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ArribaActo III


Escena I

 

El teatro representa lo interior del campamento de los Godos; vista de la tienda de RODRIGO en el foro con puerta practicable; a la espalda de ella una colina, sobre la que hay una hoguera, que se verá arder a su tiempo.

 
 

EGERICO, Soldados que guarnecen las tiendas.

 
EGERICO
Ve aquí la hora feliz en que se logre
de nuestra astucia el fruto, compañeros:
trabada la batalla, ya se acerca
la ruina de Rodrigo; el campamento,
que a mi guardia y la vuestra ha confiado, 5
al valiente Julián entregaremos
al punto que las sombras de la noche
caigan de las montañas: el sangriento
combate, que en seis horas de exterminio
aún no cede al terror, en breve espero10
que ceda de una vez a la cautela,
y eleve nuestra suerte; ya el momento
se avecina de que Opas al contrario
incorpore sus tropas: llegue luego
este importante aviso, para hacerle15
la señal convenida por los nuestros
a Julián; él, oculto entre los montes
que ciñen este campo, conduciendo
ocho mil Africanos escogidos,
llegará a completar el vencimiento:20
veremos sobre el trono colocado
a Opas nuestro caudillo, y gozaremos
de su grande poder las recompensas
que ofreció su justicia a nuestro esfuerzo.
Caiga pues de su solio ese tirano25
usurpador Rodrigo... mas ¡qué veo!

 (Mirando adentro.) 

Él viene hacia este sitio; el disimulo
cubra nuestra intención, mientras sabemos
por qué causa abandona la batalla.


Escena II

 

DICHOS, RODRIGO.

 
EGERICO
¿Adónde vais, Señor? Decid ¿qué es esto? 30
RODRIGO
La traición más infame; la perfidia
más horrorosa que los siglos vieron
el vil Opas con todos sus parciales,
que en el choque lidiaban los primeros
contra los Africanos, abandona 35
nuestra común defensa, y revolviendo
sus numerosas tropas las espadas
contra su misma patria, sus esfuerzos
unen a los Alarbes ¡Oh malvados!
En vano con un crimen tan horrendo40
pensáis hollar la gloria de la España;
para hacerla triunfar hasta mi acero
EGERICO
¡Oh vergüenza! Señor, yo a vuestro lado
iré donde escarmiente...
RODRIGO
No pretendo
que me sigas.
EGERICO
Si acaso sospechosa
45
puede ser mi lealtad...
RODRIGO
Yo no sospecho
sino de la fortuna, ni confío
más que de mi valor en tanto riesgo;
a este fin, Egerico, de mi carro
en la batalla abandoné el gobierno;50
la tierra de cadáveres sembrada,
sus hacinados palpitantes miembros
retardaban el giro de las ruedas
en el duro combate a mi despecho.
Anda, Egerico, la acerada silla 55
oprima las espaldas del ligero
Orelia al punto, y su espumosa boca
ardiente tasque el reluciente freno,
que en él para animar a mis soldados
a la batalla presuroso vuelo. 60
EGERICO
Voy, Señor, a serviros. (

 (Aparte. Que se aleje conviene a mi cautela de este puesto.)  

 

(Se va.)

 
RODRIGO
¡Oh España! si mi brazo no te libra
del yugo del infame Sarraceno,
no contará la fama que Rodrigo
sobrevivió a tu afrenta ¡Amor funesto! 65
Tú eres de mi baldón el triste origen
¡Ah! yo de tu pasión maldigo el fuego,
que mi gloria eclipsó.
FLORINDA

 (Dentro de la tienda del foro.) 

Dejadme libre.
RODRIGO
¡Qué voz hiere mi oído con su acento!


Escena III

 

RODRIGO, FLORINDA a la puerta de la tienda; los soldados la impiden que salga.

 
FLORINDA

 (A los Soldados.) 

¡Ah! no me detengáis: dejad que vaya 70
a buscar una muerte que deseo.
RODRIGO

 (A los soldados que se apartan.) 

