—[213]→
Junto con la poesía pre-islámica, la antigüedad árabe transmitió a la civilización arabigomusulmana una serie de narraciones que explicaban el pasado de los árabes antes de que pudiesen crear una historia propiamente dicha como género científico. Ya hemos visto que la curiosidad árabe por saber el origen de las cosas creó una serie de relatos que explicaban los orígenes de los proverbios. De la misma forma otros hechos enigmáticos del pasado -unas ruinas, por ejemplo- creaban una leyenda etiológica autóctona o transmitida por las culturas vecinas. Junto a este tipo de noticias, se transmitían noticias del pasado de las tribus, con el origen de las genealogías, de sus alianzas, etc. Otra serie de relatos etiológicos versaban sobre los hechos literarios como respuesta a quién y cómo se compuso un poema. Este tipo de relato que pretende ser historicista, relacionado con un hecho, dicho, persona o cosa determinada recibe el nombre de jábar, frente a los relatos de personajes anónimos o imaginarios que serían los cuentos (ikāya o jurāfa). El jábar sería pues la estructura básica de la narrativa árabe -con un autor reconocido citado, aunque sea vagamente, dijo uno de la tribu tal que cuenta una historia perfectamente acabada que da una respuesta a algo que no se conocía-, de ahí su nombre, que significa noticia.
Habría dos grandes grupos de jábar historicistas: los que tratan de los pueblos desaparecidos de la Península Arábiga (el pueblo de ‘Ād, amūd, las dinastías sudarábigas, etc.) y los de los árabes nómadas, de los beduinos. Hay un largo ciclo que agrupa diversas luchas tribales —214→ con hazañas de sus campeones conocidos por el nombre de Ayyām al-‘arab (Los días de los árabes), denominación que hace referencia al día de la batalla que se relata o a los personajes que intervinieron en la aventura. Son narraciones heroicas, llenas de topónimos ignotos y de fragmentos poéticos. Estas escenas bélicas fueron transmitidas oralmente y recogidas por los filólogos de los siglos VIII-IX o en las obras de ádab (recordemos que el andalusí Ibn ‘Abd Rabbih recoge esta colección de jábar en uno de los capítulos de su libro de ádab, Al-‘iqd).
Estas historias forman la base de la leyenda heroica de la literatura árabe, a la manera de la materia de Bretaña en las literaturas románicas.
La creación del jábar no acaba en época pre-islámica. El Islam incorpora a este acervo una serie de relatos referidos a los hechos y dichos de Mahoma y sus compañeros. Aunque de hecho esta serie de narraciones se llaman simplemente hadiz (relatos), el nombre toma un carácter técnico como «tradiciones islámicas» que forman parte de la «Sunna». Una agrupación de hadices sobre Mahoma crea la sīra o vida de Mahoma. Como pronto surgen multitud de hadices más o menos apócrifos se crea una ciencia del hadiz, que estudia sus autoridades y la cadena de transmisiones (isnād). Algunos de estos hadices tienen un carácter literario y poético. Uno de los más interesantes es el que glosa un versículo del Corán que habla de el mi‘rāī o viaje escatológico de Mahoma a los siete cielos y a los siete infiernos. Este hadiz traducido a las lenguas románicas con el nombre de Escala de Mahoma fue conocido por Dante y le sirvió de inspiración para la Divina Comedia, conexión que descubrió Miguel Asín Palacios y expuso en su discurso de entrada en la Real Academia Española en 1919.
Entre, los hechos de Mahoma, figuran una serie de acontecimientos militares de sus luchas, desde Medina, con los habitantes de la Meca. Estos relatos recibieron el nombre de magāzi y entraron también a formar parte de la leyenda heroica árabe. Fueron muy conocidos en al-Andalus y llegaron hasta los moriscos. Hay una serie de magāzi escritos en español con letras árabes, es decir por lo que se conoce como literatura aljamiada.251
—215→La conquista musulmana de las tierras situadas más allá de la Península Arábiga dio lugar a otro ciclo de la leyenda heroica árabe. Estos relatos son conocidos como futūāt (conquistas) y aunque, a veces, los historiadores han tomado estos relatos como auténtica historia, tiene numerosos elementos literarios.
El ciclo heroico árabe no se cierra con la conquista islámica de los siglos VII y VIII, sino que incorpora otros jábar de las diversas luchas de los musulmanes con sus enemigos, especialmente de las mantenidas entre abbasíes y bizantinos.
A esta abundante materia heroica arabigomusulmana se suman elementos épicos de la epopeya indoeuropea, singularmente de la persa, y da lugar a la creación de libros de caballería que giran sobre las hazañas de un héroe, tal como Antara, caballero pre-islámico, una tribu como los Banū Hilāl, un campeón de las luchas arabigobizantinas, como ‘Umar al-N‘umān, etc. Estas novelas de caballería reciben el nombre de sīra, como la biografía de Mahoma, hecha también con diversos jábar.
