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ArribaAbajoEsta es una carta que escreví al Prínçipe d'España don Felipe, de quien este libro os da cuenta

«Muy poderoso señor: Ya tendrá Vuestra Alteza entendido de mí, oído por mis palabras y visto por mis cartas, como os quiero como a hombre y no como a rey, que es más originalmente firme e valedero, pues primero fué el honbre que el rey, y aquí no puede aver codiçia ni avariçia porque no solamente no la quiero ni la tengo, mas no e menester nada para en este mundo, pues tengo años y dineros más de los que e menester; y para con Dios, tanto aprovechará mi avemaría con entera devoçión y coraçón como la vuestra, muy poderoso e amado señor mío, pues fijos no los tengo sino unos cuñados que se llaman Añascos, muy altos de cuerpo, hidalgos y proves, que como alcatrazes están aguardando que me muera para comer mi fazienda, alegando la mitad de lo multiplicado. Y no sé si me á de valer alegar yo ser vienes castrençes, porque el mesmo peligro ay muriéndome yo para dexallos a mis sobrinos que muriéndose primero mi muger para gozarlo yo. Lo qual sea como Dios sea más servido, que no diría más don Juan de Zúñiga, comendador mayor de Castilla, con su bondad y cristianidad y mucho saber. Al qual dé Vuestra Alteza mis encomiendas, aunque sean las mejores del maestrazgo, que no so yo como don Sancho e otros tales que quieren a Vuestra Alteza por vuestros ofiçios y benefiçios, sino que me queráis como os quiero, si quisierdes; si no, dexaldo, que aý está mi Dios que no me puede faltar por su ynfinita bondad y misericordia.

«Los días pasados, muy poderoso señor mío más que de todos, por vuestra persona y no por vuestros reynos ni yntereses, embié este propio mensajero a Vuestra Alteza con seis conejos del Perú y un papagayo. Y sobre los conejos, que dize que se le murieron, emos traído gran pleito antel marqués de Cortes, asistente desta cibdad, como dél puede saber, que no será malo porque retuve en mí parte de la paga por los dichos dos conejos muertos o vendidos. El asistente mandóme pagallo a mi pesar, en un pie a la françesa, porque amigos y enemigos nos labran haçiendo justiçia, y mi demanda fíçola hordinaria y pleito pendiente.

«No tuve otro remedio, por vida de Vuestra Alteza, sino vengarme del dicho mensajero desta manera, como dél puede saber aunque no sabe lo que lleva ni lo que escrivo contra él: tomélo en parte donde no avía testigos y vañéle los dientes en sangre con çiertos moxicones. Y él dió boçes: «¡Sedme testigos, sedme testigos! Y no podía sello sino Dios, por quien lo abraçé y peché, y fuimos amigos. Torna este viaje y tornará otros çiento. E reçibió los moxicones y reçebirá otros.

«Lo que pasa en esta çibdad, muy poderoso señor, es que el asistente á andado a caça de putos desta manera: prendió un bonetero que se llamava Calderón por çierto yndiçio que tuvo, el qual era rico y honrrado y buen cristiano, afuera deste ynorme pecado, porque andava pidiendo limosnas para proves y hospitales y façiendo otras buenas obras. El qual fué sentençiado y quemado, y murió cathólicamente, pidiendo justitia a Dios en su cuerpo y misericordia en su alma, manifestando y creyendo que las buenas obras que abía hecho, como tenemos por fee, le avían traído a que confesase su pecado y fiçiese penetençia y se salvase. Luego cantaron los muchachos por las calles, quando van a comprar rábanos y açeite y otras cosas para çenar sus amos y padres:


«Cavalleros de Sevilla,
aparejad leña y romero,
que llevan ya a quemar
a Calderón el bonetero».

«Otrosí:


«Boneteros de Sevilla,
guardad vuestros traseros,
que quemaron a Calderón
y ahogaron en el madero».

«El qual confesó de otros muchos, los quales se ausentaron e huyeron y escondieron. Y el propio asistente por las casas y por los çerros con muy buenos ventores porquerones los buscava y hallava. Y quemó en tres días antes de Pascua, a quatro el primero -el dicho- y el segundo tres, y el terçero ocho, y el quarto uno. De lo qual estavan las mugeres muy ufanas, murmurando de los hombres. Y el postrero confesó que avía pecado este peccado con dos mugeres, las quales tienen para quemar. De Madalena de la Cruz no he sabido nada, en sabiendo su auto, lo voy a ver por escrevir a Vuestra Alteza.

«Aquí embío a Vuestra Alteza un spada valençiana de las más finas que valen a diez ducados en Valençia, muy libiana y de buen tamaño y de buen anchor, aunque no me costó a mí este preçio, quel marqués de Tarifa me la dió, de dos que le truxeron. Al qual dixe como avía oýdo a Vuestra Alteza dezir que, en viniendo vuestro padre a reposar a Hespaña, avía de yr Vuestra Alteza a Ytalia, que queda muy alboroçado. Os ama y diçe que allá o adondequiera que fuéredes, yrá y gastará vida y hazienda. También embío aquí a Vuestra Alteza seis potatas. Y juro a Dios que, si lleva alguna menos el mensajero, que tiene de sacarme por pleito la resta de lo que le doy por el viaje. Y si me condeñan, que tengo de sacalle sangre de los hocicos de manera que no avrá menester barbero ni morirá por no ser sangrado.

«Mande Vuestra Alteza a don Alvaro de Córdova que me scriva con lo que huelga Vuestra Alteza más, porque ando a tiento, porque aunque me escrivió que holgó Vuestra Alteza con los conejos y el papagayo, no me hizo saber particularidades: si avía Vuestra Alteza visto otros conejos, si los mandó guardar o si los dió; porque si los dió, o parte dellos, a don Sancho de Córdova, luego me ahorco. Alande Vuestra Alteza que me scriva muy claro y muy bien. Y si Vuestra Alteza da esta espada a alguien, sea a mí, porque no la embío porque me pareçe mal sitio porque me pareçe bien. A Vuestra Alteza por cuya vida quedo rogando a Dios Todopoderoso más que por la mía. En Sevilla, prinçipio del mes y año de MDXLV, del vasallo que más que naide ni a sí os ama, que los reales pies de Vuestra Alteza besa. Don Alonso Enrríquez de Guzmán».

Esta carta es en respuesta desta susoscripta al auctor y de otra que antes avéis visto en este libro del auctor para el Prínçipe nuestro señor, que de parte de Su Alteza escrive don Alvaro de Córdova, su cavallerizo mayor, hijo legítimo terçero del conde de Cabra.

«Su Alteza á reçebido dos cartas de Vuestra Merçed y mándame responder a ellas, que no lo tengo por pequeña privança y merçed. Y asimismo lo tendré en que lo ayáis, señor, por bien que yo sea vuestro soliçitador. Y con la primera holgó mucho en saber lo que os acaesçió en el camino y la llegada a esa çibdad, aunque no le faltó pena en vuestros trabajos. Y con la segunda reçibió los conejos del Perú y el papagayo y la espada, la qual mandó luego guardar para... Y ruega mucho a Vuestra Merçed siempre le escriva, porque demás de querer saber cómo os va de salud y contentamiento, huelga de todo lo que en ellas Vuestra Merçed le dize en sus cartas. Y aunque holgó mucho con el presente, holgamos con ellas de manera que, aunque vengan solas, las reçebirá como si viniesen acompañadas.

«Y por haçer del buen soliçitador, nuevas de acá no ay otras sino que speramos a don Bernaldino, hermano de nuestra señora doña María, que las trayga de Flandes. Mucho se á sentido en esta Corte la muerte de don Juan, su hermano. Su Alteza está muy bueno y su muger muy preñada. Razón será que al parir -que será presto, mediante Dios- venga Vuestra Merçed acá a conosçer señor nuevo, do os çertificaréis bien reçebido. Guarde Nuestro Señor, etc».

Brevemente vos quiero hacer saber como, aunque é visto mucha parte del mundo, como avéis entendido en este mi libro, y é visto y andado lo más de Ytalia; buelvo allá en el presente año de 1545 por las razones siguientes. Aunque no soy moço, no soy viejo. Como estoy veçado a la ynquietud, hállome malsano con el reposo. La gente de Sevilla, que es mi propia naturaleça, o por mi mala condiçión o por no me entender, no se hallam bien comigo ny yo con ellos por la mayor parte, que algunos ay sufiçientes y bastantes que me entienden y me quieren e yo amo. Y admito que de los que al presente vos puedo contar son el duque de Medina-Çidonia, don Juan Alonso Pérez de Guzmán, y el conde de Niebla su hijo, don Juan Claros, el marqués de Tarifa y don Hernando Henrríquez su hermano, y Juan de Torres, veinteyquatro de Sevilla, y Pero Ortiz de Sandoval y Martín Hernández Serón, alcalde mayor de Sevilla, los hijos del señor de la Algaba, de quien larga quenta vos tengo dada en este libro, y Per Afán de Ribera, hijo de Rui López de Ribera, y Luis de Monsalve y Gonçalo de Saabedra y Melchior Maldonado y Antonio de Guzmán y Gonçalo de Cueva y el señor don Pero López Puertocarrero, primo hermano del marqués de Tarifa.

A la postre, porque no se quexe naide, y porque no tengo hijos a quien dar cuenta, o a Dios por ellos, de mi hazienda, ni heredero forçoso, y porque los parientes de mi muger me an salido desobedientes y desconozidos, a la qual no se le á dado mucha pena dello, tanta quanta deviera y yo quisiera, aunque no le á faltado alguna, determino de gastar mill ducados, que -a Dios graçias- no me harán probe, y ver la dulçe Françia y aquel país que no he visto, y de paso como garça, si no me matan o muero, pasaré adelante a la Corte del Emperador, Rey nuestro señor, que al presente está en Flandes.

Ado personalmente le daré la quenta y descargo que he dado en su Consejo Real de las Yndias, do por sentençia difinitiva me an dado por libre y quito, siendo brava y diligentemente acusado por su fiscal, en passión de los que en el Perú se levantaron contra Su serviçio o por resistillos yo; Su Magestad de allá me mandó traer preso; en que he gastado mucho de la honrra y de la haçienda y de la vida humana, con prisiones, molestias y acusaçiones; y dalle cuenta de la ynomeniosa muerte que dió el tirano Hernando Piçarro al illustre señor adelantado don Diego de Almagro, governador de Su Magestad, en cuya compañía yo estava, de quien en esta muerte yo quedé por albaeça y testimentario con su poder para que yo ynformase a Su Magestad de la limpieça y agravio.

Yten: Suplicaré a Su Magestad me dexe bolver al Perú a poner en cobro la hazienda que dexé por traerme preso, mandando que se me dé el premio conforme a lo que é servido en el repartimiento de la tierra y cargos que he tenido. Y si me teme o no quiere, porque todavía me temo que le queda resto de la mala ynformaçión en su real pecho, creyendo que le tengo de rebolver la tierra, que me dé acá cargos y ofiçios en que pueda honrrar y aprovechar mi persona, en España o en Ytalia, donde Su Magestad fuere servido, de guerra o governaçión, pues en todo le é dado e daré buena quenta. Y si no fuere contento y servido, yrme-é al Papa, nuestro muy sancto padre. Y si tanpoco tuviere lugar con él de poner mi persona em buen lugar, haré lo que me pareçiere: bolverme-é a España a acabar la vida lo mejor que pudiere, como deçía Boscán: «Agora acabaremos, que es acabada».




ArribaAbajoLa prisión que vos he contado antes destas dos cartas, en qué paró y quién lo hizo y cómo pagó

Como yo no avía fecho la dicha carta ni libelo disfamatorio, no tuve miedo, aunque no dexé de tener pena de la prisión que fué según vos tengo contado. Que adelante, como vos tengo dicho, estuve tres o quatro días en las Ataraçanas, prisión de cavalleros, fasta que fué descubierto y pareçió quién lo avía fecho, porque como dicho tengo en este caso y libro, «la verdad adelgaça, pero no quiebra,» como dize el Evangelio: «Nichil occulto, etc.,» y un refrán antiguo verdadero: «No le hagas y no le temas».

Y así como fué descubierta la verdad, quedé yo libre, y condeñado quien lo hizo en la guisa siguiente, que no fué poca novedad y admiraçión. Que así como el caso fué ynorme y admirable por ser disfamatorio y pecado contra la justiçia e otros cavalleros regidores e jurados y dueñas de gran preçio desta çibdad de Sevilla, echándolo y levantándolo al próximo -que fué yo- contra cristiandad, así fué el delinquente que lo hizo de ofiçio preminente y libertado en la çiudad. El qual fué y se llamava el jurado Alfaro. E condeñáronle, después de avelle tenido mucho tiempo preso en la cárçel Puca del consejo de la çibdad, en perdimiento del ofiçio y cargo de jurado y en çien açotes por las calles acostumbradas y diez años de destierro. «Quien tal haze, que tal pague,» porque ya que esto se haze sin echallo a puerta agena, es menos daño y menos malo. Y así quedé yo libre y honrrado, para poder façer otro tanto, sin que crean que yo lo hize, aunque mejor será no lo hazer. Amén.




