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ArribaAbajoCuadro II

 

Plaza magnífica. Hacia el medio del teatro una lonja aislada y sostenida en columnas, que sirve para actos públicos; debajo una mesa y sillas. A la derecha del espectador la casa donde habita MATEO en un piso alto; a la izquierda la de LUCÍA, que ocupa un entresuelo, al cual se sube por una escalerilla volada fuera del muro. Va a amanecer.

 

Escena I

 

EL MAGO VIRTELIO, EL MAGO FORTUNIO y EL MAGO SOFRONIO, saliendo juntos a la plaza. PAULINO, durmiendo debajo de la lonja al pie de la mesa.

 
EL MAGO FORTUNIO
Venid, no huyáis.
EL MAGO SOFRONIO
Yo no huyo.
680
EL MAGO VIRTELIO
Yo no quiero darte oídos.
EL MAGO FORTUNIO
¿Cómo va de protegidos?
EL MAGO SOFRONIO
¿Y qué tal lo pasa el tuyo?
EL MAGO VIRTELIO
¿Paulino? Durmiendo ahí cerca
le tienes al perillán,685
a pesar de ser guardián
de esta plaza de la Alberca.
EL MAGO FORTUNIO
Pues con Paulino roncando,
en gracia de su ventura,
la plaza está más segura690
que con otro vigilando.
EL MAGO SOFRONIO
No hace a tu poder lisonja
la suerte poco gallarda
de quien no pasa de guarda
para una pública lonja.695
EL MAGO FORTUNIO
Mi favorito a la par
ha de ir con otros mas diestros:
cuando medraren los vuestros,
al mío veréis medrar.
EL MAGO VIRTELIO
Lucía a su hermano halló700
y con él vive en sosiego.
EL MAGO FORTUNIO
Le ha encontrado pobre y ciego.
Eso fue lo que ganó,
y le cuesta la tontuna
de las fraternas carocas705
trabajar para dos bocas,
pudiendo ser para una.
EL MAGO SOFRONIO
Mateo a todo el enjambre
de nuestros doctos supera.
EL MAGO FORTUNIO
Sabrá todo lo que quiera;710
ello es que se muere de hambre.
Bien que ya no maravilla
que vivan sin un consuelo
la virtud en entresuelo
y las ciencias en guardilla.715
EL MAGO VIRTELIO
En ciencia y virtud un germen
hay de bien que no conoces.
EL MAGO FORTUNIO
¿Es alguno de sus goces
velar cuando todos duermen?
Como el esclavo más vil,720
hace rato que a porfía
están Mateo y Lucía
tragando humo de candil.
Sea gusto o precisión,
así el cuerpo se destronca;725
yo me atengo al que allí ronca
al raso sin aprensión.
EL MAGO SOFRONIO
Al que a estudiar se dedica,
no dañan esos extremos.
EL MAGO FORTUNIO
Pues ¿queréis que le escuchemos730
para ver cómo se explica?
EL MAGO SOFRONIO
Sí.
EL MAGO VIRTELIO
Y a Lucía también.
EL MAGO FORTUNIO
Bueno, reúnanse un rato,
ya que, siervos del recato,
casi no se hablan ni ven.735
EL MAGO SOFRONIO
Los tres nos apartaremos.
Saldrán a puerta y ventana,
y cuando nos diere gana,
los reunimos.
EL MAGO FORTUNIO
Marchemos.
 

(Retíranse a un lado.)

 


Escena II

 

LUCÍA, saliendo a la puerta del entresuelo con una silla y labor. MATEO, asomándose a su ventana. Los tres magos, ocultos.

 
LUCÍA
No hay nadie. ¡Con qué deleite740
veré la aurora asomar,
que me deja trabajar
sin hacer gasto de aceite!
MATEO
Ya alza el nocturno capuz
la precursora de Febo:745
por economía debo
pegar un soplo a la luz.

 (Quítase de la ventana y apaga su candil.) 

