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ArribaJornada tercera

 

Sale DON FÉLIX y DON JUAN.

 
DON FÉLIX.
Solos estamos los dos,
todo el suceso contadme;
acabad don Juan.
DON JUAN.
Dejadme
señor don Félix por Dios.
DON FÉLIX.
Que me recatéis no es bien
un mal que me toca a mí:
¿no soy vuestro padre?
DON JUAN.
Sí.
DON FÉLIX.
¿Y vuestro amigo?
DON JUAN.
También.
DON FÉLIX.
Pues templad ese desvelo
con vuestro padre y amigo.
DON JUAN.
La ofensa pide el castigo,
pero no pide consuelo.
DON FÉLIX.
A lo que habéis ponderado,
lo contrario he presumido;
nunca he visto mal sentido
que no se temple contado
pues a mí me ha de tocar
ese agravio, quiero ver
si llegándole a saber
le alcanzase a remediar.
Los dos somos uno, y quiero
por sanear mi opinión,
poner yo mi indignación
pues vos ponéis vuestro acero.
DON JUAN.
Pues en este cuarto...
DON FÉLIX.
¿Qué es
nuestro agravio?
DON JUAN.
¡Oh pena mía!
Hallé oculto a don García
y turbado a don Andrés.
DON FÉLIX.
¿No os fuisteis anoche?
DON JUAN.
Es cierto.
DON FÉLIX.
¿A ver vuestro padre?
DON JUAN.
Sí;
supe una legua de aquí
que era ya mi padre muerto;
volví con pena mayor
a dar mi queja a mi labio,
pero a costa de un agravio
vine a templar un dolor.
DON FÉLIX.
¿Estaba Leonor allí?
DON JUAN.
Desnuda casi la hallé.
DON FÉLIX.
¿Y qué fue el suceso?
DON JUAN.
Fue
que encontrando a los dos...
DON FÉLIX.
Di.
DON JUAN.
Debo en igual recompensa,
por sanear mi opinión,
dar castigo a la intención
como venganza a la ofensa.
DON FÉLIX.
De los dos quiero saber
a cuál la muerte has de dar.
DON JUAN.
Uno la vino a ayudar
y otro la vino a ofender.
DON FÉLIX.
Pues de los dos, di, ¿quién fue,
quien fue a tu sangre traidor?
Di, ¿quién defendió tu honor?
Acaba, dilo.
DON JUAN.
No sé.
DON FÉLIX.
Culpa a aquel que te ha agraviado,
y a tu defensor disculpa.
DON JUAN.
Cada uno tiene la culpa
y ninguno es el culpado.
DON FÉLIX.
Pues bien sé yo que en Leonor
no caben indicios pues.
DON JUAN.
¡Ay padre don Félix, que es
muy vidrioso el honor!
DON FÉLIX.
A otra pena me provoco
que esta duda me causó;
¿sabes qué es la ofensa?
DON JUAN.
No.
DON FÉLIX.
¿Ni quién te ofendió?
DON JUAN.
Tampoco.
DON FÉLIX.
Que va errado tu valor
en aqueste examen piensa,
pues sin saber qué es la ofensa
nadie busca el ofensor.
DON JUAN.
Saber primero prevengo
cauteloso un tiempo y sabio,
quien ha causado mi agravio
que el mismo agravio que tengo.
DON FÉLIX.
Pues hijo don Juan...
DON JUAN.
¿Qué dices?
DON FÉLIX.
Ya es tiempo de hablarte claro,
pues que el honor que es tan tuyo
es también honor de entrambos,
no te quiero dar consejos
como padre y como anciano,
que también conserva filos
el acero de los años.
Iras quiere producirte
este decrépito árbol
que por fruto de su honor
produce venganzas tardo.
Sabe que a un tiempo los dos
que a un mismo tiempo has hallado
en el cuarto de Leonor,
con pensamiento violaron
de su honestidad el templo
y de su honor el sagrado.
Don García me ha pedido
a Leonor un tiempo, y tanto
se procuró diligente
mariposa de sus rayos,
que a no estorbarle la llama,
prudente como indignado,
del sol de Leonor hermosa
fuera mi honor el ocaso.
Pues don Andrés...
DON JUAN.
Don Andrés
es mi amigo.
DON FÉLIX.
Ese reparo
es muy de la confianza;
sed juez y escuchad el cargo,
porque erraréis la justicia
en estando apasionado:
digo que a Leonor pretende
Don Andrés.
DON JUAN.
Tened, que ando
buscando alivio a mi pena
y en todo el mal no le hallo.
¿Pues cómo vos de Leonor
me distéis la blanca mano,
habiendo dos que intentasen
lograr sus neutrales rayos?
DON FÉLIX.
Vos no estáis en vos, don Juan,
aunque en vos pruebo a buscaros,
muy bueno es que la lisonja
me la contéis por agravio.
¿Qué daño os hace que sea
querida mi hija? Caso
que ella amase a quien la quiera
entraba bien el quejaros:
si no hubiera noche oscura
no fuera el sol estimado.
La virtud, a no haber vicios,
¿tuviera quilates tantos?
No, que los opuestos lucen
de otros opuestos al paso.
Luego en ser Leonor querida
estar debéis más ufano,
pues a no haber quien la amara
no luciera su recato.
DON JUAN.
Que Leonor es hija vuestra
es lo más, y así volvamos
a saber cuál de los dos
es mi ofensor, cuando en ambos
igual disculpa procura
cuando miro iguales cargos.
DON FÉLIX.
Eso han de hacer los testigos.
DON JUAN.
¿Qué testigos?
DON FÉLIX.
Los criados
que siempre lo son de vista.
DON JUAN.
¿Los criados? ¿Y si acaso
no lo saben?
DON FÉLIX.
Si lo saben;
bien podéis examinarlos,
que siempre un criado estudia
los errores de su amo.
DON JUAN.
¿Adónde están?
DON FÉLIX.
Yo tengo uno
en ese cuarto encerrado:
¿Ah, Inés?
 

