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Imagen de santo

Página 41

Las inscripciones arábigas del siglo X en adelante, de las que   —41→     —42→   solo citaremos la que trae Conde30; las monedas de Toledo y Valencia de aquel tiempo, que trae Codera31 y varios códices que podríamos citar, nos proporcionan formas muy semejantes á las del letrero de San Bartolomé. Solo ponemos como muestra de la letra de las inscripciones el siguiente retazo, cuya traducción dice: (Abde) rrahman amir almumini:

Imagen

Su transcripción es: Transcripción

Pero aún vamos á reproducir, para mayor convencimiento, la cabecera ó título de un códice aljamiado del siglo XVI de la biblioteca de D. Pablo Gil de Zaragoza32, con su transcripción arábiga ordinaria y traducción:

Inscripción árabe

Transcripción

Fatiha-l-ol-qnitabi, ó sea, La (sura ó capítulo) que abre (ó comienza) el libro: título de la primera sura del Corán que allí se transcribe y traduce en aljamía.

En nuestro reino tenemos una muestra de los letreros que acostumbraban poner los artistas mudejares. Está tomada, la que reproducimos, del artesonado de la casa del Obispo en Sagunto. Véase la diferencia que hay de estas letras, vivas en el trazado de   —43→   aquel salón, y las de San Bartolomé, donde solo queda el dibujo y las letras resultan muertas:

Friso

El reconocimiento para Allah y el reino de Allah, dicen las letras arábigas, repitiendo muchas veces esta misma fórmula por todo el friso alrededor del salón.




9.

Cuando Beuter escribió su historia, consignó una noticia33, que desde entonces ha sido repetida por todos los naturales y extranjeros que han tratado de los mozárabes valencianos, hasta Llorente en su Valencia34 y Eguílaz en su Glosario. No podía Sales dejar de tratar de ella y ponderarla á su sabor. Aseguran todos estos autores, tomándolo del primero, que en Valencia se llamaron Rebatines ó Rabatines á los cristianos que vivían entre los moros durante su dominación, los cuales, dicen, que habitaban un barrio inmediato á San Bartolomé, el cual desde esta iglesia llegaba hasta el muro viejo que formaba la puerta de Valldigna. Además de los dichos salen fiadores de este aserto Escolano y Diago.

Lo primero que se ocurre decir es lo raro é insólito de este nombre, pues en ninguna ciudad de España se dió á los mozárabes este calificativo. Estudiemos, pues, su significado. Eguílaz,   —44→   en su Glosario etimológico, nos dice que la palabra rabatines la encontró en Müller, y que este hace referencia á Beuter. Le parece de la misma raíz que rabastieno, «soldado de caballería al servicio de los sultanes de Túnez. De Palabra árabe rabadí, habitante del arrabal, adjetivo formado de Palabra árabe rabad, arrabal.» Y cita el siguiente pasaje de Gonzalo de Illescas en su Jornada de Carlos V á Túnez: «Muleases volvió luego, porque aún no había pasado á los huertos donde posan los rabastienos, que son ciertos caballeros cristianos que viven en su ley y hacen guarda de la persona del rey de Túnez por antigua costumbre.»

No opinan todos los arabistas como el Sr. Eguílaz. Hay quien cree que no se puede dar la misma etimología á los rabatines de Valencia, que á los rabastienos de Túnez. Rebatí, ó, como luego veremos, rabatí, puede derivarse de Palabra árabe, rábida ó rápita, que Pedro de Alcalá traduce por ermita y Raimundo Martín heremitorium, aludiendo á los lugares de oración que los moros tenían fuera de las poblaciones: esta palabra se registra repetidamente en el Libro de Habices.

En el del Repartimiento suena una Rápita cerca de Valencia35, la cual fué concedida á D. Sancho Sánchez de Lóriz con estas palabras: «turrim sive rapitam sitam juxta mare et Guadalaviar et dicitur Rapita orationis, cum VIII. jo sibi contiguis.» Esta donación fué hecha el 1.º de Agosto de 1238, durante el sitio; y antes de terminar el mes, á 18, se hace á Pedro Capdebóu la concesión de una villa junto á la rápita menor, situada cerca del mar, y al mismo tiempo se le dan unas casas en Ruzafa, que debemos suponer no estarían lejos de dicha villa. No existiendo entonces más que un puente de madera, á lo que parece, frente al portal ahora llamado de la Trinidad, es de creer que esta rápida estuviera á la derecha del río, cerca del punto en que D. Jaime quiso se construyera un puente en las inmediaciones de la Villanueva del Grao.