LUCÍA
¡Ay, qué fatigas enormes
cuesta aquí el ganar la vida!
Más descansada y lucida750
estaba en Alba de Tormes.
Burlando el espionaje
de tantas dueñas hurañas,
cada día con mis mañas
hablaba yo allí a mi paje;755
y por el contrario, aquí
semanas en verle tardo:
como yo propia me guardo,
no puedo engañarme a mí.
Conozco ahora que siembra760
el diablo malas semillas
en el trato que a hurtadillas
mantiene varón con hembra.
Con todo, de tan loables
máximas, amor solloza:765
la virtud a medias goza
privilegios envidiables.
Si menos escrupuloso
mi corazón era un día,
yo más alegre vivía.770
Mas ¡qué digo! Callo y coso.
MATEO
Ya puedo ser catedrático,
ya soy astrólogo y médico,
y por método ortopédico
tieso camino y enfático.775
Ya oigo decir con estruendo
cuando las calles practico:
«allí va Mateo Pico,
allí va el sabio estupendo».
Esta fama, por lo pronto,780
hace a mi amor el agravio
de que no pueda por sabio
lo que pudiera por tonto.
¿Cómo con mis hopalandas
he de hacer una visita785
a una muchacha bonita
que labra vainica y randas?
La batueca juventud
me molería los lomos.
¡Lucía! Mártires somos790
de la ciencia y la virtud.
 

(Aparecen los tres magos a la esquina de una calle.)

 
EL MAGO FORTUNIO
¿Qué tal? ¿No son muy felices?
EL MAGO SOFRONIO
Deja que se vean.
MATEO
¡Ay!
¡Si un rato de guirigay
sin que tú lo escrupulices,795
Lucía, tener pudiera
libre de acecho contigo!
LUCÍA
¡Si yo libre de un testigo
aquí a mi Mateo viera!
 

(Se ven y se saludan.)

 
Allí se asoma. ¡Oh placer!800
Con esto nos consolamos.
MATEO
Allí está. Basta, volvamos
a estudiar.
LUCÍA
Vuelvo a coser.
EL MAGO VIRTELIO

 (A EL MAGO FORTUNIO.) 

¿Ves cómo saben templar
sus amantes desvaríos?805
EL MAGO SOFRONIO

 (Alzando la voz.) 

Almas fieles, reuníos,
que nadie os ha de observar.
 

(Elévase LUCÍA, sentada en su silla, desde la meseta de la escalera; MATEO baja sentado, y quedan reunidos y suspensos los dos en una especie de balcón. Los magos se retiran.)

 
LUCÍA
¡Oh dicha!
MATEO
Mágicamente
nos reúnen, mi bien.
LUCÍA
Sí,
y según la voz que oí,810
no habrá quien lo mire y cuente.
MATEO
Usemos de este favor.
¿Cómo te va con tu hermano?
LUCÍA
Me busca obra, pero en vano.
Me pagan mal la labor.815
MATEO
¡Impíos!
LUCÍA
Y en tu carrera
de médico, ¿qué te pasa?
MATEO
No me llaman a una casa
donde el enfermo no muera.
LUCÍA
¡Pues tienes habilidad!820
MATEO
¿Qué habilidad? Va en la suerte.
Ninguno cura la muerte,
cualquiera la enfermedad.
A enfermos van a asistir
otros, que se curan ellos;825
a mí me tocan aquellos
que por fuerza han de morir.
Con esta fama, convulso
se pone al verme un doliente;
y es fuerza, por consiguiente,830
que ya jamás tome un pulso.
Abandono profesión
que tan fatal se me muestra,
y hoy en pública palestra
voy a hacer oposición835
al cargo, que esta mañana
se va aquí en la plaza a dar,
de astrólogo titular
de la corte batuecana.
LUCÍA
Quiera Dios que con honor840
puedas el premio llevarte.
MATEO
Tengo al menos de mi parte
que no hay más opositor.
LUCÍA
Bien.
MATEO
Luego don Turuleque,
corregidor de la villa,845
jura ser de mi pandilla
en todo lo que no peque.
De balde por él he alzado
figura y por su mujer,
y según llego a entender,850
la paga será ese grado.
LUCÍA
También por mi protectora
se vende, si no me engaña,
la doña Mari-Castaña.
MATEO
¡Hola! ¿La corregidora?855
Pues le debías rogar
que en mi favor influyera.
LUCÍA
Impropio en mí pareciera,
y además era intrigar.
MATEO
Cierto, dije un disparate.860
LUCÍA
Remítete a la justicia.
Valga al docto su pericia
y no el favor de un magnate.
MATEO
Es un principio inconcuso;
mas ya tendrás certidumbre865
de que ésa no es la costumbre.
LUCÍA
Será la costumbre abuso.
MATEO
Cabal. Con todo, confía;
hoy saldremos de pobreza,
y dueño de tu belleza870
me hará la sabiduría.
LUCÍA
Como suponerlo puedes,
mucho tu triunfo deseo:
sin ti no me hallo ni veo
entre mis cuatro paredes.875
Pecará de liviandad
esta confesión que te hago:
es efecto de aquel trago
del agua de la verdad.
MATEO
No receles, mi pimpollo,880
decir la verdad en esto,
que nunca el amor honesto
puso a la virtud escollo;
antes cuando al vivo ardor
pábulo da la honradez,885
se trueca amor esa vez
en otra virtud mayor.
Después del que desde allí