Soldados, apartad; no se la impida
que disfruten sus ojos el sangriento,
placer de la venganza.
FLORINDA
¿Qué profieres?
Cruel, ¿de qué me acusas?
RODRIGO
Del funesto
75
destino de la España; tú eres causa
de mi desdicha y su baldón eterno:
goza de tu traición.
FLORINDA
¡Sólo este golpe
faltaba a mi desgracia, santo cielo!
RODRIGO
Sí, mujer detestable; tu hermosura, 80
que yo ciego adoraba, y ya aborrezco,
es el fatal origen del estrago
que destroza la patria; tu altanero
desdén y tu venganza abominable
dieron a los traidores, el pretexto 85
para que conspirasen en su daño.
¡Ah! tarde lo conozco; pero al menos
conseguiré morir en este día,
en que se ha roto al fin el triste velo
de mi infame pasión: mujer nacida 90
por mi fatalidad, huye al momento
de mi presencia: aléjate al instante
de mi vista y de todo el campamento:
ve a buscar entre infieles y traidores,
un asilo seguro a tu perverso 95
rencor, mientras Rodrigo en la campaña
opone su valor a tus deseos.
FLORINDA
¡Hombre cruel!...


Escena IV

 

DICHOS, EGERICO.

 
EGERICO
Venid, Señor, ya queda
prevenido el caballo... mas ¡qué veo!

  (Repara en FLORINDA.)  

¿Florinda aquí?

 (A los soldados.) 

¿Quién es el temerario
100
que, olvidando atrevido mis preceptos,
la permite salir de la Real tienda?
RODRIGO
Yo lo mandé, Egerico; y te prevengo,
que si no se retira de mi campo,
en este mismo instante tus guerreros 105
la arrojen fuera de él con ignominia,
a merced del contrario; porque viendo
los valerosos Godos su abandono
lidien en mi favor con más esfuerzo;
en tanto que yo, odiando su hermosura, 110
que ahora me infunde horror, ira y desprecio,
consigo en la defensa de la España,
o vivir vencedor, o quedar muerto
 

(Se va.)

 


Escena V

 

EGERICO y FLORINDA.

 
FLORINDA
¡Qué escucho, eterno Dios! ¡Oh qué de ultrajes!
¡Ah monstruo de fiereza!
EGERICO
En breve tiempo,
115
señora, llegara vuestra venganza.
Sabed que vuestro padre...

 (Mirando adentro.) 

Mas los fuegos,
que sobre los collados, se descubren,
su llegada me anuncian. Compañeros, 120

 (A los soldados) 

alumbrad esa hoguera, que es su llama
la señal convenida.
 

(Encienden la hoguera.)

 
FLORINDA
¡Qué oigo, cielos!
¿Vos a la confianza de Rodrigo
faltaréis? ¿Llegarán al campamento
los contrarios? Traidor...
EGERICO
A vos, Florinda,
125
cuando humillada os veis por el desprecio
del Rey, no os corresponde darme un nombre,
que por mis procederes no merezco.
Yo debí obligaciones a Witiza,
que a Opas su hermano compensar pretendo: 130
Rodrigo es a mis ojos solamente
un vil usurpador del solio regio;
y a vos, que habéis sufrido su violencia,
(Si no fuisteis sensible a sus afectos)
no os toca motejar vuestra venganza. 135
FLORINDA
¡Yo sensible a su amor! ¿Qué estáis diciendo?
Jamás ha merecido ese tirano
de mí sino rencores y odio eterno.
De su postrer insulto sois testigo...
Bien decís... mi venganza es mi deseo. 140
Sí: perezca Rodrigo entre el estrago;
en su alcance volad; rompa su pecho
vuestra espada, Egerico; ante, Florinda,
arrastradlo a morir; que en sus tormentos
mi corazón se goce; que penetren 145
mis ojos las heridas de su seno;
que a mis plantas su infame sangre corra;
que sirva de tapete su sangriento
cadáver a mis pies; y en fin, que goce
del horror de sus últimos momentos. 150
EGERICO
Esa gloria Florinda, se reserva
de vuestro padre al vengador acero;
a él le toca; y si acaso la fortuna
hace que su valor no llegue a tiempo,
la lanza de Tarif sabrá lograrla, 155
o los corvos alfanjes agarenos.
FLORINDA
Pues qué ¿vuestra inacción...
EGERICO
Yo de este sitio
ni un instante, señora, faltar debo.
FLORINDA
¡Ah! quien vive de astucias y cautelas,
del general peligro siempre lejos, 160
como vos, se mantiene; pero Tulga
en breve de mi honor y mi desprecio
podrá lavar la afrenta con mi sangre.
 