ArribaAbajoCarta del auctor al Príncipe nuestro señor

«Muy poderoso señor: Ayer despaché un hombre con un spada e unos barriles e jarros vedriados de dentro y de fuera, por que son buenos para beber en ynvierno, que no haze tan fría el agua. Y el espada es ligera y fina, hecha en Valençia. Y aunque es buena, por mejor tengo la otra que dí a Vuestra Alteza quando me partí para acá, por ser de las viejas de maestre Juan de Çaragoça, un maestro que fué muy mentado. También querría saber en qué pasaron los conejos del Perú que embié a Vuestra Alteza, y si an fecho casta y si es menester embiar más. Mande Vuestra Alteza a don Alvaro de Córdova que me escriva largo; y pregunte Vuestra Alteza a don Bernaldino de Mendoça, capitán general de las galeras de Hespaña, de mí lo que quisiera saber, porque es tan humilde como valiente y emos conversado mucho en esta çibdad. Y tanbién dirá de mi cavallo Blanquillo que yo loava a Vuestra Alteza, que si por su relaçión es servido dél, luego lo embiaré.«Tanbién le pregunte Vuestra Alteza si sabe aquel cantar de «Ah mi fara,» porque quando yo se lo mandé cantar, no dixo la mitad. Y suplico a Vuestra Alteza me mande hazer saber qué tal está la señora ynfanta doña María, vuestro traslado, a quien yo casi tanto amo, y la buena doña Leonor Masquerena, telas de vuestro coraçón, yo sus entrañas y su amor, porque cree que Vuestra Alteza me quiere bien; y Dios le dé buen galardón y San Gerónimo sea su abogado. Y suplico a Vuestra Alteza embíe a Su Alteza esta carta en que le beso sus reales pies y manos. Y saludando, porque yo soy saludador, a esas vellacas, hermosas, rabiosas -que hazen rabiar- doña Luisa de Viamonte y doña Ysabel Osorio, si por dicha o por desdicha Vuestra Alteza se acuerda della.

«Al comendador mayor de Castilla y al obispo de Cartagena y a don Antonio de Rojas y a don Françesquillo de Mendoça y a los Manuelejos de Vuestra Alteza mis encomiendas; e aun a la camarera mayor, e aun a la menor de vuestra muger. Al diablo que pareçen bruxas. Acá se dize que Su Alteza está preñada. Paréçeme que sin tomar Vuestra Alteza el consejo del conde de Salinas, lo avéis sabido hazer por do fuera escusado. Don Alvaro de Córdova me escrivió que mi compañero el fraile de la Granja está bueno; y otras vellaquerías e çivilidades me escrive que no son para mi condiçión ni para mi honestidad. De lo del fraile holgué, por la compañía y proximidad. En esotro de la frailesa, no sé lo que se dize. Mande Vuestra Alteza, quando me escriviere, que sea honesto, porque demás de mi propia condiçión, como creo el mundo sabe, mi relisión desta estrecha orden de Santiago no lo consiente. Y con tanto çeso, rogando, a Dios Todopoderoso guarde y contente e dé salud a Vuestra Alteza por largos tiempos, y después le haga sancto. Amén, amén, amén. Fecha en Sevilla, último del mes de henero de MDXLV años, del vasallo que más que nadie ni que a sí vos ama, que los reales pies de Vuestra Alteza besa. Don Alonso Enrríquez».




ArribaAbajoCarta-respuesta de don Alvaro de Córdova por mandado del Prínçipe nuestro señor al autor

«Su Alteza me á mandado que scriva a Vuestra Merçed haziéndole saber como se á holgado con sus cartas, y que a don Bernaldino de Mendoça á dicho quánto holgó con la que le truxo, para que os lo diga, porque está de partida para esa çibdad. Las espadas trae Su Alteza muy estimadas consigo, y en las vasijas á bebido y holgado con ellas. E Vuestra Merçed siempre le scriva, porque huelga mucho con sus cartas, las quales yo no os puedo loar, ni creo que naide, porque. naide está tan privado que Su Alteza dé parte dellas, y no porque tiene poca parte él, porque las lee cada día y tiénelas muy guardadas. Creo que quiere hazer otro libro dellas, como el que Vuestra Merçed haze. No ay que haçer saber a Vuestra Merçed desta Corte que ya no sepa en esa çibdad, según van cada día muchos correos, pues por cosa vieja tendréis haçeros saber quán vuestro servidor soy, que en verdad no ay naide que me haga vantaja ny cosa que me encomiende que yo no haga, como buen soliçitador y servidor. De Valladolid, etc».




ArribaAbajoEsta es una carta que escrive el autor a doña María de Mendoça, la exçelente, muger del muy illustre señor el comendador mayor de León

«Illustríssima señora: Ondarça vino aquí a visitar de parte del comendador mayor y de Vuestra Señoría a la señora duquesa de Véjar, con un capuz hasta el suelo y una caperuça hasta el çielo, su lindo gesto mostrando ser más triste que solía. Algo pareçía mono enbaxador. Y aunque la señora duquesa avía venido desde Benalcáçar, do quedó muerto su marido, y á visto y hablado muchos hombres por los caminos y mesones, no lo quiso ver a él ni se dexa visitar de hombres sino de mugeres. Cremos que la dexó tan empalagada y enojada que no quiere oýr su nombre ni ver hombre, porque diz que la tenía allí por fuerça en el lugar donde murió e no la dexava venir a este lugar, donde ella naçió y deseava venir y bibir, ado luego vino en pudiendo.

«Mejor lo hizo Luis de Medina que se tornó loco y no quiso comer desde que se murió su muger doña Ysabel de Velasco, fasta que como loco come, y aun esto por fuerça y con engaños. Por do hallo que todo es locura este mundo. ¿Y echáisme culpa vosotros a mí? Porque de una cosa tan vista como es la muerte no se avía de hazer caso de la vida y quien más lo haze y ystremos muestra, loco o loca se puede llamar. Pues naçimos con esta condiçión, antes nos devríamos de holgar y dar graçias a Dios quando mueren primero que nos nuestros maridos y mugeres y hermanos, porque nos dexa bibir Dios a los que quedamos para que lo veamos y quedemos a rogalle por sus ánimas y enmendemos las nuestras.

«Yo, illustríssima señora mía, he estado muy doliente, porque ansí se usa en esta çibdad, quatro o çinco meses ha, sin aver sido visitado de vuestra acostumbrada virtud y misericordia. Mejor lo á hecho vuestro marido, aunque todo es paja según lo que deve a mi voluntad, que á escrito y mandado al contador Çárate que lo haga, como lo ha hecho, de su parte. Dios os guarde a entrambos como deseáis y mereçéis y yo querría, aunque de lexos vos pienso saludar, según me aprovecha poco. yr a esa Corte e gastar mi hazienda. Más le aprovechó a don Nuño de la Cueva con aver estado en cadenas, que lo fiçieron governador del reyno de León. Puede dezir éste que «más vale al que Dios ayuda que al que mucho madruga». ¿Qué me aprovecha a mí hazer del cuerdo, si vuestro marido no ve ni el presidente oye ni el arçobispo de Toledo cree?

«Al duque d'Alva diga Vuestra Señoría que le beso las manos de cortesía y no de amor, porque ya no le quiero como solía, que solía responderme a mis cartas, que no eran pocas, con cada correo desde Barçelona y su camino, y aquí no quiere ni aý fizo nada por mí. Guareçe Dios, que poco á de durar esta vida. Yremos a la del çielo, do será otro mundo y le conoçerá quién es cada uno. Doy graçias a Dios que para yr allá no le he menester a él ni a vuestro marido ni a estotros dos, arçobispo y presidente, ni aun al Emperador, aunque todos son muy exçelentes. Dios sea con todos acá y allá. De Sevilla y del mes de diçiembre ocho o diez días de MDXLIV años».




ArribaAbajoRespuesta de la exçelente doña María

«Reçebí vuestra carta y bien creeréis que holgué con ella. Y bien creo que me screvís para consolarme de las muertes de mi madre y hermanos que Dios ásido servido de darme, y como discreto y quien bien me quiere habláis por semejas en otras comparaçiones. E yo estoy muy consolada porque Dios sabe lo que haze e no me da tantos trabajos como yo merezco por su ynfinita bondad y misericordia. El comendador mayor e yo estamos muy buenos y tan en vuestro deseo que será yngratitud e ynhumanidad dexarlos de ver. El señor duque de Alva dize que os besa las manos y que os favoreçerá, señor, sino que estas amenaças son más amores que otra cosa, que bien sé que no avéis de salir a campo sobre ello pues está tan visto que os queréis entrambos como es razón y como más no puede ser. Y porque os dé algún deseo de verme, no quiero escreviros más largo. Guarde Nuestro Señor».




ArribaAbajoEsta es una carta que yo el autor screví al conde de Olivares, hermano del duque de Medina-Çidonia, a quien yo tengo tanto deudo y debda y obligaçión com en la dicha carta veréis y sobre lo que en ella se trata, que es la siguiente

«Esta es para que sepa y vea Vuestra Señoría como estoy agraviado de Vuestra Señoría sin causa ni razón ni sin mereçello yo. Y no la embío con criado mío, porque no ay neçesidad de respuesta ni desculpa donde ay tanta, aviendo sido yo el mayor servidor que Vuestra Señoría á tenido, que más le á querido en Corte e fuera de Corte. Y fuera bien que, si Vuestra Señoría avía tenido quexa de mí, como a tal me lo dixera y riñera de mí a él e supiera la verdad, porque no avía de creer que yo lo avía de desservir ni enojar, porque yo no lo suelo hazer a quien devo servir y haçer plaçer.«Y es que en muchas partes do se á hablado en Vuestra Señoría en su ausençia, diziendo que se espantan estar Vuestra Señoría y bibir fuera de Sevilla, he respondido yo lo que dixera a Vuestra Señoría, que teniendo tantos hijos y esperando más, era justo lo fiçiese para fazellos maestres de Santiago y cardenales. Lo qual representa a Vuestra Señoría por lisonjalle e aproballe, porque quizá estava alguien allí ante quien lo avía dicho. Y Vuestra Señoría no me respondió como yo le mereçía, porque me dixo estas palabras formales; «Señor don Alonso, no an menester los hijos de los señores nada deso, porque naçen señores. Los fijos de los escuderos que se tienen por cavalleros lo an menester».

«Lo qual yo no entendí que se dezía por mí porque ny yo lo mereçía a Vuestra Señoría ni soy escudero ni presumo de tanto quanto soy ni el don tengo postizo ni dexo de venir de grandes señores por mi padre. Se llamó don Garçía Enrríquez que casó con una fija del maestre de Santiago que se llamava doña María de Guzmán y venía de los reyes de Castilla muy çerca. Y don Juan mi abuelo era fijo del conde de Jijón, de los reyes de Portugal muy más çerca, porque era hijo o nieto. De manera que vengo de los reyes de Portugal y de Castilla por entrambas partes. Y aunque esto no fuera, como es, por aver sido mi padre criado del de Vuestra Señoría, me avía de tener por tal, espeçialmente aviéndolo tenido por deudo, como es verdad, e yo no aviendo sido criado de naide, después que me crió el arçobispo desta çibdad, sino del Emperador y Rey nuestro señor en el estado de los gentiles hombres de su casa.

«Fasta que después, salidos de con Vuestra Señoría, me dixo Melçior Maldonado en presençia del terçero, Gaspar Antonio de Solís: «Mal me pareçió lo quel conde os respondió». Y aunque me pesó, le dixe: «Ni lo entendí ni lo entiendo así porque yo no he fecho al conde ni soy hombre por do me trate así». Después acá se á publicado por esta çibdad que Vuestra Señoría dixo aquello y aun mucho más por enojarme y afrentarme. Y aunque Vuestra Señoría á dicho que lo hizo porque lo fuí yo a rebolver con el duque su hermano, está Vuestra Señoría engañado, porque lo que pasó es esto: que estando con Su Señoría en San Lúcar, nos dixo a Melchior Maldonado y a mí que estava enojado de aver desmentido el comendador Tello al conde de Castellar, que es su primo hermano, en la petición o escrito que dió en Consejo Real; y que si el conde tuviese pendençia con el comendador y con sus deudos, que embiaría çien barcos y bateles de San Lúcar a Sevilla, cargados de gente, y a su hijo para ayudar al conde; y que si fuese menester, también vendría él. Y como Melchior Maldonado es primo hermano del conde, rindió las graçias al duque y díxole: «Pues dicho me an, aunque yo no lo creo, quel señor conde de Olivares se á ofreçido a sostenello, y aunque Vuestra Señoría á escrito a Alonso de las Roelas de la parçialidad dellos, que le dará el boto para percurador de Cortes».

«Yo, creo, también hablé en ello, pero ni Melchior Maldonado ny yo no lo diximos por rebolver a Vuestra Señoría con Su Señoría, sino para que huvíese alguna enmienda, si avía avido algún descuido. Y como digo, yo digo y firmo de mi nonbre que no fuý yo el primer movedor desto, y platicándolo ayer con Melchior Maldonado, dize que cree que pasa así y que Gaspar Antonio de Solís se lo dixo lo uno y lo otro y que no lo negará. A lo qual respondió el duque que se espantava dello. Esto es lo que pasa y aunque no huviera pasado otra cosa, y por aver llegado yo a pedir las manos a Vuestra Señoría y los que yvan conmigo e yo con ellos no aver fecho más de una reverençia, no avía Vuestra Señoría de tratarme peor que a ellos. Dios sea con todos. En Sevilla, postrero día de Pascua. Beso las manos de Vuestra Señoría. Don Alonso Enrríquez».

Yo el autor y parte embié la presente carta al conde en el año de MDXLV, estando con su muger la condesa en el monesterio de Sant Ysidro Estramuros desta çibdad, con un moço d'espuelas mío. Y mandéle que luego que se la diese, se bolviese sin respuesta, porque no la quise aguardar ny reçebir buena ni mala, porque mala era mal sobre mal y buena era hazerme hazer bajeça, bolviendo a su amistad, porque no podía ser tam buena como mala la causa prinçipal para sinfavor, que afrenta no hable, en la verdad no fué.

