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ArribaCanto XII

Conduce Sandoval a Tezcuco los Bergantines, con nuevas Milicias de la República de Tlaxcala: Vuelve el Héroe sobre Theneyocán, y Atzcapotzalco, Ciudades de la Ribera; y refiérese el raro ardid, que dispuso en Tacuba Quauhtemuch contra sus Armas, y la pérdida que hubo en ambas Partes: Ganan a Huastepec, en cuya Batalla corren sangre los Ríos, y después a Quahnahuac, conocida ya por Cuernavaca: Acomete aquel a Xochimilco, con ánimo de reconocer la Laguna, y experimenta otro peligro en su persona: Paga con la vida un Soldado Español la oculta sedición que tenía dispuesta, y poco después sucede lo mismo al mozo Xicontecatl: Échanse al agua los Bergantines, y destrozan una numerosa Flota de Canoas Mexicanas, a tiempo que los nuestros toman puestos en Tacuba, Ixtacpalapa, y Cuyoacán, para bloquear la Corte. Disponen los Mexicanos una celada contra los Bergantines, y la consiguen, padeciendo los nuestro una rota considerable en el Trozo de Cuyoacán, al asalto que intentan para impedir los Víveres , de que ya necesitaba la Ciudad: Con esta victoria, y otros ardides, consigue el Emperador, que desamparen a Cortés los más de los Aliados, aunque a pocos días llegan en mayor número: Acometen los tres Ataques por sus Calzadas, y toman puesto dentro de la Corte, en el Mercado de Tlatelolco: (en su Idioma montón de gente) Retirase el Monarca, mientras entretienen con dobles Capitulaciones los Trátados de Paz, embarcándose en otra Ensenada, para dejar dudosa la posesión, en caso de meyor accidente: Advirtiendo los Españoles su Estratagema, acometen con todo el grueso de sus fuerzas, así por tierra, como por agua; y la resistencia, que hacen principalmente en la Laguna, dice la calidad de gente, que conduce aquella Flota, hasta que avanzando García de Holguín, a la Piragua Real, hace prisionero al Emperador, cuya noticia apaga el tesón con que toda la Nobleza aún defiende los Puestos en la Ciudad, y queda dueño de tanto Imperio el Felicísimo, Invicto, Augusto Emperador Carlos Quinto.




Argumento

Las cercanas Ciudades por trofeo
Avanza el Español. y el Soberano
Las socorre, halagando su deseo,
El destrozo que infiere al Castellano:
Ocúpanse los puestos al bloqueo
Por agua, y tierra; y aunque el Mexicano
Lo rehúsa, queda (su derecho extinto)
México por el César Carlos Quinto.



1 Aquellos nobles Héroes generosos,
En quienes la virtud sobresalía,
Dando en reflejos siempre luminosos,
Resplandores de más soberanía:
Colocaba discreta en sus Colosos,
Como dándoles otra Jerarquía,
La antigüedad, por cuyas prendas caras,
Entre sus Dioses les partió las Aras.

2 ¡Qué mucho, si con luz mayor, atento,
Más que hombre al Héroe, mira ya el Cristiano,
Cuando ve su feliz entendimiento,
Regir la voluntad con cuerda mano!
De aqueste primer Moble del talento,
Polos son uniformes, nunca en vano,
La Prudencia en el acto que confía,
Y en la potencia la Sabiduría.

3 Esta obra preciosísima del Alma,
En que consiste con verdad, la suma
Felicidad humana, a cuya calma
Mansa reposa, cuando más se bruma:
Forma en el hombre, donde ve tal palma,
Un Panteón alto, que a una, y otra Pluma
Burla, al mostrarle como entre bosquejos,
Virtudes raras de divinos lejos.

4 Como el impulso de éstas no sosiega,
Siempre agitado de alto movimiento,
A más, y más buscando el fin, se llega
Con su vicisitud hasta su aumento:
Uso, y disposición prudente agrega
El virtuoso, a tal grado, y ornamento,
Que une a lo heroico su expresivo nombre,
Si menos que Deidad, mucho más que hombre.

5 Éste de la razón nivel perfecto,
Reglamento gentil del albedrío,
Justo equilibrio, donde vive recto
De la verdad el sumo señorío:
Es el fin del Heroísmo, y el objeto,
Que con dominio del sentido, y brío,
Encumbra al racional en quien impera,
A más sublime dilatada Esfera.

6 Con razón fabricado en alta cumbre
Se vio de un Monte, el Templo de la Fama,
Y colocada arriba en su techumbre,
La virtud suma, que a lo heroico clama:
No sin misterio fue, pues su vislumbre
Dice lo inaccesible que allí llama;
Y cuan poco debieron a su huella
Subir aquel, y coronarse de ella.

7 Feliz quien alcanzó tanta victoria;
Feliz Hernán Cortés, cuyo valiente
Denuedo, a conseguir tan justa gloria
Llega a escalarle por orlar su frente:
Muy breve se ha de ver, y su memoria
Viviendo eterna en ese transparente
Viril, podrá decir con labio mudo,
Que por sí él sólo, merecerla pudo.

8 Ya del fragoso Bosque a la Ribera,
(De Tlaxcala a Tezcuco) se conducen
Los marinos Baluartes de madera,
Que en peñas nacen, y entre perlas lucen:
Ya sus crujientes máquinas espera
La prudencia, pues a ellas se reducen
Las demás provisiones, y a su empleo
Crecen las ansias, mientras son deseo.

9 Con ellos fondo, Sandoval da en tierra,
Al Astillero que hallan oportuno,
Y con cuarenta mil hombres de guerra,
Que el Senado encomienda a su Tribuno:
Chichimecatl, que en sí galán encierra
Valor cual todos, aire cual ninguno,
Viene con ella, dando su expediente
De México a la toma más corriente.

10 Para la nueva formación segunda,
Que ha de perficionar partos iguales,
La Playa, el Astillero ya se inunda
De gente de Marina, y Oficiales:
Un Trozo aquí los ligamentos funda,
Ajustando sus piezas principales;
Otro las tablazones encadena,
Hasta que borre cintas la carena.

11 Adelante la Fragua de Vulcano,
No bate Petos, forja Estoperoles,
Pernos, y Armellas, con que el Ferro llano
Queda uno de la Quilla, a los Peñoles:
Otros en Lona, y Cables dan la mano
A zurcir Brazas, Amantillos, Brioles,
Para infundirles con la compostura
El adorno, que es alma en la hermosura,

12 Tal de oficioso enjambre en la floresta,
Al tomillo unas sal celeste esquilan;
Otras chupan el néctar, que le apresta
La Alba a los lirios, que después destilan:
Otras en vez de aljófar por la cuesta
Liban en nácar, cuanto en perlas hilan,
Para que en la Colmena su ejercicio
Labre de Cera, y Miel el Edificio.