(Quiere irse; EGERICO la detiene.)

 
EGERICO
¿Adónde vais, señora? Deteneos:
Tulga con sus parciales ha partido 165
por orden del Monarca; y a Toledo
antes de la batalla desterrado
fue con todas sus tropas.
FLORINDA
Ya comprendo,
que en vano por salvar la triste España
los valeros godos sus esfuerzos 170
oponen a Tarif; les falta el brazo
del invencible Tulga; ya perdieron
con él a los leales; y aún yo misma
de su justo rigor perdí el consuelo.
La muerte buscaré.
 

(Quiere irse; EGERICO la detiene.)

 
EGERICO
Ved...
FLORINDA
Apartaos;
175
no me impidáis que encuentre en el horrendo
combate quien furioso o compasivo
acabe de mi vida el vilipendio.
EGERICO
Mirad que vuestro padre...

 (Mirando adentro.) 

Pero él llega; 180
pues que descubro ya los Sarracenos
penetrar por las tiendas.
FLORINDA
¿Quién... mi padre?
¡Oh Dios! ¿qué haré?
EGERICO
Ya viene hacia este puesto.


Escena VI

 

DICHOS, JULIÁN, Guerreros Moros con los alfanjes desnudos.

 
JULIÁN
Africanos, seguidme; Amigo, hija,
a mis brazos llegad.

 (Se abrazan.) 

El justo cielo
185
cansado de sufrir la tiranía
a Tarif le concede el vencimiento.
Florinda, libre estás; si de Pelayo
te redujo al infame cautiverio
el valor insensato, a tu padre 190
logró romper tan vergonzosos hierros.
FLORINDA
¡Ah, señor! mi destino...
JULIÁN
Se ha trocado
en suerte venturosa; pero debo,
mi promesa cumplir antes que todo.
Egerico, a los fuertes Agarenos 195
que me siguen entréguese al instante
la guardia y el botín del campamento:
ellos han completado mi venganza;
a ellos debo mi honor; y en fin, son ellos
los que arrostrando mares y peligros 200
desde el África ardiente me siguieron
a la fértil España, de mi afrenta
vengadores y fieles compañeros.
Opas, a quien el trono justamente
le toca por legítimo derecho,205
les pagará el tributo estipulado
por la entera conquista de este Reino;
y yo que su favor y sus fatigas
les ofrecí tuviesen digno premio,
con los grandes tesoros de Rodrigo 210
de mi oferta he logrado el cumplimiento.
EGERICO
¿Sabéis si ha conseguido enteramente
la victoria Tarif?
JULIA
Aunque el esfuerzo
de Pelayo y de algunos atrevidos
disputan con furor el vencimiento, 215
perecerán en breve destrozados
entre el horror, la confusión y estruendo.
Desde esa codillera, que domina
el campo de combate, vi encubierto
a Opas pasar con todos sus parciales 220
al lado de Tarif; y revolviendo
sus armas contra el resto de los Godos
la suerte de la España decidieron.
La señal hice entonces convenida,
y sin esperar más, veloz desciendo 225
con mis tropas al valle, de esa hoguera
tu auxilio me confirma el raudo fuego;
y si aún del triunfo dudas...
EGERICO
No más, Conde;
Esa noticia ahuyenta mis recelos.
Africanos, venid. Estos soldados 230

 (Señalando a los Godos.) 

son mis parciales y aliados nuestros:
ellos no impedirán que la riqueza
Quede en vuestro poder del campamento:
el nombre de Florinda es contraseña,
que os hará en todas partes conocerlos; 235
y el que no lo pronuncie, a vuestros golpes
sin dilación ni excusa quedo muerto.
 

