Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


Abajo

Espolla y Colera. Antigüedades protohistóricas e históricas de aquella región pirenaica en la provincia de Gerona

Fidel Fita Colomé (S. I.)

Juan Vilanova y Piera





  —120→  

En cumplimiento del encargo, que nos hizo el Sr. Director de esta Real Academia, emitimos informe acerca de la Memoria manuscrita é intulada Antigüedades de Espolla y de San Quirch de Culera por D. Juan Avilés Arnau, Comandante Capitán de Ingenieros. Consta de 104 páginas y siete láminas que ilustran el texto, distribuído, según la tabla del autor, en los puntos siguientes:

  —121→  

El monasterio de San Quirch de Culera. -San Martín de Bausitjas.- Límites entre Espolla y Requesens.- Los monumentos megalíticos de Espolla.- Necrópolis prehistórica de Vilars.- Apéndice, ó sea nuevas noticias sobre el monasterio de San Quirch.

Un reparo se nos consentirá sobre el nombre del monasterio, que convendría fijar una vez por todas. Madoz en su Diccionario1, permitiendo al arbitrio del lector la denominación, lo llama San Quirse ó Quirico de Colera ó Culera, reservando para el riachuelo inmediato la expresión nuncupativa de San Quirch que aplica el Sr. Avilés al edificio. Para quien escriba en buen castellano y no haya echado en olvido las escrituras de la Edad Media, que usan constantemente de las formas latinas Cirici ó Quirici, Coleria y Colera derivadas estas de la primitiva Colaria2 y alusivas á los collados ó montañosas gargantas del distrito, el nombre preferible será resueltamente el que adoptamos de San Quirico de Colera.

Está por hacer una monografía extensa y concienzuda, ó digna de tan famoso monasterio. A la penetración del Sr. Avilés no se ocultan los escasos datos,

rari nantes in gurgite vasto,



que aparecen en la Crónica universal de Cataluña por Pujades, en el Viaje literario de Villanueva y en el tomo XLV de la España Sagrada. Presenta un abaciologio inédito, sacado de la porción del archivo del monasterio de Colera, que ha ido á parar y se conserva en Castellón de Ampurias. Este abaciologio da luz y suplemento al que trazó Villanueva3 tomándolo de las escrituras depositadas en el monasterio de San Pedro de Besalú, y no prolongándola más acá del año 1489. Uno y otro abaciologio distan mucho de ser perfectos; mas no es corto el mérito del que traslada á su manuscrito el Sr. Avilés. Llena ya totalmente, ya en parte, algunas lagunas de aquel.

  —122→  

Siglo X.

«Guillermo; año 12 del reinado de Lotario (10 Septiembre 965-9 Septiembre 966). Siendo conde de Ampurias Gaufredo, le hizo donación de las montañas de Culera.»

Siglo XI.

«Arnaldo, año de 1012.»

Siglo XII.

«Guillermo. El conde de Ampurias Poncio Ugo le confirmó en 1198 la donación hecha por su antecesor Gaufredo.»

Siglo XIII.

«R(aimundo) de Biania. Murió en 1296.»

Siglo XIV.

«Guillermo de Castro. Año 1363.»

Siglo XV.

«Tomás de Llupiá. Año 1488.»

Siglo XVI.

«Galcerán de Rocabruna. Año 1516.

Pedro. Año 1547.

Gaspar de Paratje. Año 1549.

Pedro Vicens. Fué el último abad del monasterio; el cual se agregó al de San Pedro de Besalú en Agosto de 1592 por bula de Clemente VIII y á petición de Felipe II.»



Estos datos, son apreciables, pero no representan sino una partecica, por demás, exígua, de los que importa descubrir, estudiar y coordinar en beneficio de la Historia. No pedimos un imposible, tratándose de la provincia de Gerona, pues posee monografías de nuestros correspondientes sabiamente, escritas en igual sentido, y ora debidas á la iniciativa particular, como el Ensaig histórich sobre la vila de Banyolas por D. Pedro Alsius4, ora en público certamen presentadas y premiadas por la benemérita Asociación literaria de la capital, como la historia del monasterio de Ripoll, en que empezó á dar muestra de su ameno estilo y solidísima erudición5 D. José María Pellicer.

El autor del Viaje literario no estuvo en San Quirico de Colera,   —123→   cuyos monumentos epigráficos y artísticos pasa por alto. El Sr. Avilés no los descuida. Justo será que transcribamos aquí sus impresiones de viaje ante la mole veneranda del monasterio en ruinas.

«Compónese -dice6- de la iglesia rectangular y formada por tres naves7; un cuerpo de edificios á la derecha mano, destinado, según se infiere de su actual aspecto, á morada abacial; otro más vasto entre el anterior y la iglesia y de construcción más reciente; y algunos restos de viejas fortificaciones y casi enteramente derruidas casas. La iglesia y la vivienda del abad son las obras más remotas; sígnense luego otras pequeñas estancias y varios torreones, de los cuales solo uno queda en pie, de muy sólidas paredes; y por último, los edificios citados en tercer lugar. No seria difícil reconstruir muy aproximadamente el plano del monasterio, en cuya disposición se ven claras señales de alta antigüedad, tanto por el estilo arquitectónico del más primitivo y rudo carácter bizantino, como por la construcción de las fábricas y por la forma que presentan ciertas partes del convento.»

«Moran hoy en lo que resta de la casa abacial algunos colonos y pastores, dependientes del Sr. Nouvilas, propietario, que reside en Castellón de Ampurias. Tienen convertida la iglesia en pajar y en almacén de leña, útiles y aperos de labranza, que cubren casi todo el pavimento y ocultan no pequeña parte de los muros. Por esta razón no nos fué posible investigar las tumbas y curiosidades, que probablemente se conservan allí olvidadas, á excepción de un trozo de pintura al fresco, representando el busto de una Santa, que aún hoy se ve en la capilla de la derecha del altar mayor; por la rudeza del dibujo, la carencia de sombras en las carnes y ropajes, y lo vivo y chillón de los colores, esta pintura es un ejemplar muy característico del arte en los siglos IX ó X. En el crucero descubrimos una lápida de 2 metros de largo, por   —124→   más de uno de anchura, vuelta hacia abajo, y que levantada puso de manifiesto ser una losa sepulcral en la que, bajo un escudo de armas y encerrada en una orla bien labrada, hay grabada la siguiente inscripción8 en catalán:

Inscripción

La tumba cubierta por esta lápida pertenecía, pues, á la familia Malol, cuya casa solariega está á unos 2 km. distante del monasterio, y se conoce actualmente bajo el nombre de Mas Mallol

«En un trozo de claustro, que se conserva adosado al muro de la derecha de la iglesia, y que presenta los caracteres de la época, -tales como ser de escasa altura y anchura, y estar cubierto por una media bóveda cuya parte superior descansa en el muro y apoya la inferior ó arranque, del lado exterior,- en una pared que solo de trecho en trecho está interrumpida por pequeñas arcadas, hay otras tres lápidas mucho más interesantes.»



Dibuja el Sr. Avilés dos de estas lápidas9 y la inscripción de la tercera10. La más antigua, de precioso y puro estilo bizantino, carece de epígrafe, y representa un abad con su báculo pastoral revestido de paramentos sacerdotales, teniendo á su mano derecha el diácono y á su izquierda el subdiácono, que sostienen respectivamente sobre sus rodillas y apoyado sobre el corazón el libro del Evangelio y el de la Epístola. Las dalmáticas llevan mangas: holgadas y con adornos en el diácono, llegándole hasta las muñecas; algo más cortas y estrechas en el subdiácono. Los   —125→   tres personajes, sentados en sendos faldistorios, demuestran en sus rostros dolicocéfalos placidez y sosiego.

