Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente



  —[215]→  

ArribaAbajo Capítulo VI

El ejército hispano-tlaxcalteca se pone en marcha y llega a México. Arribo de Pánfilo de Narváez a Veracruz. Lo desbarata Cortés. Sublevación de los Mexicanos. Muerte de Motecuhzoma. Dudad sobre su bautismo. Etimología de su nombre. Los españoles abandonan la ciudad. Noche-triste. Salto de Alvarado. Práctica y fórmula de adoración de los mexicanos. Peligros que corrió Cortés. Pérdida del tesoro de Motecuhzoma. Continúan su retirada los españoles con dirección a Tlaxcala. Batalla de Otumba. El Apóstol Santiago pelea por los españoles. Llegan a Tlaxcala.


Como nuestros españoles y los de Tlaxcala hubieron conseguido tan gran victoria y tomado Cholula, quedando (ésta en pie) por misericordia, prosiguieron su viaje a México, a donde en breves días llegaron, y el capitán Cortés fue muy bien recibido de parte del gran Señor y Rey Moctheuzomatizn y de todos les Señores Mexicanos; y dejando el suceso de esta tan famosa historia a los que de ella escriben y han escrito, prosiguiendo lo que vamos tratando, digo que estando en la ciudad de México Cortés en el mayor triunfo que capitán ni príncipe del mundo puede tener *ni estar como estaba*, y en la mayor cumbre que su fortuna le pudo sublimar ni pudo ponerte, vino una súbita y repentina nueva que fue de la venida y llegada de Pánfilo de Narváez, que contra él venía y enviaba Diego Velázquez, gobernador que en aquellos tiempos era de la Isla de Cuba, que le fue necesario dejar aquella alteza en que estaba, e ir en persona   —216→   al reparo de un gran daño y estorbo como éste para lo que llevaba comenzado y tenía entre manos, que tales son las cosas inestables de este mundo, que sin pensar viene un contrario y un desabrimiento en los mayores contentos y placeres de esta vida: y así se fue luego y salió de México para Cempohuallan, sin perder punto de lo que tanto le importaba; y por no dejar de la mano una de las mayores empresas y más heroicas que en el mundo jamás hombre humano había ganado, dejando en México a Pedro de Alvarado, se despidió de Moctheuzoma y de los demás Caciques y Señores Mexicanos so color de que iba a castigar ciertas gentes robadoras y corsarias que habían llegado nuevamente a hacerles mal y a toda la tierra, y que iba a poner remedio en ello. Con este designio partió de México *el animoso capitán* y se vino por Tlaxcala donde fue muy bien recibido, y dando cuenta a sus leales amigos del negocio a que iba, le dieron copia de gente que le acompañó y fuese sirviendo: *y caminando por sus jornadas por tierra de paz y de sus amigos*, llegó en breves días a Cempoala, donde con su buena industria y mañas prendió a Pánfilo de Narváez y le quebró un ojo. Hecha esta prisión atrajo a sí toda la gente de su compañía con dádivas y regalos que hizo, dio y prometió: lo cual le aprovechó mucho, pues con esta gente hizo toda la conquista de esta tierra; y dejando puesta arden en Cempoala con todo el recato y cuidado de gente de confianza, con la mayor prudencia y brevedad que pudo se volvió a México, que así convenía porque tuvo nueva de que se habían rebelado los Mexicanos contra los españoles323.

Llegado que fue y entrado en México, halló a las suyos cercados y encerrados en las casas de Moctheuzoma y puestos en muy grande aprieto; y como fuese llegado, rogó a los Caciques Mexicanos con grandes ruegos y amonestaciones, que aplacasen su enojo, y que él era venido a socorrerlos y castigar a sus soldados   —217→   aquellos que los habían enojado, porque su voluntad era tenerlos por amigos, y que los suyos como hombres nuevos y de poca experiencia habían errado, y él como lo verían los castigaría; mas nunca les aprovechó cosa de lo que les dijo, hasta que el propio Moctheuzoma un día se subió en persona a un terrado, desde donde les mandó que aplacasen su ira, y que no se pusiesen en aquello ni se quisiesen tomar con les gentes nuevas; que los dejasen, que ellos se querían ir, volver a sus tierras: y tampoco bastó esto, antes como gente obstinada en su desvergüenza, se amotinaron contra su Rey llamándole de bujarrón y de poco ánimo, cobarde, con otras palabras deshonestas, vituperándole *con deshonestidad*; y teniéndole en poco le comenzaron a tirar con tiros de varas *tostadas* y flechas y hondas, que era la más fuerte arma de pelea que los Mexicanos tenías, de suerte que le tiraron una pedrada con una honda324 y le dieron en la cabeza, de que vino a morir el desdichado Rey, habiendo gobernado este Nuevo Mundo con la mayor prudencia y gobierno que se puede imaginar, siendo el más temido, reverenciado y adorado Señor que en el mundo ha habido y en su linaje, como es cosa pública y notoria en toda la máquina de este Nuevo Mundo, donde con la muerte de tan gran Señor se acabaron los reyes Culhuaques-mexicanos y todo su poder y mando, estando en la mayor felicidad de su monarquía; y así no hay que fiar en las cosas de esta vida sino en solo Dios. Muchos afirman de los conquistadores que yo conocí, que estando en el artículo de la muerte pidió agua del bautismo, y que fue bautizado y murió cristiano, aunque en esto hay grandes dudas y diferentes pareceres; mas como digo que de personas fidedignas, conquistadores de los primeros de esta tierra, de quien fuimos informados, supimos que murió bautizado y cristiano, y que fueron sus padrinos del bautismo Fernando   —218→   Cortés y D. Pedro de Alvarado325. Este nombre de Moctheuzomatzin quiere tanto decir como Señor regalado, tomándolo literalmente326; mas en el sentido moral quiere decir seño, Señor sobre todos los Señores y el mayor de todos, y Señor muy severo y grave y hombre de coraje y sañudo, que se enoja súbitamente con liviana ocasión.

