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Maestro, escuela y patria

(Notas pedagógicas)

Joaquín Costa

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I

Proyecto de reforma en la enseñanza de la Agricultura(1)

(Balbuceos)

Año 1864:

     § 1.º Todos los hombres de este siglo se esmeran y ponen su principal conato en aumentar el esplendor de las Artes con descubrimientos o invenciones prodigiosas; invenciones que les granjearán la estima y admiración de los siglos futuros y que hubieran sido atribuidas a magia por los ignorantes. Pero a cambio de tantos adelantos, se observa que, por desgracia, se van olvidando del arte por excelencia, de la Agricultura, sin la que las primeras no pueden subsistir. Aun los encargados del Gobierno de España, a quienes tanto interesa que esté floreciente la riqueza agrícola y ganadera del reino, y siendo éstas como son susceptibles de muchas mejoras, echan en olvido y aun casi miran con indiferencia a esa clase que se llama «labradores», clase que da hombres robustos y sufridos que defienden el Estado, que producen o hacen producir frutos y carne que le alimentan, animales y maderas que le ayudan y fomentan su comercio.

     Quizá algunos de los que lean estas líneas querrán decirme que estoy en un error, que delire, al exponer que el Gobierno se olvida del nobilísimo y antiguo al par que despreciado arte; dirán que hay exposiciones de Agricultura, que hay también alguna que otra academia, que en todas las escuelas se enseña este arte, que se premian los libros que lo tratan, etc., etc. Todo esto es verdad, pero no basta; es tan poco, que resulta lo mismo que si no se hiciera cosa alguna, y esto se podría demostrar con muchas razones que no expondré por no ser prolijo. Por tanto, el Gobierno debería hacer un esfuerzo para que la Agricultura tome el grado de prosperidad y ocupe el puesto que le corresponde y de que es susceptible en clima tan vario y tan benéfico como el de España.

     Para elevar la Agricultura al grado de esplendor que merece, y con el que la España podría llegar a ser la potencia más poderosa de Europa, hay un solo medio, sencillísimo por cierto, y que ocasionaría pocos gastos al Erario público, aunque para esto sea necesario el transcurso de algunos años. Y para quienes pongan en duda cuanto digo respecto de que un reino puede ser poderoso teniendo floreciente la Agricultura, que digan nada tiene que ver La Agricultura con el poder de una nación, les responderé únicamente con aquella antiquísima cuan verdadera máxima de «que sin el auxilio de la Agricultura no puede prosperar ni engrandecerse una nación».

     Volviendo a nuestro asunto, diré, que el medio que voy a proponer es el único, en mi sentir, por lo sencillo, que podría implantarse, mediante el cual al cabo de algunos años España no tendría que envidiar las fértiles riberas del río Nilo, ni las fecundas tierras del Nuevo mundo.

     § 2.º Agotamiento del suelo. -Así como un animal cualquiera pronto se debilita con el trabajo si no se alimenta convenientemente, de la misma manera la tierra llega a agotar sus jugos nutricios con sucesivas producciones. Advertimos esto, aunque ya lo saben aquellos labradores que al tiempo de la siembra arrojan a la tierra sus semillas diciendo: «No he podido recoger suficiente estiércol»; luego, al recoger en verano sus enanas mieses, se queja, de su hacienda, diciendo: «Esta tierra no me ha devuelto ni la semilla.» ¡Pues, qué!, ¿acaso sacarás de ella años y años productos, sin darla tu jamás un poco de sustento? Sería pueril esperarlo. Para que la tierra siga generosa sustentándonos, es necesario ayudar a la naturaleza artificialmente, devolviéndola en forma de abonos lo que ella nos da periódicamente en forma de cosechas. A los labradores que digan que no pueden reunir suficientes abonos para fertilizar sus tierras, diremos que se equivocan. Son muchos, mejor diré, innumerables, los medios de recoger estos principios nutritivos, y lo logrará con el trabajo y el ingenio. Es necesario que discurra, que se esfuerce en proporcionarse grandes cantidades de abonos, pues de lo contrario jamás llegará a prosperar y sobresalir en su arte. Aquí de la conveniencia del cultivo de los prados como medio, el más positivo, de obtener los abonos directos de la atmósfera e indirectos de la ganadería.