En al-Andalus debieron circular algunas novelas de estilo caballeresco, aunque seguramente sin los elementos de las luchas en torno de Bizancio. Posiblemente es andalusí una novela de caballería que Fernández y González tradujo al español en 1882 con el título Historia de Zeyad de Quinena y que es un auténtico libro de caballería, con elementos maravillosos, etc. Ya hemos mencionado la presencia de la leyenda heroica en la literatura aljamiada, donde se encuentra también una novelita de caballerías, El recontamiento de al-Miqdād y Al-Mayāsa.252
A pesar de esta abundante narrativa heroica, no hay ningún dato que nos permita suponer que tomase forma de poema, es decir, que hubiese una epopeya o épica árabe en su sentido literal: una poesía narrativa heroica. Volveremos sobre el tema en el caso de al-Andalus.
El relato de la conquista de al-Andalus tomó forma de futūāt o de leyenda heroica. El único problema es que se perdió el relato histórico —216→ auténtico de los acontecimientos y se ha utilizado con frecuencia las narraciones literarias como si fuesen auténtica historia. El relato de la conquista de Hispania por los musulmanes es una leyenda heroica en el que se dan todos los elementos del discurso épico.253
Así, la conquista es motivada por una transgresión, la de Rodrigo, rey de los godos, que conculca el derecho con dos actos que freudianamente son el mismo: la violación de Florinda la Calva, hija del conde don Julián, y la violación de la habitación cerrada de Toledo, cuya abertura estaba penada con mil desgracias. El héroe al que le correspondía restituir el derecho conculcado habría sido el conde Julián, pero nos encontramos con una nueva leyenda heroica arabigomusulmana, su figura se reduce a la de coadyudante: permite el paso de āriq, -personaje absolutamente legendario como ya señaló Joaquín Vallvé, incluso en su nombre, que significa el que abre camino-, que será el encargado de restituir el derecho. āriq tiene todas las notas del héroe épico: señales proféticas en el cuerpo, se le aparece en sueños Mahoma, como el arcángel al Cid, y vencerá con un número exiguo de soldados, con pocos árabes y muchos bereberes, es decir, mal entrenados y pertrechados. Así lo recoge el escritor andalusí Ibn Baškuwāl (1100-1182):
Ciertamente, fue āriq Ibn ‘Amr el que conquistó la Península de al-Andalus y la sometió. Por él se llama Ŷabal āriq [Gibraltar] al monte que hoy conocemos como Monte de la conquista, situado al sur de Algeciras. Viajó con su señor, después de la conquista, a Siria, y no se supo nada más de él. Tenía āriq tanta elocuencia que sobrepasa describirlo y sus conocimientos de gobierno le bastaban para gobernar al-Andalus o lo que conquistó de ella, hasta que llegó su señor Mūsā ibn Nuayr. āriq se instaló en el monte que lleva su nombre, el lunes del mes de rŷab del año 92, con doce mil hombres, que eran en su mayoría bereberes, pues no había sino unos pocos árabes. Cuando atravesó el estrecho vio en sueños al Profeta -¡Dios le bendiga y salve!- con sus Compañeros y Auxiliares, ceñidas las espadas y los arcos. Y le dijo el Enviado de Dios -¡Dios le bendiga y —217→ salve!-: «¡Oh āriq, adelante!» Y se vio a sí mismo y a sus compañeros que entraban los primeros en al-Andalus. Se despertó regocijado con su sueño, y dio albricias a sus compañeros y a sí mismo y no dudó de la victoria. Salió de Algeciras e irrumpió en su llanura con fuerte algara. Una anciana de Algeciras se acercó a él y le dijo: «El marido que yo tenía sabía de premoniciones y nos habló de un príncipe que entraría en nuestro país y se apoderaría de él; nos dijo que su figura sería corpulenta como la tuya y que tendría en su hombro izquierdo un lunar como señal. Si tú lo tienes, ciertamente serás él». āriq se despojó de su vestido y he aquí que tenía el lunar en el hombro izquierdo como había dicho la anciana. Y se regocijaron sus compañeros y él.254 |
āriq vence al numeroso y pertrechado ejército de Rodrigo, con lo que domina al-Andalus. La transgresión ha sido castigada por medio del héroe que representa a la comunidad.
En este relato de la conquista de al-Andalus posiblemente haya elementos autóctonos, pues la versión corresponde a los colaboracionistas hispano-visigodos de la conquista musulmana, enemigos de Rodrigo, al que hacen culpable de la pérdida de Hispania. Esta versión fue llevada a Castilla por un monje mozárabe, posible autor de la Crónica-pseudo-isidoriana, y produjo una abundante literatura épica castellana, el Ciclo de Rodrigo.