Muerto el desdichado Rey en quien tenían los nuestros puesta toda su esperanza, se procuró dar orden de salida de aquel cerco tan trabajoso, porque los bastimentos se les iban acabando y faltando, y las aguas que bebían eran de pozos salobres y hediondas que les hacían mucho daño, y que los propios cercados habían abierto para beber. Vista su perdición y precisa necesidad tan irremediable, acordaron de salir de allí antes que pereciesen tantas gentes como allí estaban oprimidas y cercadas. Ordenadas sus haces y escuadrones, salieron una noche: cuando todo estaba en silencio y sosegado, y las velas durmiendo en profundo sueño, comenzaron a marchar con el mayor secreto del mundo, porque no fuesen sentidos. Fueron saliendo por la calle de Tacuba con la mejor ordenanza que pudieron; sin que fuesen sentidos como al cabo lo fueron de una vieja vendedora, que estaba en aquella hora vendiendo para los caminantes y forasteros cosas de comida, que era a manera de bodegón   —219→   en el barrio de Ayotzapagres327 donde están fundadas las casas que hizo Juan Cano, y enfrente de las casas que labró Ortuño de Ibarra, que después fue yerno de Moctheuzomatzin, cuyas casas son hoy de Hernando de Rivadeneyra que dejó Juan de Espinosa Salado, la cual dicha vieja debió de ser el demonio que comenzó a dar muy grandes voces diciendo... ¡Ea Mexicanos! ¿Qué hacéis? ¿Cómo dormís tanto que se os van los dioses que tenéis encerrados? ¿Qué hacéis hombres descuidados? Mirad no se os vayan, tomad por vosotros, matadlos y acabadlos porque no se rehagan y vuelvan sobre vuestra ciudad con mano armada... y como todo estuviese en arma, acudieron a las voces y gritos de la vieja, y salieron los Mexicanos en tan gran alboroto, ira y furia, y en tan breve espacio, que parecía que el mundo se acababa; y en un momento se hincharon las plazas y calles y azoteas de tantas gentes, que no cabían unos y otros, y verlo era la cosa más horrible y espantosa que se vio jamás: la vocería que a esta hora había en la ciudad de México, que no se puede con palabras ni por pluma encarecer, porque con la multitud de gentes, de noche y oscuras, se mataban unos a otros sin poderlo evitar; y comenzaron a arremeter y dar en los nuestros tan cruelmente y con tan gran ira, ímpetu, y coraje y furia, que no parecían sino leones fieros y encarnizados y hambrientos, y los nuestros en defenderse. A este tiempo haciendo lo propio en este tan gran asalto y reencuentro, que fue una de las más sangrientas peleas y batallas que jamás en el mundo se han visto, porque como fuese de noche y entre acequias, lagunas, ciénagas y pantanos, y puentes quebrados, fue un combate y rompimiento el más inevitable, *que jamás ha pasado ni se ha oído, por ser los nuestros tan pocos y la gente contraria tan innumerable que* no se puede imaginar, y más que los nuestros por salir de tan gran aprieto y peligro procuraron de animarse y sacar fuerzas de flaqueza, y   —220→   salir defendiéndose de sus enemigos lo mejor que pudieran, cuya salida no pudo ser sin gran daño y pérdida de los nuestros porque en la refriega murieron más de cuatrocientos y cincuenta españoles328 y sinnúmero de los amigos de Tlaxcala, aunque se dice que fueron cuatro mil amigos, más no fue a menos costa y riesgo de los Mexicanos, porque experimentaron bien las manos y ánimo de los españoles, pues las acequias, calles y pasos de donde habían quebrado los puentes, quedaron llenos de cuerpos muertos, y las ciénagas y lagunas teñidas y vueltas en pura sangre329.

