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ArribaAbajoJulieta y Romeo

Los comentadores discuerdan considerablemente al querer determinar la época en que fue concluida la pieza que traducimos a continuación. Malone y Mr. Lloyd, tomando en cuenta la abundante rima usada por Shakespeare en sus primeras composiciones, rima que escaseó, si bien no hizo desaparecer del todo en las últimas, opinan que la tragedia de que tratamos debió finalizarse de 1596 a 1597; Collier y Knight, con corta diferencia, le asignan la misma fecha; Hudson fija el período de 1591 a 1595; Chalmers, la primavera de 1592, y Drake, el año de 1593. Respecto a la publicación revisada de la tragedia, casi todos convienen en creer que tuvo lugar en 1599. White sostiene que esto se llevó a cabo en 1596.

Según una ingeniosa conjetura de Tyrwhitt, que ha pretendido ver en el célebre relato de la Nodriza una alusión al temblor de tierra experimentado en Londres en 1580, ROMEO Y JULIETA debió ser compuesto bajo su primitiva forma hacia el año 1591.

Siendo, pues, de una casi absoluta imposibilidad resolver acerca de tan controvertido y dudoso extremo, nos limitamos a citar los precedentes anteriores, observando que, a ser ciertos los cálculos de Tyrwhitt, entre la composición primera de ROMEO Y JULIETA y su revisión se pasaron cerca de ocho años, durante los cuales dio a luz el poeta sus poemas, sus sonetos, casi todas las piezas históricas y sus dos encantadoras comedias El Mercader de Venecia y El Sueño de una noche de Verano.

PERSONAJES4
 

 
SCALA,   príncipe de Verona.
PARIS,   joven hidalgo deudo del príncipe.
MONTAGÜE,   jefe de las dos casas rivales.
CAPULETO,    jefe de las dos casas rivales.
UN ANCIANO,   tío de Capuleto5.
ROMEO,    hijo de Montagüe.
MERCUCIO,    pariente del príncipe y amigo de Romeo.
BENVOLIO,   sobrino de Montagüe y amigo de Romeo.
TYBAL,   sobrino de Lady Capuleto.
FRAY LORENZO,    de la orden de San Francisco.
FRAY JUAN,    perteneciente a la misma.
BALTASAR,   criado de Romeo.
SANSÓN,   criado de Capuleto.
GREGORIO,   criado de Capuleto.
ABRAHAM,   criado de Montagüe6.
UN BOTICARIO.
TRES MÚSICOS.
EL CORO.
PAJE DE PARIS.
UN MUCHACHO.
PEDRO,   servicial de la Nodriza de Julieta.
UN OFICIAL.
LADY MONTAGÜE,    esposa de Montagüe.
LADY CAPULETO,    consorte de Capuleto.
JULIETA,   hija de Capuleto.
NODRIZA de Julieta.
CIUDADANOS DE VERONA.
VARIOS PARIENTES DE LAS DOS CASAS7
MÁSCARAS.
GUARDIAS.
PATRULLAS.
SIRVIENTES.



ArribaAbajoPrólogo8 9

En la hermosa Verona, donde colocamos nuestra escena, dos familias de igual nobleza, arrastradas por antiguos odios, se entregan a nuevas turbulencias, en que la sangre patricia mancha las patricias manos. De la raza fatal de estos dos enemigos vino al mundo, con hado funesto, una pareja amante, cuya infeliz, lastimosa ruina llevara también a la tumba las disensiones de sus parientes. El terrible episodio de su fatídico amor10, la persistencia del encono de sus allegados al que sólo es capaz de poner término la extinción de su descendencia, va a ser durante las siguientes dos horas el asunto de nuestra representación. Si nos prestáis atento oído, lo que falte aquí tratará de suplirlo nuestro esfuerzo.




ArribaAbajoActo primero11


Escena I

 

(Verona. Una plaza pública.)12

 
 

(Entran SANSÓN y GREGORIO, armados de espadas y broqueles.)13

 

SANSÓN.-  Bajo mi palabra, Gregorio, no sufriremos que nos carguen.

GREGORIO.-  No, porque entonces seríamos cargadores.

SANSÓN.-  Quiero decir que si nos molestan echaremos fuera la tizona.

GREGORIO.-  Sí, mientras viváis echad el pescuezo fuera de la collera14 15.

SANSÓN.-  Yo soy ligero de manos cuando se me provoca.

GREGORIO.-  Pero no se te provoca fácilmente a sentar la mano16.

SANSÓN.-  La vista de uno de esos perros de la casa de Montagüe me transporta.

GREGORIO.-  Trasportarse es huir, ser valiente es aguardar a pie firme17: por eso es que el trasportarte tú es ponerte en salvo.

SANSÓN.-  Un perro de la casa ésa me provocará a mantenerme en el puesto. Yo siempre tomaré la acera a todo individuo de ella, sea hombre o mujer.

GREGORIO.-  Eso prueba que eres un débil tuno, pues a la acera se arriman los débiles.

SANSÓN.-  Verdad18; y por eso, siendo las mujeres las más febles vasijas, se las pega siempre a la acera. Así, pues, cuando en la acera me tropiece con algún Montagüe, le echo fuera, y si es mujer, la pego en ella19.

GREGORIO.-  La contienda es entre nuestros amos, entre nosotros sus servidores.

SANSÓN.-  Es igual, quiero mostrarme tirano. Cuando me haya batido con los criados, seré cruel20 con las doncellas. Les quitaré21 la vida22.

GREGORIO.-  ¿La vida de las doncellas?

SANSÓN.-  Sí, la vida de las doncellas, o su... Tómalo en el sentido que quieras.

GREGORIO.-  En conciencia lo tomarán las que sientan el daño.

SANSÓN.-  Se lo haré sentir mientras tenga aliento y sabido es que soy hombre de gran nervio23.

GREGORIO.-  Fortuna es que no seas pez; si lo fueras, serías un pobre arenque24. Echa fuera el estoque; allí vienen dos de los Montagües25 26.

 

(Entran ABRAHAM y BALTASAR.)

 

[SANSÓN27.-  Desnuda tengo la espada. Busca querella, detrás de ti iré yo.

GREGORIO.-  ¡Cómo! ¿irte detrás y huir?28]

SANSÓN.-  No temas nada de mí.

GREGORIO.-  ¡Temerte yo! No, por cierto.

SANSÓN.-  Pongamos la razón de nuestro lado; dejémosles comenzar.