     Sin prados no hay abundantes pastos, no hay buenos animales, sin éstos no hay buena labor, sin buena labor no hay buen cultivo, sin cultivo esmerado no hay agricultura y sin agricultura floreciente no puede prosperar una nación; luego sin prados no puede fácilmente prosperar un país. Y no hay que extrañarse de la idea que hemos tenido de llevar a la cátedra de matemáticas como un ejemplo de sorites. Ahora comprendo que, aunque algo exagerado decía una gran verdad y comunicaba terrible sentencia a los agricultores indolentes y descuidados que creen poder cultivar debidamente grandes terrenos con bestias alimentadas tan sólo con cebada y paja. ¡Error perjudicial que debe desterrarse! Lástima da ver lo que sucede en la generalidad. Un labrador posee un gran trozo de terreno, y por cultivarlo todo de trigo, patatas, etc., no quiere destinar una parte para prado. Pues, ¡obcecado!, ¿no conoces que la hierba te producirá tanto o más que cualquier otra planta? Y, en efecto, nutriendo los animales con diversidad de alimentos se crían más robustos, más libres de enfermedades, y, por consiguiente, más lejanos de la vejez. Las vacas dan mejores carnes y leche; lo mismo ocurre con las cabras y ovejas que no mueren de hambre y que al salir del invierno están gordas, no como en la actualidad sucede, que si nieva o llueve pasan días sin comer por falta de hierbas acopiadas. Es preciso desengañarse y desterrar errores que tan grandes perjuicios causan. Quien no tenga para prados, cuatro, siembre dos, y el que no disponga de terrenos de regadío siembre de secano, que para esto conocemos las plantas que necesitan mucha humedad y las que necesitan poca. El que tal consejo siga, éste prosperará.

     Si la cría de animales domésticos es lucrativa y en cierto modo indispensable al labrador, no lo es menos por ambos conceptos la cría de la abeja. Todo español debía poseer cierto número de colmenas, ya que exigen pocos cuidados y alimentos. Si se atiende bien a la organización social de estos laboriosos insectos, hallamos que pueden darnos, y nos dan, dos productos tales y con tan poco gasto, que con algún pequeño sacrificio de nuestra parte podríamos pronto enriquecernos. En primavera no necesitan se les proporcione alimentos, y cuando se precisa en el invierno, basta con las frutas secas que durante el verano no pudimos consumir. Y si a esto añadimos que librándolos de sus enemigos y colocados convenientemente en guaridas resguardadas de vientos y hielos, no tenemos más trabajo que el de disminuirles su producto.

     Como se ve, si es conveniente en las casas de labor la existencia de tales colmenares, por su aspecto económico, no debían faltar en las casas de los párrocos, así como junto a las escuelas públicas, en los pueblos, donde el maestro, a parte de las lecciones que podría explicar a los niños, encontraría base de ingreso.

     Las costumbres de las abejas son admirables y en extremo instructivas. Hállanse en las colmenas tres clases de abejas: la reina, sin aguijón y mayor en tamaño que las obreras, que son las abejas propiamente dichas, y además, los zánganos, indefensos, y que forman la hez de esta bien organizada república.

     § 3.º Barbechos. -Muy diferentes son las opiniones de nuestros agrónomos y de los escasos escritores de Agricultura sobre la necesidad o la inutilidad de los barbechos. Unos dicen y no dicen mal, dado el estado actual de la Agricultura-, que luego que la tierra ha producido, es necesario proporcionarla descanso un cierto tiempo durante el cual recobre de la atmósfera los jugos que perdió en su producción. Otros, por el contrario, dicen que hay plantas reparadoras que en lugar de esquilmar el suelo lo dejan abonado, que donde se crió una planta quedaron substancias nutritivas que no la convenía, y que serían exquisito regalo para otra que se criaría lozana en aquel lugar sin necesidad de barbecho; dicen también que se devuelve a la tierra sus jugos perdidos mediante repetidas labores y de abonos, por lo que no habrá necesidad de perder la mitad del terreno todos los años. Tal es la teoría de la alternativa de cosechas. Disentimos de una y otra opinión, y vamos a razonar.