Sale INÉS.

 
INÉS.
Señor, ¿qué me ordenas?
DON FÉLIX.
Don Juan te llama.
INÉS.
Ya salgo.
DON FÉLIX.
Ea, examinalda cuerdo:
no os irritéis indignado;
lo que más queráis saber
le preguntad como acaso,
y si por luz o por sombra
hallareis fácil cuidado
en Leonor (que aquesto es
buscar mancha en el sol claro)
aunque soy padre y soy viejo,
sabed que para este caso
quiero poner el acero
cuando vos pongáis la mano.

 (Vase.) 

DON JUAN.
Déme mi valor paciencia;
pues a un mismo tiempo me hallo
de don García dudoso,
de don Andrés engañado,
receloso de Leonor;
¡Oh llegue a ocasión mi brazo
que con cobrar un castigo
venga a reparar un daño!
INÉS.
Señor, aquí estoy, ¿qué mandas?

  (Ap. 

¡Solo en esta sala! ¡Malo!)
DON JUAN.
¿Inés?
INÉS.
¿Señor?
DON JUAN.
¿Qué te turbas?
INÉS.
Es natural.
DON JUAN.
Yo he intentado
Saber de ti...
INÉS.
No sé nada.
DON JUAN.
¿Ya respondes?
INÉS.
Para cuando
me preguntes tener quiero
el secreto adelantado.
DON JUAN.
¿Es secreto?
INÉS.
Sí, Señor.
DON JUAN.
Pues donde hay secreto hay algo.
INÉS.
No sé nada.
DON JUAN.
¡Vive Dios!
Que te haga dos mil pedazos
o toma estos veinte escudos.
INÉS.
No hay que tratar, no me hablo
con esa gente.
DON JUAN.
¡Oh! Por Dios
que he de matarle.
INÉS.
Esto es malo,
de escudos a puñaladas
va a decir un tanto cuanto.
DON JUAN.
Toma.
INÉS.
Pues me has hecho el son
con dineros que me has dado,
que son cítaras mejores,
vaya el tono.
DON JUAN.
Empieza.
INÉS.
Canto:
Señor, este don García,
aqueste vecino alano,
que a la oreja de mi ama
le anda tirando bocados,
ha seis años que la quiere.
DON JUAN.
Ya lo sé, y saber aguardo
si Leonor...
INÉS.
Leonor es roca,
y es mi señora...
DON JUAN.
Habla paso;
¿Nunca la ha hablado?
INÉS.
Eso sí,
las noches de claro en claro,
los días de sombra en sombra
los suelen pasar hablando,
porque por esa pared...
DON JUAN.
Di, acaba.
INÉS.
Vete despacio;
han dispuesto un locutorio
donde suelen hablar tanto
por una quiebra que hace
esa pared con un patio,
como habla un entremetido
o como habla un abogado
cuando no tiene justicia
que mete el pleito a barato.
DON JUAN.
¿Qué dices?
INÉS.
Lo que te digo.
DON JUAN.
En fin, ¿eso es cierto?
INÉS.
Es tanto
que ayer fue la despedida;
Hubo queja y hubo llanto.
Él dijo: ¿Ya te casaste?
Y ella: Sí, ya me he casado.
Despidiéronse los dos...
DON JUAN.
Calla, calla, cierra el labio,
que me ha partido tu voz
el corazón a pedazos.
Di, ¿cuando quieren hablarse
qué seña hacen?
INÉS.
Yo la hago:
cuando el deseo de hablar
come a mi Señora, rasco
la pared, y desta suerte
la sarna de amor aplaco.
DON JUAN.
Pues llama a aquesta pared,
que con una industria aguardo
saber mi ofensor.
INÉS.
¿Qué intentas?
DON JUAN.
No repliques; ¡quién se ha hallado
cercado de tantas penas!
Acaba, llama.

 (Llama a la pared.)  

INÉS.
Ya llamo.
DON JUAN.

  (Ap. 

Mal haya aquel que se casa
de lino o de enamorado
con mujer que no conoce;
en la tratada hay engaños.
¿Qué hará en la no conocida?
Luego viene a ser en vano
dar tarde un medio a mis celos,
cuando una muerte temprano...)
¿Llamaste?
INÉS.
Sí, ya llamé.
DON JUAN.
Prueba otra vez.

 (Llama otra vez, y no responden.)  

INÉS.
Ya lo hago:
a esotros celos, Señor,
que ese amante está cerrado.
¿Qué intentas hacer?
DON JUAN.
Prosigue.
INÉS.

  (Ap. 

Pienso que me han de estar caros
los veinte escudos.)
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

¿Quién es?
DON JUAN.

  (Ap. 

Cierto averiguo mi agravio.)
Di que eres Leonor.
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

¿Quién llama?
INÉS.
Leonor.
DON JUAN.
No hables tan alto,
que conocerá la voz.
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

¿Qué quieres?
INÉS.
A hablarte llamo.
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

¿Pues qué novedad es esta
cuando estamos concertados,
tú de querer a don Juan
y yo de olvidarte?
DON JUAN.
(Ap. Ya hallo
una salida a mi indicio
cuando una evidencia aguardo.)
Di que anoche ¿cómo entró?
INÉS.
Solo vengo a preguntaros
¿cómo anoche os arrojastes
a entrar a mi propio cuarto?
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

Por cumplir la obligación
de un amor que siempre guardo,
porque nunca ha sido amante
quien se halla al riesgo templado;
por ti entré, Leonor, por ti.
DON JUAN.