GREGORIO.-  Al pasar por su lado frunciré el ceño y que lo tomen como quieran.

SANSÓN.-  Di más bien como se atrevan. Voy a morderme el dedo pulgar29 al enfrentarme con ellos y un baldón les será si lo soportan.

ABRAHAM.-  ¡Eh! ¿Os mordéis el pulgar para afrentarnos?

SANSÓN.-  Me muerdo el pulgar, señor.

ABRAHAM.-  ¿Os lo mordéis, señor, para causarnos afrenta?

SANSÓN.-   (aparte a GREGORIO.)30  ¿Estará la justicia de nuestra parte si respondo sí?31

GREGORIO.-  No.

SANSÓN.-  No, señor, no me muerdo el pulgar para afrentaros; me lo muerdo, sí.

[GREGORIO.-  ¿Buscáis querella, señor?

ABRAHAM.-  ¿Querella decís? No, señor.

SANSÓN.-  Pues si la buscáis, igual os soy32: Sirvo a tan buen amo como vos.

ABRAHAM.-  No, mejor.

SANSÓN.-  En buen hora, señor.]

 

(Aparece a lo lejos33 BENVOLIO.)34

 

GREGORIO.-    (aparte a SANSÓN.)35 36 Di mejor. Ahí viene uno de los parientes de mi amo.

[SANSÓN.-  Sí, mejor37.

ABRAHAM.-  Mentís.

SANSÓN.-  Desenvainad, si sois hombres. -Gregorio, no olvides tu estocada maestra38 39 40.

 

(Pelean.)

 

BENVOLIO.-   (abatiendo sus aceros.)  ¡Tened, insensatos! Envainad las espadas; no sabéis lo que hacéis41.

 

(Entra TYBAL.)

 

TYBAL.-  ¡Cómo! ¿Espada en mano entre esos gallinas? Vuélvete, Benvolio, mira por tu vida42.

JULIETA, BENVOLIO.-  Lo que hago es apaciguar; torna tu espada a la vaina, o sírvete de ella para ayudarme a separar a esta gente.

TYBAL.-  ¡Qué! ¡Desnudo el acero y hablas de paz! Odio esa palabra como odio al infierno, a todos los Montagües y a ti? Defiéndete, cobarde!

 

(Se baten.)43

   

(Entran partidarios de las dos casas, que toman parte en la contienda; enseguida algunos ciudadanos armados de garrotes.)44

 

PRIMER CIUDADANO.-  ¡Garrotes, picas45, partesanas! ¡Arrimad, derribadlos! ¡A tierra con los Capuletos! ¡A tierra con los Montagües!

 

(Entran, CAPULETO en traje de casa, y su esposa.)

 

CAPULETO.-  ¡Qué ruido es éste! ¡Hola! Dadme mi espada de combate46.

LADY CAPULETO.-  ¡Un palo, un palo!47 ¿Por qué pedís una espada?

CAPULETO.-  ¡Mi espada digo!48 Ahí llega el viejo Montagüe que esgrime la suya desafiándome.

 

(Entran el vicio MONTAGÜE y LADY MONTAGÜE.)

 

MONTAGÜE.-  ¡Tú, miserable Capuleto! -No me contengáis, dejadme en libertad.

LADY MONTAGÜE.-  No darás un solo paso para buscar un contrario49.]

 

(Entran el PRÍNCIPE y sus acompañantes.)

 

PRÍNCIPE.-  Súbditos rebeldes, enemigos de la paz, profanadores de ese acero que mancháis de sangre conciudadana -¿No quieren oír? ¡Eh, basta! hombres, bestias feroces que saciáis la sed de vuestra perniciosa rabia en rojos manantiales que brotan de vuestras venas, bajo pena de tortura, arrojad de las ensangrentadas manos esas inadecuadas50 armas y escuchad la sentencia de vuestro irritado Príncipe.

Tres discordias51 civiles, nacidas de una vana palabra, han, por tu causa, viejo Capuleto, por la tuya, Montagüe, turbado por tres veces el reposo de la ciudad [y hecho que los antiguos habitantes de Verona52, despojándose de sus graves vestiduras, empuñen en sus vetustas manos las viejas partesanas enmohecidas por la paz, para reprimir vuestro inveterado rencor53]. Si volvéis en lo sucesivo a perturbar el reposo de la población, vuestras cabezas serán responsables de la violada tranquilidad54. Por esta vez que esos otros se retiren. Vos, Capuleto, seguidme; vos, Montagüe, id esta tarde a la antigua residencia de Villafranca55, ordinario asiento de nuestro Tribunal, para conocer nuestra ulterior decisión sobre el caso actual. Lo digo de nuevo, bajo pena de muerte, que todos se retiren.

 

(Vanse todos menos MONTAGÜE, LADY MONTAGÜE y BENVOLIO)56 57

 

MONTAGÜE.-  ¿Quién ha vuelto a despertar esta antigua querella? Habla, sobrino, ¿estabas presente cuando comenzó?

BENVOLIO.-  Los satélites de Capuleto y los vuestros estaban aquí batiéndose encarnizadamente antes de mi llegada: yo desenvainé para apartarlos: en tal momento se presenta el violento Tybal, espada en mano, lanzando a mi oído provocaciones al propio tiempo que blandía sobre su cabeza la espada, hendiendo el aire, que sin recibir el menor daño, lo befaba silbando58 59. Mientras nos devolvíamos golpes y estocadas, iban llegando y entraban en contienda partidarios de uno y otro bando, hasta que vino el Príncipe y los separó60.

LADY MONTAGÜE.-  ¡Oh! ¿dónde está Romeo? -¿Le habéis visto hoy?61 Muy satisfecha estoy de que no se haya encontrado en esta refriega.

BENVOLIO .-  Señora, una hora antes que el bendecido sol comenzara a entrever62 las doradas puertas del Oriente, la inquietud de mi alma me llevó a discurrir por las cercanías63, en las que, bajo la arboleda de sicomoros que se extiende al Oeste de la ciudad, apercibí, ya paseándose, a vuestro hijo. Dirigime hacia él; pero descubriome y se deslizó en la espesura del bosque: yo, juzgando de sus sentimientos por los míos, que nunca me absorben más que cuando más solo me hallo64, di rienda a mi inclinación no contrariando la suya, [y evité gustoso al que gustoso me evitaba a mí.

