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ArribaAbajoActo II


Escena I

 

El teatro representa lo interior de la tienda de RODRIGO, magníficamente adornada. Gran trono a la derecha: puertas a los lados; y la principal en el foro. A la izquierda un sillón donde aparece sentada FLORINDA: mesa con insignias Reales de RODRIGO.

 
FLORINDA
¡Infelice Florinda! ¡Con que es cierto
que cercada de horrores y de estragos,
de Rodrigo ultrajada y perseguida,
vuelves a su poder llena de espanto!
¡Ay! Es cierto; y también que por vengarme 5
una inmensa caterva de malvados
amancilla la gloria de la España,
vendiéndola a los fieros Africanos.
Opas su Dios olvida; sus parciales
devoran de este Reino desgraciado 10
las fértiles campiñas; y mi padre
ambicioso, soberbio y agraviado,
contra su misma patria, de la guerra
la horrible llama enciende en estos campos.
Y todos estos males con mi nombre 15
se fomentan...

 (Se levanta.) 

¡Oh, cielos! En llegando
a pensar este cúmulo de horrores,
siento en mi corazón desesperado
el furor del infierno... ¡Qué venganza
tan vil pretenden darme! Ven, Pelayo,20
Ven a esconder a la infeliz Florinda
de todo el universo; ven en tanto
que Rodrigo celebra tu victoria,
a ocultar mi existencia, donde el astro
que ilumina la tierra aun no penetre 25
mi pavoroso asilo con sus rayos.


Escena II

 

FLORINDA, PELAYO.

 
PELAYO
Allí está.
FLORINDA
¿Quién?... él es. ¡Oh Dios! respiro.
PELAYO
A mi pesar, señora, hoy ha llegado
el amor de Rodrigo a tal extremo,
que sin respeto a mi valor bizarro30
con violencia os arranca de mi tienda;
yo pretendo vengar esto atentado
que amancilla mi honor, en el infame
que de vuestra beldad pudo informarlo:
Decid quién es.
FLORINDA
Lo ignoro; más no es tiempo
35
de inútiles venganzas; vuestro amparo
necesito, más vos pensad prudente,
que el heroico valor de vuestro brazo
se debe reservar para defensa
de la abatida España.
PELAYO
Pero en tanto
40
que mi esfuerzo y mi espada la defiende,
no sufriré que exista el temerario
que al Rey os descubrió: no; ni debiera
Rodrigo los hazañas de Pelayo
compensar con insultos: él, cediendo45
a su pasión funesta, se ha olvidado
de cual era el asilo que elegisteis
en vuestros infortunios; mas mis labios
le darán a entender...
FLORINDA
No; la discordia
no verterá su tósigo inhumano50
en vuestros corazones por mi culpa;
bastante sus furores sanguinarios
destrozan a la España por Florinda;
no aumentéis mi desgracia y mis quebrantos
PELAYO
¡Ah! Florinda, mi patria... Sí: yo cedo;55
en mi silencio quedará este agravio;
pero es en vuestro oprobio, es en el mío,
que en este pabellón estéis al lado
de Rodrigo un momento.
FLORINDA
Sí: mi fuga,
que es mi sola defensa, es la que aguardo60
lograr por vuestro medio, y el consuelo
que espero conseguir: sepulte un claustro
o una caverna ignota a los mortales
mi execrable existencia. Con mi llanto,
en medio del estruendo de las armas, 65
os pedí esta merced; vos apiadado
ofrecisteis cumplir mi humilde ruego;
perdonad si me atrevo a renovarlo,
y que para obligaros, la memoria
os recuerde del tiempo afortunado70
en que la suerte a vos me destinaba,
en que ibais a tejer el tierno lazo
para ser mi...
PELAYO
No más: en el olvido
ese tiempo se hundió, y el recordarlo
es renovar mi afrenta; es excitarme 75
a que ofenda mi propio Soberano.
Muerto para el amor, vivo a la gloria:
de mi sensible pecho se borraron
las funestas, las débiles pasiones.
Soy noble, soy leal, y ya en los campos80
de Marte asolador hice a la patria
sacrificio de todos mis cuidados.
Ved pues, señora si sabré cumpliros
lo que ofrecí las armas en la mano.
FLORINDA
Si pensáis que pudieron mis desdichas85
abatirme al extremo de rogaros
como amante...
PELAYO
Ni vos, ni yo debemos
pronunciar ese nombre: a mi cuidado
queda haceos partir asegurada,
luego que el sol descienda al océano, 90
a fuer de noble Godo mi promesa
os cumpliré, señora; vos en tanto
borrad de vuestro pecho la memoria
de lo que fue por siempre... pues el hado
separó eternamente con la infamia 95
la suerte de Florinda y de Pelayo.
 

