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  —479→  


ArribaAbajo- CXII -


Oda350 al majestuoso río del Paraná, del doctor don Manuel Lavardén, auditor de guerra del ejército reconquistador de Buenos Aires351

   Augusto Paraná, sagrado río,
primogénito ilustre del Oceano,
que en el carro de nácar352 refulgente,
tirado de caimanes recamados
de verde y oro, vas de clima en clima,  5
de región en región vertiendo franco
suave frescor y pródiga abundancia,
tan grato al portugués como al hispano:
—480→
si el aspecto sañudo de Mavorte,
-pág. 371-
si de Albión los insultos temerarios353  10
asombrando tu cándido carácter,
retroceder354 te hicieron asustado
a la gruta distante, que decoran
perlas nevadas355, ígneos topacios,
y en que tienes volcada la urna de oro356  15
de ondas de plata357 siempre rebosando;
si las sencillas ninfas argentinas
contigo temerosas profugaron,
—481→
y el peine de carey allí escondieron,
con que pulsan y sacan sones blandos  20
en liras de cristal, de cuerdas de oro,
que os envidian las deas del Parnaso;
desciende ya, dejando la corona
-pág. 372-
de juncos retorcidos, y dejando
la banda del silvestre camalote358,  25
pues que ya el ardimiento provocado
del heroico español, cambiando el oro
por el bronce marcial359, te allana el paso,
y para el arduo intrépido combate
Carlos presta el valor, Jove los rayos.  30
—482→
cerquen tu augusta frente alegres lirios
y coronen la popa de tu carro;
las ninfas te acompañen adornadas
de guirnaldas de aromas y amaranto,
y altos himnos entonen, con que avisen  35
tu tránsito a los dioses tributarios.
El Paraguay y el Uruguay lo sepan,
y se apresuren próvidos y urbanos
a salirte al camino, y a porfía
te paren en distancia los caballos  40
que del mar patagónico360 trajeron,
los que ya zambullendo, ya nadando
-pág. 373-
ostenten su vigor, que, mientras llegas,
lindos céfiros tengan enfrenado.
Baja con majestad reconociendo  45
de tus playas los bosques y los antros.
—483→
Extiéndete anchuroso, y tus vertientes,
dando socorros361 a sedientos campos,
den idea cabal de tu grandeza.
No quede seno que a tu excelsa mano  50
deudor no se confiese. Tú las sales
derrites, y tú elevas los extractos
de fecundos aceites; tú362 introduces,
el humor nutritivo, y suavizando
el árido terrón, haces que admita  55
de calor y humedad fermentos caros,
Ceres363 de confesar no se desdeña
que a tu grandeza debe sus ornatos.
No el ronco caracol, la cornucopia,
sirviendo de clarín venga anunciando  60
tu llegada feliz. Acá tus hijos,
hijos en que te gozas, y que a cargo
pusiste de unos genios tutelares,
que por divisa la bondad tomaron,
céfiros halagüeños364 por honrarte  65
bullen y te preparan sin descanso
perfumados altares en que brilla
la industria popular, triunfales arcos
—484→
en que las artes liberales lucen365,
-pág. 374-
y enjambre vistosísimo de naos  70
de incorruptible leño366, que es don tuyo,
con banderolas de colores varios
aguardándote está. Tú con la pala367
de plata las arenas dispersando,
su curso facilita. La gran corte  75
en grande gala espera. Ya los sabios
de tu delicioso arribo se prometen
muchos conocimientos más exactos
de la admirable historia de tus reinos368,
y los laureados jóvenes, con cantos  80
dulcísonos de pura poesía369,
que tus melifluas ninfas enseñaron,
aspiran a grabar tu excelso nombre
para siempre del Pindo en los peñascos,
donde de hoy más se canten tus virtudes,  85
y no las iras del furioso Janto.
—485→
Ven, sacro río, para dar impulso
al inspirado ardor: bajo tu amparo
corran, como tus aguas, nuestros versos.
-pág. 375-
No quedarás sin premio (¡premio santo!)  90
Llevarás guarnecidos de diamantes
y de rojos rubíes, dos retratos,
dos rostros divinales que conmueven:
uno de Luisa es, otro, de Carlos.
Ves ahí, que tan magnífico ornamento  95
trasformará en un templo tu palacio;
ves ahí, para las ninfas argentinas,
y su dulce cantar, asuntos gratos.