El Sr. Avilés no descifra ni traduce los epitafios de las otras dos lápidas, que dicen así:

Anno Domini M.º CCº | XCº VIº, Nonis Novembris, obiit | Frater R. de Biania ab | bas istius loci, cuius ani | ma requiescat in pace. Amen.



Día 5 de Noviembre del año del Señor de 1296 falleció Fray Raimundo de Biaña11, abad de este lugar. Descanse su alma en paz. Amén12.


Cruz Anno Domini M.º CCC.º XXº IIº. yd(ib)us Novembris obiit frater Br. de Villat(eni)m bone memorie, huius monasterii abbas qui in sui regiminis | tempore hoc monasterium per gentem Francorum diritum inveniens, in parte reparavit | ecclesiam luminibus libris et multis aliis perornavit, et redditus emendo | in vigiliis precipuarum festivitatum porcionem et vestiarium in octo solidos monete Jaccensis aucmentavit, obitum die sue mortis et eciam sancta die veneris fieri ordinavit, | cuius anima (requiescat in pace. Amen).



En el año del Señor 1322 á 13 de Noviembre falleció Fray Berenguer de Vilatenim, de buena memoria, abad de este monasterio. El cual, durante el tiempo de su prelacía, reparó en parte este monasterio, que había encontrado destruido y asolado por las huestes de la nación francesa. Adornó y dotó la iglesia de luces, libros y otras muchas cosas; y de los réditos que compró aumentó en ocho sueldos de la moneda de Jaca la porción de comida y vestuario que se da á los pobres en las vigilias de las fiestas mayores; y finalmente ordenó que se le hiciesen exequias en el día aniversario de su muerte y en el del Viernes Santo. Su alma (descanse en paz. Amén).

Este epitafio parécenos demostrar el error en que incurren los abaciologios, señalando en 1320 la fecha obitual de Berenguer de   —126→   Vilatenim. Tal como está escrito y dibujado por el Sr. Avilés13, no cabe dar otra interpretación; porque si el grabador hubiese querido expresar la fecha del 12 de Noviembre de 1320 (II idus) habría puesto puntos de separación entre el 2 y el 20 (XX: II); lo cual no hizo. Para mayor seguridad importa ver en el calendario necrológico del monasterio la expresión del día en que falleció, y examinar asimismo las escrituras, que dan razón del principio que tuvo el abadiazgo del sucesor Pedro. La fórmula requiescat in pace, que no se ve escrita en el epitafio, parece omitida de intento por indicarse como salida de los labios de las figuras que rodean al finado en el momento de ser este depositado en la tumba. Creemos que el monumento es insigne para la historia; y desearíamos tener mejor que su dibujo una fotografía, ó calco, que resolviese la incertidumbre producida por la copia de algunos vocablos. Quizá donde leemos per gentem se deba leer per regem; si bien por lo tocante al fondo del concepto, lo mismo da. La destrucción del monasterio de Colera por el ejército invasor del rey de Francia, Felipe el Atrevido, viene á confirmar lo que ya sabíamos por medio de los documentos hebreos de Gerona y de La Bisbal14 acerca del estrago que seguía los pasos de las formidables huestes, desbaratadas en 1285 por Pedro el Grande.

Según esto, el abad de San Quirico, lejos de ser traidor á su rey natural y cómplice del extranjero para introducir las tropas francesas por el desfiladero de Banyuls, no fué sino espejo y víctima de su lealtad á toda prueba. El Sr. Pella, citando el epitafio de Fr. Raimundo de Biaña, arguye rectamente contra la acusación intentada contra este abad, porque era, dicen, francés por su nacimiento. Indica también el Sr. Pella (páginas 499 y 503) otras invasiones de los franceses, hostiles al monasterio en 1288 y 1294, que aumentarían el estrago; todo lo cual se compagina con la restauración obrada por Fr. Berenguer de Villatenim, que ya en 1297 empuñaba el báculo abacial, conforme lo ha demostrado Villanueva.

  —127→  

La lápida sepulcral del abad Berenguer de Vilatenim († 13 Noviembre 1322), representa, como llevamos dicho, el cuadro escultórico de sus exequias; ó si se quiere, del oficio fúnebre aniversario del que el epitafio hace mérito. Dos monjes, uno en ademán de sostener la cabeza y otro los piés del finado, parecen extenderle sobre el féretro. El prelado, sucesor suyo, que ase con la siniestra el báculo abacial, y le bendice con la diestra, abiertos tres y encogidos dos dedos conforme al rito latino, los ministros que sostienen la cruz, el libro de oraciones, la torcida, el incensario, el asperges y la calderilla, imprimen al conjunto un principio de animación escenaria bien concebido, y en proporción con los adelantos del arte que se descubre en todas las actitudes y expresiones de las figuras, que parecen vivas, y en los pliegues y corte de los ropajes.

El abandono en que permanecen esas preciosidades históricas es desconsolador por todo extremo; pero más triste es todavía, diremos con el Sr. Avilés, el de los restos de los abades allí enterrados. «No hace muchos años, añade el autor de la Memoria15, que las cenizas del abad Raimundo de Biaña († 5 Noviembre, 1296) se hallaban al descubierto, si bien hoy están protegidas por el muro que ha sido reparado. No así las del abad Berenguer de Vilatenim: el sillar que había inmediatamente encima de la lápida falta de su lugar; y por el hueco que queda se pueden remover los restos de aquel monje. Nosotros mismos, ignorantes de estoy deseando averiguará fin de llamar la atención sobre este punto, tuvimos en nuestras manos el cráneo y un trozo de sandalia del venerable abad, que depositamos de nuevo y no sin pena en la tumba, dejándolos expuestos á cualquiera profanación, que por desgracia ya han sufrido. Nos manifestaron los colonos, en efecto, que hace dos años encontraron á un pastorcillo, cierto día, entretenido en sacar los huesos del sepulcro y arrojarlos fuera; dijéronnos que habían vuelto á colocarlos todos en su lugar, mas, aunque esto sea cierto, no urge menos el poner remedio á tal estado de cosas.»

  —128→  

ArribaAbajoBauciges

«En la falda de los Pirineos, dice el Sr. Avilés16, entre Espolla y el Coll de Banyuls, se extiende la antigua comarca de Bausitjes, hoy agregada al municipio de aquella población. Allí se erigió en el siglo X una iglesia dedicada á San Martín, cuya acta de consagración, que nos ha sido remitida por el Sr. Balmaña, creemos interesante para rectificar varios errores en que incurrió Pujadas al redactar su Crónica de Cataluña. Transcribimos aquí el acta, copiada de uno de los manuscritos del Sr. Nouvilas; el cual á su vez la tomó de otra, sacada por el monje Arnaldo, del monasterio de San Quirch, á 4 de Julio de 1269. En esta copia aparecen las notas que puso D. José Nouvilas; el documento está conforme literalmente con el original, sin que se hayan corregido las faltas que se advierten.»



Á juicio de los que suscriben este informe, el acta sobredicha podrá ser objeto de un estudio crítico y altamente provechoso para la historia civil y eclesiástica de Cataluña. Allí ha encontrado el Sr. Pella el primer principio demostrativo de la soberanía independiente en el condado de Ampurias; pero la copia que á su vez obtuvo del Sr. Balmaila, no merece la confianza que le inspira17. Falta buscar el pergamino original y el que se da por copia del siglo XIII que el Sr. Nouvilas, ó bien no supo interpretar, ó sacó de un trasunto viciosísimo. Pujadas18, á quien convendría citar con más claridad y exactitud, no publicó el texto de la escritura, que en el fondo es auténtica. Afirma que alcanzó á verla19 entre las pocas que había disfrutado del monasterio de San Quirico; lee la fecha del 19 de las kalendas de   —129→   enero en el año 11 del rey Luis hijo que fué de Carlos; fija su propia lectura del mes y día, reduciéndolos al 14 de Diciembre; é incierto sobre el año de la Encarnación que el instrumento que leyó no expresaba, imagina que corresponde al de 939 ó 94020. Por su parte el Sr. Nouvilas, asiéndose de la interpretación de Pujadas, que deja subsistir, ningún error le corrige leal y críticamente; antes bien, cuanto toca, empeora. No advierte que los años del Rey Luís sobran al principio y faltan al pié del instrumento, ni otras lagunas é interpolaciones que notaremos21; sin embargo, á falta de otra menos mala, reproduciremos aquí la copia que nos ha sido enviada, saneándola en lo posible.

