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ArribaAbajoCanto IV

Luzbel, irritado con lo acaecido en Cozumel, y con lo demás, que iba notando, convoca a sus Ministros en cierto oculto Conciliábulo, para imposibilitar en la América la introducción del Evangelio; dispone nuevas trazas, que atemoricen a sus moradores, hasta conseguir, que Moctezuma determine acabar con los Españoles, cuando no lo puedan conocer.




Argumento


LUZBEL, de su exterminio temeroso,
El Conclave del Báratro concita,
Y con varios Cometas, pavoroso
Contra España, los ánimos irrita:
Obstínase el Monarca al ominoso
Fin, con que el Cielo su furor limita,
Y a persuasiones de la negra Escuela,
Disminuye el Poder con la cautela.



1 AQUELLA Gruta, que adornó Palacio
El orgullo arrogante de su Dueño,
Haciéndose temer del vasto espacio,
Que anular coto le reprime el ceño:
Tanto, que vivo, sólo pudo el Tracio
Llegar a profanar, con loco empeño,
Su tenebroso umbral, pues se defiende,
Al par que a todos recibir pretende.

2 Aquel informe Monstruo, cuya boca,
Cuya respiración, cuya garganta,
Así como inficiona cuanto toca,
Tragar anhela lo que más le espanta:
Dragón eterno de aferrada Roca,
A quien del tiempo el curso no quebranta,
Pues siendo él quien le pare de su abismo,
Quiere (y lo hará) sorberse al tiempo mismo.

3 Aquel Valle, Región que el Sol no cela,
Por más que a tornos sus Murallas gira,
Pues tanto de él le oculta la cautela,
Que teme ver la Luz, que no le mira:
Centro de confusión, de llanto Escuela,
Cárcel, donde se muere, y no se espira,
Lugar de pena, susto, y mal eterno;
Nada es más que su nombre: El propio Infierno.

4 Éste, donde engañada fantasía
Del Gentil obstinado lisonjero,
Entre las sombras de su Idolatría
Halló, por lo falaz, lo verdadero:
En el Dintel de su Caverna umbría,
Tapiz dispone de infeliz agüero,
Para hacerse morada inaccesible,
Si no por poderosa, por terrible.

5 Yace en esta mansión el altanero
Crepúsculo tiznado, que en su Oriente
Aspiró al Solio, que adoró primero,
Oponiendo a su luz altiva frente:
Y al querer ir a Sol, desde Lucero,
Quedó borrón del brillo reluciente,
De cuyo instante, sólo en la memoria,
Le quedó para infierno tanta gloria.

6 Pues criado apenas del Embrión eterno,
A sus Candores se iba a lanzar rayo,
Cuando al amago del despeño interno,
Rotuló con cenizas su desmayo:
Al estallido se erigió al Averno,
Y en él, haciendo de su envidia ensayo,
Monarca se juró, con ciego influjo,
De las Estrellas, que consigo trujo.

7 Con gemidos letales, que el despecho
Contra sí forja, cuando a sí se hiere,
Brama en su ruina no quedar deshecho,
Y solamente por morir se muere:
De tanto estrago nunca satisfecho,
En el Retrato de su Dueño quiere
A su tema volver, que en su sentido
Cupo lo malo, no lo arrepentido.

8 Su astucia consiguió, cuando ofuscado
Todo el Orbe a su injusta tiranía,
Tiñó en sangre, y aromas, profanado
Altar, supersticiosa Idolatría:
Pero en su decadencia, al dilatado
Mundo nuevo, sus Cultos extendía,
Hasta que al Aspa Santa en su Hemisferio,
La esperanza perdió con el Imperio.

9 Temeroso el remedio solicita,
Y domando sin rienda verde escama
De trisulca Serpiente, el vuelo excita
En breves giros por la espesa llama:
La venganza, y el odio que le irrita,
No cabiendo en el pecho, se derrama
A la voz, y la fuerza que le bruma,
Brota a los labios ponzoñosa espuma.

10 Al arma, Infierno, dijo: y el gemido
Ahogó el aliento de su negra boca;
Estremeciose el Orco al estallido,
Y arrolló al Lete de una en otra Roca:
El cenagoso flujo dividido,
Al recio impulso, que en sus ondas choca,
Entre fieras, que encubre en su profundo,
Infiernos descubrió nuevos al Mundo.

11 Soltó Charón la horrísona Bocina,
Con que a la orilla tristes Almas llama;
El Barco zozobró, y en la resina
Algosa sus fragmentos le derrama:
El Imperio tembló de Proserpina,
Y de la Estigia la rapante Escama
De Dragones, que trinchan pobres piezas,
Por la ondas sacaron las cabezas.