(Se va.)

 
FLORINDA
¡Cielos! ¿qué nueva especie de tormento
mi triste corazón a penetrado
con su desprecio?... ¿qué dolor, qué rabia
es esta que me enciende?¡ay! que ni el llanto100
puede apagarla...

 (Quiere llorar, y no puede.) 

En mis dolientes ojos
las fuentes del consuelo se agotaron.
¿Y no podré vengarme del perverso,
que en la ignominia atroz me ha sepultado?
¿No podrán de Rodrigo, de ese monstruo105
el corazón romper mis propias manos?
¿No puedo ni aun morir?... Dios justiciero,
de tu eterno poder descienda el rayo
que aniquile... ¡ah!... yo siento las angustias
de la muerte acosarme... Sí... ha escuchado 110
mi plegaria el Criador... ¡Oh madre mía!...
¡Oh Rodrigo!... yo muero... Cielo santo.
 

(Queda desmayada en su silla.)

 


Escena III

 

TULGA por la puerta del foro, FLORINDA.

 
TULGA

 (Sin verla.) 

¡Que profusión! ¡qué júbilo y desorden
reina en el campamento! Los soldados
licenciosos se entregan al festejo 115
que el Monarca preside, y descuidando
el peligro, que en torno de ellos vuela,
olvidan que a su frente el Africano
levanta la guadaña de la muerte,
que amenaza sus vidas ¡Oh insensato 120
Rodrigo! ve aquí el fruto de la pompa
con que elevar quisiste tu reinado
ningún adulador estas verdades
se atreverá decirte; mas mi labio,
de mi lealtad a impulso, en tus oídos125
repetirá... ¡Gran Dios  (Viéndola.) , que estoy mirando!
en este sitio una mujer... ¿Es sueño?
¿Es ilusión?... No hay duda...
 (Acercándose a ella.)  y al descanso
Entregada parece. 130
FLORINDA

 (Volviendo en sí.) 

¡Ay infelice!
TULGA
Cielos... ¿qué voz?...
FLORINDA

 (Levantándose.) 

Espera... Oye, Pelayo.

 (Viendo a TULGA.) 

¿Quién es?... ¿dónde me escondo?

 (Quiere irse.) 

TULGA
¡Tú! ¡Florinda!

 (Conociéndola.) 

Oprobio de mi honor y de mis años, 135
no huyas de mí.

 (Deteniéndola.) 

FLORINDA
Señor, piedad.
TULGA
Responde,
infame, a mis preguntas. ¿Quién te trajo
a este sitio?
FLORINDA
Pelayo.
TULGA
¡Qué profieres!
¿Él otra vez te vuelve al vil estado
de tu prostitución? 140
FLORINDA

 (Con altivez.) 