 (Aparte.) 

¡Viven los cielos, villano,
que has de pagar con la vida
la culpa que has confesado!
Por Leonor dice que entró.
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

Y a no ser porque indignado
don Juan anoche estorbó
la ejecución a mi brazo,
descontar pensaba en iras
cuanto iba a buscar en lazos.
DON JUAN.
¿Qué más claro puede hablar?
¿Quién se ha visto en tal estado,
que sabiendo el ofensor
no satisface el agravio?
Pregunta, pregunta más.
 

Sale DOÑA LEONOR, y encuéntrase con DON JUAN.

 
DOÑA LEONOR.

  (Ap. 

En la pared he escuchado
que ha llamado don García.)
Don García... ¡cielos santos!
¿Qué es lo que veo?
DON JUAN.
¿Qué miro?
INÉS.
Pescáronla.

 (Empuña DON JUAN la daga.)  

DON JUAN.
¿Qué me tardo?
DOÑA LEONOR.

 (Aparte.) 

Viva estatua soy de hielo.
DON JUAN.

  (Ap.  

Muerta enigma soy de mármol.)
¿A quién buscas?
DOÑA LEONOR.
Yo, Señor,
a vos porque digo estando
sin mí... yo si... si mi pena...
Al ruido... animóme en vano:
señor, a decirte vengo

  (Ap. 

Así intento remediarlo)
que don García fue quien
vino anoche a darme amparo.
DON JUAN.
¿Y para esto le nombrabas?
DOÑA LEONOR.
Sí, Señor.
DON JUAN.
Ya se ha pasado
el indicio a la evidencia,
y la duda al desengaño.
¿Y esa era tu intención?

 (Recio esto.) 

DOÑA LEONOR.
Sí:
¿Dudas en mi fama, cuando
son los montes y los cielos
de lo que te estimo y amo
testigos fieles de abono.
Y yo soy, bien me comparo,
fija como sus estrellas,
firme como sus peñascos?
Y esta pared es testigo...
 

(Oye DON GARCÍA dentro la voz.)

 
DON GARCÍA.

  (Dentro.) 

Siempre estoy yo confiado
que me has querido, Leonor.
DOÑA LEONOR.
¿Qué es esto?
DON JUAN.
¿Qué, te has turbado?
Como es la pared testigo
está respondiendo cargo.
DOÑA LEONOR.

  (Ap. 

Don García ha respondido,
pues al honor acudamos;
que esto importa, vive el cielo.)
Que miente traidor tu labio
y tus pensamientos mienten,
sacrílegos y profanos
yo a don Juan estimo y quiero,
como amante le idolatro,
tanto como a dueño propio,
y esto es tan seguro...
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

Es claro.
DOÑA LEONOR.
Que anoche...
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

¿No hubo en ti culpa?
DOÑA LEONOR.
Pues ¿qué esperas?
DON GARCÍA.

 (Dentro.) 

Nada aguardo.
DOÑA LEONOR.
Pues déjame.
DON GARCÍA.

  (Dentro.) 

Ya te olvido.
DOÑA LEONOR.
Pues vete.
DON GARCÍA.

  (Dentro.) 

A olvidarte airado.
DOÑA LEONOR.

 (De rodillas.) 

Si bastan estos despechos
para soldar un engaño,
si estas lágrimas que enjugo,
si estas corrientes que exhalo
bastan a templar tu incendio
pues son lluvias de mi llanto,
te pido...
DON JUAN.
Leonor, levanta;
Inés, vete afuera.
INÉS.
Andallo.

  (Ap.  