Pero la segunda parte de la leyenda heroica de āriq parece corresponder completamente a lo árabe. Es la Leyenda de la mesa de Salomón255. En ella el transgresor es Mūsā Ibn Nuayr -seguramente el auténtico conquistador de Hispania-, que pretende hacer creer que es el vencedor de Rodrigo y conquistador de la Península, por lo que quita todo el botín a āriq y le encarcela. En Damasco y ante el califa, āriq va a vencer a Mūsā, probando que es el auténtico conquistador de Hispania. Tras vencer a Rodrigo, se había dirigido a Toledo para apoderarse de la Mesa de Salomón que formaba parte del tesoro visigodo, símbolo del poder entre este pueblo y que era seguramente una auténtica mesa salomónica, mueble del tesoro del templo de Jerusalén -la mesa de los panes- saqueado por Tito y que había llegado al tesoro —218→ visigodo en un itinerario apasionante. Mūsā se había apoderado del mueble, pero āriq se había quedado con una pata. Cuando el califa preguntó qué había sido de ella, Mūsā no supo responder y āriq mostró la pata que había guardado, probando que era el auténtico conquistador de al-Andalus. Posiblemente esta leyenda heroica fue creada por los primeros conquistadores de al-Andalus que se sentían frustrados por la arrogancia del gobernador de Kairuán Mūsā Ibn Nuayr, que se había arrogado todo el mérito de la conquista, sin mencionar al primer ejército de musulmanes que envió como vanguardia.
Junto a estas leyendas heroicas de la conquista que casi podríamos llamar gestas, aunque no estén en verso, se desarrollaron en al-Andalus otros jábar heroicos sobre diversos temas bélicos: combates singulares, conquista de ciudades, etc. El nacimiento de una auténtica historiografía o historia científica, con fuentes, documentos, etc., dio al traste con este tipo de narraciones históricas.
Por influencia de los estudios sobre la épica de Menéndez Pidal, que consideraba que las leyendas heroicas reflejadas en las crónicas castellanas correspondían siempre a cantares de gesta, Julián Ribera y Tarragó apuntó la hipótesis de que posiblemente hubiese una épica andalusí.256 Si bien no es improbable, dada la existencia de las jarchas, que hubiese habido una épica en lengua románica en al-Andalus, obra de las gentes de esta cultura, aunque evidentemente no hay huellas textuales de la misma, parece difícil creer que éstas se encuentren en los poemas nemotécnicos llamados urŷūza, hipótesis que mantenía Ribera basándose en que dos literatos del siglo IX, al-Gazāl e Ibn ‘Alqama habían escrito este tipo de poemas, relatando la historia de al-Andalus.
Las urŷūza no son poemas narrativos: son poemas de metro raŷaz, el más fácil de la métrica árabe, en los que cada hemistiquio de cada verso rima entre sí, formando una especie de pareados, fáciles de recordar. Porque aunque este tipo de poemas no nació con este fin y convivió en los primeros siglos con la casida, se convirtió en un medio —219→ nemotécnico para aprenderse de memoria textos en prosa, ya fuesen históricos, literarios e incluso reglas de gramática.
Tras Ribera, algún documentadísimo trabajo ha vuelto a insistir sobre el carácter épico de las urŷūza,257 basándose en una historia con las batallas ganadas por ‘Abd al-Ramān III, obra del prolífico Ibn ‘Abd Rabbih. Esta urŷūza es sin duda de tema bélico por su tema y narrativa, pero no tiene en su haber ningún elemento épico. Incluimos aquí un fragmento de esta urŷūza que habla de la campaña de Muez o de Valdejunquera como prueba de la inexistencia de elementos épicos. Hemos intentado reproducir el efecto de la rima de la urŷūza utilizando pareados:
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En este poema, no hay ningún elemento épico como una transgresión previa y causante de la hazaña, un ejército vencedor a pesar de su inferioridad numérica, etc. La urŷūza se limita a relatar unos hechos militares simplemente.
No creemos, por tanto, en la existencia de una poesía épica en al-Andalus, como no la hay en la literatura árabe.
—221→
Aunque todos los jábar tienen un carácter historicista, no todos versan sobre la leyenda heroica. Ya hemos mencionado los hadiz cuyo tema es el Islam, tanto los hechos históricos de la vida de Mahoma y sus primeros seguidores como los dichos, doctrinas, opiniones, etc.
Hay ya desde época pre-islámica jábar que dan noticia de temas literarios como la ocasión y motivo por el que se compuso o recitó un poema, con elementos biográficos de los poetas, es decir, algo semejante a las «razón» que acompañan a la poesía de los trovadores. En estos jábar se incluyen numerosos cuentos folclóricos que los anónimos autores relacionan con el personaje biografiado porque corresponde a su personalidad, al tema del poema, etc.
Este tipo de jábar implica una creación literaria: sobre una historia o dato pre-existente se crea una situación adecuada o incluso se crea una historia adecuada, mientras sea verosímil, norte literario que no suele perder la narrativa árabe.