  —221→  

En esta rota y desbarato de los nuestros, siempre iban prosiguiendo su viaje: llegaron al paso donde hizo Alvarado aquel heroico y temerario hecho del salto330 que dio, que por ser tan grande e increíble lo pongo aquí. Ya el sol iba alto a estas horas, y los amigos vista tan gran hazaña, quedaron maravillados, y al instante que esto vieron se arrojaron por el suelo postrados por tierra, y en señal de hecho tan heroico, espantable y raro, que ellos no habían visto hacer a ningún hombre así, adoraron al Sol comiendo puñados de tierra331; y arrancando yerbas del campo, dijeron a grandes voces: «Verdaderamente que este hombre, es hijo del Sol». Esta ceremonia de comer tierra a puñados y arrancar yerbas, era una superstición muy usada entre los naturales, cuando les sucedía algún caso que fuese de   —222→   admiración, o cuando pedían a sus dioses con eficacia y demanda muy encarecida, así como en este paso se postraron por el suelo y mordieron la tierra tomándola a puñadas, echándosela a la boca, arrancaron yerbas del campo ofreciéndolas a sus ídolos, alzando los ojos al cielo y diciendo de esta manera... «¡oh! dioses muy altos y poderosos, poseedores de los altos nueve cielos, hasta el más alto y supremo de ellos, donde asiste aquel que es sobre todos vosotros *demás dioses, que le llamaban* Tloque Nahuaque, *que quiere tanto decir, como si dijésemos* aquel que todos le acompañan *y es acompañado de todos los otros dioses*, a vosotros nos encomendamos para que seáis en nuestro socorro y ayuda, y no nos desamparéis en nuestros trabajos, peligros y aprietos, pues tenéis poder y superioridad sobre todos los hombres. También invocamos a vos muy claro y resplandeciente Sol Nauhollin *que quiere decir cuarto nombre*332,   —223→   y a vos Luna, mujer hermosa y resplandeciente del claro Sol, y a vosotras estrellas del cielo, y a los aires del día y de noche, para que con vuestra ayuda salgamos de los grandes peligros y de este aprieto y guerra en que nos vemos, que tan injustamente se nos ha movido».

Sacamos esta oración a luz, por ciertas averiguaciones que hicimos en la ciudad de Tlaxcala, en una probanza que los herederos de D. Pedro de Alvarado hicieron por los méritos de su padre, de muy famosos capitanes que se hallaron presentes en todo el discurso de la guerra, entre los cuales fue uno que se llamó D. Antonio Calmecahua, capitán muy famoso de Maxixcatzin, el cual se halló con Cortés en todas las ocasiones que se le ofrecieron, que hoy en día vive y según se afirma es de edad de ciento treinta años, y tiene todavía gran sujeto y razón de hombre, que de todo cuanto se le pregunta da muy buena razón y cuenta, y aunque está sordo cuenta grandes excelencias y cosas de la venida de Cortés y demás capitanes, y de sus notables hechos: se tiene por dichoso en haber sido bautizado y ser cristiano; llora el tiempo que fue idólatra, con arrepentimiento del engaño en que vivía y vivieron sus antepasados. Lo mismo se cuenta de otro capitán muy señalado Antonio Temazahuitzin, natural de esta provincia, del pueblo de Hueyotlipan, al cual se atribuye haber librado a Cortés de un muy gran peligro en que se vio, llevándolo asido y preso los Mexicanos para sacrificarlo a sus dioses, pues que andando en la pelea, cayó en ciénaga o pantano, y estando encenagado le prendieron, llevándole asido para sacrificarle a sus ídolos. *También se dice que él estaba asogando ende agua333 una india vieja mexicana   —224→   hasta que llegó esta gente y Christóbal de Quiñones, a quien se atribuye haberle librado de este peligro, hasta que asimismo* llegó Cristóbal de Olea y lo mataron los indios, y llegó este capitán Temoxahuitzin334 con su escuadrón, y le quitó y sacó de la ciénaga, que fue la última guerra de México junto a la acequia que llamaban los naturales de Tultecapan; y así que con esta ayuda y socorro de este leal capitán, hubo lugar de que llegase Francisco de Otea, su criado, a defenderle, y dicen que cortó las manos a los que lo llevaban asido, de una cuchillada, y en esto llegó otro español llamado Antonio de Quiñones, y asió del brazo a Cortés y le sacó por fuerza de entre los enemigos, peleando con ellos. A este tiempo llegó uno de a caballo haciendo calle y lugar por entre la gente, al cual también mataron los indios. Entonces Cortés subió en un caballo que le trajeron, y recogiendo la gente de sus españoles, salió de aquel mal paso y gran peligro.