Pues dio en el lazo mi ama,
yo quiero roer el lazo.)
DON JUAN.
¿Leonor?
DOÑA LEONOR.
¿Señor?
DON JUAN.
No te turbes,
que ahora contigo hablo
si con pasiones de esposo,
con atenciones de hermano;
de ti me quiero fiar,
mira tú cuán apurado
de ti, mi honor se halla en ti,
que en ti procuro el amparo.
DOÑA LEONOR.
¿Qué intentas?
DON JUAN.
¿Tú no eres causa
de mi mal?
DOÑA LEONOR.
De tu cuidado.
DON JUAN.
¿Mi honor no es tuyo?
DOÑA LEONOR.
Es mi honor.
DON JUAN.
¿No eres noble?
DOÑA LEONOR.
Al caso vamos.
DON JUAN.
En ti no puede haber mancha.
DOÑA LEONOR.
Es ponerla en el sol claro.
DON JUAN.
Pues ayúdame a saber
mi ofensa, para que un daño
restaure con un consejo;
dime aquel que ha procurado
violar de tu ama el templo
que es de la mía sagrado;
los cargos que hizo la duda
me descuenta con el labio,
sanéame con la voz
la injuria que me has causado,
y en esta ofensa que es tuya
y en este honor que es de entrambos
pues por ti tengo la ofensa,
tenga por ti el desagravio.
DOÑA LEONOR.
Pues si así...
DON JUAN.
Mi mal se cura.
DOÑA LEONOR.
¿Piensas...
DON JUAN.
Atajar un daño.
DOÑA LEONOR.
Soldar...
DON JUAN.
Un yerro de honor.
DOÑA LEONOR.
Oye la pasión al paso
que has entendido la duda.
DON JUAN.
Di tu mal.
DOÑA LEONOR.
Ya le declaro.
Ya sabes, dueño mío,
móvil que rige todo mi albedrío,
que fue lance forzoso
verme a un tiempo, y a un tiempo ser mi esposo;
ya te acuerdas que nunca el mal se olvida,
¡Oh cómo se renueva aquesta herida!
Que al admitirte dueño, aunque tirano,
erró mi voz cuando acertó mi mano;
ya sientes lo que anoche ha sucedido,
aunque no es este mal para sentido,
que de honor cuando aqueja un accidente
no sé yo cómo vive quien lo siente;
fuístete, pues, ayer, tarde lo lloro,
dejándome encargada a mi decoro,
porque yo viva en mí, firme y segura,
que esta defensa tiene la hermosura;
y, al fin, ya de mis lazos apartado,
llevándote contigo tu cuidado
de la seguridad blando enemigo...
DON JUAN.
Acaba, dime el mal, Leonor.
DOÑA LEONOR.
Prosigo:
cerró la noche, y vino tan oscura
que se vistió el color de mi ventura;
busco el lecho al descanso, admito el lecho,
y fue campaña en que lidiando el pecho
quedó por más victoria
reina de la campaña la memoria;
quiero engañar tu ausencia con mi sueño,
conficionó fatigas por beleño,
encarceló con quejas bien extrañas
los ojos en la red de las pestañas,
y al imitar la imagen enemiga,
fue fatiga vencer a la fatiga.
Mato una luz, achaque del desvelo,
doy a la duda plaza de recelo,
y oigo, asustada desta maravilla
que el nogal se quejaba de una silla,
o de algún peso nuevo que le inquieta
o de aquella prisión de la baqueta;
doy la atención a todos mis oídos,
que siempre están al daño prevenidos,
discurro con el miedo,
esfuerzo mis temores cuanto puedo,
y dije ¿si por torpe, aun más que feo,
tropezó en esta silla algún deseo?
Pruebo a escuchar, y dudo lo escuchado,
vuelvo otra vez a entrar en el cuidado,
y porque el susto a mi pasión asombre,
por la respiración colijo a un hombre,
pues el que entró pisaba tan atento
que antes que el paso le escuché el aliento:
todo el valor se asombra,
y como la traición busca la sombra,
conozco la traición, olvido el lecho,
busco la vela, muerta a mi despecho,
y como llamas de valor respiro,
la procuro encender con un suspiro;
buscar quieren la puerta mis enojos,
y el tacto hallé más torpe que los ojos:
buscábame el traidor, no me halla luego,
con amor y sin luz, dos veces ciego,
vestíme mal vestida a escuras trato,
pero echéme a perder con mi recato,
pues aunque ni me hallaba ni me oía,
la seda le avisó cuando crujía;
llegarse intenta, y aunque me apartaba,
el ruido le decía dónde estaba,
y como siempre en estas aventuras
son las manos los pies del que anda a escuras...
DON JUAN.
Dilo, acaba, Leonor.
DOÑA LEONOR.
¡Dolor tirano!
Mi mano tropezó sobre su mano;

 (Ap.  

Partida tengo el alma en dos mitades,
agora es tiempo de decir verdades.)
DON JUAN.
Di, ¿qué aguardas?
DOÑA LEONOR.
Decirte el mal espero.
DON JUAN.

 (Aparte.) 

No puede ser mayor que yo le infiero.
DOÑA LEONOR.
Digo, Señor, que como es (¡qué intento!)
madre la sombra del atrevimiento,
esta es temeridad.
DON JUAN.
Prosigue, acaba.
DOÑA LEONOR.
Y como yo no vi lo que intentaba,
teniendo con mis manos a sus manos,
sus intentos villanos
resistí valerosa, estorbe fuerte
(Este consuelo me evitó la muerte),
y aunque vencí su queja y su porfía,
y aunque atajé a su mano la osadía,
viéndose ya empeñado y no admitido
(¡Oh lo que intenta un hombre aborrecido!)
ya que rendir no pudo esta muralla...
DON JUAN.
No me digas más señas, calla, calla;
en vano el labio y el dolor empeñas,
que un desdichado no ha menester señas;
¿y sabes, di, cuál es aquel que ha sido
quien en lo más posible me ha ofendido
de los dos que encontré? Porque quisiera...
DOÑA LEONOR.
Entrambos pueden ser.
DON JUAN.
¿De qué manera?
DOÑA LEONOR.
Porque entrambos mi amor han pretendido.
DON JUAN.

 (Empuña la daga.) 

Viven los cielos, que pues te han querido...
DOÑA LEONOR.
Detén, Señor, la ira rigurosa,
¿qué culpa tengo yo de ser hermosa?
DON JUAN.
Dices bien que esta ira es muy temprana.
 

Sale DOÑA JUANA.