  —486→  


ArribaAbajo- CXIII -


Las matronas de Buenos Aires a su gobernador don Martín Rodríguez370


   Rodríguez, héroe invicto, ya has entrado,
nuncio fiel de la paz en nuestro suelo,
al templo del honor, que tu desvelo,
y valor militar te han fabricado.

   En tu frente se admira dibujado  5
a impulso de amor y patrio celo,
un abreviado pero hermoso cielo
en que brillas cual sol en su alto grado.

   Como tal, das calor, vida y aliento
al pueblo que presides. De tus manos  10
su suerte espera y engrandecimiento.

   No sean, pues, sus presagios, no sean vanos.
Resucita sus glorias; que al intento
tú solo vales mil americanos.



  —487→     -pág. 376-  


ArribaAbajo- CXIV -


A los colorados del regimiento 5.º de milicias patricias de campaña371


SONETO


   ¡Nobles hijos del Sud, bravos campeones
vestidos de carmín, punzó y grana!
¡Honorable Legión Americana,
ordenados, valientes escuadrones!

   Fijasteis ¡con qué honor! vuestros pendones  5
sobre la ruina de la gente insana,
ilusoria dejando, inerme y vana
la trama impura y vil de sus mandones.
—488→

   La virtud y el valor el alma han sido
de tan gigante empresa. Loor eterno  10
por tan glorioso triunfo conseguido.

   Vestíos de gloria, que aunque el mismo Averno
vomite furias, quedará esculpido
en nuestro pecho leal, sensible y tierno.



  —489→  


ArribaAbajo- CXV -


Despedida de los ciudadanos de San Nicolás al Ejército de la Provincia372


OCTAVAS


   ¡Ojalá con armónicos acentos,
acompañados de una dulce lira,
pudiéramos cantar los sentimientos
que el patriotismo ardiente nos inspira!
Para explicar la gratitud contentos  5
a esas legiones que la Fama admira;
-pág. 377-
y deciros a Dios muy afectuoso
en los transportes de placer y gozo.

   Sí, constantes heroicos defensores
del orden y respeto al magistrado,  10
que a todos los rebeldes y traidores
habéis gloriosamente castigado:
de vuestra obligación observadores,
de valor y virtud un fiel dechado,
la campaña presente es terminada  15
con la paz y concordia sancionada.
—490→

   ¡Salve, dichosa paz! Tiemble el tirano,
al ver que nuestra unión se restablece.
En su conservación todo paisano
del modo más activo se interese;  20
y si a turbarla ocurre algún insano,
reciba el escarmiento que merece,
el protervo, el audaz, el sedicioso
de nuestro honor y glorias envidioso.

   Ya terminó la fratricida guerra  25
del Norte y Sud ilustres milicianos,
con la amable paz, que abundancia encierra.
¡Tan felices anuncios no sean vanos!
El hierro ocúpese en labrar la tierra,
y no en exterminar seres humanos;  30
pero en vuestras labores y talleres
no olvidéis de patriotas los deberes.

   A vosotros, soldados y campeones
no menos en la paz, que en guerra dura,
a vosotros, cuyos timbres y blasones373  35
-pág. 378-
son el orden, honor y gloria pura,
os dirigimos estas expresiones
de la más constante amistad segura,
anhelando que el nombre de porteño
siempre lo sostengáis con bravo empeño.  40
—491→

   Ínclitos jefes, dignos oficiales,
que os vais a descansar de la fatiga,
andad con Dios, gozando aplausos reales
con el justo placer que a tanto obliga;
marchad, que terminaron ya los males  45
que allá en su seno la Discordia abriga;
y si de ellos hiciereis vuestra historia,
traed este corto obsequio a la memoria.