 (Señalando al cielo.) 

adoración nos reclama,
con su ley cumple quien ama890
al prójimo como a sí.
LUCÍA
Vivo sin remordimiento
por eso allá en mi casilla,
los ojos en la almohadilla,
contigo mi pensamiento;895
y la fuerza del querer
venturas anticipando,
ya soy dichosa pensando
que algún día lo he de ser.
MATEO
Y en éste de hoy, ¿se me veda900
que el labio a tu mano llegue?
LUCÍA
Manda el recato que niegue
y la inclinación que ceda.
MATEO
Amor es justo que rompa
por miramientos livianos.905
LUCÍA
No, no.
MATEO
¿Qué es un besamanos
más o menos?

 (Va a besar la mano a LUCÍA y sálele una nariz corva grandísima que le tapa los labios.) 

LUCÍA
¡Huy! ¡Qué trompa!
MATEO
¡Jesús! No alcanzo, me embarga
el ósculo esta nariz.
LUCÍA
Pareces una perdiz,910
cuando el pico se le alarga.
MATEO
¡Que así se me mortifique!
LUCÍA
Aquí hay tijeras. ¿Cerceno?
MATEO
No, ya que no bese, bueno
será siquiera que pique.915
LUCÍA
¡Estás lindo!
MATEO
Dame al fin
un abrazo.
LUCÍA
¿Aún continúas?
MATEO
Vamos.
LUCÍA
Que no.
MATEO
Eh, sí.
 

(Cúbrese todo el vestido de LUCÍA de púas tiesas y largas que impiden a MATEO llegar a ella.)

 
¡Qué púas!
Pareces un puerco espín.
LUCÍA
¿Ves cuál por tus pasmarotas920
me ponen?
 

(Principian a retirarse los dos trozos de balcón.)

 
MATEO
¡Nos separamos!
LUCÍA
Adiós, y que nos veamos
sin pinchos ni narizotas.
 

(Queda todo como antes: LUCÍA y MATEO entran en sus casas.)

 


Escena III

 

EL MAGO FORTUNIO, PAULINO.

 

EL MAGO FORTUNIO.-  Me he divertido a costa de los pobres amantes sin que mis compañeros hayan podido estorbármelo. Así conocerán cuán superior es mi poder al suyo.  (Llegándose a PAULINO y tocándole con la vara.)  ¡Paulino!

PAULINO.-   (Medio soñando.)  ¿Cuesta abajo y de vacío? ¡Buena jornada!

EL MAGO FORTUNIO.-  Despierta, jumento.

PAULINO.-  ¿Quién llama?  (Levantándose.)  ¡Ah! ¿Sois vos, señor transfigurador?

EL MAGO FORTUNIO.-  Sí. Vengo a cumplirte la palabra que te di de colmarte de beneficios. Hasta ahora no te había proporcionado más que el cargo de guarda, aquí donde se celebra el mercado de cereales.

