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Lo que puede la aprehensión

Agustín Moreto



PERSONAJES
 

 
FENISA.
LAURA.
FEDERICO ESFORCIA.
EL DUQUE DE MILÁN.
LA DUQUESA DE PARMA.
CARLOS.
CAMILO,   criado.
COLMILLO,   criado, gracioso.
SILVIA,   criada.
UN CAPITÁN.
Damas.
Criados.
 

La escena es en Milán y sus inmediaciones.

 




ArribaAbajoJornada I

 

Jardín en el palacio del DUQUE.

 

Escena I

 

FENISA, LAURA; aquella con una vihuela en la mano.

 
FENISA
Toma, Laura, ese instrumento;
que el intentar divertirme
sólo sirve de afligirme;
mejor me está mi tormento:
que cuando de un mal cruel 5
defiende un pecho la ofensa,
mal lograda la defensa,
atormentan ella y él.
LAURA
Fenisa, señora mía,
¿qué pesar puedes temer, 10
que te llegue a entristecer
con tan pesada porfía?
¿Para tan grande rigor,
no dispensa en tu beldad
ni el estado ni la edad? 15
FENISA
No hay edad para el amor,
porque la voluntad es
la potencia que primero
usa el hombre, y más entero
usa el discurso después. 20
Y corno haya en tierna edad
voluntad, esta pasión,
cuando es poca la razón,
lleva más la voluntad.
LAURA
Si es del Duque ese cuidado, 25
¿por qué nunca esta afición
pasó en ti de inclinación?
FENISA
¡Ay afecto mal logrado!
LAURA
Pues, Señora, ¿tú conmigo
recatas ese rigor? 30
FENISA
Quiero tanto a mi dolor,
que no le parto contigo.
LAURA
Pues si de tus gustos antes
parte me dabas igual,
¿por qué la niegas del mal? 35
FENISA
Eso tienen los amantes,
y es una cosa bien rara
en que he hecho ponderación;
pues en cualquiera ocasión,
si tu atención lo repara, 40
verás que cuenta más bien
el que está herido de amor
la ventura y el favor
que la pena y el desdén;
y de acción tan desigual 45
buscar la causa he querido,
y en mi propria he conocido
que es efeto natural.
El favor, la suerte buena
ensanchan el corazón, 50
y con esta inflamación
de gusto el pecho se llena.
El que se halla satisfecho
de aquel bien que amor le aplica,
el gusto que comunica 55
es lo que sobra del pecho.
Y al contrario, una aflicción,
un dolor que el pecho inquieta,
tanto le oprime y le aprieta,
que se encoge el corazón, 60
viniéndole a restringir.
Por grande que sea un pesar,
deja en el alma lugar
a otro que pueda venir;
que esta interior galería 65
del alma, con sus lugares,
no la ocupan mil pesares,
y la llena una alegría.
Ésta es la causa en quien ama
de que uno guarde, otro arroje; 70
que el pesar él se recoge,
y el contento él se derrama.
LAURA
Pues si le quieres vencer
publica luego su llama;
que lo que no se derrama 75
es lo que tú has de verter.
FENISA
¿Tendrás secreto?
LAURA
¡Ay de mí!
¿Tal está el crédito mío?
FENISA
De tu silencio lo fío.
LAURA
Acaba pues.
FENISA
Oye.
LAURA
Di.
80
FENISA
Muriendo Francisco Esforcia,
Duque de Milán, su hijo
dejó en tutela a su hermano,
que es hoy mi padre y su tío.
Gobernando sus acciones 85
siempre mi padre ha vivido
en su palacio, y de suerte,
que el Duque nunca me ha visto;
porque como me crió
de una aldea en el retiro, 90
cuando me trajo a Milán,
que él me viese nunca quiso.
Fue siempre muy obediente
a su gobierno mi primo
mientras sus años no dieron 95
posesión a su albedrío;
pero entrando ya en la edad
de los juveniles bríos,
fue su elección desmintiendo
las obediencias de niño. 100
Conoció mi padre en él
un tan violento capricho
de genio voluntarioso,
que se arrastra de sí mismo.
(Que hay hombres que usan tan mal 105
de lo libre de su arbitrio,
que parece que en sus obras
fuerza, y no inclina, el destino.)
Para excusar su prudencia
los daños deste peligro. 110
tratar, por darle sosiego,
de su casamiento quiso;
que una de muchas virtudes
del matrimonio divino,
es que él sólo poner pudo 115
en las juventudes juicio.
Yo, sin ser vista del Duque,
le he visto en los ejercicios
de caballero, de donde
mi inclinación ha nacido. 120
Una de las gracias mías
es mi voz, en quien yo libro
de las fatigas del ocio
tal vez el descanso mío;
que en el ocio hay diferencia, 125
si es buscado o si es preciso:
que si es preciso, es trabajo;
y si es buscado, es alivio.
Cantando pues en las rejas
de aqueste jardín florido 130
varias veces, una de ellas
me escuchó acaso mi primo.
Arrebatóle mi acento
tanto, que desde allí vino
a repetir cada día 135
la ocasión, la hora y el sitio.
De mi acento enamorado,
solicitó su cariño
saber el dueño, y logró
fácilmente lo que quiso. 140
De esta noticia al deseo
de verme hay poco distrito;
mas cuanto él buscó ocasiones,
las recató mi desvío.
Nunca dél me dejé ver, 145
siendo él de mí tan bien visto.
Y aquí extraño en las mujeres
lo que en todas es estilo:
tan rara naturaleza
la nuestra es, que permitimos 150
los ojos al que nos mira
sin cuidado ni cariño,
y al que amante los desea
luego se los encubrimos,
aunque inclinadas estemos; 155
siendo así que era más digno
de verlos quien los desea;
porque parece delito
darlos cuando no es favor,
negarlos cuando es alivio. 160
Mas cuando el amor lo hace,
es niño y hace lo mismo
que él suele; pues si una cosa
tiene en las manos el niño,
y se la piden, la guarda, 165
avaro del beneficio;
y cuando no se la piden,
convida con ella él mismo.
Creció el oído a los ojos
cada día el apetito; 170
que no hay quien se envidie más
que un sentido a otro sentido.
Tanto se inflamó su pecho,
que tal vez llegó a mi oído
de su deseo amoroso 175
el tercero de un suspiro;
mas yo, cuanto él más amante,
más rebelde. ¡Qué dominio
tan lisonjero en nosotras
es ver los hombres rendidos! 180
