Como subgrupo
dentro del esquema anterior, o como grupo independiente por su gran
número, podemos estudiar las comparaciones entre personas y
seres del mundo vegetal. Hay muchas literarias, poco originales;
repeticiones, con pocas variantes, de tópicos literarios:
mujeres como flores, niños como lirios... Pero no faltan,
sobre todo cuando se acerca a lo popular, comparaciones expresivas.
Veamos algunos ejemplos de uno y otro tipo:
eles
semellan gallardos
pinos que os
montes ourean,
i elas
cogolliños novos
co orballo da
mañán fresca.
(C.
G. 41)
El orballo (lluvia menuda o
rocío) es una nota que se repite en las comparaciones en que
entran las flores:
E
tan bonita estabas,
cal rosa no
rosal,
que de
orballiño fresco
toda cuberta
está.
(C.
G. 62)
Veamos cómo
gana expresividad cuando recurre a vegetales menos literarios:
máis bonitas
parecían
que un
ramiño de asucenas;
máis frescas que unha leituga,
máis
sabrosiñas que fresas.
(C.
G. 44)
—357→
Rosalía
juega con el doble sentido de la frase «ser más fresco
que una lechuga», pero de ahí le viene la gracia a la
comparación. Otro juego de palabras de este tipo lo
encontramos en el mismo poema. De las mozas de Rianxo dice que
destacan por sus agudas lenguas:
que
abofé que en todo pican
como si fosen
pementa.
(C.
G. 44)
Es graciosa la
comparación del niño recién lavado con un
repollo:
I
este meniño
que teño no
colo,
dempóis de
lavado
parece un
repolo.
(C.
G. 131)
No faltan, sin
embargo, las comparaciones trilladas, a las que el poeta se deja
llevar por la fuerza de la costumbre libresca: un niño pobre
dobla su cabeza como los lirios al secarse:
E
cal lirio se dobra ó secárese,
o inocente a
dourada cabesa
tamén
dobra...
(F. N. 247)
Otras
comparaciones demuestran, por el contrario, una observación
realista de la naturaleza:
e tembréi
cal tembra
na beira do
río
herba que a
corrente
toca cos seus
limos.
(F. N. 298)
—358→
Otras, junto a
esta observación realista, muestran un proceso de
intelectualización: Rosalía se compara a la
naturaleza porque previamente ésta le parece un trasunto de
la vida humana. Un seductor arrastra tras de sí a la mujer
inocente como la corriente de un río a la hoja del
árbol, que la lleva primero suavemente y la conduce
después a los abismos del mar. Obsérvese la sutil
descripción del camino que recorre la hoja, de las dos
etapas de su vida:
E fun cal folla
inxel vai ca encalmada
corrente, que
primeiro asosegada
a arrastra nas
súas auguas cristaíñas
pra darlle
sepultura cariñosa
nas orelas
veciñas,
e que
dempóis a leva,arrebatada
pola negra
enxurrada,
ós abismos
da mare tormentosa.
(F. N. 266-7)
Ya hemos advertido
que estas comparaciones largas, no con un objeto o ser, sino con la
historia de éste o con los sucesos que le acaecen, con
multiplicidad de detalles, son típicas de la época de
madurez creadora de Rosalía.
Comparaciones de
personas con animales
Son también
bastante frecuentes las comparaciones de personas con animales,
pero casi todas ellas pertenecen al lenguaje habitual o popular. Es
decir, Rosalía incorpora a la poesía comparaciones
con animales que son frecuentes en el habla cotidiana. Sólo
en algún caso la comparación es original. Como las
comparaciones tomadas del habla cotidiana las estudiaremos aparte,
citemos aquí solamente aquellos ejemplos de
comparación con animales que nos parecen creación del
poeta:
—359→
Las mujeres o los
niños tristes son comparados a ovejitas enfermas o
doloridas:
Por
eso a meniña hermosa,
foxe da alegre
fontiña,
tal como triste
ovelliña
que trema de dor
queixosa.
(C.
G. 81)
que soio, soio
quedaches
como unha
ovelliña enferma.
(C.
G. 84)
Un bebé
bien alimentado se compara a ubre de vaca:
sorrindo todo
fartiño
cal ubre de vaca
cheia.
(C.
G. 84)
Una mujer
desesperada por la injusticia es como loba herida:
Estonces, cal loba
doente ou ferida,
dun salto con
rabia pilléi a fouciña.