     La alternativa o rotación de cosechas, que tan despacio va introduciéndose en la agricultura moderna, vence los obstáculos y decide la cuestión perfectamente. Luego de recolectada una planta, dése a la tierra sus respectivas labores y siémbrese otra planta de nutrición contraria a la que se precisó para la primera, y así podrá decirse con propiedad que se cogen dos cosechas. Por lo expuesto se deduce las grandes ventajas que el labrador puede conseguir con este sistema de rotación o alternativa de cosechas, cuya práctica no nos cansaremos jamás de elogiar y aconsejar a los labradores.

     De aquí la gran conveniencia de que el Gobierno se decidiera pronto a la promulgación de una ley. que impusiera la enseñanza de la Agricultura en las escuelas, cuyas bases fueran en esencia las siguientes:

Capítulo primero

     Artículo 1.º En todas las escuelas elementales de primera enseñanza y superiores, en las villas crecidas y particularmente en las ciudades, se destinará una cátedra particular o Academia para enseñar la agricultura, que se dará a conocer a todos por medio de buenos libros, a viva voz y con la práctica.

     Art. 2.º Se procurará tener, aunque se ocasionen algunos gastos, agua abundante, y de ese modo cada Academia poseerá un gran trozo de terreno, que estará, si ser puede, contiguo a aquélla.

     Art. 3.º Todos los días se enseñará una hora (o el tiempo que se señale), explicando la lección más adecuada a las circunstancias y a la estación, y concluida que sea aquélla pasará el maestro con sus alumnos al huerto, donde les enseñará con la práctica lo que les acaba de explicar verbigracia: Un día a fines de invierno se ha tratado sobre los injertos: después de la lección, explicación y teoría de éstos, se pasa a ejecutarlos. teniéndolos ya preparados con tal objeto para este día. De esta manera se fijan las lecciones en la memoria de los alumnos, de tal modo, que no se les olvidan jamás, al paso que cobran amor a este necesario arte al que tanto horror y desprecio tienen todos comúnmente.

     Art. 4.º Cada Academia tendrá un pequeño gabinete de Historia Natural, en donde se enseñarán sus principios en Botánica y Zoología, y aun algo de Mineralogía y Geología, para el conocimiento de las tierras.

     Art. 5.º En el huerto y junto a la Academia se destinará una pieza, preparándola en estufa, para cultivar plantas exóticas, como ananas, naranjos, etc., etc., enseñando a los alumnos el método que se sigue en su cultivo.

     Art. 6.º Junto a la Academia, poseerá ésta una casa o habitación, donde se criarán a la vista, y aun con la ayuda de los alumnos, gallinas, perdices, pavos , palomas, conejos, gusanos de seda, abejas; en una palabra, de todos los animales que sean útiles al labrador. Se incubarán artificialmente los huevos de gallinas, perdices, etcétera, por los mejores sistemas que se conozcan.

     Art. 7.º Si hay proporción de agua corriente, se construirá un estanque en que se criarán peces de todas clases y aun se fecundarán e incubarán artificialmente sus huevecillos, teniendo para este objeto los aparatos convenientes.

     Art. 8.º Se criarán también aves acuáticas en el estanque, y sanguijuelas en criaderos naturales o artificiales, por ser este el ramo más lucrativo en la crianza de animales domésticos. El libro que ha compuesto D. Antonio Blasco Fernández, titulado Ensayo de Zoología agrícola y forestal, serviría con ventaja para el objeto de este artículo y de los dos anteriores.

     Art. 9.º Se tendrá toda clase de árboles frutales y de selva, y se cultivarán todos aquellos de que se pueda disponer, enseñando a los alumnos el modo de sembrarlos, plantarlos, injertarlos, cuidarlos, etc., etc., plantando en terrenos de la Academia, si los tuviere, los necesarios, cuando se hallen en este estado y vendiendo los restantes a los habitantes de la población.

     Art. 10.º Vendiendo los productos que se extraigan, sufragarán los gastos que se ocasionaren. Estos productos se venderán por mitad de su valor a los discípulos en la cantidad necesaria, para su casa.

     Art. 11º. Se comprarán los instrumentos que se inventen, reconocidos como útiles para el labrador, y se tendrán a la vista de todos como modelo ensayándolos y usándolo s a presencia de los alumnos.