Gran suma de riqueza de oro y pedrería, fue la que en aquella salida se perdió, la cual fue del tesoro de Moctheuzomatzin, que como fuese muerto, mandó Cortés que la mayor parte se fundiese, porque en piezas y joyas de oro labrado hacía mucho volumen, lo que no hacía derritiéndole y hecho en barras y ladrillos; y así se puso por obra, de modo que lo que estaba en joyas, brazaletes, patenas, bezotes y orejeras, todo se hizo fundir, sin lo que estaba en tejos y barras que era gran suma: y al tiempo de la salida de las casas de Moctheuzoma se encargó de la mayor parte de esta riqueza a los amigos de Tlaxcala, aunque como está referido se perdió, y se lograron mal. Todas estas razones son del capitán D. Antonio Calmecahua, que fue uno de los que salieron en guarda del tesoro mexicano de Moctheuzoma, muriendo sobre ello y en defensa del la mayor parte de nuestros españoles, como murieron. Y tornando al discurso de lo que íbamos tratando, así como hubo pasado D. Pedro de Alvarado el puente, llevando la retaguardia herida y sangrienta,   —225→   y desventurada lo mejor que pudo, él y su gente y los de Tlaxcala fueron en seguimiento del general que iba caminando al pueblo de Tlacupa335 y a Teocalhincan336, y Tzacuhyocan, donde ahora está la ermita de Nuestra Señora de los Remedios, sin poderse defender de los enemigos, continuando su viaje, marchando y peleando con gran ánimo, defendiéndose de ellos hasta llegar al lugar referido, que desde aquel día quedó aquella memoria y advocación de Nuestra Señora de los Remedios, que dura hasta el día de hoy, la cual es frecuentada de muchas gentes con mucha devoción.

Llegados aquí los nuestros, tuvieron algún descanso por verse ya fuera de las lagunas y ciénagas, y de otros peligros de México; habiéndolos por aquí guiado y encaminado los de Tlaxcala, rodeando todos los cerros y lagunas *que caen fuera de la Laguna mexicana*, yendo hacia la parte del Norte *en cuanto al sitio de México*, a diez y nueve337 leguas de distancia de México, continuando su viaje para la provincia da Tlaxcala, que ya era tenida como su patria, morada, y amparo y defensa del pequeño número de cristianos que habían quedado. Llegados que fueron a los campos y llanos de Otompan, que por otro nombre se llaman los Llanos de Aztaquemecan, en la cual parte salieron de refresco innumerables escuadrones de gente de guerra en gran ordenanza, de gente muy lucida y principal de la provincia de Tetzcuco, llamaos Aculhuaques del reino de Aculhuacan de Netzahualpitzintli, famosísimo varón, origen y principio de los Reyes de Tetzcuco Aculhuacanense, según más largamente lo dejamos declarado a los principios de nuestra historia, cuya gente puso en muy grande aprieto a los nuestros, porque como venían cansados, mal heridos, destrozados, y salían tantas gentes a ellos, les fue necesario llamar y recoger, y   —226→   hacer junta y tomar consejo de guerra: se resolvieron que con mucha orden fuesen marchando, sin que ninguno saliese *fuera de su orden hasta que el tiempo les diese a entender lo que se debía hacer, y que no acometiese nadie* ni se desordenase por ninguna ocasión que hubiese, ni por otra cualquier vía ni manera que fuese, a causa de que su designio era conservarse hasta rehacerse y llegar a Tlaxcala, si pudiese ser, sin ningún reencuentro por no perder más gente de la perdida. Finalmente, que sin reparo ninguno les fue necesario y forzoso romper este guerra, y entrar por los ejércitos de los Aculhuaques y pelear tan denodadamente, como si no hubieran pasado por ningún trance ni peligro de fortuna; de manera que se trabó la guerra tan cruelmente y tan de veras, que a poco rato se hincharon los campos de cuerpos muertos y de sangre, que parecía ser cosa increíble, donde los nuestros conocidamente entendieron ser por milagro de Dios esta victoria, pues *conocidamente* de nuestra parte se iba todo aflojando y perdiendo tierra por muchas veces, en vez que a cada momento venían gentes y escuadrones de refresco al socorro de los Aculhuacanenses, que no con paca dificultad los nuestros les resistían, y con menos esperanza de salir de entre tantos y tan crueles enemigos, porfiados y prolijos en su dura obstinación y *crueldad*.

Viéndose *nuestro capitán Hernando* Cortés en tanto aprieto y peligro de perderse él y su gente, y el notable desmayo de los nuestros, determinó entrar rompiendo como entró, por medio de un escuadrón con una lanza en la mano, alzando e hiriendo a una y otra parte a enemigos, matando y atropellando cuanto por delante hallaba, poniendo *increíble* espanto a sus contrarios: y de tal manera se dio tan buena maña, *ayudado de Dios Nuestro Señor y de su Santísima Madre*, que llegó a lanzar al general de todo el campo, *que rompiendo por todos los escuadrones, como está referido, lo* atropelló con el caballo dándole de lanzadas, le mató y quitó la divisa que traía, la cual los naturales llamaban Tlahuizuntlazopilli, que era de oro y de muy rica plumería; la cual presea mandó guardar y tener   —227→   por una de las más estimadas empresas que había ganado, *la cual dio* después y presentó a Maxixcatzin su amigo, Señor de Tlaxcala, *de la cabecera de Ocotelulco*, porque como cosa que había ganado por su lanza, les servía con ella338.

Luego que este capitán faltó, llamado Maxatlopille, por la divisa que traía, cuyo propio nombre era Cihuacatzin, capitán de Teotihuacan, de un barrio que estaba bajo de Teacalco junto a Aztaquemecan339. Así mismo alanceó Hernando Cortés en esta batalla aquel día a otro Señor llamado Tochtlahuatzal, aunque no murió y vivió mucho tiempo. En estos reencuentros se halló *aquella Señora llamada María de Estrada, donde peleó con lanza a caballo* como si fuera uno de los más valerosos hombres del mundo, como atrás queda referido.