Mereció mi desgracia. Por su brazo
salí de entre enemigos y traidores.
TULGA
Para ser de Rodrigo. ¿Y te ha ocultado
para ese fin de Tulga? ¿Y es el héroe
que defiende de la España?
FLORINDA
No ese agravio
145
hagas a su nobleza. Fue Egerico
quien por orden del Rey, atropellando
su pabellón...
TULGA
No más, Florinda; basta;
violencia, indignidad, todo lo alcanzo.
Pero ¿piensas que puede sincerarte 150
a la vista del mundo el atentado
con que tu honor envileció el Monarca?
¿No sabes que a la fuerza ni al engaño
dan crédito los hombres corrompidos?
Y aunque le diesen; viendo desolado 155
este fértil Imperio por tu causa,
viéndote conducir los Africanos
contra tu misma patria; y finalmente,
mirándote volver entre el estrago
al poder de Rodrigo, ¿quién creyera 160
que inocente eras causa de los daños?
FLORINDA
Lo soy; Dios es testigo...
TULGA
No profanes
con una falsedad su nombre santo
Florinda, eres culpada: sí; recuerda
que al entrar de Toledo en el palacio 165
a servir a la Reina, mis consejos
tu vanidad y orgullo despreciaron.
Desvanecida entonces, como hermosa,
tu juventud lozana hundió en el fausto
la modestia, el candor y las virtudes 170
que tus padres y Tulga te enseñaron.
Este el origen fue de tu deshonra:
tus brillantes adornos deslumbraron
los ojos de Rodrigo, y tu hermosura
ese don que a la España cuesta tanto; 175
encendió su pasión; era el Monarca.
Tú joven y orgullosa; desairarlo
fue irritar su poder; tu resistencia
oponer a sus gustos era en vano:
si humilló tu altivez, obró, Florinda, 180
como Rey, como amante despreciado.
FLORINDA
¡Ah! De mi vanidad los extravíos
No puedo disculpar, pero los cargos
Queme hacéis de que vengan los Alarbes
contra la España por mi culpa armados 185
puedo satisfacer. Opas es solo,
quien por vengar la muerte de su hermano,
a mi padre impelió para esta guerra,
que aún es más horrorosa que su agravio.
Yo sólo le pedí que me sacase 190
de la mansión odiosa, del palacio
donde sufrí mi afrenta; y sus traiciones
mayor motivo dieron a mi llanto.
Él me arrastró consigo a esta campaña,
mi ultraje y su venganza publicando; 195
y esto es, señor, bastante a disculparme
en vuestro corazón; porque los vanos
juicios del vulgo mi altivez desprecia:
si los hombres mordaces y malvados
califican la fuerza de mentira, 200
es porque en sus amores no gozaron
el favor de mujeres de mi clase,
sino los desperdicios, los halagos
de algunas hembras viles, licenciosas,
que el pudor de su sexo degradaron. 205
TULGA
¡Qué altanero lenguaje en la ignominia!
Ve aquí otro testimonio declarado
de tu funesto orgullo; di, soberbia,
entre la multitud de tus quebrantos
¿No pudiste morir?
FLORINDA
Con su desdicha
210
llega a ser inmortal el desgraciado.
TULA
No; tú no lo serás. De mi nobleza,
sabré vengar la afrenta por mi mano,
lavando con tu sangre mi deshonra.

 (Sacando un puñal.) 

Muere, infeliz.
 

 (En ademán de herirla.) 



Escena IV

 

DICHOS, RODRIGO, EGERICO, Soldados.

 
RODRIGO
Detente, temerario:
215

 (Deteniendo a TULGA, y quitándole el puñal, que guarda.) 

Suelta, cruel.
FLORINDA
Rodrigo, no le impidas
que me dé muerte.
RODRIGO
De furor me abraso.
¿Qué pretendéis los dos? Mirad, soberbios,
que ya mi disimulo está cansado
de sufrir vuestra loca altanería. 220
TULGA
Yo aspiro a que su sangre deje intacto
mi honor.
FLORINDA
Yo a que la muerte mi tormentos
acabe de una vez.
RODRIGO
¿Y habéis pensado
que mi poder tolere vuestras iras?
¿Que de Tulga consienta el desacato 225
en mi Real pabellón, casi a mis ojos?
Os engañáis. Tu vida  (A FLORINDA.)   está en mi mano:
Solo Rodrigo es arbitro en la tierra
de tu suerte; la fuerza que le ha dado
el dominio feliz de tu hermosura 230
sabrá con sus rigores conservarlo.
Egerico.
EGERICO
Señor.
RODRIGO
Lleva a Florinda
al centro de esta tienda; y tus soldados
no la pierdan de vista un sólo instante.
Obedece mis órdenes.
FLORINDA
Tirano,
235
tú puedes ultrajarme; pero tiembla
la justicia de un Dios que ofendes tanto.
 