MONTAGÜE.-  Muchas albas se le ha visto en ese lugar aumentando con sus lágrimas el matinal rocío y haciendo las sombras más sombrías con sus ayes profundos65 66. Mas, tan pronto como el sol, que todo lo alegra, comienza a descorrer, a la extremidad del Oriente, las densas cortinas del lecho de la Aurora, huyendo de sus rayos, mi triste hijo entra furtivamente en la casa, se aísla y enjaula en su aposento, cierra las ventanas, intercepta todo acceso al grato resplandor del día y se forma él propio una noche artificial.] Esta disposición de ánimo le sera luctuosa y fatal si un buen consejo no hace, cesar la causa.

BENVOLIO.-  Mi noble tío, ¿conocéis vos esa causa?

MONTAGÜE.-  Ni la conozco ni he alcanzado que me la diga.

BENVOLIO.-  ¿Habéis insistido de algún modo con él?

MONTAGÜE.-  Personalmente y por otros muchos amigos; pero él, solo confidente de sus pasiones, en su contra -no diré cuán veraz- es tan reservado, tan recogido en sí mismo, tan insondable y difícil de escudriñar como el capullo roído por un destructor gusano antes de poder desplegar al aire sus tiernos pétalos y ofrecer sus encantos al sol67 68. Si nos fuera posible penetrar la causa de su melancolía, lo mismo que por conocerla nos afanaríamos por remediarla.]

 

(Aparece ROMEO, a cierta distancia.)69

 

BENVOLIO.-  Mirad, allí viene: tened a bien alejaros. Conoceré su pesar o a mucho desaire me expondré.

MONTAGÜE.-  Ojalá que tu permanencia aquí te proporcione la gran dicha de oírle una confesión sincera. -Vamos, señora, retirémonos.

 

(MONTAGÜE y su esposa se retiran.)70

 

BENVOLIO.-  Buenos días, primo.

ROMEO.-  ¿Tan poco adelantado está el día?71

BENVOLIO.-  Acaban de dar las nueve.

ROMEO.-  ¡Infeliz de mí! Largas parecen las horas tristes. ¿No era mi padre el que tan deprisa se alejó de aquí?

BENVOLIO.-  Sí. -¿Qué pesar es el que alarga las horas de Romeo?

ROMEO.-  El de carecer de aquello cuya posesión las abreviaría.

BENVOLIO.-  ¿Carencia de amor?72 73

ROMEO.-  Sobra.

BENVOLIO.-  ¿De amor?

ROMEO.-  De desdenes de la que amo.

BENVOLIO.-  ¡Ay! ¡Que el amor, al parecer tan dulce, sea en la prueba tan tirano y tan cruel!

ROMEO.-  ¡Ay! ¡que el amor, cuyos ojos están siempre vendados, halle sin ver la dirección de su blanco!74 75 ¿Dónde comeremos? ¡Oh, Dios! ¿qué refriega era ésta? Mas no me lo digáis, pues todo lo he oído. Mucho hay que luchar aquí con el odio, pero más con el amor. ¡Sí, amante odio!76 ¡Amor quimerista! ¡Todo, emanación de una nada preexistente! ¡futileza importante! ¡grave fruslería! ¡informe caos de ilusiones resplandecientes!77 ¡leve abrumamiento, diáfana intransparencia, fría lava, extenuante sanidad! ¡sueño siempre guardián, asunto en la esencia! -Tal cual eres yo te siento; yo, que en cuanto siento no hallo amor!78 ¿No te ríes?

BENVOLIO.-  No, primo, lloro mas bien.

ROMEO.-  ¿Por qué, buen corazón?

BENVOLIO.-  De ver la pena que oprime tu alma.

ROMEO.-  ¡Bah! El yerro de amor trae eso consigo79. Mis propios dolores ya eran carga excesiva en mi pecho80; para oprimirlo más, quieres aumentar mis pesares con los tuyos81. La afección que me has mostrado añade nueva pena al exceso de mis penas. El amor es un humo formado82 por el vapor de los suspiros; alentado83, un fuego que brilla en los ojos de los amantes; comprimido84, un mar que alimentan sus lágrimas. ¿Qué más es? Una locura razonable al extremo, una hiel que sofoca, una dulzura que conserva. Adiós, primo85.

BENVOLIO.-  Aguardad, quiero acompañaros; me ofendéis si me dejáis así.

ROMEO.-  ¡Bah!86 Yo no doy razón de mí propio, no estoy aquí; éste no es Romeo; él está en otra parte.

BENVOLIO.-  Decidme seriamente87, ¿quién es la persona88 a quien amáis?

ROMEO.-  ¡Qué! ¿habré de llorar para decírtelo?

BENVOLIO.-  ¿Llorar? ¡Oh! no; pero decidme en seriedad quién es89 90.

ROMEO.-  Pide a un enfermo que haga gravemente su testamento91. -¡Ah!92 ¡Tan cruel decir a uno que se halla en tan cruel estado! Seriamente, primo, amo a una mujer.

BENVOLIO.-  Di exactamente en el punto cuando supuse que amabais.

ROMEO.-  ¡Excelente tirador! -Y la que amo es hermosa.

BENVOLIO.-  A un hermoso, excelente blanco, bello primo, se alcanza más fácilmente.

ROMEO.-  Bien93, en este logro94 te equivocas: ella está fuera del alcance de las flechas de Cupido, tiene el espíritu de Diana y bien armada de una castidad a toda prueba, vive sin lesión95 96del feble, infantil arco del amor. La que adoro no se deja importunar con amorosas propuestas, [no consiente el encuentro de provocantes miradas] ni abre su regazo al oro, seductor de los santos. ¡Oh! Ella es rica en belleza, pobre únicamente porque al morir mueren con ella sus encantos97 98

[BENVOLIO.-  ¿Ha jurado, pues, permanecer virgen?

ROMEO.-  Lo ha jurado y con esa reserva ocasiona un daño inmenso99; pues, con sus rigores, matando dé inanición la belleza, priva de ésta a toda la posteridad. Bella y discreta a lo sumo, es a lo sumo discretamente bella100 para merecer el cielo, haciendo mi desesperación. Ha jurado no amar nunca y este juramento da la muerte, manteniendo la vida, al mortal que te habla ahora.

BENVOLIO.-  Sigue mi consejo, deséchala de tu pensamiento.

ROMEO.-  ¡Oh! Dime de qué modo puedo cesar de pensar.

BENVOLIO101.-  Devolviendo la libertad a tus ojos, deteniéndolos en otras beldades.