Pero ¿qué era una Rabat? Se llamaban así muchas fortalezas   —45→   (castillos ó torres) situadas en las fronteras de los territorios cristianos, ó en las costas marítimas, que también se podían reputar fronteras. Allí se juntaban fanáticos moros, decididos defensores del Islam, los cuales, á semejanza de nuestros caballeros de las órdenes militares, rezaban y peleaban. Monasterio de Rápita hubo en el cual llegó á estar prohibida la entrada de las mujeres36. Al que existió en Denia, junto al mar, le llaman algunos documentos Oratori moresch, ó sea lo que la donación antes citada apellida rapita orationis en el Grao de Valencia.

La existencia de una rápida menor nos prueba la de otra rápida mayor, que no sabemos dónde estaba, aunque no podía ser lejos. Estas fortalezas necesitaban hombres para su servicio permanente, y acaso cerca de ellas vivirían moros juramentados, para acudir en su auxilio al primer aviso. Las habitaciones de los rabatines debían, por consiguiente, estar precisamente en la parte más cercana á la rabat, y justamente el barrio inmediato á San Bartolomé era en la ciudad el más lejano á la fortaleza indicada. El dicho de Beuter, que los supone allí, carece de fundamento, pues no lo apoya en datos ni razón alguna. Oyó decir que en tiempo de moros había unos hombres religiosos llamados rabatines, y los colocó, como cristianos, cerca de San Bartolomé, donde él creía que estuvo su iglesia; como si no pudiera haber hombres religiosos á su manera en todas las religiones. El dicho de Beuter, trescientos años posterior á la conquista, no es bastante. Ya que él no nos da razón del mismo, vamos á buscarla en un libro contemporáneo á D. Jaime I.

En el Repartimiento de Valencia, encontramos dos donaciones, que arrojan alguna luz, y textualmente dice así la primera37: «P(etrus) Gonçalveç Dosso miles: II. d(omos) de Abdela Abinhudeyl, in vico de Rabatin et VI jo. Roçafa: X Kal. Octobris (1238).» La segunda38: «Sancius Ferrandi F. Lupi:d(omus) de Aly Ambonel in vico de Rabati et IV jo. in Petroaher Fauquia. XIII Kal. madii   —46→   (1239).» Tenemos, pues, aquí, la calle de Rabatines. Veamos ahora su situación.

En el libro De domibus Valentie39 no aparece el vicus Rabatin, pero si el vicus hominum de Rapida varias veces, y una de ellas escrito Rrapida. Empieza el libro por la distribución de las casas, desde la puerta de la Boatella y las casas (II. domos) de Abdalla Abindail, que se dan á G. Pérez de Sarasa, y la de Ali Ambanel, armero, que es para Fortún Sancho40. Sigue después el catastro hacia la mezquita de Chepolella y la calle de la Rápita, resultando el vicus Rabatin en la calle del Mar. Que si los datos para asegurar ésto son pocos, bastan para convencernos de que su situación estaba lejos de San Bartolomé. Tanto el nombre de Rabatin, como el de homeres de Rapita, no cabe duda de que son anteriores á la conquista, por constar los primeros en donaciones de fecha anterior á ella, y el último en una de 19 de Diciembre de 1238, cuando el padrón de las casas no empezó hasta el 9 de Abril del año siguiente41.

La aplicación de estos, que parecen diferentes nombres, a una misma calle, nos da perfectamente la etimología del adjetivo rabatines, que antes hemos insinuado. Si de Palabra árabe rábita, se forma Palabra árabe rabati, el genitivo del plural será Palabra árabe sonando rabitín. Está, pues, muy bien dicho cucach rabati, lo que después suena vicus hominum de Rapida. El nominativo hubiera acabado en Palabra árabe; pero el genitivo del plural en Palabra árabe, que pronunciado á lo vulgar es rabatin y rabatím, llamando á aquella la calle ó barrio de los ar-rabatin, ó sea de los rabaties, como se transcribe en el Repartimiento42: in vico de Rrapida.



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10.

Continuando el Dr. Sales su ímproba tarea de adjudicará San Bartolomé la iglesia mozárabe de Valencia, asegura formalmente, que la basílica del Santo Sepulcro fué concedida á los Monges Basilios y convertida en Monasterio de su instituto. Esto lo infiere de deducciones que parecen ingeniosas, pero que merecieron tremendo varapalo de un Padre Maestro dominico, Fr. Jacinto Segura, en su Disertación histórica publicada en Valencia en 1151. En trabajo bien escrito y de mucho fondo, lo mismo que otra disertación del mismo, también contra Sales, que quiso intentar el probar que Santo Domingo de Guzmán estudió en Valencia Artes y Teología en tiempo de los moros, suponiendo una especie de universidad junto á la iglesia de San Bartolomé, adonde vendría el fundador de los Predicadores en busca de ciencia cristiana.