No sé qué modo es el nuestro
de amar, que el amor le hizo
para lisonja y halago
del sugeto que es querido.
Y esto se prueba en los hombres, 185
pues cuando ellos están finos,
el dar gustos a su dama
son sus mayores alivios.
Mas al contrario, en nosotras
es el halago un castigo 190
cuando más enamoradas;
pues recatando el cariño,
se compone nuestro gusto
de arrastrarlos y afligirlos,
y resulta nuestra gloria 195
de estar viendo su martirio.
Mas mi retiro en mi amor
no llevaba este designio,
sino un temor de saber
la condición de mi primo, 200
y dudar si su deseo
era fineza o capricho,
y no querer exponerse
mi vanidad a un peligro.
Porque yo soy de opinión 205
que amor perfecto no ha habido,
sino engendrado del trato;
donde el sugeto se ha visto
con todas sus condiciones,
y hayan hecho los sentidos 210
una información bastante,
con que proponen que es digno
de amor a la voluntad,
y ella entonces, sin peligro
de hallar cosa que la fuerza, 215
se entrega por el aviso.
Y el amor que de esto nace
es el perfecto y el fino,
y el que sólo con la muerte
puede llegar al olvido. 220
Porque el que nace de ver
un sugeto tan divino,
que el albedrío arrebata,
nunca puede ser ni ha sido
más que inclinación violenta, 225
movida del apetito.
Y éste, si para lograrse
halla imposible el camino,
crece con tanta violencia,
que equivocan el oficio 230
del amor fino y perfeto,
sus ansias y sus suspiros;
mas no puede ser amor,
de que es evidente indicio
el que las más veces muere 235
en el logro del designio.
Y esto nace de dos causas:
una el haber aprehendido
perfección en el sugeto,
que no halló, y esto le hizo 240
parar a la voluntad;
que siguiera su camino
si hubieran hecho primero
su información los sentidos.
Otra, que apetito sólo 245
pudo ser, y este delirio,
en llegándose a lograr,
muere luego de sí mismo.
Con que, apetito y amor
y inclinación son distintos: 250
en que amor hecho del trato
dura a pesar de los siglos;
la inclinación tiene riesgo
de hallar falta que no ha visto;
y el apetito logrado 255
deja de ser apetito.
Yo pues, temiendo estos riesgos,
empeñé más mi retiro;
y porque yo en mi temor
obrase con más aviso, 260
determinó mi agudeza
dejarse ver de mi primo
de tal modo y en tal parte,
que no tuviese un indicio
de que era yo la que vía; 265
por ver si el efeto mismo
hacía mi rostro en sus ojos
que mi voz en sus oídos.
Vióme pues, pero de verme
resultó un desaire mío, 270
porque en mí no hizo reparo;
y aunque con los ojos fijos
me vio, fue tan sin cuidado
y pasó tan divertido,
que pienso que no llevó 275
memoria de haberme visto.
Quedé corrida y mortal.
Y el desaire que me hizo
trocara allí mi hermosura
a todo el riesgo temido. 280
No ha de examinarse un riesgo
por tan costoso camino,
que haber pueda en el examen
más daño que en el peligro.
Las damas con su hermosura 285
han de tener el estilo
que los hombres con la honra,
que probarla es desatino:
porque al hombre y a la dama
suele suceder lo mismo 290
que al que teniendo una espada
de estimación por su brío,
o satisfecho o dudoso
de su firmeza, la quiso
probar, y en la necia prueba 295
la espada pedazos hizo.
En la hermosura y la honra
puede haber el daño mismo,
y no se ha de examinar,
si una es barro y otra es vidrio; 300
que el examen puede hacer
como en la espada el peligro,
porque a veces el acero
suele quebrarse de fino.
De aquí creció en mi silencio 305
el recato y el retiro;
y en él discurriendo a veces,
quiso averiguar el juicio
por qué razón mi hermosura
no admiró al Duque, mi primo, 310
habiendo sido cuidado
de todos cuantos la han visto.
Y hallé que de natural
causa el efecto es preciso;
porque cualquiera a quien entra 315
el amor por el oído
hace aprehensión de querer
un sugeto que no ha visto,
y ver está deseando;
y con aqueste incentivo 320
a cualquier mujer que vea,
como no imagine él mismo
que es aquella la que piensa,
la tratará con desvío.
Con que, a ser yo más hermosa, 325
me hubiera allí sucedido
el descuido del desaire;
y a ser más fea, si indicio
tuviera de que era yo
la que le daba el motivo, 330
le arrebatara. Y según
le hubiese allí parecido,
o encendiera su deseo,
o apagara su apetito
con este discurso a solas 335
consolé el desaire mío;
y en este tiempo mi padre,
teniendo ya concluidos
los conciertos de sus bodas,
de que yo no tuve aviso, 340
las puso en ejecución,
firmadas ya de mi primo.
Por la duquesa de Parma,
Carlos, mi hermano, ha partido,
que es el dueño venturoso 345
del bien que lloro perdido;
porque lo que fue no más
que inclinación y cariño,
a vista ya de la envidia
de que otra te ha merecido, 350
si amor no ha podido ser,
se ha convertido en delirio,
en ansias y desconsuelos,
penas, congojas, suspiros
y aunque sé que en no arriesgarme 355
del Duque al libre capricho,
he andado como discreta,
tanto arrastra mi albedrío
la envidia de verle ajeno,
que sin poder resistirlo, 360
soy toda de mis pesares,
a pesar de mis avisos.
LAURA
Mucho me admiro, Señora,
de que pudiendo haber sido
tú duquesa de Milán, 365
declarando tu cariño,
lo hayas tenido secreto;
porque el Duque era preciso
que te amara si te viera,
y con habérselo dicho 370
a tu padre estaba hecho.
Mas a ti te ha sucedido
lo que a la novia de Olías,
que estándola su marido
diciendo que se acostara 375
toda la noche, no quiso.
Durmióse el pobre, cansado,
y cuando ella a querer vino
ni a voces ni a golpes pudo
despertar a su marido. 380
Mas tu padre.
FENISA
Disimula.