Quieren decir los Otompanecas y dar por descargo, que esta gente de guerra que allí salió al encuentro de los españoles, no fue de intento pensado, ni de refresco a matarlos, sino que acaso se celebraban unas fiestas anuales que tenían de costumbre   —228→   los indios, y que estando en ellas con gran número de gentes haciendo reseña de guerra y alarde, que acaso se hallaron en esta ocasión y que salieron al paso por ver si podían acabar con los españoles que venían desbaratados y heridos de México, y lo pusieron así por obra, sin ser para ello avisados de los Mexicanos, lo cual tengo por falso descargo. Finalmente, se desbarató el campo enemigo, desmayaron sus gentes, de suerte que en poco rato no quedó ninguno que les impidiera su camino, quedando *los nuestros* vencedores. *Prosiguieron su camino* aunque algunos capitanes de los vencidos siempre salían a estorbar el pasaje, continuando su pelea con rabia cruel de tan gran pérdida de sus gentes, aunque no con tanta prisa que fuese parte *para que pudiese* impedirles el camino que llevaban... En este lugar vieron los naturales visiblemente pelear uno de un caballo blanco, no le habiendo en la compañía, el cual les hacía tanta ofensa, que no podían en ninguna manera defenderse de él ni aguardarle; y así en memoria de este milagro, pusieron en la parte que esto pasó, una ermita del Apóstol Santiago, que es un pueblo pequeño que está en aquella comarca de Otompan, que los naturales le llaman Tenexalco. Afirmaron muchos conquistadores que el caballo en que salió Hernando Cortés a este reencuentro era un rocín de arria muy bronco, y que no servía más que para llevar el fardaje; y como se vio sin caballo que fuese de provecho, hizo ensillar este arriero, en el cual fue Dios Nuestro Señor servido que hiciera tantas hazañas, que parece cosa increíble cómo después salió tal y tan bueno que por este caballo se le atribuyó toda la victoria, pues que estando flaco y cansado como lo estaba, a coces, tocados y manotadas hacía tanto daño a los contrarios que no osaban acercarse a él. De este caballo arriero se sirvió en la conquista de México y en la última guerra que se dio se lo mataron, cuando Olea le dio el suyo como atrás dejamos tratado.

Pasados de este trance prolijo y peligroso, y otros grandes acaecimientos de fortuna, se fueron los nuestros por los llanos de Apam, Temalacatillan y Almoloyan, siempre peleando y resistiendo   —229→   a los enemigos que a cada paso, en cada lugar y pueblo de los Aculhuacanenses salían de refresco a combatirse con los nuestros, hasta que llegaron a Hueyotlipan, lugar sujeto a Tlaxcala, a donde los nuestros fueron acogidos y recibidos con mucho aplauso y regalo, como si fuera dentro de su patria y tierra natural, donde se les dio todo lo necesario340.



  —[230-231]→  

ArribaAbajoCapítulo VII

Buena acogida que encuentran los españoles en Tlaxcala. Embajada de los Mexicanos a los Señores de Tlaxcala, invitándolos a unirse contra aquellos. Xicotencatl opina por la liga. Maxixcatzin lo contradice. Riña entre ambos. Triunfa la opinión de Maxixcatzin. Etimología de los nombres Tenochtitlan y México. Auxilios que obtiene Cortés para continuar la guerra contra los Mexicanos. Construcción de los bergantines. Arenga de Cortés al Senado Tlaxcalteca. Contestación.


Sabida la nueva de su pérdida y desbarato, llegaron en su socorro y defensa gran número de la ciudad de Tlaxcala, enviado por los cuatro Señores, principalmente por Maxixcatzin, a quien se debe todo este bien, y fue el que más sintió el mal tratamiento de sus amigos, y de su gran pérdida y muerte de Moctheuzomatzin, e hizo salir más de doscientos mil hombres que salieron a socorrer al capitán Cortés a Hueyotlipan: aunque no llegaron a tiempo, fue esta gente de mucho efecto para correr el campo en seguimiento de los contrarios, hasta echarlos de sus tierras y lugar a sus límites, que fue una reseña muy útil y provechosa, con lo que los Aculhuacanenses y Mexicanos fueron admirados de ver que en tan breve espacio de tiempo se hubiese juntado tan gran poder de gente en socorro de aquella advenediza y extranjera, y aun tratándose entre sí y echando juicios acerca de cual fuese la causa de tan gran amistad y tan coligada con gente tan extraña; la cual nueva y rota corrió por todo el reino de los Mexicanos, y les hizo no estar seguros de la venganza   —232→   que después se tomó de ellos por su desvergüenza y atrevimiento.