12 De Minos bambaleó el Palacio fuerte,
Y temió en Flegetón llegar a hundirse,
Pues las crujientes puertas de la muerte,
Las candados quebraron al abrirse:
Su Tribunal, y su poder se invierte;
Tesífone largó, por encubrirse,
El cruel ramal, y en miserables quejas,
Se tapó con los rizos las orejas.

13 Encogiose el Cerbero estremecido,
Cuanto pudo, tirando la cadena,
Y de las tres gargantas el latido,
Mudo al pavor, por no menearse, enfrena:
Hundiose la Quimera en el olvido,
Y la Sirena, que por Circe pena,
Enmudeció; las Gorgonas horribles,
A tanto horror, quedaron insensibles.

14 Huyeron los Bimembres al amago,
Para escaparse del rigor horrendo;
La Hidra escondió sus frentes en el Lago,
Que estaba en llamas, y en azufre hirviendo:
Quedó Clotos inmoble a tal estrago;
Tántalo estuvo nueva sed bebiendo,
Y al extraño furor amedrentados,
Con la calma, quedaron más penados.

15 En pie la novedad puso a Teseo
Del asiento que ocupa eternamente;
Suspendiose el castigo en Salmoneo,
Que en fuego gira su Biyugo ardiente:
Fedra calló, calló también Ceneo;
Erífile pausó llanto vehemente;
Y del Tartáreo los severos Manes
Temieron otro asalto en los Titanes.

16 Volvió Flegias el rostro macilento
Al trueno, que en los cóncavos se imprime;
Cesaron las Bellides del tormento,
Que de Tálamos sangre, y agua exprime:
El cerdoso Copete, con que al viento
Infesta en Sierpes, que su Crin esgrime
Ciega discordia, más atosigado
Quedó en lúbricos cuellos erizado.

17 No reservó del Báratro confuso
El Aullido, Verdugo, Presa, Pena,
Que a su estruendo, fragor, castigo, y uso,
No atase del azote, o la cadena:
A sus lamentos suspensiones puso;
Y cuando tanta confusión enfrena,
Reventando el torrente en que la fragua,
Por labios, y ojos su dolor desagua.

18 Arrogantes Caudillos infernales,
Que obstinados (prosigue) habéis seguido
Mi Bando fieles, mi facción parciales,
Para hacer este Reino más temido:
¿Cómo ignorantes no notáis los males,
Que hoy a México tienen oprimido,
Cuando osado capricho le redime
La servidumbre, con que triste gime?

19 Yo vi (¡oh dolor!) Del fuerte Castellano,
Armado de su Fe, trozo pequeño,
Pretendiendo del Cetro Americano
Hacer a Dios, y a su Monarca Dueño:
Para mi oprobio, sólo pudo vano
Echar en Cozumel al fuego el Leño,
En que sencilla necia Idolatría,
Víctimas tributaba a mi osadía.

20 A hollar viene soberbio los Altares,
Que en perfumes, e inciensos nos dan Cultos,
Sintiendo el golpe los oscuros Lares,
Del sangriento destrozo de sus Bultos:
A vista de unos, y otros ejemplares,
Esta omisión alienta sus insultos,
Y con el Cedro, que al Cocito sella,
Nuestra cerviz quebrantará su huella.

21 Esta España, esta España decantada,
Siempre en el Orbe mi enemiga ha sido;
Mas ella me ha quitado con su espada,
Que importa lo demás, que he conseguido:
No temo otro contrario, que otro es nada;
Y a poder ser, ya hubiera aquí venido;
Y no es temor sobrado a mi memoria,
Pues con sus Armas conquistó la Gloria.

22 Que me aterre del Brazo Omnipotente
La virtud, es blasón de mi denuedo;
Más que me ultraje Limo delincuente,
Es arrogancia, que sufrir no puedo:
¡Oh humanos! ¡Oh! ¡Si vierais claramente
Cuanto al Infierno le costáis de miedo!
Mas si esto hacen sin verlo, ¿qué no hicieran,
Si por su dicha acaso lo supieran?

23 ¿Qué hace, pues, nuestro orgullo, si en su agravio
Nos vejan inferiores Criaturas?
Nosotros, que quisimos con el labio
Agotar del Jordán las aguas puras:
Nosotros, que al Eterno, al Sumo, al Sabio
Disputamos la Silla en las Alturas,
¿Temeremos de Europa corto aliento,
Pudiendo hacer al Aquilón asiento?

24 Infelices Espíritus impuros,
Que rabiosos gemís por los Canceles,
Que a vuestras altiveces fueron Muros,
Si a humildades hipócritas Doseles:
¿Cómo dejáis que puedan ir seguros
A millares, a cientos, los Infieles,
Pues siendo del Hesperio feudatarios,
Los sabrá hacer por Ley nuestros contrarios?

