda actividad física y mental se produce en forma de intercambio de energía o de corrientes electromagnéticas. El cuerpo y la mente no son entidades separadas, como pretenden las filosofías y religiones dualistas. Y la conciencia no es ninguna cualidad etérea, intangible, de un alma misteriosa. En términos cuánticos, somos complejos sistemas de campos de energía interrelacionados y entretejidos que han evolucionado al punto de crear identidades conscientes que interactúan con el mundo que los rodea como entidades separadas. Pero al mismo tiempo somos seres conectados a los campos energéticos de otros: «la conciencia, o lo mental, es, al nivel más elemental de la existencia, un patrón de relaciones psíquicas activas, el lado ondulatorio de la dualidad partícula/onda. De forma similar, [...] el lado físico de la vida se origina en la función partícula de esa dualidad» (Zohar, 100). El sentido de identidad, o el sentido de la unidad de nuestra conciencia, tiene su origen en la condensación de Bose-Einstein o el efecto por el cual las ondas magnéticas en fluctuación y en proximidad inmediata tienen la tendencia a colapsarse y alinearse en formaciones armónicas de tal manera que entran en sincronía, vibran al unísono creando la sensación de una identidad personal unificada (120).

La teoría de escribir con el cuerpo de Valenzuela no es solamente el manifiesto de una escritora, sino que también refleja los mecanismos básicos de lo mental y sus conexiones con lo físico. Se nutre del proceso recíproco por el cual la conciencia y el inconsciente se afectan mutuamente. La escritura en sí misma es un acto de ordenamiento; requiere una relación entre la creatividad caótica de la imaginación inconsciente y el efecto estructurante de la mente consciente que pone orden al pensamiento y lo hace lenguaje. Que los artistas se nutren de su imaginación para convertirla en algún tipo de forma estructurada no es una idea nueva, pero lo que sí es novedoso es el próximo paso, el hecho de que el artista deba estar involucrado físicamente en la acción creativa, que el cuerpo mismo deba estar involucrado en el proceso de forma activa y sensorial. El resultado es lo que Valenzuela define como escribir con el cuerpo, un circuito tripartito de retroalimentación entre el inconsciente, la conciencia y el cuerpo.

Esto es lo que le explica Roberta a Agustín que debe hacer para levantar el bloqueo que le está impidiendo su creatividad. Y es en este punto en el que la novela se complica. Agustín asesina gratuitamente a una joven actriz. Él no comprende por qué compra un revólver, entra a un teatro, se va con la actriz al departamento de ella y le pega un tiro en la cabeza. Quizás sea un impulso inconsciente originado por sentirse culpable de haber sido un observador pasivo de la violencia durante la represión militar en Argentina. Su bloqueo mental, su falta de energía creativa, está relacionada a su incapacidad para proteger o defender a sus amigos capturados por los represores. Está paralizado por una doble impotencia, la vivencial y la corporal. El asesinato de la actriz lo lanza a una caída precipitada, desembocando en las profundidades de la desesperación, hasta que finalmente toca fondo y se ve obligado a confrontar sus demonios. Es Roberta con sus cuidados quien lo vuelve a la cordura, y al hacerlo, peligra su propio impulso creativo. A medida que Agustín recobra la capacidad de escribir, ella pierde la suya. En cierto sentido, ha sido contaminada por la energía destructiva de Agustín y ha descendido a su propio infierno. Parece darse cuenta de que a ella también le falta algo, pero no sabe qué.

Después del asesinato, en un esfuerzo por ocultar la evidencia, Roberta ha rescatado un manuscrito del departamento de Agustín y lo esconde en el lugar de trabajo de una amiga. Ava Taurel, su amiga, es una dominatriz implicada en actividades sexuales extremas y el manuscrito ha sido escondido en su salón para sadomasoquistas. Como Agustín, cuya creatividad fue bloqueada por la violencia que había experimentado en Argentina, Roberta desciende también a su propio infierno a partir de su visita al salón sadomasoquista. Pero eventualmente, recobra el manuscrito y se lo devuelve a Agustín. Mientras Roberta se va recuperando se da cuenta de la causa de su dilema: es Agustín, su incapacidad para amar, su incapacidad para hacer el amor, para crear. Entiende que tiene que dejarlo y encontrar una relación con alguien con quien pueda compartir su impulso creativo. Si bien Agustín recupera su manuscrito, sus palabras, Roberta recién recobra su creatividad cuando conoce a Bill, dueño de un negocio de vestimenta retro. En un episodio donde Roberta y Bill juegan con los atuendos del negocio, ambos se turnan en adoptar una serie de roles, disfrazándose de maneras extravagantes y dejando volar su imaginación (un leopardo, una pantera, una dominatriz, etc.). El juego llega a su apogeo cuando terminan haciendo el amor entre las pilas de ropa. Bill se convierte en el ser que le devuelve a Roberta su creatividad. Comparte con Roberta su energía, su imaginación, su potencia sexual; Bill posee potencia creadora, posee un espíritu lúdico y creativo y es así como Roberta recupera su propio don de crear.