13 En tanto, pues, que el susurrante anhelo,
Tareas abraza como Ley precisa,
Cuyo sudor, aunque anda como al vuelo,
Irá despacio, porque está de prisa:
Del Adalid fogoso activo celo,
A otros compases nuevas líneas pisa,
Probando en los Poblados su fortuna,
Porque no admite paces la Laguna.

14 Treinta mil de Tezcuco, y de Tlaxcala,
Siguen a sus doscientos Españoles
En Compañías vistosas, cuya gala
Bordó el Pavón de rojos tornasoles:
Huella a Tulpetlat, y a Chicnautlán tala,
Y el clangor de rosados caracoles
Alborotó la Corte en un momento,
Pues por los aires se lo dijo el viento.

15 Ejército copioso en la Campaña,
Celando a Theneyocán su venida
Profunda el paso , que con agua engaña,
Haciendo al pie dudosa la salida:
Vence dificultades que no extraña
El Héroe, y avanzando a la surtida,
El vado oculto con mediana hondura,
Pudo a todos meterlos en cintura.

16 Los Mexicanos antes que a su orilla
Arriben, de Macanas la guarnecen,
Aunque al vibrar aquellos su cuchilla,
Las perlas en coral se desparecen:
Crece la oposición que no se humilla,
Y de unos, y otros los estragos crecen,
Tantos, que España vuelta nieve en grana,
Nadó hoy en sangre, pero Mexicana.

17 Salta a tierra siguiendo al enemigo,
Que atropellado la Ciudad defiende,
Y busca de los Muros el abrigo,
Cuando ve al Español que los pretende:
Con la Vanguardia que sacó consigo
Parte a asaltarla, mientras la otra enciende
Ya en tierra su ira, con que en breve espacio
Ganan Plaza, Murallas, y Palacio.

18 De Theneyocán pásale su acero
A Atzcapotzalco, Pueblo tan cuantioso,
Que era de ellos llamado el Hormiguero,
Según hirvió de gentes numeroso:
Ochenta mil Soldados de primero
Abordo afrenta contra el Cid famoso,
No para defenderse, solamente
Para llamarlo donde está su gente.

19 Tiene el valor la calidad del rayo,
Que por más que dispare su violencia,
Perdona al Junco, porque en su desmayo
Conoce que le falta resistencia:
Sólo en el Cedro llega a hacer ensayo
De su temida rápida potencia,
Como enseñando, que a un furor sangriento,
Le desarma no más el rendimiento.

20 Por esto deja a Atzcapotzalco luego,
Sin brotar de su incendio leve amago,
Que era desdoro de tan noble fuego,
Donde no hay competencia hacer estrago:
A Tacuba abalanza, porque ciego
Aquel gran trozo, quiere en ella vago
Con Montañas de pluma, que ya enrama,
Jactar oposiciones a la llama.

21 Con explayada frente prevenido,
Espera que se acerque, tan valiente,
Que confiado en su brazo presumido,
Se atreve a hacerle rostro con la frente:
Pero a menor distancia reprimido,
Valor para la mano apenas siente;
Que por más que otro diga, en tanto estrecho,
No hay mejor cara, que la que hace el pecho.

22 De ciento en ciento caen despedazados
Los Bárbaros, al plomo, y al acero,
Sin poder el retén de sus Aliados
Reforzar la Vanguardia a su Flechero:
Perdiéndose ésta, pueden alentados
Los Españoles por aquel terreno,
En Tacuba encerrarlos a porfía,
Por si reservan más para otro día.

23 Los seis siguientes de la propia suerte,
Pérdidas lloran, siempre que atrevidos
Van a Ahuexotlán, Montañuela fuerte
Donde viven los nuestros guarnecidos:
Y porque ya gastada el Héroe advierte
La fuerza de su Plaza, y desunidos
Los Trozos Mexicanos, el encuentro
Que hizo por fuera, va a seguirlo dentro.

24 Para dar el ataque que pretende
A México, es forzoso aqueste paso,
Como el más principal, del que depende
Quitar a la Calzada aquel traspaso:
En Cuyoacán, e Ixtacpalapa entiende
Hacer lo mismo, pues llegado el caso,
Los socorros impide a sus surtidas,
Y a sus Vasos, y gente da avenidas.

25 Resuelta la facción, luego que el Cielo
A vestirse empezó con alegrías,
Y a medio levantar saludó al suelo,
Dando al primer albor los buenos días,
Su general, su próvido desvelo
A los suyos anuncia bizarrías;
Pues siempre están con gusto celebrados
Días, que son de victoria a los Soldados.

26 Extraña resistencia el Enemigo
Hace al asalto de esta grande Plaza,
Pues en el Mexicano finge abrigo,
Y con su tren el tramo le rechaza:
Por romperlos Cortés une consigo
Sus Escuadrones, y embestirle traza,
Antes que aquel a tal efecto llegue,
Para que en granas, o cristal se anegue.

27 Animoso disputa la avenida,
Y poco a poco va perdiendo tierra,
Dejándose cargar con fementida
Retirada, que llama a nueva guerra:
Empéñanse sobre ellos, no entendida
La cautela, pues luego que los cierra
En la Calzada, presto se repara,
Y aquí sí que hace con las manos, cara.

28 Cúbrese de penachos la Laguna
Por ambos lados, con moción tan breve,
Que se dudó, sin repugnancia alguna,
Como en carmines se cuajó la nieve:
Tanto a estrecharlos llega la importuna
Gente, que de Tacuba el paso mueve,
Que les embarga con su movimiento,
Aún la respiración, si no el aliento.

29 No así en la azul Campaña de Anfitrite,
Alguna vez cercada de lunadas
Lonas, Maltés Galera a tal envite
Rompió sangrienta furias represadas:
Cuando el Pagano, sin hallar desquite
A su locura, lamentó anegadas
En undoso sepulcro, con espanto,
Quillas, que asombro dieron a Lepanto.

30 Tal reventó, y fuerza fue, si opresa
Estaba España allí, que rebosase
Con estruendo mayor, cuya sorpresa,
Plumadas velas en coral ahogase:
No hubo Piragua sin quedar pavesa;
No hubo rabia que no se quebrantase;
Porque entendiesen, que a su demasía
No hay Noches tristes para cada día.

31 Arrebató por la asta la Bandera
De Volante, Quauhtzapotl, y al instante
Volando el dueño, dio a entender que él era
Más que en el nombre, por el brío, Volante,
Nadando lo mató, porque se viera
Que el valor en aprieto semejante,
Para haber de arribar adonde fragua,
Se ha de echar antes por el nombre, al agua.

32 Desbaratada tanta muchedumbre,
Que a inundarlos llegó, pudo valiente
A Tacuba volver, como a la lumbre
Que está del agua, bien que más ardiente;
Y mirando la inmensa pesadumbre
De Tropas Mexicanas a la frente,
Se retira a Tezcuco, satisfecho
Que para más hacer, le sobra el hecho.