In nomine Dei summi, sub die octavo22 calendas Januari anno undecimo regnante Ludovico Rege, filio Caroli23, nongentesimo quadragesimo [sexto] Incarnationis Domini nostri Jesuchristi24, veniens Reverendissimus Dominus Bommarus25 Sedis Gerunde divina gratia26 Episcopus ad consecrandam Ecclesiam, que est in territorio Petrelatense, que vocatur Bausigas27, quam edificavit Tredecendis28 sacerdos [.....]29. Universorum convenit fidelium devotionis tota30 ad patriam celestem toto desiderio anelat, quatenus divino subsidio et sub amatione Ecclesie   —130→   insotivo, et aumentare cum frecuentatione Ministris stregun31 insistere hic nominibus, Ellebonsus presbiter, Ermornitas32, Aymericus, Constantinus, Marellus, Novetendus, Ellefredus, Alemigus33, Argerismundus, donamus ad predictam Ecclesiam in acrusa34 ipsius terras. De parte orientis dexteros viginti octo, et afrontatur in ipsa mantioni35 de Adruario; a meridie afrontatur in ipso torrente sive in ipsa mansione de Elleboro36 presbiter, et pervenit in ipsa ponte, et pervenit in ipsa terra de Teriderivo ab ipsos arbore[s], qui ibidem sont37; de occiduo dexteros viginti; et de certio dexteros quindecim; ad domo vel curte faciendum ipsius ecclesie ad spatiendum38 habendum in circuitus ipsius Ecclesie. Ego Ramio, in predicta valle ergan39 unum; Numiscendus, eminada novem de terra; Constantino, quarteradam unam de terra untuosa40; Zma41, sextarada quinque de terra; Quivingo, eyminadam unam de terra, Ellebonsus presbiter, modiadam unam de terra; Argersundus, Egildrigas, a memoria42; sextaradas tres de terra; nos, Giraldus, Euvagona, Guifredo, annua ipsa nostra portione; Mumnel, Cerzo, diadam unam de terra; Ellemandus presbiter rasas cum curtis, ortolis, ortis, terris, arboribus pomiferis, cum exiis et regressiis que ad ipsa mansione pertinent, et affrontant [.....] regressiis que ad ipsa mansione sunt subscripta43, de parte orientis in terra de Adiver44, a meridie   —131→   in ipsa causa45 de Berimo46, de occidente in ipso vico, de parte vero circii in ipso torrente de Matabona. Eymerico donat ad ipsa Ecclesia campum unum ab ipsos seus senales47 cum ipsas quatuor afrontationes; Alber[i]cus, campam48 unam ab ipsa era [de] Adroario; Rossundas, campam unam, qui est in ipso collo de Bossorio; Jo[h]annes campam unam optimam, qui est in ipsa coma de Alberigo; Ermagellus, campo uno, qui est ab ipso trepidar49; Wellas campo uno, qui est in ipsa villa de Frexano [iuxta fruvium50], qui decur[r]it ad Petrelata, qui afrontat in oriente in vinea de me donatore, de meridie in ipsa fita sive limine de fruvio, de occiduo in riera de Frexano et [de circio] in terra de Agridio; Eimomiro, donat ad predictam Ecclesiam manso uno, qui est in latu51 sancti Martini et ipsas terras cum quatuor afrontationibus; Arvino, ad ipsas Aguali campas [manso] uno; Dozeldus et Tednovi donamus [.....]; Mironi, Adalera, simul donamus ipsa vinea et ipsa terra, que est vinea bona; ego Wiwilio dono ad predicta Ecclesia terras et vineas; ego Silterra de Olotrasgomir52 et Rostalara donamus terras nostras ad domum sancti Martini; ego Gofredus dono ad predicta Ecclesia terras et vineas, que sunt in Mata bona ab integrum solemne instrumentum; Davel, Ilandia, donamus ad predicta Ecclesia campo et vinea, que est in Mata bona cum exiis et regressiis; Faciso, Sicart [ceterorumque] hominum fidelium caterva, et hec orrenia53, donamus nos ser[vos] proscriptos ad prelibatam Ecclesiam scilicet et ad domus sancti Martini episcopi et confessioni54 in perpetuam possessionem propter remedium animas nostras55 et parentum   —132→   nostrorum, et amodo et deinceps ad ipsum locum vel ad ministris suis ibidem servientibus ad augendum et profisciendum servitium.

Quam quidem precem56 Bonmarus Gerundensis Episcopus plena devotione mandam57 istum nobilissimum virum Tradecindus seu Teuderidus sacerdos prenominato, cedo ad ipsam Ecclesiam supra nominatam decimas et primitias et oblationes de Valle Bonne de Gentis, cum fines vel terminos suos de Villaribus, ut lata dicent; de Adeulfo vel de Guituani cum finibus et terminos suos, et alio villare qui fuit condam de quodam58 Llagoni cum fines et terminos suos; et alio villare qui fuit [eiusdem], qui dicitur Villares superiore[s]; et alio villare, qui dicunt Valle Eridio; et alio villare qui dicunt Frexano cum fines et terminos suos. Et sunt eius fines de parrochia sancti Martini de parte orientis in collo Cassanello, et pervenit ad ipsa Marurola, et pervenit ad arbores, et pervenit in casales de Gigolerio qui sunt in valle formosa, et pervenit super ipsas terras sive in proculiata, et pervenit in Bellomiro, et pervenit ad ipsas cassanas maiores, et pervenit ad malle Pertuse sive ad ipsas Balgueras, et pervenit ad terra Mallo sive ad monte Angrio, et pervenit ad ipsas fossas de Gratalo sive in ipso Quer, et pervenit ad Petram veram de Tuon sive in collo de Ruvig, et pervenit ad collars in Calcumar de veras, sive in ipsas Terradellas. Prelibatus presul cum decimas et oblationes et primitias fidelium ad Ecclesiam supranominata trado, ut nulli in posterum hoc nostrum decretum dotis violare liceat. Redivido59 eidem Ecclesiam60 appono sgridum61 elemosinam aven pastoris de suo monasterio instituimus62.

[Digesta est autem hec dotis confirmatio die XIII kalendarum ianuarii, anno XI Leudevico Rege regnante, filio quondam Karoli63].

  —133→  

Bommarus gratia Dei Episcopus Sedis Gerundensis64, Sorranus65 Episcopus Sedis Elnensis66, Ermengardus Archiepiscopus sedis Narbone67, Gaufredus gratia Dei Imporitanus Petralatensis et Ros[s]elionis comes68 digito suo firmant suprascripta69.

Ugo Tredecindus70 presbiter. [Signum] Elleborus71 presbiter72, [..... presbiter, qui hanc dotem donationis scripsit sub dio et anno quo supra].



A continuación de este documento copia el Sr. Avilés numerosas notas del Sr. Nouvilas, apelmazadas en confuso desorden. Algunas se repiten hasta dos y tres veces. Presentaremos las que nos parecen de algún valor histórico, disponiéndolas cronológicamente.

«En la donación que Ugo, conde de Ampurias, y María su consorte hicieron al Prior do Nuestra Señora del Camp de Garriguella, á 11 de Diciembre de 1218 del dominio directo del manso   —134→   Otget, ó Euge, de Freixa, consta que los donantes cedían á dicho Prior la tercera parte del diezmo de San Martín de Bausitjes. Y lo confirma el establecimiento hecho por el Prior que se encontraba en Nuestra Señora del Campo, á 7 de Febrero de 1502 en poder de Juan Maymó notario de Rosas.»