 
DOÑA JUANA.
¿Doña Leonor?
DOÑA LEONOR.
Amiga doña Juana.
DOÑA JUANA.
¿Qué es esto?
DOÑA LEONOR.
¿Qué ha sucedido?
DOÑA JUANA.
Don Juan, yo vengo a avisarte,
si en tu valeroso pecho
caben discretas piedades,
que airado como prudente
un riesgo a mi vida atajes,
para ignorado imposible
y para avisado fácil;
aquel criado que ayer
entró en casa a acompañarte,
el que ahora a ti te sirve
y a don Andrés sirvió antes,
habrá dos horas que entró
en mi casa a preguntarme
si hablar puede a don García;
dije que no, y al instante
me dejó aqueste papel:
yo que en su propio semblante
saqué indicios para el riesgo
y para el dolor señales,
abro el papel de mi hermano,
de curiosa y no de amante,
para hacer en sus renglones
de mis dudas el examen,
y veo que don Andrés
envía a desafiarle
detrás de los religiosos
descalzos que alberga el Carmen;
aquí hay dos riesgos a un tiempo
tan posibles como grandes:
si mi hermano sabe el duelo,
si que ha escrito el papel sabe,
ha de dar con un castigo
satisfacción a su sangre,
si no le enseñó el papel,
don Andrés ha de juzgarle
o remiso en el empeño,
o en la venganza cobarde;
decirle que salga es yerro,
temeridad no evitarle;
no avisarle, no es decente;
pues para que no se manchen
con las nieblas de la infamia
dos rayos de honor solares,
te pido que al campo vayas,
y que evites arrogante
o que temples reportado
de estas iras incapaces
estos carbones que atiza
el soplo de un viento fácil;
y, en fin, como agradecido,
supuesto don Juan que sabes,
que por tu honor don García
con justas temeridades
saltó esa tapia a las voces
que extrañó el viento volcanes
que Leonor exhaló en quejas;
y pues anoche fui parte
que se arrojase a mi ruego
y a su queja se obligase,
recompénsame esta deuda
con este favor, porque halle
el amparo en tu prudencia
que tú en don García hallaste:
don Andrés digo que espera
en el campo, pues no aguardes
a que otro segundo aviso
o le provoque o le ultraje.
Yo te obligo, tú eres noble,
de ambos es igual la sangre,
y es fuerza que tus aceros
se indignen también iguales,
y así...
DON JUAN.
Espera, doña Juana;
dime ahora, ¿tú escuchaste
quejar a Leonor anoche?
DOÑA JUANA.
Yo la escuché.
DON JUAN.
Y di, ¿fue antes
que saltase don García?
DOÑA JUANA.
Antes fue que él se arrojase.
DON JUAN.
¿Luego don Andrés fue quien
fue a mi amistad y a mi sangre
dos veces traidor amigo?
De una industria he de ayudarme,
con que he de darle el castigo;
¿dónde dices que está?
DOÑA JUANA.
Al Carmen
descalzo dice el papel.
DON JUAN.
¡Vive Dios, que he de matarle!
DOÑA JUANA.
¿Te vas?
DON JUAN.
A evitar tu riesgo.
DOÑA LEONOR.
¿Qué es lo que intentas?
DON JUAN.
Vengarme.
DOÑA JUANA.
Primero es aqueste empeño.
DON JUAN.
También intento evitarle.

 (Vase.)  

DOÑA LEONOR.
¿Tú qué lloras?
DOÑA JUANA.
Un temor.
DOÑA LEONOR.
¿No has de reprimirle?
DOÑA JUANA.
Tarde.
DOÑA LEONOR.
¿Quién le causa?
DOÑA JUANA.
Don Andrés.
DOÑA LEONOR.
¿Por qué ocasión?
DOÑA JUANA.
Fue mi amante.
Mi hermano y él son mis penas.
DOÑA LEONOR.
Tu hermano y él mis azares.
DOÑA JUANA.
Acábese este tormento.
DOÑA LEONOR.
Para que el mío se ataje.
DOÑA JUANA.
Mas, ¡ay Leonor!
DOÑA LEONOR.
¡Ay amiga!
Que para que no se atajen,
LAS DOS.
Fénix es cada mal de nuestros males,
que de lo que unos mueren otros nacen.
 

Sale MOGICON.

 
MOGICON.
Señores, en puridad,
perdónenme lo atrevido,
yo a preguntar he salido
una gran dificultad:
yo he de parecer menguado
si no parezco importuno;
reyes míos, ¿hay alguno
que haya estado enamorado?
La honra apostaré aquí,
y aun la vida he de poner,
que no hay hombre ni mujer
que no me diga que sí.
¿Cómo se puede creer
ver a un amante decir,
que ni ha podido dormir
ni que ha podido comer?
Esta es cosa que me acaba
porque llega a ser creída;
no tuviera la comida,
viéramos si enamoraba.
Di, amante de Barrabás,
nombre debido a tu llama,
¿cómo en gozando a la dama
cenas mucho y duermes más?
Almibarado amador,
¿qué se hizo tu voluntad?
¿Ves cómo tu enfermedad
era tema y no era amor?
Señores míos, yo creo,
reviente aquesta postema
que cualquier amor es tema
y cuando más es deseo;
jamás he visto querer
hombres que andan ocupados,
los que están enamorados
es que no tienen qué hacer;
y si a otra luz sus errores
quieren ver claros también,
¿cómo nunca quieren bien
poetas ni jugadores?
Que no hay quien ame contemplo
si no le va el pundonor.
Y don Andrés, mi señor,
les sirva a todos de ejemplo;
por él solo he colegido
este discurso apretado,
pues que no admitió rogado
a la que ama aborrecido;
y el no poderla gozar
sirve de influjo a su estrella,
y no hiciera caso della
si la pudiera alcanzar.
Pues si apurado en rigor
el amor que activo quema
no es amor, que sólo es tema,
luego es tema y no es amor.
Ah, bien haya yo, que quiero
amante a las damas grato
con prevenciones de gato
por Enero y por Febrero;
aunque tuviese a la mano
bergantas de dos en dos,
en mi vida, juro a Dios,
dije requiebro en verano;
en aqueste gusto fundo
mi regalo y mi quietud,
que primero es mi salud
que todo el amor del mundo;
dama que me ame fiel
no me ha de costar un paso;
pero volvamos al caso,
que andamos muy fuera dél.
Con una intención extraña
que pasa a resolución,
don Andrés, el Galalón,
me ha traído a esta campaña,
y sobre esa margen fría,
que es marco de flores ya,
en el claro arroyo está
esperando a don García;
que han de reñir imagino,
y por si hallo un caminante
que meter quiera el montante,
me he venido hacia el camino;
mirar quiero desde aquí
si hallo lo que he deseado.
¡Don García el desafiado
es aquel que viene allí!
Él viene ya: ¿reñirán?
Ella es grande bobería;
pero aquel no es don García,
¡Vive el cielo! que es don Juan:
ahora es menester arte
para escurrirme no más.
 