ROMEO.-  Ése sería el medio de que encomiara más sus gracias exquisitas102. Esas103 dichosas máscaras que acarician las frentes de las bellas, aunque negras, nos traen a la mente la blancura que ocultan. El que de golpe ha cegado, no puede olvidar el inestimable tesoro de su ver perdido. Pon ante mí una mujer encantadora al extremo, ¿qué será su belleza104 sino una página en que podré leer el nombre de otra beldad más encantadora aún? Adiós, tú no puedes enseñarme a olvidar.

BENVOLIO.-  Yo adquiriré esa ciencia o moriré sin un ochavo.

 

(Vanse.)

 


Escena II105

 

(Una calle.)106

 
 

(Entran CAPULETO, PARIS y un CRIADO.)107

 

CAPULETO.-  Y108 Montagüe está sujeto a lo mismo que yo, bajo pena igual109; y no será difícil, en mi concepto110, a dos personas de nuestros años el vivir en paz.]

PARIS.-  Ambos gozáis de una honrosa reputación y es cosa deplorable que hayáis vivido enemistados tan largo tiempo. Pero tratando de lo presente, señor, ¿qué respondéis a mi demanda?

CAPULETO.-  Repetiré sólo lo que antes dije. Mi hija es aún extranjera en el mundo, todavía no ha pasado los catorce años111; dejemos palidecer el orgullo de otros dos estíos antes de juzgarla a propósito para el matrimonio.

PARIS.-  Algunas más jóvenes que ella son ya madres felices.

CAPULETO.-  Y esas madres prematuras112 113 se marchitan demasiado pronto [La tierra ha engullido todas mis esperanzas114, sólo me queda Julieta: ella es la afortunada heredera de mis bienes115 116.] Hacedla empero la corte, buen Paris, ganad su corazón, mi voluntad depende de la suya. [Si ella asiente, en su asentimiento irán envueltas mi aprobación y sincera conformidad. Esta noche tengo una fiesta, de uso tradicional en mi familia, para la cual he invitado a infinitas personas de mi aprecio; aumentad el número, seréis un amigo más y perfectamente recibido en la reunión. Contad con ver esta noche en mi pobre morada terrestres estrellas que eclipsan la claridad de los cielos117 118. El placer que experimenta el ardoroso joven119 cuando abril, lleno de galas, avanza en pos del vacilante invierno, lo alcanzaréis120 esta noche en mi fiesta, al hallaros rodeado de esas frescas y tiernas vírgenes. Examinadlas todas, oídlas y dad la preferencia a la que tenga más mérito. Una de las que entre tantas veréis será mi hija121, que aunque puede contarse entre ellas, no puede competir en estima122. -Vaya, seguidme. -Anda, muchacho123, échate a andar por la bella Verona, da con las personas cuyos nombres se hallan inscritos en esa lista (Le da un papel)124 y diles que la casa y el dueño están dispuestos para obsequiarlos.

 

(Vanse CAPULETO y PARIS.)125

 

CRIADO.-  ¿Dar con las personas cuyos nombres se hallan inscritos aquí? Escrito está126 que el zapatero se sirva de su vara, el sastre de su horma, el pescador de su pincel y el pintor de sus redes; pero a mí se me envía en busca de las personas cuyos nombres se hallan escritos aquí127, cuando yo no puedo hallar los nombres que aquí ha escrito el escritor. Tengo que dirigirme, a los que saben. [A propósito.]128 129

 

(Entran BENVOLIO y ROMEO.)

 

BENVOLIO.-  ¡Bah! querido, un fuego sofoca a otro fuego, un dolor se aminora por la angustia de otro dolor: hazte mudable y busca remedio en la contraria mudanza130; cura una desesperación con otra desesperación131, haz que absorban tus ojos un nuevo veneno y el antiguo perderá su ponzoñosa acritud132.

ROMEO.-  La hoja de llantén es excelente para eso133.

BENVOLIO.-  ¿Quieres decirme para qué?

ROMEO.-  Para vuestra pierna rota.

BENVOLIO.-  ¡Qué, Romeo! ¿estás loco?

ROMEO.-  No, pero más atado que un demente; sumido en prisión, privado de alimento, vapuleado y atormentado y... -Buenas tardes, amigo.

CRIADO.-  Dios os la dé buena134. -Con perdón, señor, ¿sabéis leer?

ROMEO.-  Sí, mi propia fortuna en mi desgracia.

CRIADO.-  Quizás lo habéis aprendido sin libro; mas decidme, ¿podéis leer todo lo que os viene a mano?135

ROMEO.-  Cierto; si conozco los caracteres y la lengua.

CRIADO.-  Habláis honradamente: que os dure el buen humor136.

ROMEO.-  Esperad, amigo; sé leer. (Lee.)137 

«El señor Martino, su esposa y sus hijas; el conde Anselmo y sus preciosas hermanas; la señora viuda de Vitrubio; el señor Placencio y sus amables sobrinas; Mercucio y su hermano Valentín; mi tío Capuleto, su mujer y sus hijas; mi bella sobrina Rosalina138; Livia; el señor Valentio y su primo Tybal; Lucio y la despierta Elena.»139

Bella asamblea; (devolviendo la lista)140¿dónde deben reunirse?

CRIADO.-  Allá arriba.

ROMEO.-  ¿Dónde?

CRIADO.-  Para cenar; en nuestra casa141.

ROMEO.-  ¿La casa de quién?

CRIADO.-  De mi amo.

ROMEO.-  En verdad, debí haber comenzado por esa pregunta.

CRIADO.-  Voy a responderos ahora sin que preguntéis. Mi amo es el ricachón Capuleto y si no pertenecéis a la casa de Montagüe, id, os lo recomiendo, a apurar una copa de vino142. Pasadlo bien. (Vase.)143 

BENVOLIO.-  En esa antigua fiesta de los Capuletos, en compañía de todas las admiradas bellezas de Verona, cenará la encantadora Rosalina, a quien tanto amas. Asiste al convite; con imparcial mirada compara su rostro con el de otras que te enseñaré y te haré ver que tu cisne es un cuervo.

ROMEO.-  ¡Cuando la fervorosa religión de mis ojos apoye tal mentira que en llamas se truequen mis lágrimas!144 ¡Que estos145 diáfanos heréticos, que a menudo se anegan sin poder morir, se abrasen por impostores!146 147 ¡Una más bella que mi amada! El sol, que ve cuanto hay, nunca ha visto otra que se le parezca desde que el mundo es mundo.