«Según la bula de confirmación de las posesiones del monasterio de San Quirch, dada por el papa Inocencio73 en el año 1246, á favor del abad y monjes de su comunidad, se lee: Confirmamus... ecclesiam sancti Martini cum capella sancti Michaelis in valle que dicitur Bauçiges cum omnibus pertinentiis earumdem, domos, terras, hortos.»

«En 125774 el abad de Vallbona estableció en favor de Galcerán Maten de Espolla locum et territorium de Bausiges; el cual lugar y territorio posee actualmente el Excmo. Sr. Marqués de Camps.»

«Hasta el año 1278 estuvo Bausitjes bajo el dominio directo de los condes de Ampurias. En dicho año el conde Poncio Hugo vendió todo lo que tenía in villari et tota parrochia sancti Martini de Bausiges á Berenguer de Llansá; y este, á su yerno Simeón de Trilla; de quien á su vez en 2 de Septiembre de 1284 lo adquirió por compra el abad de Vallbona.»

Bausitjas formaba municipio aparte, cuyo sello existe en la alcaldía de Espolla, á cuyo pueblo está agregado el territorio, sin que podamos precisar la época de la agregación.»

«Existen todavía restos de la iglesia de San Martín cerca de la masía conocida bajo el nombre de Genroig



Atendiendo á esta última indicación, mucho desearíamos que el Sr. Avilés, ú otra persona como él inteligente y celosa de conservar y consultar los restos arqueológicos que pueden esclarecer la Historia, explorase con cuidado aquellas ruinas, y encontrase la inscripción lapídea, que no dudamos se puso en la iglesia de   —135→   San Martín, cuando fué consagrada (20 Diciembre 946) por el obispo Gotmaro. Un dibujo, ó descripción exacta, del sello municipal contribuiría, por otra parte, á fijar el tiempo en que Bauciges dejó de existir con Ayuntamiento propio y se agregó á Espolla.




ArribaAbajoLímites entre Espolla y Requesens

Terminaremos, dice el Sr. Avilés75, lo relativo á documentos incluyendo la copia del siguiente, que nos ha facilitado el señor [D. Antonio] Balmaña, de Espolla:

Fas fe jo, Francesch Calvarol pre[vera] y domer de la iglesia parroquial de Sant Jaume del lloch de Espolla, com he trobat en lo libre del canalar del[s] Actes lo partit següent.

Advertencia per los habitants de Espolla. Sia manifest á tothom: Com vuy, q[ue] comptam al 14 de Abril del any 1619, Mossén76 Francesch Matheu major de dias, Joan Calvarol batlle77, Miquel Bassagoda, Joan Castalló, Barnat Castalló y Calvarol, Pere Puix y Bassagoda, y altres també de dit lloch, anárem pera véurer y saber la afrontació, [que] fa lo terma ó montanya de Espolla ab la montanya de Racasens del Sr. Compte de Peralada. La qual afrontació es en lo córrech, anomenat lo prat de las passeras, altrament dita coma de gaus, galls ó gaüs; y al capdemont de dit córrech, ó coma, dejús un puix, que li ha gros, anomenat puix Cuniller, á la banda de tramontana decantat un pot á sol ixent, en una roca, la qual está sobre altres rocas, hi ha una creu, feta á pich d'escárpara ó altre tallant; y de aquí en amunt envés sol ixent, en lo coll de Malvá en altre roca hi ha altre creu. La qual afrontació, senyals ó creus [foren] amostradas al[s] sobredits [per] Ramón de Prats pastor, qui diu y deposá que ell, estant ab Pere Matheu pagés de dit lloch, ha guardat moltíssimas vegadas, en molt anys que ha servit á dit Pere Matheu, per dita afrontació, y que may li han dit cosa alguna; sinó un dia lo senyor Escarré   —136→   qui, com á official del Senyor Compta de Peralada, volgué penyorar, y ell li amostrá las ditas creus; y lo dit Escarré digué que aquellas designavan la divisió dels dits termes. Y altres, en particulars Sabriá Vinyas [y] Antoni Vinyas del Vilars, hómens que passan de 60 anys, y diuhen que lo mateix entengueren á dir als vells de temps passat; [y] vuy encara lo dit lloch de Espolla está'l78 la mateixa possesihó pretesa. Del que fas fe jo Pere Antich Rubiol, prevera y domer de la iglesia parroquial de dit lloch; las quals creus y córrech jo he vistes en companyía del[s] sobredits.

Més advertiran que de la roca, en la qual es la creu al coll de Malvá, gira á la volta de tramontana dret á un puix gros, dit lo puix del Torn, hahont hi ha una creu, ó evidencia de creu, en altre roca. Plega á Nostre Senyor que esta mia diligencia sia medi de que algún temps no tinguin questió lo lloch de Espolla á lo Senyor Compta de Parelada79. Sia sempre alabat lo Santíssim Sacrament.

Ego, super scriptus Rubiol, fidem facio.






ArribaAntigüedades protohistóricas

En un radio de 3 á 6 Km. alrededor de Espolla, ha visto el Sr. Avilés no menos de 8 á 10 monumentos megalíticos, de entre los cuales le llamó singularmente la atención el de Gutina (lámina adjunta núm. 1) por ser el mayor de todos, y por la circunstancia de conservarse aún algún indicio del túmulo que le sirvió de revestimiento en remotas edades. Otro monumento (núm. 2), cuyo nombre no indica, descríbelo también con todas las particularidades que lo distinguen, de emplazamiento y respectiva   —137→   posición de sus grandes piedras. Este segundo monumento presenta en su dolmen horizontal ó tabla granítica, cuatro ó cinco huecos semiesféricos, que le parecen ser de intento labrados ó verdadera obra del hombre, discurriendo bien acerca del destino que pudo tener, así horadada, como piedra de sacrificios ó con otro objeto; punto de investigación que deben esclarecer excavaciones practicadas en lo interior de estos monumentos.

El Sr. Avilés los estima posteriores á la época neolítica, pero de mucho anteriores á la muslímica, que cree el vulgo llamándolos covas de alarbs (cuevas de moros), y á la visigoda y romana.

Da cuenta luego de los cuatro menhires, que ha visto en la región; y dibuja (núm. 3) el llamado de la Murtra descrito ya por el Sr. Pella y otros autores, que mide 3,30 m. de altura; 0,80 de espesor máximo y 4 m. de mayor perímetro. Toda la piedra, de aspecto parecido á la pala de una higuera chumba, está someramente labrada, ostentando ligera convexidad en todos sentidos.

A unos 400 m. al E. de dicho menhir, en un campo de espinos y zarzales, aparecen, según Avilés, en revuelta confusión enormes cantos, ó como él los llama, bloques de granito, que amontonados caprichosamente por las fuerzas naturales ó por la mano del hombre revisten caracteres que despiertan no poco la atención. Sobre todos los cautos, ó rocas sueltas, descuellan 5 ó 6, aisladas, que descansan en otras casi planas y que tienen una figura casi esférica, con la particularidad de que en uno de los lados hay cuatro grandes y toscos rebajamientos; los cuales mirados desde cierta distancia, dan á las piedras el aspecto de una cabeza humana, de 3 á 4 m. de altura. Es notable, añade el Sr. Avilés, que tales rocas tan solo ostenten dichas hendiduras en una de sus caras; que las perlas así labradas se alcen sobre otras horizontales de muy ancha base; y que las caras no estén todas orientadas en la misma dirección. Sin perjuicio de estudiar con mayor detenimiento el asunto en ulteriores exploraciones, llama por el momento la atención el autor acerca de ser las caras (si se permite llamarlas así) mucho más rudimentarias y ejecutadas de un modo inverso á los bustos de piedra de la isla de Pascuas. En estos, con efecto, el artista labró las partes salientes   —138→   de la figura, al paso que en las de Espolla, el efecto resulta de labrar las partes entrantes, de suerte que la cara de la piedra parece una calavera. ¿No podrían ser estos resultados de la erosión natural de los cantos?