En la literatura de al-Andalus se encuentra con frecuencia, con ampliaciones literarias de posibles hechos históricos o biográficos. Un ejemplo podría ser el jábar novelado de la huida del emir ‘Abd al-Ramān I de los abbasíes que habían masacrado a su familia en Oriente. El relato se encuentra en una obra anónima que se titula precisamente Ajbār maŷmu‘a, es decir, Colección de jábar:
Esta estupenda aventura puede ser una muestra de la creación literaria de los jábar. Pero hay muchos más ejemplos. Así la anécdota de ‘Abbas ibn Firnās (siglo IX) en la cual se hace un traje de pájaro para intentar volar, se da un batacazo y atribuye su fracaso a no haberse puesto cola.259 La historieta es, sin ninguna duda, un cuento folclórico que se atribuye tardíamente -en el siglo XII- a ‘Abbas ibn Firnās por ser un personaje con fama de sabio e inventor. El ejemplo podría multiplicarse al infinito y así un personaje de tanta personalidad como el rey al-Mu‘tamid genera multitud de jábar literarios, cuya historicidad se basa en que corresponden a la personalidad histórica del rey de Sevilla. El amor que sintió hacia su esposa Rumaykiyya que es rigurosamente histórico, creó numerosas historias de este tipo, por ejemplo su encuentro con ella a orillas del Guadalquivir, cuando ella contesta un verso que el rey ha improvisado, cuando la escena y el poema corresponden a una anécdota histórica de los poetas Ibn Wabūn de Murcia e Ibn amdīs de Siracusa; los caprichos de Rumaykiyya por ver nieve, que lleva a al-Mu‘tamid a plantar almendros en el jardín o por pisar barro, por lo que al-Mu‘tamid llena una alberca de azúcar y perfumes, simuladores de adobe, historias que se encuentran en la literatura hispano-árabe y reproduce Don Juan Manuel en El Conde Lucanor.260
—224→De esta forma, podemos decir que el jábar constituiría un género literario propio de la literatura árabe, especialmente como procedimiento de creación literaria, y que habría que estudiar con detenimiento, porque, por decirlo de alguna manera, constituye una literatura dentro de la literatura.
El nómada de la Península Arábiga siempre tuvo interés por los lugares que recorría y ya entonces hablaba de las cosas extraordinarias, las maravillas que había visto en su camino: ruinas extrañas, espejismos, a los que daba una explicación mas o menos fabulosa, un jábar «maravilloso» que creará un género literario llamado aŷā’ib, es decir, «maravillas». Este gusto por el viaje y las maravillas acompañó al árabe en la conquista islámica que le permitió conocer unos mundos con los que siquiera había soñado, extraños edificios, obra siempre del arquitecto arquetípico, el Rey Salomón, animales desconocidos como la jirafa, etc.
La civilización arabigoislámica continuó con la dinámica viajera, en primer lugar porque una de las obligaciones del musulmán es acudir, si le es posible, de peregrinación a La Meca y esto, en la Edad Media, como en nuestros días, movilizaba a un buen número de personas desde todos los puntos cardinales del Islam. Un buen número de andalusíes iban hacia Oriente por este motivo y algunos describían su viaje con detalle, como el valenciano Ibn Ŷubayr (ni. 1217) en el siglo XII, que recientemente ha sido traducido al español261. Este relato de viaje se llamaba rila.
En segundo lugar, porque se desarrolló enormemente la ciencia de la geografía y hubo geógrafos que viajaron para poder describir las tierras que eran objeto de su estudio, a veces porque eran funcionarios de correos o espías.
Generalmente estos libros de viajes son muy científicos y resultan muy poco literarios, hasta que en el siglo IX surgen los libros de viajes —225→ especializados en hablar de maravillas, como la anónima Maravillas de la India, y que son, dentro de las rila, los que podemos considerar literarios.