(EGERICO y los soldados se la llevan.)

 


Escena V

 

RODRIGO, TULGA.

 
RODRIGO
Huye de mi vista.
TULGA
Antes espero
que me habéis de escuchar; pues colocado
sobre el trono, las leyes os obligan 240
a que atendáis las quejas del vasallo.
RODRIGO

 (Aparte.) 

¡Qué altivez! Pero debo mis enojos
disimular prudente, pues lo agravio.
¿Pretendes disculparte?

 (A él.) 

TULGA
No hay delito
en mi lealtad, señor, para intentarlo. 245
RODRIGO
Esta bien; habla.
TULGA
Oíd: aunque pudiera
con viles sumisiones aplacaros
en vuestra injusta cólera, no saben
el arte de mentir, señor mis labios.
Tampoco haré de mis servicios cuenta 250
para fundar mis quejas; este anciano,
aunque lleva en su pecho las señales
que publican quien fue, y aunque en el campo
de Marte envejeció, sabe que sólo
cumplió con los deberes del vasallo. 255
Pero sobre mi frente los laureles,
que arranque de las sienes del contrario
a golpe de una afrenta inesperada
con eterno baldón se marchitaron.
¡Ojalá que en mi oprobio solamente 260
siempre quedaran tan inmensos daños!
Pero la patria gime: vos, Rodrigo,
de vuestra ardiente juventud guiado,
privasteis de las armas a los Godos;
los funestos placeres enervaron 265
su invencible valor, y de Witiza
por nuestro mal seguisteis el reinado.
El cielo os avisó, cuando la torre
de la imperial Toledo profanando,
hallasteis en su centro pavoroso 270
el misterioso lienzo, en que pintados
vimos la vez primera los alfanjes
y el ademán feroz de los contrarios;
vos visteis en extraños caracteres
de todos nuestros males el presagio. 275
Ya se cumple el funesto vaticinio
que leyeron mis ojos con espanto:
pues ¿cómo vos testigo del portento
con que os previno Dios, tan descuidado
no habéis reconocido los semblantes 280
de los conquistadores Africanos?
¿Y cómo entre festines y delicias
volvéis, a un vil amor abandonado,
a buscar en Florinda los deleites?
Entrad en vos; quitad de vuestro lado 285
la causa del delito; sí: entregadme
esa infeliz mujer, y Soberano
de vuestro corazón, haced que España
recobre su esplendor amancillado.
Rendido  (Se arrodilla.)  a vuestras plantas os suplico 290
doméis vuestra pasión, y hasta lograrlo,
no me alzaré del suelo, donde humilde
vuestra virtud, vuestro valor reclamo.
RODRIGO
Alza  (Levantándolo.) ; no más; ¡oh, que poder encierra
la voz de la verdad! Cedo postrado 295
a su luz celestial, dispón que luego
Florinda partir pueda de mi campo,
de tus fieles amigos escoltada,
adonde determine; pero en tanto
contra esa triste olvida tus rigores, 300
como me olvido yo de sus encantos.
TULGA
Dejad que agradecido...


Escena VI

 

DICHOS, EGERICO.

 
EGERICO
Corre, Tulga,
corre a estorbar que logren tus soldados
sembrar la sedición entre las tropas;
sin duda algún traidor pudo informarlos 305
de que Florinda: se halla en esta tienda;
la nueva se difunde por el campo,
y en pos de ella el motín se ha descubierto:
los menos atrevidos desertaron
de sus banderas, y a las armas corren 310
sin subordinación los más osados
RODRIGO
Yo iré donde escarmienten mis enojos...
TULGA
No os expongáis, Señor, a ser el blanco
de alguna vil traición o indigna trama:
yo con mi vista a confundirlos basto. 315
 

(Se va.)

 
RODRIGO
¡Oh generoso Tulga!
EGERICO
No comprendo
por qué medios, Señor, ha serenado
la justa indignación de vuestras iras.
RODRIGO
Por los de la virtud; que el hombre en vano
se opone a su poder, si enteramente 320
su corazón los vicios no domaron.
He resuelto, Egerico, que a Florinda
Tulga de mí separe en breve espacio.
EGERICO
¿Luego vos ignoráis?...
 