(Se va con todos los comparsas.)

 


Escena VII

 

JULIÁN, FLORINDA .

 
FLORINDA
Egerico, escuchad.
JULIÁN
¿Tú lo detienes?
FLORINDA
¡Oh padre! ¡si supieseis los tormentos
que mi afligido corazón destrozan! 240
JULIÁN
¡Qué escucho! Cuando todos mis deseos
se logran, cuando ves en este día
la destrucción completa del perverso,
que amancillo tu honor, ¿así abatida
te entregas al dolor y al desconsuelo? 245
¿Qué es esto, hija querida?
FLORINDA
Amado padre,
no puede resistir mi débil pecho
la imagen horrorosa del estrago,
que por mi causa sufren sin remedio
millares de inocentes: ni mi patria, 250
ni los Godos jamás parte tuvieron
en mis afrentas; fue Rodrigo impío
quien me sumió en la infamia, y el soberbio
quizá se salvará, cuando perecen
tantos míseros hoy por defenderlo. 255
JULIÁN
No lo esperes; Tarif me ha prometido
conducirlo a tus plantas vivo o muerto:
si lo cumpliere, que Rodrigo sufra
de ti la humillación y el menosprecio;
insulta su poder y su soberbia, 260
y ante tus ojos el erguido cuello
en el polvo doblegue, hasta que expire
entre angustias mortales y tormentos:
abre tu corazón a la alegría
que te presenta el cuadro lisonjero 265
de la venganza; para siempre borra
la compasión de tu sensible pecho;
y piensa que esos Godos, que te deben
tan inútil piedad, los mismos fueron
que astutos motejaron tu deshonra, 270
haciéndote feroces el objeto
del escándalo público; los mismos
que de Egilona los rabiosos celos
contra ti suscitaron, y que nunca
ni tu violencia ni dolor creyeron. 275
Gózate en su exterminio; que yo en tanto
voy a que en salvo al punto quede puesto
el botín de las tiendas, porque acabe
de consumirlas por mi mano el fuego.
 

(Se va.)

 
FLORINDA
Bien dice: ya no es tiempo de piedades; 280
del rencor solamente el fatal eco
mi corazón escucha; sí; perezcan
esos viles esclavos, que tuvieron
lengua para ultrajar a una infelice,
y que cobardes en el choque fiero 285
no salvaron la gloria de su patria,
por estar desarmados como siervos.
¿Y he podido un instante de su suerte
compadecerme? ¡Oh rabia!... Me avergüenzo
de mi debilidad. ¿No soy Florinda? 290
¿No soy la que afrentada..., ¡Oh vil recuerdo
de mi ignominia!... ¿Acaso a repararla,
basta la destrucción de todo un Reino?
¿Basta la sangre toda de los Godos
serviles, miserables? ¿Valen ellos 295
más que mi agravio? No: pues si no pueden
sus vidas expiar mi vituperio,
al menos que señalen con su muerte
mi venganza a la faz del universo.


Escena VIII

 

FLORINDA, después PELAYO con la espada desnuda.

 
PELAYO

 (Dentro.) 

Rodrigo.
FLORINDA
¡Qué, he escuchad! ¿Quién...
PELAYO

 (Dentro.) 

Rodrigo
300
FLORINDA
¿No es la voz de Pelayo?
PELAYO

 (Saliendo.) 

¡Oh vilipendio!
¿Adónde estás, Rodrigo?... ¡Oh Dios qué veo!
¡Florinda, vos aquí con los traidores!
FLORINDA
¿Qué os admira, Pelayo? Si, mis ruegos
para que me alejarais de este sitio 305
fueron vanos con vos.
PELAYO
Me admira el veros
con vida, cuando ya por vuestra causa
religión, patria y Godos fenecieron.
FLORINDA
Pues aun vive mi afrenta.
PELAYO
Sí; y eterna
será para serviros de tormento 310
con esta vil venganza.
FLORINDA
¡Qué Pelayo
conmigo descortés...
PELAYO
¡Oh Dios!...dejemos
vanas reconvenciones: si se alberga
algún resto de honor en vuestro pecho,
decid cual es la suerte de Rodrigo; 315
y si aún puede mi brazo socorrerlo,
esta espada...
FLORINDA
Pelayo; reservadla,
para que acaso logre en mejor tiempo
recuperar la gloria de los Godos,
si son dignos algunos de teneros 320
por su caudillo; entonces más valientes
recobrarán su patria; y si el deseo,
que a este sitio os conduce es la defensa
de Rodrigo, sabed que ya habrá muerto.
 