25 No goce, no, vil polvo organizado
Del cenagoso barro Damasceno,
Lo que perdió (¡qué envidia!) tanto alado
Genio, hoy de penas, si antes de luz lleno:
Ya que el Criador no, pruebe el dechado
De nuestra saña audaz cruel veneno;
Yo solo, que no alcance haré astuto,
Ni el Verbo su Oblación, ni el Hombre el Fruto.

26 Bien pudiera dejar, que su Milicia
Hollase con los Triunfos mi desdoro,
Cebándolos después en la codicia,
Para hacerlos Idólatras del Oro:
Pero no lo consiente mi malicia,
Temiendo nuevo agravio su decoro;
Pues ¿qué importa después lograr su intento,
Si por uno que gana, pierde ciento?

27 Rompa el Abismo formidable guerra,
Con los ardides que su mal alcanza,
Removiendo del Globo de la tierra,
Cuantos humores pide la venganza:
Vea el Alemán Hispano lo que encierra
Contra sus Huestes la Tartárea Alianza,
Comuneros lamente sus Países,
Y el ceño pruebe de Francesas Lises.

28 Ponzoñosa en Europa la Herejía,
Desde Sajonia cunda cruel veneno,
De Lutero a la infiel Apostasía,
Aborto de infeliz Íncubo obsceno:
En América brote Idolatría
Nuevos Dogmas, y Errores de su seno;
Pueda el Sacro Batel de la Fe ciega
Encallarse, si a zozobrar no llega.

29 Execrables abusos inhumanos,
El Mundo en sediciones ciego suma,
Y más en Occidente, donde insanos,
Adoraciones dan a Piedra, y Pluma:
Pues qué esperamos, si sus Vates vanos
Nos ayudan, y el alto Moctezuma,
Que contra el hombre, no hay en el Abismo
Demonio más atroz, que el hombre mismo.

30 Crezcan en el Monarca los furores,
Al vestirle Fantasmas aparentes,
Y de su Sacerdote oiga rigores,
Que entre tinieblas le pondré patentes:
Y topos a la luz palpando horrores,
En que por su elección son delincuentes,
Ellos harán lo que el Averno influya,
Pues como nuestra, causa ha sido suya.

31 A imperios del conjuro, con que sella
Sus portentos, letal Nigromancía,
No quede Concha, Brasa, Pluma, Huella,
Que no obedezca con su sombra fría
Del opaco profundo, a blanca Estrella,
Hable en asombros la jactancia mía;
Que si perdí la Gracia a un pensamiento,
La ciencia me quedó para tormento.

32 Nada haber puede, que el bochorno enfrene
De la impaciencia, que en mis ansias arde;
Quien sin causa de envidia se mantiene,
¿Cómo el oprobio quedará cobarde?
A la venganza, que se nos previene,
El tiempo es corto, para luego es tarde;
Que a las fatigas de la diligencia,
No halla el poder humano resistencia.

33 Así acabó, y el negro torbellino,
De rápida infernal turba ligera,
Armado con las artes que previno,
Los Montes tala, por batir la Esfera:
Las tres Pestes asolan el camino,
El Culto falso la verdad altera,
Y a tanta confusión que corresponde,
Todo aparece, sólo el bien se esconde.

34 Hora era ya, que huyendo la alegría
Al transtornarse de Faetón el Coche,
Seguían las luces por el rastro el día,
Que iba pendiente del brillante Broche:
Y desprendiendo Proserpina fría
El capuz, con que ateza obscura noche,
A los del Firmamento ojos errantes,
Los hizo con el Opio palpitantes.

35 De la pereza derramó Beleño,
Y en lobreguez los Orbe vio rendidos;
Aun de sí la razón no quedó dueño,
¿Qué hacer pudieron los demás sentidos?
Con laxitudes agradables sueño
Dejó afanes, y músculos perdidos:
¡Admirable Poder, que él sólo sabe,
A punzantes cuidados, echar llave!

36 Pagaba así, por señas de lo humano,
A Morfeo la pensión de su tributo,
Dispensando desvelos, el Anciano
Alchohua, de Tláloc, Papa absoluto:
Entra mudo Luzbel, y al sueño vano
Miente ilusiones, que remeda astuto;
Y en las especies de la estimativa,
Su apariencia despliega, y perspectiva.

37 Del fiero Iscatlepuchca, Dios infausto,
Por cuya mano pasan los azares,
A quien no hace propicio el Holocausto,
Que repiten sangrientos sus Altares,
La forma toma, deponiendo el fausto,
Con que le honran Fantasmas familiares;
Porque hasta en las Deidades se vea justo,
Cuanto priva de adornos un disgusto.