Uno de los autores de maravillas es un andalusí, Abū āmid al-Garnāī (m. 1170). Sus a aŷā’ib son una colección de jábar, reelaborados como su versión de la Ciudad de Cobre, «maravilla» relacionada con la conquista de al-Andalus que aparece con frecuencia en los libros de geografía y viajes. En el relato de Abū āmid La Ciudad de Cobre continúa guardando su misterio, que es desvelado en la versión de Las mil y una noches, aunque añade el nuevo enigma de la estatua, las inscripciones y la presencia de las hormigas gigantes:
Relato de la Ciudad de Cobre construida por los genios para Salomón, hijo de David -sobre los dos la paz- en los desiertos de al-Andalus en el occidente extremo, no lejos del Mar de las Tinieblas. Lagat ibn Ziyād cuenta que [el califa] ‘Abd al-Malik escuchó contar el jábar de la Ciudad de Cobre que se encuentra en al-Andalus y escribió al gobernador del Magreb: «Yo me he enterado de la historia de la Ciudad de Cobre, construida por los genios para Salomón, hijo de David -sobre los dos la paz-; ve a verla y descríbeme las maravillas que veas por tus propios ojos. Respóndeme de prisa, si Dios quiere». Cuando el gobernador del Magreb recibió la carta de ‘Abd al-Malik, salió con un inmenso ejército, acompañado de adalidades capaces de conducirle a esta ciudad: fueron por un camino poco conocido hasta llegar a una tierra llana con mucha agua, fuentes, árboles, animales salvajes, pájaros y flores. La muralla de la Ciudad de Cobre aparecía como si hubiese sido hecha por la mano del hombre y estaban aterrados. Después el emir Mūsā ibn Nuayr dividió su ejercitó en dos partes e instaló cada una de la partes a un lado de la ciudad y envió un general a la cabeza de mil caballeros para que la rodease para ver si descubría una puerta y si veía a algún ser viviente; el general estuvo ausente seis días y el séptimo día volvió con sus hombres e informó que le había llevado seis días rodear la ciudad y no había encontrado a nadie. Mūsā ibn Nuayr preguntó entonces qué se podía hacer para saber qué había en el interior de la ciudad y los ingenieros le respondieron: «Ordena cavar sus bases y así quizás podrás entrar en su interior; cavaron las bases de la ciudad hasta que alcanzaron el nivel de las aguas. Los fundamentos de cobre estaban tan profundos que se vieron detenidos por las aguas; los ingenieros aconsejaron entonces: «Levanta, junto a una esquina de las torres de la ciudad, una construcción —226→ que nos permita dominarla». Así lo ordenó y se dedicaron a preparar las piedras, la argamasa y la cal viva; levantaron, en una de las esquinas de una de las torres, una construcción de una altura de trescientos codos, hasta el punto que no podían añadir una piedra más, ni argamasa ni cal viva. Pero aún faltaban más de doscientos codos para alcanzar el alto de la muralla. Mūsā ibn Nuayr ordenó entonces que usasen madera para añadir a la construcción de piedra. Y así llegaron a los ciento sesenta codos y fabricaron asimismo una gigantesca escalera que subieron por medio de cuerdas y apoyaron en lo alto del muro. Mūsā ibn Nuayr hizo venir a un heraldo que anunciase a sus hombres: «A quien suba a lo alto de la muralla, yo le daré su precio de sangre». Un valiente se adelantó y reclamó la recompensa que Mūsā ibn Nuayr le entregó. Tras tomarla, la dejó en depósito diciendo: «Si no muero, será mi salario, pero si muero que sea para mis herederos». Después trepó a lo alto de la muralla y cuando la dominó con su mirada, se echo a reír, a dar palmas y se tiró dentro, oyéndose un inmenso estruendo y voces terribles. Todos quedaron aterrados. Los gritos duraron tres días y tres noches; llamaron los hombres a su compañero, pero no obtuvieron respuesta; cuando perdieron toda esperanza, Mūsā hizo venir a otro heraldo para anunciar: «El emir dará mil dinares a quien trepe a lo alto de la muralla». Otro valiente se presentó, diciendo: «Yo treparé a lo alto». El emir ordenó que le diesen los mil dinares; los cogió e hizo lo mismo que su predecesor. El emir le dio el siguiente consejo: «No hagas lo que tu compañero; infórmanos de todo lo que veas y no bajes al interior, abandonando a tus compañeros», y se lo prometió. Pero cuando llegó a lo alto de la muralla, se echo a reír, a dar palmadas y se tiró dentro. Todo el ejército gritaba: «¡No hagas eso!». Pero no les escuchó y desapareció; escucharon una vez más el estruendo y los gritos terribles, todavía más fuertes que los primeros, hasta el punto de que temieron por sus vidas; los gritos duraron tres días y tres noches, sin cesar. Mūsā ibn Nuayr dijo entonces: «Si nos vamos de la ciudad sin saber nada de esta ciudad, ¿qué puedo escribirle al Príncipe de los creyentes?», y añadió: «Al que suba, le daré dos veces su precio de sangre». Un tercer hombre se ofreció voluntario, diciendo: «Cuando suba, me atáis por la cintura una cuerda fuerte que tendréis sujeta por el extremo. Si me tiro, impedídmelo». Así lo hicieron. El hombre trepó a lo alto de la muralla y una vez arriba, se echó a reír y se quiso tirar dentro; los hombres sujetaban la cuerda con fuerza, pero él tiró tanto que su cuerpo se partió en dos: la mitad inferior con las piernas cayó —227→ de un lado y la otra mitad cayó en el interior de la ciudad. El estruendo y las voces sonaron aún más fuerte. El emir renunció a saber más cosas de esta ciudad, diciendo que estaba habitada por genios que se apoderaban de los que querían entrar en ella. El emir Mūsā dio entonces la orden de partir. Cuando se habían alejado de la ciudad una parasanga, vieron unas lápidas de mármol blanco. Cada lápida tenía alrededor de veinte codos y sobre cada una estaban grabados nombres de reyes, profetas, faraones, cosroes y sátrapas, con consejos y advertencias y con la mención del Profeta Mahoma y su Comunidad, con el rango que ocupan cerca de Dios. Acompañaban a Mūsā sabios que sabían leer en todas las lenguas y transcribieron el contenido de estas lápidas. Al poco, vieron de lejos una estatua de cobre hacia la que se dirigieron y encontraron una figura humana que tenía en su mano otra placa de cobre en la que estaba grabado el siguiente texto: «No vayáis más lejos, volved sobre vuestros pasos, no entréis en esta tierra, porque moriréis». Mūsā dijo: «En esta tierra tan blanca, con tantos árboles, plantas y agua, ¿cómo es posible morir?», y ordenó a algunos de sus esclavos avanzar por aquel territorio; entonces unas hormigas gruesas como fieras cayeron de los árboles, hicieron pedazos a los hombres y se dirigieron hacia el ejército como una nube, aunque se detuvieron al llegar a la estatua, sin pasar de allí. Mūsā y sus hombres quedaron aterrados y se alejaron de la ciudad, en dirección a Oriente, hasta que vieron de nuevo muchos árboles»262. |
Otra interesante «maravilla» de Abū āmid es el jábar de otra ciudad legendaria, Iram de las columnas, mencionada en el Corán y aniquilada por la cólera divina por su soberbia. En el relato del granadino Abū āmid tiene el interés de ofrecer la visión arquetípica de la estética del urbanismo musulmán263.