(Empieza el teatro obscurecerse.)

 
PELAYO
¿Quién el bárbaro fue...
FLORINDA
Fue mi venganza;
325
fue mi rencor, y en fin, los mismos fueron
que oprimió con su orgullo y tiranía.
Si no queréis también que vuestro esfuerzo
víctima llegue a ser del Africano,
huid, Pelayo, huid del campamento, 330
pues sabéis las salidas más ocultas;
y si alguno intentase deteneros
mi nombre pronunciad. Ya de la noche
 

(Obscurece más.)

 
las sombras se avecinan; los momentos
no perdáis vanamente en este sitio; 335
y sabed que yo os libro de este riesgo,
por la grata memoria de que un día
tuvisteis el ilustre atrevimiento
de aspirar a que fuese vuestra esposa.
PELAYO
Castiguen ese infame pensamiento 340
los cielos con su cólera implacable
en mi odiosa existencia; ya comprendo
vuestro horrible designio; ya descubro
vuestro falaz engaño, y me arrepiento
de haberos compasivo conducido 345
adonde vuestros viles fingimientos
consiguieran su fin. ¡Oh qué insensato!
Habéis alucinado con el velo
de la santa virtud mi confianza:
quedad entre traidores y perversos, 350
a quienes vuestro nombre abominable
sirve de vil señal; vivid con ellos
viendo la esclavitud de vuestra patria;
vivid, para que el bárbaro Agareno
a vuestra vista imponga sus cadenas, 355
las vírgenes reduzca al vituperio,
atropelle las leyes, y profane
la inmunidad sagrada de los templos;
allí seréis testigo del ultraje
de vuestro Dios; los fríos monumentos 360
de vuestros respetables ascendientes,
por vuestra infamia hollados con desprecio
serán del Africano, y levantando
sus pavorosas sombras el lamento
de la venganza, acompañando el grito 365
de la desolación sus tristes ecos,
maldecirán el detestable nombre
de la odiosa Florinda; y repitiendo
su imprecación el orbe horrorizado
será eterna en los siglos venideros. 370
 

(Se va.)

 
FLORINDA
Esperad ¡ay de mí!... Pelayo, oídme.
¡Qué horrible maldición! Yo me estremezco.
Mísera, ¡qué he escuchado! Sus palabras
para siempre destierran de mi pecho
el bárbaro placer de la venganza: 375
¡Qué imágenes odiosas, qué funesto
cuadro de la ignominia de mi nombre
sus voces a mi oído repitieron!
¡Padre cruel! lograron vuestras iras
mi orgullo despertar por un momento; 380
llegué a vanagloriarme del estrago
causado por mi afrenta. ¡Qué horror, cielos!
¿Y lo habéis consentido? Ya Pelayo
Del atormentador remordimiento
Dispertó en mí las implacables furias... 385
Aniquilad piadoso, Dios eterno,
mi vida criminal, lanzad el rayo,
que en vuestra justa diestra está suspenso,
sobre mi delincuente vil orgullo,
que con loco tesón pudo ofenderos; 390
y antes que llegue a ver tantos horrores,
exterminad mi vida justiciero.
 

(Queda apoyada al bastidor con abatimiento.)

 


Escena IX

 

FLORINDA, TARIF, Africanos con el manto, corona y puñal de RODRIGO; los alfanjes desnudos.