Escena II

 

FEDERICO. Dichas.

 
FEDERICO
¡Oh Fenisa!
FENISA
Padre mío,
¿qué mandas?
FEDERICO
Que te recojas
al instante a tu retiro,
porque el Duque, como suele, 385
a divertirse a este sitio
viene agora.
FENISA
Pues, Señor,
¿por qué causa de mi primo
me recatas?
FEDERICO
Es, Fenisa,
fue pues él nunca te ha visto, 390
como yo a ti te he criado
de la aldea en el retiro,
y cuando a Milán te truje
tenía ya a mi sobrino
casado con la Duquesa 395
de Parma, yo no he querido
que hasta que venga su esposa
te vea, por el peligro
de su condición violenta.
FENISA
Si ése es, Señor, el motivo, 400
sea respuesta a tu preceto
mi obediencia.

 (Aparte a LAURA.) 

Ven conmigo.
Laura; que a oírme cantar
viene el Duque.
LAURA
¿Aún no has perdido
la esperanza?
FENISA
No lo sé.
405
LAURA
Pues si cantas en vacío,
mira que aunque des más voces,
no despertará el marido.
 

(Vase con FENISA.)

 


Escena III

 

El DUQUE, CAMILO. FEDERICO.

 
DUQUE
Yo he de morir desta pena.
CAMILO

 (Aparte al DUQUE.) 

Advierte que Federico 410
te escucha.
DUQUE
Ya yo lo veo,
mas no puedo más, Camilo.
FEDERICO
Señor, de vuestra tristeza
el dolor es sólo mío,
aunque vuestro el accidente; 415
pues si por ella es preciso
detener a la Duquesa,
estando ya en el camino,
la causa que le hemos dado
de que aún no está prevenido 420
el aparato a su entrada,
que de su grandeza es digno,
pasa ya mucho del plazo.
DUQUE
Pues ¿hay más que diferirlo
con causas más aparentes? 425

 (Aparte a CAMILO.)  

¡Qué cansado está mi tío
con apresurar mis bodas,
cuando yo, a mi amor rendido,
temiendo en ellas mi muerte,
dilatarlas solicito! 430
CAMILO

 (Aparte.) 

Según da priesa a la boda,
él parece el novio.
FEDERICO
Arbitrios
le pido yo a vuestra alteza,
porque cuantos yo imagino
tienen gran riesgo.
DUQUE
¿Qué riesgo?
435
FEDERICO
Pensar ella que esto ha sido
tibieza en vos.
DUQUE
¿Qué es tibieza?
FEDERICO
Venir un ángel divino
a ser vuestro, y dilatarlo.
DUQUE
Muriendo yo en mi martirio, 440
¿no es mi vida lo primero?
FEDERICO
Si, Señor, mas no es ser fino.
DUQUE
¡Ay tal apretar de boda!
CAMILO

 (Aparte al DUQUE.) 

Según usa del oficio,
el viejo parece vieja. 445
FEDERICO
Señor, yo lo solicito
por vuestro mismo decoro.
DUQUE
Dejadme ya, Federico,
y haced lo que vos quisiereis;
que yo no sé de mí mismo. 450
FEDERICO
Ya me voy.

 (Aparte. 

¡Válgame el cielo!
Mil veces me he arrepentido
de tratar el casamiento;
que temo que mi sobrino,
por su condición, nos lleve 455
a todos a un precipicio.)

 (Vase.)  



Escena IV

 

El DUQUE, CAMILO; luego, FENISA, dentro.