Y es mi opinión que la ynjuria que no se perdona no es ynjuria ni está ynjuriado el que así la reçibió, pues está en su tiempo para se vengar; e si no puede ny á lugar, no es su culpa ni su poquedad, pues su voluntad está aparejada, aguardando el tiempo y lugar. Que de sabios es no façer las cosas sino en tiempo aparejado y justo para salir hombre con su yntençión, por no herrar el tiro y ñadir mal a mal, que sería peor, que aun Celestina dize: «Buena es la tardança quando asegura la carrera,» y con señores semejantes áse de tratar de screvir y hablar con todo acatamiento aunque estén ayrados y enojados contra ellos y aun agraviados, y estoy por dezir, afrentados, que en los fechos á de ser la vengança. Y más quiero y es mi pareçer morir sin restaurallo que por restaurallo empeorallo; que los que quedaren e tuvieren buenos entendimientos dirán: «Si éste bibiera, él se vengara, pues no avía perdonado a el cavallero que con él tan grande tuvieron pasión e sinsabor». El mejor remedio que a mi pareçer se deve tomar y el que yo para mí aguardo, speçialmente no siendo la ynjuria formada ny declarada sino un sinsabor como este que a mí me dió el conde, con una ligera satisfaçión e recompensa que adelante en este propio capítulo veréis que me dió, es bien aguardar a que riña en dicho o en fecho con otro tal grande y entonçes en dicho o en fecho dezille o fazelle cosa que le pese.

E reçebida la dicha carta del señor conde, aviéndose venido el dicho mi moço sin respuesta, dende en dos días embióme un hombre honrrado y a dezir con él que avía reçebido la dicha mi carta y que sabía y creýa lo que en ella dezía de mi linaje y naturaleça, y quél no me avía dicho las palabras de que me quexava ny agraviava por ynjuriarme, sino por manera de respuesta competente a lo que yo le avía dicho y para entretener la conversaçión; y que si algún dessabrimiento avía tomado, le perdonase, que no avía sido su yntinçión açérmelo; y que no me respondía por escripto, como otras veces solía, porque se vino sin pedillo ny querello el mi moço d'espuelas, dándole a entender que yo no lo avía gana. E luego tras esto ofreçióse contrataçión que tuvo un cavallero amigo mío con el conde, al qual ayudé e acompañé para poner por él mi persona y mi hazienda. De lo qual se enojó mucho el dicho conde e lo encareçió y afeó tanto quanto pudo, tanto que dixo que me quería hazer matar. E yo dixe que no mataría. E así quedó esto. Creo que su poco a poco vendrá a parar em bien, porque como vos tengo dicho, yo soy debdo e deudor del conde e no me á fecho cosa que me quite el sueño, ni de dexar de ser su servidor como él e yo queramos, como creo que sera y querremos.




ArribaAbajoEsta es una sentençia dada por el emperador don Carlos, rey d'España, nuestro señor, como por ella veréis. La qual me pareçió poner aquí porque es cosa notable e digna de saber. E tras ella vos diré lo que me pareçe e devéis saber

«Don Carlos, etc. Aviendo nos mandado aver ynformaçión en el negogio y diferençia que entre don Pedro Puertocarrero e don Juan de Acuña á avido, así sobre palabras que don Juan de Acuña dixo a don Pero Puertocarrero como sobre lo demás que a causa de las tales palabras don Pero, queriéndose vengar de don Juan de Acuña, fizo; la qual se hovo con toda diligençia. Y della y de todo lo del fecho pasado se nos dió entera y cumplida relaçión; la qual entendida, descutida y altercada, acordamos de fazer la declaraçión siguiente:

«Primeramente: declaramos que don Pero Puertocarrero por las palabras que don Juan de Acuña le dixo delante de algunos cavalleros en el estado no fué ni quedó desmentido ni perjudicado en su honrra ni tuvo causa de se tener por injuriado; ny el dicho don Juan de se guardar ni recatar del dicho don Pero. Y en consequençia desto, que lo que después don Pero Puertocarrero fizo, dándole con un palo por detrás, fizo mal e no conforme a ley de cavallería, así porque no avía preçedido causa que legítima fuese a hazer lo que fizo, como después quel dicho don Pero dió con el palo al dicho don Juan y el dicho don Juan de Acuña se apeó de la haca en que estava e puso mano a su espada e con ella fué tras don Pero, llamándole que esperase, y el dicho don Pedro no quiso bolver ni sperar.

Yten: declaramos quel dicho don Juan hizo lo que devía y respondió por su honrra como buen cavallero, y aver quedado honrrado sin exeçión alguna en su buena fama e nombre; y por tal lo declaramos y ponemos perpetuo silençio para que xamás sobre este caso no se trate. E por la más culpa que contra don Pero Puertocarrero resulta por aver cometido tal delito en nuestra Corte, le privamos del salario y merçed que de nos tiene de gentilhombre de nuestra boca e lo mandamos raer de nuestros libros y que sea llevado preso a la casa del convento de Calatrava, donde esté preso perpetuamente. Fecha en Bruselas, XXIX de março. Pronunçióse a 2 de abril de MDXLV años».




ArribaAbajoAuctor

La ley divina y humana está puesta en razón. ¡O quán bueno es Dios para dar a cada uno el galardón según lo mereçe para siempre jamás sin fin! ¡O quán justos son sus mandamientos y artículos de fe! Paréçeme que, aunque Dios no me huviera de dar premio ni pena, le amara sobre todas las cosas, porque no me manda ni me pide sino cosas virtuosas, santas y buenas, como quien Él es. ¡O quán bueno es el Rey! ¡Qué justos son sus mandamientos y premáticas, sentençias, autos y declaraçiones, ymitando al soberano Rey, que es Dios! Bien empleado sean los diezmos a Dios y las alcavalas al Rey y todos los más serviçios e pechos que les devemos, porque le somos muy en cargo.

Y dexando las cosas de Dios aparte porque para esto no ay número ni basta juiçio a dezir ni dalle lo que mereçe, y digamos del Rey que nos manpara e nos guarda e mantiene justiçia. ¿Cómo pudiera este cavallero don Juan de Acuña quedar honrrado, si con tam buenas y verdaderas palabras no hoviera rey que en dicho ni en fecho le satisfiçiera su honrra? Porque en la verdad no ay fecho bien fecho si no va sobre çimiento y fundaçión de buena razón. Que los fechos e valentías fundados sobre viçios y sin causas legítimas son malos fechos y de hombres locos; y la tal honrra que piensan que ganan en las offensas que hazen es en sí ninguna, y de mal miramiento por ynoçente o loco caso se deve tener. Siempre ví y entendí que los hombres sufridos son valientes y honrrados, y es porque dan lugar e tiempo para pensar bien su fecho y para ayrarse e enojarse en él, porque el hombre ayrado cobra mucho esfuerço y fuerças, demás de fundar bien su fecho. E los hombres que presto se enojan y que presto executan su enojo no pueden hazer buen fecho. Y así en buena razón y entendimiento general de todas gentes se quiere saber luego de dó á proçedido el fecho, como espeçialmente los reyes e juezes, ansí en suma como en pláticas, para sentençiar o loar el hecho, miran la razón que tuvo y sobre qué fué fecho.

Por ende mira lo que hazes, que por mejor tendría sufrir ynjuria y disimulalla que vengar ynjuria, no teniéndola, sino haziéndola tú, con viçio y con libiandad o con gana que tienes de te honrrar, porque ansí en la ley de Dios como en la del mundo, en conçiençia y en honrra ay pecados que, por tenellos tú por peccados, son pecados. E si no los tuvieses por pecados, no lo serían. E ay cosas que hazes casos de honrra e de ynjuria que, si no los hizieses, no lo serían. De buen cristiano es no ser scrupuloso ni traer tan ligera ni liviana la conçiençia que por demasiado te pierdas, porque tanto es lo de más como lo de menos. De buen cavallero es no traer la honrra tan delantera que se te caya ni se te pierda sin sentillo, que el que venga ynjuria, no reçibida levántase testimonio y afréntase y da pena a quien no la tiene, contra Dios y buena razón. Ni la deves de hilar tan delgado que se te quiebra muchas vezes, que aquel que hila delgado su honrra, tráela quebrada y anudada por muchas partes. Nayde tenga con hombres escrupulosos de conçiençia y de honrra, porque no dexará el uno de yr al infierno y el otro de ser afrontado y los de su conpaña. Amén.




ArribaAbajoEsta es una carta que screví yo el autor al Prínçipe d'España nuestro señor don Felipe e la respuesta por su mandado de don Alvaro de Córdova su cavallerizo mayor

«Muy poderoso señor de todos y más mío: Pues estoy ausente de Vuestra Alteza, en esto conoçerá el pesar que tengo y el deseo de alegrarme. Nunca pienso sino cómo serviros. Y entre tanto que no estoy presente, en lo que entiendo a mi ver se puede atribuir a exerçiçio virtuoso, escrivo algunos ratos estas figuras que embío a ser corregidas y enmendadas de vuestro muy poderoso, sagaz y claro juiçio, tan satisfecho de mi voluntad como de conoçer la de Vuestra Alteza tenerme por vuestro leal vasallo y muy amoroso servidor, y en señal que, aunque ausente, no dexo de pensar que estoy presente, acordándome de vuestra presençia, la qual estará más ocupada en hechos y en derechos que no en dichos.

Y porque me pareçe que los dichos sin bísperas y figuras de los hechos y dechados para sacallos más al propio, speçialmente siendo de tam buen pintor como Vuestra Alteza -que a mi ver después del pintor del mundo no ay otro que os haga ventaja-, yo, como más desocupado, pues no tengo que façer, tenga que dezir y con que servir a Vuestra Alteza. Porque aunque de vuestro natural y buen juyçio podáis sacar desto por discreçión, no le darán tanto lugar los muchos negoçios y ocupaçiones, que he tomado atrevimiento de presentaros, muy poderoso señor, estos dichos, dellos de muy buenos filósofos y dellos me fiziera yo, que aunque no sean sino para leerse a ratos, son mejores que los de Juan Bocaçio.

E ansimismo reçebirá Vuestra Alteza estas tres basijas de palo e calabaças que, por ser estrangeras de Yndias y de más adelante, creo que son cosas para ver. Ya mi libro á pasado muy adelante del traslado que dexé a Vuestra Alteza. Agora quiero yr al Conçilio que haze nuestro muy Sancto Padre a consentimiento de vuestro cristianíssimo padre el Emperador mi señor. Pienso yrme por donde Vuestra Alteza estuviere y besaros las manos y trasladar en el dicho libro lo que falta. Aunque los prínçipes más quieren ser servidos que aconsejados, según un filósofo dize, yo quiero façer lo uno y lo otro.

La ley de Dios es áspera para los malos y muy ligera para los buenos.

El buen rey á de oýr a muchos y creer a pocos.

La muerte a todos yguala.

La honrra más vale mereçella que no tenella.

El buen rey olvida sus ynjurias; venga las de Dios.

Nunca venga ynjuria sino el que la disimula.

El hombre bien afortunado puédese, acabar mas nunca vençerse.

El bueno más quiere morir que bibir sojuzgado.

Mejor es vençer al enemigo con buen consejo que no con hierro.

Más se ama lo que se gana a ruego que no por fuerça.

Hombre á de perder la vida y no la fama.

Más vale un capitán discreto que no un exérçito poderoso.

Un viçio solo ynfama a un hombre.

La yngratitud tarde o nunca se perdona.

El que venga ynjuria no reçebida levántase testimonio y afréntase y da pena a quien no la tiene, contra Dios e buena razón.

Do ay amor no se siente trabajo.

Las hijas no se envejezcan en casa.

La mala nueva nunca llega tarde.

La buena sangre obliga ser virtuoso.

En ninguna cosa quiere tasa sino el predicar.

El buen cavallero deve ymitar a sus pasados.

Edad y abilidad son madres de buen consejo.

El amigo generoso más teme huir que esperar.

En el peligro súpito no se á de esperar largo consejo.

Ningún hombre casado puede bibir sin trabajo.

Mala ventura tiene el que con muger neçia popa.

Quien reçibe carta obliga a responder a ella.

Descuido y presunçión dos cosas son que pierden a los amigos.

En qualquier persona es cosa muy enojosa la mala criança.

Ado bulle dinero ay alegría y desempacho.

El screvir demuestra prudençia y éloquençia.

La muerte façe que la temamos más que nos enmendemos.

La carta á de ser alegre para leella y discreta para notalla.

Dios sabe lo que nos da, y no nosotros lo que le pedimos.

Más cosas sufre el cuerpo que disimula el coraçón.

Más aplaçe la buena compañía que no la buena comida.

El contentamiento no está en lo que vemos.

Las damas, muchos las quieren por señoras y pocos las toman por mugeres.

Nayde deve de bibir prove por morir rico.

De pocos tenemos conpasión y de muchos embidia.

A los enamorados no an de cometer negoçios.

El hombre ayrado es de todos malquisto.

Más lastima la palabra al bueno que no la herida.

La yra á de ser contra el pecado y no contra el pecador.

El hombre ayrado no admite consejo.

La mudança de la tierra es ocasión de mudar la vida.

La mucha libertad para después en servidumbre.

El hombre de buena condiçión todas las cosas tiene por buenas.

Las escripturas ynportantes no se an de fiar a naide.

Entre amigos nunca nayde sea juez.

El hombre dize lo que quiere y no lo que deve.

Mal pareçe el hombre ser mentiroso.

Enojos y manjares matan los hombres.

Los neçios por la mayor parte biben sanos y por esto tengo hermano para toda mi vida.

Los hombres resabiados de todos son malquistos.

El hombre alegre bibe sano y el triste bibe enfermo.

El hombre cansado o hambriento no es bueno negoçiar con él.

El contino trabajo causa al hombre desesperaçión.

El pecado de la yngratitud es muy malo.

No ay mayor trabajo que meterse hombre por puerta de otro, aunque sea de Cobos.

Las armas con que pelea el pobre son las lágrimas.

El mexor remedio para vengar el ynjuria es olvidalla.

En caso de libertad naide no tiene con otro amistad.

Mucho va de la sçiençia a la espiriençia.

Las armas de las mugeres es la lengua.

El cavallero á de ser cuerdo y donoso.

Algunas vezes atina mejor el corazón que los ojos.

De a siete años muda hombre la conplisión.

Los hombres chequitos siempre son mal sufridos.

Los coléricos no deven hablar quando están enojados.

Los viçios en la vejez son muy peligrosos.

El viejo más querido es por la hazienda que no por su persona.