Sale DON JUAN.

 
DON JUAN.
¡Ah Mogicon! ¿dónde vas?
MOGICON.
Señor, a ninguna parte:
íbate a buscar.
DON JUAN.
Y yo
a buscarte vengo aquí:
¿qué haces en esta campaña?
MOGICON.
He salido a divertir
un hipocóndrico mal
por uno y otro jardín.
DON JUAN.

 (Ap. 

Aqueste pienso que ha sido
causa de mi mal, y así
lo que a mi venganza vi
no he de callar a su oído.)
¡Traidor infame!

 (Saca la daga.)  

MOGICON.
¡Señor!
DON JUAN.
¡Vive Dios! que has de morir.

  (Ap. 

Mi industria valga a mi mal.)
MOGICON.
Señor, ¿en quién te ofendí?
DON JUAN.
Tú, traidor, tu fuiste, aleve,
el que anoche pudo abrir
porque entrase don García.

 (Ap.  

Esto le quiero decir
porque confiese si acaso
fue don Andrés ¡ay de mí!
Que viendo el fin de mi honor
no hallo a mi venganza fin.)
¿Por qué le abriste? Di, acaba;
si procuras que en ti
tome de tantas ofensas
justa venganza y feliz.
MOGICON.
Señor, el diablo me lleve
si fue don García.
DON JUAN.
Di:
si fue don Andrés, no importa.
MOGICON.
Pues a don Andrés abrí.
DON JUAN.
¿Cómo fue?  (Ap.  ¡Oh traidor amigo!)
MOGICON.
Como me rogó... Si aquí
quieres que he hable más claro
y más alto que un clarín,
envaina la daga ahora,
que en viéndola relucir,
deslumbradas mis palabras
no han de acertar a salir.

 (Envaina la daga.) 

DON JUAN.
Di, que ya envaino la daga:
pues prosigue.
MOGICON.
Ahora sí,
señor, este don Andrés,
este amante matachín,
el que al tono del amor
baila un tiempo aquí y allí,
para quien, si no me engañan
las palabras que le oí,
es la mejor, la que es más
difícil de conseguir;
aun no bien anochecido
me vino a casa a pedir
que le abriese la una puerta;
cuando yo le obedecí,
entróse paso entre paso
tan ciego, según le vi,
que aun de su propio sombrero
no echó de ver el candil;
cerró la puerta primero,
pisó luego tan sutil
que en los propios movimientos
sus intentos conocí;
sopló una luz que allí estaba,
hecho corchete de sí,
y a la alcoba de Leonor
fue tanteando de albañil;
llegó dentro, escuché voces,
la bola en esto escurrí,
tú te piensa lo demás,
que eso no me toca a mí;
y pues soy puerco en decirlo
y llegó mi san Martín,
deja que me vaya ahora;
ya don Andrés viene allí,
él te dirá lo demás,
pues nadie podrá decir
la verdad como él si quiere.
La Sancta Dei genitrix
te saque de tantas dudas
y a mi me libre de ti.

 (Vase.)  

 

DON JUAN, empuñando la espada, se va a DON ANDRÉS.

 
DON JUAN.
Pues que sabidas están
mis dudas, ¿que aguardo, pues?
Matar quiero a don Andrés.
DON ANDRÉS.
Yo os lo perdono, don Juan.
DON JUAN.
Sacad para este castigo
la espada, que esto ha de ser.
DON ANDRÉS.
¿Qué es lo que queréis hacer?
DON JUAN.
Dar la muerte a un falso amigo.
DON ANDRÉS.

 (Aparte.) 

Que fue Mogicon infiero
quien le contó mi traición.
DON JUAN.
No está mi resolución
para esperar vuestro acero.
Acabad: ¿a qué esperáis?
DON ANDRÉS.

  (Ap. 

