Oíd:
aunque pudiera | |
con viles sumisiones aplacaros | |
en
vuestra injusta cólera, no saben | |
el arte de
mentir, señor mis labios. | |
Tampoco haré
de mis servicios cuenta | 250 |
para fundar mis quejas; este
anciano, | |
aunque lleva en su pecho las señales
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que publican quien fue, y aunque en el campo | |
de Marte envejeció, sabe que sólo | |
cumplió
con los deberes del vasallo. | 255 |
Pero sobre mi frente los
laureles, | |
que arranque de las sienes del contrario | |
a golpe de una afrenta inesperada | |
con eterno baldón
se marchitaron. | |
¡Ojalá que en mi oprobio solamente
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siempre quedaran tan inmensos daños! | |
Pero
la patria gime: vos, Rodrigo, | |
de vuestra ardiente juventud
guiado, | |
privasteis de las armas a los Godos; | |
los
funestos placeres enervaron | 265 |
su invencible valor, y de
Witiza | |
por nuestro mal seguisteis el reinado. | |
El
cielo os avisó, cuando la torre | |
de la imperial
Toledo profanando, | |
hallasteis en su centro pavoroso
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el misterioso lienzo, en que pintados | |
vimos la vez
primera los alfanjes | |
y el ademán feroz de los
contrarios; | |
vos visteis en extraños caracteres
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de todos nuestros males el presagio. | 275 |
Ya se cumple
el funesto vaticinio | |
que leyeron mis ojos con espanto:
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pues ¿cómo vos testigo del portento | |
con
que os previno Dios, tan descuidado | |
no habéis
reconocido los semblantes
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de los conquistadores Africanos?
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¿Y cómo entre festines y delicias | |
volvéis,
a un vil amor abandonado, | |
a buscar en Florinda los
deleites? | |
Entrad en vos; quitad de vuestro lado | 285 |
la
causa del delito; sí: entregadme | |
esa infeliz mujer,
y Soberano | |
de vuestro corazón, haced que España
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recobre su esplendor amancillado. | |
Rendido (Se
arrodilla.) a vuestras plantas os suplico | 290 |
doméis
vuestra pasión, y hasta lograrlo, | |
no me alzaré
del suelo, donde humilde | |
vuestra virtud, vuestro valor
reclamo. | |