Concluye esta parte de la Memoria, manifestando su autor que el no haber esperado á poseer mayores datos para dar á conocer estos monumentos, consiste, sobre todo, en el temor de que con los progresos de la agricultura y el poco respeto que por lo común inspiran los respetables testimonios de nuestra primitiva historia, lleguen á desaparecer, como ya ha sucedido con otros muchos, lamentándose y con razón, de que los modestos recursos de que un particular dispone, y sus lánguidas luces, le hayan impedido exponer cual conviene, la verdadera significación que dichos monumentos deben tener en realidad.

Síguese (pág. 52) la descripción de la interesante necrópolis de Vilars, indicando primero el autor cómo tuvo la fortuna de descubrirla por habérsele dicho en el pueblo que en los campos inmediatos al camino de Espolla se habían hallado no pocas ollas conteniendo huesos, pero que todo lo había roto y perdida el propietario, ignorando el valor de semejantes antiguallas y descargando en ellas el mal humor de no hacerse con la plata y oro contante y sonante que creyó encontrar. Hecha esta indicación, pasa el Sr. Avilés á describir la necrópolis y los objetos en ella existentes, siendo su relato tan interesante y bien hecho, que en vez de extractarle, creemos más oportuno dejarle por completo en el uso de la palabra.

«Desde la aldea de Vilars, el camino que va al Coll del Pal de la Massana, raya de Francia, asciende rápidamente sobre un terreno de roca desnuda, que á cosa de 1 km. aparece cubierto por una capa de piedra y tierra de transporte, que alcanza en algunos puntos de 1,50 á 2 m. de espesor; suavízase de seguida la pendiente, y, 1 km. más allá, se llega al Coll de Esparraguera, en donde el camino, transponiendo la cumbre del primer contrafuerte que entre Vilars y la frontera se interpone, toma su inclinación ascendente en rápida bajada hasta salvar un barranco, después del cual sigue siempre á media ladera.

Entre Vilars y el Coll de Esparraguera, la senda está bordeada   —139→   de viñedos, separados de ella por muros de piedra en seco alzados por los dueños de las fincas. Á un centenar de metros del sitio en que la roca empieza á estar protegida de este modo, asomaban en el camino los extremos superiores de grandes piedras dispuestas en círculos tangentes; estos círculos, muy visibles, parecían continuar por debajo de los muros de cerca hasta los campos de uno y otro lado; nada de esto se descubría, sin embargo, y es natural, porque el nivel del camino descendió lentamente, á consecuencia del continuo tránsito y por la acción de las lluvias, llegando á ser de 60 á 90 cm. más bajo que el del terreno cultivado, de suerte que las cabezas de las piedras que se mostraban al descubierto en la senda debían quedar, y así era, cubiertas en los viñedos adyacentes por una capa de tierra de dos ó tres palmos de espesor.

Este hecho no se hizo palpable hasta hace tres años, cuando el propietario de la viña que hay á la derecha plantó en substitución de las cepas muertas por la filoxera, otras americanas; al removerse entonces profundamente las capas del suelo, aparecieron muchas urnas, que fueron todas destruídas, á excepción de tres ó cuatro existentes en Espolla y salvadas por el celo del alcalde D. José Viñas y Sagaró, quien, dicho sea de paso, nos dió toda clase de facilidades para que pudiéramos remover las tierras del camino.

Nuestras exploraciones no fueron infructuosas: desenterramos una urna entera; otras dos, que se dividieron en pedazos al salir á la luz del día y recibir la acción del aire, y fragmentos de algunas más, aparte de varios objetos muy interesantes. Además, casi es ocioso decirlo, obtuvimos un conocimiento exactísimo de la disposición de la necrópolis.

Esta se compone de cromlechs, ó círculos de piedra de 1,50 á 2,50 m. de diámetro, formados por rocas de 1 á 1,30 m. de altura, sin labrar, que descansan verticalmente sobre la roca natural del subsuelo. En el centro de cada uno de estos cromlechs, y apoyando también su base en la roca, hay una urna funeraria, cubierta por una tapadera provista de un asa sobre la que descansa una piedra sin labrar, pero ligeramente plana, por encima de la cual se extiende la tierra hasta el nivel del piso del camino, en   —140→   un espesor de 40 ó 50 cm. La fig. 10, lám. V80, indica, con arreglo á escala, el corte transversal de uno de estos enterramientos.

Las piedras del cromlech y la losa horizontal nada tienen de particular; las primeras son estrechas, con su base mayor en el suelo y la menor arriba.

Las urnas están constituidas por una mezcla de arcilla y arena, con muchas señales de mica y cuarzo, minerales bastante abundantes en aquella región; la pasta es tosca, desigual y muy rudimentaria, distando mucho de ser medianamente homogénea. Fueron, sin duda, estas urnas81 moldeadas á mano (bien claro lo demuestran la figuras 7.ª, 11 y 12, láminas V y VII), y luego cocidas al fuego de una hoguera, pues su parte interior es rojiza y negra, en un espesor muy variable la exterior.

La forma predominante de las urnas es la de la fig. 7.ª; miden las de esta clase 19 cm. de altura, 17 de diámetro en la boca y 9 en la base. Son las más groseras y carecen de toda clase de adornos y dibujos.

Las representadas en las figuras 11 y 12, lám. VII (que han sido descubiertas posteriormente á nuestras primeras excavaciones, y obran también en nuestro poder), presentan ya señales de un trabajo artístico muy primitivo. Mide la primera 19 cm. de diámetro en la boca, 8 en la base y 13 de altura. Formada por dos superficies tronco-cónicas superpuestas por su base mayor, en la de arriba se ve una greca hecha á mano, muy desigual, valiéndose de un punzón ú otro instrumento análogo. La segunda82 tiene 23 cm. de altura, 8 de diámetro en la base, 20 en la boca y 23 en la parte más ancha. En el cuello cilíndrico superior hay cuatro depresiones circulares, dando la vuelta á la urna á manera de anillos, que han podido ser hechas, bien por la impresión de una cuerda aplicada cuatro veces alrededor, ó bien pasando un dedo circularmente por el cilindro, cuando el barro estaba aún fresco; esta segunda hipótesis nos parece la más probable, á causa de no conocerse ninguna señal de continuidad, lo que se advertiría   —141→   en el punto de unión de los dos extremos de la, cuerda si se hubiera aplicado esta; así como por las alternativas descendentes y ascendentes de los círculos. En el cuerpo de la vasija se descubren ocho grupos de impresiones, compuesto cada uno de dos depresiones irregulares hechas aplicando dos dedos de la mano derecha de arriba abajo y de derecha á izquierda. Ni en esta urna ni en ninguna de las otras, se nota la menor señal que pueda ser considerada como letra ó inscripción. Tampoco se advierte en las tapaderas, que carecen además de adornos y ornamentos. Por último, algunos de estos recipientes tienen pulimentada su superficie externa, y sin pulir la interior.



Figura

En la urna representada en la fig. 7.ª, en la cual se ve también uno de los trozos de la tapadera que la cubría, aparecieron, y están aún en su interior, una multitud de fragmentos de huesos humanos á medio calcinar, entre los que se distinguen claramente dos vértebras; un trozo de maxilar inferior izquierdo, en el que se ven los alvéolos de dos incisivos, un canino y dos molares; algunos trozos de tibia y de radio; varias porciones de cabezas, de huesos, y astillas y fragmentos de otros muchos. Cuando desenterramos la urna, todos estos restos yacían mezclados y adheridos á una masa de cenizas, que había adquirido consistencia por los muchos años que llevaba sepultada, y llenaba la mitad inferior de la vasija. Procedimos con sumo cuidado á la inspección de estas cenizas, y con gran sorpresa descubrimos, además de los huesos enumerados, algunos objetos que excitaron profundamente nuestro interés.