33 Militar Quauhtemuch Levas mayores
Manda a Chalco, durante esta pereza,
Arbitrando designios superiores,
Para recuperarla con presteza:
A sus oídos alcanzan los rumores,
Y al punto Sandoval su Fortaleza
Ocupando, las otras van alzadas
A Huastepec, con orden desmandadas.

34 Para desalojarlos del paraje,
Que a la vuelta romper puede el embozo,
Los nuestros suben, por donde el boscaje
Hizo de fresnos verde calabozo:
Coronando la cumbre del villaje
Los Bárbaros, aprestan tal destrozo,
Que presumida Nube su Colonia,
Refrescó el llanto, que asoló a Bononia.

35 Cual mina, en quien granado átomo leve
De preparado fuego, en un instante
Vuela, destroza, parte, hiende aleve,
Monte que al peso se miraba Atlante:
Rompe su cima con violencia breve
Escollos, que no pudo el gran Tonante,
Y cegando la cuesta por quien bajan,
En granizo de piedras se desgajan.

36 No (dice Sandoval) vano despojo
Hemos de ser, de los que ya deliran;
A vencer arribemos con enojo,
A los que cantos, más que flechas, tiran:
Subiendo, como puede, va su arrojo
A la eminencia, que es adonde aspiran,
Y el choque huyen de peñas entre breñas,
Que por bien dadas, aún quebrantan peñas.

37 Queda a fuerza de brazos coronada
De Españoles, si bien con una roca
La fortuna, por verse despreciada,
Pudo en algunos declararse loca:
Entre estos ve a Domínguez irritada,
Mas tal es el valor que la provoca,
Que forzada se vio, cuando él se anima,
Para vencerlo, a echarle un Monte encima.

38 A incorporarse el Bárbaro desciende
Con las Tropas, que están a la otra parte
Del Río Huastepec, cuyo nombre extiende
A la Provincia donde se reparte:
Aquesta Capital cauta defiende
Guarnición Mexicana, con tal arte,
Que puede mantenerse desunida,
Y dar a la Laguna su corrida.

39 Aquí con su tijera corta estragos,
Atropos ciega, sin humano asilo;
Pues de millares de Enemigos, Lagos
Forma al mordiente de su duro filo:
Horribles muertes son aún los amagos,
Que haciendo arroyos tanto vital hilo,
Hubieron de teñir su espuma cana,
Porque su aljófar naufragase en grana.

40 Vio Numidia, vio Italia, las corrientes
Del Bragada, del Po, vueltas granates,
Cuando por Mario, y Escila tantas gentes
Aumentaron sus ondas a combates:
Vio Babilonia púrpuras calientes
Las transparentes aguas del Eúfrates,
A la espada de Ciro, cuando impíos
De las gargantas reventaron ríos.

41 Fuerza era sí, que viese en sus confines,
Por osadía mayor, hecho diluvio
De racionales trémulos carmines,
La Zona Indiana, su galán Danubio:
Que atentos unos, y otros revellines,
Éste sólo debía correr más rubio;
Si aquellos hacen tal con su Cuchilla,
¿Qué no hará España, cuando más se aorilla?

42 Aún así no sosiegan lo sangriento,
Al ver que Osma perdió la espada a un tajo;
Tetl, y Octlica le abrazan, y al momento
Todos tres ruedan por la cuesta abajo:
Despeñados se llevan otros ciento,
Y a Tapia que peleaba en un atajo;
Y cayendo de arriba al río profundo,
Fueron a resollar el otro Mundo.

43 Ganada la Ciudad, desde ella emplazan
A Cuextlahuacán, donde todavía
Se hacen fuertes, y el Puente despedazan,
Para cortar el curso a su osadía:
Bernaldiez, y Guzmán un tronco abrazan,
Y por él cruzan, cuya gallardía
Dio o saber, que se puede en verdes tramas
Acometer, andando por las ramas.

44 Ceden al fin, mirando tan terrible
Extremo del valor, y a sus alientos
Conocen ya, que nada es imposible
A quien llega a vencer los elementos:
Aclamando por dueño al invencible
Alemán César, y con él contentos,
Sacuden la Cerviz al Mexicano,
Y a otro yugo se ponen de su mano.

45 Únense con el Héroe, cuya espada
Reconocer a Xochimilco piensa,
Por la parte que puede se ensenada
Servir de abrigos, o inferior ofensa:
Bien su asistencia fue premeditada,
Pues a su guarnición, como a defensa,
Llegan como parciales declarados,
Enemigos, mas no reconciliados.

46 A más de éstos, en México se apresta
De treinta mil un grueso, con deseo
De socorrerla, porque ya le cuesta
Al Monarca, cuidado el nuevo empleo:
Miden los brazos, y el furor se arresta
Desde que por Latona el Didímeo,
Fue mecido en su cuna a la mañana,
Hasta que Anciano, tumba halló de grana.

47 Volvió a nacer el Fénix de sí mismo,
Y también el Caudillo al lucimiento;
Que el valor del que es grande en tal abismo,
Hace como Titán su nacimiento:
Con luces, y hojas mira el Gentilismo
A ambos en la Ciudad en un momento,
Como si aún entre rayos, y cuchillas,
Él, y el Sol no estuvieran en mantillas.

48 Empeñado su ardor se engolfa tanto
Entre los Enemigos, que queriendo
Volver a su retén, es cuando el Canto
Andaluz, en que corre, va muriendo:
Lleno de heridas grita su quebranto,
Y su Aquiles el golpe previniendo
Al espirar aqueste, prontamente
Se dejó caer sobre la propia gente.

49 Cayó, cual roble al viento desprendido,
Cual Baluarte volado a oculta Mina,
Cual obelisco al rayo demolido,
Que causan más estrago en su ruina:
Levantan los demás el alarido,
Y acuden tantos, que hasta la hoja fina,
Cansada ya de golpes tan espesos,
Quedó mellada de ir trinchando huesos.

50 Anteón Indiano Telpochs, cuya frente
Tanto eleva su bárbara estatura,
Que domina las picas de su gente;
Tal es su corpulencia, tal su altura:
Con él se abraza tan resueltamente,
Confiado en lo que puede su bravura,
Que el triunfo consiguiera su deseo,
Si entre sus brazos no estuviera Alceo.

51 No tan feroz furioso Cierzo inclina
A un lado, y a otro tierna humilde caña;
No tan sañuda dobla gruesa encina,
Que fue obelisco verde en la Campaña:
No tan violento mece la Colina,
Y a un tiempo al Cielo, y al abismo empaña,
Creciendo (en esto noble) su impaciencia,
Cuanto creciendo va la resistencia.