Capítulo II

     Artículo 1.º En las ciudades principales de todo el reino se establecerá una Compañía, titulada «Compañía de Agricultura», compuesta del director y de los principales labradores propietarios de la ciudad.

     Art. 2.º Esta Compañía redactará y publicará un periódico o semanario para toda España, titulado El Agricultor práctico, en que se expondrán con sencillez las reglas del arte que nos ocupa, igualmente que todos los adelantos que se hagan (en Agricultura y Artes), recibiéndose de los suscriptores todas las observaciones y artículos relativos al mismo asunto para publicarlos en él.

     Art. 3º. Este periódico o semanario se llevará a todas las Academias de Agricultura, formando con sus números un libro que se conservará y guardará en el archivo de la Academia para consultarlo cuando sea necesario. Leerán también este periódico los maestros, de las escuelas donde no haya Academias y los curas párrocos de todos los pueblos, para que unos y otros comuniquen a los habitantes interesados lo que les pueda servir de alguna utilidad.

     Art. 4.º La Compañía estará provista de todas las semillas y plantas que se publiquen en el semanario, para repartirlas a los suscriptores que las pidieren.

     Art. Formarán parte de la Compañía, uno, dos o más inspectores que tengan conocimientos en los tres reinos de la Naturaleza, que sepan conocer qué clases de plantas convendrán en este o aquel terreno, etc., etc. Estará encargado de distribuir las semillas y plantas de la Compañía, en las localidades que lo desearen y pidieren. Andará por los pueblos de su inspección enseñando y haciendo observaciones a los labradores, formando proyectos para aprovechar saltos de agua en molinos, fábricas, etc., mandando construir, donde fuere posible, acequias para riego y presas en los barrancos, para elevar las aguas torrenciales y fertilizar las tierras; estará también encargado de examinar los alumnos de Agricultura; enseñar a los maestros lo que éstos ignoraren y preguntaren, etc., etc.

     Art. 6.º Todos los años celebrará cada Compañía dos o más Exposiciones de Agricultura y Artes, donde se premiarán las obras y Memorias que se publiquen sobre este asunto, los instrumentos que se inventen y los mejores frutos y productos agrícolas que se presenten publicando luego extensamente en el semanario todo lo útil y digno de saberse que se hubiere presentado en las Exposiciones de todas las provincias y los premios que por ello se han repartido para que haya emulación.

     Muchos más artículos podrían añadirse a este plan; pero ya hemos referido los principales.

. . . . . . . . . .

     No hay duda de que con este método prosperaría la agricultura al cabo de años de un modo prodigioso, y que la España se elevaría de nuevo como en otros tiempos más felices sobre las demás naciones de Europa.

     Porque los niños recibiendo desde su infancia las lecciones teóricas y prácticas de agricultura, cobrarían amor a ésta y las ejecutarían con gusto cuando les llegara su tiempo. Cobrarían también amor al trabajo, y con él se criarían robustos; no afeminados, como son generalmente ahora, y proporcionarían de esta manera hombres útiles al Estado, y no veríamos tantos ociosos como observamos, raquíticos y vagabundos, que sirven de perjuicio más que de provecho.

     Los labradores recibirían lecciones de sus hijos y se esmerarían eu el cultivo de plantas que nunca conocieron, y en el aprovechamiento de aguas y terrenos que antes despreciaron, al ver que se les enseñaba tan de cerca y que la nación tomaba por ellos tanto interés, al mismo tiempo que haría su oficio la emulación cuando observaran que eran premiados los esfuerzos, la habilidad y el ingenio de sus compañeros.

     Se aumentarían los bosques y vergeles y no se lamentarla la escasez de madera que ahora se observa.

     Con el acrecentamiento de árboles se aumentarían las lluvias que van escaseando, y los riachuelos, arroyos y manantiales, muchos de los cuales se han perdido por la tala de bosques, y no tendríamos que mirar con harto sentimiento tantos y tantos terrenos eriales que antes eran hermosas y verdes praderas, y ahora son horrorosos desiertos; causa toda de la falta de bosques.