 
CAMILO
Ya se fue.
DUQUE
Eso deseaba;
que, como vengo a este sitio
a oír el hermoso acento
que idolatran mis oídos, 460
me daba muerte su estorbo.
CAMILO
En ti, Señor, fue delito
acetar el casamiento,
estando como te miro.
DUQUE
No pensé que a esto llegara 465
cuando le firmé, Camilo.
CAMILO
Pues ¿por qué no te declaras
en este amor con tu tío?
DUQUE
Porque, como de mis bodas
el empeño suyo ha sido, 470
no me ha de dar a mi prima,
y temo luego el peligro
de que si yo me declaro,
me la quite del oído.
CAMILO
Pues ¿para qué está en la historia 475
el ejemplo de Tarquino?
Torna tú la posesión,
que es ternura de marido,
y luego pleitear puedes
la propiedad.
DUQUE
No he podido
480
verla ni hablarla jamás,
por no dar algún indicio.
Mas tente, que el instrumento
suena, y ésta la hora ha sido
que otros días cantar suele. 485
CAMILO
Ya tosió, que es el indicio.
FENISA

 (Canta dentro.) 

Por su perdida esperanza
perlas lloraba la niña,
si perlas vierte, no es sólo
su esperanza la perdida. 490
CAMILO
Cierto que canta que rabia.
DUQUE
¿Qué dices?
CAMILO
Que sabe digo,
que rabia.
DUQUE
¡Hay más dulce acento
para un alma! ¡Hay más hechizo!
CAMILO
Señor, ¿sabes tú si es fea? 495
DUQUE
Aunque yo no la haya visto,
ya he sabido que es hermosa;
mas quien tal voz ha tenido,
¿qué puede ser sino no ángel?
CAMILO
No digas eso, por Cristo; 500
que he oido yo voces del cielo,
y luego en su cara he visto
una boca de lamprea
en un rostro salpullido,
con unos ojos de perro 505
y unas narices de cito.
DUQUE
Oye, que vuelve a cantar.
CAMILO
Que alce la voz un poquito.
FENISA

 (Canta dentro.) 

Sus pesares solamente
a su silencio los fía, 510
por no arriesgar con la queja
las vanidades de linda.
DUQUE
Esto es crecer el deseo;
¿qué dices desto, Camilo?
CAMILO
Lo que canta es en latín. 515
DUQUE
Afectos de amor divinos.
CAMILO
Pues para mí eso está en griego.
DUQUE
Yo he de procurar mi alivio.
viven los cielos sagrados,
que ha de ser el dueño mío 520
mi prima, aunque la corona
de Milán ponga en peligro.


Escena V

 

COLMILLO. Dichos.

 
COLMILLO
Dame, Señor, tus plantas,
si aquí a nuevos favores me adelantas.
DUQUE
Colmillo, ¿qué hay? Tú seas bien venido; 525
¿qué novedad agora te ha traído?
COLMILLO
Albricias me has de dar primeramente.
DUQUE
Yo te las doy.
COLMILLO
Parezcan de presente.
DUQUE
¿No lo fías de mí?
COLMILLO
Soy escribano,
y el contrato hizo nulo Domiciano 530
en no pudiendo dar fe de la entrega.
DUQUE
Acaba, di lo que hay.
COLMILLO
Tu esposa llega.
DUQUE
¡Cielos! ¿Qué escucho? Ya mi mal desprecio.
CAMILO
Manda rapar de albricias a este necio.
DUQUE
Pues, ¿cómo ha sido?
COLMILLO
La atención te tomo,
535
si el cómo saber quieres.
CAMILO
Y es buen cómo.
COLMILLO
Estaba la Duquesa, mi señora,
detenida en Pavía, que ya llora,
porque faltan sus luces; que es, no ignores
como ponerse el sol para las flores. 540
Viendo alargarse tanto su venida,
y estando de tu amor también herida,
una mañana amaneció tan bella,
que una estrella a su lado, ¿qué es estrella?
La luna, ni aun la luna en su azul velo, 545
ni los rayos del sol, ni todo el cielo
como ella puede ser, pues si quisiera
competir todo el cielo, le venciera;
porque la luna ya se ve en su frente,
en sus ojos el sol resplandeciente, 550
estrellas en las luces que desata,
en su tez el zafir tocado en plata.
Y si en esto está igual la competencia,
porque el cielo se rinda a su obediencia,
en el cabello de oro que desgaja, 555
le lleva vara y media de ventaja.
Y demás de todo esto, tiene un mayo,
que va sirviendo luego de lacayo,
con rosas, azucenas y claveles.
Y tal son de crueles, 560
que viendo sus dos hojas carmesíes,
al labio han puesto pleito los rubíes;
pero si tú, Señor, su boca hueles,
la sentencia darás a los claveles.
Llamó a mi amo pues esta mañana, 565
y bañado su rostro en nieve y grana,
le dijo: «Este retiro
más causa tiene, Carlos;» y un suspiro
tan ardiente arrojó, que nos quemara
con él allí si luego no llorara; 570
mas el fuego en la boca, a sus enojos,
apagó luego el agua de sus ojos.
Pues ¡qué llanto, qué lágrimas tan bellas!
¿Tal vez no has visto al sol llorar estrellas,
y caer en el suelo poco a poco? 575
No lo habrás visto, pero yo tampoco.
Pues mira tú, si el sol estrellas llora,
¿qué podía llorar tan bella Aurora?
Lágrimas eran, pero ciertamente
que las pudo vender por aguardiente. 580
Vergonzosa de ver que la miraban,
tal vez cerrando el párpado, quedaban
del aljófar los granos desatados,
en las negras pestañas ensartados:
otras cogiendo el hilo hacia su labio, 585
entrándose por él, yo imaginaba
que bebía otra vez lo que lloraba;
mas reparé que con primor más sabio,
viendo en ella dos kilos transparentes
se las cuajó la boca para dientes. 590
Ella en efeto dijo: «Yo resuelvo
ir a ver a mi esposo; luego vuelvo.»
Barajóla mi amo la parada;
porque, si no, en carrera desatada,
la vieras al instante 595
entrar conmigo aquí de caminante;
que, como es uso ya de la belleza,
con sus alforjas viene en la cabeza.
No pudiendo mi amo contrastarla,
fue forzoso venir a acompañarla; 600
mas esto mi señor podrá contallo,
que porque él viene, yo a tus plantas callo.
DUQUE
¡Vive el cielo, Camilo,
que toda el alma en mi pende de un hilo!
CAMILO
Pues, Señor, ¿qué has de hacer?
DUQUE
Desesperarme;
605
si no es con quien adoro no casarme.