38 ¡Oh tú! (Le dice) que en mullido lecho
Torpemente la vida malbaratas,
E inerme al Alma, y al cuidado el pecho,
Eres con cada aliento quien la matas:
Sacude ese letargo, y satisfecho,
Batiendo a la razón las cataratas,
Verás, para el remedio que precisa,
Como prepara el Cielo cuando avisa.

39 Asiéndole del brazo a un Obelisco,
Que de cambrones su maleza supe,
(Hoy Camarín Celeste, Sacro Aprisco,
De la Aurora mejor de Guadalupe)
Por el aire le lleva, y desde el Risco,
Entre las voces el veneno escupe:
A esa Corte infeliz vuelve los ojos,
Si hay valor para ver tales despojos.

40 Pasmado Alchohua del horrible espanto,
Muerto al sentido, vivo al sentimiento,
En los Enigmas del obscuro encanto
Va decorando su mayor tormento:
Con las espesas nieblas crece tanto,
Que los ojos caminan con el tiento;
Acierta a errar en lo que a mano toma,
Y por los oídos toda la alma asoma.

41 Cual baja por las Sierras despeñado,
Raudal, que fue de Nubes impelido,
Y al rápido torrente arrebatado,
Hasta el Zenit anega entumecido:
Tal torbellino de ondas encrespado
En la Laguna sube enfurecido,
Y al borbollón, que impele su Horizonte,
Desagua por las venas a Aqueronte.

42 Ya cubre el Zoclo, donde nunca llega;
Ya lame el Friso, que sediento amaga;
Al gigante Edificio ya lo anega;
Al Capitel más alto ya lo traga:
Aún el cimiento más tenaz trasiega
La Negra Esfera, por la espuma vaga,
Y la que instable le meció en la Cuna,
Es Mar undoso, si antes fue Laguna.

43 Zozobró en cristalino monumento
El Palacio, que Apolo a giros dora,
El Anfiteatro, de Mavorte asiento,
El jardín Ciprio, que matiza Flora,
El Panteón, que Neptuno sube al viento,
El blando Alcázar, que Anfitrite mora,
El Imperio de la India inaccesible:
México naufragó. ¡Dolor terrible!

44 ¡Ay infeliz! (En voces balbucientes
Dice el Caduco al ver tales despojos)
¿Por qué quieren los Hados inclementes
Cómplice hacerme aquí de sus enojos?
Si es por buscar más rápidas corrientes,
Aquí están los diluvios de mis ojos;
Pero aún no bastará lo derramado,
Si en ellos no naufraga un desdichado.

45 De achaque adoleciste de dichosa,
Del Septentrión Emperatriz Indiana,
Y aún la fortuna pudo estar quejosa,
De que más que ella fueses Soberana:
Sólo para tu ruina poderosa,
Creciste a ser del Orbe Estrella vana:
¿Quién contra ti hubiera tal podido,
Si tu propio Poder no hubiera sido?

46 ¿Para esto ( a la Deidad) para esto pudo
Guardar tu ira la vida a mi tormento?
Acaba ya, y rompe el débil nudo,
Que mata, al no morir del sentimiento:
Pero nada podrá tu horror sañudo
Contra mi pecho, de penar sediento,
Pues he llegado a aquel extremo a unirme,
En donde estoy muriendo, sin morirme.

47 ¿Qué aguardas, pues? Y enmudeció al espanto,
Que vistiendo el ambiente de fulgores,
Y densos humos, puso al Alma tanto
Asombro, como puso al Cielo horrores:
Trifauce, Sierpe, que de Radamanto
Fue Palafrén, con trémulos vapores,
Ya exhalación nocturna, fiera, vaga,
En la sombra que enciende al Sol apaga.

48 Sobre su dura verdinegra escama,
Malla de Conchas, y de Aceros mella,
Que empolló del Cocito espesa llama,
Para talar el viento con su huella:
Asiento ofrece, y con su espada infama
Al mismo peso, que en boreal centella
Le oprime, a cuya fuerza saña bruta
Espumas tasca de infernal Cicuta.

49 La Indiana que la doma, coronada
Flor de Occidente, rompe con despecho
El pecho, cuya voz mal anudada,
A la garganta atada, quiebra el pecho:
Perla (dice) en Diamantes anegada,
Llegue a las Aras, que su engaste estrecho,
Sólo con este toque, ha de quebrarle,
Si con sangre del Sol puede ablandarle.

50 Al trueno el Sacerdote deslumbrado
Da de ojos en el suelo, cuando le huye;
Y el Autor, satisfecho en lo pintado,
A su lecho otra vez le restituye:
Mal dispierto, dudoso si ha soñado
Más lo que vio, que lo que ve construye;
Que el temor de un cuidado siempre intenso,
Sólo a lo más fatal presta su asenso.