     Al escribir estas líneas, vagando nuestra imaginación por aquellas extensas y solitarias landas, antes habitadas y ahora abrasadas por el sol, sin agua y sin rastro alguno de vegetación, la pluma se nos cae de las manos!!!

. . . . . . . . . .

     Muy débiles son nuestras voces; pero a pesar de esto, ¡qué lástima sería que el Gobierno no atendiera a estas tan justas razones!

. . . . . . . . . .

     Sigue a este trabajo una serie de notas o estudios de Botánica y observaciones de las plantas y sus evoluciones, que no recogemos en este libro, a fin de dar cabida en él a trabajos y estudios de mayor interés pedagógico, publicando, para acusar la categoría, el siguiente cuadro o clasificación artificial o sistema de plantas (Sistema folial), que nuestro autor formó el citado año 1864-1865.

    § 4.º La agricultura práctica en la escuela de primera enseñanza. -La enseñanza técnica, de oficios ha principiado ya a penetrar en las escuelas de primeras letras, y todavía, se ve lejano el día en que penetre en ellas la enseñanza práctica de la agricultura, no obstante haberse ensayado ésta mucho antes que aquélla, y por cierto, con resultados a más no poder satisfactorios. Así, por ejemplo, en los últimos años del siglo XVIII, el Obispo príncipe de Wurtzburgo mandó que en las inmediaciones de cada una de las escuelas de sus 524 pueblos se designase un terreno proporcionado, donde se enseñara a los niños el cultivo de los árboles frutales bajo la dirección del maestro o de otra persona, inteligente del mismo lugar. A los cuatro años habían trasplantado los niños de las escuelas 34.772 arbolitos de su propia siembra; tenían injertados para, volver a trasplantar, 26.522 pies, y todavía les quedaban en semillero 628.338. Este, resultado se publicó en el famoso Semanario de Agricultura, dirigido a los párrocos, que por entonces se publicaba en Madrid; pero, por desgracia aquel ejemplo elocuente no tuvo imitadores. -Nada hemos de decir de la escuela, de Fellenberg, porque está en la memoria de todos: la célebre granja-modelo de Hofwyl, fundada el siglo pasado, será al propio tiempo eterno modelo de escuela primaria rural(2). Formaban parte de dicha granja un colegio para niños de familias acomodadas y una escuela para 120 niños pobres, internos. Los unos y los otro aprendían, junto con las primeras letras, la teoría y la práctica de la agricultura. La escuela era gratuita: los niños tomaban parte en las faenas de la granja, y con su trabajo sufragaban en parte los gastos de educación, vestido y alimento: el déficit por niño no excedía de 500 reales (125 pesetas) al año. Fellenberg demostró con una larga experiencia que estas escuelas primarias, transformadas en granjas, pueden sostenerse por sí mismas, sin subvención de ninguna clase, si los niños permanecen en ellas hasta la edad de veintiún años.

     En España pudiera hacer mucho la iniciativa privada si estuviese menos dormida. De los Poderes públicos no hay que aguardar nada en este sentido en mucho tiempo, ni, por otra parte, serían eficaces las medidas que intentarau, porque eaería,n en medio de la indiferencia pública. Por esto es de aplaudir todo pensamiento que se encamine a ensayar esa deseada alianza de la escuela con el campo y del labrador con el maestro. Hace pocos meses dijeron los periódicos que cerca de Burgos existía una escuela rural, verdadero modelo en su género, rodeada de frutales y de legumbres y con varios trozos destinados almácigas y viveros; invertía en el cultivo, durante los asuetos, el trabajo de los niños, entre los cuales se repartían los productos. «Tan utilísima institución (añadía la noticia), que ya se costea, y ha aumentado los ingresos del laborioso maestro, debiera extenderse por España, y contribuir los mismos labradores, como lo han hecho en Burgos, a suministrar los primeros instrumentos y semillas, y el terreno; a la vez que los maestros encontrarían, planteando esta enseñanza agrícola, un medio de aumentar sus recursos o de vivir allí donde estuviese desatendido en sus pagos.»