    Señor Gobernador, a Dios, a Dios,
que el deber del empleo urge incesante:  50
nuestros votos se explican a una voz
que tengas el acierto más brillante.
La conclusión de la anarquía atroz
nos deja ya entrever el bello instante
de poder pronunciar a competencia:  55
«¡Vivan la libertad e independencia!».



  —492→  


ArribaAbajo- CXVI -


Las señoras de Buenos Aires al señor gobernador brigadier de los Ejércitos de la Patria don Martín Rodríguez en su regreso de la campaña sobre Santa Fe374


SONETO


   No fue ilusoria, no, nuestra esperanza
cuando creimos, Rodríguez, que algún día
-pág. 379-
de tu mano a la patria le vendría
la gloria, el honor y la alabanza.

   Tú has roto, sí, la ponderosa lanza  5
que la atroz Discordia embrazado había;
y tú de la ominosa, bárbara anarquía
alcanzaste la más feliz venganza.

   De la paz augusta el símbolo sagrado375,
la oliva y el laurel de la victoria,  10
tu prudencia y esfuerzo se han ganado.

   Tu nombre en los anales de la historia
celebrado será; y en nuestros pechos
graba la gratitud tus nobles hechos.



  —493→  


ArribaAbajo- CVII -


Himno patriótico para los jóvenes argentinos376   377



CORO

   Venid todos, venid compañeros:
y sabed como libres vivir.
Comenzad a empuñar los aceros,
aprended a vencer o morir.

   Mientras luce risueña la aurora  5
que gozáis de la edad juvenil,
desechad los inútiles juegos
y sabed manejar el fusil.
No dejéis tan hermosos momentos
en inercia culpable pasar;  10
-pág. 380-
de una patria ya libre sois hijos,
y debéis su pendón abrazar.


CORO

—494→
   Que consuma en fugaces placeres
quien los grillos naciendo heredó
la estación más amena que el cielo  15
a la vida del hombre trazó;
mas no quien en la infancia respira
aire libre de libre nación;
mas no quien en la infancia prefiere
noble muerte a servil opresión.  20


CORO

   En nosotros, oh, jóvenes, fía
nuestra patria su gloria eternal;
la debemos la sangre, la vida,
de ser libres el don inmortal.
Encanezcan los rubios cabellos  25
oprimidos so el casco marcial;
y los brazos hoy tiernos se adiestren
en blandir el acero mortal.


CORO

   Al mirarnos los viles que anhelan
nuestros fueros preciosos hollar;  30
se confunden, se abatan y tiemblen,
y no quieran la lid provocar.
Si faltasen los fuertes guerreros,
si cayesen mil héroes y mil,
-pág. 381-
nos verán imitar su heroísmo  35
y luchar con ardor varonil.
—495→


CORO

   ¡Oh, cuán dulce es morir por la patria!
¡Oh, cuál gloria a la patria salvar!
Si morimos, volamos al cielo;
si vivimos, sabremos triunfar.  40
Venid, pues, compañeros amables;
el acero del libre empuñad;
y el que ciñe la patria a sus hijos
en herencia a los vuestros dejad.



  —496→  


ArribaAbajo- CXVIII -


Canto lírico a la libertad de Lima


por D. E. L.378


Buenos Aires


   No es dado a los tiranos
eterno hacer su tenebroso imperio
sobre el globo infeliz, llevando insanos
a doquier el terror, el llanto, el duelo,
la viudez y orfandad; en vano el trono  5
ven con ardiente celo
guardar a los ministros de su furia;
en vano fieros desde el alto asiento
de su injusto poder miran los males
—497→
de pueblos oprimidos y obedientes  10
-pág. 382-
por largo espacio al ímpetu violento
de su cruel ambición; ya las señales
de su ruina y oprobio están presentes;
llega por fin el día, en que hasta el polvo
su soberbia humillada  15
será de las naciones execrada.