52 Como aquí el Adalid, de una a otra parte
Cimbra al Jayán, restituyendo al viento,
Del Penacho las plumas que reparte,
Y a la tierra aquel Monte sin aliento:
Por Hércules le tienen, o por Marte;
Y no obstante tan alto vencimiento,
Fajan sobre él, que si antes abalanza
Odio sólo, ya es odio con venganza.

53 Llegan (¿y cómo llegan?) a empeñarse
Hasta lo sumo, por dejar postrada
Tanta vida; pero él, con explicarse,
Les dijo luego ser lo mucho nada:
Mas como no había allí de liberarse,
Estando acompañado de su espada,
Si para verse con el Mexicano,
El remedio mejor tenía en la mano.

54 Del General el riesgo advierte Olea,
Y rompiendo por brechas enemigas
Se une con él, que intrépido pelea,
Cortando cuellos, cual pudiera espigas:
Retírase el Contrario, y porque sea
Mayor su rota, manda a las amigas
Naciones que le aneguen, y el acero
Las órdenes le libra al surgidero.

55 Ya con esta victoria, y conseguido
El vado en Xochimilco, da la vuelta
A Tezcuco, creyendo fenecido
El afán, en que está su gente envuelta:
Pero antes que tal gusto vea cumplido,
Sabe en los suyos la maldad resuelta;
¿Otro escollo? ¿Otra Escila? Y más extraña,
No la envidia lo diga. Villasaña.

56 De poco a mucho sube grado a grado
Lenta pasión, adonde más alcanza;
De queja es displicencia, luego enfado,
Odio después, y al fin se hace venganza:
Ir desde malo a peor, es tan trillado
Camino, que se corre sin tardanza;
Y es más que maravilla que dejarle
Pueda, quien una vez empezó andarle.

57 Con estos pasos consiguió atrevido
Villasaña, de Cuba a la promesa,
Ver de algunos firmado su Partido,
Y matarle en el Lecho, o en la Mesa:
Por el conducto confidente instruido,
Le prende luego por lo que interesa;
Pues del tímido el cuerdo es bien se guarde,
Porque es sobrado arrojo el de un cobarde.

58 Con pretexto de hacer oculto oficio
Quedó sólo con él, y diestro usando
De la noticia, confirmó su juicio
El papel, que del seno fue sacando:
Clara miró su culpa a tanto indicio;
Mas si está de este modo averiguando,
De fuerza había de ver patente el hecho,
Si hasta la mano le metió en su pecho.

59 Ya Julio César no dirá animoso,
Que tal grandeza sólo en él asoma,
Dando al fuego los pliegos jactancioso,
Que contra él a Pompeyo enviaba Roma:
Si por quedar con todos más airoso
Lo emprendió, por lo mismo el Héroe toma
Partido igual, porque en estrecho alguno,
Jamás rinde ventajas a ninguno.

60 Y antes éste le excede, porque aquella
No fue grandeza, sí ambición del Trono,
Pues no se dio por entendido de ella,
Temiendo en el Senado nuevo encono:
La magnanimidad, que aquí descuella,
Es dando sin temor más alto abono;
Y es más que obre el valor por tolerancia,
Que no por conveniencia la arrogancia.

61 Pero respecto al cuerpo que ha tomado,
Para cortar la raíz a su malicia,
Calla la independencia, y sentenciado
Da lugar la piedad, a la justicia:
Con decir que el papel se había tragado,
Perdonó de los otros la estulticia;
Y con lucir de un yerro los arrojos,
Dio que beber también a muchos ojos.

62 Primor fue disponer, que el Reo, testigo
Pudiese sin hablar ser instrumento,
Que al cómplice dijese en su castigo,
Cuanto era necesario al escarmiento:
Pues quedando pendiente de un postigo,
Levantó el grito de su fin sangriento,
Aún estando al horror que lo adelanta,
Muerto, y con un dogal a la garganta.

63 Logrose al fin, valiéndoles su engaño
De dar afectación a lo constante;
Que es gran predicador un desengaño,
Y más teniendo el ejemplar delante:
Pero no en todos, pues a su tamaño
Poco después brotole semejante
De Xicontecatl genio bullicioso,
Para quedar en villanías famoso.

64 Desde que Chichimecatl por Tlaxcala
Vino, quedó con ella desabrido;
Que su espada, a quien (dice) otra no iguala,
Llegase en tal conducta a dar partido:
Y mirando que el Héroe, cuando tala
La Laguna, mora él la del olvido,
Desertó, para dar prueba segura,
Que un cerril natural no tiene cura.

65 Y no bastando cuanto conveniente
Camino, la razón, o la prudencia
Ofrecen; y antes más irreverente
Desde la fuga va a la resistencia:
Paga con la cabeza su imprudente
Resolución, quedando a tal sentencia
Tlaxcala no sentida, que a su espada,
Desde que fue traidor, fue ejecutada.

66 ¿Qué noche hubo tan larga, que su día
No tuviese? La de éstas tenebrosas
Murió, al rayar pacífica alegría,
Aurora de sus sombras sediciosas:
Amaneció el sosiego que solía,
Y al dar luz, y calor a otras airosas
Prevenciones, subió con este ensayo,
De brasa a fuego, de reflejo a rayo.

67 Ya de Isis en el Templo reverente,
Ahumaba aromas el Gitano vicio,
Como en recuerdo del favor reciente,
Que fue del Tutelar más beneficio:
Cuando tres Lunas antes vio patente
Celebrar su fatídico Solsticio,
Haciéndole ahora proporción sonora
Al Equinoccio de Aries que le dora.

68 Veía también la Zona Mexicana
Este punto a su Polo luminoso,
En ocasión que a su Laguna cana
Ya cortaba el Velamen vagaroso:
Placentera la Playa Tescucana,
Puerto Español jactaba delicioso,
Bordando a cada Buque que lo bruma
Marco de perlas, con cairel de espuma.

69 Ya Capitanes de los Bergantines
Entran izando cabos, y amantillos;
Los Díaz, Aragoneses, los Holguines,
Carbajales, Sotelos, y Portillos,
Los Ruizes de la Mota, y Magarines,
Los Barbas, y alentados Xaramillos,
Los Flores, los Rodríguez, los Briones,
Los Loberas, y nobles Morejones.

70 Para los tres ataques, que por tierra
Determina, en Tacuba, en Ixtacpalapa,
Y Cuyoacán, (Calzadas en que cierra
México, cuanto ciego fue a la Zapa)
Triplicados Ejércitos de guerra,
El cordón ponen de la Corte al Mapa,
Para bloquearla dando con su abrigo
Al socorro de la hambre más postigo.

71 Sandoval, con doscientos esforzados
A cargo de Marín, Ircio, y Rubiera,
Treinta Bridas, y treinta mil Aliados,
De Ixtacpalapa marcha a la Ribera:
Llevan el mismo tren los Alvarados
A Tacuba, que armada los espera,
Y a Cuyoacán Olid, a quien Verdugo
Sigue, y la gente que gobierna Lugo.