Eran estos: el trozo central del frontal con el principio de los arcos superciliares, en el que apareció clavado un punzón de cobre, de cuya cabeza en forma de argolla pendía una cadenita de igual materia, compuesta de 24 pequeños eslabones. Por mucha delicadeza que procuramos guardar al limpiar estos objetos, fué imposible evitar que la cadena se partiera en tres porciones, desprendiéndose del clavo, y rompiéndose 4 eslabones. La fig. 6.ª, lám. VI83, representa el punzón puesto en el coronal, tal como   —142→   lo encontramos en la urna, y la cadena. El primero de estos objetos84 aparece de tamaño natural en la fig. 9.ª, lám. III. Clavo y cadena, analizados químicamente, han resultado ser de cobre puro; están tan oxidados, que solo en el centro de cada uno de los eslabones partidos se advierte una poco menos que imperceptible traza de cobre.

El clavo no es cónico en la verdadera acepción de la palabra, sino que su superficie se compone de una serie de pequeñas superficies planas, que le dan el aspecto de una pirámide muy alargada. Á juzgar por esta circunstancia, y teniendo en cuenta que no se descubre el menor vestigio de un reborde que indique la línea de unión de las dos caras de un molde, ha sido hecho á martillo y no fundido, lo que se comprueba examinando la forma irregular de la cabeza ó argolla.

No acontece lo propio con la cadena. Compónese esta de eslabones alternados de dos distintas formas: unos son de muy poco espesor, parecen anillos, su figura es sensiblemente circular y son cerrados; es indudable, pues, que fueron producto de un a fusión del metal; los restantes son muy desiguales, de tamaños y formas diferentes, y no como anillos, sino como porciones de cilindro cuyos dos extremos, en lugar de cerrar perfectamente, dejan intermedio un pequeño hueco. La cadena está formada, por consiguiente, de anillos fundidos, enlazados entre sí por estrechas plaquitas rectangulares de cobre, á las que se ha dado una figura curva y casi cerrada por medio de martillo.

Contenía, además, la urna varios fragmentos de anillo, con los que hemos formado tres objetos de esta clase, también de cobre, de 1 mm. de grueso y 18 de diámetro; y dos menudas plaquitas (en la fig. 13, lám. IV85, están en su verdadero tamaño) muy delgadas, de una caliza muy brillante; reconstituyendo la forma de esta pieza, podríamos concluir que iba sujeta á la parte posterior de una flecha, para que esta conservara el equilibrio y hendiera bien al aire; pero también podría ser un objeto sagrado, ó un   —143→   símbolo de mando y dignidad, pendiente del extremo libre de la cadenita.

Volviendo á los huesos que hay en la urna, un minucioso examen ha puesto de manifiesto que pertenecían á un adulto, muy vigoroso, en la plenitud de sus fuerzas, y de 30 á 40 años de edad. La figura del frontal y la del maxilar, perfectamente concordantes, demuestran que el cráneo era muy dolicocéfalo, con la frente asaz deprimida lateralmente, en las sienes, y fugitiva hacia atrás. Ningún diente había en la urna; ¿era esto un rito? No lo creemos, por más que sea muy extraigo que hayan desaparecido los dientes, habiéndose conservado muchos trozos de hueso. Esto nos impide conocer con alguna aproximación ciertas particularidades del sér humano depositado en la urna, principalmente su régimen alimenticio. Haremos notar, antes de pasar más adelante, que los arcos superciliares debían ser poco prominentes, al contrario de lo que acontece en la generalidad de los cráneos dolicocéfalos pertenecientes á remotas épocas.

Todas las demás urnas contenían huesos á medio calcinar, bien que ni tan completos, ni tan interesantes como los que hemos descrito; y algunas, no todas, varios objetos que eran probablemente símbolos ó atributos de la profesión ó jerarquía del sér á cuyos restos acompañaban. Citaremos los existentes en nuestra colección, únicos encontrados hasta el presente.

Ocupa el primer lugar en importancia el representado en las figuras 11 y 12, lámina VII86. Al romper las urnas cinerarias que las labores en la viña iban poniendo al descubierto, hace tres años, saltó de una de ellas un trozo de barro de 13 cm. de largo por 3 de grueso, que recogió el propietario y fué conservado por el Sr. Balmaña, quien nos lo cedió galantemente. El examen superficial de este objeto nos mostró en seguida que una capa de barro y de ceniza cubría el verdadero útil ó instrumento, era la pátina; Procedimos pues, á quitarle todas las substancias extraías que se le habían adherido y vimos que era una flauta de barro, cilíndrica, dividida diametralmente en dos partes. El extremo superior,   —144→   el más delgado, está intacto; mas no el inferior que presenta evidentes señales de haber sido roto, probablemente al destruir la urna que lo encerraba. -Corre en todo el eje de la flauta un orificio cilíndrico, al que van á parar otros diez practicados oblicuamente al primero, que desembocan en la superficie exterior del instrumento, en otros tantos huecos semiesféricos exactamente iguales. Si se superponen los dos trozos de modo que el extremo superior de uno cubra el inferior del otro y viceversa, descúbrese que los orificios oblicuos y transversales de uno y otro resultan perfectamente en prolongación, mientras que siguen direcciones convergentes colocando los dos trozos en su verdadera disposición. Las superficies de contacto de uno y otro están bien marcadas y no se adherían entre sí, obteniéndose la unión de las dos partes para constituir la flauta, por medio de dos capas de barro que tapaban las juntas en toda su longitud; barro que nos costó bastante trabajo separar. En el extremo superior, la canal central se ensancha en forma de boquilla, indicando que esta parte era por donde el músico aplicaba los labios; es de suponer que el otro extremo estaría obturado; pero como la flauta está truncada por ese sitio, no se puede asegurar. El barro de este instrumento, aunque algo tosco, es mucho más homogéneo y arcilloso que el de las urnas; su color rojizo y uniforme indica que no ha sido sometido á cocción, sino simplemente desecado al sol.

Los detalles que anteceden permiten formarse una idea muy aproximada del modo como se construían esas flautas: comenzábase por amasar un cilindro de barro, que cuando alcanzaba alguna consistencia, era atravesado según el eje por una varilla de 4 ó 5 mm. de grueso, y partido luego longitudinalmente en dos trozos iguales; invertíase entonces la disposición mutua de uno y otro, y se practicaban con un útil muy delgado, orificios inclinados, que atravesaran la canal del centro y llegaran por sus extremos á las superficies de la flauta. Colocábanse de seguida las dos partes de esta en su definitiva posición; se hundía en las terminaciones de los huecos transversales una piedrecilla ú otro objeto de forma cónica, para que aquellos orificios desembocaran en ensanches de esa forma, que pudieran fácilmente ser obturados   —145→   con los dedos; tapábase el extremo inferior del hueco longitudinal, y solo faltaba ya unir invariablemente los dos semicilindros, valiéndose de un poco de barro fresco.

En presencia de este instrumento, ocúrrese desde luego que para fabricar uno análogo, no era necesario seguir un procedimiento tan lento como el que hemos explicado ya que se puede construir una flauta parecida, perforando longitudinal y transversalmente el cilindro, sin recurrir á dividirlo en dos trozos que, volvemos á repetirlo, conservan inequívocas huellas de ser dos objetos y no uno solo partido accidentalmente. Compréndese, no obstante, que la limpieza y regularidad de los orificios, condición precisa y esencial para que la flauta dé sonidos claros y distintos, se alcanzaban mucho mejor operando como hemos dicho; y siendo los agujeros transversales convergentes y no continuación unos de otros, se oponía m ás dificultad á la salida del aire, y los sonidos resultaban más musicales, si se nos permite esta expresión. Infiérese de todo esto, que el objeto que estudiamos revela en su constructor un grado no mezquino de inteligencia y facultad de observación, y permite creer que el pueblo cuyos restos yacen sepultados en el camino de Vilars, gozaba de una civilización algo adelantada.