Más vale la conpañía de un hombre seguro que de mill sospechosos.

El amigo de su amigo, remedio mas no consejo.

El hombre retraído le acortan la vida.

El malo de ninguna cosa tiene contento.

El hombre á de llorar la pérdida de su amigo y no la de bienes.

Los que biben muchos años an de ver muchos trabajos.

El ymportuno y el neçio son hermanos.

En nuestros negoçios hemos de rogar y por los del amigo ynportunar.

Más trabajo es sufrir a un señor pesado que a un liviano neçio.

Fidalgo prove no á de presumir mucho.

Las cartas de los amigos no se an de comunicar con todos.

Nayde no quiere que le descubran su secreto.

El hombre descontento no puede dezir cosa apaçible.

El juez no á de ser bravo.

El juez sufrido nunca se pierde.

El rey no á de ser cruel.

Los viejos siempre son más çelosos que los otros.

Hombre neçio nunca fué buen enamorado.

El hombre que quiere ser temido, de neçesidad á de temer.

En cosas ay que engaña la fortuna a los hombres.

La muger entonçes e alaga.

El moço loco es just do.

El que mal haze en .

La reprehensión no á de ser para nayde se quexar sino para se enmendar.

El coraçón con las dádivas se quebranta.

El hombre avariento no tiene parte en el que es honrrado.

Con el dar se ganan las voluntades.

Las mugeres siempre son enemigos de los castrados.

El que mal habla áse de poner a lo que viniere.

La sangre generosa no sufre façer maliçia.

Los prínçipes an de ser rogados y nel forçados.

De las juntas naçen escándalos.

La mucha abundançia trae consigo neçesidad.

La neçesidad acarrea tristeça..

El amigo se alegra con el bien de su amigo.

La honrra y la vida no se á de poner en disputa.

Temprano llorarán los que temprano casan.

La muger á de ser bien tratada y no regalada.

Nunca será bien casado el que despreçia a sus suegros.

El mal naçimiento nunca se acaba de llorar.

La hija del mercader no deve procurar d'estadó.

El casamiento deve de ser sobre amor y no con ynterés.

El que presto se casa presto se arrepiente.

La muger, la menor graçia es la hermosura.

La muger desvergonçada no mereçe ninguna honrra.

La vergüença muchas cosas encubre.

Más vale en la muger la vergüença que no la façienda.

El amor no se á de manifestar sino al amigo.

La pobreça en los casados acarrea muchos viçios.

El hombre á de confiar la haçiendá del amigo mas no la muger.

Las mugeres porfiadas en la cabeça.

Los malos siempre los buenos.

La muger honrrada no á de consentir que la sirvan ni que la sigan.

Las mugeres honrradas aun con sus deudos an de ser recatadas.

El hombre á de ser de su muger más amado que temido.

El marido á de usar con su muger de cautela.

El marido cuerdo más cosas deve disimular que no castigar.

Para la muger gran ynjuria es tenella por fea.

La muger quiere ser siempre vista.

El rey que no es Dios á de oýr a muchos para saber mucho, y no a pocos porque sabrá poco, y no nada que toque a estos que remediarse deva.

Y con tanto, que no es poco, çeso, suplicando a Vuestra Alteza no me tenga por prolixo, pues es mucha más mi voluntad que mis palabras para serviros y amaros. Yo estoy bueno de salud. Labro una casa bibidera porque me pareçe que lo más de la vida se pasa en ella, pues son tantas las noches -y lo más de los días s'está a bien librar- que a mal y dolençias se á de estar. Siempre suplico a Vuestra Alteza mande a don Álvaro vuestro cavalleriço mayor me scriva largo de Vuestra Alteza, porque aunque lo haze, quiero más. Dios Todopoderoso sea en vuestra guarda con entera salud e contentamiento; e la Prinçesa vaya y venga, porque no soy hombre que engañe a naide. Fecha en Sevilla, postrero día de abril de MDXLV años. Don Alonso».




ArribaAbajoEsta es la respuesta de don Álvaro de Córdova, cavalleriço mayor de su alteza, al autor y a la sobredicha carta para Su Alteza

«Reçibió Su Alteça la carta que Vuestra Merçed le embió, de muy buenos dichos y consejos de filósofos, aunque los más y los mejores pareçen ser vuestros, de los que en prinçipio de la carta Vuestra Merçed dize: 'dellos me fiçiera yo.' Sin que esto le dixera, se viera. Su Alteza me mandó respondiese a ella, agradeciéndola mucho, e las vasijas de palo e calabaça y de barro, así del Perú como de Marchena, que con ella Vuestra Merçed le embió. Y aunque á holgado mucho con todo ello, holgaría más con vuestra persona, y que lo que le haze no reçibir tanta pena es desconfiar en vos, señor, que no le queréis tanto como él os quiere, pues está en vuestra mano velle e no lo hazéis. E dize que ya que sois filósofo en los dichos, que no lo seáis en los hechos, e que ya que no os dais nada por él como por rey, que os devéis de dar como por compañero. Y respondiendo a la que Vuestra Merçed me hizo merçed, doña María y sus hijos y sus perros están muy buenos. E todos e yo os besamos las manos. Nuestro Señor, etc. De Valladolid».

Agora vos quiero dar quenta cómo los parientes de mi muger no la an dado buena a mí, para heredarme. Mucha razón sería, quien tiene honrrada muger, como otorgo e conozco que la tengo, aunque no tuviésemos los dos hijos, fuese ella mi heredera y después de sus días quien ella quisiese, y por çierto más por su mucho mereçimiento que por las leyes que disponen en mitad de multiplicados y otras cosas que le ayudan. Yo sería dello muy contento y lo tendría por cosa muy razonable y justa. Mas como los dichos sus deudos a ella ni a mí no an tenido el acatamiento ni respeto que por muchas razones sería razón, speçialmente despreçiándome y desacatándome y enemistándose conmigo, ayudando uno a todos y todos al uno contra mí, queriendo heredarme y gozar de mis bienes y façienda que con muchos trabajos y peligros yo he adquirido e ganado, más por fuérça y por amenaças y menospreçios que por obediençia y alagos y cortesías que los herederos y los hombres comedidos suelen tener con sus mayores, que no solamente no es mi voluntad dexallos por mis herederos, ny a ella por respeto dellos, mas antes alegar en lo multiplicado y en las otras cosas quel derecho le favoreçe, ser bienes castrenses, ganados en guerras y por mi persona, como es verdad. Y aun, de qualquier manera que ayudarme pueda, porque si ella á sido contenta y alegre de los desaguisados que sus parientes me an hecho, no será justo que yo ya no tome vengança por mi consçiençia, y por su respeto aya benefiçios ny gratificaçión. Y si ellos lo an hecho a su pesar della y en mi vida no lo muestra, como no lo veo ni lo entiendo, será porque después de mis días, ya que no sea a su plaçer, a su pesar lo goçen. De manera que si yo lo dexare de hazer con ella tan bien como al mundo pareçe por su gran fama y verdadera bondad, será por esto y no porque avrá otro mal en ella ni en mí. Amén.




ArribaAbajoCapítulo de lo suçedido que en este libro é començado y tratado en las diferençias de los governadores del Perú e sentençia contra Piçarro

Ya os tengo contado los fechos de Hernando Piçarro por do en ley divina y humana él devría ser deshecho por aver sido honbre mal cristiano y mal servidor del Rey, façinoroso y reboltoso, rebolviendo al governador su hermano, don Françisco Piçarro, y don Diego de Almagro, fasta que con poder del dicho governador su hermano mató al governador don Diego de Almagro, como ya avéis oýdo. Sobre lo qual á stado preso hasta agora çinco años á, en la Mota del castillo de Medina del Campo. Y por sola esta muerte deste buen governador don Diego de Almagro, de que suçedió la muerte del dicho governador don Françisco Piçarro su hermano, que lo mató el hijo del governador don Diego de Almagro, por aver muerto a su padre tiránicamente el dicho governador Piçarro que ya estava en Hespaña con poder y mandado del dicho su hermano, dióse esta sentençia definitiva, piadosa en fin del mes de diçiembre del año de MDXLV, con lo que daremos fin a este artículo.




ArribaAbajoSentençia contra Hernando Piçarro

«Visto el proçeso que Hernando Piçarro presentó ante nos con que mató con color de justiçia al adelantado don Diego de Almagro, governador del Nuevo reyno de Toledo en el Perú, porque las partes que le acusaron no quisieron hazer otra probança contra él sino rimitirse, como se rimitieron, al propio proçeso quel dicho Fernando Piçarro fiço contra el dicho adelantado, fallamos que no fué fecho en orden de derecho e pareçe ser con odio y enemistad, por lo qual le condenamos en que perpetuamente en toda su vida no tenga cargo de justiçia e que esté todos los días de su vida en una frontera, qual Su Magestad le señalare, sin sus armas y cavallo, cumpliendo la voluntad del capitán que allí estuviere por Su Magestad, so pena de muerte natural, por sólo la muerte del dicho adelantado don Diego de Almagro.

«Y por lo demás, que esté preso y a buen recaudo en la Mota de Medina de agora hasta que sea hecha justiçia a los particulares a quien á offendido y agraviado, que le tienen pedido. La qual sentençia fué dada y pronunçiada por tres del Consejo Real de la Justiçia que Su Magestad señaló para ello, que aquí van nombrados, por aver sido recusados los del Consejo de las Yndias: el liçençiado Alderete, el doctor Escudero, el liçençiado Galarça».

Bien creo que podré yo creer que si bibiera el magnífico y honrrado cavallero Diego de Albarado, que acusó a este gran tirano como cavallero y honrrado, diziendo al Rey: «Señor, façénle justiçia y dadme campo con este Hernando Piçarro, pues yo fuí causa que atase e amenguase al illustre adelantado don Diego de Almagro nuestro governador, porque por creerme de su palabra que me dió, lo hize soltar,» que esta sentençia no fuera tan piadosa, aunque bien creo que pues que por sola la muere del dicho adelantado fué tal y dexaron su derecho a salvo a los demás dañados, robados y afrontados para que le pidan, que fué para que no quede nada de su vida y façienda, como creo que veréis e oyréis según de los que yo, el autor, ví e oý de lo que este tirano hizo, como en este libro vos tengo contado.

Tanbién creo que le sanó desta rezia enfermedad, que no muriese, el ungüente amarillo quél traxo del Perú y robó a los que mató y tiranizó, aunque tanbién está inçierto que los juezes que lo sentençiaron fueron retos. Y tuvo gratos, pechados y halagados a los que le pudieron hazer daño, y pudieron haçer provecho lo que pudo y quiso dar a gentes que, como piadosos más que como codiçiosos en sus muestras y hablar, dezían y escrevían bien al Rey y a los dichos juezes dél; y también como ovo tiempo y dilaçión, ayudó aquella meleçina obrase. Y con tanto doy fin a esto en el año de MDXLV años, por diez de mayo del dicho año.




ArribaAbajoEsta es una carta que screví al prínçipe de España nuestro señor de Sevilla en XXIII de junio de MDXLV; y otra suçesiva tras ella para el Consejo Real de las Yndias del autor deste libro sobre las cosas suçedidas en las Yndias, como por ellas veréis

«Muy poderoso señor: Beso las manos de Vuestra Alteza por lo que don Alvaro de Córdova vuestro cavalleriço mayor me scrivió como holgáis con mis cartas. Dios os dé buen galardón y Vuestra Alteza a él, pues me quiere bien como al conde Beltrán. Aquí embío a Vuestra Alteza una doçena de patatas, fruta de las Yndias, de do yo so natural, pues hallé allí mi haçienda y patrimonio. Las quales an de guisar asadas en rescaldo, que se vayan asando poco a poco hasta que estén blandas; y después se an de comer entre calientes y frías, porque también consiste la virtud en ellas como en las otras cosas.

«Tres o quatro días ha que se hizo auto de la Ynquisiçión desta çibdad. Reconçiliaron muchos, y quemaron dos rapaçes que aun no heran bautizados, de cada ochenta años, que esperavan el Mexías este año que pasó de MDXLIIII años con las grandes aguas y avenidas que hizo. Dízenme que tienen presas dos beatas que con la una tenía conversaçión y amistad el diablo, muy gentilhombre sino que traýa los pies de gallo. El qual hizo encreer a la otra su compañera que avía de morirse y resuçitar hecho hombre y casarse con la compañera mançeba del diablo. De lo qual holgava mucho, tanto que después huvo grandes çelos del diablo y de la que avía de ser su muger y por que aquí se vino a descubrir.

De Madalena de la no he sabido más. Tengo deseo que se haga su auto para yllo a ver a Córdova y escrevillo a Vuestra Alteza; y aun podrá ser que lo vaya a dezir. Con este mensajero que escrivo a Vuestra Alteza, scrivo y aviso largo al Consejo Real de las Yndias cosas sobre lo que á acaesçido en el Perú. Creo que es sabroso y provechoso. Vuestra Alteza mande al secretario Juan de Samano que se lo muestre, que aunque yo lo embío al obispo de Calahorra, a sus manos á de venir. Dios sea con Vuestra Alteza en este mundo y en el otro. Amén. Es fecha en Sevilla en XX días de junio de MDXLV años».




ArribaAbajoEsta carta escrive el autor del presente libro al Consejo Real de las Yndias, de que es presidente el reverendísimo señor cardenal y arçobispo de Sevilla don fray Garçía de Loaisa, y el doctor Bernal, obispo de Calahorra, y Gutierre Velázquez, liçençiado, y el liçençiado Salmerón y el liçençiado Grigorio López, oydores

«Muy poderosos señores: Bien tengo entendido que tengo de hazer y dezir milagros para ser entendido y creýdo. Y a mí paréçeme que bastarían los que he hecho, pues é sido tan atestigado y Vuestra Alteza acreditado de avelle hecho deservicios en el Perú, escándalos y rebueltas, por los que lo hizieron, hechándome su culpa a mý por esemirse della y quitarme el crédito ante Vuestra Alteza, que de lo que dellos podría dezir e ynformar, speçialmente de Hernando Piçarro, que á sido la levadura deste amasijo que Gonçalo Piçarro su hermano tiene ahora entre manos, liudo y dañado en vuestro serviçio y acatamiento, señoríos, rentas e yntereses reales. En lo qual se á visto yo aver dicho verdad y los que me an atestiguado mentiras, pues a Hernando Piçarro an condeñado por ello en graves penas -aunque no tantas como mereçe y sería justiçia y razón- y a mí por sentençia en juiçio contraditorio, acusándome vuestro fiscal regurosíssimamente, me diste por libre y quito, por hombre que fué falsamente accusado y que no hizo cosa que no devía.