BENVOLIO .-  ¡Callad!148 La habéis encontrado bella no teniendo otra al lado, su imagen con su imagen se equilibraba en vuestros ojos; pero en esas149 cristalinas balanzas contrapesad a vuestra adorada150 con alguna otra joven que os enseñaré brillando en la próxima fiesta y en mucho amenguará el parecido151 de esa que hoy se os muestra152 por encima de todas.

ROMEO.-  Iré contigo, no para ver esa supuesta belleza, sino para gozar en el esplendor de la mía.

 

(Se marchan.)153

 


Escena III154

 

(Un cuarto en la casa de CAPULETO.)155

 
 

(Entran LADY CAPULETO y la NODRIZA.)156

 

LADY CAPULETO.-  Nodriza, ¿dónde está mi hija? Decidla que venga aquí.

NODRIZA.-  Sí, a fe de doncella -a los doce años.157 -Le he dicho que venga. -¡Eh! ¡Cordero mío! ¡Eh! ¡Tierna palomilla!158 -¡Dios me ampare!159 -¿Por dónde anda esta muchacha? ¡Eh, Julieta!

 

(Entra JULIETA.)

 

JULIETA.-  ¿Qué hay, quién me llama?

NODRIZA.-  Vuestra madre.

JULIETA.-  Aquí me tenéis, señora. ¿Qué mandáis?

LADY CAPULETO.-  Se trata de lo siguiente: -Nodriza, déjanos un momento, tenemos que hablar en privado -Vuelve acá, nodriza, he cambiado de opinión; presenciarás160 nuestro coloquio. Ves que mi hija es de una bonita edad.

NODRIZA.-  Ciertamente; puedo deciros su edad con diferencia de una hora.

LADY CAPULETO.-  No ha cumplido catorce.

NODRIZA.-  Apostaría catorce de mis dientes (y, dicho sea con dolor161, cuento sólo cuatro) a que no tiene catorce. ¿Cuánto va de hoy al primero de agosto?162 163

LADY CAPULETO.-  Una quincena larga.

NODRIZA.-  Larga o corta164, el día primero de agosto, al caer la tarde, cumplirá catorce años165. Susana y ella -Dios tenga en paz- las almas eran de una edad. -Dios se ha llevado a Susana; era demasiado buena para mí. Como decía, pues, la tarde del primero de agosto, hacia el oscurecer, cumplirá Julieta catorce años; los cumplirá, no hay duda, lo recuerdo perfectamente. Once años se han pasado desde el temblor de tierra166 y ella estaba ya despechada. -Nunca lo olvidaré- de todos los del año167 es ese día168. En el que digo, me había untado el pezón con ajenjo, hallábame sentada al sol contra el muro del palomar; mi señor y vos estabais a la sazón en Mantua: -¡Oh! tengo una memoria fiel!169 -Sí, como os decía, cuando ella gustó el ajenjo en la extremidad del pecho y lo encontró amargo, fue de ver cómo la loquilla se enfurruñó y se malquistó con el seno. -A temblar -dijo en el acto el palomar-: Os juro que no hubo necesidad de decirme que huyera. Y hace de esto once años; pues ya podía ella tenerse sola170; sí, por la cruz, podía andar deprisa y corretear tambaleándose171 por todas partes. Tan es así, que la víspera de ese día se rompió la frente. Al notarlo mi marido -¡Dios tenga su alma consigo!- era un jovial compañero; -[La levantó diciéndola: «Sí], ¿te caes hacia adelante? cuando tengas más conocimiento darás de espalda. ¿No es cierto, Julia?172» Y por la Virgen, la bribonzuela cesó de llorar y contestó: «Sí». ¡Ved, pues, cómo una chanza viene a ser verdad! Pongo mi cabeza que nunca lo olvidaría si viviese mil años. «¿No es cierto, Julia?» [La dijo], y la locuela se apaciguó173 y contestó: «Sí».

[LADY CAPULETO .-  Basta de esto, por favor; cállate.

NODRIZA.-  Sí, señora; y sin embargo, no puedo hacer otra cosa que reír cuando recuerdo que cesó de llorar y dijo: «Sí». Y eso, os lo aseguro, que tenía en la frente un bulto tan grande como el cascarón de un pollo; un golpe terrible174; y que lloraba amargamente. «Sí -dijo mi marido-, ¿te caes hacia adelante? cuando seas más grande darás de espalda. ¿No es cierto, Julia?» Ella concluyó el llanto y contestó: «Sí»175.]

JULIETA.-  Concluye, concluye tú también, nodriza, te lo suplico.

NODRIZA.-  Callo, he acabado. ¡La gracia de Dios te proteja! Eras la criatura más linda de cuantas crié: Si vivo lo bastante para verte un día casada, quedaré satisfecha.

LADY CAPULETO.-  A punto176; el matrimonio es precisamente el particular de que venía a tratar. Dime, Julieta, hija mía, ¿en qué disposición te sientes para el matrimonio?

JULIETA.-  Es un honor en el que no he pensado.

NODRIZA.-  ¡Un honor!177 Si no hubiera sido tu única nodriza diría que con el jugo de mi seno chupaste la inteligencia.

[LADY CAPULETO .-  Bien, piensa de presente en el matrimonio: muchas más jóvenes que tú, personas de gran estima en Verona, son madres ya: yo por mi cuenta lo era tuya antes de la edad que, aun soltera, tienes hoy. En dos palabras, por último], el valiente Paris te pretende.

NODRIZA178.-  ¡Es un hombre, señorita! Un hombre como en el mundo entero. -¡Oh! es un hombre hecho a molde179.

LADY CAPULETO .-  La primavera de Verona no presenta una flor parecida.

NODRIZA .-  Sí, por mi vida, es una flor, una verdadera flor.

[LADY CAPULETO.-  ¿Qué decís? ¿Podréis amar a ese hidalgo? Esta noche le veréis en nuestra fiesta. Leed en la fisonomía del joven Paris, leed en ese libro y en él hallaréis retratado el placer con la pluma de la belleza. Examinad uno a uno los combinados180 lineamientos, veréis cómo se prestan mutuo encanto181; y si algo de oscuro aparece en ese bello volumen, lo hallaréis escrito al margen de sus ojos182. Este precioso libro de amor, este amante sin sujeciones, para realzarse, sólo necesita una cubierta. El pez vive en el mar183 y es un grande orgullo para la belleza el dar asilo a la belleza. El libro que con broches de oro encierra la dorada Leyenda, gana esplendor a los ojos de muchos184: poseyéndole, pues, participaréis de todo lo que es suyo, sin disminuir nada de lo que vuestro es.