PAULINO.-  Yo lo solicité, porque los cereales son los que a mí me engordan.

EL MAGO FORTUNIO.-  Con todo, te voy a sacar de este humilde estado.

PAULINO.-  En parte no lo siento. ¡Ve uno aquí hacer tales tropelías con sus semejantes! ¡Infeliz del que anda debajo!

EL MAGO FORTUNIO.-  Hoy has de ganar la plaza de astrólogo en la oposición pública.

PAULINO.-  ¿Qué entiendo yo de astrología?

EL MAGO FORTUNIO.-  ¿Y es preciso entender de un cargo para obtenerlo? Lo que se necesita es atrevimiento para aspirar a él.

PAULINO.-  Eso no va conmigo, yo soy cobarde.

EL MAGO FORTUNIO.-  La fortuna sigue a la audacia y a la actividad.

PAULINO.-  Yo no quiero que nadie me siga los pasos.

EL MAGO FORTUNIO.-  Cuando yo alzo el dedo, es señal de que exijo de ti una cosa.

PAULINO.-  Cuando yo meneo la cabeza, es señal de que no me da la gana de serviros.

EL MAGO FORTUNIO.-  Al que no me sirve, le enseño yo así.  (Le da una bofetada.) 

PAULINO.-  ¡Vaya un modo de dar lecciones!

EL MAGO FORTUNIO.-  Esa fue una coz.

PAULINO.-  Y la vuestra fue manotada.

EL MAGO FORTUNIO.-  Tú me debes obedecer. Soy quien te hizo hombre.

PAULINO.-  Ya tratáis de deshacerme, principiando por los carrillos.

EL MAGO FORTUNIO.-  O me sirves en todo, o mando que te ahorquen.

PAULINO.-  Señor, que ninguno de mi linaje ha subido al patíbulo.

EL MAGO FORTUNIO.-  Tú serás patibulizado si me resistes.

PAULINO.-  Ya. Si vos estáis por la cuerda tirante... A un argumento que estrecha tanto, no hay más que bajar las orejas y darse por convencido. Mandad sobre mí.

EL MAGO FORTUNIO.-  Así me agrada. Yo te haré vestir el traje de astrólogo, y con él nadie te conocerá cuando te presentes al certamen.

PAULINO.-  Y cuando llegue el caso de hablar, ¿qué he de decir?

EL MAGO FORTUNIO.-  Nada.

PAULINO.-  Para ese papel no me faltará memoria.

EL MAGO FORTUNIO.-  El corregidor viene aquí. Sígueme.

PAULINO.-  Perdonad, el arriero va detrás del ganado.

 

(Vanse los dos, PAULINO delante.)

 


Escena IV

 

DON TURULEQUE, EL JUEZ, EL DÓMINE GOLONDRO, EL BACHILLER COMINO, EL CAPITÁN BADANA, EL LICENCIADO RASPÓN, Alguaciles.

 

DON TURULEQUE.-  Yo soy imparcial, señor juez. Yo no trato de prevenir vuestro fallo, sólo quiero que la plaza sea para el doctor Mateo. Me ha anunciado que si oyendo un discurso científico bosteza mi mujer tres veces en un cuarto de hora, se me muere a los tres meses cabales. Ya veis, a un hombre que me da tan buenas esperanzas, ¿qué le he de negar yo?

EL JUEZ.-  ¿Y suele bostezar con frecuencia doña Mari-Castaña?

DON TURULEQUE.-  Nunca, ni yo tampoco. Pero un discurso astrológico debe ser soñoliento, y ella no dejará de asistir al de hoy. Id, id y poneos de acuerdo con los compañeros.  (Vase EL JUEZ.)  Vosotros, amiguitos, ¿qué teníais que decirme?

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Yo, señor corregidor, no digo más sino que me declaro contra el opositor forastero.

DON TURULEQUE.-  Dómine Golondro, permítame usarced...

EL BACHILLER COMINO.-  Señor don Turuleque, yo también me pronuncio contra Mateo.

DON TURULEQUE.-  Oigame el bachiller Comino.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Ego quoque.

DON TURULEQUE.-  Señor licenciado Raspón...