En el interior de otra urna hallamos tres cilindros (fig. 8.ª, lám. VI) de barro, de igual naturaleza que la flauta. -Miden 38 mm. de diámetro y 13 de altura. Una de sus bases es cóncava y convexa la otra; tienen un orificio central de 11 mm. y superpuestos ajustan bien. No presentan el carácter de los pesillos, fusaiolas, etc., descubierto-, tanto en España, como en el extranjero, por más que sean muy parecidos á los desenterrados en Ciertas sepulturas. Nos inclinamos á creer que eran restos de un collar de barro, análogo á los que usaban algunos pueblos antiguos, entre ellos los iberos.

Por último, encontróse en otra urna la piedra que se ve en la fig. 11, lám. VII. Es silícea, plana, de superficie muy lisa en una de sus caras y unido 76 mm. de largo, 38 de ancho y 5 de grueso; es de forma rectangular con los cuatro ángulos redondeados igualmente y carece de adornos y señales. Este sílex pulido Podría ser una piedra de afilar, aunque no nos parece probable,   —146→   vistas sus pequeñas dimensiones, su forma regular, innecesaria para aquel uso y el grado de adelanto de la tribu á que pertenecía. Más bien entendemos que era un amuleto, por su semejanza á piedras de este género halladas en otros países, principalmente en Portugal, piedras que, es verdad, presentan en sus caras dibujos y molduras y están agujereadas en uno ó varios puntos, diferenciándose por estos caracteres de la que nos ocupa.»



En el último capítulo, digámoslo así, de la Memoria87, discurre el Sr. Avilés extensamente y con sobriedad acerca de la época y pueblo á que pertenece la necrópolis, comenzando por declarar i ser tan evidente su anterioridad á griegos y romanos, que sería de todo punto ocioso demostrarlo. Luego afirma, aunque sin alegar razón alguna en su apoyo, que la clasificación adoptada por la mayoría de los arqueólogos en edad de piedra con sus períodos paleolítico y neolítico, subdivididos en otros varios, en edad del bronce y del hierro, le parece muy incierta y ocasionada á errores. Mas si bien es probable, casi seguro, prosigue diciendo, que la civilización de los pueblos primitivos no ha pasado por todas estas fases en todos los países, y que es muy difícil deslindar hasta dónde llega cada edad, no parece menos probable, que en España se utilizaran el cobre y el bronce, mucho antes de que los naturales conocieran el metal por excelencia, el hierro.

Refiere dicha necrópolis á la edad del bronce y mejor al período del cobre, siendo tan convincentes las razones en que apoya su parecer y tan clara la exposición de este acertado juicio, que vale la pena de oir lo que el autor mismo dice desde la página 75 hasta la 80, en la que al abordar la cuestión de la antigüedad en números redondos que puede ó debe concederse á la necrópolis en cuestión, el Sr. Avilés se demuestra tan discreto como cuadra á la superior cultura que le distingue, haciendo muy atinadas reflexiones acerca de los cálculos más ó menos exagerados que se permiten fantasear ciertos autores.

«En nuestra opinión, dice, la necrópolis de Vilars pertenece á la edad del bronce. En primer lugar, la composición de la cerámica   —147→   de todas las urnas y vasijas de esta época es igual á la de las urnas que hemos descrito. Durante la edad del bronce, en segundo lugar, era general la incineración de los cadáveres, y frecuentísimo, como en Vilars, que la calcinación fuera grosera, incompleta, quedando trozos de hueso sin reducirse á cenizas; la costumbre de la cremación en la edad del bronce era frecuente, y se encuentra extendida hasta tal punto en Francia, Italia, Inglaterra, Dinamarca y Alemania, que de cada cinco enterramientos, cuatro contenían restos humanos calcinados; esto es un argumento en favor de la afirmación que hemos sentado, si no decisivo, de muy gran peso, tanto más, considerando que esta costumbre se fue perdiendo gradualmente después de conocido el hierro. En tercer lugar aparecen en las urnas objetos de cobre: si bien esto no excluye que el pueblo al que pertenecía la necrópolis conociera el hierro, es, no obstante, más lógico suponer que en todo caso el bronce predominaba. Resulta de todo esto, que la necrópolis en cuestión puede ser atribuída á la edad del bronce; pero otros argumentos cambian en positivo lo condicional de esta conclusión.

El hierro apareció en Grecia unos quince siglos antes de la era cristiana, y fue extendiéndose luego poco á poco por Europa; conociéronle los etruscos y los celtas galos algunos siglos más tarde, y unos ú otros, probablemente los primeros, lo importaron á España. Ahora bien, las necrópolis de esa edad difieren completamente de la de Vilars, no solo en su disposición, sino en la cerámica y en todos los objetos que encerraban, los cuales revelan, y es natural que esto acontezca, un grado de civilización mucho más adelantado; empiezan á ser frecuentes las inscripciones; se conoce ya el torno de alfarero, y las vasijas no se moldean á mano ni se cuecen imperfectamente en una hoguera; su pasta es homogénea; los adornos é inscripciones tienen ó una forma regular geométrica ó un carácter francamente artístico; apenas se descubren útiles y objetos de piedra y barro, aparte de las urnas y recipientes; y, en una palabra, todos los detalles se apartan notablemente de los que hemos expuesto antes. Sin salir, no ya de España, sino siquiera de Cataluña, los hallazgos etruscos de Cabrera de Mataró, de la edad del hierro ya casi dentro de los confines   —148→   de la historia, nada tienen de común con los dé Vilars. Si, pues, la necrópolis no puede pertenecer á la edad del hierro, y en ella hay objetos de cobre, natural es atribuirla á la época del bronce.

Desde otro punto de vista, nuestras exploraciones contribuyen en pequeña parte, pero algo al fin, á demostrar que ha habido en España una edad de cobre distinta de la del bronce, según vienen sosteniendo con creciente éxito D. Juan Vilanova, Quatrefages, Pulzky, Cartailhae, Wilde y otros muchos, confirmando la aserción de Hesíodo, que habla en sus escritos de una edad del cobre. Y contribuye nuestra necrópolis á robustecer esta opinión, porque si á la sazón se hubiera conocido el bronce, no es probable que se hicieran cadenas de cobre, recurriendo al doble trabado de la fusión y la forja. Creemos que las sucesivas excavaciones robustecerán lo que decimos, y que en breve será innegable que ha habido en España una edad del cobre, de la que se han encontrado muchos vestigios, así como en los Cevennes, Inglaterra, Hungría y la América del Norte.

Cronológicamente, el decir que los enterramientos de Vilars se remontan á la edad del cobre, no da ni puede dar idea de su verdadera antigüedad. La capa de terreno en que estaban las urnas ha sido tan removida en su superficie, y es tan delgada y poco característica, que la Geología no puede dar ninguna luz en este caso. Tampoco la pueden dar los cálculos de Morlot y de Guilliéron, en Suiza, que atribuyen á esa edad una fecha de 30 á 60 siglos; porque no todos los países han conocido el bronce á un tiempo, y porque es muy aventurado suponer que las causas naturales en que se basan aquellos arqueólogos para desarrollar sus cálculos, son iguales ahora que hace cinco ó seis mil años.

Tratándose de cuestiones que atañen á la antigüedad del hombre, conviene no dar cifras exageradas, pues así se facilita la tarea de la historia, que, una vez reconstituída en lo que concierne á los tiempos primitivos, en unión de la lingüística, de la antropología, de la etnología y de la arqueología, podrá asignar límites aceptables.»