«Por lo qual en lugar de premio por lo mucho que he servido, como vió el liçençiado Salmerón del Consejo de Vuestra Alteza, a quien fué cometido que lo viese y supiese, y yo mostré mis testimonios y provanças, demás de todos los que an venido y podían venir, de quien se á sabido y podrá saber la verdad y mi limpieça y mi gran cargo en que me es Vuestra Alteza, porque yo he probado y me obligo a declarar y lo juro a Dios so pena de perjuro que los governadores compañeros don Diego de Almagro y don Françisco Piçarro que començaron bien y acabaron mal, descubrieron, ganaron y poblaron el Perú y lo perdieron. Y yo lo sustenté porque con sus diferençias y propios yntereses, olvidando el serviçio de Dios y de Su Magestad, dexaron, alçar el Yuga, caçique mayor, como rey de la tierra del Perú. E yo, siendo capitán y maese de canpo, lo defendí so cargo del juramento. Del qual quiero reçebir castigo, si es falso, como hombre que jura el santíssimo nonbre de Dios en vano; o se me dé el premio y galardón que mis peligros y trabajos y gastos mereçen y Su Magestad suele y acostumbra y es obligado en ley divina y humana azer, como quien bien le sirve, semejante para lo qual encargo, la conçiençia a Vuestra Alteza en general y en particular.

«Y bien sabe Vuestra Alteza los buenos consejos y pareçeres que yo le he dado de que se pudiera escusar los ynconvenientes suçedidos, como hombre de speriençia, deseoso de açertar en vuestro real serviçio, los quales acordaré aquí nuevamente; avisaré de otros, reparando lo pasado y en enmienda de lo por venir. Lo primero: que dixe, muy poderoso señor, que no fué creído y muy claramente se ve agora que fuera bien sello, como dixe y tiene firmada de mi nombre, con quien se puede provar, el liçençiado Chaves vuestro relator, que para sabello me embió Vuestra Alteza a la prisión en que estava a la sazón en esa vuestra Corte, de lo qual no pareçió mal a Vuestra Alteza, antes me respondió con el dicho mensajero que era muy bien dicho y que se me agradeçía y que avisarían dello a Su Magestad y que no lo proveýan así porque estava a proveer a la persona de Su Magestad, -y era que lo que avía hecho Hernando Piçarro y sus consortes avía sido diziendo públicamente que avían de ser perdonados por ruego y pecho, como cosa tan mal hecha que otra cosa no bastava, y que avían de ser perdonadas y disimuladas las muertes y robos y desacatos, como quando mató en Yndias el governador Pedrarias, como con color de justiçia, al adelantado Blasco Núñez de Balboa por tomalle unos navíos que hazía y enpresa que tenía. Y uno que se llamava Villafuerte a puñaladas mató al governador de Santa Marta; y Fulano de las Casas mató a otro governador a puñaladas, el qual bibe y reyna oy día en la Nueva España, con buen repartimiento de yndios, el qual es pariente destos Piçarros.

«Y deçían públicamente que como esto y otras cosas se avían perdonado y disimulado, harían las suyas; que me pareçía que se devía luego de cortar la cabeça al dicho Hernando Piçarro en castigo, en pena de sus malefiçios y declaraçión y miedo de sus diçípulos que quedavan en el Perú esperando su venida, predicando sus falsos y malos milagros, para lo qual todavía ay saçón y neçesidad. Y que no fuera el liçençiado Vaca de Castro, que entonçes estava para embarcarse en Sevilla por governador del Perú, así porque lleva una provisión y poderes enconosos y peligrosos para que se juntase a hazer justiçia con el governador Piçarro y su companía, siendo delinquentes. ¡Quántos daños y desacatos an hecho, estando como estavan, los servidores de Su Magestad! De la parte del governador Almagro que pedían justiçia a Su Magestad, muerto y ahorcado su governador y otros muchos de su compañía, y los que esperavan vengança y remedio robados y afrentados, y los demás cuchillados por las caras. A los quales yo avía escusado al dicho governador Piçarro, como después mataron, porque les dixe que no hiziesen ellos lo que Su Magestad avía de mandar hazer, haziéndoles merçedes por lo que avían sufrido. Con lo qual los dexava amansados y consolados.

«Y como ví proveído el contrario de lo que ellos esperavan y que en confisión me dixo un hombre que se llamava Platas que por la parte caída venía a pedir justiçia, que, pidiéndola y agraviándose de la dicha provisión y poderes, le avía respondido el doctor Bernal de vuestro Consejo: «Venciérades vosotros, porque el Rey no á de sostener a los vençidos sino a los vençedores». Y como el dicho liçençiado Vaca de Castro mostrava, antes que se combatiese, grandes vanidades, sacando por condiçión a los que asentavan con él que se avían de vestir de paño verde con botones de plata, que embiasen otra persona y otros poderes; si no, que matarían al dicho governador Piçarro y se alçarían los de Almagro, como se hizo.

«Yten: quando se proveyó por birrey Blasco Núñez Vela, dixe que era honbre de poca authoridad y de mucha presunçión y más valiente que templado. Y, así se hechó á perder, diziendo: «No me llamen visorrey sino Blasco Núñez Bela, que con una cuera y una pica tengo de ganar el Perú».

«Yten: requerí que no dexasen pasar a Diego Martín, clérigo desbarbado y no por falta de edad, criado de Hernando Piçarro, el qual se avía hallado en todas las alteraçiones y eçesos quel dicho Hernando Piçarro dexava hechos en el Perú, delinquiendo en ello y aprovándolo temporal y espiritualmente con la vallesta en el hombro en el campo y batalla, y predicando desde el altar contra ley divina y humana. Al qual embiava y tornava el dicho Hemando Piçarro al Perú con quatroçientas cartas suyas para que se levantase, como se á levantado, creyendo que por ser sus hermanos, parientes y amigos los levantadores, obligándose él a apaçiguallos sin gente y costa y muertes de hombres, Su Magestad le perdonaría lo que avía fecho y enbiaría a perdonar a los otros malos como él.

«Y así requerido, con todo esto, después de embarcado el dicho clérigo, a vuestros ofiçiales e juezes de la Casa de la Contrataçión de Sevilla, respondiéronme que diese ynformaçión de lo susodicho copiosa y bastante, por quanto él tenía çédula de Su Magestad y liçençia del provisor desta çibdad para pasar. Y yo dí tal ynformaçión y probança que embiaron por el dicho clérigo y lo sacaron del navío a él y a su ropa. Y él se soltó y huyó, y la ropa y las dichas cartas se vieron y embargaron. Y paréçeme quel clérigo no á dexado de pasar al Perú, no sé cómo, aunque los dichos ofiçiales e juezes quieren agora quemar al monasterio y al navío que lo llevó, según uno dellos me dixo ayer delante del asistente de esta çiudad y de otros muchos. El qual clérigo á effectuado lo que digo y Hernando Piçarro lo embiava a hazer. Y diz que anda hecho soldado haçiendo su ofiçio. Todo lo qual, muy poderoso señor, podéis creer, porque digo verdad y lo juro a Dios y me obligo a la prueva y a la pena y lo firmo de mi nombre, para que Vuestra Alteza crea como en dicho y en hecho, en Yndias como acá, siempre os é servido.

«Y agora quiero dezir lo que me pareçe que deve hazer, como hombre espirimentado y vuestro leal servidor: hagan quartos a Hernando Piçarro, porque lo mereçe -júrolo a Dios- y porque no puedan dezir éstos ni otros lo que dixo: «Como se á disimulado la muerte de otros governadores en las Yndias, se disimulará la que dí al governador Almagro». Y si este consejo que yo do a Vuestra Alteza, que dí al governador Almagro, que tenía preso a Hernando Piçarro, tomara de mí, huviera hecho bien. Porque yo le dixe: «Mataldo; si no, él os á de matar, pues conforme a justiçia lo podéis hazer». Y respondióme el cuitado de don Diego de Almagro: «Temo a Dios y al Rey que me á hecho del polvo de la tierra. Y éste viene a hazer negoçios de Su Magestad».

»Otrosí: dexar estar un poco a Gonçalo Piçarro y a esotros tiranos que se an levantado con él, según las vellaquerías que an hecho, pecados y desacatos en tiempo de Hernando Piçarro. Y agora çierto creo que es provisión divina que se maten los unos a los otros, como dize el Salmo: «Verme-é vengado de mis enemigos por mano de mis enemigos». Crea Vuestra Alteza que ellos mismos se an de matar y castigar y no se an de poder sustentar, porque demás de lo susodicho y andar fuera de ley divina y humana, el dicho Gonçalo Piçarro es neçio y no se á de saber governar ni esotros borrachos del capitán Caravajal su maese de campo tampoco se puede sustentar. Es un hombre desatinado, y teniendo aquí la encomienda de Heliche, que es çerca desta çibdad, por un comendador que entonçes la tenía, estrangero capitán de alemanes, andava tan borracho que era una cosa perdida. Y después me espanté quando le ví en el Perú. Estos tales, muy poderoso señor, se avían d'estorvar de yr a las Yndias, que veo pasar hombres que desde acá veo que van alçados, así delinquentes como mal acondiçionados, como de ruin suelo y linaje, digo de hombres que en su linaje ay reboltosos y vanderizos, como esos de Truxillo, etc.

»Otrosí: hasta que Su Magestad provea el castigo y remedio, deve mandar que no pase hombre ninguno al Perú de aquí ni de ninguna parte de las Yndias ni armas ni otra mercadería ni refrigerios, porque los hombres que agora pasaren de neçesidad an de hazer lo que ellos hazen, porque yo sé de allá que como los quiten la conversaçión de acá, se afligirán. Y mande Vuestra Alteza pregonar en esta çiudad y en todos los lugares de las Yndias este mando, para que vaya a sus oýdos, dándoles por traidores a los que en çierto tiempo no se reduçieren en vuestro serviçio, que desta manera yo fiador que ellos se apazigüen, porque todos tienen parientes acá en Spaña con quien se piensan gozar presentes o ausentes. Y por esta misma razón los de acá les escrevirán lo que an de hazer.

»Y tras desto, muy poderoso señor, embíe Vuestra Alteza a mandar a don Antonio de Mendoça, vuestro visorrey en la Nueva España, que vaya al Perú. El qual es un hombre abundante, bienquisto y acreditado y de gran linaje, porque crea Vuestra Alteza que esto es menester más que todo, porque allá ay criados suyos y de sus padres y antepasados que les favoreçíesen. Y ayudan y obedeçen, y quando algunas palabras o obras dizen o hazen con riguridad, sufrirselo-án por su acatamiento y pareçelles justo. Y donde no paréçeles que es dicho de otro tal como ellos o poco más, respóndenles y desacátanlos, como hizieron a Blasco Núñez Vela, que aunque en berdad es buen cavallero, no tiene el authoridad y poder que un señor de título.

»Y con el dicho don Antonio de Mendoça o con quien a Vuestra Alteza pareçiere, yo iré por su alguazil mayor, si os sirvo mucho en ello, pues neçessidad de honrra ny de hazienda no tengo, graçias a Dios, ni hijo a quien dexallo. Y no solamente como hombre espirimentado le diré lo que á de hazer, pero obligarme-é de trahelle de paz al Mangoyuga Ynpangue, caçique mayor que está levantado, con mucha gente de la tierra, porque lo tienen por hijo del sol, a quien ellos adoran como nosotros a Dios del çielo. Del qual traygo creençia y çertificaçión, como es grande mi amigo, y que de su parte diga a Su Magestad quél vendrá de paz, yendo yo de su parte a perdonalle lo pasado, y que los góvernadores no le pidan oro y plata, porque lo atormentan sobre ello, sino los ofiçiales de Su Magestad aquello que buenamente él puede dar. Y con tanto acabo, por no ser más prolixo, aunque si me quisiesen oýr, más diría. Yré personalmente a hazello a esa Corte, si Vuestra Alteza es servido; para lo qual embío este mi mensajero. Y sobre todo encargo a Vuestra Alteza que provean presto se venga Blasco Núñez Vela, porque ya anda de manera que no puede açertar, antes como desesperado se á de perder y dar lugar a más desacatos. Dios sea con todos. De Sevilla,:a XXIII de junio de MDXLV años».




ArribaAbajoAquí se vos haze saber como vino nueva a esta çibdad de Sevilla que era naçido el ynfante don Carlos d'España y como por alegría entre otras fiestas quel cabildo y ayuntamiento desta çibdad conçertó me encargó a mí mantuviese una sortija y pusiese este cartel, como puse, en XVIII días del mes de julio de MDXLV años. Y dende dos días en adelante, puesto con mucho regocijo y solenidad, ponpa y autoridad, vino la triste nueva como era muerta la prinçesa su madre nuestra señora. Y las telas de oro y sedas de color que yo para esto y muchos para jugar cañas que tres días antes avían de salir, se convertió en luto y cumplió el refrán que «No ay risa sin lloro» en esta triste vida ni plaçer sin tristeça, fasta que vamos a la otra que es sin fin y toda gloria, por lo qual juro de yr a ella. Y çesó la fiesta y no el cartel de ponerse aquí por muchas causas. Que es este que sigue

«Un cavallero llamado don Alonso Enrríquez de Guzmán, natural desta grande y nonbrada y sobre todo leal çibdad de Sevilla, estaré el día de Santiago del presente año de MDXLV años en la plaça de San Françisco dende las tres después de medio día fasta una hora después de noche, esperando de correr sortija. Y mantenerse-án los preçios y condiçiones siguientes. Lo qual hago en comemoraçión, alegría y deuda de servidumbre al Emperador y Rey nuestro señor y el Prínçipe su hijo y el Ynfante su nieto, de que emos tenido nuevas que a naçido, y por servir y contentar al que govierna esta çibdad en nombre de Su Magestad, que es el muy illustre señor don Pero de Navarra, marqués de Cortes, marichal, etc., y a la propia çibdad, la qual da la sortija puesta y preçios siguientes.