Escena VI

 

CARLOS. Dichos.

 
CARLOS
Dame, Señor, tu mano.
DUQUE
Carlos, ¿qué es esto?
CARLOS
Dichas que yo gano.
De Colmillo, Señor, habrás sabido
que de secreto viene la Duquesa. 610
En tal resolución perdón te pido
de lo que el permitirlo me interesa;
porque, después de haberlo resistido,
ella sola, que de esto más me pesa,
venir quiso a saber personalmente 615
causa de dilación, tan impaciente.
Bien puedes tú juzgar lo que yo haría
para desvanecer tan ciego intento;
mas, como era de fuego, más ardía,
porque para apagarle era yo viento. 620
Resuelta una mujer que desconfía,
un rayo, Señor, es menos violento.
Ella, en fin, sin que yo lo permitiera,
quiso venirte a ver a la ligera.
En un caballo sube, que figura 625
era de un cisne, el cual burlando enojos
juego hacia la dócil travesura,
mintiendo a la inquietud libres antojos;
cuello de cisne el cielo a su hermosura
dio, la nieve a la piel, fuego a los ojos; 630
porque en ella nadase, al labio espuma;
y a las plantas pasó toda la pluma.
Trotando, a la destreza y al decoro
iba ayudando su inquietud traviesa.
No tuvo aljaba Amor ni flechas de oro 635
hasta que vio a caballo la Duquesa;
y el bruto, como cierto del tesoro,
que en su espalda no oprime lo que pesa,
por instantes los brazos arqueaba
para tirar la flecha que llevaba. 640
No va el sol los caballos azotando
desde el luciente carro en que los guía,
de tanta luz los montes coronando,
como ella el campo de esplendor vestía.
Tal vez la blanca mano enarbolando 645
la vaga rienda al aire, parecía
que del cuello del bruto en que la engasta,
la sacaba teñida.
DUQUE
Carlos, basta.

 (Vase.)  

CAMILO
Bien ha quedado.

 (Vase.)  



Escena VII

 

CARLOS, COLMILLO.

 
CARLOS
¿Qué extrañeza es esta?
COLMILLO
No dirás que no es breve la respuesta. 650
CARLOS
¡Válgame el cielo! ¿Qué les esto?
COLMILLO
Estas, Señor, son albricias.
CARLOS
El Duque, cuando pensé
que agradeciese la dicha
de ver tan presto a su esposa, 655
pues le convida ella misma
con lo que él desear pudo,
¿no me responde? ¿qué enigma
puede ser esta, Colmillo?
COLMILLO
Pues ¿la causa no está vista? 660
CARLOS
Y ¿cuál es?
COLMILLO
Pues ¿eso dudas?
Lo primero aquí hay malicia.
El Duque se va enojado
de que tú ahora le digas
que viene su esposa ya; 665
y a esto con ceño y con ira
¿no te ha respondido?
CARLOS
Y pues
¿qué causa en esto imaginas?
COLMILLO
Eso sólo no sé yo;
Que lo demás cosa es vista. 670
CARLOS

 (Aparte.) 

¿Qué es esto?¡Válgame el cielo!
Desde que la luz divIna
de la Duquesa miré,
quedé sin alma y sin vida;
y esta pasión condenando 675
(que aunque es del alma, no es mía)
tan contra mi corazón
están mis leales iras,
que por sacármele he estado,
y hacerle luego ceniza. 680
¿Si yo acaso arrebatado
de este poder que me inclina,
le di a entender con los ojos
la llama que dentro ardía?
¿Si la alabé con afecto 685
de amante? ¿Si mi desdicha
lo publicó? ¿Si yo dije?...
¿Si él lo entendió?... ¿Si sería?...
Mas ¿qué ha de ser? ¿Qué discurro?
¿Mi inclinación resistida 690
no basta para tormento,
sin que otras dudas me aflijan?
¡Qué propio es en un delito
(que encubre un alma al que mira)
pensar que es cristal su pecho 695
y por él se le registra!
COLMILLO
Tate, Señor, ya di en ello:
al Duque le enojaría
tu venida de repente,
y él quiso hacer una ida 700
de ese modo, porque fuesen
de repente ida y venida.
CARLOS
Pues ¿por qué no respondió?
COLMILLO
Eso es fácil.
CARLOS
¿Qué imaginas?
COLMILLO
Que no quiso responderte. 705
CARLOS
¡Ay tal necio!
COLMILLO
Tú tenías
traza de alabar dos años
a la Duquesa de linda,
y estaba ya reventando.