(F. N. 190)
No faltan tampoco
las comparaciones tópicas de tipo literario: el
corazón del enamorado que late como el cantar de los
pájaros (F. N. 282), el
niño y el viejo que duermen contentos entre las pajas como
polluelos abrigados por el ala materna (O. S. 331), y, llevada por su
resentimiento, Rosalía compara a los hombres con un
hormiguero salvaje (O.
S. 385).
Comparaciones tomadas
del habla habitual
Veamos ahora las
comparaciones tomadas del habla habitual, ya sea coloquial,
popular, vulgar o culta. Su incorporación
—360→ a la poesía se hace de
diferentes formas: unas veces contribuyen a crear un determinado
ambiente, otras cobran nueva vida,
despetrificándose al entrar en contacto con
elementos distintos; otras conservan su carácter de frase
hecha, que Rosalía emplea por comodidad, o quizá por
deseo de sencillez, por decir las cosas con las palabras de todos
los días. Vamos a ir viendo ejemplos. Veamos en primer
lugar, y como continuación del apartado anterior, las
comparaciones con animales:
En «Campanas
de Bastabales», Rosalía dice que para oír las
campanadas sube a un otero ligera «como
una cabra». Aquí se rompen los vínculos que
convierten la comparación persona-cabra en frase hecha, ya
que Rosalía toma de ella sólo el carácter de
ligereza y deja fuera las notas de ser montaraz y no
doméstico que aquélla lleva consigo:
Aló pola
mañanciña
subo enriba dos
outeiros
lixeiriña,
lixeiriña.
Como unha eraba
lixeira,
para oír
das campaniñas
a batalada
pirmeira.
(C.
G. 59)
Es un vulgarismo
la comparación de un hombre que tiene miedo con un pollo, y
sirve para caracterizar al personaje que emplea esa
comparación: el quinto que le escribe a la novia:
non afogamos no
mare
como coidaba
Xacinto
que é tan
valente, abofellas
, como os atentos
dun pito.
(C.
G. 100)
—361→
Poniéndose
a tono con el vulgarismo del ambiente, es la misma poeta quien
compara a una vieja con un carnero por su terquedad. No son
infrecuentes estas contaminaciones del narrador con el personaje o
el ambiente descrito:
Esto unha vella
viuda,
e terca como un
carneiro,
falaba do seu
difunto.
(F. N. 270)
La
comparación con la araña para indicar pobreza es
propia del habla popular, aunque Rosalía la emplea con
sentido irónico en el poema «Non che digo
nada, ¡pero vaia!»:
Meniña que
ben folga,
meniña que
anda maja,
i é probe,
malpecado,
como unha triste
araña.
(C.
G. 88)
Y con el mismo
significado que tiene en el habla popular, Rosalía incorpora
a la poesía las expresiones «can sin
dono» y «can sin
palleiro», uniéndolas y
aplicándolas a un niño mendigo:
Coma can sin
palleiro nin dono,
que todos
desprezan,
nun corruncho se
esconde, tembrando,
da dura
escaleira.
(F. N. 247)
Comparaciones
habituales de la lengua popular o coloquial pasan muchas veces a la
poesía de Rosalía como simples elementos de relleno o
para dar tipismo folklórico. De este tipo son las
siguientes:
Falás como
un abogado.
(C.
G. 30)
Aquel moucho alí
fincado
cal si fose o
mesmo demo.
(C.
G. 73)
que eu día
e noite sin cesar choraba
cal choróu
Madanela na Pasión.
(F. N. 168)
Tendida en la
negra caja,
sin movimiento y sin voz,
pálida como la
cera
que sus restos alumbró.
(O.
C. 246)
Un poco más
transformada artísticamente encontramos esta
comparación en Cantares gallegos:
Fun noutro tempo
encarnada
como a color da
sireixa;
son hoxe
descolorida
como os cirios das
igrexas,
cal si unha meiga
chuchona
a miña
sangre bebera.
(C.
G. 75)
La expresividad
procede muchas veces de la frase popular. Así la que pone
como ejemplo de calor agradable el de los chicharrones en la
caldera:
onde han de dormir
quentiños
como rixóns
en caldeira.
(F. N. 257)
O la que compara a
la persona voluble con el mes de marzo:
Que no meu
entender te acomparo
ó
mesiño de Marzo marzal:
pola
mañán, cariña de rosas,
pola tarde, cara
de can.
(C.