Sin duda se lo ha contado.)
Señor don Juan, ¿qué os ha dado?
¿También conmigo os tiráis?
DON JUAN.
Sin él os he de matar
si no sacáis vuestro acero,
pues esto ha de ser primero
en salud me he de curar;
¿no queréis, pues, desta suerte?
DON ANDRÉS.
Esperad, don Juan, ¿qué hacéis?
Sabed lo que me debéis,
y dadme luego la muerte.
DON JUAN.
Es obligación, decid
con que me intentáis templar,
que luego os he de matar.
DON ANDRÉS.
No es muy fácil, pero oíd:
apenas desta ciudad
os fuistes, ayer apenas
a acompañaros salí
media legua de Valencia,
cuando al volver a cuidar
de una obligación que es vuestra,
que algún diablo me metió
en saber vidas ajenas,
llegué con la noche oscura
examinando las puertas
y rejas de vuestra casa,
y hallé a don García en ellas,
con Inés, una criada
de Leonor, dándola quejas
de vuestra esposa, diciendo
que, ya que su amor desprecia,
lo que no ha podido el ruego
ha de alcanzar la violencia;
que esta noche por las tapias
pretende asaltar la fuerza
de que en vuestra ausencia fui
general y centinela;
y dándole Inés entonces
esperanzas algo inciertas,
que esto de dar esperanzas
es uso de los que tercian,
se apartó de la ventana,
y como la noche negra
no les permitió a los ojos
sombras de la sombra apenas,
aunque escuché a don García
quiso que infelice estrella
que sin que le viese entrar,
como está su casa cerca,
dentro en su casa se entró;
y en este despecho, en esta
prisión del honor, tan lince
y de una venganza ciega,
solicito a Mogicon
y ruego que abra una puerta
de tu casa: obedeció;
entré con silencio en ella,
maté una luz que la sombra
es de la venganza seña,
salta en esto don García
las tapias, lleguéme cerca,
todo el acierto en mis pasos,
la ira en mi mano diestra;
quéjase Leonor, yo llego;
pero él viendo que se queja,
se hace dueño del amparo
siendo dueño de la ofensa;
entraste (pero no quiero
pedirte que me agradezcas
de mi amistad y mi fe
las debidas recompensas),
lo que agradecer me debes
es, que por curar tu ofensa,
en la campaña esperaba
a tomar venganza fiera
del tirano don García,
puesto que manchar desea
a tu fama, que es mi fama.

  (Ap. 

Miento, vive el cielo, que era
por sepultar con su muerte
a mi traición torpe y fea.)
Pero supuesto que ahora
darme injusta muerte intentas,
saca en buen hora la espada,
y antes que tú saques, reza
por ti, que en dándote muerte
haré por ti lo que pueda.
DON JUAN.

 (Aparte.) 

A no saber que a Leonor
quiere don Andrés, creyera
que es verdad lo que me dice;
ya pasa a ser evidencia
esta verdad: ¿qué razón
puede haber para que entienda
que no es traidor don García
y que don Andrés lo sea?
DON ANDRÉS.

  (Ap.  

Otra cosa hay que curar:
no le ha de quedar sospecha,
que sagaz, aunque traidor,
mi ingenio no le resuelva.)
¿Quieres ver cuánto me debes?
Que mucho antes que vinieras
de Flandes quise a Leonor,
y aun no fuiste dueño della
cuando del fuego de amor
fue ceniza la materia.
DON JUAN.

  (Ap.  

Digo que aqueste es leal,
y aquesta enigma cubierta
que erró su ciega pasión,
ha descifrado su enmienda.)
Yo si a matarle venía
fue justo enojo mi queja,
que no es razón que tú tomes
la venganza de mi afrenta;
bueno quedara mi honor
si tú la muerte le dieras,
yo he de ser quien le dé muerte.
DON ANDRÉS.
Pues la ocasión aprovecha,
que aquí le espero que llegue.
DON JUAN.
No vendrá.
DON ANDRÉS.
Que venga es fuerza.
DON JUAN.
No puede ser.
DON ANDRÉS.
Di ¿por qué?
DON JUAN.
Yo lo sé; sólo quisiera
que me dieras un consejo.
DON ANDRÉS.
Prosigue.
DON JUAN.
¿De qué manera
daré muerte a don García?
¿Parécete a ti que sea
llamándole a la campaña?
DON ANDRÉS.
Calla, que es pregunta necia;
porque ha de ser la venganza
del modo que fue la ofensa;
¿su ofensa no fue traidora?
DON JUAN.
Traidora fue; pero sepa
cómo he de poner venganza.
DON ANDRÉS.
Di, ¿no entró en tu casa mesma
por las tapias?
DON JUAN.
Así es.
DON ANDRÉS.
Pues por las tapias intenta
entrar también en su casa,
cobra tu castigo en ella,
que herir por los mismos filos
es del agravio destreza.
DON JUAN.
Sí, ¿pero yo he de matarle
a traición? Di, ¿porque él sea
traidor he de ser traidor?
DON ANDRÉS.
Esas bizarrías deja
para honrados pundonores,
mas no para las afrentas.
DON JUAN.
Pues si es hora, amigo, vamos.
DON ANDRÉS.

 (Aparte.) 

Proseguir mi engaño es fuerza.
DON JUAN.
Hoy con toda mi venganza
todo mi honor se carea.
DON ANDRÉS.

 (Aparte.) 

Por encubrir un delito,
¡qué de traiciones se esfuerzan!
A mí me importa matarle.
DON JUAN.
Darle la muerte quisiera.
DON ANDRÉS.
En fin, ¿qué es lo que dispones?
DON JUAN.
Presto aguardo que lo veas.
DON ANDRÉS.
Ya hemos llegado a su casa,
saltemos las tapias, ea.
DON JUAN.
Gracias doy a mi fortuna,
que sé el dueño de mi ofensa;
pues, don Andrés, al castigo.
DON ANDRÉS.
Quiera el cielo que le veas.
DON JUAN.
Porque te deba un honor.
DON ANDRÉS.
Porque una vida te deba.
DON JUAN.
Páguete honor el consejo.
DON ANDRÉS.
No quiero que le agradezcas,
pues más me importa su muerte
que a ti tu venganza mesma.
 

(Vanse.)

 
 

Sale DON GARCÍA.

 
DON GARCÍA.
¡Hola, criados! ¿Qué es esto?
No hay nadie en aquestas piezas;
toda la casa está a escuras;
entrar quiero a ver si en ella
ha dejado alguna luz
Inés; como es tarde es fuerza
que esté Juana recogida;
ir a su cuarto quisiera.

 (Vase.) 