«Y así los cavalleros y hombres honrrados, naturales y estrangeros, deven soleniçar esta fiesta y regoçijarse en ella, todos los quales serán admitidos y bien reçebidos, con máscaras, sin ellas, con tanto que vayan a presentarse primero y darse a conoçer por sus personas o por sus padrinos, en fe de los quales serán creídos, ante los juezes que son el muy illustre señor marqués de Cortes, asistente de Sevilla, y los señores Martín Çerón y Pedro de Pineda y don Juan Hurtado de Mendoça, regidores deputados de la dicha çibdad para las dichas fiestas y las demás que se harán.

Al que saliere más galán, le darán una joya de plata de hechura de porçelana con su sobrecopa dorada.

Y al que mejor lo hiziere de todos, una águila, armas del ynperio, de plata dorada.

Y para todos los aventureros que salieren, estará puesto un aparador de pieças de plata de muchas maneras y hechuras para que cada uno que entrare a correr y corriere con el dicho mantenedor quatro lanças, o con quien el mantenedor señalaré, si algún desastre o neçesidad le acaesçiere; si ganaré el aventurero, le den una pieça, qual él señalar del dicho aparador; y si perdiere, se obligado a dar al mantenedor una pluma la qual á de traer y depositar, antes que corra, em poder de los señores juezes.

Al que mejor ynvençión sacare o disparate, se le dará una pieça de plata qual a los señores juezes pareçiere.

Yten: an de correr por su orden como fueren entrando en la plaça. Y si en tanto que no vienen otros de los que en la plaça estuvieren, pueden correr aunque ayan corrido, si el mantenedor quisiere y algunos se lo pidieren, porque no estén parados.

Yten: que el que á de ganar, para haçello mejor á de ser corriendo como buen hombre d'armas y mejor puntero. Y si perdiere lança o hiziere fealdad notable en las quatro carreras, no gane preçio, aunque la una sea mala y las tres buenas. Don Alonso Enrríquez».




ArribaAbajoEsta es una carta que escrivió el autor deste libro al Prínçipe nuestro señor a ruego y recomendaçión de Pero Mexía y un libro que hizo como en ella se contiene

«Un cavallero desta çibdad que tiene por nombre Mexía, sagaz y sustançial de juiçio y buen entendimiento en latín y en romanze, en metro y en prosa, curioso y deseoso de ver y leer, entender y dar a entender, así entendidas de otros libros de sabios varones como sacadas de su entendimiento discreto y virtuoso, las cosas que aprovechar puede con buen gusto y provecho a los que quisieren sabello y entendello, y por esto sacó de muchos libros famosos y muy exçelentes la sustançia y mejor dellos, y con las çircustançias de su claro y discreto y virtuoso entendimiento hizo un libro cuyo título es «Libro llamado: Silva de varia liçión, dirigida a la Ceçaria Católica Magistad del Emperador nuestro çeñor don Carlos, quinto de este nombre, compuesto por un cavallero de Sevilla llamado Pero Mexía, en el qual, a manera de silva, sin guardar orden de los propósitos, se tratan por muchos capítulos muchas y diversas materias, historias, exenplos y quistiones a varia leçión y erudiçión».

«Y después, entendido quán entendido sois, muy poderoso señor, por muchos que lo saben, espeçialmente por mí que por mucha conversaçión que con Vuestra Alteza he tenido -las graçias a Dios y a vos- ha sabido, metiendo las manos como Santo Tomás en scripto, que sois sabio, etc., á querido hazer otro libro, dirigido a Vuestra Alteza, el qual os embía y, como salutaçión, esta mi epístola, porque á sabido que Vuestra Alteza por su ynfinita bondad me quiere bien.

«Por tano desde acá yo, allá mis amigos, fincamos las rodillas en el suelo y rogamos a doña Leonor Mascarena, ella que es digna de rogar, devota de Santo Gerónimo, ruegue o quiera rogar a Vuestra Alteza, de quien es açeta, lo quiera leer y entender, pues puede y sabe, y lo favorezca, haziéndole merçedes al que lo hizo por la mucha voluntad y ocupaçión que de serviros y hazello á tenido, muy poderoso señor, aunque a mi pareçer mejor fuera averse ocupado en hurtar que en dexallo en virtud de reyes, porque sois los que yo conozco sin perjuiçio de vuestros acatamientos. Por lo qual fuí yo al Perú, y no solamente pasé una muerte sino a más de treinta, porque en verdad creo que fueron más.

«El representador deste libro será don Alvaro de Córdova vuestro cavallerizo mayor, a quien lo embía un cavallero muy honrrado y prinçipal desta çibdad y muy amigo y servidor suyo, que se llama Garçi Tello de Deça. De manera que á de ser muy neçio y desdichado el señor libro, si no agrada a Vuestra Alteza y aprovecha al que lo hizo.

«A quien suplico me mande hazer que cosa y cosa; y si á reçebido Vuestra Alteza doçe patatas y tres barriles y seis brincos de barro de Marchena, que no pudo llevar más un peón, que avrá seis días que os embié. También me mande hazer screvir Vuestra Alteza, pues don Álvaro me lo scrive de buena gana, si piensa todavía don Sancho de Córdova que es buen cortesano y vuestro privado, y don Gómez su conpañero cómo anocheçe en vuestro real palaçio una ora antes por amor dél. Dios sea con todos y guarde a Vuestra Alteza por largos tiempo. Hecha en Sevilla en V de julio de MDXLV años. Del vasallo que más le ama y le desea conplaçer y servir, que los reales pies a Vuestra Alteza besa. Don Alonso Enrríquez».




ArribaAbajoEsta carta que se prosigue es de consuelo, que escrivo yo el autor del presente libro a una señora cuñada que se llama doña Mencía de Andrada, a Corte e reyno de Portugal, que fué ama y aya de la prinçesa de Castilla nuestra señora, hasta que se casó con el Prínçipe nuestro señor. Y no la dexó el rey de Portugal venir con ella; de lo que usó yngratitud y crueldad, diziendo que la avía de governar. Lo qual suele dios castigar, porque es rey de los reyes. Y por la misma carta entenderéis el caso; Que es esta que se sigue

«Muy magnífica señora hermana: Vuestra Merçed tiene mucha razón de tener mucha pena y dolor en avérsele muerto, aunque fué para el çielo, la Prinçesa nuestra señora y el señor don Per Enrríquez, hijo de Vuestra Merçed y sobrino mío, de lo qual me á alcançado a mí la parte que es razón. Y no presumo yo de consolar a Vuestra Merçed de tan gran pérdida y tanto mal junto, mas esto no á de ser mucho tiempo, pues es tan corto el que avemos de bibir en este mundo ni de manera que hagamos daño a nuestras ánimas que an de bibir para siempre en el otro sin fin. Tanbién quiero acordar a Vuestra Merçed como la Prinçesa nuestra señora está en la gloria; y el señor Pero Enrríquez su hijo no avía de bibir para siempre, tan poco como nosotros, pues con esta condiçión naçimos; y que á avido muchos prínçipes y prinçesas y solos hijos, como era el de Vuestra Merçed, que se an muerto de su edad, mayores y menores y así será hasta que se acabe este mundo, en el qual ya bibimos de graçia, qué son pasados los MD años.

«Y pues por Su Alteza Vuestra Merçed perdió su marido mi hermano y su hijo y tantos quantos años pasaron desde que naçió hasta que se caso, criándola y sirviéndola, apartándose dellos ya el tiempo que avía de gozar, quando se casó ella, y sus padres dieron tan mal pago a Vuestra Merçed, aved paçiençia, pues solo Dios es el bueno y a quien avémos de contentar, teniendo por bien lo que haze y poniendo en cuenta de nuestros peccados nuestros trabajos y adversidades, dándole graçias porque se acuerda de dárnoslos en este mundo de burla para que tengamos descanso en el otro de veras. Yo fuera luego a ver a Vuestra Merçed, si pensara con mi persona dalle algún descanso, como lo haré, si Vuestra Merçed me responde con este mensajero que le embío que holgará dello, porque por tan hermana y señora tengo a Vuestra Merçed agora y terné siempre como quando era bibo mi hermano y sobrino. Mas como Vuestra Merçed sea tan discreta y buena cristiana, confío en Dios y en vos, señora mía, que qualquier consuelo bastará.

«Yo no supe de la muerte de mi sobrino hasta dos o tres días á, que de parte del Prínçipe me lo escrivió don Álvaro de Córdova su cavallerizo mayor, y como la Prinçesa avía dexado en su testamento a Vuestra Merçed çien mill maravedís cada año de por vida y al señor don Pero LXXX, los quales no gozó ny supo. Plega a Dios goze y gozemos todos del juro para siempre divino de la vida eterna. Y así quedo. En Sevilla en çinco días del mes de agosto de mill e quinientos e XLV años.

«En esta çibdad do al presente es asistente y governador el marichal de Navarra, marqués de Cortes, se façen las más solenes, devotas y suntuosas honrras por la Prinçesa nuestra señora que nunca se hizieron ni se an visto ny leído. An sido mucho, mucho más de la Emperatriz su tía, entre otras cosas, muchas devotas y suntuossísimas y gigantes... por maçeros. Y porque más despaçio haré saber a Vuestra Merçed lo demás o yré en persona yo a dezillo, çeso en ésta. Fecha ut supra. Del menor hermano y mayor servidor de Vuestra Merçed, que sus manos besa. Don Alonso Enrríquez».

Este libro, aunque en vida no lo muestro a naide, aunque al crédito dél convendría, porque todo lo más saberse podría de hombres vivos que lo vieron y supieron, todavía lo presté a un hombre sabio, curioso y honrrado, el qual me embió, después de averlo visto, esta carta que se sigue, la qual pongo aquí para autoridad del libro y crédito del autor, aunque hago más en su caso que en el mío. Amén.

«Muy magnífico señor»: Quándo leýa la vida de Julio Çésar, la cosa que más admiraçión me puso es tener en la una mano para escrevir la pluma y en la otra la lança para pelear, dos cosas tan contrarias y con tanta dificultad en un tiempo poder ser hecha, porque la quietud y sosiego del screvir en los bulliçios de la guerra pareçen ser agenos de los trabajos della. Y por eso pareçe cosa digna de tal prínçipe y ser estimado negoçio por cosa heroyca entre sus hechos. Lo qual Vuestra Merçéd ymitando, sin ser Çésar, á querido ymitar y con justo título hazer en nuestros tiempos, siguiendo sus mismas pisadas en hechos en las armas y en eloquençia y historia con la pluma.

«Testigo es desto un libro que Vuestra Merçed me mandó prestar de sus hechos y aconteçimientos, dinos por çierto de ser sabidos y en memoria puestos, porque la historia y escritura es la cosa que haze a los hombres ynmortales. Que si se miran quantos enperadores y personas notables dexaron sus memorias en supremos edifiçios, en tablas de metal y en mármoles curiosos y vemos quel tiempo todo lo á consumido y acabado, y los que lo dexan en flacos papeles duran y durarán para siempre, así será la historia de Vuestra Merçed, la qual, como esté tan llena y abundante de sus heroicos hechos, así en vençer batallas como en tener cargos y ofiçios tan valerosos y preminentes, sus consejos tan provechosos, el serviçio a su Rey tan de beras, atantos peligros por bien servir a cada paso, que se puede bien dezir aver dado testimonio de la illustre sangre y progenie donde Vuestra Merçcd deçiende. En todos estos trabajos y exerçiçios militares no olvidó que la pluma facunda y elegantemente así exerçitase su ofiçio que siendo un Çésar en pelear, fuese un Demóstenes en screvir y que el peso de las armas sin el trabajo dellas dexasen hazer a la pluma tan dinamente ofiçio como lo hazía la lança.

«Gran cosa es; en mucho lo tengo. Y más en escrevir de sí propio, porque escrevir lo de otros es poco el trabajo, mayormente siendo de persona en quien pareçen los hechos y dichos más de lo que son y le está bien al autor ensancharlos y engrandeçerlos, como hizo Africano de Alexandro, Virgilio de Eneas, Omero de Ulises, Tohorus de Galieno Emperador. Pero de sí propio y cosas tan ynsignes y tan dignas de ser sabidas, notable cosa es; porque aliende del aviso que se da a los de la profesión militar, ay en el libro de Vuestra Merçed cosas que ymitar, obras que alabar, cargos y ofiçios que llevar, prosperidades que notar, adversidades y ynfortunios valerosamente sufridos, cartas de que tomar dechado, dichos graçiosos, obras donosas. De modo que se puede dezir de su libro de Vuestra Merçed lo que dize Oraçio del que açierta bien a escrevir, que aquél es escrevir bien que mezcla lo dulçe con lo provechoso, agradando el letor y comoviéndole a lo que quiere.

«Quando me paro a pensar que Dion filósofo hizo un libro muy autoriçado de lo del cabello, lo que agora con tanta gana deshechamos, y Ensençirus otro de la risa, y un Silio de la pulga, y Demoarco se estuvo quebrando la cabeça con un libro que trata del número de quatro, tengo el libro de Vuestra Merçed en mucho, pues en él trata cosas tan dinas de saber y obras tan propias para imitar. Yo he gastado menos tiempo en leerlo que Vuestra Merçed me dió la comisión, porque la obra es tal que no da libertad a quien la comiença. Dios dé a Vuestra Merçed vida para que después de largos años lo acabe, y que sea poco lo escrito y mucho lo que queda por escrevir. El que las muy magníficas manos de Vuestra Merçed besa. El liçençiado Monardes».