EL CAPITÁN BADANA.-  Yo estoy en pro...

EL BACHILLER COMINO.-  ¿En pro?

EL CAPITÁN BADANA.-  En pro de los que están en contra.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  ¡Viva el capitán Badana!

DON TURULEQUE.-  Pero ¿por qué le han tomado vuesarcedes tirria a ese hombre que hace predicciones tan lisonjeras?

EL BACHILLER COMINO.-  ¿Lisonjeras, eh? A doña Clori le ha predicho que se casaría con un tonto. ¡Vean usarcedes qué atrocidad, estando yo en vísperas de ser su marido!

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Es menester calabacear a ese hombre. Yo he dado palabra de ello a la señorita Melisendra.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Doña Marcolfita ha decidido que el doctor Mateo es un mentecato.

DON TURULEQUE.-  Puede equivocarse doña Marcolfa.

EL CAPITÁN BADANA.-  Doña Dulcinea, mi novia, que no se equivoca nunca, dice lo mismo.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Por lo cual prevenimos al señor corregidor...

EL BACHILLER COMINO.-  Con el más profundo respeto...

EL CAPITÁN BADANA.-  Que habrá calabazadas para el opositor y tronchazos para el que le apadrine.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Pero todo sin alterar el orden ni la tranquilidad pública.

DON TURULEQUE.-  Pues, señores, yo, decidido imparcialmente a patrocinar al doctor Mateo porque me tiene cuenta, yo tomaré mis medidas para que el verdugo les tome a vuesarcedes la de las espaldas.

LOS CUATRO.-  Señor corregidor...

DON TURULEQUE.-  No digo más, porque viene mi mujer por allí, que basta para que yo me marche por allá.  (Vase por donde se fue EL JUEZ.) 



Escena V

 

MARI-CASTAÑA, DOÑA CLORI, DULCINEA, MELISENDRA, MARCOLFA, Pajes, que llevan las colas a las damas, Dueñas, EL CAPITÁN BADANA, EL DÓMINE GOLONDRO, EL BACHILLER COMINO y EL LICENCIADO RASPÓN.

 

MARI-CASTAÑA.-   (Al paño.)  Sí, queridas, es menester aplaudir mucho al doctor Mateo. Me ha anunciado que si mi marido bosteza tres veces en un cuarto de hora oyendo un discurso científico, a los tres meses me quedo viuda.

 

(Adelántanse las damas.)

 

EL CAPITÁN BADANA.-  Mi señora doña Mari-Castaña...

EL BACHILLER COMINO.-  Señoras...

EL DÓMINE GOLONDRO.-  ¿Venís al certamen?

MARI-CASTAÑA.-  Con doña Clori, doña Dulcinea, doña Melisendra y doña Marcolfa.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Lo más escogido de la villa.

MARI-CASTAÑA.-  A lo menos es lo escogido por vuesarcedes, que son sus novios.

DULCINEA.-  Aquí no hay más novio que el bachiller Comino. Eso no quita que si el capitán Badana quiere honrarnos con su compañía un momento...

EL CAPITÁN BADANA.-  Me hacéis gran merced.

MELISENDRA.-  Lo mismo le digo al dómine Golondro, y con el mismo desinterés.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Yo os lo agradezco.

MARCOLFA.-  No ha de ser menos el licenciado Raspón.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Está muy en el orden.

EL BACHILLER COMINO.-  En efecto, la prueba de que estas niñas no quieren a estos caballeros es que los invitan a que estén a su lado. Mi doña Clori, que me quiere, no me ha dicho palabra.

DOÑA CLORI.-  Callad, que tendré que ponerme colorada, y se enfadará el capitán.

EL BACHILLER COMINO.-  ¡Hola! ¿Y qué derechos tiene para enfadarse?



Escena VI

 

Dichos y EL MAGO FORTUNIO.

 

EL MAGO FORTUNIO.-  (Ya he aturdido al corregidor y a toda la villa. Engañemos a esta gente para que Paulino se lleve el lauro.) Buenos días, señores.

MARI-CASTAÑA.-  Señor mágico, muy bienvenido.