Escena VIII

 

CAMILO, con un papel. Dichos.

 
CAMILO
Carlos, el Duque te envía 710
este papel.
CARLOS
Y ¿qué manda?
CAMILO
Eso sus letras lo digan.

 (Entrega el papel a CARLOS y se va.)  

CARLOS

 (Lee.) 

«Primo, con la disculpa que os pareciere más decente, volveréis a la Duquesa donde estaba, hasta que con mejor disposición se le pueda dar a entender que estoy casado. A señor que no pide consejo, obedecer es respuesta.»

Colmillo, ¿no oyes aquesto?
COLMILLO
Eso ya yo lo sabía.
CARLOS
¿Qué dices?
COLMILLO
Pues ¿no está claro?
715
¿Era el Duque doncellita
para estarse sin casar
mientras su mujer venía?
CARLOS
¿Casado el Duque? ¿Qué es esto?
Dos cosas bien exquisitas 720
me suceden: mi esperanza,
sin poder yo resistirla,
ha abierto puerta en mi pecho;
mi temor tiembla la vista
de la Duquesa. ¿Qué causa, 725
qué razón, cierta o fingida,
dar podré yo a la Duquesa?
¿Qué la diré que no diga
su desaire? ¿Qué cautela
encubrirá esta malicia? 730
COLMILLO
Dila que al Duque le están
acabando unas camisas
de boda, y que no es razón
que sin ellas la reciba.
CARLOS
Calla.
COLMILLO
Pues dila que el Duque,
735
como supo que venía,
le pareció cosa nueva,
y manda volverla aprisa;
que él no quiere a las mujeres
nuevas, sino algo traídas. 740
CARLOS
Déjame, que estoy sin mí.
COLMILLO
Pues, Señor, rompe las cinchas,
y echa la silla en el suelo.
CARLOS
¿Qué dices?
COLMILLO
Que aquí se mira
una boca sazonada. 745
Que la novia peregrina
es el ave, que está ya
tierna, asada y prevenida
con su limón y pimienta;
si tú tienes hambre, tira, 750
y cómete aquesta polla;
que si no, serás gallina.
CARLOS
¡Jesús, y qué desatino!
¿Es posible que eso digas?
COLMILLO
Pues ¿se ha de verter el prebe? 755
Por Dios, que si no te aplicas
con hambre y a mesa puesta
a comer, no tienes tripas.
CARLOS
No digas tal desatino.
Cielos, ¿qué baré en tal desdicha? 760


Escena IX

 

FEDERICO. CARLOS, COLMILLO.

 
FEDERICO
Carlos, hijo, ¿qué es aquesto?
Pues ¿a qué fue tu venida?
CARLOS
De secreto la Duquesa,
Señor, a Milán venía,
y adelantándome yo 765
a ganar estas albricias,
me da el Duque esta respuesta.

 (Dale el papel.) 

FEDERICO
Muestra a ver.
COLMILLO

 (Aparte.) 

¡Qué brava riza
hará el papel en el viejo!
Ya las dos cejas estira, 770
ya le da por el costado.
FEDERICO
¡Jesús!
COLMILLO

 (Aparte.) 

Topó la costilla.
FEDERICO
¡Casado el Duque! ¿Qué es esto?
Carlos, Carlos, ¿él te envía
este papel?
CARLOS
Sí, Señor.
775
FEDERICO
¡Válganme los cielos!
COLMILLO

 (Aparte.) 