51 A este tiempo de rústica Alquería,
Humilde Mayoral, con entereza
Extraña, ante la Real Soberanía,
Oración grave, despejado empieza:
Prodigio será hablar con energía,
Que nunca razón tiene la pobreza,
Ni desenfado, bien que tenga mucha,
Porque hoy al que es, y no la que es, se escucha.

52 Ayer, (dijo) Señor, cuando el honesto
Afán de Pobre daba a mi Labranza
Tributos de un sudor dulce, y molesto,
Que aún al Arado la amargura alcanza,
Sañudo Grifo, con arrojo presto,
A mí su vuelo, y uñas abalanza:
Huir procuré; mas ¡quién huirá al destino,
Si es la fuga ponérsele al camino!

53 Entre sus garras registré violento
Espacios grandes de Región vacía,
Con tal presteza, que hasta el propio viento,
Arrastrado, alcanzarnos no podía:
A una Gruta, que el verde Pavimento
Rompió en bostezos Bóveda sombría,
Me llevó, para ver lo que sentirse
Pudo, y no pudo sin temor decirse.

54 En un Catre de Flores recostado
Un hombre vi; quien duda que dormido,
Porque en blandas delicias derramado
¿Quién puede estar, estando en su sentido?
En él, tu rostro mismo retratado
Vi, si no estabas en aquel, vestido:
Quise apartarme; pero me impedía
Tanta fuerza: ¡qué no hace la porfía!

55 Con imperiosa voz, que en el ambiente
Formó genio boreal, el vacilante
Pie, del Risco tomó lo permanente,
Como el Risco del pie lo trepidante:
En todos fue el asombro consecuente;
Pero mayor en mí, pues adelante
Noté, que cuanto nunca en la potencia
Del juicio cupo, cupo en mi obediencia.

56 Al fin, forzado penetré el obscuro
Albergue, donde estabas descansando,
Y con el fuego por aquel conjuro,
Tu cuerpo, y mi paciencia fui caldeando:
Yo fui, Señor, el agresor impuro;
Mas quien ignora, si no fue soñando,
Que pudiera atreverse el delincuente,
Donde apenas llegó lo reverente.

57 Más que un tronco quedaste de insensible,
De llamas insufribles al tormento,
Que él se rindiera como combustible,
Pero tú fuiste peña al sentimiento:
Mirando la Deidad, que al fuego horrible
No dabas de viviente movimiento,
Sin recordar el cáustico, que activo,
Aún en el alma no llegó a lo vivo.

58 Así tu Rey (me dijo) descuidado
Duerme al ocio (deleite sin beleño)
¿Cuándo su Imperio llora amenazado
Último precipicio a su despeña?
¿De esta manera yace sepultado
En los oprobios de un culpable sueño,
Teniendo contra sí, por sus maldades,
Irritadas del Cielos las Deidades?

59 ¿Así reposa quieto, cuando en sañas
Disponiéndose están graves castigos,
Al talar sus Fronteras, y Campañas,
Del Oriente Extranjeros Enemigos?
Sabe, que a obscurecerle las hazañas
Vienen, que fueron de su honor testigos:
Llámale a su pesar, si no es que alerta,
Más aprisa su estrago le dispierta.

60 Dile que escuche de sus Atambores
El estruendo marcial herir la oreja,
Enardeciendo bélicos rumores,
Que sedienta ambición mal aconseja:
Que por sí vuelva deshaciendo errores,
Cuya opresión al Septentrión aqueja,
Si no es que quiere ser de sí homicida,
Perdiendo Cetro, Fama, Honor, y Vida.

61 Cesó la voz en el Peñol estrecho,
Pero allá en lo interior quedó sonando
De tal fuerte, que acá dentro del pecho,
Aún hasta ahora parece que está hablando:
Restituyome la Águila a mi lecho,
Cuando iba el Sol Antípodas dorando,
Para que oyeses tu desdicha, y mía,
A ver si con la luz te amanecía.

62 Y pues los Cielos esta vez contigo
En avisos suspenden el amago,
La ejecución impide del castigo,
Que sola la omisión hace el estrago:
Vuelve, recuerda, mira a tu enemigo,
No desmaye el poder por tierno halago,
Pues en tus manos tienes oportuna,
De tus Hados, la suerte, y la fortuna.

63 Así el villano oró, cuando impaciente,
Al partirse, el Monarca se levanta
A refrenar desahogo inobediente,
Su cuello hollando con dorada planta:
La llaga entonces del cauterio siente,
Con que cuerpo, y orgullo le quebranta;
Y es mayor la que la Alma le lastima,
Pues más el Solio, que la vida; estima.

64 Aunque esté contra mí (profiere airado)
El Poder de los Dioses, no impresiona
Temor en mi despecho, que irritado
El Dosel cobre de esta adulta Zona:
De mis méritos propios exaltado,
A ellos solos les debo la Corona,
Y no conseguirá con su Potencia
Quitármela, si le hago resistencia.