Género y creatividad

Una obra de metaficción en el sentido posmoderno, ésta es una novela sobre el acto mismo de escribir. Roberta y Agustín están escribiendo una obra juntos. Es una obra sobre un asesinato. Discuten los eventos, las acciones y los protagonistas de su obra a lo largo de la novela mientras Roberta le explica a Agustín que debe intentar «escribir con el cuerpo» para recuperar su creatividad. La división entre los eventos reales de la novela y la ficción dentro de la ficción se hace borrosa. Nunca queda claro si Agustín ha cometido de hecho un asesinato o si ha representado el papel de asesino para escribir con el cuerpo. Pero lo que sí queda claro es la idea de «escribir con el cuerpo». Escribir, como cualquier actividad creativa, es el producto de la acción e interacción azarosa entre nuestra imaginación, nuestra conciencia y nuestros cuerpos. Es un proceso que se da al relacionarnos con nosotros mismos, con otros y con el mundo de eventos que nos rodean. No somos seres separados, sino más bien somos seres de relación. Esto se manifiesta en el romance entre Roberta y Agustín; él absorbe la creatividad de ella y ella la pierde. Él se feminiza y ella se masculiniza. Se travisten como resultado del efecto que tienen mutuamente el uno sobre el otro. Esta metáfora parece sugerir que, a medida que Roberta pierde su creatividad, se hace más masculina y a medida que Agustín recupera la suya, se vuelve más femenino. Se establece una conexión entre el impulso creativo y el aspecto femenino de nuestro ser. Pero la fertilidad y la capacidad de (re)producción de lo femenino no se manifiesta sólo como anatomía física, sino más bien como una disposición intelectual a-genérica, porque Bill es probablemente el personaje más creativo de la novela y el que le devuelve a Roberta su posibilidad de crear.




El espacio sagrado de la creatividad

Novela negra con argentinos sugiere que estamos activa y totalmente involucrados en el acto de creación y que cuando no creamos caemos en un espacio profano, el reino de la muerte. Como afirma el vil protagonista de El gato eficaz, lo que el lector debe aprender es que el mundo de la ambición, odio y violencia es precisamente el mundo que debe ser evitado. La verdad está en el reflejo, en la imagen al otro lado del espejo, como dice Valenzuela. Ese otro lado sería el espacio sagrado de la creación y de la creatividad. Y ese es el espacio al que la autora nos lleva en Novela negra con argentinos. Aquí, ella escribe acerca de la creación mientras está en el proceso de crear la novela que estamos leyendo. El espacio sagrado, entonces, es el espacio de la creación. Tanto desde una perspectiva religiosa como desde la perspectiva de la evolución, nuestra razón de ser es crear y reproducir. Somos criaturas del hacer; hacemos nuestros hábitats, hacemos ciencia, hacemos nuestras familias, hacemos música, hacemos arte, hacemos filosofía, somos el homo ludens y la obra o juego en el que estamos involucrados es la creación de la vida en sí misma. La investigación sobre la naturaleza de la conciencia como un proceso cuántico nos lleva a concluir que el papel que juega el ser humano en la evolución de la conciencia, nuestro éxito como seres responsables en el drama de la evolución, depende de nuestra capacidad de lograr una existencia más ordenada y coherente dentro del universo, triunfando así como especie. De lo contrario, fracasamos, llegando a la autodestrucción de la especie humana (Zohar, 230). La obra de Luisa Valenzuela plantea ambas opciones. Entretanto, la especie humana se encuentra en proceso de prueba. El tiempo dirá si fuimos creados a imagen y semejanza de Dios, o, si descendimos a las profundidades profanas de la destrucción.








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