Chispas.
FEDERICO
Bien temió mi corazón
resolución tan indigna;
¡Casado el Duque! ¿con quién?
¡Cielos, perderá la vida! 780
COLMILLO
Señor, será a media carta.
FEDERICO
Calla tú, nada me digas;
que estoy que pierdo el sentido.
Cuando mi sobrino envía
a Parma por su duquesa, 785
cuando sus conciertos linna,
cuando mi valor empeña
en casos de tanta estima,
¿A tal Señora desprecia,
su poder desautoriza, 790
todo su decoro ultraja,
mi valor desacredita;
pierdo yo, por ser su tío,
lo que me ha dado aun la envidia?
¿No hay de Federico Esforcia 795
más glorias en bronce escritas,
que tiene lenguas la fama,
que el sol luces desafía?
¡Viven los cielos sagrados,
que aunque me cueste la vida, 800
Milán la ha de ver duquesa;
o sobre tal tiranía
han de ver Milán y el mundo
la más sangrienta desdicha!
Carlos, yo estoy sin sentido; 805
vete luego, parte aprisa
y detén a la Duquesa,
y nada de esto le digas,
sino templa su cuidado;
que no es cosa tan indigna 810
para sus oídos. ¿Cómo...
¡Aun pensarlo el juicio quita!
Vete luego a detenerla,
y vuélvase hoy a Pavia,
mientras yo voy con el Duque 815
a prevenir su venida,
¿Jesús, Jesús, estoy loco!
CARLOS
Señor, lo que intentas mira;
porque el Duque está casado,
y a más empeño caminas. 820
FEDERICO
¿Qué es lo que dices, muchacho?
Aqueso es cosa de risa.
CARLOS
No, Señor.
FEDERICO
¿Qué hablas, rapaz?
CARLOS
Que está casado imagina,
y es cierto.
FEDERICO
¿El Duque casado?
825
COLMILLO
Como yo con mi camisa.
FEDERICO
¿Qué decís? ¡Válgame Dios,
qué cruel empeño sería!
¿Que esto ha hecho este mozuelo
sin seso que le corrija? 830
¿A tal locura se atreve?
¡Dejadme, que voy sin vida!
CARLOS
¿Dónde vas?
FEDERICO
¿Eso preguntas?
A huir de la luz del día,
a que no me vean los hombres, 835
a que ni aun con sus cenizas
deje memoria quien pasa
tan afrentosa ignominia;
a sepultarme en mí mismo.
¡Válgame Dios, qué desdicha! 840
CARLOS
Señor, oye.
FEDERICO
¿Qué me quieres?
CARLOS
Y ¿qué la he de decir?
FEDERICO
Dila
que el Duque quiere... Mas no:
que yo... ¿que sé yo que digas?
Lo que quisieres; que yo 845
no sé de mí. Parte aprisa.
CARLOS
Voy, Señor.
FEDERICO
Mas oye, Carlos.
CARLOS
¿Qué mandas?
FEDERICO
Si es que se irrita
con tu voz...
CARLOS
¿Qué he de hacer?
FEDERICO
Nada.
Ya no sé lo que quería 850
ni lo que puedo querer.
Vete de aquí, anda, camina.

 (Vase.)  

COLMILLO
¿Veslo, Señor? Eso mismo
te he dicho yo que la digas.
CARLOS
Vén, Colmillo; que yo llevo 855
mi esperanza muerta y viva.
COLMILLO
Pues él no come la dama,
sóplasela tú, marica.
 

(Vanse.)

 


Escena X

 

Sala de una quinta próxima a Milán, con vistas al campo.

 
 

La DUQUESA y SILVIA, de camino.

 
DUQUESA
Silvia, mucho Cartos tarda.
SILVIA
Te lo parece, Señora. 860
DUQUESA
Eso tiene quien aguarda,
y es duda que me acobarda,
si él no tarda mucho ahora.
SILVIA
Si ponen de aquí a Milán
tres millas, aun no ha tardado. 865
DUQUESA
Mis pensamientos están
que unos vienen y otros van
de mi amoroso cuidado.
SILVIA
De estar muy enamorada
das indicios.
DUQUESA
Has presumido
870
lo cierto, mas no me agrada;
porque estar desconfiada,
principio de amor ha sido.
Un amor que suele ser
tibio y de poca esperanza, 875
porque aun no ha llegado a arder,
su fuego suele encender
con una desconfianza;
porque si es desconfiar
temor de no ser querida, 880
quien esto llega a dudar,
ya se ve obligada a amar
por el temor combatida.
Desde que a pisar entré
el estado de Milán, 885
en mi detención hallé
las dudas, que con mi fe
creciendo iguales están;
y aunque he dicho fe, no sé
si en mi pecho el nombre muda; 890
fe al amor llamar se ve,
pero no puede ser fe
la que crece con la duda.
Gente parece que viene,
si no engaña mi atención. 895
SILVIA
De Carlos la traza tiene.
DUQUESA
Mi alegría lo previene.
Bien dices, Silvia, ellos son.


Escena XI

 

CARLOS, COLMILLO. Dichas.

 
CARLOS

 (Aparte a COLMILLO.) 

Temblando llego, Colmillo.
COLMILLO
Pesla tu alma, no tiembles; 900
coge coyuntura y corta.
CARLOS
Que tus pies, Señora, bese
me permite.
DUQUESA
Ya los brazos
mi deseo te previenen.
CARLOS
Señora...
DUQUESA
Carlos, ¿qué traes?
905
Triste parece que vienes.
¿Qué color es esa, Carlos?
COLMILLO
Viene con un accidente,
que no es cosa de sustancia.
DUQUESA
¿Qué ha sido?
COLMILLO
Ha comido leche,
910
y habló después con un hombre
que era vinagre muy fuerte,
y eso es lo que le ha hecho mal.
DUQUESA
¿Qué dices? Pues ¿qué hombre es ese?
COLMILLO
Era el Duque.
CARLOS
Calla, loco.
915
DUQUESA
Carlos, ¿qué es esto que tienes?
CARLOS
Señora, venir sin gusto
a tu presencia; volverme,
no a que vayas a Milán
sino a que vuelvas.
DUQUESA
Detente.
920
Si me he de volver, no quiero
saber la causa, no llegue
a ser de suerte el desaire,
que no pueda aunque lo intente.
Las mujeres como yo 925
no se tratan de esta suerte;
mas ¿qué importa el ser tan grandes
si nos basta el ser mujeres?
De quien las pierde el respeto,
basta el saber que se atreve; 930
que no van a ganar nada
en saber lo que las pierden.
Con ignorar el agravio
mi pecho dél se defiende,
porque pongo mi noticia 935
de parte dél en saberle.
Vamos, Carlos, y hasta Parma
nada de esto me reveles;
que no me habrá hecho el agravio,
si le sé, cuando me vengue. 940
CARLOS
Señora, tú has presumido
un caso muy indecente
y fuera de lo que pasa.
COLMILLO
¿Qué es fuera? El diablo me lleve
si no dio de medio a medio 945
en ello.
CARLOS
Villano, tente.
COLMILLO
Si está apuntando su alteza
y acierta el tiro, ¿qué quieres?
CARLOS
Lo que hay, Señora, es que el Duque
está enfermo, y su acciden te 950
es penoso, y no ha querido
que desairado le vieses,
y hasta que esté bueno, ordena
que en tu retiro le esperes.
DUQUESA
Pues ¿qué tiene?
COLMILLO
Como ahora
955
tanto las calores crecen,
le aprietan los sabañones.
DUQUESA
Y ¿es ese su mal?
COLMILLO
No es ese,
sino los remedios que hace.
DUQUESA
Si ese es el inconveniente, 960
aunque lo mande mi esposo,
no quiero yo obedecerle,
porque ya es deuda irle a ver.
CARLOS
No, Señora, no lo intentes;
que él me manda que te vuelvas. 965
DUQUESA
Bien claramente se infiere
que es su voluntad la enferma.
Carlos, si el achaque es ese,
yo no le he de hacer remedio;
que sé que decirse suele 970
que el remedio enferma más
en aquestos accidentes.
COLMILLO