 
TARIF
Florinda.
FLORINDA
¿Quién?... Tarif... ¡oh Dios!
TARIF
Escucha.
Ya mis gloriosas armas consiguieron
el dominio de España; en vano ha sido 395
que opusieran los Godos sus esfuerzos
al valor de Tarif; sembrado el campo
queda de sus cadáveres sangrientos:
he tenido presente tu venganza;
en medio del horror mis Agarenos 400
aspiraban furiosos a dar muerte
al Monarca Rodrigo; él oprimiendo
la fuerte espalda del fogoso Orelia,
ceñida la corona al duro yelmo,
prendido al hombro el manto salpicado 405
con la sangre africana, y el acero
en ella enrojecido, la victoria
retardó a nuestras armas largo tiempo;
hasta que al verse sólo y acosado
de nuestras fuertes lanzas, con despecho 410
se arranca y tira las insignias Reales,
los ijares desgarra del ligero
bruto, y veloz del hondo Guadalete
saltar el cauce intenta; mas los muertos
que amontonados con las rotas armas 415
engrosaban las ondas de su lecho,
hicieron que el caballo generoso
sepultase en las aguas a su dueño.
Sin duda ha perecido; y pues la suerte
impide que a tus plantas prisionero 420
o muerto lo postrara,. los despojos
altiva huella de su solio regio.
 

(Arroja a sus pies el manto, corona y puñal de RODRIGO.)

 
Así cumple Tarif con la palabra
que a tu padre le dio; y aunque los medios
de su infame traición y tu venganza, 425
son viles a mis ojos, si por ellos
la España he conquistado, y la ley santa
del gran Profeta en su confín extiendo,
publicará la fama las victorias
que mis grandes hazañas consiguieron. 430
Africanos, venid; pues sólo falta
consumir y asolar el campamento.
 

(Se va con los suyos.)

 
FLORIDA
¡Ah, Florinda! ve aquí de tu venganza
el suspirado, el execrable resto.

  (Señalando los despojos de RODRIGO.)  

Considera si pueden tus ultrajes 435
compensar estos débiles trofeos:
 

(El teatro está oscuro enteramente.)

 
Reflexiona, infeliz, el cruel lenguaje
con que un bárbaro muestra el menosprecio
que la traición merece: ¿y quién la causa?
¡Ay triste! ¿qué discurro? yo el funesto 440
origen soy de tantas desventuras,
de tanto estrago, horror y vilipendio
¿Y estar podré inocente? No: mi orgullo,
mi vanidad acusan los lamentos
de un pueblo desolado... yo los oigo 445
mi nombre maldecir... ya llegó el tiempo,
madre cruel, de ver cumplida en todo
tu horrible imprecación... ¡oh Dios! ¿qué veo?
 

(Se ve arder por todas partes el campamento.)

 
¿Esa llama que anuncia? Mi venganza...
Mi bárbara venganza... ¿adónde, cielos, 450
me ocultaré?... ¿Que pretendéis vosotras,
errantes sombras, que a la luz del fuego
vuestras heridas me enseñáis sangrientas,
me descubrís los destrozados miembros?
¿Qué pretendéis? Rodrigo fue la causa... 455
Yo fui sólo infeliz... piedad... teneos...
¿Señaláis sus despojos... su corona...
su manto enrojecido? Sí... este acero

 (Tomando el puñal.) 

cobarde, con que Tulga enfurecido
penetrar quiso mi angustiado pecho, 460
es el que señaláis; vuestros semblantes,
de mortal palidez y horror cubiertos,
se animan a su vista: sí: mi sangre
pedís con alaridos y lamentos...
Sí... la veréis correr... Muera Florinda 465
cuando perece España, y en el seno
del sepulcro su vida y su delito
hunda por siempre con oprobio eterno.
 

(Se hiere y cae.)

 


Escena X

 

FLORINDA, moribunda, TARIF, JULIÁN, EGERICO, comparsa de Africanos, y parciales de Egerico.

 
JULIÁN
Florinda, la venganza... ¡Oh Dios! ¿qué miro?
Socorredla. Hija mía...

 (A los comparsas que la levantan.) 

FLORINDA
¡Oh qué tormento!
470

 (A su padre.) 

¡Ah traidor!... es mi padre... Retiraos...
Por vos murió la patria... ¡Oh Dios!... yo muero.

 (Expira.) 

TARIF
El crimen, la traición y la venganza
siempre tal recompensa merecieron.