   Así el poder de Jerjes orgulloso,
así el dominio del feroz Atila,
tan solo en la memoria
duran hoy de los hombres, y es su gloria  20
del Orbe aborrecida; ya pasaron,
cual plagas espantosas, y a la tierra
solo largos recuerdos le dejaron
de incendios, muerte, asolación y guerra.
—498→

   Así, oh, España, vimos  25
caer aquel vasto y gótico edificio,
que a tu infausta ambición sobre las ruinas
de dos ricos imperios levantaste
en el nuevo hemisferio: al torpe vicio,
al sórdido interés abandonada,  30
fuiste esclava a tu vez, también probaste
en justa pena de tu horrendo crimen
el duro yugo que la ardiente espada,
de Napoleón te impuso. Entonces gimen
tus hijos degradados, los que fieros  35
a Colombia destrozan y la oprimen.
—499→

   Cuando allá de los altos Pirineos
hasta el soberbio muro gaditano
los brillantes trofeos
-pág. 383-
las águilas francesas anunciaban  40
del César más altivo, heroicos gritos
por todo el Nuevo Mundo resonaban
contra la antigua España y sus decretos,
que del colono con la sangre escritos,
a eterna esclavitud lo condenaban.  45
Diez años a los hijos de Colombia
sobre los montes y tendidos llanos
vio el sol entre fatiga,
y muerte y destrucción la horrenda liga
combatir de los bárbaros tiranos,  50
invocar de la patria el santo nombre,
y constantes y fieles,
su vida consagrarle y sus laureles.
—500→

   Mas súbito, al estruendo formidable
y confuso clamor alto silencio  55
se sigue, comparable
al que vemos reinar en el océano,
cuando ya cesa el aquilón furioso
de agitarlo y bramar; cuando sus aguas,
blandamente del céfiro movidas,  60
calma dan y reposo
a las almas de espanto confundidas;
silencio majestuoso,
que a la opulenta Lima ya cercano,
San Martín interrumpe, cuando clama:  65
«Independencia al suelo americano».

   Oye atroz tirano
este augusto decreto del Eterno
-pág. 384-
con profundo terror, el negro Averno
abierto ve a sus pies, cual otras veces,  70
al oir la voz del trueno retumbante
que le acusa de crímenes horrendos.
¡Oh, gloria! San Martín ya entra triunfante
a la gran capital donde reinaba
—501→
el sangriento poder, la vil codicia,  75
que a ejemplo de Pizarro, devoraba
al visir orgulloso;
aquí los fieros déspotas, viviendo
tres siglos en deleite escandaloso,
la miserable suerte  80
del colono un momento no aliviaron,
y a servidumbre y muerte,
gozándose en el mal, lo condenaron.

   Al frente de las huestes de la patria,
marcha la libertad, hermosa brilla  85
y augusta la razón; ¡glorioso día!,
ya disipan sus rayos luminosos
la noche del error que antes cubría
con un velo fatal los espantosos
designios del tirano.  90
Ya en toda Lima el himno soberano
de libertad resuena;
ya rota la cadena
de amarga esclavitud, canta las glorias
del grande capitán; ya los clamores  95
de un pueblo agradecido las victorias
publican de los libres:
-pág. 385-
¡Libertad! ¡Libertad! Sublime acento,
que lleva el eco desde el hondo valle
a los montes más altos y fragosos,  100
y repiten los mares procelosos.