65 Bien que me hace lisonja, ver que empieza
A ensalzarme constante, tanto ensayo,
Pues fuera hacer agravio a mi Grandeza,
Si en otro, que no yo, cayera el Rayo:
Pero no es golpe, si la fortaleza
Por sí misma se exime del desmayo,
Ni temeré su Vaticinio obscuro,
Como yo de mi brazo esté seguro.

66 Mudó tono, dejando tanto arrojo
Como Triunfo al Laurel que le serena,
Y por descalorarse del enojo,
A Retrete interior huye su pena:
Con la aprehensión abstraído es ya despojo
Del pesar, que también éste enajena:
Entra Alchohua confuso, y admirado
Queda de ver sosiego en un cuidado.

67 No duerma así quien vive al ministerio
Gravoso (dice) de un afán terrible,
Que Argos debe velar por el Imperio,
Todo ojos, todo manos, si es posible:
La Púrpura no es más que captiverio,
Que oculta resplandor inextinguible,
Y en el lecho le vuelve al que aprisiona
A ceñir por las puntas la Corona.

68 Quien para tantos nace, nunca es dueño
De sí, y el ocio siempre le ha servido
De muerte simulada, cuyo empeño
Es, no dar a entender que está dormido:
Jamás ha habido más dañoso sueño,
Pues le hace irremediable el poco ruido:
Y fiado el Pueblo de un asilo cierto,
Lamenta ruinas de gobierno muerto.

69 Y aún no importa, que a estudios del desvelo
Gima el sudor dulcísima fatiga,
Si se pierde lo sumo del anhelo,
Que es prevenir remedio al mal que obliga:
El que hoy, Señor, el que hoy predice el Cielo
Sabrás, si acaso hay voz que tanto diga;
Ánimo, pues, valor, y fortaleza,
Que lo más está andado, si se empieza.

70 Enfurecido al soplo del impuro
Espíritu, que oculto a ambos asiste,
Refiere la visión, mas no seguro
Del interior temor, que le reviste:
A la amenaza del Celeste Muro,
Sereno el Rey al susto se resiste;
Que en la pensión de las comunes Leyes,
Está el Cielo de parte de los Reyes.

71 Luzbel airado, que al pavor se excluya,
Al par se abrasa, que se lisonjea,
Que como es la Soberbia empresa suya,
Siente ver, que otro más altivo sea:
Nuevo Fantasma da su engaño, cuya
Admiración asombre más la idea,
Como quien sabe bien lo que comprehende
Aquel Idioma, que la vista entiende.

72 Galán Pavón, en que Argos convertido
Vistió sus Plumas de ojos, y colores,
Ofrece luego, porque de dormido,
Ni en sombras quiso padecer errores:
En éste, pues, su dolo desmentido,
Sabia Dióptrica pule los primores
Del cristalino Escudo transparente,
Que brilla la Cimera de su Frente.

73 Dando aprecio de raro lo monstruoso,
Del Cazador humilde, al Noble enlaza,
Hasta que lame friso majestuoso,
Donde en rayos el Sol al Rey disfraza:
Hace examen estudio misterioso,
E igual horror a todos embaraza,
Porque empieza el silencio, hablando mudo,
A llamar con las voces del Escudo.

74 Nunca más que hoy, con fieles graduaciones,
Alma dando de luz a gratos lejos,
Supo medir mejores proyecciones
Perspectiva gentil en sus espejos;
Pues pasando a los ojos, refracciones,
Les bebió rayos, que cambió en reflejos,
Hasta dejar con aparente copia
Empañada la vida de sí propia.

75 En su cóncavo Foco diamantino
Con atención severa el Mexicano,
Va corriendo los centros, que previno
Cauto artificio de invisible mano:
El dilatado fondo peregrino
Con lobreguez alumbra al tiento vano,
Y de la noche trémulo sosiego
Le da otras luces, para ver más ciego.

76 Mira a Titán dormido en Urna undosa,
Y que predice Orión tormenta fría,
Y juzgando que es sombra nebulosa,
Vuelve la Frente registrando el día:
Huye al Sol la apariencia cautelosa;
Pero creyendo más su fantasía,
Otro mayor prodigio le retrata
El Lente opaco de su fina plata.

77 Armadas Huestes de Española Gente,
Siguiendo grados a la ardiente Zona,
Ve tan al vivo, que del parche siente
En el oído, el rumor que se impresiona:
Haradino en el mismo, vio patente
El apresto Naval de Barcelona,
Que en lo que docto pinta, no se engaña,
Si en estruendos de guerra busca a España.