A partir del siglo XII, las ambiciosas obras cosmológicas van desapareciendo -la última sería la del andalusí al-Idrīsī-, para dejar paso a los relatos de viajes privados, las rila, que terminan siendo unos dietarios de viajes de estudios donde los viajeros no describen los países que recorren sino hacen la lista de los sabios a los que visitan y con —228→ los que estudian, de forma que estas rila se convierten en una especie de curriculum vitae.
La excepción es el marroquí Ibn Baūta (m. 1377), viajero impenitente y lleno de curiosidad, que desde su nativa Tánger alcanza China y bien merece el título de Marco Polo de los árabes. El apasionante relato de sus viajes fue redactado bajo su dictado por el granadino Ibn Ŷuzayy (m. 1356), al que pertenecen las escasas muy pedantes notas eruditas.
Tenemos sin embargo un breve relato de un viaje andalusí de gran interés, en primer lugar porque lo realiza un mudéjar aragonés, Amad ibn Fat ibn Abī Rabī‘a, en segundo porque este relato, conjuntamente con una urŷūza, obra de un cautivo marroquí, en el que también se relata la peregrinación a Oriente, fue traducido al castellano en el siglo XVI, y tercero, porque el mudéjar aún nos relata las maravillas que ha visto264, por ejemplo las pirámides y los extraños animales africanos. Así dice la traducción española del XVI:
Después relata su peregrinación en La Meca, describiendo los lugares Santos, como era habitual en este tipo de relatos. Aún en época morisca, un peregrino morisco nos relata en español con letras árabes -en aljamiado- su peregrinación a La Meca, pasando también por Egipto. Son Las coplas del Alichante de Puey Monzón.
La civilización arabigomusulmana desarrolla una importante historiografía que adopta muy diversas formas: los ya mencionados jábar, los hadices, los anales y las crónicas, es decir, formas autóctonas e importadas de la historiografía de otros pueblos.
Uno de los géneros historiográficos más interesantes es el biográfico: las tabaqāt o repertorios bio-bibliográficos de los que podíamos llamar intelectuales -ulemas, alfaquíes, jueces, literatos, médicos- ordenados en primer lugar por generaciones y más tarde por orden alfabético, género que nació de la necesidad de conocer las autoridades que garantizaban los hadices o tradiciones musulmanas y que luego se —230→ extendieron a otras ramas del conocimiento. Estos repertorios, importantísimos como fuentes historiográficas, no son obras que puedan considerarse literarias ya que las biografías se parecen más a un curriculum vitae que a una biografía propiamente dicha.
La autobiografía, las memorias, son un género escaso en la civilización arabigomusulmana, aunque tenemos al menos importantes datos autobiográficos de Ibn azm o de Ibn al-‘Arabī, dispersos en sus obras. Hay, sin embargo, una obra de excepción, las «memorias» del emir ‘Abd Allāh, último rey zirí de Granada, que escribió éstas como autodefensa de su actuación, tras ser destronado por los almorávides, en su destierro africano. Estas memorias son un relato apasionante por reflejar su época y por la habilidad del rey zirí por justificarse. Aunque no fuese su objetivo, ‘Abd Allāh resulta un buen escritor. Han sido traducidas al castellano por Emilio García Gómez265.