NODRIZA.-  ¡Disminuir! No, engrandecerá; de los hombres reciben incremento las mujeres185 186.]

LADY CAPULETO.-  Sed breve, ¿aceptaréis el amor de Paris?

JULIETA.-  Veré de amarle si para amar vale el ver; pero no dejaré tomar más vuelo a mi inclinación que el que le preste vuestra voluntad.

 

(Entra un CRIADO.)187

 

CRIADO.-  Señora, los convidados están ya ahí, la cena se halla servida, se os espera, preguntan por la señorita, en la despensa echan votos contra el ama188 y todo se halla a punto. Tengo que irme a servir; os suplico que vengáis sin demora189.

[LADY CAPULETO.-  Te seguimos. Julieta, el conde nos aguarda.

NODRIZA .-  Id, niña; añadid dichosas noches a dichosos días190.]

 

(Vanse.)191

 


Escena IV192

 

(Una calle.)193

 
 

(Entran ROMEO, MERCUCIO, BENVOLIO, acompañados de cinco o seis enmascarados, hacheros y otros.)194

 

ROMEO.-  Y bien, ¿alegaremos eso como excusa, o entraremos sin presentar disculpa alguna?

BENVOLIO .-  Esas largas arengas no están ya en moda195. No tendremos un Cupido de vendados ojos, llevando un arco a la tártara de pintada varilla196 que amedrente a las damas cual un espanta-cuervos197; ni tampoco, al entrar, aprendidos prólogos, débilmente recitados con auxilio del apuntador198. Que formen juicio de nosotros a la medida de su deseo; por nuestra parte, les mediremos algunos compases199 y tocaremos retirada.

ROMEO.-  Dadme un hachón200; no estoy para hacer piruetas. Pues que me hallo triste, llevaré la antorcha.

MERCUCIO.-  En verdad, querido Romeo201, queremos que bailes.

ROMEO.-  No bailaré, creedme: vosotros tenéis tan ligero el espíritu como el calzado: yo tengo una alma de plomo que me enclava en la tierra, no puedo moverme.

[MERCUCIO.-  Amante sois; pedid prestadas las alas de Cupido y volad con ellas a extraordinarias regiones202.

ROMEO.-  Sus flechas me han herido muy profundamente para que yo me remonte, con sus alas ligeras, y puesto en tal barra203 204, no puedo trasponer el límite de mi sombría tristeza. Me hundo bajo el agobiante peso del amor.

MERCUCIO205.-  Y si os hundís en él, le abrumaréis; para el delicado niño sois un peso terrible.

ROMEO.-  ¿El amor delicado niño? Es crudo, es áspero, indómito en demasía; punza206 como la espina207.

MERCUCIO.-  Si con vos es crudo, sed crudo con él; devolvedle herida por herida y le venceréis.] -Dadme una careta para ocultar el rostro.  (Enmascarándose.)208  [¡Sobre una máscara otra! ¿Qué me importa]209 que la curiosa vista de cualquiera anote210 deformidades? Las pobladas cejas que hay aquí afrontarán el bochorno.

BENVOLIO.-  Vamos, llamemos y entremos y así que estemos dentro, que cada cual recurra a sus piernas211.

ROMEO.-  Un hachón para mí. Que los aturdidos, de corazón voluble, acaricien con sus pies los insensibles juncos212; por lo que a mí toca, me ajusto a un refrán de nuestros abuelos213. -Tendré la luz214 y miraré. -Nunca ha sido tan bella la fiesta, pero soy hombre perdido215 216.

MERCUCIO.-  ¡Bah! De noche todos los gatos son pardos; era el dicho del Condestable217: Si estás perdido, te sacaremos (salvo respeto)218 de la cava219 de este amor220 en que estás metido hasta los ojos. -Ea, venid, quemamos el día221.

ROMEO.-  No222, no es así.

MERCUCIO.-  223Quiero decir, señor, que demorando, nuestras luces se consumen, cual las que alumbran el día, sin provecho224. Fijaos en nuestra buena intención; pues el juicio nuestro antes estará225 cinco226 veces al lado de ella que una al de nuestros cinco227 sentidos228.

ROMEO.-  Sí, buena es la intención que nos lleva a esta mascarada; pero no es prudente ir a ella.

MERCUCIO.-  ¿Se puede preguntar la razón?229

ROMEO.-  He tenido un sueño esta noche.

MERCUCIO.-  Y yo también.

ROMEO.-  Vaya, ¿qué habéis soñado?

MERCUCIO.-  Que los que sueñan mienten a menudo.

ROMEO.-  Cuando, dormidos en sus lechos, sueñan realidades.

MERCUCIO.-  ¡Oh! Veo por lo dicho230 que la reina Mab231 os ha visitado232. Es la comadrona entre las hadas233; y no mayor en su forma234 que el ágata que luce en el índice de un aderman235, viene arrastrada por un tiro de pequeños átomos a discurrir por236 las narices de los dormidos mortales. Los rayos de la rueda de su carro son hechos de largas patas de araña zancuda, el fuelle de alas de cigarra, el correaje [de la más fina telaraña, las colleras] de húmedos rayos de un claro de luna. Su látigo, formado de un hueso de grillo, tiene por mecha una película. Le sirve de conductor un diminuto cínife, vestido de gris, de menos bulto que la mitad de un pequeño, redondo arador, extraído con una aguja del perezoso dedo de una joven237 238. [Su vehículo es un cascaroncillo de avellana239 labrado por la carpinteadora ardilla, o el viejo gorgojo, inmemorial carruajista de las hadas.] En semejante tren, galopa ella por las noches al través del cerebro de los amantes, que en el acto se entregan a sueños de amor; sobre las rodillas de los cortesanos240, que al instate sueñan con reverencias; [sobre los dedos de los abogados, que al punto sueñan con honorarios;] sobre los labios de las damas, que con besos suenan sin demora: estos labios, empero, irritan a Mab con frecuencia, porque exhalan artificiales perfumes y los acribilla de ampollas. A veces el hada se pasea por las narices de un palaciego241 242, que al golpe olfatea en sueños un puesto elevado; a veces viene, con el rabo de un cochino de diezmo, a cosquillear la nariz de un dormido prebendado, que a soñar comienza con otra prebenda más; a veces pasa en su coche por el cuello de un soldado, que se pone a soñar con enemigos a quienes degüella, con brechas, con emboscadas, con hojas toledanas, con tragos243 de cinco brazas de cabida244: Bate luego el tambor a sus oídos, despierta al sentirlo sobresaltado, y [en su espanto], después de una o dos invocaciones, se da a dormir otra vez. Esta [misma] Mab es la que durante la noche entreteje la crin de los caballos y enreda245 en asquerosa plica246 las erizadas cerdas, que, llegadas a desenmarañar, presagian desgracia extrema247. [Ésta es la hechicera] que visita en su lecho a las vírgenes, [las somete a presión y, primera maestra, las habitúa a ser mujeres resistentes] y sufridas248. Ella, ella es la que249...