72 Dejase ver Señor de sus Entenas
El Héroe, con sus trece Embarcaciones,
Siguiendo a boga lenta las arenas,
Que van hollando gruesos Batallones:
Con flámulas de nácar ya Sirenas,
Con volantes de grana ya Tritones,
Dejan harpas, y tímpanos serenos,
Por faenas roncas, por fogosos truenos.

73 Llega a la Corte, vocinglero el eco
De tan guerrera peregrina pompa;
Por Cortés lleno el viento está más hueco,
Primor que hace la fama con su pompa:
Y entonces aprestando el Tecpaneco,
Vasos, antes que aquel el nombre rompa,
Pone en oposición acelerado,
Del aire erguido, su cristal hinchado.

74 Ve Tetis en sus ondas, a una parte
Penachos, y a otra rojas banderolas,
Como que quieren a sudor el arte,
Vestir de pluma, y tafetán sus olas:
Rompe sus iras el sangriento Marte,
Y Piraguas las Quillas Españolas;
Que era poco vencer un elemento,
Teniendo a raya que soplase el viento.

75 La novedad, la fuerza, el aparato,
Hacen en los que miran, y pelean
Un mismo efecto, cuando a su conato
Ven fuerzas de agua, que por tal flaquean:
Catorce mil Canoas en tal rebato
Se van a pique, sin las que rodean
Rotas a la Ciudad, cuyos despojos
A abrir no sirven, sí a empapar los ojos.

76 Otra vez vuelve, con dictamen justo,
El Español a requerir prudente
Con la paz al Monarca, cuyo injusto
Furor, la oferta , no el estrago siente:
Halagando en las Armas a su gusto,
El partido desecha conveniente,
Y elige lo fatal, lo peor, la guerra;
No sabe cuanto la quietud encierra.

77 Por la paz siempre es corto cualquier precio,
Sea el que fuere; quien a ella no se arrima,
Y busca su inquietud, es más que necio,
Pues ama lo que a fuerza le lastima:
Feliz aquel, que deja con desprecio,
Por conseguirla, cuanto el Mundo estima;
Que aún hasta para el corto humano apego,
No hay riqueza, no hay bien, como el sosiego.

78 El qué dirán, el punto vano, tiene
Perdido al Orbe; juzga el litigioso,
Que lo tendrán en menos, si se aviene
A ceder del capricho lo temoso:
Ninguno en realidad a quedar viene
Mejor, que el que a la paz se rinde airoso;
Que es victoria, que cuando la asegura,
Compra con un desdén una ventura.

79 El temor, la imprudente cobardía
Al juicio ajeno, obliga a despeñarse
Al hombre, y ésta nunca es valentía,
Pues teme lo que debe despreciarse:
¡Cuántos han perecido a la porfía!
¡Qué pudo a sus principios remediarse,
Y por no hacerlo, por la vana palma,
Hacen las costas el caudal, y el Alma!

80 Nada dejó más bien encomendado
La verdad suma, que su paz querida;
Que el pacífico, bienaventurado
En cuanto cabe lo es desde esta vida:
Tanto, tanto este Don sube elevado,
Que frisa con la eterna prometida
Paz de la unión; ni aquella gloria fuera,
Si perfecto descanso no tuviera.

81 Ignorante de tal sabiduría
El Rey, a la propuesta contradice;
Y otro a la pluma, porque se desvía
A materia, que aquel tanto desdice:
Mas sin razón, porque esta Teología
No a aquel Pagano, para el fiel se dice;
Juzgue, y luego sentencie el melindroso,
Si puede ser el punto provechoso.

82 No faltará quien breve lo publique,
Quauhtemozin después será testigo,
Por más que sus astucias ahora explique
En la emboscada, que hace al enemigo:
Dentro de la Laguna forma dique
De agudas puntas, que con el abrigo
Del cristal, dio a entender cuando lo fragua,
Que éste sí por debajo fue del agua.

83 Ya en los ataques que tenía corridos
Había Cortés dejado señalados
Cuatro vasos, que Olid vio prevenidos,
Y otros tantos después los Alvarados:
En Cuyoacán con los demás unidos
Se queda de recluta a sus Soldados,
Con orden todos, que en las correrías
Hacer pudiesen de las noches días.

84 En una de éstas cruza a remo lento
Escolta breve de Canoas cargada,
De víveres, y gente, con intento,
Que el cebo resbalase en sus celadas:
Portillo, y Barba, que en su seguimiento
Bogando van a velas desplegadas,
Se abaten a la presa que ya cobran,
Y en las puntas encallan, y aún zozobran.

85 A esta sazón del Bosque bullicioso,
Que en Cañas el Ladón dio a sus manchones,
Salen las prevenidas con reposo,
Procurando estrecharlos con Lanchones:
Enciéndese el combate vigoroso,
Que reprimir no pueden los cañones,
Cuando miran sus Quillas sofocadas
En flechas, y ondas dos veces varadas.

86 Aunque suple el esfuerzo la ventaja,
Como están sin jugar la Artillería,
Y en tempestad de plumas se desgaja
El rencor, que alas presta a su osadía,
No hallan despique, cuando más se ataja;
Pues de Ninaton, fiera mayoría,
En un cable de Barba se atraviesa,
Y segadas las manos hace presa.

87 Diga Atenas si halló contra el Persiano
Quien más hiciera: Cinegiro fiero
En otro choque tal, fue con la mano
Rémora humana de un Bajel velero:
Cortada una, con la otra asió tirano
El cáñamo, hasta ver el fin postrero;
Lo mismo aquí pasó, que en igual tiro,
Es Ninaton, Indiano Cinegiro.

88 Antes que a fuerza de valor, y brazos
Libren los Buques, puede la tardanza,
De Barba al rostro dar tantos flechazos,
Que no quedó de Barba semejanza:
A Portillo también hacen pedazos,
Pues cuando más recoge su pujanza,
Primero que rompió del vaso el grillo,
En su pecho la muerte halló portillo.

89 Ya sin las Sirtes en que zabordaban,
Pudieron los demás resueltamente
Hacer que zozobrasen las que estaban
Manteniendo el combate más ardiente:
Consiguen la victoria que deseaban,
Aunque en verdad a riesgo tan urgente
Se vieron, como es bien que se publique,
Si no vencidos, pero muy a pique.

90 No es menos en los otros Surgideros
De Alvarado, y Olid, aunque es más fuerte
El que va a Cuyoacán, con los Guerreros
Del Mexicano, que su daño advierte:
El Adalid confiado en sus aceros,
El asedio de México convierte
En asalto, batiendo sus murallas,
A impedirles socorro a las vituallas.