Como los nuestros se viesen libres y descansados algunos días, a persuasión y ruegos de Maxixcatzin, salieron de Hueyotlipan para Tlaxcala que estaba a cuatro leguas de este lugar; y los heridos que no podían ir a caballo ni a pie, los llevaban en hombros y hamacas, con mucho amor y regalo; y así como venían de camino y entrando por la ciudad, salían las gentes a verlos, y como estaban tan maltratados, les tenían gran lástima: las mujeres subidas en sus casas y terrados, les decían a grandes voces llorando... ¿Quién os engañó para que fuerais a México, desdichados de vosotros, a meteros entre tantos malvados y crueles traidores? ¡Pobres de vosotros que así os han pasado y maltratado! Seáis muy bien venidos a vuestras casas y tierras. No tengáis pena, reposad y descansad, no tengáis miedo de tan mala gente traidora. Con estas y otras caricias de amor y ternura los acariciaban *con palabras tiernas y amorosas, los recibían* y decían para darles mayor consuelo. Prosiguiendo su camino, llegaron a los palacios y casas de Maxixcatzin *en el barrio y cabecera de Ocotelulco, donde fueron aposentados y recibidos con gran aplauso*, y aquí estuvieron algunos días, hasta que Nuestro Señor fue servido de que sanasen los enfermos y se reformasen341.

En este tiempo vinieron embajadores Mexicanos *de parte de aquella República*, con muy grandes *partidos y* promesas a los cuatro Señores *de Tlaxcala*, como atrás dejamos referido, proponiéndoles que fuesen contra los españoles y los matasen, y no tomasen su amistad; en lo cual quiso venir *y condescender* un Cacique llamado Axayacatzin Xicotencatl, hijo mayor de Xicotencatl el viejo, a quien había dado el gobierno de su cabecera su padre, señalándole por su capitán general.   —233→   Este, pues, venía en consentimiento de que los nuestros muriesen y los acabasen de matar; y siendo de contrario parecer Maxixcatzin, recibió grande enojo, y así con grande ira y alteración lo maltrató de palabra, diciéndole palabras de grande injuria, llamándole cobarde, mujer y afeminado, *imputándolo de* traidor, alevoso, y le dio de empujones, echándolo por unas gradas abajo, cuyo atrevimiento tuvieron en mucha estima haberlo hecho así Maxixcatzin, respecto a que otros mozos locos no se atreviesen a seguir la opinión *y parcialidad* de dicho Xicotencatl Axayacatzin, el cual era tenido por hombre alocado, de poco consejo y muy mudable en sus pareceres, alterado y sedicioso en la República. *Habiendo pasado esto, y viendo el rigor del tiempo y la guerra trabada con los Mexicanos, conociéndolos por hombres falsos y de poca fidelidad, no se les admitió su demanda ni crédito de lo que pedían, y antes la mayor parte de la gente y estado de la República* siguió la opinión de Maxixcatzin, y este Axayacatzin Xicotencatl murió ajusticiado, pues lo mandó ahorcar Cortés por consentimiento de la República de Tlaxcala, estando en Tetzcuco sobre la guerra de México, por ocasión de haberse tomado de la guerra como atrás dejamos recontado.

Habiendo pues pasado Cortés por tan rigurosos trances y vaivenes de fortuna, y deseando dar fin a su negocio comenzado y acabar la demanda, o ser Señor de todo este Nuevo Mundo; estando un día muy cuidadoso, llamó a sus amigos los cuatro Señores de las cuatro cabeceras parcialidades de Tlaxcala, y proponiéndoles el caso, diciendo era decirles cómo quería dar orden de ir a conquistar la ciudad de México, destruirla y tomarla a fuego y sangre, porque estaba enojado con todo aquel reino de Culhua, y que para hacer esto quería su ayuda y favor por tomar cruel venganza de gente tan falsa y traidora; y que para emprender y acabar tan grande empresa, tenía necesidad de enviar por gente de los suyos que tenía en Cempohuallan, que era la más fuerte y belicosa que traía, parque la habla dejado allá para su retaguardia; *que era gente muy valiente y esforzada*,   —234→   y que con aquella gente que viniese reformaría su campo e iría contra los Mexicanos de Tenuchtitlan, que quiere decir lugar o barrio de la tuna de piedra, cuya derivación quieren interpretar por muchas vías y maneras que se tomó por haber nacido en una peña un tunal, sin haber género de tierra, sino sólo sobre la piedra, y por haber sido cosa sobrenatural llamaron a esta ciudad de este nombre de la tuna, que llamaron Tenuchtitlan a la ciudad de México. Otros dicen que encima del Cu grande de la dicha ciudad, que era el templo mayor *de los ídolos de aquella ciudad*, nació este tunal sobre una gran peña o peñasco duro, sin tener ningún jugo de tierra, el cual produjo la trufa llamada Nochtli, que los españoles llamaron Tunas porque así las llaman los naturales de Cuba y Santo Domingo; y así por ser caso inaudito nacer una planta sobre un peñasco seco, y sin humedad y sin tierra, los naturales *de esta tierra* lo tuvieron por caso de admiración, y por esta causa, desde que sucedió, de allí en adelante llamaron a la ciudad de México de este nombre, y por más excelencia México Tenuchtitlan; y así tuvieron este caso por pronóstico de que la población de México había de ser eterna y permanente, pues los frutales se arraigaban en peñascos secos y duros, y que con más razón los hombres habían de arraigarse y permanecer allí para siempre. Otros quieren decir que México se llamaba Quauhnochtitlan, que quiere decir el tunal del Águila *la tuna de la Águila*, porque antiguamente venía a posar encima de este tunal una Águila, para desde allí abatir a las aves que *tenían los Señores de México, que por grandeza tenían una casa de aves* de todas raleas. Que con la gran antigüedad se había perdido el nombre de Quaunochtitlan y se llamó Tenuchtitlan, y que corrompiéndose el vocablo antiguo, se vino a llamar Tenochtitlan. Otros quieren decir que se llamó Tenuchtitlan, porque el tunal que nació en él cuando apareció, que no fue árbol de las tunas buenas comestibles, sino que era de las salvajinas que llaman los naturales Tenuchtli, que por su dureza las llaman así, que son muy empedernidas y disgustosas; *que por estas tunas que llaman Tenochtli,   —235→   se llama México Tenochtitlan: que quiere* decir el lugar de las tunas duras y empedernidas. Otros quieren decir y afirmar que fue un cardo del árbol que llaman de la pitahoria342 que asimismo es nombre de las Islas de Cuba y Santo Domingo, que los naturales de esta tierra llaman Teonochtli o sea Tuna de Dios. Finalmente, que este renombre que dieron a la ciudad de México de Tenochtitlan, lo tomó por haber nacido de343 aquel lugar del templo, sobre aquella peña o peñasco, donde solían hacer sus sacrificios idolátricos los naturales de aquella ciudad, y así como atrás dejamos referido, se llamó la Ciudad de México por el dios Mexi344.