ROMEO.-  Basta, basta, [Mercucio, basta;] patraña es lo que hablas.

MERCUCIO.-  Tienes razón, hablo de sueños, hijos de un cerebro ocioso, sólo engendro de la vana fantasía; sustancia tan ligera como el aire y más mudable que el viento, que ora acaricia el helado seno del Norte, ora, irritado, vuelve la faz250 y sopla en dirección contraria251 hacia el vaporoso mediodía.

BENVOLIO.-  Ese viento de que hablas nos lleva a nosotros252. Se ha acabado la cena y llegaremos demasiado tarde.

ROMEO.-  Temo que demasiado temprano. Mi alma presiente que algún suceso, pendiente aún253 del sino, va a inaugurar cruelmente en esta fiesta nocturna su curso terrible y a concluir, por el golpe traidor de una muerte prematura, el plazo de esta vida odiosa que se encierra en mi pecho. El que gobierna, empero, mi destino, que arrumbe mi bajel254 255. -Adelante, bravos amigos.

BENVOLIO.-  Batid, tambores.

 

(Vanse.)256

 


Escena V257

 

(Salón de la casa de CAPULETO.)258

 
 

(MÚSICOS esperando 259. Entran CRIADOS.)260

 

CRIADO PRIMERO261.-  ¿Dónde está Potpan, que no ayuda a levantar los postres? ¡Andar él con un plato! ¡Él, raspar una mesa!262

CRIADO SEGUNDO.-  Cuando el buen porte de una casa se confía exclusivamente263 a uno o dos hombres y éstos no son pulcros, es cosa que da asco264 265.

CRIADO PRIMERO.-  Llévate los asientos266, quita el aparador267, ojo con la vajilla: -Buen muchacho, resérvame un pedazo de mazapán y, puesto que, me aprecias, di al portero que deje entrar a Susana Grindstone y a Nell268. -¡Antonio! ¡Potpan!269

 

(Entra otro CRIADO.)

 

CRIADO TERCERO.-  ¡Eh! aquí estoy, hombre270.

CRIADO PRIMERO.-  Os necesitan, os llaman, preguntan por vosotros, se os busca en el gran salón.

CRIADO TERCERO .-  No podemos estar aquí y allá al propio tiempo. -Alegría, camaradas; haya un rato de holgura y que cargue con todo el que atrás venga271.

 

(Se retiran al fondo de la escena.)272

 
 

(Entran CAPULETO, seguido de JULIETA y otros de la casa, mezclados con los convidados y los máscaras.)273

 

CAPULETO274.-  ¡Bienvenidos, señores! Las damas que libres de callos tengan los pies275, os tomarán un rato276 por su cuenta. -¡Ah, ah, señoras mías!277 ¿Quién de todas vosotras se negará en este instante a bailar? La que se haga la desdeñosa, juraré que tiene callos. ¿Toco en lo sensible? -¡Bienvenidos278, caballeros!279 280 [Tiempo recuerdo en que también me enmascaraba y en que podía cuchichear al oído de una bella dama esas historias que agradan. -Ya esa época pasó, ya pasó, ya pasó. -¡Salud, señores! -Ea, músicos, tocad.¡Abrid, abrid281, haced espacio!282 Lanzaos en él, muchachas.

 

(Tocan los músicos y se baila.)]283

 

Eh, tunantes, más luces; doblad esas hojas284 y apagad el fuego: la pieza se calienta demasiado. -Ah, querido, esta imprevista diversión viene oportunamente. Sí, sí, sentaos, sentaos, buen primo Capuleto285; pues vos y yo hemos pasado nuestro tiempo de baile. ¿Cuánto hace de la última vez que nos enmascaramos?

SEGUNDO CAPULETO .-  Por la Virgen, hace treinta arios.

PRIMER CAPULETO.-  ¡Qué, hombre! No hace tanto, no hace tanto: fue en las bodas de Lucencio. Venga cuando quiera la fiesta de Pentecostés, el día que llegue hará sobre veinte y cinco años que nos disfrazamos.

SEGUNDO CAPULETO.-  Hace más, hace más: Su hijo es más viejo, tiene treinta años.

PRIMER CAPULETO .-  ¿Me decís eso a mí? Ahora dos286 era, él menor de edad287.

ROMEO.-  ¿Qué dama es ésa que honra la mano de aquel caballero?

[CRIADO.-  No sé, señor.]

ROMEO.-  ¡Oh! Para brillar, las antorchas toman ejemplo de su belleza se destaca de la frente de la noche, cual el brillante de la negra oreja de un etiope. ¡Belleza demasiado -valiosa para ser adquirida288, demasiado exquisita para la tierra! Como blanca paloma en medio de una bandada de cuervos, así aparece esa joven entre sus compañeras. Cuando pare la orquesta estaré al tanto del asiento que toma y daré a mi ruda mano la dicha289 de tocar la suya. ¿Ha amado antes de ahora mi corazón? No, juradlo, ojos míos; pues nunca, hasta esta noche, vísteis la belleza verdadera.

TYBAL.-  Éste, por la voz, debe ser un Montagüe. -Muchacho, tráeme acá mi espada. -¡Cómo! ¿Osa el miserable venir a esta fiesta, cubierto con un grosero antifaz290, para hacer mofa y escarnio en ella? Por la nobleza y renombre de mi estirpe no tomo a crimen el matarle.

PRIMER CAPULETO.-  ¡Eh! ¿Qué hay, sobrino? ¿Por qué, estalláis así?

TYBAL.-  Tío, ese hombre es un Montagüe, un enemigo nuestro, un vil que se ha entrometido esta noche aquí para escarnecer nuestra fiesta.

PRIMER CAPULETO.-  ¿Es el joven Romeo?

TYBAL.-  El mismo291, ese miserable Romeo.

