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Este trabajo se inscribe en el proyecto de investigación, del que soy investigadora principal, «Edición y estudios críticos de la obra literaria de Benito Pérez Galdós» (FFI-3013-40766P), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.
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Nos referimos a la trilogía valleinclanesca de la guerra carlista, Los cruzados de la Causa (1908), El resplandor de la hoguera (1909) y Gerifaltes de antaño (1909), sin atender a otros textos del autor relacionados con ella; a la novela unamuniana Paz en la guerra (1895) y a las narraciones barojianas Zalacaín el aventurero (1909) y las que forman parte de Memorias de un hombre de acción (1922-1931).
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La tercera serie de los Episodios nacionales galdosianos se publicó entre 1898 y 1900, horquilla de fechas no demasiado lejana a los años en que se editaron las novelas de la «gente nueva», excepto las integrantes de las Memorias de un hombre de acción.
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Aunque es cierto, como señaló Gómez de la Serna utilizando argumentos frecuentemente equivocados, que «es distinto el sentido que de la materia histórica obtienen para su respectiva obra»
(20).
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Cito, y lo haré en adelante, por la edición de Troncoso.
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Esta técnica la utilizó don Ramón «de manera plenamente consciente en 1909»
(Santos Zas, Tradicionalismo 310). Téngase en cuenta el contraste entre el número relativamente abundante de referencias valleinclanianas a los aspectos constructivos y a la Historia como referente en lo que concierne a las novelas de El ruedo ibérico y la llamativa parquedad en lo que se refiere a la trilogía carlista.
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Cito, y en adelante, por la edición de Obra completa (Valle-Inclán, Los cruzados; Valle-Inclán, El resplandor; Valle-Inclán, Gerifaltes) en lo que se refiere a las tres novelas.
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Escribe don Miguel en «La crisis de patriotismo»: «La historia, la condenada historia, nos oprime y ahoga, impidiendo que nos bañemos en las aguas vivas de la humanidad eterna, la que palpita en hechos permanentes bajos los mudables sucesos históricos [...] Debajo de esa historia de sucesos fugaces, historia bullanguera, hay otra profunda historia de hechos permanentes, historia silenciosa»
(Unamuno, «La crisis» 360 y 363). Y matiza en «La tradición eterna» (En torno al casticismo): «Todo lo que cuentan a diario los periódicos, la historia toda del "presente momento histórico", no es sino la superficie del mar [...] Los periódicos nada dicen de la vida silenciosa de los millones de hombres sin historia [...] Esa vida intrahistórica, silenciosa y continua como el fondo vivo del mar, es la sustancia del progreso, la verdadera tradición, la tradición eterna, no la tradición mentira que suele ir a buscar al pasado enterrado en libros y papeles, y monumentos, y piedras»
(Unamuno, «La tradición» 144).
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Para J. Artiles ambos autores defienden la intrahistoria.
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Cito por la edición de E. Penas (Introducción).