G. 120)
—363→
O ésta
referida a dolores femeninos:
«esta madre» roe en
min
cal roe un can nun
codelo.
(F. N. 263)
Comparaciones entre lo
inanimado y lo animado
Otro tipo de
comparaciones son aquellas en que las primer término
pertenece a la categoría de lo inanimado y el segundo a la
de lo animado, es decir, el esquema inanimado-animado. Es una forma
de dar vida y a veces de humanizar y personalizar el mundo y las
cosas:
De cuando en vez,
algún ligero viento
que al mismo tiempo de nacer
moría
cual de un niño que espira
el breve aliento.
(O.
C. 225)
La casa solariega
de los Castro se compara a una mujer viuda:
E tamén
vexo enloitada
da Arretén
a casa nobre,
donde a
miña nai foi nada,
cal viudiña
abandonada
que caí
triste ó pe dun robre.
(C.
G. 143)
Una nube se
compara a un corazón «ferido por pena
ruda» (C.
G. 140), y también el péndulo de un reloj
recibe una comparación parecida:
I a péndola
nomáis, xorda batendo
cal bate un
corazón que hinchan as penas.
(F. N. 191)
—364→
El río, en
comparación de claros ascendientes literarios, es una
serpiente entre la hierba:
Por
antre os herbales,
profunda e
sombrisa,
cal unha
sarpente
de ascamas
bruñidas...
(F. N. 302)
Y los pinos son
como una legión de guerreros que acampan en las laderas del
monte:
Una mancha
sombría y extensa
borda a trechos del monte la
falda,
semejante a legión
aguerrida
que acampase en la abrupta
montaña
lanzando alaridos
de sorda amenaza.
Son pinares que
al suelo desnudo...
(O. S. 332)
Comparaciones cuyos
dos términos pertenecen al mundo
inanimado
Otro esquema
comparativo frecuente es aquel cuyos dos términos pertenecen
a la categoría de lo inanimado. En él, como en todos,
no faltan los tópicos literarios: sombras como manto
fúnebre, estrellas como diamantes, viento como cuchillo,
lágrimas como mar, ropas blancas como nieve...
y en sombras la tierra
envuelta
como en un fúnebre
manto.
(O.
C. 230)
Cada estrela, o
seu diamante;
cada nube, branca
pruma.
(C.
G. 60)
—365→
(el viento)
cal coitelo
afilado
no teu corpino se
ceiba.
(C.
G. 84)
e chorey
bágoas tan frías
como as
auguiñas dos mares.
(C.
G. 96)
Tal como a neve,
albeas,
as roupas i as
marañas.
(F. N. 264)
No faltan, sin
embargo, desde el primer momento comparaciones originales y de
valor plástico:
Y un enlutado
vestido
que cual desgajada rama
pende en la muda pared
cubierto de blancas gasas.
(O.
C. 256)
La lluvia, tan
grata a Rosalía, se compara a una gasa leve,
comparación que podríamos calificar de realista,
pues, en efecto, la impresión visual que produce muchas
veces la lluvia norteña, muy fina y constante, es la de un
velo movido por el viento:
Semellando leve gasa
que sotil o vento
move,
en frotantes ondas
pasa
refrescando canto
abrasa
o que o sol
ardente crobe.
(C.
G. 139)
El palacio
episcopal, a una nave encallada en el verdor del bosque:
I o
Palacio, serio e grave,
¡canto en
pura luz se baña!
Tal parés
pesada nave
—366→
que volver
ó mar non sabe
se encallóu
na fresca braña.
(C.
G. 140)
Un camino:
monótono e branco
relumbraba
tal como un lenzo
nun herbal tendido.
(F. N. 195)
Hay también
comparaciones de lugares al estilo del Romancero:
Ramos de froles parece
Muxía a das
altas penas.
(C.
G. 45)
San Lourenzo, o
escondido, cal un niño antre as ramas
(F. N. 174)
Como ejemplo de la
tendencia de Rosalía a comparar lo lejano con lo cercano, lo
exótico con lo cotidiano, tenemos dos comparaciones de
estrellas:
Só na
anchura sin límites do ceo
con
inquietú relumbra algunha estrela,
cal na cinza das
grandes estivadas
brilan as
charamuscas derradeiras.
(F. N. 191)
Brillaban en la
altura, cual moribundas chispas
las pálidas
estrellas...