     El hecho era de tanta trascendencia, que quisimos cerciorarnos de su exactitud. Desgraciadamente, no resultó cierto: la, supuesta escuela rural existía, únicamente en pensamiento. Todavía, sin embargo, tiene el proyecto bastante interés para que merezca ser conocido de las personas a quienes interesa este género de problemas, que llevan envuelto el porvenir entero de la pedagogía. Helo aquí expuesto por la misma digna persona que lo ha concebido y se dispone a llevarlo a ejecución:

     «Sr. D. Joaquín Costa. -Muy señor mío: Tengo el mayor gusto en facilitarle los datos que se han servido pedirme acerca de un proyecto, tiempo ha en camino de realización, pero que circunstancias adversas han hecho aplazar hasta la primavera próxima. El proyecto se refiere a una pequeña escuela de agricultura aneja a la de instrucción primaria, dirigida por el maestro y sostenida por el Municipio, el párroco y personas pudientes de la localidad. El pensamiento, debido a la iniciativa del señor D. Jacinto Ontañón, de la vecina capital, puede resumirse en dos palabras: aprovechar el contacto íntimo que los niños nacidos en pueblos y aldeas tienen con la Naturaleza, para hacer que la amen, se aficionen al cultivo del suelo por medio de los conocimientos y prácticas agrícolas que la moderna ciencia aconseja, apartándolos poco a poco de la perniciosa rutina y de las preocupaciones tan arraigadas en Castilla y otras comarcas en materia de labores, y en general, en cuantas cuestiones importantes afectan a la producción.

     A nadie puede ocultársele el influjo eficaz que en cuanto a la moral, primeramente, ha de ejercer una institución de esta índole, extirpando los malos hábitos que los muchachos suelen contraer desde muy temprano, no respetando los árboles ni los animales, y en una palabra, ningún género de propiedad; ni el más lento y tardío, pero de no menores consecuencias, que habrá de ejercer en el agricultor del porvenir este aprendizaje racional de su oficio, principiado ya desde la niñez.

     Viniendo concretamente al asunto de esta carta, someto a su juicio nuestro proyecto y los datos que al efecto he reunido. La escuela de instrucción primaria, contigua a la iglesia, está rodeada de un terreno fértil, que sirve ahora de pasto al ganado, y parece muy a propósito para el caso. Cedido generosamente por el Municipio, la primera labor consistirá en rodearle de una zanja, que abrirán los mismos alumnos, a fin de formar un seto vivo, plantando sangüeso, ciruelos y espantalobos, gayomba o retama de España y espinos de diversas clases. No será difícil que, a pesar del poco entusiasmo que en general toda novedad suele despertar, obtengamos el auxilio de algunos cultivadores del pueblo para la nivelación y aplanamiento del terreno, que será lo más costoso. En seguida se procederá a la plantación de legumbres y árboles frutales, haciendo que en esto tomen también los niños la parte principal, que se interese su propia individualidad, poniendo, por ejemplo, a cada frutal el nombre de quien lo plante, que halle satisfacción más tarde al recolectar los productos, viéndose dueño de ellos, libre de distribuirlos o de disponer del valor que representen, en lo cual tanta aplicación puede darse a la enseñanza recibida, y,en suma, que experimente los goces que produce la recompensa positiva obtenida en el trabajo. Habrá sitio destinado a plantas y flores raras, cuyas semillas han ofrecido algunos propietarios de las cercanías, así como campanas de vidrio, esteras y los enseres precisos para la conservación de los criaderos. Se destinará asimismo una parte del jardín a la plantación de especies medicinales, las cuales se distinguirán por medio de tarjetones escritos en varitas al lado de cada una de ellas. Las labores, siembra y recolección de cereales, se hará a vista y con la posible intervención de los alumnos; además, se encargarán éstos exclusivamente de la contabilidad y administración de su finca, siendo el maestro quien disponga, el empleo del producto sobrante en la compra de enseres (que por lo pronto se usarán prestados, en cuanto no alcancen, los ya ofrecidos como donativo), el pago de la casita de labor y demás gastos que se originen.

     No quiero insistir, señor Costa, en poner de manifiesto los ventajosos resultados que ha de proporcionar esta enseñanza: usted mejor que nadie sabrá apreciarlo en su jasto valor, sin necesidad de que yo lo ponga de relieve. Así, concluyo esperando comunicarle pronto la noticia oficial de la instalación, sin perjuicio de irle dando cuenta ulteriormente de su desarrollo y marcha, y ofreciéndome con la más distinguida consideración su afectísimo y atento seguro servidor, q. b. s. m., B. P. -Rabé de las Calzadas (Burgos), Enero de 1883.»