(Suena un clarín.)

 
RODRIGO
Calla.

 (Mirando adentro.) 

¿Qué anuncia
ese marcial clarín?... Pero Pelayo. 325


Escena VII

 

DICHOS, PELAYO.

 
PELAYO
Señor, Tarif en orden de batalla
dispone con presteza sus soldados;
y al tiempo mismo que lidiar previene,
de paz blanca bandera tremolando,
se acerca a nuestras tiendas con su guardia, 330
y en este sitio solicita hablaros
EGERICO

 (Aparte.) 

¡Qué escucho!
RODRIGO
Ve al momento a conducirlo;
y harás que nuestro ejército ordenado
se prepare al combate, y que tus tropas
mi Real persona asistan; que yo en tanto 335
me prevengo a escucharlo sobre el trono,
de mis regias insignias adornado
PELAYO
A obedeceros, voy.

 (Se va.) 

RODRIGO

 (Mientras los siguientes versos se pone el manto y corona; y toma el cetro de la mesa.) 

Tarif sin duda
dispone abandonar luego su campo,
debilitando ya con la victoria 340
que consiguió la audacia de Pelayo;
y para que mis tropas no persigan
su retirada al mar, pedirá acaso
tregua o paz, que a negarle estoy resuelto.
EGERICO

 (Aparte.) 

Aquí de mi cautela Si el contrario  (A él.)  345
abandona de España la conquista
ya de vuestro valor escarmentado,
¿por qué de las delicias amorosas,
Monarca y vencedor, queréis privaros?
Vos ignoráis que Tulga es quien propaga 350
la nueva que el motín ha originado.
RODRIGO
¡Qué dices!
EGERICO
La verdad; y, si consiguen
con esta rebelión amedrentaros
las españolas huestes, obteniendo
lo que anhelan, las armas en la mano, 355
¿Quién duda que en continuas sediciones
insulten vuestro solio; y que alentados;
al ver que vos cedéis por este medio,
renovaran la ofensa a cada paso?
RODRIGO
Bien dices; tu política me enseña 360
lo que puedo esperar. Alucinado
por Tulga me engañé; no penetraba
que era el infame autor del desacato,
Egerico, dispón que en el instante,
del campamento salgan sus soldados; 365
y con ellos su jefe artificioso
vaya de mi presencia desterrado.
Parte al punto.
EGERICO
De vos, Señor, es digna
resolución, que venga vuestro agravio.
Logré mi intento.

 (Aparte al irse.) 

 

(Se va.)

 
RODRIGO
Sí; que reconozca
370
ese Godo y sus viles aliados,
que Rodrigo desprecia sus astucias
y su conspiración: cuando humillado
Tarif viene a buscarme, ya en mi pecho
de la dulce esperanza brilla un rayo; 375
que a quien glorioso y vencedor se mira,
no puede amor negarle sus halagos.


Escena VIII

 

Suena marcha militar: TARIF con séquito de Africanos: PELAYO con guardias que cercan la escena: RODRIGO sentado en su trono.

 
TARIF

 (Se sienta antes de hablar.) 