   Oh, ilustre pueblo, en el más fuerte asilo
de antiguos opresores, circundado
de bárbaros sayones,
valorar la virtud aún no te es dado  105
—502→
del fuerte de los fuertes, del gran genio,
que al frente de guerreros escuadrones,
de audaces poderosos enemigos
venció la rabia insana;
tú, que a la dulce libertad hoy naces,  110
aún no puedes saber de cuanto lustre
ha colmado a la gente americana;
en tu dicha inefable y suspirada
pregúntalo a los pueblos, que del yugo
libertó de opresión su heroica espada;  115
oye los claros hechos,
que del héroe pregonan
los pueblos libres en sagrada alianza,
y une a los cantos, que a su gloria entonan,
el debido tributo de alabanza.  120

   San Martín animado
de celestial impulso, en el gran libro
leyó de los destinos, que Colombia,
largo tiempo oprimida
por la ambición más bárbara y funesta,  125
cobrando nueva vida,
-pág. 386-
rompiendo sus prisiones,
alzarse debe libre, independiente
de la soberbia España,
y triunfadora de su cruda saña  130
bella y rica mostrarse a las naciones.
El intrépido jefe, los peligros
contempla, y las distancias
que ha de arrostrar en la gloriosa empresa;
ora al tirano ve, que armado en muerte,  135
un momento no cesa
de oprimir obstinado, y a la suerte
—503→
de la patria oponerse venturosa;
en el carro tremendo
ora lo ve en la lucha sanguinosa,  140
y entre el horror de muertes mil cayendo
ve al generoso indiano; mas es justa
la causa que al caudillo el pecho inflama.
Sí, de los cielos la justicia augusta
ordena combatir; pronto la sangre  145
se verterá a torrentes,
y caudalosos ríos por tributo
la llevarán al mar en sus corrientes.

   El sagrado entusiasmo en tanto crece
del fuerte San Martín que se imagina  150
el cuadro portentoso
de las generaciones venturosas,
que a tanto precio poblarán un día
comarcas numerosas
en el indiano suelo:  155
-pág. 387-
rasgando el denso velo
del arduo porvenir, al firmamento
alza los ojos, y al Eterno implora
en favor de la patria, a quien su aliento
generoso consagra. Arrebatado  160
de tan alto pensar, allá en la cima
de los Andes que el sol eterno dora,
ve a Colombia sentada; ella lo anima
con expresivo maternal acento
a ejecutar, como hijo denodado,  165
los planes que medita:
ella le muestra su fecundo seno
herido y destrozado
por el rayo y el trueno,
—504→
por la sangrienta guerra que lo agita;  170
ella el camino de la excelsa gloria,
la senda hermosa del honor señala
al jefe ilustre, que vengarla debe
con eterna victoria
de su tormento, a que ninguno iguala.  175

   Portento tal de San Martín inflama
el pecho fiel, su brazo fortifica:
en la diestra el acero fulminante
el bélico furor ya comunica
a la hueste que en Cuyo preparara  180
al estruendo y estragos de la guerra.
Fue entonces débil muro
a la gigante empresa que formara,
la alta y nevada sierra.
-pág. 388-
En asilo seguro,  185
al otro lado de la mole inmensa,
se creyó largo tiempo el vil tirano,
cuando repente, con asombro, escucha
el sonoro clarín del bravo indiano,
cuando con ojos aterrados mira,  190
que San Martín a la tremenda lucha
descendía con fuertes batallones,
de la fragosa altura al fértil llano,
de libertad alzando los pendones.

   ¿Quién podrá retratar los movimientos  195
de gloria y alto honor, que lo agitaban,
allá en la cumbre de soberbios montes,
del Éter puro en la región sublime?
¿Quién logrará los altos pensamientos
dignamente cantar, que lo elevaban  200
—505→
sobre la esfera entonces
de las pasiones viles, que oscurecen
la mente del común de los mortales?
A designios tan nobles, tan augustos
los acentos de Clío desfallecen;  205
para ejemplo y asombro, los anales
del mundo lo dirán: no fue de Aníbal
tan heroico el aliento,
cuando el consejo y fuerza del romano
allá sobre los Alpes contemplaba,  210
y eterno monumento
en Canas a su gloria levantaba.