ArribaAbajoEsta que se sigue es una carta que yo el autor del presente libro escreví a Roma al cardenal de Burgos, don Juan de Toledo, hijo del buen duque d'Alva de gloriosa memoria que está en la gloria, de cuya vida y muerte en este libro vos tengo contado. Pareçióme ponella aquí por ser epístola en que concurre cuenta de mi vida. Para en fin de la jornada daré quenta del suçeso, si se efectuare; y si no, lo que lo estorvó

«Reverendíssimo y illustríssimo señor: Este título no es para todos cardenales. Sólo «reverendíssimo señor» es su avocaçión; el illustríssimo» es el que naçió del illustríssimo lomo y vientre, como al que dije en el sobre escripto désta, que es ya anatema, porque ya tengo escritas otras dos: una dí a un canónigo en esta çibdad que se llama el doctor Gasco, el qual quedó de embialla a Vuestra Señoría y traerme respuesta; y la otra dí al marqués de Cortes, asistente, que me prometió lo mismo. Los quales echan la culpa al cardenal de Burgos. Lo qual no creo, porque a él le costará poco responder a ésta y a mí mucho querelle tanto, a quien suplico a ésta me responda, porque ni bastará paçiençia ni crédito de tenerle por grato y agradesçido y buen pagador, pues no á Vuestra Señoría conoçido hombre a quien tanto deva como a mí en amor y buena voluntad. Y pues no quiero otra moneda, ésta no se deve negar, porque sería inhumanidad y crueldad. De lo qual estoy seguro pues quando lo avía menester, me lo pagava Vuestra Señoría en trigo y en dineros. Y por no desear paga tan penosa y trabajosa para el que la da y para el que la rezibe, fuý al Perú, do pasé muchos trabajos y peligros, y estoy agora para podelle dar antes que tomar -las gracias a Dios, no dexándolas de dar a vos, reverendíssimo y illustríssimo señor, pues quando no lo tenía, me lo dávades. Amén.

«Agora falta mandar y servir a Vuestra Señoría. Haga lo suyo, que yo cumpliré lo mío en lo a mí posible en vuestro serviçio. A quien hago saber que yo partiré en fin del presente, mediante Dios, a la Corte del Prínçipe para besalle las manos y dalle el pésame de la muerte de su muger. Y con consejo y saber de Su Alteza podrá ser yr a la del Emperador su padre, nuestro señor. Y presentalle-é averme mandado Su Magestad traer preso desde el Perú con falsa relaçión y sospecha, al tiempo que por mi yndustria, diligençia y authoridad le tenía apaçiguada aquella tierra, porque los governadores don Diego de Almagro y don Françisco Piçarro, hnbres de baja generación y condiçión, bastos de personas y rudos de entendimiento, ynoçentes de lealtad, la descubrieron y no supieron sustentalla. Y alçáronse los naturales contra ellos. Y yo con ofiçio de capitán y maese de campo la sustenté.

«Y quando se me avían de hazer merçedes por ello fué traído, dexando mi hazienda perdida y gastando en España, con prisiones y molestias, mucha parte de lo que pude traer, hasta que los del Consejo Real de las Yndias, siendo muy acusado por el fiscal, me an dado por libre y quito y mereçedor de grandes merçedes, restituyéndolo y gratificandolo a Su Magestad y lo que sin culpa me hazen pasar y penar y los grandes serviçios que yo he hecho. Le suplicaré a Su Magestad haga conmigo una de dos cosas: o me dé una carta para su visorrey en el Perú me dé cargos y repartimientos de yndios conforme a los serviçios quél halla que he hecho yo a Su Magestad en lo susodicho y quenta que yo he dado dello, que é sido en cargo por los dichos governadores; o me dé en España cargos con que yo me pueda honrrar y ayudar, reconpensando lo que he perdido en honrra y hazienda, por aver dado crédito Su Magestad a los que me querían mal y querían quitar de mi crédito lo que a Su Magestad dellos podría ynformar. Lo qual se á pareçido agora bien, pues me an dado por libre en juiçio contraditorio y a Hernando Piçarro tienen preso, para hazer cuartos. El qual y sus consortes fueron los dañadores de la tierra y los que me quisieron dañar a mí. Justo será que pues me avían de dar la pena, me den la gloria, como creo que hará Su Magestad, ymitando a Dios. El qual sea con él y con todos.

«Y si Su Magestad no quisiere hazer una destas dos cosas, tomaré cuidado del alma y quitaré lo del cuerpo, quitando de baldas y puniendo en mangas, yré sin çerpas a ganar perdones a ese palaçio sacro y besaré los pies a nuestro muy Santo Padre y las manos a Vuestra Señoría y a mi señor Juan de Vega; y volverme-hé a esta çibdad, do en un aldea çerca della, ençima de un río, pasaré mi vida diziendo este cantar:


«Solíades venir, amor,
y agora no venides, no,»



rogando a Dios Todopoderoso guarde y salve la reverendíssima y illustríssima persona de Vuestra Señoría en este mundo y en el otro de gloria, que á de ser para siempre, e a mí no olvide, rezando aquel Salmo de «Miserere mei Deo graçias en manus tuas, domine, etc.» De Sevilla en III días del mes de otubre de 1545 años. Del muy servidor de Vuestra Señoría. Don Alonso Enrríquez».

Porque es grande apetito y curiosidad al curioso letor ser verdad la letura, é acordado poner aquí en lo que se podría poner alguna duda y dificultad, con autoridad y mandado del supremo juez por Su Magestad en esta gran çibdad de Sevilla y su tierra, suplicándole lo cometa al escrivano en ella más legal, para que dé fee en testimonio de verdad, firmado y signado y autorizado en pública forma, etc., de algunas cartas y çédulas y otras provisiones que en este libro tengo trasladadas de los originales del cristianíssimo emperador y justíssimo rey don Carlos nuestro señor, scriviendo y haziendo mercedes a mí el autor, trasladándolas verbo ad verbum y letra a letra. Y no serán todas las que de Su Magestad tengo, por evitar prolixidad.

Serán una carta misiva que me embió luego que llegué a Yviça; y otra después que dí la batalla a los turcos y moros y la vençí; y la çédula para sus contadores mayores en que, por ello y otros serviçios que allá van espresados Y en este libro vos tengo contados, por lo que le daréis fee, me hizo merçed de setenta mill maravedís cada un año por todos los días de mi vida, librados en esta çibdad dicha, do es mi propia naturaleça; y otra çédula en que me dió liçençia para vestir más ropas de las que puedo conforme a mi orden, y porque me pareçió dina de saber; yten: una carta misiva quel sereníssimo y muy exçelente prínçipe don Phelipe su hijo, luego que se casó, comigo escrivió a la sereníssima y exçelente ynfanta doña María su hermana desde Valladolid a Madrid, mandándome que de camino me viniese por allí, porque de su Corte me venía a mi casa a Sevilla, no muy sabroso con Su Alteza por no averme mandado visitar en una prisión que en su Corte tuve; y quando me fué a besarle las manos para venirme, acabada la prisión, diziéndole mi enojo, me rogó que lo perdiese y que llevase la dicha carta, por la qual me mandó y rogó lo mismo la señora Ynfanta, mostrándome la carta. La qual le supliqué me diese, e dió, por lo que no dexé de amar a él y a ella sobre todas las otras cosas deste mundo, dignamente porque demás de quererme entranbos mucho, son tales que vasallos de otros reyes los devrían de amar y servir. Amén y çierto.

Y en esta sazón en esta çibdad de Sevilla el asistente juez supremo, don Pero de Navarra, marichal y marqués de Cortes, asistente es, porque asiste con todas las justiçias y jurisdiçiones çeviles y criminales, porque ay audiençia real que dizen «de Gradas y en su tierra que ay muchas villas y lugares, todo lo qual manda y govierna como el Rey con su poder real, dinamente por çierto porqu'es gran governador. Al qual en scrito, evitando prolixidad, le pedí lo contenido en esta relaçión que adelante veiréis, y de palabra le dixe y requerí lo siguiente -porque en este mi libro alargarme-é y contaros lo que é hecho y dicho, pues está en mi mano escrevillo y en vuestra voluntad leello, por lo qual no se me ynputará a prolixidad- y supliqué y requerí a Su Señoría señalase y mandase escrivano verdadero, prinçipal sacase e autorizase las dichas çédulas y cartas de Su Magestad y Alteça, de manera que se diese firmado de su muy illustre nonbre y signado con el sino del scrivano, con otros escrivanos, etc.

Y así lo mandó luego a Martín de Morales, escrivano prinçipal de justiçia desta cibdad por todos los días de su vida, y de los del número de Su Magestad, como veréys en su signo adelante desto, y de otros escrivanos que se lo ayudaron a sacar y autoriçar, para que verdaderamente no tengáis escrúpulo, pues en la verdad de lo que lo podíades tener avía de ser en estas çédulas y cartas del Emperador nuestro señor y Prínçipe su hijo, porque aver visto cartas y çédulas simples sin firma de Su Magestad y Alteza ny signo de escrivano de tan poderosos y grandes prínçipes para un hombre tan poco ratificado y tan hablador como os pareçe en este libro o si me conoçiésedes, pareçería ymposibilidad o compostura.

Y quiero que veáis como no es lo uno ni lo otro sino que unos tienen ventura y otros no, aunque verdaderamente yo tengo por çierto que lo que haze al caso es tener al lado de los prínçipes los que ynformen de los hechos, porque éstos son creídos, aunque sean añadidos, y no tanto ni agradesçidos, los que de hecho verdaderamente pecan, aunque lo hagan de manera que á de aver muchas cosas para alcançar honbre el bien, que es ventura y diligençia, parientes y amigos y lo de más, poner la vida en aventura. Por lo que hallo que no se devría hombre de ocuparse en alcançar bienes en este mundo pues cuesta tan caro y lo dais tam barato con un soplo de vida, sino para aquella vida eterna sin fin para siempre con quien no avéis menester nada de lo susodicho sino a solo Dios onipotente.

Comiença el escrivano:

«En la muy noble y muy leal çibdad de Sevilla, a viernes, nueve días del mes de otubre, año del naçimiento de Nuestro Salvador Jesu Cristo de 1545 años, antel muy illustre señor el marichal don Pero de Navarra, marqués de Cortes, asistente en esta çibdad de Sevilla y su tierra por Su Magestad, y en presençia de mí, Martín de Morales, scrivano de Su Magestad y su notario público en su Corte y en todos sus reynos y señoríos, pareció don Alonso Enrríquez de Guzmán, comendador de la horden de Santiago, vezino desta çibdad, y presentó un scrito y una çédula de Su Magestad, firmada del Rey nuestro señor y refrendada de Ugo de Urrías; y otra çédula firmada de Su Magestad y refrendada del dicho Hugo de Urrías; y otra çédula de Su Magestad refrendada de Françisco de los Cobos con çiertas señales de firmas y çierto asiento en las espaldas firmado de Lope de Ribera; y otra çédula de Su Magestad y refrendada de Françisco de los Cobos; y una carta misiva que dixo ser del Prínçipe nuestro señor y dixo ser firmada y escripta de su letra de Su Alteza, su tenor de lo qual, uno en pos de otro, es esto que se sigue:

«Muy illustre señor: Don Alonso Enrríquez de Guzmán, vezino desta çibdad, parezco ante Vuestra Señoría y digo que yo tengo en mi poder dos cartas-çédulas de Su Magestad y otras dos çédulas suyas, firmadas todas, quatro de su real nombre, e una carta misiva del Prínçipe nuestro señor, escrita y firmada de su nombre. Y porque me temo que se podrían perder façilmente por qualquier caso y conviene a mi derecho sacar y tener un testimonio de dos o tres autorizados de las dichas cartas y çédulas, a Vuestra Señoría suplico mande dar un testimonio autorizado y sinado de las çédulas y carta misiva e dos o más, si los pidiere, ynterponiendo en ello su autoridad y decreto judiçial, e mande bolver originalmente las dichas çédulas y cartas, dexando su traslado conçertado en el registro del testimonio. Y para ello ymploro el muy illustre ofiçio de Vuestra Señoría y pido justiçia. Don Alonso Enrríquez».

«El Rey.

Don Alonso Henrríquez mi criado y capitán: Ví vuestra carta y plúgome saber que ayáis quedado en guarda desa isla con la gente de vuestra compañía. En que hizistes lo que devíades e yo me tengo dello por muy servido. Y como quiera que luego é mandado proveer que se embíe alguna gente de socorro a esa dicha isla, pero porque podría ser que, antes que llegase, os viésedes en alguna nesesidad, yo vos ruego y encargo que en tal caso no dexéis de fazer aquello a que vuestra condiçión y naturaleza os obliga en defensión de esa villa y fortaleza y della no partáis vos ni la dicha gente que con vos se halla fasta que creçe la nesesidad, que al presente socorro, que yo escribo al governador y jurados de esa dicha villa para que os paguen a vos y a ellos de sueldo acostumbrado por el tiempo que aý estuvierdes, y vos probea de lo nesesario, çertificándovos que con estó me haréis señallado serviçio y para que vuestras cosas yo me acordase dellas. Fecha de Valladolid, a treynta de mayo de mill e quinientos e veynte e tres años. Yo el Rey. Por mandado de Su Magestad, Ugo de Urríes. Por la Sesárea y Católica Magestad. A don Alonso Enrríquez, su criado y capitán de ynfantería»

«El Rey.