91 Con este fin ocupan su espaciosa
Calzada, y llegan hasta donde el muro
Abrió de nieve deleznable Fosa,
Por si a Peto de plata iba seguro:
Aquí defiende el vado numerosa
Hueste, escogida del Indiano Arturo,
Con tal empeño, que a la fuerza ajena
Dan el pecho primero que la arena.

92 Ríndela el Español a sangre viva,
Que de una, y otra banda se derrama,
Encendiéndose más la llama activa,
Cuanto es el combustible, que le inflama:
Mientras dobla su gente (porque estriba
En el Foso, la vuelta que le llama
Al Cuartel, cuando fuere conveniente)
Manda a Aldrete cegarlo con su gente.

93 Éste, viendo encendida la refriega
Con tan nuevo tesón, a otro lo avisa,
Y equivocando el orden, él se ciega,
Pues parte donde menos le precisa:
A la batalla con valor se agrega
Sobre los enemigos, cuya prisa
Apela al interior, con simulada
Afectación, que es doble retirada.

94 Cuando los tienen dentro divertidos
En su alcance, corona la marina
Guarnición de Soldados escogidos,
Que a impedir su recurso se destina:
Y estremeciendo entonces con bramidos
El Aire todo su marcial Bocina,
Más los inmuta; pues su ronco acento,
¿Qué hará en las almas, si aún irrita al viento?

95 No Esfera de metal furiosa avienta
Bombarda, que en su vientre astucia loca
Depositó, cuando prendida intenta
Volar de la montaña dura roca:
No Volcán oprimido atroz revienta
Monte, que fue mordaza de su boca,
Como México pudo en un momento
Vomitar gentes, hasta ahogar al viento.

96 No si cien bocas, lenguas cien tuviera,
Y de bronce la voz de tanto estrecho,
El estruendo, el fragor decir pudiera,
Aunque añadiera de metal el pecho:
En millares de estragos reverbera
Flamante horror, que pudo satisfecho,
Viendo excedida su crueldad impía,
Aprender a matar, si aún no sabía.

97 Abrió Marte balcones de Zafiro,
Y asombrado de ver la furia hispana,
Temiendo que hasta allá llegase el tiro,
Echó cortinas de humo a su ventana;
Y no fue mucho, porque en su retiro
Dijo: (mirando tanta rabia humana)
No admire que me cause tal espanto,
Porque ni Yo pude atreverme a tanto.

98 Si él se azoró, ¿qué pueden los guerreros
Hacer, a vista del Cristiano Marte?
Nada, sino morir a sus aceros,
Pues su destreza muertes les reparte:
Pero como son tantos los Plumeros,
Los que aquí espiran nacen de otra parte,
Y como Hidras los cuerpos, que palpitan,
Cada uno brota cien que resucitan.

99 Por esto, y porque el Sol abrevia el plazo
A remudar sus costas a Occidente,
Se retira, creyendo que el esguazo
Estará adelantado con su gente:
Aquí es más el aprieto, y embarazo,
Y aquí la suerte está más inclemente;
Que aunque es cruel siempre, más enfurecida
Está, cuando a uno lleva de vencida.

100 ¿Cuál pude ser la intrepidez violenta,
Que obliga a retirar, a quien no sabe
Dar un paso hacía atrás? Lid tan sangrienta,
Sólo en sí misma, no en la Pluma cabe:
Apenas pueden, por lo que se aumenta
Con la vecina sombra, el daño grave,
Tomar los Bergantines en su vado,
Y escapar, quien mejor, el pecho a nado.

101 Piérdense más de mil Indios Amigos,
Piérdense en el ataque los Pedreros,
Y queda sin remedio, entre enemigos,
Un trozo de Españoles prisioneros:
Cuantos de la derrota son testigos,
Vuelven heridos a sus Surgideros,
Donde si les permiten hacer alto,
Aún la respiración es sobresalto.

102 Nada hay en esta vida miserable,
Que cause más aliento en su progreso,
Que creer a la fortuna favorable,
Con la felicidad de un buen suceso:
Por éste, el Rey se juzga incontrastable,
Y celebrando el triunfo con exceso,
Mezclan su Religión, y pompa avaras,
Víctimas, y venganzas en las Aras.

103 De la Patria el amor tan dulcemente
Tira, que levantando Cletl las manos,
Se votó al Cielo, porque permanente
Aquel, quedase por los Mexicanos:
Mire Decio si pudo hacer valiente
Más por la suya, más por los Romanos,
Cuando por ser de todos beneficio,
Se votó en lance igual al Sacrificio.

104 Calle Conón de Esparta apasionado,
Calle de Roma su galán Camilo,
Que en este estrecho sólo Cletl ha dado
Con mayor garbo su garganta al filo:
Aún el de Decio fue condicionado,
Si venciesen: mas éste sin asilo
Se ofrece, y es fineza más expresa
La que es ejecución, y no promesa.

105 Vivos el Rey inmola en Sacrificio
Los cuarenta Españoles, cuyo arrojo
Prosigue, echando voz de que da indicio
La Deidad de ostentar su desenojo:
Y que a seis Soles con el ejercicio
Marcial, serán de Mexico despojo,
Cuantos de España buscan el desvelo,
Oponiendo su fuerza a la del Cielo.

106 Hace tanta impresión en los Aliados
El ardid, que en tres noches subsecuentes,
Los Cuarteles se lloran desolados,
Faltando ochenta mil de aquellas gentes:
Pero a la diligencia moderados
Se detienen, y viendo inconsecuentes
El término, y su vida, arrepentidos
Los trae la pausa mucho más corridos.

107 Como en serena tarde ya pasado
Tempestuoso fragor, turba parlera
De avecillas alegres, por el prado
El viento corta en ráfaga ligera:
Llegan de mil en mil al señalado
Sitio, donde el perdón prudente espera;
Que aquel que satisface en el afecto,
Ya dejó castigado su defecto.

108 Gozaba el año su estación florida,
O ya estival, según la considera
Cronógrafo Patricio, a la medida,
Que en su eclíptica Febo reverbera:
Cuando rota la Yema entumecida,
Vuelve rubí, lo que esmeraldas era,
Y blancas Sienes Amaltea corona,
Del cultivo fragante de Pomona.

109 En el purpureo tiempo delicioso,
Galán Narciso de argentada plata,
Adonis tierno del boscaje umbroso,
Que a uno viste, y en otra se retrata:
En el de Ceres, Benjamín gracioso,
En la flor de los meses, en la grata
Era de Venus, de Cibele ensayo,
En lo mejor, en Primavera, en Mayo.

110 Entonces, pues, cuando la verde Grama
Nacía para orla de tan altas Sienes,
Que habían de ser al Templo de la Fama,
Blasón, Lauro, y Corona de sus bienes:
Con maduro consejo el Héroe inflama
A sus Soldados, a la empresa, quienes
Aprueban el dilema sin segundo,
De ganar el que ven, o al otro Mundo.