(O. S. 377)
Comparaciones
implícitas
Finalmente,
citaremos algún caso de comparaciones más complejo. A
veces, Rosalía no expone claramente la comparación,
—367→
sino que pone los términos para que sea el lector
quien compare. Se trata, pues, de comparaciones implícitas,
aunque hay que decir que, dada la tendencia de la autora a
explicarlo todo, la comparación que el lector hace es casi
inevitable. Así, cuando intenta expresar la inquietud que la
invade y de la que inútilmente trata de huir, habla primero
de ella misma, y después de aquellas personas que quieren
escapar de la muerte y llevan la muerte en sí mismas. La
deducción del lector, derivada de la comparación
implícita, es inmediata:
¡Quérome ire, quérome
ire!
Para dónde,
non o sei.
Cégame os
ollos a brétema.
¿Para
dónde hei de coller?
N'acougo cunha
inquietude
que non me deixa
vivir:
quero e non sei o
que quero
, que é
todo igual para min.
Quérome
ire, quérome ire,
din algúns
que a morrer van;
¡ai!, queren
fuxir da morte,
¡i a morte
con eles vai!
(F. N. 294)
Otras veces la
comparación es más sutil. Al final del primer poema
de En las orillas del Sar, el lector comprende la
situación espiritual del poeta al compararla con los otros
elementos que ella ha expuesto antes:
Contenta el negro
nido busca el ave agorera;
bien reposa la fiera en el antro
escondido,
en su sepulcro el muerto, el triste
en el olvido
y mi alma en su desierto.
(O. S. 317)
—368→
Como ejemplo del
valor expresivo que puede tener la comparación podemos citar
el poema «En la altura los cuervos graznaban». El
ambiente de absurdo, de situación carente de sentido, se
concreta al final en una comparación entre las borlas del
estandarte funerario y la pluma de un ave que el viento mueve al
azar:
Tan sólo a
lo lejos, rasgando la bruma,
del negro estandarte las orlas
flotaron,
como flota en el aire la pluma
que al ave nocturna los vientos
robaron.
(O. S. 388)
Resumiendo
nuestras ideas sobre la comparación en Rosalía,
tenemos: es uno de los recursos más empleados en sus versos
y cumple, fundamentalmente, una función aclaratoria de la
realidad y no embellecedora. Las comparaciones más
características son aquellas en las que compara lo abstracto
con lo concreto, lo lejano con lo cercano, lo intangible o
espiritual con lo material, lo extraño con lo cotidiano; es
decir, suponen un esfuerzo por hacer comprensibles los misterios
del mundo acercándolos a la realidad que nos es más
familiar. En su primer libro abundan comparaciones de relleno, sin
valor estético o explicativo, y a lo largo de toda su obra
se encuentran comparaciones literarias, poco originales, que
Rosalía emplea sin preocuparse por su carácter
libresco. Junto a ellas encontramos comparaciones originales, de
gran fuerza expresiva, y en las que destaca como nota predominante
la plasticidad, la capacidad de hacer visibles, palpables,
realidades de tipo abstracto. A su obra y también con
diferente acierto y oportunidad, incorpora Rosalía
comparaciones tomadas del habla coloquial o vulgar y frases hechas,
que en su lugar he analizado. Los esquemas comparativos más
frecuentes son: comparación entre lo abstracto
—369→
y lo concreto, entre la persona y lo inanimado, y de lo
inanimado entre sí; en ellas se encuentran los ejemplos
más representativos y originales de su poesía. En
orden decreciente siguen: comparación entre lo personal y lo
vegetal, donde son muy abundantes los ejemplos literarios y
escasean los originales; comparación entre lo personal y lo
animal, éstas tomadas en gran parte de la lengua popular;
comparaciones provinientes de frases hechas; comparación de
lo inanimado con lo animado (tendencia a personalizar las cosas y
la naturaleza) y entre lo concreto y lo abstracto (tendencia a dar
profundidad ideológica, a elevar la anécdota a
categoría). Esto último es escaso en ejemplos, pero
tienen gran valor expresivo (son como un súbito cambio de
plano que transforma la realidad aparente e individual en algo
más general y universal). Finalmente, desde Follas novas, la
comparación va adquiriendo una mayor complejidad (sin que
falten ejemplos muy simples), el segundo término multiplica
sus notas en un intento, muchas veces logrado, de apresar en una
imagen plástica, comprensible, una realidad que dentro y
fuera de sí misma Rosalía veía cada vez
más complicada e inexplicable.