A estos absurdos, añade Sales todo cuanto se pueda suponer mozárabe, para adjudicarlo á su iglesia del Santo Sepulcro, ó sea San Bartolomé. Así es, que si San Juan de Mata estuvo en Valencia, no visitaba otra iglesia más que la del Santo Sepulcro. A ella acudía á celebrar San Pedro Nolasco las veces que vino á redimir cautivos, y San Pedro Pascual ha de ser hijo espiritual de la misma, porque nació en Valencia durante la dominación de los moros, y no pararíamos de impugnar, pues Sales es insaciable de títulos de nobleza para su iglesia, aunque se contenta, á la verdad, con papeles mojados. Resulta de todo esto, que la tradición constante de que nos hablan él y todos los cronistas, es una bola de nieve formada sobre los falsos datos de Beuter en el siglo XVI.

En el supuesto de Sales, tendríamos el siguiente absurdo. Antes de la reconquista, dominando los moros, existía en Valencia una sola iglesia para los cristianos: esta se llamaba del Santo Sepulcro (así lo quiere Sales), erigida en tiempo de Constantino el Grande: fué gobernada desde 370 por monjes Basilios, que continuaron en ella y perpetuaron el culto cristiano durante la   —48→   época mahometana, sin que jamás fuera profanada, lo que costaba á los monjes grandes sumas: en ella fueron sepultados San Vicente Mártir (no se extrañe esto, pues habla el Dr. Sales), San Juan de Perusa y San Pedro de Saxoferrato: fué madre espiritual de San Pedro Pascual, que con el tiempo fué canónigo de la misma; ennoblecida además por las celestiales visiones que allí tuvieron San Juan de Mata y San Pedro Nolasco; en fin, tan venerada, que los fieles todos de España, cuando iban en peregrinación á Jerusalem, pasaban primero á visitar este Santo Sepulcro. Este es el anverso de la medalla que nos presenta Sales. Hé aquí el reverso.

Apenas entran en Valencia los cristianos, cuando la veneranda iglesia del Santo Sepulcro se convierte, no en Catedral, como le correspondía, sino en una de las parroquiales, y no la primera: se le cambia el nombre (en el supuesto que hubiera tenido otro) y se le llama desde entonces de San Bartolomé: desaparecen los monjes Basilios y se ponen allí (es histórico) hermanos de la Orden del Santo Sepulcro, sin que esto sea obstáculo al cambio de nombre. ¿Habrá quien pueda suponer que, á haber existido, ignoraría el rey D. Jaime todo esto y que, en pago de los seculares servicios de los monjes Basilios, entregase su iglesia á los de otra orden? Este absurdo, esta contradicción no puede suponerse; jamás existió.

El templo de San Bartolomé era una de tantas mezquitas como se convirtieron en iglesias. No se le cambió el nombre; se le dió el que usa, cuando no tenía ninguno. Los hermanos del Santo Sepulcro establecieron en la iglesia de San Bartolomé, que se les encargó, una capilla al titular de su orden, y desde entonces suena el Santo Sepulcro en Valencia, antes nunca. Ni podía ser otra cosa.

Los cristianos en Toledo, en Córdoba y en todas las demás ciudades importantes en que permanecieron, vivían regularmente en barrios separados de los moros, que como señores residían dentro de los muros. Suponer otra política en los moros sería un contrasentido, pues sabían éstos que no convenía abrigar la culebra en el pecho. Los cristianos, á su vez, han hecho lo mismo. Que se me señale una población donde hayan vivido promiscuamente.   —49→   En este reino teníamos á Valencia, Játiva, Gandía, Alcira, Murviedro, etc., que hacían vivir fuera de los muros, en morerías, á los sarracenos, á fin de que pudieran estar seguros de un golpe de mano y más libres del contagio religioso y moral.

Consecuentes los moros con esta política, permitieron á los cristianos que tuvieran una iglesia en las afueras, en San Vicente de la Roqueta, y que junto á ella edificaran su barrio y vivieran. Y celebre sería este sitio, cuando el rey conquistador, antes de acercarse á Valencia, ya lo concede al monasterio de San Victorián.

Sucedió ésto á los pocos días de haber hecho el segundo tratado con Ceid-Abu-Ceid. Al nombrar á Valencia en el diploma tantas veces citado, exclama ¡laudabilem civitatem! como el león que apenas divisa la presa se apercibe á echarse sobre ella. Sabía de sobra lo que el santo mártir Vicente significaba para Valencia y la importancia de aquel santuario. A su intercesión atribuyó la conquista de ciudad y reino, y su fe consta en un diploma suyo43 con estas expresivas palabras: «Fides nostra talis est, quod Dominus Jesus Christus, ad preces specialiter Beati Vincentii nobis Civitatem et totum Regnum Valentiae subjugavit et eripuit de posse et manibus Paganorum.» Por eso concedió don Jaime I tantas rentas, honores y privilegios á San Vicente de la Roqueta, pues sabía que fué la iglesia de los mozárabes valencianos durante los siglos de la dominación musulmana.





Madrid 12 de Diciembre de 1890.



 
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