111 A un mismo tiempo de los tres famosos
Ataques, sus Campeones esforzados,
A la Ciudad se acercan orgullosos,
A estrechar la estacada a los sitiados:
Al Tlatelolco quieren valerosos
Ocupar, que si es Plaza de Mercados,
Y su comercio corre por sangriento,
Llevan a ella sobrado surtimiento.

112 ¡Cuánta sangre no cuesta ver posible
Resolución tan ardua, que en su presa,
Haciendo vanidad de irreductible,
No es la que el punto sube de la empresa!
Hasta el Mármol presumen combustible,
Y reducirlo quieren a pavesa:
Que en caso de rendirse, es más ufano
Entregarlo a las llamas, que a su mano.

113 Los edificios todos, que se extienden
Desde ella hasta los Burgos retirados,
Son pábulo a su ardor, pues los encienden,
Antes que de otros verlos abrasados:
Vivos se arrojan sobre cuantos prenden,
Que en el recurso de los despechados,
Es cuanto más horrible, y desmedida,
Más dulce, por fatal, la propia herida.

114 Ojee el tiempo el archivo de los años,
Y aunque halle otros incendios aplaudidos,
Más antiguos serán, no más extraños,
Que en la substancia son aquí excedidos:
Que a sembrar en carbones desengaños
Los Mexicanos fueron escogidos,
Reemplazando el oprobio de segundos,
Con quemar en su Corte muchos Mundos.

115 Por los suyos Sidón en la Fenicia,
Escogió el fuego, más que a los Persianos;
Lo mismo hizo Sagunto, en la codicia
De Aníbal, dando horror a los Romanos:
Hasta Cartago fue por la avaricia
De Escipión, ruina de sus propias manos,
Para que de tan cruel ejecutoria,
Ni en las brasas quedase su memoria.

116 Pero los Mexicanos impacientes,
Cuando buscan en éstas tal abrigo,
Es para que, si mueren insolentes,
Arda vivo también el enemigo:
Y así se miran más resplandecientes,
Poniendo al propio estrago por testigo
Que sólo en ellos de tan noble llama,
De sus cenizas floreció su fama.

117 Todo el arte, y valor son necesarios
Para vencer, y conseguir ardientes,
Librarse a un tiempo de los incendiarios,
Y a rayos, y Armas dividir las frentes:
Llegan al fin hollando sus contrarios
Hasta el centro por tramos diferentes,
Los tres trozos, y México arrogante,
En tres espadas ve la del Tonante.

118 Mas tal es de Mimiapán la jactancia,
Que al Español más bravo desafía
A batalla, queriendo su arrogancia
Reducir a uno tanta batería:
Mercado (Paje que aún está en la infancia)
Salta al Campo con noble bizarría,
Sin temer del Jayán la fortaleza,
Cuando lo tierno suple su destreza.

119 Si tal valor la Espada, en quien no entiende
Su primor, (como aquel) enseña, inclina,
¿Qué hará en los Españoles, que comprehende,
Pues con la leche maman su doctrina?
Recto el Bárbaro ofrece, si la tiende,
Del camino el atajo, que adivina,
Y a su disposición, y movimiento,
En él fue natural aún lo violento.

120 Agrega ya con fuerza reservada
La suya el Joven, y al medio pasando
Proporcionado, busca por la Espada
El punto, que en el otro está mirando:
Hace la citación a la estocada,
Y al transferir aquel, luego estrechando
La línea del perfil, que halló partida,
Se fue sobre ella para dar la herida.

121 Pero qué mucho, si los pies perdiendo
Desde el primer compás el Mexicano,
Sin rectitud, ni libración, fue haciendo
Propincuo extremo, su violado plano:
Cayó a sus pies, y el Joven previniendo
Suyo el acero, que ganó a su mano,
Mereció por Cortés en la estacada,
Que antes que el bozo, lo ciñese Espada.

122 ¿Qué harán tus Adalides, si aún los niños,
Que dejaron ayer los andadores,
Valiente España, juegan los armiños,
Con más destreza que los mamadores?
Digan lo que quisieren, tus aliños
Compras con fuertes bélicos horrores;
Y en la Palestra, o Plaza que te han dado,
Cada instante hace en ella su mercado.

123 Abandonado ya cuanto por tierra
Firme, opulenta la Ciudad domina,
Se retiran al ángulo que encierra
La Corte, con trincheras y fajina:
Y entre tantos escollos, tanta guerra,
Vuelve aquel a la paz a que se inclina;
Y es con menos orgullos atendido,
Cuanto el oído postrado es más sentido.

124 En varios pareceres se divide
No solamente el Vulgo, la Nobleza;
Que cuando el interés común se mide,
Iguales han de hablar pies, y cabeza:
Unos asienten a la paz que pide,
Otros quieren guardar la Real grandeza,
Otros seguir la guerra, hasta que viene
El Rey a la opinión, que más conviene.

125 Lo más sangriento elige, no queriendo
Otro mayor blasón, cuando se abona,
Que morir por los suyos, conociendo
Que Corona rendida no es Corona:
Mas como ésta presente tanto estruendo,
En las treguas apresta de Belona,
Su Flota, para hacer con traza astuta
A todo trance, la razón disputa.

126 En tanto el General, desengañado
De aparente pretexto cauteloso,
Manda el ataque, que hasta en lo irritado
Halló camino de salir airoso:
Del Foso el maderamen coronado
Aparece de gente tan cuantioso,
Que imaginó brotaba a sus espumas,
Flechas por ramas, y por hojas plumas.

127 Retumbó el Parche, y el Clarín herido,
De bélica dulzura llenó el viento;
Comenzose el fragor mal reprimido,
Y gritó muertes al primer acento:
Hasta la Línea llega pie atrevido;
Y cortando a los troncos el cimiento,
Consiguió hacer con brazo poderoso
De Ícaros mil, Erídano, su Foso.

128 Jamás Bastión batido a errada Testa,
Por su luna cayó con más estrago;
Jamás Peñol rodando por la cuesta,
Hizo más ruina donde fue más vago:
El estrépito duro igual asesta
Golpes en tierra, riesgos en el Lago;
Y opuestas fortaleza, y arrogancia,
A sus ecos hicieron consonancia.

129 Ni perdida desmaya su fiereza,
Que como Nobles son, en tal estrecho
La razón siguen, porque en la Nobleza
A la espada, y al brazo manda el pecho:
Retiran al Monarca con presteza
Al muelle oculto, donde está en acecho
Fiel Centinela, puesto a la Marina,
Que juzgara mejor, por ser vecina.

130 Sandoval, que gobierna en la ensenada
Del agua, la invasión que está a su cargo,
Peleando en ella ve la Real Armada,
Que sale deslizada a remo largo:
Manda a Holguín, que con vela desplegada
Caza le dé, quedando sin embargo
Éste a la resistencia numerosa,
Que por tal, y por noble es poderosa.