Don Alonso Enrríquez, mi criado y capitán general: Bí vuestra carta de veynte y ocho de junio y holgué con ella y con lo que el governador de esa ysla me escrive de quán bien y esforçadamente lo hezistes vos y los de vuestra compañía que aý tenéis en socorrer la yglesia de Sant Antón al tiempo que los cosarios turcos y moros la conbatieron. Y de todo ello me tengo por muy servido y vos ruego y encargo que no çeséis de trabajar y servir en la buena guarda y defensión de esa ysla, como fasta aquí lo havéis fecho, pues no tardará, Dios mediante, a yr el socorro y provisión que conbiene según que más largamente lo escrivo al dicho governador. En lo qual vos ganaréis mucha honrra y el buen serviçio que fasta aquí me havéis fecho y hazéis vos y los de vuestra compañía no quedará holvidado. Fecha en Valladolid, a treynta y un días del mes de julio de mill e quinientos e veynte e tres anos. Yo el Rey. Por mandado de Su Magestad, Ugo de Urrías. Por la Çesárea Católica Magestad: a don Alonso Enrríquez, su criado y capitán».

«El Rey.

Contadores mayores de la. Católica Reyna, mi señora, y míos: Sabed que nos, acatando y considerando los muchos buenos, leales y señalados serviçios que don Alonso Enrríquez de Guzmán, gentilhombre de mi casa, nos ha hecho en la toma de los Gelves como en la de Tornay y en prender al capitán Machín, que andava por la mar en nuestro desserviçio, y en la reduçión de Mallorca, siendo nuestro sargento mayor y capitán de ynfantería, y en la defensión de la çiudad de Ybiça contra moros y françeses, siendo capitán general della, y en lo que se á ofreçido en estos reynos; y porque dexa su asiento y quiere retraerse, es nuestra merçed y voluntad de que aya y tenga de nos por merçed en cada año para en toda su vida setenta mill maravedís, librados de tres en tres anos en las rentas de estos reynos.

Por ende yo vos mando que libréis al dicho don Alonso Enrríquez este presente año de quinientos y veynte y seis, desde el día que por fee de nuestro maestro deja cámara os costare, que esta testado de los nuestros acroyes, para no le ser más librado el dicho su asiento en adelante fasta en fin dél. Y los dos años venideros de quinientos y veynte y siete e quinientos e veinte ocho juntamente y en cada uno dellos los dichos setenta mill maravedís. Y aquéllos cumplidos, se los librad por la mesma horden de tres en tres años para en toda su vida, señaladamente en las rentas de la çibdad de Sevilla. Y para la cobrança de los tres primeros años, le dad y librad desde luego las cartas de libramiento y otras provisiones que hoviere menester. Y aquéllos cumplidos, desde en adelante en cada un año para en toda su vida por la dicha horden de tres en tres años, solamente por virtud desta mi çédula, sin esperar en ningún año otra mi carta ni mandamiento alguno, Y entiéndase que si el dicho don Alonso Enrríquez falleçiere antes de seer cumplidos los tres años que así le librades, que sus herederos no han de gozar de esta merçed sino por rata fasta el día que falleçiere. Y asentad el treslado desta mi çédula en los vuestros libros que vosotros tenéis y esta original sobreescrita y librada de vosotros volbed al dicho don Alonso Enrríquez para que él la tenga. Y no fagades ende al. Fecho en Granada, a quatorze de setiembre de mill e quinientos e veynte e seis años. Yo el Rey. Por mandado de Su Magestad, Françisco de los Cobos.

«Esta çédula se asentó en los libros de las merçedes de Sus Magestades. en la çibdad de Granada en el año de quinientos y veinte y seis años. Lope de Ribera».

«El Rey.

Por quanto según el estableçimiento de la horden de Santiago, cuya administraçión perpetua yo tengo por autoridad apostólica, los comendadores y cavalleros y freiles de la dicha orden no pueden vestir sino vestituras blancas y prietas y pardas y otras de poco preçio, sin liçençia del maestre o mía, como administrador susodicho, por ende por la presente doy liçençia a don Alonso Enrríquez de Guzmán, cavallero de la dicha orden, para que pueda vestir y traer las vestituras y enforros de pieles y cadenas de oro y joyas y piedras preçiosas que quisiere, sin que por ello yncurra en pena ni desobediençia alguna. Hecha en la villa de Madrid, a XIII días del mes de março de 1528 años. Yo el Rey. Por mandado de Su Magestad, Françisco de los Cobos».

«Señora: Don Alonso Enrríquez se va a Sevilla y anle ya sentençiado sus pleitos. Y porque á estado preso, no le embié a ver. Va enojado comigo. Vuestra Alteza le desenoje. Y porquél dirá a Vuestra Alteza todo lo que quiere saber de mí, no diré más sino que fué el domingo el torneo. Y después escreviré a Vuestra Alteza lo que en él pasó. De Valladolid, a VIII de março. Beso las manos a Vuestra Alteza. Yo el Prínçipe. A mi señora la ynfanta doña María mi señora».

«E así presentado el dicho escripto y quatro çédulas de Su Magestad y carta misiva del Prínçipe nuestro señor, según dicho es, luego el dicho don Alonso Enrríquez pidió a Su Señoría lo contenido en el dicho su escripto y sobre todo pidió justiçia. E luego Su Señoría del señor marqués asistente mandó a mí, el dicho escrivano, saque en pública forma, de manera que haga fee, las dichas çédulas y carta misiva del Prínçipe nuestro señor, con todo lo demás; y sacado, se le den los originales al dicho don Alonso Enrríquez, quedando el traslado en poder de mí, el dicho escrivano, y se le dé al dicho don Alonso Enrríquez testimonio de las dichas çédulas de Su Magestad y carta misiva del Prínçipe nuestro señor, uno o dos o más, quantos quisiere. Y por todo lo susodicho Su Señoría dixo que ynterponía e ynterpuso su autoridad y decreto judiçial en quanto puede e de derecho á lugar, para que vala y faga fee en juiçio y fuera dél. El marichal y marqués.

«En la dicha çibdad de Sevilla, lunes, XII días del dicho mes de otubre del dicho año de mill e quinientos y quarenta y çinco años, fueron corregidas y conçertadas las dos cartas misivas de Su Magestad e las otras dos çédulas de Su Magestad, firmadas todas quatro de su real mano, las dos cartas misivas selladas con su sello real y refrendadas según por ellas pareçía, y la carta misiva del Prínçipe nuestro señor, firmada de Su Alteza, que son los originales, que son los quel dicho don Alonso Enrríquez presentó con los traslados que dellos fueron sacados y corregidos. Y conçertados los traslados con los originales por mí, el scrivano susodicho, y por Fernando de Aguilar, escrivano de Su Magestad, el dicho don Alonso Enrríquez llevó en su poder los dichos originales y de como los reçibió lo firmó de su nombre. Testimonios: el dicho Fernando de Aguilar e Cristóval Sánchez. Don Alonso Enrríquez.

«De lo qual que dicho es, según que por lo susodicho contenido pareçe, a que me refiero, por testimonio de Su Señoría del marqués asistente e de pedimiento del dicho don Alonso Enrríquez, yo, el dicho scrivano, dí el presente testimonio, firmado de mi nombre e signado con mi signo, que es fecho y sacado en la dicha çibdad de Sevilla, sábado XXIIII días del mes de otubre de 1545 años. Mariscal y marqués.

«Yo, el dicho Martín de Morales, scrivano de Sus Magestades y su notario público en su Corte y en todos sus reynos y señoríos y escrivano que soy de la justiçia en esta dicha çibdad de Sevilla y su tierra, lo screví según que pareçe por el dicho testimonio y fize aquí este signo aquí en testimonio de verdad. Martín de Morales, escrivano de la justiçia.

«Yo, Pedro de Coronado, escrivano público del número desta muy noble y muy leal çibdad de Sevilla, doy fee y verdadero testimonio a todos los que la presente vieren, que la firma susocontenida que está firmada al prinçipio desta plana, donde dize «El marichal y marqués», él la firmó, en nombre del muy illustre señor don Pero de Navarra, marqués de Cortes y marichal de Navarra, asistente desta dicha çibdad y de toda su tierra por Sus Magestades. Y la subscriçión y signo y firma que está debajo de la dicha firma del dicho señor marqués, asistente, es de Martín de Morales, escrivano de Sus Magestades y de la justiçia y crimen desta dicha çibdad e su tierra, proveído por la dicha çibdad. E a los autos e testimonios que antél pasan y él da firmados y signados de su nombre e signo se da entera fee y crédito, como a scrivano legal, en juiçio e fuera dél. E porque esto es ansí, verdad, di la presente fee e testimonio, firmado de mi nombre e signado con mi signo de pedimiento del dicho don Alonso Enrríquez de Guzmán, cavallero de la horden de Santiago, natural desta dicha çibdad y vezmo della en la collaçión de San Miguel, que es fecha en Sevilla, martes XXVII días del mes de otubre, año de 1545 años, siendo presentes por testigos Françisco de Meneses e Gaspar Ortiz de Vitoria, vezinos de Sevilla. Yo, Pedro Coronado, scrivano público, lo screví y fize aquí mi signo por testigo».




ArribaAbajoCapítulo de lo que me acaeçió, pasó y pasé en el viaje correspondiente presente, de que vos tengo dicho, para las dichas cortes del emperador y su hijo

Yo salí de Sevilla por el mes de diziembre del año de 1545 con quatro criados y tres cavallos de camino y mill ducados en poliças y doçientos en escudos. Y salí a dormir aquella noche con Gonçalo de Cueva, un cavallero de Sevilla, grande mi amigo, el qual amigable y valerosamente me ospedó y dió muy bien de çenar aquella noche y otro día a comer a mí y a mi familia, en una aldea quatro leguas de Sevilla que se llama Villaverde, do se sale a tener los ynviernos, como es uso y costumbre de los semejantes en la dicha çibdad, para poner cobro en sus haziendas y recojerse de los fríos y aguas y lodos, etc. que con el mucho tráfago y gente en Sevilla se padeçe.

Y de allí vine a Zafra, donde fuý bien reçebido y ospedado del conde de Feria, que también á de ser marqués de Priego después de los días de su madre, que se llama don Pero de Córdova de Figueroa y es casado con una hermana del duque d'Arcos; la qual es joven, bella y sabia, etc., muy basteçida de los bienes y merçedes de Dios, a quien plega el fin sea como el prinçipio. Amén. Con quien estuve dos días, porque son mis señores y amigos y tengo deudo, espeçialmente con ella. Y para tan largo y peligroso camino determiné, conforme a razón y a sensualidad, confirmándolos en esto, de visitar y despedirme de todos mis señores, parientes y amigos.

Y así llegué a Alva de Tormes, bíspera de día de año nuevo de 1546 años y hallé a la duquesa en su palaçio, que real os podría dezir, con su persona hermosa, sabia y graçiosa, que reyna se podría llamar, con muchos cavalleros viejos, ançianos y dos o tres locos truhanes viejos, mancos. La qual me reçibió los braços abiertos. E yo finqué la rodilla en tierra y pedíle la mano, bajando la mía para tomársela. Y ella se puso en pie, diziendo: «¡Dexaos deso y abraçáme!» E yo entonçes dexé a la sensualidad hazer y aparté a la razón de mí, habraçando a Su Señoría muy reçiamente. Hallé con ella a una hermana suya, hija del conde de Alva su padre y de la condesa su madre, de nombre doña Juana de Toledo, casada en Ávila con un cavallero muy prinçipal y de mucha renta, bella, moça, sabia y bien criada. Y no se lo agradezco, porque desta casta nunca erró ninguna ni ninguno. Y por tanto alabo y apruevo los casamientos entre parientes quando son castiços. Y aun entre las bestias en nuestra Andaluçía, donde ay muy buenos cavallos, acostumbramos avérnoslo mostrado la esperiençia echar las yeguas a padre de la misma casta.

Este duque y duquesa son primos hermanos, el uno se llama don Hernand Álvarez de Toledo, como vos tengo dicho y loado en este mi libro, y ella se llama doña María de Toledo. No pueden ny deven reñir sobre quál es mejor ni de mejor parentera, pues toda es una y entrambas nietos del glorioso y gran señor, el duque don Fadrique, de quien vos tengo contado en este libro su vida y su muerte. Cada uno tiene por pariente y amigo al pariente del otro, como lo son; ninguno les enfada ni a ninguno pesa quel otro le haga merçedes. Estando con ella, entró un hijo bastardo del duque su marido, a quien amorosamente trata. E yo le dixe: «Señora, nunca ví tal cosa y no lo desloo, que vino a ser el hijo bastardo de vuestro marido vuestro sobrino. Estos son casamientos que hace Dios». Y díxome: «Así es verdad, graçias a Él».

Estuve con esta gran señora tres días, comiendo y çenando en su propia mesa y de la dicha hermana, aunque su hijo el mayor comía en otra con muchos cavalleros muy honrrados. E mandóme luego en un aposento hazer una cama en su propio palaçio con valeroso y animoso ánimo. Yo le dixe: «Señora, no me aposentéis en vuestra casa. Catad quel duque vuestro marido que está en Flandes con el Emperador os á dexado peligrosa guarda y conpaña, que es viejos y locos, porque son sospechosos y embidiosos y chismeros, así los viejos como los locos, y sobre todo lisonjeros...» Díxome: «¿Qué os pareçe? Con todo eso bibo muy a mi plaçer y sin cuidados». Del aposento de mis criados y bestias no vos quiero dezir, porque en esta casa de Alva y de los más señores d'España se suele mirar y proveer muy bien. Y como cosa que se usa no la loo, aunque no quiero dexar de dezir que quando los maridos no están en la tierra, las mugeres no se estienden a tanto como a dar raçiones y posadas. Mas esta casa y muger preçede en esto, como en otras cosas, a todas las d'España y aun del mundo, con consentimiento del dicho su marido. Que en verdad que me dizen mis criados que de lo que les á sobrado de las raçiones an proveído y hartado a sus güéspedes y aun a sus vezinos. Daquí fuí a Zamora, do está el buen prior de San Juan, su tío, de quien tengo tratado en esté libro, y el conde de Alva de Lista, padre desta señora, porque son mis señores y amigos. Amén.