Como en el caso de ‘Abd Allāh, el valor literario de los géneros historiográficos depende de la pluma que los escriba y la mayor parte de los historiadores de al-Andalus no buscan «hacer literatura», pero evidentemente hay excepciones. Una de ellas sería Ibn ayyān (987-1067), perteneciente a la generación de Ibn azm e Ibn Šuhayd y que no sólo es un magnífico escritor sino que refleja una ideología propia. Pero, tal vez, no haya que buscar al escritor Ibn ayyān en su magna obra de «edición» de las crónicas anteriores a él sobre la historia de al-Andalus, obra titulada Al-muqtabis266, en la que se limitó a introducir comentarios, al modo de lo que hoy serían notas a pie de página, sino en su obra Al-matīn, en que cuenta de forma directa los acontecimientos de su época, obra de la que sólo conservamos fragmentos. Como ejemplo reproducimos aquí su relato de la conspiración de un magnate cordobés contra al-Muaffar, hijo de Almanzor:
No tenía ‘Isā Ibn Sa‘īd timbres de gloria en su ascendencia, ni pertenecía a casa preeminente; sólo era árabe de origen, de un grupo que era conocido por los Banū-l-Ŷazīrī, de la cora de Priego; su padre era —231→ maestro; él entró en la administración palaciega y fue compañero de Muammad ibn Abī ‘Amir [Almanzor], durante su carrera en el reinado de al-akam II, y alcanzó una alta posición. Fue conocido por su feliz inteligencia y se cuentan muchas anécdotas sobre él. Tras la muerte de Almanzor Ibn Abī ‘Amir, durante el gobierno de su hijo ‘Abd al-Malik [Al-Muzaffar], ‘Isā se encontraba a sus anchas; había logrado hacerse, en la capital y en todas las provincias de al-Andalus, con fincas y casas en número incalculable. Entre lo que poseía él, sus hijos y sus hechuras, había conseguido tener parte en todas las administraciones del Estado y con todos los gobernadores, de forma que no se realizaba asunto sin su permiso, ni se llevaba a cabo cosa alguna sin su consejo, lo que, consecuentemente, le acarreó muchos enemigos. Pero puso su esfuerzo en guardarse de ellos y precaverse, y emparentó con los principales personajes del reino, casando a sus hijos e hijas; su grupo fue cada vez más importante, hasta que emparentó con el hijo de Almanzor que hemos mencionado, casando a su hijo, llamado Abū ‘Amir, con la hermana pequeña de ‘Abd al-Malik, hija de Almanzor. Se realizó el matrimonio en el año 396 [1005 ó 1006], con un gran banquete y, después de esto, los asuntos de ‘Isā llegaron al máximo de prosperidad y se acallaron las lenguas. Sucedió también, respecto a él, que ‘Abd al-Ramān ibn Abī ‘Āmir invitaba a su hermano ‘Abd al-Malik, al principio de su gobierno, a divertirse con él y con un grupo de amigos, poco recomendables, e ‘Isā se lo hizo ver a ‘Abd al-Malik, obligándole a apartarse de ‘Abd al-Ramān, lo que motivó el odio y los ataques de éste contra ‘Isā. Igualmente se ganó la enemistad de al-Dalfā, madre de ‘Abd al-Malik, al perjudicar a Jayāl, la madre del hijo de ‘Abd al-Malik, y favorita suya, y a la camarilla de ambas [suegra y nuera], a causa del matrimonio de ‘Abd al-Malik con la hija de un jardinero, liberto de ‘Isā. [La joven] se había educado con su familia y había aprendido a cantar maravillosamente; un día la vio ‘Abd al-Malik y se enamoró de ella; como era muy honesto, quiso casarse con ella, en contra de la opinión de su madre, y confió el asunto a ‘Isā, que le apoyó y le ayudó a realizarlo. Cuando ‘Abd al-Malik consumó el matrimonio con ella, su madre se llenó de rencor contra ‘Isā. Finalmente, fue acusado del grave asunto de incitar al príncipe [omeya] Abū Bakr Hišām ibn ‘Abd al-Ŷabbār Ibn al-Nāir a que se levantase contra ‘Abd al-Malik y tomase el poder. La razón es que ‘Isā no acudía a las reuniones báquicas de ‘Abd al-Malik más que en raras ocasiones o por invitación expresa, excusándose por razón de su excesiva debilidad por el vino, ausencia que aprovechaban sus enemigos —232→ para hablar mal de él, hasta el punto que consiguieron que ‘Abd al-Malik le tomase antipatía. ‘Isā percibió algo de esto, intuitivamente, le entró gran preocupación y organizó una conspiración para salvarse, traicionando a los amiríes, benefactores suyos e inclinándose hacia los omeyas, descontentos con el gobierno y así incitó al príncipe Abū Bakr Hišām, contra el califa Hišām II, hijo de al-akam, aprovechando su descontento por su ostracismo y así terminar con el gobierno de ‘Abd al-Malik. ‘Isā se había ocupado de los asuntos del príncipe con