131 No así se abate desde pardo Cielo
Neblí a la Garza, que se juzga nieve,
Y afilando las uñas en un vuelo,
Hace a la presa, que la garra pruebe:
Arrójase sobre ella con tal celo
El Español, que hasta los vientos bebe,
Conociendo que está, según pregona,
Allí el Armiño de la adusta Zona.

132 Corre ligero, vuela presuroso,
Calzando velas de valor profundo,
Que es la Garza que sigues, tan precioso
Tesoro, que a tu Rey le vale un mundo:
En un momento llega valeroso,
Y saltando con aire sin segundo,
A la violencia que su fuerza absorbe,
En una frente vio rendido al Orbe.

133 No presumas, América gloriosa,
Que algo as perdido de tu pompa vana;
Tú eres la que has ganado, pues dichosa
Te elevas a otra Sien más soberana:
Conquista a todas luces prodigiosa
Es la tuya, pues queda tan ufana
La espada del que vence tu alta Zona,
Como tú, pues le sirves de corona.

134 Misterio fue, no acaso contingente,
El Mes, en que de ti triunfó la mano,
Porque a un tiempo exaltaste León ardiente,
Al Sol, y al Quinto Carlos Soberano:
Y aún al contrario vese más congruente,
Que si tanto al Sextil honró Octaviano,
Al Mes, y al Sol, hoy con aumento justo,
Los enlaza feliz León más Augusto.

135 En la tierra, en el agua todavía
Dura el tenaz, el bárbaro deseo,
De vencer, de morir a la porfía
De rendir, de guardar tanto Trofeo:
Cada uno se aventaja en valentía;
Sólo la muerte corre por empleo,
Hasta que la noticia que esperaban,
Acabó de matar cuantos quedaban.

136 Los Nobles todos por su Rey murieron;
Vivos sin alma (que es la acción) quedaron;
Luego espiraron: luego no tuvieron
Más que pedir, si todo lo entregaron:
Tan leales, tan valientes le sirvieron,
Que hasta el último extremo le guardaron,
Y más allá pasaron de la vida,
Pues cuanto es de su parte fue perdida.

137 Escipión heroico, Castellano Marte,
Venciste un Mundo con tu bizarría,
Con tu esfuerzo, fatiga, empeño, y arte,
A costa de la sangre, y la osadía:
A tu mano confiesa en esta parte
Otro Laurel, la Hispana Monarquía;
Bien decir puedes, que de Polo a Polo,
A ninguno debió, sino a ti sólo.

138 Oh Ilustres Españoles valerosos,
Conquistadores de la Indiana Zona,
Vivid felices en los harmoniosos
Clarines de la Fama, que os pregona:
Oh gran Cortés, que entre los más famosos
Pudiste entretejer a la Corona
Del César Español, que el Orbe aclama,
Oro a su Lauro, púrpura a su Grama.

139 ¡Quién sino tú, mejor que a Roma Remo,
Pudo, a empresa que el Cielo hizo factible,
Hacer el Quinto Carlos más supremo,
Engrandecer a España más plausible,
Dar a la Religión, con tanto extremo
Más culto a su verdad siempre infalible!
Mil veces mil, por tan debida gloria,
Vive inmortal del mundo en la memoria.

140 Gózate, España, de tener Vasallos
Dignos de tus Monarcas poderosos,
Que algunas veces lleguen a exaltallos
Más allá de la esfera de dichosos,
Y de tener Monarcas que premiallos
Pueda también con lauros decorosos:
Tal conexión, si en ti se ve asequible,
Fuera de ti difícil, imposible.

141 Aula de Ciencias, Centro de Grandeza
Trono de la razón, Real de la espada,
Columna de la Fe por tu pureza,
Y de hijos tales Madre celebrada:
Admite el grato obsequio a la rudeza
Con que en tu elogio corre desvelada
La mano, en vano, cuando a tus guerreros
Poco eran los Virgilios, los Homeros.

142 ¿Qué no harás por tus Reyes siempre altiva,
Y qué no harás por el que ya adorado,
Gozas en el Dosel, pues noble, activa,
Te mira amante, si le ves amado?
Al fuego del amor, que el celo aviva,
Nada encuentra imposible tu cuidado;
¡Ni cual había de haber por raro modo,
Si está en tu seno quien lo vence todo!

143 Oh Católico Íbero Soberano,
Heroico dueño de los albedríos,
Imán de todo corazón Hispano,
Monarca de los pechos, y los bríos:
No por el rudo tosco estilo vano,
Hoy desmerezcan los incendios míos,
Que ganarán, no estando tan ignotos,
Por puros, cuanto pierden por remotos.

144 ¡Oh, si como visibles se perciben
Los mudos caracteres, se quedaran
Las verdades, que dentro se conciben,
Impresas al papel, cuanto importaran!
Si el espíritu vivaz con que se escriben
Se leyera, las voces admiraran,
Que es toda el alma que las vivifica,
Y en lengua ajena, nunca, o mal se explica.

145 Recibid el rendido reverente
Pequeño Voto, justo Sacrificio,
Con que el anhelo de una llama ardiente,
A superior violencia es ejercicio:
Vos arrastráis a Vos tan dulcemente,
Que el que en los vuestros nace libre juicio,
Crece deuda, y a influjo poderoso,
Aún lo que es voluntario, hace forzoso.

146 Glorias de la Nación, ¿a quién pudieran
Ir, sino a vuestras Aras, pues echaran,
Unas, menos el centro que veneran,
Otras, menos el culto con que amparan?
Ni fueran de Españoles, si tuvieran
Otros Altares, en que se exaltaran;
Que era en vano a su Rey tanto servicio,
Y hacer a otra Deidad el sacrificio.

147 Ni América debiera, cuando ufana
Os adora Monarca, dar rendida
A otra, que fuese menos soberana
Planta, oblaciones de su ser, y vida:
Este corto tributo ofrece vana,
Mostrando que no tiene agradecida
En sí, afectos, acciones, fuera, y dentro,
Que a vos no vayan, como a propio centro.

148 Tan recíproca unión las dos Españas
Entre sí tienen (como que a unos Soles
Deben su influjo) que en lealtad, y hazañas,
Equivoca unos, y otros Españoles:
Y tanto de ambas crecen las extrañas
Ansias, a más divinos arreboles,
Que están en competencia a su mejora,
A cual más sirve, y a cual más adora.

149 Aquí, si acaso hubieseis escuchado,
(¡Qué favor!) Sacro Augusto, Excelso Numa,
Los broncos ecos del marfil templado,
Mal pulsado el Plectro, y de la Pluma,
Hace pausa el aliento fatigado
En este ensayo, porque lo es en suma,
Mientras remonta vuelo más gigante,
Cuando la Lira vuestras glorias cante.


 
 
FIN