Tomando a nuestro principal propósito, pasando adelante Hernando Cortés con su razonamiento, y de cómo quería ir a tomar sobre los Mexicanos y destruirlos, y que para traer las municiones, tiros, pólvora y otros pertrechos de guerra y hierro para hacer clavazón, tenía necesidad de su ayuda, y que le acudiesen con gente para traer estas cosas de Cempohuallan y del puerto, *porque estaba muy sentido y enojado de los Culhuas Mexicanos, por su gran desvergüenza y traición y gran atrevimiento, y que convenía mucho que tan gran maldad no quedase sin castigo, porque estando confiados y debajo de seguro de ellos y descuidados de esto, entendiendo que los tenían por amigos, le fueron traidores y mortales enemigos, y que para en pago de su maldad y traición, los quería castigar muy cruelmente y hacerles guerra como a sus enemigos capitales, como lo verían adelante en seguimiento de esta causa; así que, muy leales   —236→   y fieles amigos míos*, os ruego que me ayudéis en todo lo que se me ofreciere, y más en tan justa ocasión como esta, pues es vuestra propia causa y particular interés vuestro, porque yo de mi parte no os he de faltar.

Acabada esta plática y razonamiento Hernando Cortés, afirmativamente prometió a los Tlaxcaltecas, que el Dios Nuestro Señor le daba victoria, tenían parte de todo lo que conquistase, así de despojos de oro y otras riquezas de todas las provincias y reinos que se ganasen y conquistasen particularmente la ciudad de Cholula y provincia de Huexotzinco y Tepeyacac; y así fue como fidelísimos y leales le ayudaron a ganar y conquistar toda la máquina de este Nuevo Mundo, con gran amor y voluntad: en todas las cosas que se ofrecieron, siempre los halló muy de su parte y a su lado, con determinación de seguirle hasta morir o vencer contra sus propios naturales, aunándose con nuestros españoles gentes extrañas de su natural y nación, la cual causa se atribuye ser más obra de Dios Nuestro Señor que de hombres mortales.

Les dijo también que tenía guardada esta gente tan incógnita y apartada para ensalzamiento de su Santa Fe Católica; y acabada su plática, como tenemos referido, Hernando Cortés, le respondieron los cuatro Señores, cabeceras de las cuatro parcialidades de la ciudad de Tlaxcala. Ante todas cosas concedieron todo lo que les pidió, confirmando y ratificando su leal amistad, sin haber en contrario otra cosa; y así dándole todo lo necesario como les fue pedido, salieron número de gentes para Cempohuallan con capitanes prácticos de aquella tierra, y conocidos y ejercitados en guerras, para que con más recaudo se trajesen las municiones y cosas necesarias para la guerra de México, y así les fue encargado y entregado; todo lo cual trajeron con gran recaudo, haciendo en esto uno de los más loables servicios que los Tlaxcaltecas hicieron a la Real Corona de Castilla y a Hernando Cortés en su nombre345.