Almanzor y había conseguido que hiciera las paces. Y comenzó la conspiración, escribiéndole e entrevistándose con él en secreto, para comunicarle cómo se podía hacer con el poder, y que el ejército no estaba en desacuerdo con la conspiración; Hišām respondió favorablemente a lo que le decía y se formó un grupo de juramentados. Estaba a punto de llevarse a cabo el golpe y estaban preparados para atacar a ‘Abd al-Malik, cuando uno de ellos fue a Nadf, el gran fata, liberto de ‘Abd al-Malik, le reveló el asunto y éste se apresuró a comunicarselo a ‘Abd al-Malik, que se llenó de preocupación y sopesó el asunto, pues temía que fuese una calumnia levantada por los enemigos de ‘Isā, de manera que se lo comunicó al juez, encargado de las injusticias, Abū atm Ibn Dakwān, pero no se lo comentó a nadie más. Había un hombre, conocido como Ibn al-Qarī, por la gente del pueblo, que tenía contacto con el príncipe Abū Bakr Hišām, y contó que había visto a ‘Isā en uno de los jardines, hablando con Hišām, que decía: «Tengo miedo, porque el asunto es grave» y que ‘Isā había contestado: «¿A quién puedes temer? Yo tengo el poder en mis manos, el ejército me obedece y la gente está satisfecha con mi forma de actuar»; luego se habían separado e Ibn al-Qarī, se lo fue a contar al juez Ibn Dakwān, que, a su vez, se lo comunicó a ‘Abd al-Malik. Éste montó en cólera contra ‘Isā y se puso de acuerdo con su hermano ‘Abd al-Ramān y sus amigos sobre la forma de darle muerte; acordó dar una fiesta e invitar a muchos de los amigos de ‘Isā; la fiesta tendría lugar en un salón grande que daba al río el mes de rabīa primero del año 97 [noviembre de 1007]; invitaron a ‘Isā, que había dejado de beber un tiempo, a través de un grupo de invitados entre los que se encontraba Abū Haf ibn Burd, que relató así los hechos: «No habíamos terminado de formular la invitación, cuando la aceptó, pues el asunto era importante para él. Cuando llegó mostró una gran cordialidad y ‘Abd al-Malik le recibió personalmente y le hizo sentarse a su lado. Comenzó la fiesta, se sirvieron unas rondas y ‘Abd al-Malik le hizo reproches y le manifestó sus sospechas; ‘Isā —233→ se incomodó, pero intentó aguantar el mal trago, hasta que ‘Abd al-Malik alzó la voz, arrojó la copa y comenzó a insultarle y a acusarle; ‘Isā, sintiéndose mal, turbado por todas las miradas puestas en él, intentó disculparse y dar argumentos para borrar las sospechas que sobre él recaían, alegando que había una conjura para perderle y matarle, juntamente con ‘Abd al-Malik, que no le hacía caso, mientras crecían las voces y el tumulto. Finalmente cogió la espada que estaba a su lado y golpeó con ella a ‘Isā, que se levantó aterrado, pero el golpe le había alcanzado el rostro y cayó al suelo, donde ‘Abd al-Malik y sus compañeros continuaron acuchillándole hasta destrozarle, cortándole la cabeza, que dejaron a un lado. ‘Abd al-Malik ordenó también que mataran a dos amigos de ‘Isā, Ibn Jalīfa e Ibn Fat, que fueron destrozados con las espadas. Se produjo tal tumulto que uno de los extranjeros que estaban cerca de ‘Isā, aterrado, se arrojó al río, huyendo de la matanza, y se ahogó en la corriente». ‘Abd al-Malik ordenó colgar la cabeza de ‘Isā en lo alto de la puerta de az-Zāhira, y allí permaneció hasta que la ciudad fue tomada por Ibn ‘Abd al-Ŷabbār al-Mahdī, a la caída del gobierno amirí; se retiró ‘Abd al-Malik del salón, ordenando que lo arreglasen, pero no volvió a beber en él durante toda su vida. Asimismo ordenó a los criados de su confianza que fuesen a las casas de ‘Isā, sus amigos y administradores y confiscasen todo lo que hubiera; también encarceló a los hijos de ‘Isā en las mazmorras de az-Zāhira y obligó al que se había casado con su hermana a divorciarse de ella; la hija de Almanzor no volvió a casarse hasta la caída de su familia, y entonces su antiguo marido volvió a ella. La gente pensaba que las riquezas de ‘Isā eran numerosas como los granos de polvo, pero no se encontró nada, y se maravilló de esto; los hijos de ‘Isā, cuando salieron de la cárcel, no se repartieron sino miseria y hambre. La muerte de ‘Isā impresionó grandemente a la gente, por el poder que tenía, y fue una gran muchedumbre a ver su cabeza en az-Zāhira267. |
La narración de Ibn ayyān, seguramente histórica en su totalidad, es un magnífico relato literario. Aunque otros literatos fueron historiadores, Ibn al-Abbār, Ibn al-Jaīb, ninguno pudo superar esta fuerza narrativa.