     § 5.º -Eficacia de la enseñanza agrícola. -Haciendo coro con la duquesa, de Fitz-James(3), un economista francés, M. Rouxel(4), admite que ninguno de los ramos de la industria agrícola es lucrativo o remunerador en Francia; ni el cultivo de la viña, ni el de los cereales, ni la cría de ganado; pero entrando en el examen de esa inferioridad de la agricultura francesa respecto de la extranjera, no admite que la ignorancia sea una de ellas, ni por tanto, que esté como remedio para ese mal la educación de los jóvenes agricultores, al modo como se da a los jóvenes industriales.

     Obsérvese lo primero -dice- que los progresos de la industria se han realizado antes de que existiesen escuelas industriales; por consiguiente, esos progresos no han sido debidos a la ciencia escolar. En cuanto a decidir si las escuelas industriales y de comercio fundadas con posterioridad a esos progresos, contribuirán a que hagamos otros en lo venidero, la experiencia nos lo dirá, pero hay motivos para inclinarse a la negativa. Por otra parte, si las escuelas especiales pudieran promover el progreso de la agricultura, ya debiéramos haber obtenido resultados, porque esas escuelas no son menos numerosa; que las industriales. Pues bien, la señora, de Fitz-James conviene en que los jóvenes no aprenden en ella nada (de bueno, por supuesto), y la experiencia lo demuestra. «Los alumnos de estas escuelas no gustan de la azada ni del estudio. Saben leer, pero no comprenden; saben escribir, pero no pueden traducir un pensamiento, si es que tienen alguno. El día que regresen al hogar paterno, llevan la convicción de que valen más que su padre, pero no pueden decir en qué y menos probarlo; quieren tomar la dirección de los trabajos, aplican mal las teorías mal entendidas, y el padre, que tal vez se ha arruinado para dar a su hijo una educación superior, advierte que ese hijo le aprovecha menos que antes, que tiene menos brazos sin tener más inteligencia. Menos mal, todavía, si esa apariencia de educación no les ha falseado el espíritu y el corazón, y si, conservándose sencillos y buenos olvidan al lado de sus padres la excursión que han hecho por lo desconocido (dans l´incompris); pero si la voz de orgullo ahoga la del corazón, y de la familia, ese aldeano con levita irá a aumentar en la ciudad el número de los pretendientes, de los inútiles, de los descontentos; resultando que el dinero de los contribuyentes, empleado por el Estado, le habrá creado un enemigo más, arrebatando al propio tiempo brazos a la agricultura.»

     De acuerdo con estas ideas, M. Rouxel añiade: «Si el padre, en vez de arruinarse por enviar a su hijo a dormir en clase dos o tres años y trabajar en el campo sólo unas cuantas horas por día, hubiera conservado su dinero para emplearlo en mejorar sus cultivos, y a su hijo para inspirarle el gusto del trabajo y comunicarle su propia experiencia, que es la primera, y segura de las ciencias, principalmente en agricultura; si el Estado restituyese a los contribuyentes, es decir, a los cultivadores las sumas que derrocha en estas escuelas, es probable que la agricultura sostendría, más fácilmente la competencia extranjera. Bien se ve que la señora duquesa, de Fitz-James desea, como tantos otros, mejores escuelas que las que existen; pero, ¿cuáles? Si hay posibilidad de establecerlas, pueden confiarse a la iniciativa privada, y como es evidente que el Estado carece de aptitud para acomodarlas, a las necesidades de la clase agrícola, hay que principiar por suprimir esas escuelas, no sólo porque son malas, sino porque estorban el establecimiento de las buenas. Es indispensable, además, disminuir algo los privilegios de las ciudades, de las funciones del Gobierno. ¿Cómo esperar que un joven inteligente e instruido se dedique a un oficio penoso y no remunerador, mientras pueda, encontrar en las ciudades, gracias a los privilegios de que gozan, empleos mejor retribuídos y menos penosos?»

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