  —237→  

Hecha y acabada esta jornada con tanta voluntad y brevedad, y puesto en razón y acabados todos los negocios, Cortés hizo llamar a consulta de guerra sobre lo que se ordenaría, y qué designio se tomaría para ganar a México; a la cual fueron llamados los cuatro Señores de las cuatro cabeceras, Maxixcatzin, Xicotencatl, Citlalpopocatzin, Tlehuexolotzin y otros muchos Caciques y Señores principales y capitanes afamados de la República, y habiéndoles dado cuenta de la determinación que tenía Cortés, y de poner en ejecución la toma de México *para asolarla y destruirla, y que convenía mucho hacer bergantines para dar guerra a los de México* por agua y por tierra; y así se hicieron trece bergantines en el barrio de Atempa, junto a una ermita que se llama San Buenaventura, los cuales hizo Martín López y le ayudó N. Gómez346, y después de hechos por orden de Cortés y probados en el río que llaman de Tlaxcala Zahuapan, que se atajó para probar los bergantines, los tornaron a desbaratar para llevarlos a cuestas sobre hombros de los de Tlaxcala a la ciudad de Tetzcuco, donde se echaron a la laguna, y se armaran de artillería, y munición. Fueron en guarda de estos bergantines más de diez mil hombres de guerra con los maestros de ellos, hasta que los armaron en el agua de la laguna de México, que fue obra de mucho efecto para tomarse México347: y que los había llamado (les dijo Cortés) para darles cuenta de ello, y que sin su parecer no quería comenzar cosa alguna, sino que como amigos verdaderos había querido comunicar y tratar con ellos antes de dar principio a cosa, ninguna, en especial negocio de tanta importancia, porque se representaba   —238→   el duro caso y sangriento combate que había de tener con los Culhuas Mexicanos, que por una parte le daba pena, dolor y lástima que tenía de ellos, y por otra se le representaba la ignominiosa traición que con él y sus amigos usaron, matándolos sin ninguna piedad; que sus belicosos españoles no veían ya la hora de verse envueltos con ellos, por verse vengados de tan atroz delito, *como fue el que contra ellos cometieron con atrevimiento temerario*; que por fuerte e inexpugnable que fuese México, no le estimaba en cosa alguna, antes el ganarlo y ponerlo debajo de sus pies lo tenía por negocio de pocos momentos, porque sin comparación era mayor su ánimo y esfuerzo y el de sus españoles, que estaban ya como leones y tigres fieros y hambrientos, por despedazar a los Mexicanos entre sus manos; y que movido de piedad, y visto que no era justo guiarse ni gobernarse por la voluntad de los suyos, quería excusar los grandes daños e ir por los menores inconvenientes, y que él les iba a la mano y se lo estorbaba con la disciplina más piadosa y modesta, no consintiendo, ni dando lugar a que usasen de crueldad... y así amigos míos, yo querría comenzar esta guerra con vuestro parecer e ir a esta jornada con la mayor templanza que pudiese y Dios me inspirase por excusar tantas muertes, porque yo no vengo a matar gente ni a cobrar enemigos, sino a cobrar amigos y a darles nueva ley y nueva doctrina de parte de aquel gran Señor el Emperador, que es el que me ha enviado.

Dichas estas palabras y otras muchas que para el tiempo y ocasión en que estaba le convino decir, a lo cual dicen los naturales de Tlaxcala que los cuatro Señores de las cuatro cabeceras o parcialidades le respondieron resueltamente de que la guerra se comenzase como mejor le pareciese y él ordenase; que ellos le ayudarían e irían con él y le seguirían, atribuyéndose a sí propios la gloria de esto *y de la orden que en todo se dio para la guerra, porque dicen que ellos dieron este parecer; porque dicen así, que habiéndoles tratado Hernando Cortés largamente el negocio de la guerra con el más encarecimiento   —239→   que pudo, y* habiendo dado cada uno su parecer, unos contrarios de otros, los Señores de Tlaxcala y sus capitanes dieron el suyo, y fue que ante todas cosas se conquistase la provincia de Tepeyacac y toda su comarca y las demás provincias sujetas a los Mexicanos, y que haciendo esto, sería desmembrar y cortar las raíces del árbol, y que quedando destroncado sin fuerza ninguna, con facilidad se derribaría por el suelo, porque ganándole los sujetos que estaban menos fuertes, quedaría la ciudad de México sola, sin que le pudiese entrar ningún socorro de parte ninguna, no se podría sustentar mucho tiempo*, y que con esto se ganaría sin riesgo de tantas gentes; y tomado México *todo lo demás se sujetaría con mucha facilidad, y no haciendo esto tenía fuerzas para mandar sus gentes y que se expugnaría a costa de mucha gente, porque sería grande su resistencia, y la guerra duraría mucho tiempo, porque al fin los vasallos habían de acudir a su Señor y Rey y a su patria y República, porque todas las provincias y reinos se gobernaban, por Señores Mexicanos; cuyo acuerdo, consejo y parecer quieren atribuir, así como tengo referido, los Tlaxcaltecas que fuese dado por ellos, que fuese dado por los nuestros: ello fue de mucho efecto y heroico pensamiento y acuerdo, pues se fue por esta orden, y se comenzó a proseguir la guerra, conquistando y sujetando toda la redondez de este reino, y especialmente los lugares y provincias más *circunstantes y* vecinas de México, y de donde se presumía que podía venirle socorro, hasta que a honra y gloria de Dios Nuestro Señor se conquistó y pacificó toda la máquina de este Nuevo Mundo, como más elegantemente lo tratan los escritores de la conquista de México a que me refiero.



Anterior Indice Siguiente