 (Aparte a CARLOS.) 

Da una puntada, que ahora
se ha descosido el ribete.
CARLOS
Señora, esa no es la causa. 975
DUQUESA
Pues ¿cuál, Carlos, serlo puede?
CARLOS
El no haber visto, Señora,
el sol que en vos resplandece,
esas divinas estrellas
que influyen benignamente, 980
ese esplendor celestial;
que si él acaso le viese,
como quien de haberle visto
tiene el alma, que enmudece,
al mirar que en vos, sin mi... 985

  (Aparte. 

No sé; atrevime y turbéme.)
DUQUESA
¿Qué decís, Carlos?
COLMILLO
Señora,
quiere decir que el que viene
contigo sabe tu lengua;
que quien la sabe la entiende, 990
y él quiere entenderte bien;
digo, si tú lo quisieses,
dado caso.

  (Aparte a CARLOS.) 

¿Ahora te turbas,
simplonazo? Dale y déle.
DUQUESA

 (Aparte. 

Ya de dos cosas infiero 995
mi desprecio: una el tenerme
el Duque en tanto retiro;
otra el ver que este se atreve
a declararme el amor,
que he sabido que me tiene; 1000
porque aunque es primo del Duque,
es vasallo finalmente,
y al vestido de su dueño
nunca el criado se atreve
hasta que ha llegado ya 1005
a saber que no le quiere.
¿Tan mal le está al Duque Parma?
¡Qué buena ocasión me ofrece
de castigarle, y premiar
este cariño la suerte! 1010
Porque sin que mi albedrío
pueda estorbarlo, me debe
Carlos una inclinación,
que es sólo en lo que no tiene
jurisdición el decoro; 1015
y si, como aquí se infiere,
llego a averiguar que el Duque
por desprecio me detiene,
le he hacer duque de Parma,
para que dello me vengue.) 1020
Carlos, yo he de ver al Duque.
CARLOS
Pues ¿cómo, Señora, puedes?
DUQUESA
Yo he de ver quien me desprecia.
Esto mi pecho resuelve;
mira tú cómo ha de ser. 1025
CARLOS
Imposible me parece.
DUQUESA
¿No vives tú en su palacio,
y allí a tu padre no tienes
y a tu hermana?
CARLOS
Sí, señora.
DUQUESA
Pues ¿qué dudas o qué temes, 1030
si en tu cuarto, disfrazada,
puedo yo estar hasta verle,
por criada de tu hermana,
que él no puede conocerme?
CARLOS
Es verdad; pero, Señora... 1035
DUQUESA
Esto ha de ser.
CARLOS
Pero advierte...
DUQUESA
Vamos, Carlos.
CARLOS
Que si el Duque...
DUQUESA
No repliques.
CARLOS
Lo supiese...
DUQUESA
¿Qué te puede hacer?
CARLOS
Culparme.
DUQUESA
Ven, acaba.
CARLOS
Esto lo debe...
1040
DUQUESA
¿Quién lo debe?
CARLOS
Mi atención.
DUQUESA
Carlos, Carlos, necio eres;
ven conmigo, y no repliques
a mi gusto neciamente;
que un galán no ha de decir 1045
nunca a una dama «que teme»;
y puede ser que te importe
que a ver al Duque me lleves.
 

(Vase con SILVIA.)

 


Escena XII

 

CARLOS, COLMILLO.

 
CARLOS
¿Qué dices, Colmillo?
COLMILLO
Arroga.
CARLOS
¿Qué haré?
COLMILLO
¿Qué? Ir el penitente
1050
donde va el disciplinante.
CARLOS
Si tanta mi dicha fuese,
que me casase con ella.
COLMILLO
¡Jesús! Gran mal fuera ese.
CARLOS
Pues ¿qué he de hacer yo?
COLMILLO
Paciencia,
1055
y llevarlo buenamente;
que no se ha de ahorcar un hombre
por las cosas que suceden.



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