PRIMER CAPULETO.-  [Modérate, buen sobrino, déjale en paz; se conduce como un cortés hidalgo y, a decir verdad, Verona le pondera como un joven virtuoso y de excelente educación. Por todos los tesoros de esta ciudad no quisiera que aquí, en mi casa, se le infiriese insulto. Cálmate pues, no hagas en él reparo, ésta es mi voluntad; si la respetas, muestra un semblante amigo, depón ese aire feroz, que sienta mal en una fiesta.

TYBAL.-  Bien viene cuando un miserable semejante se tiene por huésped. No le aguantaré.

PRIMER CAPULETO .-  Le aguantaréis, digo que sí. ¡Qué! ¡Señor chiquillo! Idos a pasear. ¿Quién de los dos manda aquí? Idos a pasear. ¿No le aguantaréis? Dios me perdone. ¡Queréis armar bullanga entre mis convidados! ¡Hacer de gallo en tonel!292 ¡Hacer el hombre!

TYBAL.-  Pero, tío, es una vergüenza.

PRIMER CAPULETO.-  A paseo, a paseo, sois un joven impertinente293. -¿Pensáis eso de veras?294 Tal despropósito podría saliros mal295. -Sé lo que digo296. [Tomar a empeño el contrariarme! Sí, a tiempo llega.] (A los que bailan.) Muy bien297, queridos míos. -[Andad, sois un presumido298 299.] Manteneos quieto, si no... -Más luces, más luces; ¡da vergüenza! -Os forzaré a estar tranquilo. [¡Vaya! -Animación, queridos.]

TYBAL.-  La paciencia que me imponen300 y la porfiada cólera que siento, en su encontrada lucha, hacen temblar mi cuerpo. Me retiraré, pero esta intrusión que ahora grata parece, se trocará en hiel amarga301. (Vase.)302 

ROMEO.-   (A JULIETA.)303 Si mi indigna mano profana con su contacto este divino relicario, he aquí la dulce expiación304: ruborosos peregrinos, mis labios se hallan prontos a borrar con un tierno beso la ruda impresión causada.

JULIETA.-  Buen peregrino305, sois harto injusto con vuestra mano, que en lo hecho muestra respetuosa devoción; pues las santas tienen manos que tocan las del piadoso viajero y esta unión de palma con palma constituye un palmario y sacrosanto beso306.

ROMEO.-  ¿No tienen labios las santas y los peregrinos también?

JULIETA.-  Sí, peregrino, labios que deben consagrar a la oración.

ROMEO.-  ¡Oh! Entonces, santa querida, permite que los labios hagan lo que las manos. Pues ruegan, otórgales gracia para que la fe no se trueque en desesperación.

JULIETA.-  Las santas permanecen inmóviles cuando otorgan su merced.

ROMEO.-  Pues no os mováis mientras recojo el fruto de mi oración. Por la intercesión de vuestros labios, así, se ha borrado el pecado de los míos. (La da un beso.) 

JULIETA.-  Mis labios, en este caso, tienen el pecado que os quitaron.

ROMEO.-  ¿Pecado de mis labios? ¡Oh, dulce reproche! Volvedme el pecado307 otra vez.

JULIETA.-  Sois docto en besar308 309.

NODRIZA.-310.-  Señora, vuestra madre quiere deciros una palabra.

ROMEO.-  ¿Cuál es su madre?

NODRIZA.-  Sabedlo, joven, su madre es la dueña de la casa; una buena, discreta y virtuosa señora. Su hija, con quien hablabais, ha sido criada por mí y os aseguro que el que le ponga la mano encima, tendrá los talegos.

ROMEO.-  ¿Es una Capuleto?311 ¡Oh, cara acreencia! Mi vida es propiedad312 de mi enemiga313.

[BENVOLIO.-  Vamos, salgamos; harta fiesta hemos tenido314.

ROMEO.-  Sí, tal temo yo; mi tormento está en su colmo.]

PRIMER CAPULETO.-  Eh, señores, no penséis en marcharos; va a servirse315 una humilde, ligera colación316. -¿Estáis en iros aún? Bien, entonces doy gracias a todos317: gracias, nobles hidalgos318, buenas noches. -¡Más luces aquí! -Ea, vamos pues, a acostarnos. Ah, querido, (al Segundo Capuleto)319 por mi honor, se hace tarde; voy a descansar.

 

(Vanse todos, menos JULIETA y la NODRIZA.)320

 

JULIETA.-  Llégate acá, nodriza: ¿Quién es aquel caballero?321

NODRIZA.-  El hijo y heredero del viejo Tiberio.

JULIETA.-  ¿Quién, el que pasa ahora el dintel de la puerta?

NODRIZA.-  Sí, ése es, me parece, el joven Petruchio.

JULIETA.-  El que le sigue, que no quiso bailar, ¿quién es?

NODRIZA.-  No sé.

JULIETA.-  Anda, pregunta su nombre. -Si está casado, es probable que mi sepulcro sea mi lecho nupcial.

NODRIZA.-  Se llama Romeo; es un Montagüe, el hijo único de vuestro gran enemigo.

JULIETA.-  ¡Mi único amor emanación de mi único odio! ¡Demasiado pronto lo he visto sin conocerle y le he conocido demasiado tarde! Extraño destino de amor es, tener que amar a un detestado enemigo.

NODRIZA.-  ¿Qué decís, qué decís?

JULIETA.-  Un verso que ahora mismo me enseñó uno con quien bailé.

 

(Llaman desde dentro a JULIETA.)

 

NODRIZA.-  Al instante, al instante. Venid, salgamos: los desconocidos... todos se han marchado.

 

(Entra EL CORO.)322

 

Una antigua pasión yace ahora en su lecho de muerte y un joven afecto aspira a su herencia. La beldad323 por quien el amor gemía324 y anhelaba morir, comparada con la tierna Julieta, aparece sin encantos. Romeo ama al presente de nuevo y es correspondido: uno y otro amante se han hechizado igualmente con su mirar; pero él tiene que dolerse con su enemiga supuesta y ella que robar de un anzuelo peligroso el dulce cebo de la pasión. Él, mirado como adversario, carecerá de entrada para pronunciar esos juramentos que acostumbran los apasionados; y ella, como él amorosa, tendrá muchos menos recursos para verse do quier con su bien querido. Pero la pasión les presta poder y la ocasión les ofrecerá los medios de acercarse, compensando sus angustias con dulzuras extremas325.

 

(Vanse.)