EL MAGO FORTUNIO.-  Tengo que dar a todos una nueva muy importante.

MARI-CASTAÑA.-  ¿Cuál?

EL MAGO FORTUNIO.-  Ya son dos los opositores Se presenta uno a competir con Mateo.

MARI-CASTAÑA.-  ¿Y quién es?

EL MAGO FORTUNIO.-  Un mago celebérrimo de quien nadie tiene noticia, el doctor Paulino, cuya voz goza de la particularidad más rara que se conoce.

MARI-CASTAÑA.-  Sepámosla.

EL MAGO FORTUNIO.-  Es ésta: siempre que el doctor hace un discurso científico...

MARI-CASTAÑA.-  ¿Bostezan los corregidores?

EL MAGO FORTUNIO.-  No, pero los maridos que tienen partícipes legos y los solteros y mujeres hijos de matrimonios trinitarios, unos y otros de repente se quedan sordos y no le oyen al doctor ni siquiera una sílaba.

TODOS.-  ¡Qué decís!

EL BACHILLER COMINO.-  Y a los solteros en vísperas de casarse, ¿qué efecto les hace la voz del doctor?

EL MAGO FORTUNIO.-  Ésos entran en la clase de los casados.

EL BACHILLER COMINO.-  ¿Oís, doña Clori? Es decir que si yo ensordezco, es que ha de haber trinidad en mi tálamo.

DOÑA CLORI.-  ¡Qué insulto! Apartaos de mi presencia, idos de aquí.

EL BACHILLER COMINO.-  ¿Cómo que me vaya? Luego si me quedo, ¿teméis que me vuelva teniente?

MARI-CASTAÑA.-  Silencio. Ya se oye la música y acude a la plaza el gentío. Acomodémonos a la puerta de casa de mi costurera Lucía.

 

(Suben y se sientan en la escalera.)

 

EL MAGO FORTUNIO.-  Adiós, señores. Yo voy a colocarme junto al nuevo candidato.

EL BACHILLER COMINO.-  Nosotros también, porque esto depende del oído.



Escena VII

 

DON TURULEQUE, precedido de Alguaciles y del Concejo de la villa. Jueces y Soldados. Estudiantes, unos con vítores y otros con grandes calabazas huecas llenas de cascabeles y fijas en palos. MATEO, PAULINO, EL MAGO FORTUNIO, Músicos y Pueblo. Marcha solemne. Los Jueces y DON TURULEQUE toman asiento en los sitiales que rodean la mesa que está debajo de la lonja. Los personajes de la escena anterior forman dos grupos, las Damas en la escalera y los Caballeros cerca de la lonja.

 

DON TURULEQUE.-   (Hablando con un juez y señalándole a PAULINO.)  Ése, ése es a quien no oyen los maridos in partibus infidelium.

EL BACHILLER COMINO.-   (A EL CAPITÁN BADANA.)  En efecto, ese hombre no es como los demás.

DON TURULEQUE.-  El señor nos la depare buena.  (Toca la campanilla.)  Se principia el acto. Opositor número uno.

MATEO.-  Mateo Pico.

DON TURULEQUE.-  Tenéis la palabra.

MATEO.-   (Declamando.)  Respetables oyentes: trátase de probar por los movimientos e influjo de las estrellas si es o no probable la antigua y controvertida profecía sobre la suerte de las Batuecas, a saber: que un día desaparecería de este país su cultura; no quedaría rastro de sus edificios; y los pocos habitantes que sobrevivieran a tan lastimosa catástrofe, volverían a un estado de rusticidad próximo a la barbarie. Tal es la profecía, y todo el tenor de mi discurso será manifestar que la tengo por cierta y por infalible.

MUCHOS.-  ¡Por cierta!

MATEO.-  Que está próxima a verificarse...

TODOS.-  ¡Qué horror!

MATEO.-  Y que el modo de su realización será extraordinario y secreto, porque poblado y engrandecido este país mágicamente, mágicamente también dejará de existir como existe.

EL CAPITÁN BADANA.-  A éste bien se le oye, pero más valiera que no.

