Hermana, tus advertencias |
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estimo sin que me agravien; |
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que los consejos más
libres |
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no ofenden, si de amor nacen. |
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Aunque menor, es posible |
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que aciertes, y puedo errarme; |
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que los aciertos no corren |
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al paso de las edades. |
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Más ¡ay! que con
argumentos |
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(espero que no eficaces) |
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me acusas de poco atenta, |
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y aun das a entender de
fácil. |
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Quiero también que
concurran |
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mis argumentos a examen, |
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aunque venzan las razones, |
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y no las autoridades. |
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Llamar a don Luis confieso |
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que fuera delito, y grave, |
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si para hacerle favores |
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hubiera sido el llamarle. |
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Conozco que fuera olvido |
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de la opinión, del
linaje, |
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de lo demás que
ponderas |
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y es digno de ponderarse. |
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Mas si le llamo, Leonor |
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para decirle que basten |
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dos años de galanteo, |
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que ya comienza a notarme |
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(porque el amor, que en él
supo |
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recién nacido callarse, |
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ya, como tanto ha crecido, |
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mas en silencio no cabe); |
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que si tenemos conformes |
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haciendas y voluntades, |
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que al título de mi
esposo |
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permitan habilitarle, |
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sepa mi padre su intento; |
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que luego con él se
trate, |
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o ya para concluirse |
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o ya para desviarse |
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(con que verán los
curiosos, |
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pendientes de otras
señales, |
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que se casó con Beatriz |
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o que pretendió
casarse); |
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¿será culpa,
será exceso |
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que deba tener fiscales, |
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o cuerda elección que
aprueben, |
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los que mejor lo pensaren? |
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Esto a don Luis referido |
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con entereza no afable |
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(que nunca de la entereza |
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salió apacible el
lenguaje); |
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¿podrá para con
él mismo, |
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Leonor, desacreditarme, |
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viendo que todo es desdenes |
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o prisas de que se case? |
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Que venga don Luis de noche, |
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Leonor, no puede excusarse, |
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pues no hay ocasión de
día; |
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ni cuando se concertase |
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la ocasión, fuera
seguro |
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poner a don Luis en parte |
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donde pudiesen las luces |
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hacer descubierto el lance. |
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Si es buena la acción, no
importa, |
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Leonor, que de noche pase; |
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que no dependen de tiempos |
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los fondos ni los quilates. |
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Pues el temer que le acechen |
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vecinas curiosidades, |
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y que han de ser su registro, |
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por mucho que él se
recate, |
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gana de temer parece, |
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sabiendo que ha de tardarse |
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para venir a las horas |
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que cuentan las soledades. |
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Por excusar este riesgo, |
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la llave, Leonor, que sabes |
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que me entregó,
despedida, |
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la jardinera esta tarde, |
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llevó Jusepa a don
Luis, |
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para que en viendo que sale |
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la suerte de hallarse solo, |
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pueda jugarla y entrarse. |
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Con esto aun cuando le miren |
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abrir los que quieres que
anden |
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por las ventanas despiertos, |
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aunque ello no importe a
nadie, |
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no juzgarán que es de
fuera |
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quien entra abriendo, pues
hace |
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lo que mi padre hacer puede, |
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que tiene la misma llave. |
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Pienso que te he respondido. |
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