78 Llegan Grandes, Privados, Consejeros,
A los encantos, que el cristal ofrece;
Alguno hay que conoce los Guerreros
En las facciones; tanto el miedo crece:
Exagere fatídicos agüeros
Cada cual, a conforme le parece,
Y el dictamen, que exprime su cuidado,
(¡Oh Amor propio!) le cree más acertado.

79 Difundido el engaño, la brillante
Ave, que condensó leve elemento,
Se exhala en humo, y en veloz instante
Fue sus despojos heredando el viento:
Su ausencia hurtó a todo circunstante,
Con la propia quietud, hasta el aliento:
Pues robando atenciones al sentido,
Sólo lo inmóvil les dejó esculpido.

80 Al ver, el Rey callar sus Cortesanos,
Reprimiendo el fastidio con que advierte;
¿Qué suspensión, heroicos Mexicanos,
Es la que os pone (exclama) de esa suerte?
¿Tanto pavor unos acasos vanos
Han de dar, a quien no temió la muerte?
Pero no digo bien en lo que digo,
Que eso es quereros comparar conmigo.

81 Aborte el Mundo monstruos materiales;
Finja vestiglos el profundo Abismo;
Vomite el Mar Ejércitos Marciales,
Incontrastable, siempre seré el mismo:
Ni los del Orco, ni los Celestiales
Vates, que adora nuestro Gentilismo,
Podrán cansar recelos en mi arrojo,
Mientras que yo de mí no me despojo.

82 ¿Por ventura serán esos Soldados,
Adornados de escama refulgente,
Más que unos Capitanes esforzados,
Vasallos del Monarca del Oriente?
¿No es Blasón que éste, con sus alentados,
Me mande una Victoria de presente,
Y por quedar con su poder galantes,
Los Cesares me busquen más distantes?

83 Aunque fuesen más que hombres (que no creo)
Como afirman vulgares necedades,
Yo también soy más que ellos, pues me veo
En la Esfera mayor de las Deidades:
El Mundo todo no es cabal Trofeo,
Si ha de probar mis Armas, o crueldades;
Pues ¿para qué forceja, aunque hace mucho,
A intimidarme, cuando no le escucho?

84 Calló, y callaron todos, por su erguida
Condición; más Alchohua le habla atento,
Que para una altivez tan desmedida,
Es el Arma mejor el rendimiento:
El golpe sufre, por lograr la herida,
Diestro en ir recatando el vencimiento;
Y cuando ya le tiene en este estado,
Lo que fue susto, suena desenfado.

85 Solamente, Señor, un insensible
Pecho (prosigue) que pulió el Diamante,
Rebeldías ostentará de invencible,
Haciendo obstinaciones lo constante:
¿Pero tú? Yo me engaño. No es posible,
Que blasones lo cruel, por arrogante;
O no estás con sentido, o lo más cierto
Es, sí, que vives, que yo soy el muerto.

86 Pues Padre, si los tuyos examinas;
Monarca, si el Dosel Sagrado moras,
Fuerza es que llores de tus hijos ruinas;
Fuerza es que sientas el Laurel, que doras:
Por éste, y por aquellos te destinas
Al grande amor, que en ambos atesoras;
Nada entre Padre, y Rey hay que más cuadre,
Que el eco dulce de la voz de Padre.

87 A esta oración, a escusas del respeto,
Mal reprimido tierno desperdicio
Derramó por los ojos el afecto,
Con que sabe el amor hacer su oficio:
La lástima a los suyos en efecto
Fue el generoso, fue el mayor indicio
De la Real Piedad, que dio vencida,
El grito por las voces desta herida.

88 ¡Oh Sublime Carácter Soberano,
Cuánto influye de amor tu brillo ardiente!
Si esto haces en la frente de un Tirano,
¿Qué es lo que harás en más heroica frente?
¡Oh Católico Ibero, oh Sol Hispano,
Cuál será el vuestro, si el que la Alma siente
Al ponderarlo, tanto lo concibe,
Que en fuegos muere, y en temores vive!

89 Felices sí, dichosos Españoles,
Que en vuestra Regia protección, su amparo
Fieles vinculan, siendo vuestros Soles
De Padre, y Rey el peregrino Faro:
¡O quién por vos; más sacros arreboles,
Donde remontan al recato avaro,
Siendo con reverente atención suma,
Propios del corazón, no de la Pluma!

90 Con tanta luz depuesto lo violento,
Moctezuma halla la irascible quieta;
¡Qué no conseguirás, entendimiento,
Si el hombre (que es lo más) se te sujeta!
Despertó, cual recuerda soñoliento
Avaro, a quien ladrón mentido inquieta,
Que refleja al tener presente el oro,
Porque está el corazón en su tesoro.