Encontrando, finalmente, el Sr. Avilés, cierta contradicción en lo que dice la Antropología por boca de Quatrefages, tocante   —149→   a razas braquicéfalas durante la época del bronce, y el cráneo dolicocéfalo por él descubierto en la mencionada necrópolis, desiste de dar importancia al hecho en razón á ser sobrado poco un cráneo, no entero por cierto, para resolver el problema. Y como quiera que tampoco las circunstancias que en el monumento de Vilars concurren, permiten determinar la antigüedad de aquellos pobladores, acude el Sr. Avilés á la arqueología monumental y comparativa, no sin reconocer lo nebulosa y confusa que esta se presenta cuando de tan remotas edades se trata.

«La arqueología, dice, nos ofrece otro punto de comparación y deducción algo más seguro. De todas las necrópolis prehistóricas de que tenemos noticias, la más parecida á la de Vilars es la de Villanova en Italia; allí como aquí es general la costumbre de incinerar los cadáveres y colocar sus restos en urnas; las de Vilars, principalmente las de los modelos representados en las figuras 11, y 12, corresponden perfectamente con otras análogas descubiertas en Villanova; unas y otras están cubiertas por tapaderas de barro cocido; la disposición de la cámara sepulcral es casi idéntica; en los enterramientos italianos descansa la urna en una losa, horizontal; rodéanla varias otras verticales, dispuestas circularmente, sobre las que hay otra horizontal superior, y el conjunta está enterrado bajo un túmulo; en Vilars el terreno de roca hace innecesaria la losa inferior, y la superior no apoya en las piedras del cromlech, sino que descansa sobre la tapadera, envolviéndolo todo un túmulo de tierra; por último, la greca que aparece en la figura 11, es uno de los principales motivos de decoración de las urnas de Villanova, las cuales urnas tienen pulimentada su superficie exterior en una y otra necrópolis. Diríase; pues, que el pueblo que yace sepultado junto á la aldea española, pertenece á la misma familia que el enterrado en Villanova, bien que los habitantes de esta llegaron á un grado mucho más avanzado de progreso.

Ignórase á ciencia cierta á qué pueblo se debió la necrópolis italiana, aunque sea evidente que este pueblo fué precursor de los etruscos. Cualquiera que sea su naturaleza, arya ó camita, es natural suponer que sus emigraciones no se limitaron á la ocupación de Italia, sino que se extendieron hasta nuestra Península,   —150→   á la que debieron llegar aquellos pueblos muchos años más tarde. Si, pues, se admite que los tursos fueron el gran tronco del que salieron los etruscos, y á los tursos se atribuye Villanova, á los tursos deben ser atribuídas las sepulturas de Vilars; y, el, general, si al pueblo anterior á los etruscos, fuese el que fuese, se debe la necrópolis italiana, al mismo pueblo se debe el cementerio español.

Ahora bien; según la opinión más generalmente admitida entre los arqueólogos, la necrópolis de Villanova se remonta al siglo IX ó al siglo X antes de la era cristiana, de modo que la española debería ser mucho más antigua, si atendiéramos solo á la comparación entre los objetos de los dos enterramientos. Es conveniente observar, sin embargo, antes de decidirnos por una fecha determinada, que mientras los tursos italianos, convertidos en industriales y agricultores, se dedicaban á perfeccionar sus artes y sus industrias, los que luego habían de invadir nuestra Península no podían menos de errar de unas comarcas y otras antes de establecerse definitivamente en Cataluña; y que, por consiguiente, admitiendo que aquella emigración, como tantas otras, marchara de Oriente a Occidente, la civilización de España no podía menos de hallarse, en una misma época, en gran retraso con respecto á la italiana.

El reducido número de objetos puestos de manifiesto por las excavaciones, no permite deducir cuáles eran las costumbres de la tribu de Vilars. Puédese, sí, afirmar, que aquellos objetos eran símbolos de la profesión ó jerarquía del difunto; y si se tiene en cuenta su escasez con relación al número de urnas, no será temerario el agregar que solo se depositaban esos símbolos en las tumbas de los individuos que gozaban de un rango ó categoría de importancia. A sí, la flauta sería símbolo de un músico, ó mejor aún, instrumento religioso que acompañaba las cenizas de un drúida de aquellos tiempos; los cilindros de barro cocido, emblema de la mujer de un jefe, si se consideran como fragmentos de un collar, ó de otro personaje si se les atribuye el papel de pesillos en una industria textil; y el amuleto ó piedra labrada, señal de la sepultura de un agorero. En cuanto al punzón clavado en el frontal, la cuestión se presenta más oscura.

  —151→  

Hanse hallado punzones de esta clase en muchas tumbas. En los lagos suizos se han descubierto punzones de la edad del cobre, en número de 6 por 100 del total de objetos; en los túmulos de Wiltshire halláronse 29 de estos clavos al lado de cuerpos humanos calcinados; en el Derbyshire, según Bateman, de 32 sepulturas con objetos de bronce, en cinco había punzones; y en Francia y en Italia tampoco son raros en los enterramientos los instrumentos de esta clase, que no deben ser, empero, confundidos con las largas agujas empleadas por los antiguos para sostener sus peinados. Mas, para nuestro objeto, que se hayan encontrado punzones análogos á los de Vilars en todas las naciones de Europa, no resuelve la cuestión de cuál fué su uso, y menos aún si se tiene en cuenta la cadenita de cobre.

No hay que pensar tampoco en el caso particular que nos ocupa, en las trepanaciones que, al decir de varios arqueólogos, constituían un rito funerario en edades muy remotas. El cráneo en cuestión no ha sido trepanado, sino simplemente perforado, presentándose particularidades muy notables en esta circunstancia.

El agujero abierto en el coronal no ofrece señal alguna de cicatrización y no pudo ser hecho con el clavo de cobre, pues probablemente se hubiera roto el hueso de un modo irregular, y sobre todo, se notarían en la cabeza del punzón señales de haberla golpeado, deformándola poco ó mucho, cosa que no tiene lugar. Por poco que se examine el clavo y el frontal, se advertirá que el primero fué introducido en un orificio abierto en el segundo por una barrena ó instrumento punzante, al que se imprimió un rápido movimiento de rotación.

No es el clavo, por consiguiente, un instrumento de tortura ó de suplicio, de diferente manera que los de la necrópolis de Carmona; debe ser considerado como un honor, como un emblema que indique la jerarquía social del muerto. Si atendemos á las costumbres funerarias de edades posteriores, el clavo puesto en la frente indicaría que la tumba es de un guerrero, y de un guerrero famoso á juzgar por la relativa abundancia de objetos hallados en la urna. Pero en tal supuesto, ¿cómo se explica que los restos de un personaje de esta categoría, cuyo papel debía ser preponderante en aquel tiempo, se hallen en una urna desprovista   —152→   por completo de adornos, de forma muy sencilla y una de las que revelan menos perfección en la labor? Y ¿cómo se explica, además, que en ninguna de las que ostentan molduras se haya descubierto nada que indique un ajuar funerario?»



El hallazgo hecho en Alcalá de Chisvert de objetos análogos á los de Vilars y en condiciones muy parecidas, da pie al Sr. Avilés para sospechar que ya por aquella época el pueblo aborígene, que dejó dichos restos, debía estar bastante extendido en nuestro territorio. ¿Serían los Bebryces y Beríbraces de Avieno?

Discurre bien el Sr. Avilés en lo que se refiere á usos y costumbres de aquellos pobladores, no obstante la escasez de objetos que pudieran servir de base á una decisión científica. Pone fin á su trabajo, manifestando haber de intentó prescindido de las opiniones que acerca de antiguas épocas mantienen algunos arquéologos, porque hubieran traído la confusión á la Memoria, sin modificar en lo esencial sus conclusiones; las cuales espera que ulteriores pesquisas confirmen ó tal vez modifiquen en totalidad ó en parte, ofreciendo dar cuenta á la Academia de cuanto fuere descubriendo en lo sucesivo.







Madrid, 9 de Mayo, 1890.



 
Indice