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La editorial «Ekin» de Buenos Aires


Óscar Álvarez Gila1





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De entre todas las instituciones y empresas colectivas que levantó la emigración vasca en América, la Editorial Vasca Ekin de Buenos Aires (Argentina) constituye sin duda una de las más destacables, por varias razones. En primer lugar, por su longevidad, pues consiguió mantener su actividad, por encima de los condicionamientos económicos, durante las cuatro largas décadas que duró la dictadura franquista en España; y más aún -y ésta es la segunda razón- por tratarse de una iniciativa primordialmente cultural -si bien con unos componentes políticos nada desdeñables, como veremos-. El resultado de todo ello nos ha llegado en forma de un impresionante fondo editorial de más de cien obras, compuesto de una gran variedad de obras dedicadas a temas de historia, literatura, folklore o ensayo político, además del interesante «Boletín del Instituto Americano de Estudios Vascos», que ha seguido publicándose con regularidad hasta fechas muy recientes.

No fue Ekin, sin embargo, la única ni la primera empresa editorial vasca de este sector que se haya creado en Argentina. Además de algunos establecimientos tipográficos, generalmente ligados a la publicación de revistas propias de la colectividad vasca2 -pero que también se dedicaban, eventualmente, a otros trabajos de impresión, generalmente de folletería-, destaca indudablemente el peso del establecimiento de Sebastián Amorrortu, luego Sebastián Amorrortu e Hijos, fundado en la primera década del siglo XX y que aún subsiste hoy en día. Sin embargo, hay notables diferencias entre ambos. Amorrortu fue, esencialmente, una empresa argentina de artes gráficas con propietario vasco; Ekin, por su parte, será una editorial vasca en contenidos, objetivos y orientación, si bien radicada en Argentina. Amorrortu, principalmente, dedicaba sus talleres a la composición e impresión de libros, periódicos y revistas de editoriales argentinas, aunque -especialmente en sus primeras etapas, por razones más bien afectivas que comerciales- mantuvo un alto grado de vinculación con los proyectos editoriales de la colectividad vasca3, entre ellos la propia Ekin. De Ekin, en cambio, se entendió desde el comienzo que su principal -por no decir único y natural- destinatario no era otro que   —2→   el público vasco, no sólo el del exilio, sino también el del interior, es decir, el que permanecía sojuzgado por la dictadura franquista.

No es difícil deducir que detrás de esta orientación plenamente vasca de la línea editorial de Ekin se encuentra el peculiar momento histórico en que fuera fundada, allá por el año 1942. Se trataba de un proyecto gestado y dirigido por exiliados nacionalistas vascos, que se habían radicado en Argentina tras la derrota republicana en la Guerra Civil. Por esta razón, sus promotores -de los que cabe citar, entre otros, a Isaac López Mendizábal, los hermanos Manuel y Andrés de Irujo Ollo, Bernardo Estornés Lasa o el propio Sebastián de Amorrortu- le otorgaron a Ekin un marcado carácter político: en el fondo, se trataba de un medio para llevar a cabo y fortalecer desde el exterior la resistencia contra el régimen de Franco, ofreciendo además un refugio para el cultivo y la difusión de la cultura vasca en su más amplia acepción, en unos momentos en que se hallaba fuertemente reprimida en el propio País Vasco. Ekin, por lo tanto, nacía mirando hacia Euskal Herria, y siempre desde una óptica próxima al nacionalismo, dos rasgos ambos que, en buena lógica, vinieron a determinar profundamente el alcance y contenido de su «Biblioteca de Cultura Vasca» -nombre que se dio a su colección editorial-.

No obstante, resulta sumamente complicado resumir en pocas líneas la vasta heterogeneidad de los contenidos de esta «Biblioteca», a la que con gran acierto dieron sus creadores el muy genérico apelativo de «cultura vasca». Como cabría esperar de un proyecto tan ligado desde su nacimiento a una situación política excepcionalmente crítica, abundan -sobre todo en una primera época- los ensayos y disertaciones sobre el problema vasco antes, durante y después de la Guerra Civil, en las que se mezclan lo descriptivo -como el De Guernica a Nueva York pasando por Berlín del lehendakari Aguirre- con los intentos de presentar a la opinión pública una justificación de la posición adoptada por el nacionalismo durante la guerra4. Pero muy pronto, junto con las obras de actualidad más beligerantes, comienzan a prodigarse las ediciones y reediciones de obras literarias vascas, en castellano e incluso también en euskera; en Ekin verían la luz, por ejemplo, las interesantes novelas de Jon Andoni Irazusta Joañixio (1946) y Bizitza garratza da (1950), crónicas veraces y desesperanzadas de la emigración y el exilio vascos; o la recopilación del Parnaso   —3→   colombiano en euzkera de Francisco de Abrisqueta5. Igualmente, se preparan nuevas ediciones de autores clásicos de la historia vasca, como el polígrafo navarro Arturo Campión6, así como trabajos más recientes, por ejemplo el dedicado a los Corsarios y colonizadores vascos del periodista argentino Michel Iriart (1945).

Ciertamente, no todas las obras que editó Ekin ofrecen la misma calidad, y hay muchas que, por una u otra razón, no han sido capaces de soportar incólumes el paso del tiempo. Sería ilógico pensar lo contrario, dado el gran número de títulos a los que se dio salida en su colección, en la que coexistían obras de gran trascendencia, con trabajos menores, excesivamente coyunturales o, simplemente, hoy ya olvidados. Mas no es esto lo más importante, a la hora de calibrar el conjunto del aporte de Ekin a la historia cultural vasca. Ante todo, la importancia de Ekin radica en el papel que jugó -junto con otras iniciativas culturales del exilio, como la escuela de Barandiarán en Sara o el Euzko Gogoa de Jokin Zaitegi en Guatemala- en el mantenimiento y recuperación de la intensa actividad euskaltzale del País Vasco de la preguerra; una labor que fue especialmente laboriosa durante los años oscuros de la posguerra -en los que la represión no se limitó a lo político, sino que llegó a atacar incluso a la raíz de la idiosincrasia y al propio idioma vasco-, y que dio una vía de salida, en una escala indudablemente modesta, pero en libertad, a la actividad cultural de Euskal Herria durante el franquismo.





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