 

Salen DON JUANy DON ANDRÉS.

 
DON JUAN.
Ya hemos saltado a la casa
de don García.
DON ANDRÉS.
Pues llega
tan quedo para el castigo
que a ti propio no te sientas.
La casa es de don García
la que descuidada y quieta
está ensayando en el sueño
la imagen de la tragedia.
Los dos a buscar entremos
tu ofensor.
DON JUAN.
Detente, espera;
temor llevo, vive el cielo.
DON ANDRÉS.
Vive el cielo, que me pesa
que lo que oculta tu pecho
llegue a confesar tu lengua.
DON JUAN.
Valor es este temor.
DON ANDRÉS.
¡Valor es! ¿De qué manera?
DON JUAN.
Como no es valiente aquel
que siendo traidor, no tiembla.
DON ANDRÉS.
La venganza no es traición.
DON JUAN.
Dices bien; mas considera
que a mí no me toca ser
traidor porque otro lo sea.
DON ANDRÉS.
¡Discreto estás y agraviado!
Mucho temo que no puedas
acertar con la venganza
cuando el agravio confiesas;
pero entremos a matarle.
DON JUAN.
Bien dices, bien me aconsejas:
¡Muera el traidor!
DON ANDRÉS.
Muera, amigo;
tú propio tu agravio venga:
yo entro adelante por ver
si le hallo.
DON JUAN.
¿Qué aguardas?
DON ANDRÉS.
Llega.

 (Vanse a escuras tentando.) 

  (Ap. 

Sepultaré mi traición.)
DON JUAN.

  Aparte.) 

Sanar podré mi dolencia.
 

Sale DON GARCÍA a escuras, y vase diciendo.

 
DON GARCÍA.
Entrar procuré a mi cuarto,
y apenas llegué a la puerta,
cuando pasos he sentido
en esa pieza.
¡Ah, doña Juana! ¿No abrís?
¡Hola, Silva!
 

Sale DON ANDRÉS con la daga desnuda a la puerta.

 
DON ANDRÉS.
Hacia aquí suena
de don García la voz.
DON GARCÍA.
¿No hay
quién responda?
DON ANDRÉS.
Si esperas
la voz de mi ardiente acero
te podrá dar la respuesta.
 

Sale DON JUAN con la daga en la mano buscando a DON GARCÍA.

 
DON GARCÍA.
¿Hermana? Nadie responde.
DON JUAN.
O fue ilusión de la idea,
o hacia aquí escuché la voz
de don García.
DON GARCÍA.
Ya es fuerza
porque he sentido pisadas,
ir a esta cuadra primera
por ver si encuentro la luz.

 (Vase.)  

DON ANDRÉS.
¡Ahora, ahora, violencias!
Morirá si aquí le encuentro.
DON JUAN.
Si llego a encontrarle, muera.
DON ANDRÉS.
Él llega.
DON JUAN.
Ya yo le tiento:
¡Cobarde! Desta manera
recompensará mi acero
los indicios de mi ofensa.
DON ANDRÉS.
Muerto soy.
 

(Dale a escuras DON JUAN a DON ANDRÉS y cae boca abajo, y tápale la boca DON JUAN con la capa.)

 
DON JUAN.
Cierra los labios;
y si hablar mejor deseas,
boca tienen tus heridas
pues está mi agravio en ellas;
la cara le he de cubrir.
DON ANDRÉS.
Advierte...
DON JUAN.
En vano te quejas.
DON ANDRÉS.
Que yo he tenido la culpa.
DON JUAN.
Ya está pagada la pena.
DON ANDRÉS.
Pésame haberle ofendido.
DON JUAN.
Pues también quiero que sepas
que me pesa darte muerte;
mas perdona, aunque me pesa.
Ya murió, buscar pretendo
a don Andrés; aquí afuera
ha de estar.
 

(A la puerta MOGICON.)

 
MOGICON.
Abrid aquí.
DON JUAN.
Llamando están a la puerta.
MOGICON.
Yo le vi saltar las tapias.
DON JUAN.
Los dos mi venganza vean.
DOÑA LEONOR.

  (Dentro.) 

Abre, doña Juana.
DON JUAN.
¡Oh cielos!
También mi esposa es aquella:
¿Qué importa? Yo me despecho,
Valencia y el mundo sepa
que di muerte a don García
porque intentó con violencia
violar de mi honor el templo.
 

Salen DON GARCÍA con luz, DOÑA LEONOR, DON FÉLIX, DOÑA JUANA, INÉS y MOGICON.

 
DON GARCÍA.
Engañase aquel que piensa...
DON JUAN.
¡Cielos! ¿qué es esto que miro?
DON GARCÍA.
¡Qué ilusión, cielos, es esta!
DON JUAN.
Erré y acerté el castigo.
DON GARCÍA.
¿Cómo tú en mi casa mesma
diste muerte a don Andrés?
DON JUAN.
Salté a darte muerte en ella,
y errando la medicina
vine a curar la dolencia.
DON GARCÍA.
¿Cómo?
DON JUAN.
Él fue quien me ha ofendido.
DOÑA LEONOR.
¿Quién te lo ha dicho?
DON JUAN.
Su lengua.
MOGICON.
Las de ogaño y las de antaño
pagó de aquesta manera.
DON JUAN.
La traición busca el castigo.
DOÑA JUANA.
La culpa busca la pena.
DOÑA LEONOR.
¿Estás satisfecho?
DON JUAN.
Sí.
DOÑA LEONOR.
¿Pues qué es lo que ahora intentas?
DON JUAN.
Que tan prudente senado
perdone las faltas nuestras.