   Así fue que, cual rayo desprendido
-pág. 389-
del alto cielo en tempestad sonora,
destruyó en Chacabuco el yugo infame  215
que el chileno oprimía;
después, en Maypo, en más tremendo día,
a esfuerzos de valor y de constancia,
a la patria salvó, dobló la afrenta,
y humilló la arrogancia  220
del opresor sangriento, que tornaba
más fiero y confiado
en huestes numerosas, que mandaba.
Entonces San Martín un nuevo Estado
dio a la sagrada causa; en premio entonces  225
él vio cuanto brillaba
su heroísmo a la faz de las naciones;
él oyó resonar su claro nombre
en las dulces canciones,
en los cantos heroicos, que los hijos  230
de Apolo consagraban inspirados
a sus grandes hazañas; todos vimos,
—506→
que los dardos entonces disparados
por la rabiosa envidia contra el héroe,
en su escudo luciente, impenetrable  235
volaban a romperse: así admirable
respondió San Martín a la esperanza
que un día en él fundaron
Buenos Aires y Chile,
cuando sus nobles armas le confiaron.  240

   Mas aún no era bastante
a su grande alma el español orgullo,
-pág. 390-
en Chile por dos veces humillado.
Aquí tan solo ejecutaba parte
de los planes profundos que en su mente  245
continuo revolvía: nuevo Marte
debe ser y llevar rápidamente
más allá de los montes,
más allá de los mares,
las armas de la patria. Consumada  250
así la libertad, así la gloria
de Colombia verá; su fuerte espada
aún debe fulminar, hasta que en Lima
se vea entrar triunfante
el altar de la patria; aún es forzoso  255
el solio derribar, que allí, arrogante,
en triste aciago día,
por tres siglos alzó la tiranía.

   El jefe ilustre del heroico Chile
de San Martín la empresa favorece.  260
¡Cuánto se inflama el atrevido genio!
¡Cuál su entusiasmo crece,
al llegar a las playas arenosas
—507→
del Pacífico mar! Oir le parece,
al ruido de las olas espumosas,  265
las plegarias fervientes
del Perú, de sus pueblos numerosos,
que contra los tiranos inclementes
auxilio le demandan animosos:
esperad, esperad, gente peruana;  270
favorables los vientos
-pág. 391-
impelen ya las naves atrevidas,
que os llevarán la hueste americana;
ellas van conducidas
por el nuevo Argonauta, el grande Cochrane,  275
que triunfa de los fieros elementos,
y en tus costas humilla
el pendón ominoso de Castilla.

   ¡Cuánto furor enciende a los tiranos
al eco de la Fama, que publica,  280
que a su imperio los hijos belicosos
abordan de la patria! A los prestigios
del fanatismo odiosos,
y a las armas acuden; asombrados
huyen sus ojos del profundo abismo  285
donde caerán por siempre sepultados.

   ¡Cuánta sangre y sudor, cuánta fatiga
os esperan, soldados de la patria,
antes que en el Perú logréis dichosos
arrancar el laurel de la victoria!  290
En medio de verdugos espantosos,
aún el visir de Lima
eterno cree su imperio,
aún os condena a eterno cautiverio,
—508→
aún los brazos armados por su furia  295
impele en vuestro daño a los combates;
mas una vez y mil en vuestro aliento
encuentra oprobio, ruina y escarmiento.
Tened vuestro furor, crueles tiranos;
muchas veces la tierra  300
-pág. 392-
se estremeció con el horror y espanto
de asoladora guerra
que movisteis a pueblos, que del hombre
los sagrados derechos invocaban;
mas de vuestra crueldad ellos triunfaban,  305
y sobre vuestras ruinas muerte o gloria
a la divina Libertad juraban.

   Decid, oh, Grecia, oh, Roma,
oh, Helvecia, y tú, oh, Boston, en la ardua empresa
de vuestra libertad, cuántos furores  310
tuvisteis que arrostrar; decid las plagas,
las muertes, los horrores
que en medio de vosotros arrojaron
los déspotas feroces; mas con gloria
de tanto mal triunfaron  315
vuestro valor y sin igual constancia.
Oh, Colombia inocente,
también oponen pechos de diamante
tus hijos esta vez al gran torrente
de la devastación: ¡felice día!,  320
hoy un muro de bronce han levantado
entre ellos y la horrenda tiranía.