MARI-CASTAÑA.-  Este hombre va a aterrar a la población sin dejar bostezar a nadie.

MATEO.-  Bien veo que es una triste verdad...

EL DÓMINE GOLONDRO.-   (Alzando la voz.)  Las verdades tristes no deben decirse.

MATEO.-  Pero no está en mi mano desmentir lo que evidencian todas las señales celestes.

EL MAGO FORTUNIO.-   (Aparte a PAULINO.)  Habla tú ahora.

PAULINO.-   (Alzando la voz.)  Yo me ofrezco a probar lo contrario.

EL CAPITÁN BADANA.-  ¡Bravo, bravo!

DON TURULEQUE.-  Silencio, señores, no interrumpáis al opositor.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Que hable el doctor Paulino.

EL CAPITÁN BADANA.-  Que calle el doctor Mateo.

MATEO.-  Señores, reclamo mi derecho.

EL BACHILLER COMINO.-  Fuera el atrevido.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Fuera el embustero.

ESTUDIANTES.-  Calabazas al doctor Mateo, calabazas.  (Empinan y agitan las de los palos.) 

MATEO.-  Basta, señores, dejo el puesto a mi competidor.  (Aparte.)  Me he perdido.

DON TURULEQUE.-  Opositor número dos.

PAULINO.-  Presente.

DON TURULEQUE.-  Tenéis la palabra.

PAULINO.-  ¿La tengo? Pues la suelto. Corregidor ilustrísimo, doctores sabiondísimos, niñas encantadorísimas, oyentes caballerísimos...

MUCHOS.-  ¡Bravo, bravo!  (Dando palmadas.) 

MARI-CASTAÑA.-  ¡Nos ha llamado niñas!  (A una dueña.) 

EL CAPITÁN BADANA.-  Esto es hablar con modo.

DON TURULEQUE.-  ¡Qué bien se le oye! Vamos, la corregidora, aunque insufrible, no es devota de la trinidad.

EL BACHILLER COMINO.-  Le oigo perfectamente. ¡Ay, Clori de mis ojos!

PAULINO.-  Voy a decir en pocas palabras que la consabida profecía es una patraña, y que todo el que la sostenga debe ser un gaznápiro.

 

(Palmadas.)

 

MARI-CASTAÑA.-   (Aparte.)  Le oigo muy claro. Vamos, mi madre, a pesar de las apariencias, fue una santa matrona.

PAULINO.-  Fundaré mi opinión en un texto caldeo.

DON TURULEQUE.-  ¡Sabe el caldeo!  (Bosteza.) 

MARI-CASTAÑA.-   (Aparte.)  Mi marido bosteza.

PAULINO.-  Kiriakín kiriakón, chifili-moquiflaque, aneustrangotizámbites birribarri borribousan.

MARI-CASTAÑA.-  ¡Qué divertido es el idioma caldeo!  (Bosteza.) 

DON TURULEQUE.-   (Aparte.)  Ha bostezado mi mujer.

PAULINO.-  Entro pues en materia y digo así.  (Gesticula y manotea sin hablar. Sorpresa general.) 

DON TURULEQUE.-   (Aparte.)  Ya no le oigo. ¡Canario! ¿Qué es esto?

MARI-CASTAÑA.-   (Aparte.)  O él ha bajado la voz, o me he quedado sorda.

DAMAS Y
CABALLEROS.- 
 (Aparte y en voz sumisa.)  Yo no le oigo, yo no le oigo.

DON TURULEQUE.-  Me limpiaré los oídos, a ver. Nada. Ciertos son los toros.

EL BACHILLER COMINO.-  Nada percibo, ya no me caso. No quiero matrimonio de tres.

MARI-CASTAÑA.-  ¡Dios haya perdonado a mi pobre mamá!

DON TURULEQUE.-  Disimularé por el honor del pabellón, aunque estoy que trino. Pero en llegando a casa... ¡Miren con qué cara de inocente está escuchando allá la que participa!

MARI-CASTAÑA.-   (Aparte.)  Si el sermón de gestos dura mucho, ¡va a ser un rato divertido!  (Bosteza.) 