91 Ya que el dolor de discurrir los míos
En servidumbre de Coyunda ajena,
Hace (Alchohua) que suaves desvaríos,
Hasta en los Solios introduzcan pena:
No tienen que acusar celos impíos
Al olvido, que de ellos me enajena,
Y del Cetro; pues a los dos atento,
Remedio aplico para mal violento.

92 ¿No hay contra sus instancias suficiencia
De Cholula en la empresa? No: (responde
El Anciano) Fatídica mi ciencia,
A quien lo más remoto no se esconde,
Conoce que a suprema Providencia,
En vano la cautela corresponde;
Ya sucedió; y díjolo de paso,
Como si hubiera visto todo el caso.

93 Aquí se ve, que no hay más fácil cosa
De abatir, que un soberbio, porque siendo
Espuria del valor su ira fogosa,
Se va al golpe más tenue deshaciendo:
Declina a lo cobarde pesarosa,
Ya lo dice el Monarca, pues oyendo
Frustrado su designio, al propio instante,
Lo mortal del dolor vació al semblante.

94 Mas si como hombre pudo recelarse,
A la influencia, que el Astro al Cetro endona,
Su dignidad le acuerda, que ultrajarse
No debe el esplendor de la Corona:
Con extraña constancia vuelve a hallarse,
Para el daño, que el Hado le menciona,
Y en arbitrios más acres serio piensa
A la que hace de sí, del Cielo ofensa.

95 Aún no es tiempo cumplido a la osadía;
(Replica el Sacerdote) los Aceros
No han de encontrar la senda, que se fía
Del consejo no más a los esmeros:
Su hora le llegará a la bizarría;
Mas sólo ese volumen de Luceros
Sabe cuando ha de ser, que reservado
A sí el secreto guarda del sagrado.

96 Ni siempre de la fuerza ha de valerse
El Ingenio, a atajar fuerte Potencia;
Que contemporizar, y no oponerse,
A veces suele ser más resistencia:
Nunca la débil Caña llega a verse
Del Aquilón quebrada con violencia,
Porque el no resistir su ciega injuria,
Le hace en lo dócil desarmar la furia.

97 Quien no va en tales casos a partido
Con la prudencia, sino en sí confiado,
Pierde de aprovechar aquel descuido,
Que en la cólera sorda está librado:
Valor grande hay también, que no hace ruido,
Y en sus empresas es más acertado;
De ocultarse una mina no se afrenta,
Y desbarata un Monte, si revienta.

98 Nadie pudo negarle en sus medidas
A la espera primores de acertada,
Porque en la realidad, muchas más vidas
Ha quitado la flema, que la espada:
Lo preciso es, que operen escondidas,
Y en esto está su fuerza vinculada:
El estrépito daña: más importa
Cuchillo, que se ignora cuando corta.

99 Deja el Cielo con suave Providencia
A las Causas segundas sus funciones,
Para que dependientes de alta influencia,
Hagan perfectas sus operaciones:
Por esto los efectos de mi ciencia
No hallan concurso a sus imprecaciones;
Y huye, si no me engaño, del conjuro,
Porque el humano medio es más seguro.

100 El que apuntó (¡oh memoria!) El ominoso
Cometa, del Cocito macilento,
Fue, que manchase Culto religioso
Las Aras del Español humor sangriento:
Del Gran Huitzilopochstli poderoso,
Se ha de teñir el Sacro Pavimento,
Porque le haga mudar aspecto infausto,
Víctima, que es más Rito, que Holocausto.

101 Desenojarse quiere, pues propicio
Llegó a enseñar desde su Alcázar sumo
Cierto Sendero, pues del sacrificio,
Más que la sangre, quita el ceño el humo:
Felicidad es dar con el indicio
De la clemencia, con que le presumo,
Pues remitir intenta yerro ciego,
Quien permite le busquen con el ruego.

102 Y es gran piedad, que puedan las Estrellas,
Para aplacarlas, señalarte traza,
Porque no siempre nos castigan ellas,
Enviándonos delante su amenaza:
El reflejo que forman sus centellas,
Al que se humilla, alumbra, no rechaza;
Jamás al llanto le han negado ayuda,
Y el tiro evita, quien con él se escuda.

103 Política, atención, celo pedía
Yo, cuando sus anuncios te intimaba;
Esto es sólo lo que a una Monarquía
Hace feliz, y sin aquesto acaba:
Si consigues vencer a sangre fría,
(Que sí podrás) tu culpa allí se lava,
Y vivirás mayor para adelante,
Al Cielo humilde, y al valor triunfante.

104 Así acabó, y del Concurso grave
De Ancianos Nobles, pareceres junta
El Rey, para seguir el que más suave
En la ocasión presente el juicio apunta:
Disuelve por fin tanto Conclave,
En que sólo Luzbel su mal barrunta,
Y en la cautela todos empeñados,
Gustosamente quedan engañados.