   Vano es que en Lima el oro con el fraude
hoy prodigue la raza de tiranos
a mercenarios viles; los valientes  325
—509→
de la patria se acercan,
y con rayos ardientes
las falanges combaten y destrozan
de bárbaro opresor; solo en la fuga
-pág. 393-
busca ya su salud, abandonando  330
a la gran capital: mas ¡ay! primero,
con despecho nefando,
sus fueros más sagrados atropella,
le arranca sus tesoros, y cargado
de crímenes horrendos, a los montes  335
corre precipitado
a ocultar su ignominia; ¡ya el soldado,
que desmaya infeliz en su carrera
con saña nunca vista, la más fiera
por el hispano jefe es inmolado!  340
Como la densa nube,
que amaga destrucción, es impelida
al remoto horizonte por el viento,
así de espanto herida,
para eterno escarmiento,  345
huye la hueste sanguinosa, y deja
de su ambición el poderoso asiento.

   ¡Libertad! ¡Libertad! Las altas torres
del orgullo europeo convertidas
en polvo caen, y el ídolo sangriento  350
del fanatismo horrible. Ya el palacio
ocupa San Martín donde las leyes
de sangre se dictaron; largo espacio
allí adorose la soberbia imagen
de los hispanos reyes;  355
mas ora en Lima el pérfido tirano
no encuentra algún asilo a su vergüenza;
—510→
hoy muere su esperanza,
-pág. 394-
pues no puede surcar el oceano,
y allá en Europa concitar la saña;  360
cual en un tiempo, de la fiera España.

   Salve, genios ilustres379, que inflamados
a la luz de la gran filosofía,
pudisteis anunciar del Nuevo Mundo
la libertad a todas las naciones:  365
Salve, una vez y mil, sabios varones;
ved ya, para consuelo, realizada
la teoría del bien, que al hombre un día
le fue en vuestros escritos revelada.
Cuando la espesa nube del misterio  370
en larga noche, tenebrosa y fría
los pueblos infelices conservaba;
cuando la España con pesado cetro
de América los brillos eclipsaba,
vuestro sagrado acento  375
fue una luz celestial, fue luz divina,
que al mísero colono dio el aliento,
con que después rompiera
el yugo abominable, que tres siglos
en oprobio del hombre le oprimiera.  380
Vuestros nombres el mundo agradecido
jamás olvidará. Ved ya destruido
-pág. 395-
para siempre el contrato380,
—511→
que en ruina de los Incas celebraron
la vil codicia y ambición sangrienta;  385
aquel contrato horrendo,
que selló el fanatismo381, y aún lamenta
la triste humanidad; ella aún gimiendo
nos recuerda, que un día fue insultado
el Dios de paz en sacrificio augusto  390
por tres hombres feroces invocado.

   Cese, pues, gran Colombia,
el compasivo llanto, que derramas
sobre las tumbas de tus caros hijos
que vibrando su espada,  395
del Septentrión al Sud por ti murieron;
tus ojos, largo tiempo encadenada,
harto llanto vertieron;
hoy, libre de opresión, en ellos brille
la más dulce alegría;  400
los himnos oye, con que te saludan
de un polo al otro polo tus guerreros
en tan dichoso día.
Ved como, vencedores del tirano,
levantan a porfía  405
-pág. 396-
altares a tu nombre soberano.
—512→
A ti, patria querida, han consagrado
el código sublime
de nuevas sabias leyes, que han formado.
Ellas fruto sagrado  410
son de virtud y sangre generosa,
con que la faz de tu hemisferio hermosa
en lides mil y mil enrojecieron,
cuando de esclavitud te redimieron.