DON TURULEQUE.-  Mi mujer vuelve a bostezar.  (Bosteza.) 

MARI-CASTAÑA.-  Van dos.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  (Aplaudiré para que crean que le oigo.) ¿Oís qué bien se explica este hombre?

EL CAPITÁN BADANA.-  Magníficamente.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Es un gran discurso.

EL BACHILLER COMINO.-  Soberbio.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  ¡Qué lógica!

EL LICENCIADO RASPÓN.-  ¡Qué imágenes!

EL CAPITÁN BADANA.-  ¡Qué lenguaje!

MARI-CASTAÑA.-  ¿Verdad, niñas, que ese hombre es un pico de oro?  (Bosteza.) 

DON TURULEQUE.-  Van tres. Todo lo perdono por eso. Pronto salgo de la maula.  (Bosteza.) 

MARI-CASTAÑA.-  (Van tres. De aquí a tres meses soy viuda.) ¡Vítor el doctor Paulino!

TODOS.-  ¡Viva, viva, viva!

 

(Los Estudiantes enarbolan los vítores.)

 

PAULINO.-  Señoras, señores, señoritas... Continúo.  (Gesticula.) 

DON TURULEQUE.-  Ese argumento no admite réplica. Es inútil que el opositor se moleste. Propongo que se le mande suspender el discurso y se le confiera el cargo de astrólogo de la villa por aclamación.

TODOS.-  Sí, sí, por aclamación.

PAULINO.-  Ínclitos Batuecos, gracias infinitas.

MATEO.-  Pero ¿no veis, infelices, que ese hombre se ha burlado de vuestra credulidad? ¿No conocéis que no ha pronunciado palabra?

DON TURULEQUE.-  Yo le he oído.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Yo también.

EL CAPITÁN BADANA.-  Todos le hemos oído.

MARI-CASTAÑA.-  Todos y todas.

DON TURULEQUE.-  Si vos nada percibisteis del elocuentísimo discurso del doctor, eso prueba que vuestro apellido paterno no os pertenece.

EL BACHILLER COMINO.-  Eso es.

DON TURULEQUE.-  Y sois indigno de alternar con personas como nosotros, que tan buen oído tenemos.

MARI-CASTAÑA.-  Nosotros no descendemos de trinitarios.

DON TURULEQUE.-  Nosotros no escotamos con partícipes legos.

EL LICENCIADO RASPÓN.-  Echadle fuera.

EL DÓMINE GOLONDRO.-  Apaleadle.

EL CAPITÁN BADANA.-  Matadle.

MUCHOS.-  ¡Muera!

MATEO.-  Protector mío, favorecedme.



Escena VIII

 

Dichos y EL MAGO SOFRONIO, que aparece en un carro aéreo.

 

EL MAGO SOFRONIO.-    (Haciendo subir a MATEO en el carro.)  Ven conmigo, yo te liberto. Necios y orgullosos aduladores de la ignorancia, sufrid el castigo que merecéis.

 

(Conviértense los Jueces en burros, la mesa en pesebre y la lonja en cuadra, y a todos los batuecos les salen orejas de asno.)

 

DON TURULEQUE.-  ¿Qué recua se nos ha descolgado aquí? Corchetes, palo en esos intrusos.

PAULINO.-  Yo los defiendo.  (A los Jueces convertidos.)  Partamos el ambigú, compañeros.

EL DÓMINE GOLONDRO.-   (Apaleando un burro.)  Arre, condenado.

EL CAPITÁN BADANA.-  Arre, mohíno.

 

(Todos andan a puntapiés con los asnos.)

 

DOÑA CLORI.-  ¡Miradle a la cabeza a mi novio!

MARI-CASTAÑA.-  ¡Mirad a mi difunto!

PAULINO.-  Deteneos, escuchadme.

DON TURULEQUE.-   (Procurando como los demás ahuyentar a los asnos.)  No podemos daros oídos.

PAULINO.-  No es por falta de orejas. Echad mano a ellas, señores.

TODOS.-   (Se tientan las orejas y exclaman a una voz.)  ¡Ah!



 
 
FIN DEL CUADRO SEGUNDO