En el nombre de Alá, salud desea
a Rodrigo, Tarif; y lastimado
de la espantosa suerte que previene 380
mi valor a tu Imperio y tus vasallos,
antes que te destruya en el combate,
como el torrente asolador los campos,
la paz vengo a ofrecerte generoso:
estos, para lograrla, son los pactos. 385
Primero: que del hijo de Mahoma,
del Miramamolín, mi Soberano,
por el justo derecho de conquista
se declare este Reino tributario.
Segundo: que la ley del gran Profeta 390
abrazarán los Godos voluntarios.
Tercero: que con estas condiciones
del gobierno de España pase el mando
a poder de los deudos de Witiza,
y Opas debe regirla, que es su hermano. 395
Y último: que a Florinda has de entregarme,
a quien su prisionera hizo Pelayo;
y dicen que tu amor o tu capricho
por medio de la fuerza ha deshonrado;
para que al poder vuelta de su padre, 400
no tengan más pretexto los estragos.
Si aceptas los partidos que te ofrezco,
sin efusión de sangre...
RODRIGO
Sella el labio,
altanero Tarif: ¿qué propusieras
si fuera yo de tu soberbia esclavo? 405
Jamás será la España tributaria
por mi causa de un déspota tirano:
ni en tiempo alguno esperes que los Godos
abandonen su Dios por ese falso
profeta que dicto tu secta impía 410
¡Yo del poder supremo despojado
por precio de la paz! Jamás lo esperes.
Afrentas son los execrables pactos
que a Rodrigo propones; tu debieras
estar en mi presencia avergonzado, 415
pues siete veces en marcial combate
mis valerosos Godos te encerraron
dentro de tus trincheras a lanzadas.
Di, ¿qué audacia te alienta, temerario,
a insultarme? ¿Qué triunfo has conseguido 420
sobre los Españoles? Si el estrago
de la pasada noche no te humilla,
ya en orden de combate están formados
mi ejército y el tuyo: a la batalla
ve a convocar tus viles aliados. 425
Y di al traidor Julián, que si a Florinda
Rodrigo pudo amar, fue por honrarlo;
Y que si altivo espera recobrarla,
no será con las armas en la mano.
TARIF
Me agrada tu fiereza; tú eres digno 430
de tener a Tarif por tu contrario
mas cálmate, y escucha mis razones,
como yo tus denuestos he escuchado.
Tú ignoras el peligro en que te hallas;
antes que el sol nos prive de sus rayos, 435
millares de aguerridos agarenos
lloverán de los montes inmediatos
sobre tus miserables escuadrones,
y en fuego y sangre nadara este campo.
No el número excesivo de tus huestes 440
te asegure, Rodrigo; desarmados
están por culpa tuya los leales,
y en medio del tropel desordenado
infinitos traidores y ambiciosos
están contra tu vida conspirando: 445
y entre tantos caudillos que te sirven,
sólo, Rodrigo, tienes un Pelayo.
Pues evita el combate y tu ruina;
aunque el cetro renuncies, yo a mi lado
te llevaré al Arabia, donde aprendas 450
a conocer los hombres y a domarlos.
Yo te ofrezco, si vences tus pasiones,
y si a mi arbitrio entregas tus estados
que quien ahora te arranca la diadema,
algún día te vuelva a gobernarlos, 455
cuando digno de ser Monarca, sepas
tu Reino defender como soldado.
RODRIGO

 (Se levanta.) 

Aún te falta vencerme; entonces puedo
disfrutar tus ofertas; pero en tanto
registra la campaña y mira en ella 460
lo que has de contrastar. Esos soldados
sólo de que defienden a su patria
se acuerdan en el choque sanguinario;
tú los verás lidiar porque no sean
sus esposas, sus hijos tus esclavos, 465
y verás el valor que les infunde
el poderoso Dios de los Cristianos.
Ni pienses que abatir los fuertes Godos
es como esclavizar los Africanos.
Vuélvete, pues, al mar, si no pretendes 470
que de tumba te sirvan estos campos.
TARIF
No: yo fijaré en ellos mi dominio;
Tarif les ha ofrecido a sus soldados,
que premien los tesoros de la España
su invencible valor y sus trabajos; 475
saben que esta conquista les promete
los inmensos tesoros que no hallaron
de la abrasada Libia en las arenas;
y porque su furor desesperado
sólo espere la muerte o la victoria, 480
por mi orden los bajeles se quemaron,
que a estas ricas y fértiles riberas
de la africana costa nos pasaron.
No podemos huir: a nuestra espalda
sus ondas nos presenta el océano; 485
y así es fuerza romper por vuestros pechos
para hallar el Imperio que buscamos.
RODRIGO
Lo hallarás en la muerte: al arma toca;

 (A los suyos.) 

Al combate, Tarif.

 (Se va con los Godos.) 

TARIF
Rodrigo, al campo.
 

(Se va con los africanos.)