   En tu fecundo suelo  415
crecerá majestuoso
de libertad el árbol sacrosanto;
sobre los montes alzará su frente,
y sus ramas pomposas
cubrirán el más vasto continente.  420
Sí, que el día ha llegado,
en que el antiguo déspota humillado
en su rabia inhumana,
los hombres todos de diversos climas
den aumento a la gente americana.  425

   Ya tus altos destinos
se pronuncian, oh, patria, en los consejos
de tus sabios varones.
Tus fieles hijos todas las regiones
pueden ya visitar; no, no está lejos  430
el día, en que los libres de Occidente
que habitan en tu imperio,
lleven al Indo y Ganges caudalosos,
sus frutos y tesoros más preciosos.
-pág. 397-
Por más breve, más próspero camino  435
sus naves llegarán al Golfo Indiano,
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no como el Lusitano382,
cuando en el Tormentorio navegaba,
y el furor de sus ondas afrontaba.

   Ya no podréis jamás, crueles tiranos,  440
tanta dicha estorbar, que el cielo envía
a la angustiada tierra;
ni la superstición, ni el fiero orgullo,
que en vuestros pechos de crueldad se encierra,
renovarán nuestros pasados males.  445
¡Feliz posteridad! De vuestros bienes
hoy nos da la razón claras señales;
¡mi mente, al contemplarlos, cuál se agita
en un furor divino!
yo veo del alcázar del destino  450
súbito abrirse las ferradas puertas,
y allí, en letras de fuego escrita, leo
vuestra dicha futura.
No, no es grata ilusión, vano deseo;
que fiel me lo asegura  455
la sagrada Opinión, que al Nuevo Mundo,
al orbe, a todos clama:
Libertad, libertad, fuera tiranos,
que toda esclavitud al hombre infama.
-pág. 398-
¡Época memorable! Ya los pueblos,  460
que tan altos, acentos hoy escuchan,
como las olas de la mar se agitan,
el carro de la guerra precipitan
contra el cruel despotismo, y fieros luchan.
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   Y tú, España, que largo tiempo esclava  465
del poder más fanático y sangriento,
con sangre y fanatismo esclavizaste
al Nuevo Mundo, empieza ya a ser justa.
Si es verdad, que respiras hoy el aura
de libertad augusta,  470
de esta eterna deidad, que el orbe adora,
no quieras por más tiempo ser señora
de Colombia inocente;
reconócela libre, independiente
del trono de tus reyes.  475
Si hoy al fin olvidada
de tus sangrientas leyes
aceptares la paz, que te ofrecemos,
con fervor sacro, y en un mismo idioma
la libertad del mundo cantaremos.  480

   ¿Pero qué monumento, o gran Colombia,
consagrarte debemos,
cuando a la faz de todas las naciones
libre, joven y hermosa te presentas?
¿Dónde el sublime artífice hallaremos,  485
que en su obra muestre cuanto bella ostentas?
¿Para ensalzar tu nombre imitaremos
de Egipto las pirámides enormes,
-pág. 399-
los grandes obeliscos consagrados
hasta ahora al fanatismo y al orgullo?  490
No, que tus fuertes hijos inflamados
del entusiasmo ardiente,
te alzarán al Olimpo
de un modo más grandioso y permanente
que el griego y el romano,  495
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cuando con mano experta y atrevida
a mármoles y bronces dieron vida.

   Tu prole venturosa
subirá a la alta cima
de los nevados Andes; allí el genio  500
inflamará su audacia hasta que imprima
gigante humana forma y asombrosa
al mayor de los montes; en la estatua
de la divina Libertad la tierra
lo verá convertido;  505
estatua que resista al gran torrente
de los siglos, y triunfe del olvido;
estatua colosal, nuevo portento,
que domine las tierras y los mares.
Así los navegantes,  510
que osados dejan los paternos lares,
así los fatigados caminantes,
al ver de un horizonte más lejano
tan alto monumento,
saludarán con alma reverente  515
a la deidad, al numen soberano,
que por siempre será de gente en gente
invocado en el mundo americano.